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Tiras con escuela

Prólogo de «Gente con clase», de Antonio J. Morata, publicado por D. Tebeos en 2001

 

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El puntero de don Honorato/Bibliografía


 

Tiras con escuela


 El «profe» Morata y yo nos conocimos en una viñeta hace ya algunos años. Al igual que en una historieta, junto a otros profesores, convivíamos en serio y en broma, nos expresábamos con libertad, vivíamos entre el utópico deseo de mejorar la enseñanza y la diversión de hacerlo de una manera entretenida, dinámica y lúdica. Aprendíamos unos de otros mientras cambiábamos el mundo, al que dibujábamos en cuanta reunión, clase, charla, simposio y congreso se nos ponía por delante. Vivimos así mucho tiempo desarrollando diferentes formas de expresión, en las que encajaban las ciencias y las artes, el pensamiento y la comunicación, la poesía, el teatro, la música, las matemáticas y el dibujo. Nuestras aulas se llenaron así de comunicación y de efectos luminosos que nos obligaron a profundizar más en los procedimientos que permitían aplicar creativamente nuestro trabajo.

Ya por aquellos años el «profe» Morata se expresaba preferentemente con líneas, trazos, bocadillos, símbolos, caricaturas, nubes y viñetas y enseñaba con sus dibujos que para tomarse en serio la renovación pedagógica había que hacer a la par ciertas caricaturas de la realidad.

Más tarde, a sugerencia mía, los alumnos de Morata, gente con clase, se introdujeron en las páginas de «La Voz de Almería» con su bullanguero paso de aire fresco, interpretando las ideas y sentimientos creativos, críticos y renovadores de aquellos tiempos. El «profe» Morata dio durante casi dos años sus clases magistrales en las páginas del «Suplemento de Educación» del periódico. La memoria final de aquellos cursos escolares está en las tiras que aquí se presentan.

Las niñas y los niños de Morata se movían por el periódico como pedro por su casa, hablando de sus cosas, expresándose mediante globos, esparciendo sus alegres opiniones entremezcladas con sonidos onomatopéyicos e interjecciones, escandalizando a los sesudos lectores con sus exageradas apreciaciones de la realidad y exponiendo sus luminosas ideas entre nubecillas veloces y desusados signos exclamatorios. Alegraban así la vida de los que hacíamos el periódico. Salíanse los pequeños irresponsables a veces de las casillas asignadas por el director y sacaban así mismo de sus casillas al sufrido lector que, sin apenas enterarse, era introducido en el mundo de la historieta. Los jueves, día en que salía el suplemento, «La Voz de Almería» se convertía en una parcela reducida del universo de los niños y de algunos seres inmaduros que aún de edad provecta y eruditos estudios volvían sin decoro a sus años de infancia.

Antiguamente se decía que «cada maestrillo tiene su librillo». Ahora afirmamos que «el profesor es el método». Pues bien, el «profe» Morata utiliza el método más puro de la comunicación, observando y escuchando la realidad, entendiéndose en su mismo lenguaje con niños y niñas, rodeándose diariamente, ya sean hijos o alumnos, de gente menuda, ruidosa y sin prejuicios, de la que aprende sin cesar y de la que se nutre para exponer en dibujos, sin rubor, lo que su innata timidez le impide decir con palabras.

Con dibujos se puede decir todo lo que uno tenga dentro. Los dibujos del «profe» Morata responden a su experiencia. Mientras los alumnos hablan, ríen, juegan o se pelean, él los dibuja interpretando sus sentimientos y sus ideas, a veces profundamente iconoclastas y desinhibidas, otras llenas de juegos, de risa y de vacación.

La escuela que presenta Morata es una escuela de verdad, en la que los alumnos toman el pelo a los maestros, les dicen lo que piensan, pronuncian seriamente las mayores incoherencias, se salen de tono y si hace falta se van de vacaciones un día antes. En la escuela de Morata el «profe» se manifiesta tal y como es, no se esconde de nadie y los comentarios se hacen a cara descubierta. En la escuela de Morata se ve lo que sienten, imaginan o maquinan los niños. La escuela de Morata es real porque tiene sentimientos.

El «profe» Morata realiza actualmente su trabajo diario en una escuela virtual, por allí por La Mojonera, mientas erre que erre, oyendo, interpretando, comprendiendo y pensando en los niños sigue recopilando ideas que expresa, dibuja que te dibuja, en su escuela real, que es al mismo tiempo la de lo evidente y lo inverosímil, la de lo sensato y lo estrafalario, la que está llena al mismo tiempo de problemas insolubles y de divertidas aventuras. Las expresiones, los trazos y los gestos de risa o de dolor, de picardía o de enfado, las opiniones increíbles de la gente con clase, alumnos del «profe» Morata, invitan a conocer una escuela que por su creatividad y su valentía se expresa de modo diferente a la tradicional escuela virtual.