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Realidad y ficción en el medio televisivo

Pautas para una utilización didáctica

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El puntero de don Honorato/Bibliografía

 

La especie humana debe utilizar la tecnología para la supervivencia de la misma especie y de su cultura. La sociedad, sin embargo, manipula los medios de comunicación, que manejan unos pocos, exponiendo a la humanidad a la desastrosa posibilidad de que tanto la propia especie humana como su cultura se vean amenazadas.

El mundo es invadido por imágenes. El medio televisivo acapara la mayor parte de ellas. La sociedad no puede ignorar el problema cultural que se genera ni ignorar sus consecuencias inhibiéndose en la búsqueda de soluciones. En las aulas se dedica bastante tiempo a la literatura escrita y muy poco o nada al análisis del mensaje icónico, olvidando el tremendo poder que la imagen organizada por los grandes medios de comunicación de masas tiene en la formación de conciencias y en los cambios culturales. La televisión está en todas partes, posee un poder de penetración cada vez mayor en los hogares, en la misma calle y en los centros de enseñanza. Esta realidad implica un desafío para el sistema educativo y para los responsables más directos de la educación.

 

La sociedad está a merced de la imagen

Los medios de comunicación, partícipes responsables de gran parte de la cultura de los grupos humanos de nuestro tiempo, crean opinión, lenguaje, mitos y costumbres. Pueden del mismo modo crear irrealidades y fantasías con negativa incidencia en la misma cultura en la que participan. La sociedad está en gran medida a merced de los impactos vertiginosos de la imagen; recibe la visión parcial de los que tienen en su mano el poder de la información; se encuentra condicionada por la intencionalidad de quienes programan, filtran unos datos y dan prioridad e impulsan otros. Detrás de los medios de comunicación hay personas, grupos de poder, ideologías e intereses.

Quien dio por primera vez el apelativo de "caja tonta" a la televisión, no se equivocaba en lo de caja ni en lo de tonta, ya que todas las cajas lo son. Sin embargo no tiene nada de tonta la intención y el trabajo de quienes deciden, programan, producen y emiten lo que se ve en la pequeña pantalla. La televisión se hace la tonta para que la tengamos en cuenta. Así puede engañarnos.

 

En las aulas se debe desentrañar la televisión

Para no sentir desamparo ante los medios de comunicación, se debe penetrar en el laberinto televisivo y desentrañar en lo posible sus pasadizos, analizar el fenómeno social del que procede y conocer sus códigos, reglas, técnicas y estilos. Tal vez es posible establecer así sus mecanismos claves de entrada en el pensamiento individual y colectivo y las estrategias educativas a seguir para utilizarlo en beneficio de los valores que actualmente la sociedad demanda.

Para desmitificar y transformar a los medios de comunicación es necesario establecer relación con ellos. Nada se soluciona con aborrecer la televisión, escandalizarse con ella o tenerle miedo y evitarla. Es imposible rechazar su misma existencia o el fenómeno social que produce.

La televisión, como cualquier medio de comunicación, es creada por el hombre y su cultura. Lo que un hombre o mujer hace, otros pueden entenderlo, adentrarse en ello y transformarlo a su modo.

 

Enfrentarse al mundo de la televisión

Hay una intención en quienes crean programas y otra intención en quien los oye y ve. No hay lectores o telespectadores inocentes, pero sí puede haber lectores o telespectadores indefensos. Queda el derecho de prepararse para afrontar y enfrentar el mundo de la imagen. Es necesario transformar la intención comercial de quien produce los impactos visuales en fuente y objetivo de investigación, de reflexión y de conocimiento crítico. Los profesores no deben mitificar la televisión, como si fuera algo lejano, inaccesible o intangible, de difícil acceso a los profanos; el desafío es ver la televisión, analizarla y comprender sus mecanismos de manipulación, con el fin de integrarla en el trabajo de las aulas.

 

El mensaje y el masaje

Desde el momento en que cualquier actuación comunicativa nace de una intención, posee ya en su contenido un mensaje. Las expresiones, "el medio es el mensaje" y "el medio es el masaje" de Mcluhan son, desde esta óptica, consecutivas y al mismo tiempo complementarias e idénticas en su mensaje. Por esta razón toda comunicación de los medios tiene una lectura, y es susceptible de análisis. "Mensaje" y "Masaje" pasan de ser mero juego ingenioso de palabras para pasar a identificar una nueva y diversa forma de trasmitir la información.

Un inédito estilo comunicativo caracteriza a la tecnología de los medios audiovisuales eléctricos, electrónicos o cibernéticos y la diferencia de los anteriores. El bombardeo de las ideas (masaje), crea nuevas formas de trasmitir los contenidos (mensaje), que obligan a analizar el medio como elemento primordial e imprescindible en la comunicación.

La cultura entra en el cerebro humano a través de millones de estímulos exteriores en su mayoría no controlados. La sociedad tampoco puede dominar los impactos que sus miembros reciben desde el mundo exterior hacia su propia cultura. En una familia, por ejemplo, se entremezclan pautas culturales recibidas por cualquiera de sus miembros desde diferentes espacios por infinidad de cauces incontrolables.

"Es imposible comprender los cambios sociales y culturales - como afirma Mcluhan - si no se conoce el funcionamiento de los medios".

 

Los índices de audiencia

Los índices de audiencia, o lo que es lo mismo la comercialización de la televisión, hacen que la competitividad sea el elemento prioritario en la planificación, decisión, producción y mantenimiento de los programas televisivos. Las diversas cadenas, incluidas las estatales, luchan por aumentar en varios miles sus números de audiencia, que significan minutos u horas más de publicidad, que es de lo que las televisiones viven.

Anunciantes, agencias de publicidad y responsables de las cadenas, están preocupados por esta situación, un círculo vicioso, en la que se encuentran en lucha constante y de la que no pueden salir. Un programa sin audiencia suficiente reduce irremediablemente la publicidad, lo que obliga a suprimirlo. El fenómeno está ahí, pero la audiencia somos nosotros. ¿Cómo se puede potenciar lo que es mejor y rechazar lo que no interesa?. La única salida es a largo plazo el que los espectadores - consumidores - ejerzamos nuestro derecho de intervención y logremos mejorar la calidad de la programación.

 

Conocer y analizar la televisión

La televisión actúa en gran cantidad de ocasiones imponiendo sus propias reglas de juego; el espectador entra como si de su propia cultura se tratara. Se está asistiendo al acontecimiento de la homologación de la cultura en todo el mundo. De la misma forma que se homogeneiza el vestuario, los peinados, el lenguaje o el estilo de vida, se convierte en igualitario el humor en el país entero. Algo propio como la broma, autóctono como el doble sentido, la ironía y el chiste, que suelen ser la quinta esencia de cada lenguaje se transforma en un producto único, sin competitividad gracias a la televisión.

El masaje manipulativo de la televisión se evidencia en todas sus manifestaciones. Se puede analizar críticamente el horario, la programación y contraprogramación, las campañas de marketing, la publicidad propia y todo aquello que tiene relación con la vida e intereses de cada empresa productora.

El horario de emisión es un modo de dirigir al espectador en uno u otro sentido. El que películas clásicas, mesas redondas o debates temáticos se posterguen hasta  medianoche o la madrugada, es indicativo de la importancia que las empresas productoras otorgan a cierto tipo de programas. No existe prácticamente horario infantil.

 

La televisión presenta una nueva óptica de la realidad

Los medios de comunicación que tienen como base principal la imagen, presentan al espectador una nueva óptica de la realidad. Esto proporciona al individuo y a la sociedad duplicidad de visiones que crea como consecuencia dualidad ideológica, cultural y de praxis, imposibles de adaptar y superar si no existe una crítica activa.

El ritmo de la televisión es a veces más rápido que el de la vida real, por muy vertiginosa que esta sea. En la pantalla todo se soluciona o termina en poco tiempo, a diferencia de la vida real en que los procesos son más largos. En una película o serie televisiva se soluciona un crimen, un problema familiar, o una situación, en un espacio fílmico de tiempo generalmente muy corto: de hora a hora y media. En la vida real las soluciones tardan mucho tiempo, años, o no llegan nunca. Inconscientemente pedimos más velocidad a las respuestas sociales.

 

Distinguir entre realidad, bien público o culturas patológicas

Otra consecuencia de la multiplicidad de ópticas es la dualidad creada entre realidad y ficción. El espectador ve  una tras otra escenas reales y ficticias sin atender a explicaciones ni comentarios. Ver sin análisis violencia auténtica y violencia simulada crea insensibilidad a ambas. Niños y adolescentes pueden creer inconscientemente que todo tiene truco. No hay problema con los muertos pues más tarde "reviven". Es difícil cambiar esta forma dual de apreciar la realidad si no se hace a partir de la reflexión, la madurez personal, el estudio o la investigación, ya que lo que en principio es problema de orden técnico o artístico, se convierte en cambio cultural de valores.

La televisión misma, en una forma de dar respuesta y cumplimiento al problema de la sensibilidad, al mismo tiempo que aumentar los índices de audiencia, ha inventado con implantación mundial lo que se llama "reality show", realidad espectáculo.

Los reality show son espectáculos montados sobre hechos reales o sus reconstrucciones. Tanto pueden ser animadores del morbo, enfermedad o patología nacional como instrumentos de bien público. La televisión nos enmascara de tal forma sus contenidos e intereses que es muy difícil entrar en ellos objetivamente.

El recelo está en saber si la cultura llega a límites enfermizos porque vamos descubriendo nuestra propia sensibilidad o porque debemos hartarnos de observar realidades enfermas para conocer la verdadera existencia. La televisión se ha colmado de programas divulgativos sobre enfermedades ya sean médicas, sociales, psicológicas o culturales. Existen programas de realidad espectáculo y concursos o entrevistas sobre amor, pasión, corazón, drama o vida íntima, que ahondan en patologías de revistas del corazón.

Estos programas, ¿Son un bien público?, ¿Son alimentadores del morbo nacional?, ¿Son solamente modos y maneras de aumentar los índices de audiencia?. Para contestar es necesario introducirse en profundidad en lo que cada programa influye en los espectadores de todas las edades, y en lo que provoca en cada uno de ellos. Se hace necesario por esta razón un debate familiar, educativo y social.

 

La dualidad entre realidad y lo que presenta la televisión

La televisión ayuda a penetrar "toda" la realidad en los hogares de manera impactante y en poco tiempo. La velocidad a la que recibimos los estímulos nos puede hacer caer en una verdadera esquizofrenia de comportamientos. El engaño de lo visual, la dualidad entre el compromiso visual y el real es una de las causas de la carencia de compromiso personal y social entre el individuo y las necesidades del mundo de hoy.

Se viven con tanta intensidad en el televisor los problemas del mundo, la destrucción del medio ambiente, el hambre, la violencia, los derechos humanos, las enfermedades, las reivindicaciones, etc., que puede parecer que ya están solucionadas. Se crea así en la sociedad una disociación grave entre lo que se ve, se observa, se analiza o se opina y lo que se participa. Los espectadores televisivos se convierten también en meros espectadores de una realidad más o menos camuflada. Lo mismo sucede con otras manifestaciones de la vida, ya que todo se contempla en televisión: cine, teatro, conciertos, ópera, exposiciones, espectáculos o debates. Es una concepción doble de la existencia. Por un lado el trabajo cotidiano y los medios de subsistencia, que se perciben a velocidad real, y por otro el mundo de las imágenes pequeñas que se sienten a otro ritmo, con color y forma diferentes.

 

Impulsar en las aulas la lectura crítica de la televisión.

En las aulas se aprende lenguaje escrito y oral y se realizan análisis de textos escritos. Sin embargo no existen todavía sistemas completos estructurados, normativa o lineamentos metodológicos claros, que enfoquen sistemáticamente un análisis de los medios de comunicación. Algunos programas educativos presentan la teoría sin plantearse el análisis de la imagen, de la información, del sonido o de la técnica. En escasas ocasiones se llega a propiciar la práctica real.

La base ideológica que sustenta la pedagogía y la didáctica actual tiene sin embargo en cuenta los medios de comunicación como elementos, medios y estrategias transversales a todos los demás procesos de aprendizaje. Esto exige el aprendizaje de la lectura, comprensiva primero y posteriormente crítica y práctica, de los medios de comunicación y de sus procesos.

 

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez