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Cine para niños, cine hecho por niños, un desafío posible para la educomunicación

Ver cine, analizar el lenguaje cinematográfico y conocerlo, disfrutar del cine, hacer cine, entrar en las trastiendas de una filmación, investigar sobre el cine y animar a conocer y gustar el mundo de la imagen

Publicado en Aularia Martínez-Salanova Sánchez, E. (2015). Cine para niños, cine hecho por niños, un desafío posible para la educomunicación. Aularia, 4(2) Julio. pp: 1-8.

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El puntero de don Honorato/Bibliografía

 

«Las cosas que están hechas solo para niños generalmente son un desastre. Las cosas hechas para niños tienen que tener un montón de valores, ya sean plásticos, narrativos, artísticos que también tienen que significar algo para los adultos porque si no es como que uno las recorta para hacerlas fáciles. Lo que sí creo es que uno tiene que pensar con quién está dialogando, sí hay que pensar en cierto manejo del lenguaje de tal manera que la comprensión sea lo más amplia posible.»
Alfredo Soderguit,  uruguayo,
director de «Anina»

De niño fui mucho al cine, una afición de mis padres que me trasmitieron. Vi cine, me metí en los entresijos del cine siempre que pude, como curioso, como extra, me colé en rodajes ayudando a llevar los cables, aguanté horas viendo repetir en Logroño, Toledo, París… o dónde me encontrara, cómo se repetía decenas de veces una escena. Filmé con 16 mm, monté películas, hice películas con niños, con mis hijos, ya con super-8 y video, y con alumnos… Al igual que en el lenguaje oral y escrito se comienza oyendo y hablando, el lenguaje cinematográfico debiéramos aprenderlo y utilizarlo de la misma forma, viendo, y haciendo.

La motivación hacia el cine se genera fundamentalmente viendo cine. Algunos puristas, los he conocido, intentan hacer entrar a niños y adolescentes por lo que ellos llaman «buen cine» y he oído a alguno de estos expertos decir públicamente que para ver cine hay que saber gramática audiovisual. Para mí, y también he rebatido públicamente las anteriores afirmaciones, es un craso error. Si aplicamos al aprendizaje del cine los principios fundamentales de la didáctica, debiéramos tener en cuenta que:

Todo se aprende desde el principio. Desde que el niño nace, ya en la familia, es conveniente que esté cerca del cine, ya sea en la tele o asistiendo a salas cinematográficas con sus padres. De la misma forma es importante que los niños estén cerca de los libros, del lenguaje, del comic, de la música…

Hay que comenzar viendo películas entretenidas, en cada edad las correspondientes. Lo lúdico y festivo es diferente en cada edad, cultura y condición. Los más pequeños encajan mejor los dibujos animados. Hay cine animado, largometrajes y cortometrajes que poseen los ingredientes necesarios en dinamismo, color, música, cambio de acción y de estímulos suficientes para atraer también a los más pequeños.

De lo fácil a lo difícil

Como en todo proceso de aprendizaje, se accede mejor al conocimiento yendo de lo conocido a lo desconocido. Las aventuras y la fantasía están más cerca del niño.

Si queremos que a una persona le guste el cine, o la lectura, no le pongamos a ver a Antonioni ni a leer a Dostoievski de entrada. Ir de lo fácil a lo difícil. Acordémonos de lo que nos gustaba cuando éramos pequeños y lo que nos aburría lo que les gustaba a nuestros mayores. No es conveniente comenzar por películas plúmbeas antiguas para enseñar los inicios del cine. Hay películas muy entrañables y divertidas por las que los niños y los adolescentes entran muy bien. Chaplin, por ejemplo. La primera película que recuerdo haber visto en mi vida, fue en Sevilla, yo tenía unos tres años, «Garbancito de la Mancha», una película animada realizada por el franquismo para ensalzar sus valores heroicos. Pero a mí me hizo mella, un héroe, una cabra, un ogro malvado… Muchos años después la conseguí e investigué sobre ella, y descubrí que a pesar de estar dirigida por un falangista, quienes dibujaron y colorearon eran personas (un matrimonio) represaliadas por el franquismo y en la cárcel en aquellos momentos por sus ideas republicanas… y cuando lo publiqué en mi Web, sus hijos se pusieron en contacto conmigo, y les pude proporcionar la películas que ellos no tenían… El cine hace esos milagros… si queremos entrar en él y en sus entresijos.

En estos últimos tiempos he puesto a mis nietos, de 3 y 7 años, películas de Chaplin, se han emocionado con «El Chico», de 1921 y han hecho muchas preguntas y comentarios, y se han identificado, en «El globo rojo», 1956, de Albert Lamorisse, con el globo y con algunas situaciones de la película. Les he puesto en situación también con películas realizadas por niños, en los talleres de La Matatena, SC., con plastilina... y me los han hecho poner varias veces, y también hemos comentado sus argumentos y las técnicas utilizadas.

Experiencias, afectos, motivaciones

Como todo aprendizaje, necesita de experiencias, de afectos, de motivaciones, de reiteración de hechos, de personas que contagien el entusiasmo... de productos de calidad, entretenidos, lúdicos. Al cine se entra, como en todo lo que es cultural, de manera fundamentalmente inconsciente. El aprendizaje del cine, como todo proceso de enseñanza, necesita de esquemas de comportamiento en los que prime lo que para el que aprende contenga sentido, diversión y serenidad para aprenderlo.

Cuando iniciábamos el Grupo Comunicar dábamos fundamental importancia a la prensa y poco después a la televisión. Nos costó integrar el cine, fundamentalmente por la dificultad de hacerlo entrar en las aulas y la imposibilidad, en ocasiones, de llevar a los alumnos al cine. Pero entró el cine, con fuerza, con logros, más aún cuando fuimos incorporando tecnologías que nos permitían hablar de cine viendo cine y de hacer filmaciones, con super-8 primero, más tarde con video. Ahora es tan fácil filmar, con los móviles/celulares, con cámaras digitales accesibles y de muy buena definición técnica.

Espectáculo y diversión

El cine, que nació como espectáculo y diversión, debe seguir siendo espectáculo y diversión. Su nacimiento supuso la utilización de diversos descubrimientos tecnológicos de la época. Hoy, con otras tecnologías, podemos seguir haciendo cine y es muy fácil acercarlo a la familia o a la escuela. El cine es, al mismo tiempo, un verdadero arte desde sus comienzos, más aún ahora debemos utilizarlo como vehículo de expresión artística. El cine, también desde su inicio es documento de la vida de la época. Estas tres características, la documental, la artística y la festiva las ha conservado el cine en el tiempo y en la ilusión de todos los que se implican en su mundo, los que lo fabrican y los espectadores.

Para quienes comienzan a hacer cine, sean niños, adolescentes o adultos, la tecnología y el arte cinematográfico les subyuga desde el comienzo, pues la magia del cine no está solamente en verlo en las pantallas, sino en producirlo, crearlo, expresarse mediante sus mensajes, trucos e imágenes.

La entrada en el mundo del cine

Es muy importante iniciar a los niños en el mundo del cine. Entrar en ese mundo abre a las personas un universo apasionante, entretiene, hace pensar, nos trae reflexiones y problemas sobre los cuales sería muy complicado introducirse. La mayoría de las personas tiene un contacto con el cine, limitado a la asistencia esporádica a salas comerciales, a ver la película de actualidad en compañía de sus grupos de amistades. Los niños pequeños lo ven fundamentalmente en televisión, y ya adolescentes, en grupo, preparados para consumir durante la función un soberano paquete de palomitas de maíz.

Ver una película, sin embargo, aunque inicia en la persona un procedimiento, un proceso de implicación, no debe quedar en la simple visión de la película.

Y es que el mundo del cine es al mismo tiempo industria y arte, espectáculo y pensamiento. El cine será un punto de partida, como el de ‘Alicia en el País de las Maravillas’, el ingreso en el fascinante mundo que se le abre.

El cine y las nuevas tecnologías

Las nuevas tecnologías permiten nuevas formas, modos y lugares para ver cine. No nos cerremos nunca a nada. Antes decíamos: una película hay que verla en el cine. En un lugar preparado para ello. Qué mejor que el ambiente, la sala oscura, la necesidad de salir de casa especialmente para la ocasión, dejar la televisión... El hecho positivo de decidir ir al cine ya es importante en sí, la calidad de la imagen, la pantalla grande, el magnetismo de la pared blanca, el sentirse inmerso en los acontecimientos que se suceden en la película... La magia de la sala comercial, la oscuridad el adentrarse en los ambientes y los nuevos sonidos que te sumergen en el ambiente.

Sin embargo, con fines educativos y didácticos es conveniente sacar las películas de su contexto, el de las salas de cine, y entroncarlas en un nuevo contexto de análisis. Eso no quiere decir que se vean con baja calidad. Hoy, los proyectores digitales, están a nuestro alcance, y una gran pared blanca es una buena pantalla, cuidemos el sonido y estaremos como en una sala de cine.

Hay mucho cine en oferta que se puede ver, o grabar de la televisión, lo que permite ver películas antiguas, que están fuera de los circuitos comerciales, descatalogadas, en sistemas digitales que permiten volver a ver una secuencia cuantas veces se quiera… volver atrás, analizar, aprender, congelar imágenes con toda perfección, ampliar, guardar en el ordenador fácilmente, elegir idioma...

Antes veíamos una película y guardábamos la magia del recuerdo durante años, una escena, una batalla, un beso... fuera de contexto quedaba en nuestro subconsciente mezclado con millones de experiencias placenteras, afectivas, duraderas, agradables o terribles...

Muchos de los cinéfilos guardamos esos recuerdos, leemos sobre cine pero muchas veces no tenemos la imagen, no la conocemos... Estuve años hablando de una película inefable, mítica, histórica, documental, grandiosa, «Nanuk el esquimal» que logré verla en vídeo muchos años después. Hoy la puedo poner mil veces, entresacar secuencias, analizar la fotografía, realizar estudios sobre cómo pudo filmarse. Lo que hay escrito sobre ese film ayuda además a conocer lo que hay detrás y permite focalizar el análisis en algunos aspectos que, si no fuera por verse en sistema digital, difícil sería descubrir.

La vida humana, el cine, y el principio de la investigación en las aulas

La imagen en movimiento, sus mensajes, sus ideas técnicas y sus contenidos son elementos de indiscutible valor y de indispensable estudio en las aulas. Es una de las estrategias interdisciplinares por excelencia, vía para lograr la transversalidad, y al mismo tiempo base y fundamento de análisis y estudio de cualquiera de las áreas de un programa de trabajo. El cine refleja la totalidad, pues su fundamento es contar dramas humanos con tecnologías y lenguajes diversos a los tradicionales. El cine, como comenta MacLuhan en «El aula sin muros», complementa conocimientos, integra ideas y lenguajes. El cine puede hacer comprender mejor una obra de teatro, un drama escrito, y al mismo tiempo puede incitar a leer la obra literaria que ha servido de base al film.

En el cine lo poseemos todo: el espectáculo, la aventura, el arte y el razonamiento. Tenemos dónde elegir, pero hay que entrar en él con seriedad, con investigación y con esfuerzo, ya que aporta a la cultura unas formas de comunicación y de lenguaje que de otra manera y por otros caminos sería imposible conocer y aplicar en las aulas. El cine nos introduce tanto en la pequeñez de los elementos, convirtiéndolos en importantes como en los inconmensurables espacios transformándolos en accesibles y entrañables. El cine permite conocer filosofías, pensamientos, historias, lugares, modos de vida y costumbres.

Hacer cine

Esta actividad puede estimarse como la más gratificante, ya que se aprende haciendo. Elaborar una película de cine lleva consigo un complejo proceso de investigación por parte de niños y adultos, que se inicia con la búsqueda de ideas, elaboraciones de guiones, primero literarios –originales o adaptados– y después técnicos, con las anotaciones correspondientes, para sincronizar los textos con las imágenes. Planificar secuencias, ensayar diálogos y representaciones con los actores, rodar con las cámaras, montar los planos y sonorizar con textos y músicas el montaje, son otras de las fases que constituyen la puesta en marcha del cine creativo en el aula. Trabajar en equipo, una característica imprescindible de aprender desde chicos, pues es la clave de la socialización y de la futura vida laboral.

Es posible hacerlo con fotogramas dibujados por los alumnos a través de tiras de papel o películas cinematográficas. En este caso, la imagen se crea, se toca, se manipula y realiza el montaje artesanalmente, y lo que es más importante, descubriendo la magia del cine y sus mecanismos de información y manipulación.

El cine de animación, contempla posibilidades riquísimas cuando se hace filmando fotograma a fotograma recortes, dibujos o figuras de plastilina, que al verse recrean el movimiento. Este tipo de películas son muy poco costosas de hacer, se adaptan a todos los temas, y no es necesario tener idea de dibujo para su realización. La base está en las dosis de creatividad de quienes participan, niños y adultos, y quienes dirigen y coordinan la actividad.

Actualmente, este tipo de cine se utiliza en gran medida para realizar cine didáctico, por la gran cantidad de posibilidades que aporta a la animación de textos, dibujos, objetos inanimados, herramientas, etc.

En primer lugar hay que pensar el cuento, secuencia o imagen que se quiere animar y después es conveniente hacer el story board (esquema de la historia dibujado). Se puede hacer en una sola hoja, dibujando en varios cuadrados, los cuadros principales de la película de dibujos animados con el fin de tener una idea que ayude al dibujo final, o en un cuadro mural, en papel, corcho o pizarra.

Trucos y efectos especiales del cine

Los efectos especiales pueden hacerse de muchas formas. En el cine antiguo se las ingeniaban con creatividad y muy pocos medios para trucarlo todo. Es clásica aquella escena en que Charles Chaplin hacía una pared con ladrillos que le tiraban desde el piso de abajo y que él recogía. La escena estaba filmada al revés, es decir, él era el que tiraba los ladrillos. Esto se puede realizar con imaginación, por ejemplo el que sale de una piscina dando un salto y totalmente seco. Filmar al revés y volver a copiar.

Apariciones y desapariciones de personas u objetos, aparatos que se mueven solos, etc., se puede lograr con toda facilidad mediante montaje, o simplemente con cortes en la misma filmación.

Sin embargo la nueva tecnología digital permite ya emplear otros trucos o efectos propios de la digitalización. Stop-motion, pixilación, superposiciones, efectos digitales… están ya al alcance. Hay programas especiales para que en el ordenador se puedan realizar ya todas las operaciones necesarias, fundidos, encadenados, cortinillas, cambiar toda la gama de colores, mezclado de imágenes, etc. Recomendamos no obstante utilizar la propia creatividad para generar trucos y todo tipo de efectos.

Trabajar con una película

La utilización de una película debe plantearse en cualquiera de los niveles de edad o situación, desde los conocimientos previos de quien la analiza, considerando una serie de objetivos, delimitando y seleccionando los contenidos, partiendo de alguno de los centros de interés programados y teniendo en cuenta las líneas trasversales.
Quien se responsabiliza del análisis debe considerar antes de decidir qué película utilizar:

El argumento, que es el hilo conductor de la filmación y se apoya en un guión. Es decir, debe comprobar que éste tiene que ver con el drama humano o el contenido que se quiere trasmitir.

La ficha técnica, ya que ésta incluye la información técnica y los recursos humanos, equipo técnico e intérpretes, que han participado en la realización, y ello es fundamental para poder iniciar el propio conocimiento del medio que se va a utilizar.

La imagen, que ha de estar siempre relacionada con el tema y presenta riqueza de formas, lenguajes, estilos, movimientos, animación, creando tiempos remotos, presentes y futuros, situaciones y lugares. Su conocimiento permitirá que el trabajo se guíe de manera más competente.

El contenido, que es el desarrollo del argumento incidiendo en lo más significativo, a lo que se da sentido mediante el lenguaje, la imagen, el color, la música, etc. El conocimiento de los contenidos de la película facilitará el trabajo con la misma y su optimización.

Música y sonidos, que muestran la armonía de un conjunto de estímulos sensoriales y auditivos, explica o acompaña a la imagen y al contenido de las secuencias. La banda sonora nos permite sintonizar los diferentes elementos y armonizar los aprendizajes.

Perspectiva curricular

Algunas reflexiones que deben hacerse cuando se elabora un material para trabajar con cine desde una perspectiva curricular pueden ser:

Al proyectar una película, es importante que los niños sean conscientes de su carácter ficticio. La televisión y el cine, así como otros medios audiovisuales, encarnan una doble realidad, ambigua, imaginaria y real al mismo tiempo. El niño debe ser capaz de descubrir e interpretar los datos visuales.

Para el niño, la historia creada se asimila con la historia real y la coexistencia del pasado y de la actualidad refuerza la confusión entre la ficción y la realidad y repercute sobre la percepción del pasado. Para evitar estas confusiones hay que situar al niño en el tiempo con respecto al tema y al audiovisual. Una reconstrucción de un hecho por fiel que sea no deja de ser un sustituto elaborado posteriormente.

En el cine todo es ficción, por muy realista que sea. Todo en el cine hay que construirlo: se inventa, planifica y prepara. Para rodarlo se fingen multitud de situaciones, se utilizan infinidad de recursos económicos, artísticos, humanos y técnicos. Finalmente se monta, se le aplica la música y los sonidos y se distribuye. Aunque lo escrito sea una simple y resumida narración de cómo se fabrica una película, es para señalar que como toda obra de arte necesita de signos de transmisión especiales de lenguaje. Al igual que cuando se escribe una novela o se pinta un cuadro, cuando se monta una obra de teatro o una ópera... Se parte de una idea, de un libreto, de partituras... y se lleva a la práctica mediante técnicas muy complejas, diferentes y, al mismo tiempo, similares, en cada expresión artística.

El cine como lenguaje

Es imprescindible trabajar con el lenguaje específico del cine. Es conveniente utilizar estrategias que se centran en el uso del cine como lenguaje, es decir, en el análisis de su técnica, de su código, para conseguir una adecuada interpretación de sus mensajes.

En el lenguaje cinematográfico también ha prevalecido el ojo humano, y la vista como sentido imprescindible, aportando al mundo la sensación de la sola imagen, aunque en movimiento, cuando en el cine hay música y sonidos, ambiente, sentimientos, historia... Un elemento gramatical imprescindible en el lenguaje cinematográfico es el plano detalle (invento comunicativo por excelencia), un primerísimo plano que en el rostro se centra en los ojos, más bien en la mirada, de la que capta sus matices, presentando al ojo humano en pantalla grande, tan grande como los velámenes de las naves griegas.

Un ojo que se me quedó clavado de por vida es el ojo sin vida de Janet Leigh en la película «Psicosis», Hitchcock, 1960. Un plano detalle que se mantiene durante bastantes segundos para, en un alarde de perfección lingüística fundirse con el agua que sale por el desagüe de la bañera fundida a la sangre de ella. La vida se retira de los ojos de la protagonista al mismo tiempo que la sangre corre hacia la oscuridad del agujero.

El montaje, fundamental en el lenguaje cinematográfico es el que organiza lo que se ha filmado y lo hace didáctico, dinámico o lento, interesante o aburrido. Es conveniente realizarlo entre todos, dividiendo el trabajo. La confección de letreros, sonorización, trucos y efectos especiales relacionados con el tiempo: paso a paso, congelación de imagen, velocidad rápida, ralentización, etc., se hacen en la fase de montaje.

Dificultades y virtualidades del aprendizaje

Para algunos alumnos y profesores, conocedores del trabajo de filmación y montaje, y por lo tanto familiarizados con la manipulación de imágenes el trabajo suele ser fácil. En el caso de alumnos con pocos conocimientos de imagen filmada, se generan los problemas previstos por su falta de sentido del tiempo fílmico. El novato suele tener prisa por obtener resultados, agilizando la filmación sin tener en cuenta que todos los planos deben ser filmados con la misma importancia y dedicación para no encontrarse con problemas en el momento del montaje. Algunas secuencias hay que rodarlas desde diferentes ángulos, con el fin de entremezclarlas posteriormente y descartar las que no se consideran válidas.

Las primeras filmaciones, evaluadas inmediatamente, sirven para comparar la relación entre tiempo de filmación y el mismo tiempo en el resultado final obtenido (tiempo fílmico). Posteriormente, deben analizarse los resultados, sugiriendo cambios en la forma de filmar, de estructurar las secuencias, de organizar mejor el trabajo de filmación en relación con el guión, etc.

La motivación inicial favorece en general el aprendizaje. Las dificultades relativas a la inexperiencia se superan con las primeras acciones. Una filmación es siempre un desafío interesante en el que confluyen multitud de personas, técnicas y elementos de toda índole que deben dar un único resultado unitario.

Por lo demás una filmación es una variada y arriesgada aventura en la que hay que hacer un poco de todo: actuar, salir al campo, trabajar en interiores, relacionarse con técnicos y tecnologías, buscar contactos personales, planificar y evaluar consecuencias y comprometerse con la producción de un resultado que va a juzgar un número elevado de personas.

La gran aventura de hacer cine

La trastienda del cine se aprende haciendo cine. En ella se reproduce la verdadera técnica cinematográfica y se puede reconstruir en las aulas. Es necesario aprender lo que hay tras una secuencia aparentemente fácil. Varias veces he ido con chicos y chicas a filmar películas. Un saco de disfraces y utensilios -sin olvidar la salsa de tomate para las sangres-, una idea más o menos guionizada, y echarse al monte es suficiente para hacer la prueba. Una duna da el pego, tanto como arena de playa como para desierto del Sahara; un arbusto, según el punto de mira de la cámara puede parecer un altísimo árbol, un matojillo o una selva impenetrable; en pequeñas alturas en una rambla se pueden simular ascensiones por cordilleras inaccesibles. Es la magia del cine.

Lo difícil es hacer captar a los «novatos» la diferencia entre tiempo de filmación, tiempo real y tiempo fílmico. Para lograrlo hay que hacer pruebas. Sin miedo. Sugiero hacer esos experimentos. En cierta ocasión filmábamos una especie de película de aventuras en las que los malvados traficantes de drogas en una escena final eran acorralados por las fuerzas del bien y acribillados tras un combate apocalíptico. El guión estaba claro, las instrucciones aparentemente, también. Cuando sonaron los primeros disparos, todo el que debía morir, murió. Lo malo fue que todos murieron a un tiempo: es decir, no se respetó el tiempo de filmación. Se hizo a tiempo real. Lo que se produjo fue un montón de cadáveres sin ton no son mientras la cámara filmaba solamente el plano del difunto al que debía filmar. Hubo que repetir paso a paso cada plano, cada escena, cada detalle, cada fallecimiento violento, pero ya con instrucciones más claras para entender qué es un tiempo de filmación. Alguno tuvo que repetir la escena varias veces hasta que «murió» a gusto del director. Cuentan que la secuencia de la ducha de «Psicosis» (1960), de Hitchcock, un minuto en tiempo cinematográfico, se tardó en rodar más de una semana de tiempo de filmación. Y Anthony Perkins ni siquiera estuvo allí. A Charles Chaplin le desertaban los técnicos, los actores y hasta los productores por lo minucioso que era para rodar una secuencia. Una semana le llevó hacer el encuentro entre el vagabundo y la ciega en «Luces de la ciudad».

Al principio de la era del sonoro se perfilaron tres formas de abordar la creación cinematográfica. La primera de ellas se basó en el montaje, método que consiste en rodar y después juntar los fotogramas. La segunda da prioridad a la puesta en escena, con secuencias narrativas más largas. La tercera fue el documental, un aproximación más real a la vida cotidiana, sin actores ni artificios. La historia del cine es el modo en el que los directores han combinado estas tres vías para expresar su concepción personal del mundo. Este mundo se puede representar en las aulas.
Rodábamos con profesores un mensaje didáctico sobre los riesgos que produce fumar. Un cigarro encendido -hasta que se apagó- fue la pauta de rodaje en tiempo de filmación. Figuras de plastilina que representaban las estaciones del año eran los actores. Se filmó a ritmo vertiginoso para aprovechar la ceniza vertical del cigarrillo. La caída de la ceniza coincidió con una figura de muñeco de nieve, el invierno, que pasaba por segunda vez, como todas las estaciones, mientras sonaba el tictac del reloj de la vida y un texto escrito informaba sobre la ventaja de vivir sin fumar. Los entresijos, la trastienda, la magia del cine en un escenario reducido de cartulina, un cigarro, unas ingeniosas figuras de plastilina y un guión lleno de creatividad dieron la magia a un mensaje en ritmo de spot publicitario. La filmación duró lo que la ceniza del cigarro. El tiempo cinematográfico de la secuencia, veinte segundos. La representación de tiempo real, varios años: la cantidad de veces que pasaron las estaciones ante los ojos del espectador.

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez