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Intereses comunes o contienda feroz

La relación entre profesores y alumnos tal y cómo se trata en los medios de comunicación

Publicado en «Comunicar : revista científica iberoamericana de comunicación y educación».  Huelva 1999, n. 12, marzo ; p. 25-35

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El puntero de don Honorato/Bibliografía


 

 El autor propone en este artículo el análisis de los vínculos, a veces enfermizos, que se advierten en los medios de comunicación en las relaciones entre profesores y alumnos; realiza un recorrido por las principales etiquetas que los medios hacen de los profesores, de los alumnos y de las relaciones entre ellos. Ha elegido prioritariamente el cine, pues es donde mejor se aprecian los estereotipos sociales en este asunto concreto. La prensa, la televisión y otros medios, cuando intervienen en el mundo de la educación, lo hacen desde un punto de vista institucional, normativo, legal, político o programático. Las noticias, sí que pueden en ocasiones servir para entrar en el análisis de las relaciones. No obstante, lo personal, si no es morbosa noticia, no suele significar mucho, salvo excepciones. Se dan aquí por ello, a partir fundamentalmente del cine, pautas para la reflexión, pistas para la investigación, y una gran cantidad de datos para quienes deseen entrar en el problema. Unos esquemas de estereotipos en el cine, realizados en clave de humor, orientarán para buscar nuevos clichés y apreciar la irrealidad o realidad de las etiquetas referidas. Al finalizar, el lector se encontrará con una larga lista de películas que le pueden ayudar a seguir profundizando en este apasionante tema.

 

«Nadie perdona a un hombre que sea distinto a los demás». Curzio Malaparte.

«Discúlpeme, no le había reconocido; he cambiado mucho». Oscar Wilde.

«A las personas les interesa nuestro destino exterior; el interior, solo a nuestro amigo». Von Kleist, poeta alemán.

 

El vendedor de lanzas y escudos

«En el reino de Chu vivía un hombre que vendía lanzas y escudos. ‘Mis escudos son tan sólidos, se jactaba, que nada puede traspasarlos. Mis lanzas son tan agudas que nada hay que no puedan penetrar’. ‘¿Qué pasa si una de sus lanzas choca con uno de sus escudos?’, preguntó alguien. El hombre no replicó». Jan Fei Tsé.

El estereotipo surge del inconsciente, a veces del inconsciente colectivo, producido en las culturas por asociaciones de ideas comunes. El producto, la etiqueta, puede ser única para un determinado grupo humano: todos los profesores son vagos, o duros, o buenos; los alumnos también son todos vagos, o traviesos, o empollones. El cliché puede también corresponder a un solo individuo. Ese profesor es un hueso; ese alumno es un empollón. Pero ¿qué sucede cuando hay que referirse literaria, icónica o mediáticamente al encuentro entre dos estereotipos?. El vínculo que se crea, para solucionar el problema de transmisión a los receptores del mensaje, suele convertirse en otro estereotipo. Cuando existe confrontación, uno de los dos gana y otro pierde, o los dos pierden. Nunca es posible encontrar la solución de que ganen el uno y el otro. De la misma forma que las lanzas y escudos del reino de Chu no podían juntarse, hubieran perdido los dos, porque no existe profesor y alumno en diálogo sino solamente en confrontación. O lo que es lo mismo: uno debe acabar dependiendo del otro.

Si se dieran relaciones entre alumnos y profesores complementarias, o solidarias, ‘todos buscan el saber’, el vínculo entre ambos grupos humanos cambiaría, aunque se manifestara en los medios de comunicación de forma estereotipada.

Usted explique que para eso le pagan

«Solo se reconoce el error cuando todo el mundo lo comparte». Jean Giraudoux.

Hace años daba yo clase en un instituto de la capital de España. Ingenuo de mí, intentaba ya en aquellos tiempos una enseñanza participativa, para alumnos responsables, integrando las diversas áreas a partir de una base metodológica de investigación. Ahí es nada. En el primer trimestre un alumno de tercero de BUP me colocó en mi lugar. Aproximadamente me dijo algo así como: «Aquí estamos acostumbrados a que sea el profesor el que explique, que trabaje, que para eso cobra. Nuestra misión es venir, aguantar o escuchar, tomar apuntes si nos viene en gana, y al final de trimestre, usted nos examina, y nos aprueba o nos suspende, pero no nos jorobe con trabajos, proyectos, investigaciones ni esas historias…».

Esta reflexión parte de toda una situación estereotipada de las relaciones entre profesores alumnos. Los profesores están para intentar que los alumnos aprueben; los alumnos para defenderse de los profesores aprobando con el menor esfuerzo posible.

Una secuencia de la película, «La piel dura», de Truffaut, señala magistralmente lo que deseo referir en este artículo. La maestra, mademoiselle Petit, intenta sin ningún éxito que los alumnos reciten un texto de «El Avaro», de Moliére, en el que Harpagnon dice: «¡Al ladrón, al ladrón, al asesino, al criminal…!». Los alumnos, y sobre todo uno de ellos, Bruno, lo recita de memorieta, dando la sensación de que no lo comprende en absoluto. La maestra insiste varias veces, pero todo es inútil, el alumno, recita sin ningún tono, sin inflexiones de voz, sin gestos… La misma maestra lo interpreta con el fin de hacerle comprender cómo se debe hacer, pero ni por esas. Bruno vuelve a comenzar sin entusiasmo, en tono rutinario e inexpresivo; por suerte para él, es interrumpido por un profesor que entra y sale con la maestra de la clase. En ese momento todo cambia. Cuando la maestra hace su salida y Bruno se cerciora de que va hacia el patio, radicalmente se transforma y dice: ‘Os voy a demostrar cómo lo haría Harpagnon’. Bruno da en ese momento una lección de interpretación deslumbrante, magistral, moviéndose por toda la clase, vibrando en su interpretación; un verdadero actor, que no quiso sorprender a su maestra, pues hubiera caído en ridículo ante los demás. En este caso Bruno es el ganador en la escaramuza.

El vocablo estereotipo nace de la imprenta. Es aquello que puede imprimir indefinidamente una imagen. El término, tal y como lo utilizo en este artículo, aunque actualizado, fue introducido en las ciencias sociales por Walter Lippman en 1922, para explicar los conceptos simplificados, etiquetas, que se aplican a determinadas categorías de personas, instituciones o acontecimientos. Son resistentes al cambio. Pueden ser adquiridos sin experiencia directa, simplemente porque «me lo han dicho», o fruto de incalculables operaciones del inconsciente, que en un momento dado aplican innumerables experiencias adquiridas a una sola persona o situación. Lo que es el ‘salto intuitivo’ para Bruner. Aunque el estereotipo puede nacer de raíces individuales es la sociedad la que los generaliza convirtiéndolos en productos sociales. De ahí la importancia de los medios de comunicación en el tratamiento de esta materia.

Los medios de comunicación, contribuyen a la creación y mantenimiento de ideologías de grupo, justificando acciones sociales, ayudando a defender el sistema de valores y por lo tanto a crear, desmontar o preservar estereotipos. Reflejan una realidad social, y la devuelven reforzada a la sociedad, aumentando su tiempo y grado de permanencia en la cultura de la especie humana o de alguno de sus grupos.

 

A sus órdenes mi general, a sus ordenes mi capitán

«La película es realidad a veinticuatro fotogramas por segundo». Jean-Luc Godard.

En la película «Mi general», de Jaime de Armiñán, se reflejan sin contemplaciones todos los estereotipos de una comunidad educativa. Un grupo de generales deben recibir en un internado un curso de adiestramiento en nuevas estrategias y tecnología militar. Un problema: los profesores son mucho más jóvenes y de inferior graduación. El sentido de grupo, los roles de cada uno de ellos, la relación con los profesores, con el director, con el internado, convierte los comportamientos de un grupo de adultos en un reflejo estereotipado de la academia. Nos podemos encontrar con el chivato, el travieso, las bromas de buen o mal gusto y la desobediencia a la autoridad; el aprendizaje, que comienza a ritmo de comedia finaliza en drama. Es una interesante película para analizar las relaciones de la comunidad educativa a través de la regresión a la adolescencia de un grupo de adultos. El guionista, además ha estereotipado hasta el límite las conductas, con lo que permite un análisis más simple de las mismas.

 

El vínculo de dependencia entre alumnos y profesores

«Forjé un eslabón un día, otro día forjé otro y otro. De pronto se juntaron -era la cadena- todos». Pedro Salinas, Presagios, Obra Poética.

La sociedad ya ha dispuesto, y los medios de comunicación así nos lo transmiten, cuáles son las relaciones o vínculos que deben tener los alumnos con los profesores. Difícilmente encontraremos en los medios de comunicación relaciones de cooperación, de cordialidad, de orientación, de aprendizaje mutuo, de apoyo o de responsabilidad.

La sociedad, alumnos, padres y profesores aceptan como prioritario en la relación entre profesores y alumnos el vínculo de dependencia. Los medios de comunicación de masas, televisión, cine y publicidad ante todo, lo suponen como «natural»; está presente generalmente en el acto de enseñanza y se expresa mediante supuestos tales como que el profesor sabe más que el alumno, que el profesor debe proteger al alumno de cometer errores, que el profesor debe y puede juzgar al alumno, que el profesor puede determinar la legitimidad de los intereses del alumno y que el profesor es quien define la comunicación posible con el alumno. En contrapartida, el alumno generalmente se comporta intentando divertirse, jugándosela al profesor o pasando olímpicamente de él. Siempre desde el vínculo de dependencia.

En el fondo, transmiten los criterios, rasgos y clichés que la sociedad asigna tanto al profesor como al alumno. Se establecen en general vínculos alienantes y no socializantes. El profesor, en todos los casos tiene la sartén por el mango.

 

No se da casi nunca la reflexión crítica

«Duda siempre de ti mismo, hasta que los datos no dejen lugar a dudas». Louis Pasteur.

En síntesis, me refiero a todo lo que se dice por el hecho de no decirlo. Los metamensajes que nos proporciona la publicidad, el cómic, la novela o el cine, están llenos de palabras nunca dichas o acciones nunca practicadas. Todo se da por supuesto. El alumno es rebelde pero no se sabe por qué. El profesor es duro, conservador, cascarrabias o malvado sin que se aprecien las causas. Por que sí. El profesor puede pensar que sus intenciones son «buenas» y pretender a un nivel consciente que el alumno consiga la reflexión crítica, el aprendizaje creador, la enseñanza activa, la promoción de la individualidad. Los medios de comunicación nos presentan alumnos sometidos, o absolutamente rebeldes; profesores que deben aguantar todo o los que dominan de forma carcelaria a sus alumnos. Es difícil en los medios encontrar pistas, ideas para una reflexión o propuestas para un cambio.

 

La maestra es una madre

«Lo nuevo es viejísimo. Hasta puede decirse que siempre es lo más viejo.» Delacroix.

En el caso específico de la enseñanza primaria, alusiones tales como «la maestra es la segunda madre» tornan explícita la continuidad entre la enseñanza y sus vínculos arcaicos aprendidos en el seno de la familia. No hay aprendizaje activo. Se revelan contradicciones entre lo que se dice y lo que se hace; por ejemplo se predica cada vez más en la enseñanza contemporánea los méritos de un aprendizaje activo. Pero en virtud de los supuestos de una natural dependencia del alumno respecto de su maestro, parece mantenerse que cuanto más pasivo sea el alumno más se cumplen los objetivos. Si el alumno en una película la comienza rebelde, lo más propio es que al final se haya sometido a las leyes de una sociedad que no desea capacidad crítica.

Se valora ante todo la sobreprotección de los educadores, y se rechaza el mal trato. No existe, salvo en contadas ocasiones la búsqueda de soluciones en común. En «Secretos del corazón», de Montxo Armendáriz, el niño protagonista vive solo, busca solo. Los adultos cuidan de él o le vigilan, o le engañan, o le protegen; él es quien, en solitario, descubre los secretos de la vida. En El club de los poetas muertos, plagada igualmente de conductas cliché, el profesor ayuda a los alumnos a descubrir sus propios caminos, rompiendo con algunas pautas de la escuela tradicional. Es una de las pocas películas en las que la relación entre profesores y alumnos se convierte en una búsqueda común. Paradójicamente, cuanto más acepte el alumno que el profesor sabe más que él, más considera que el profesor debe protegerlo de cometer errores

 

La relación competitiva

«Muchos habrían podido llegar a la sabiduría si no se hubieran creído ya suficientemente sabios». Juan Luis Vives.

Son actualmente muy comunes las películas norteamericanas de alumnos navajeros, delincuentes que se encuentran en el instituto como en una cárcel. Siempre acaban convirtiéndose en mansos corderitos, ya sea por medios bondadosos y angelicales o por otros más eficaces y expeditivos, de profesores expertos en karate y didácticas más ligadas a la violencia que a la solidaridad.

La televisión, el cine, y el cómic, promueven y potencian en mayor medida las vías competitivas en las relaciones profesor-alumno; los alumnos entre sí también suelen estar enfrentados, los profesores entre sí suelen estar divididos. Profesores y alumnos son y deben seguir siendo enemigos irreconciliables. En caso contrario, no hay argumento para un guión. En la escuela se reproducen los mecanismos de un cuartel. Alguien tiene que salir ganando, porque el que manda, manda. Lo más normal es que sea el profesor. Casi siempre. En ocasiones, el grupo de alumnos promueve un cambio forzoso, en el que el profesor pierde. Podemos recordar el anuncio de la televisión en el que un profesor encuentra un preservativo en el gimnasio; todos los alumnos, uno a uno van levantándose para culparse. O la secuencia en la que casi todos alumnos van subiéndose sobre las mesas en solidaridad con un profesor y unos principios y en contra de las normas, en la película El club de los poetas muertos. Cuando alguien gana, siempre otro es derrotado.

 

La resistencia al cambio

«El que quiera reconocer el carácter efímero del mundo, debería leer periódicos antiguos para ver lo insignificante que resulta luego lo que en su día fue tan importante». Somerset Maugham.

Otro elemento constante en los medios comunicación es la dualidad entre lo nuevo y lo viejo. Un profesor joven se enfrenta con las tradiciones ancestrales de claustrales viejos, autoritarios e hipócritas o malvados. El maniqueísmo más radical es el estereotipo. También se da en las películas de policías. La resistencia al cambio se presenta en mayor grado en los profesores, al contrario que en la realidad, que se da con tanta o mayor frecuencia en los alumnos. No en vano, han transcurrido muchos años estableciendo una relación dual e hipócrita en la que la idealización del que enseña como fuente inagotable de sabiduría era contrapuesta con el rechazo que fomenta la forma autoritaria en que se lleva a acabo la enseñanza.

Tal vínculo fomenta la idea de que quien más radicalmente se opone a un sistema autoritario en otras esferas de la vida social, perpetúa en detalle el verticalismo y se resiste a sustituirlo por un vínculo de cooperación y donde la competencia por el poder que representa sea sustituido por una verdadera competencia en cuanto al conocimiento como algo a crear «entre» profesores y alumnos.

 

La simbología vuelve a los centros educativos

«El verdadero significado de las cosas se encuentra al decir las mismas cosas con otras palabras». Charles Chaplin

Bandas, ritos, campos deportivos, sombreros al aire, becas de fin de curso, orlas, actos académicos formales estilo norteamericano, van entrado en una sociedad escolar o universitaria como la nuestra, en la que habíamos eliminado los ritos de la escuela franquista. La ritualización en que se mueve el mundo de la educación reproduce una continuidad entre una generación y otra. Constituye uno de los canales mediante el cual se realiza la transmisión cultural; puede ser enriquecedor en la medida en que cada acto ritual introduzca características novedosas, de lo contrario los rituales son formas estereotipadas, mecánicas, desvitalizadas y empobrecedores con relación a los miembros que participan de dicho ritual.

Estamos plagados de estereotipos rituales. El ritual de la ‘primera clase’, el ritual de la ‘clase ‘magistral, el ritual del ‘trabajo práctico’, ‘el viaje de estudios’, ‘el programa’ en cuanto a qué debe aprenderse primero y qué debe aprenderse después, ‘los exámenes’, ‘el ritual de los trabajos monográficos’, ‘las tesis de doctorado’, son algunos ejemplos de las múltiples formas que asume la enseñanza ritual. Podríamos hacer la crítica responsable en sus dos fases: socialización humanizante y socialización alienante. Lamentablemente, por lo general se instituyen como formas vacías de relación entre profesores y alumnos, de allí el carácter estereotipado que tiene la enseñanza.

 

El suspenso de los sabios. Mal de muchos consuelo de tontos.

«Cada uno es ortodoxo con respecto a sí mismo». John Locke.

A los sabios siempre los suspenden, o por lo menos así se rumorea. A Einstein en física, a Dalí en pintura, a Amenábar en Ciencias de la Información, sección imagen. Y sin embargo ahí queda eso. Otro estereotipo. En Educando a Rita, el profesor anárquico y borrachín, que se salta todos los esquemas y convenciones universitarias, vuelve a ellas debido a las enseñanzas de una joven semianalfabeta. La película entera es un canto a la libertad en la educación. La última secuencia da un giro hacia el estereotipo con el fin de que todo acabe bien. El profesor ‘Michel Caine’ ha dejado de beber, va a continuar haciendo poesía porque se ha enamorado.

 

Agresión y dependencia

«En el bastón de Balzac se lee esta inscripción: ‘Rompo todos los obstáculos’. En el mío: ‘Todos los obstáculos me rompen’. Lo que hay de común en ambos casos es: Todo.» (Kafka).

En la medida en que la represión es tanto más peligrosa cuando es oculta y velada para represores y reprimidos creo que debiéramos reflexionar acerca de las relaciones existentes entre el aprendizaje y la agresión.

La agresión asume formas directas e indirectas. Bajo la forma directa basta observar el modo en que se comporta un profesor en las situaciones de examen, en la comunicación dentro del aula, en la comunicación informal con sus alumnos para reconocer una mezcla difusa de deseos y dificultad de acercamiento a los alumnos.

Sería ocioso mostrar la agresión bajo la forma de castigos, sanciones, suspensos o limitaciones por parte de los profesores; más interesante en cambio es reflexionar acerca de las formas indirectas de agresión o formas latentes de dependencia.

Los alumnos tienen también sus particulares formas de agresión a los profesores, enfrentándose colectivamente, rebelándose, obviando sus enseñanzas o pasando directamente a la acción ofensiva contra ellos mediante jugarretas, bromas y desautorizaciones.

 

La búsqueda en común del pensamiento

«Para ver claro basta con cambiar la dirección de la mirada». Saint-Exupery.

Enseñar a los alumnos a pensar y a ejercer la reflexión crítica es una meta que frecuentemente mencionamos como inherente a la función docente. Sin embargo muchas veces esto no pasa de ser una enunciación de buenos propósitos.

Repetidores en lugar de seres pensantes, receptores en lugar de evaluadores es el producto lógico de las formas en las que enseñamos, que reflejan aquellas según las cuales hemos aprendido. Por lo tanto cuando se habla de la necesidad de esclarecer y tomar conciencia del modo en que nos insertamos en ese trama represiva de relaciones estoy pensando en la posibilidad de ejercer la creatividad como único antídoto contra la repetición.

Es muy difícil encontrar en el cine y la televisión formas de comunicación no patológicas entre profesores y alumnos. No obstante hay películas en las que la relación que se crea entre los integrantes de la comunidad educativa puede ser por lo menos digna de análisis y en ciertos casos propuesta como modelo. En cada caso es fundamental la reflexión y la investigación.

 

Los modelos de profesores y su correspondencia en alumnos


Modelo «Genio en las nubes»

Sabe cantidad, hace el ridículo con sus genialidades, pero no le luce hasta el final de le película. Corresponde a modelos de alumnos que al final acaban aprendiendo de todo, en final feliz.

Modelo «Mary Poppins»

Hace magia, da volteretas si hace falta, canta… Contra todo pronóstico convierte a alumnos, claustro y familiares en seres divertidos, amables, solidarios y creativos. No se sabe muy bien qué metodología didáctica utiliza. ¿Magia, creatividad, afecto, paciencia...?

Modelo «Monipodio»

En «Rinconete y Cortadillo» nos lo presenta Cervantes. Es el ciego de «El lazarillo de Tormes». El que adiestra a rateros, vagabundos y delincuentes. Es Fagín, el carterista que enseñó a robar a Oliverio en «Oliver Twist». Ya lo afirmaba Skinner, «dadme un niño que yo haré de él un criminal o un santo», en el más puro estilo de los planteamientos conductistas. Sus alumnos aprenden mucho y bien, pero suelen acabar mal, o encontrando un alma caritativa que les salva.

Modelo «Malvado director de orfanato»

Es el que maltrata conscientemente a sus alumnos. Suele verse en algunas películas de dibujos animados o en las basadas en novelas inglesas de la época victoriana como «Oliver Twist», En Annie, por ejemplo, los malvados que rigen el orfanato. En «¡Arriba Hazaña!» son todos los profesores del colegio religioso. Los alumnos suelen responder a este modelo, tanto con el de tipo sumiso o el de rebeldía absoluta.

Modelo «Maestro del Missisipi»

El profesor que soporta con resignación y tal vez por ser él mismo esclavo del sistema todo aquello que sus alumnos tengan a bien o a mal hacerle; corresponde al alumno modelo jauría. Tolera miles de diabluras, bromas y perrerías. Siempre le ganan los alumnos. Lo podemos ver con detalle en películas y cómics de Tom Sawyer. Le quitan la peluca, le ponen ranas bajo el sombrero, se le escapan de clase. Todo vale para salvar la idea de que el oficio del alumno está en divertirse y hacer penar al profesor. La literatura nos ha inmerso en este estereotipo, posiblemente el más común en la conciencia popular. Tiene también relación con el modelo de alumno «Pasa la tuna…», de nivel universitario pero simpático, cínico y sin estudiar.

Modelo «Sonrisas y lágrimas»

Acuñado por Julie Andrews, institutriz, monjita en excedencia, que cantando y sin perder ni la sonrisa ni las lágrimas, organiza, educa y forma un coro familiar con sus maleducados e irresponsables pupilos. Su actitud es de ganadora, ya que el coro incluye al, en principio antipático padre, con el que se casa. Corresponde al modelo de alumnos rebeldes al principio y dispuestos a que el mentor se vaya por donde ha venido. Mas tarde, milagrosamente, se convierten, y en un plis-plas aprenden todo.

Modelo «Sydney Poitiers».

El maestro es paciente y caritativo; supera el escarnio, incluso el racista, utiliza los métodos más protectores y maternales. Como en «To sir, with love» (1967). El modelo podría llamarse también «Mi madre es una santa», pues maestras y maestros son verdaderos padres o madres. Se prodiga mucho en el cine de los años cuarenta y cincuenta: En películas muy similares a «El maestro». Cierto es que existían en aquellos años maestros así. No es raro ver el arquetipo en películas hagiográficas, de vidas de santos profesores, que al mismo tiempo que la magia y el milagro utilizan su temperamento paternal o maternal para educar a alumnos más con el esfuerzo divino que con el didáctico. Los alumnos suelen corresponder al modelo obediente en plan bueno y sumiso, entremezclados con el modelo Zipi & Zape.

Modelo «Guerrero del Antifaz»

Es el héroe tenaz que lucha por un lado contra una estructura académica arcaica y conservadora, cuando no despiadada, y contra alumnos ya sean rebeldes, sumisos, navajeros o cualquier otra especie de las señaladas. Con su tenacidad, paciencia, serenidad, y algún que otro mandoble, saca todo hacia delante y convierte a los alumnos en mansos corderos y al claustro, por muy adverso que fuera al cambio, en ferviente aplaudidor de sus éxitos. Eso sí, todo esto le puede llevar una vida, como en «Adiós Mr. Chipss».

Modelo «Cascarrabias»

Es un modelo muy común y totalmente aceptado en los medios de comunicación. En general no suele ser malo, simplemente cumple su papel. Lo vemos en Los cuatrocientos golpes, Amarcord… y en la mayoría de las películas españolas en las que sale un aula. En algunos casos es el antagónico del modelo «rompemoldes». Se le ve normalmente en las series españolas de televisión, como contrario al protagonista.

Modelo «Abuelito dime tu…»

Una vida dedicada a la docencia, contra viento y marea, da como resultado la transformación total de una sociedad, hasta el punto culminante, en el homenaje final, con banda de música y muchos lloros. No se suele apreciar cómo lo logra didácticamente; tal vez el paso de los años, que todo lo cura. Ejemplo tenemos en El profesor Holland, del que parecía que nunca podría enseñar y acabó moldeando el oído, las capacidades musicales y los valores cívicos de buena parte de un pueblo norteamericano. Si le hubieran dado tiempo, cambia al país entero.

Modelo «Pigmalión»

Se ve con abundancia en el cine. El profesor que pretende hacer a su alumno a imagen y semejanza. Con calidad cinematográfica en El pequeño salvaje, My fair Lady y muchas otras. El alumno, debido a la dureza y ambición de poder del profesor, suele salir rana y dar lecciones al mentor.

Modelo «Rompemoldes»

Suele ser el más satisfactorio para la opinión pública. Lo vimos en la película El club de los poetas muertos. Un profesor que ante la incredulidad de los alumnos se arriesga a enfrentar toda la simbología tradicional de un colegio norteamericano. Los alumnos, reaccionan ante este modelo de varias formas, en su mayoría positivas. Sin embargo la experiencia revolucionaria que entraña engendra desastres, dramas familiares, incluso el suicidio. A pesar de que los ciudadanos ven favorablemente a este tipo de profesor, tienen cuidado con él. Es precisamente el que deshace más estereotipos, aunque es arquetipo en sí mismo. Los vínculos que crea con los alumnos son muy positivos, pero la ambivalencia que genera entre los mismos jóvenes provoca rupturas y dramas. Algunos prefieren mantenerse como esclavos que aplicar la libertad con los riesgos que les propone el profesor.

Modelo «Cachas»

Utiliza la didáctica del deporte o de las artes marciales. El profesor ‘cachas’ que se enfrenta por primera vez en su vida a un grupo de alumnos delincuentes. Soluciona los problemas no precisamente con el afecto ni la cooperación sino por medios un pelín coercitivos, incluso mamporreros. Su arquetipo es el del vencedor competitivo, que desde la primera secuencia, y sin necesidad de formación docente alguna, soluciona los problemas con la elemental y consabida máxima de que el fin justifica cualquier medio y que la letra con sangre entra. Arnold Schwarzenegger es un buen modelo de este tipo de profesor, que también se da en profesora.

Modelo «Profesor rico»

No existe, y si se ha dado en alguna película, será irrelevante, supongo.

 

Algunas películas que pueden ayudar a analizar las relaciones entre profesores y alumnos


Ver también: Temas de educación en el cine

 

«El chico» (1921), de Charles Chaplin. Educación, adopción y afecto

«Adiós Mister Chipss» (1939), de Sam Wood. Vida dedicada a la educación.

«Oliver Twist», (1948), de David Lean. Orfanatos, delincuencia y educación.

«Marcelino Pan y Vino» (1954), de Ladislao Vadja. Lo bien que educan los frailes.

«Mi tío Jacinto», (1956), de Ladislao Vadja. Marginación, picaresca y supervivencia.

«El globo rojo», (1956), de Lamorisse. Cortometraje sobre relaciones entre un niño y un globo.

«El maestro» (1957), De Eduardo Fajardo. Un maestro ‘como debe ser’.

«Los cuatrocientos golpes», (1958), de Truffaut, Infancia, educación y marginación.

«Pasa la tuna» (1960), de José Mª. Elorrieta. Juventud desenfadada.

«El señor de La Salle» (1964), De Luis Cesar Amadori. Educación y santidad.

«My fair Lady», (1964), de George Cukor. Instruir a imagen y semejanza.

«Mary Poppins», (1964), de Walt Disney. La educación mágica.

«Querido profesor» (1966), de Javier Setó. Bromas de alumnos a profesor despistado.

«Los chicos del Preu» (1967), de Pedro Lazaga. Lo bien que se lo pasaba la juventud estudiantil.

«El niño salvaje» (1970), de Truffaut, investigación y educación.

«Amarcord» (1973), de Fellini. Adolescentes en crecimiento.

«Los viajes escolares» (1974), de Jaime Chávarri. Relaciones profesor-alumno.

«La piel dura», (1976), de Truffaut, Escuela y marginación.

«Padre Padrone» (1977), de los Hermanos Taviani. La negación de la escuela por parte de la familia.

«Tom Sawyer» (1977), de Don Taylor. Comportamiento de niños.

«Camada negra» (1977), de Manuel Gutiérrez Aragón. La educación de los cachorros del fascismo.

«¡Arriba Hazaña!» (1978), de José María Gutiérrez. Colegio religioso, represión y rebeldía.

«El tambor de hojalata», (1979), de Volker Schlöndorff. El niño que no quiere entrar en el mundo de los mayores

«Annie» (1981), de John Huston. Del orfanato a la riqueza.

«Educando a Rita», (1983), de Lewis Gilbert. Profesor anárquico y alumna adulta interesada en aprender.

«El Sur» (1983), de Víctor Érice. Relación niña, padre y visión del mundo.

«Tasio» (1984), de Montxo Armendáriz. Niño trabajador en la montaña, sin estudios.

«Las bicicletas son para el verano» (1984), de Jaime Chávarri. Adolescentes en la guerra civil.

«El color púrpura» (1985), de Spielberg. Educación y liberación de la mujer.

«El año de las luces» (1986), de Fernando Trueba. Iniciación en un orfanato.

«Mi general» (1987), de Jaime de Armiñán. El estereotipo de alumnos que reviven viejos tiempos

«Caminos de tiza» (1988), de José Luis Tristán. Reflexión sobre la crisis del que enseña.

«El club de los poetas muertos» (1989), de Peter Weir. Profesor que presenta nuevos horizontes.

«El hombre sin rostro» (1993), de Mel Gibson. Relación alumno profesor.

«Canción de cuna» (1994), de José Luis Garci. Lo bien que educan las monjas.

«El profesor Holland», (1995), de Stephen Herek. Una vida dedicada a la educación en circunstancias adversas.

«La buena vida» (1996), de David Trueba. Adolescencia y relación alumno profesora.

«Lejos de África (Black Island)» (1996), de Cecilia M. Bartolomé. Educación en otra cultura y contactos interétnicos.

«Niño nadie» (1996), de José Luis Borau. Relación de profesores con niño discapacitado.

«Secretos del corazón» (1997), de Montxo Armendáriz. Visión de un niño de la vida de los mayores.

 

Estereotipos


Modelos de profesor

Expeditivos

Modelo «Monipodio». Enseña malas artes.

Modelo «Malvado». Directores de orfanato.

Modelo «Pigmalión». A mi imagen y semejanza.

Enérgicos

Modelo «Guerrero del Antifaz». Héroe tenaz.

Modelo «Cachas». Didáctica de las artes marciales.

Creativos

Modelo «Mary Poppins». Magia potagia.

Modelo «Rompemoldes». Antitradición.

Modelo «Sonrisas y lágrimas». Soluciona cantando.

Sufridores

Modelo «Missisipi». Aguanta todo.

Modelo «Cascarrabias». Normal dentro de un orden.

Renovador

Modelo «Genio en las nubes». Sabe mucho, a su manera.

Modelo «Abuelito dime tu…». El tiempo lo cura todo.

Modelo «Sydney Poitiers». El santo.

 

Modelos de alumno

Modelo «Gafitas». Empollón.

Modelo «Zipi & Zape». Lo que sea por no estudiar (Niños).

Modelo jauría. Todos contra el profe.

Modelo «Navajero». Todos contra todos.

Modelo «Pasa la tuna…». Lo que sea por no estudiar (Adolescentes)

Modelo «Líder Pandillero». El futuro aliado del profe.

Modelo «Líder Solidario». Ayuda a sus compañeros.

 

Modelos de vínculos profesor-alumno

Poderoso juez perseguidor

Bondadoso mágico

Investigador orientador creativo

 

Modelos de vínculo

Obediencia militar

Guerra abierta

Obediencia sumisa

Cooperación

Colaboración en el aprendizaje

 

Modelos de alumnos

Sometidos

Rebeldes

Pasivos

Activos

Creativos Críticos