Volver a Educación y didáctica

Exposición verbal de los conocimientos

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas de cine/Glosario de cine


La lección magistral Cualidades del profesor Organización de la exposición Tipología de alumnos y respuesta didáctica

 

La lección magistral


La exposición verbal de lo contenidos ha sido el modo tradicional de trasmitir conocimientos.  El "magister" explicaba y los alumnos atendían sus explicaciones como único modo de acceder a la ciencia en una época donde el libro era difícil de obtener.  Pero el sistema de pura explicación, como método único, nunca ha tenido, salvo en la enseñanza superior, total vigencia: el profesor preguntaba a sus alumnos y les enseñaba también a través de trabajos y ejercicios.

En la escuela tradicional, la función expositiva tuvo y tiene primacía entre las demás funciones docentes, sobre todo en la enseñanza universitaria.

La escuela activa fija la atención en el alumno como centro del aprendizaje y en su actividad como medio de aprender. Esta innovación sin embargo ha quedado relegada a la enseñanza primaria, siendo poco influyente en los grados superiores. De ahí proviene la campaña contra la función expositiva, en su forma más pura de lección magistral.

Se achaca a tal enseñanza el convertir al alumno en un ser receptivo, pasivo, limitando su aprendizaje a un ejercicio reproductivo. Al mismo tiempo, se le critica que es una enseñanza difícilmente adaptada a las peculiaridades de cada alumno, al permanecer genérica e impersonal. Es una enseñanza dirigida a la inteligencia, sin preocuparse de otros aspectos de la personalidad del alumno, etc.

Todas estas críticas son válidas si se refieren a una metodología estrictamente expositiva. Pero no tienen razón de ser si la metodología expositiva se alterna con otras metodologías, sobre todo las más orientadas a la participación del estudiante.

 Razones que justifican la «lección magistral»

La lección magistral" tiene un valor, como dice R. Beard (1974), cuando se limita a explicaciones estructuradas y claras y se integran en esa lección un conjunto de actividades de elaboración por parte de los alumnos (discusiones, solución de problemas, trabajo individual o en grupo, etc.)

La necesidad aparece cuando el alumno ha de enfrentarse con contenidos desconocidos, de difícil compresión, como sucede en muchas temas de materias científicas. También es útil para centrar el tema, evitar divagaciones y pérdida de tiempo, previo al trabajo personal y estudio independiente.

En toda exposición subyace un elemento humano con su influencia que motiva a través del entusiasmo, el rigor científico del profesor, la orientación nacida de la experiencia personal.

Su valor depende de su empleo adecuado y su misma estructura intrínseca. 

Cualidades del profesor


Deberíamos distinguir entre cualidades como expositor y cualidades como persona que se relaciona con los demás.  Como expositor: importa que su dicción sea clara; el lenguaje adecuado al nivel, o si emplea términos nuevos, los explique; que no sea excesivamente rápido o lento en su pronunciación; sobre todo el tono de voz y los gestos deben ser variados.

Como persona que se relaciona con los demás debe despertar el entusiasmo por la asignatura; tener una actitud más positiva de alabanza y estímulo que negativa de censura y criticismo. Los resultados del aprendizaje dependen más de esta actitud de lo que el profesor puede creer.

Explicación-interacción

Un punto de partida importante sería conocer los efectos, en el aprendizaje, de las distintas formas de actuación: explicación o interacción.

Sólo sabemos que la alternancia exposición/interacción es un sistema pedagógicamente recomendable en orden a la eficiencia.

El tiempo dedicado por el profesor a la explicación ha dado resultados tan dispares que se puede afirmar que más que la cantidad del tiempo empleado importa la calidad.

Lo mismo podemos decir del tiempo empleado por el alumno, cuyos resultados están determinados por el mismo contexto en que se realiza tal intercambio y por el tema, objeto de la interacción, y el contenido cognoscitivo de la misma.

Una estrategia óptima será: cortas explicaciones con intercambios subsiguientes, tanto de tipo verbal como de actividades, más orientadas hacia la reflexión que al memorismo.

 

 Organización de la exposición


No se debe olvidar que la variedad de actividades, la flexibilidad de materiales presentados y de técnicas docentes (diversidad en recursos de motivación, de refuerzos, de estilos de presentación, etc. ) se relacionan positivamente con el logro de los objetivos (Rosenshine).

Por ello, es conveniente tener presentes unas pautas al preparar las lecciones.

En cuanto al contenido


En la exposición se transmiten un conjunto de ideas, conceptos, esquemas argumentales, pruebas, etc. Este contenido debe cumplir unas condiciones para que sea eficaz su captación y su aprendizaje.

  • Adecuación: la primera condición para que el alumno capte su mensaje es que se adapte a sus posibilidades intelectuales, capacidad y preparación de base.

  • Claridad de ideas: para que se capte una idea es necesario clarificarla, para lo que a veces habrá de auxiliarse de la pizarra , de los ejemplos, de los modelos, etc.

  • Secuencialidad: esas ideas claras en sí deben enlazarse formando una explicación coherente, donde los pasos deben estar graduados en creciente dificultad, evitando que el alumno se pierda en la trama argumental porque el profesor hace pasos en falso. Si el alumno se queja de perderse en la explicación es necesario revisar este punto.

  •  Selección: se debe considerar qué es lo más fundamental de las lecciones para destacarlo y ceñirse a lo mismo, evitando digresiones y divagaciones secundarias que a veces, restan tiempo para dedicarlo a lo que es más importante.  Además, el alumno puede desorientarse, sin saber qué es lo más importante de lo explicado.

  • Ritmo: un ritmo excesivamente rápido de presentación de materia, que los alumnos no pueden captar, es una pérdida de tiempo, aunque el profesor quede satisfecho de haber dado todo el programa.

El ritmo debe ajustarse a las posibilidades intelectuales de los alumnos, a la dificultad relativa de la materia para ellos, a la importancia objetiva del tema, al tiempo disponible, etc. No podrá explicarse con el mismo ritmo un tema principal y un secundario; un tema difícil y otro fácil.

 

En cuanto a la forma externa de la lección


Es frecuente, en cualquier libro, artículo o trabajo, encontrar una distribución de partes similar: introducción, desarrollo y conclusiones, como esquema de pensamiento más común.

En la lección también se ha propugnado este esquema.

Introducción: en ella se trata de disponer positivamente a los alumnos hacia el aprendizaje de la misma. Comprende unos momentos de motivación, interesándoles por el estudio de la lección.

Conviene que el profesor presente el contenido de una forma resumida y esquematizada, a fin de que le sigan en el desarrollo.

En esta presentación, la lección debe estar encuadrada en un contexto más amplio: lecciones precedentes y siguientes.

Como elemento importante de la introducción, está la presentación de los objetivos del aprendizaje, es decir, qué pretende que alcancen y en qué nivel y cómo comprobará los resultados.

Desarrollo: el cuerpo o centro de la lección donde entran en juego no sólo el contenido, sino también las técnicas de presentación.

Conclusión: al final de cada parte del tema que tenga una cierta entidad, o de la lección, o de un tema general que abarca varias lecciones, se impone que el profesor reúna las ideas principales, relacione entre sí, del modo más estructurado posible, los contenidos. El control del aprendizaje se realiza en todo el transcurso expositivo, pero aquí conviene  comprobar si los alumnos alcanzaron o no los objetivos señalados al principio.

También entran en juego las técnicas de fijación que haya empleado en el desarrollo si lo considera necesario.

En muchas asignaturas convendrá incluir las aplicaciones del tema a la vida práctica o a otros campos.

Tal vez se olvida que la estructura de la lección, para que sea percibida por los alumnos, debe explicarse, tanto en el esquema inicial como en integración final.

 

En cuanto a las técnicas expositivas y recursos empleados


Partiendo del peligro de distracción que lleva inherente toda clase expositiva, el profesor debe recurrir bien a la motivación, despertando el interés cuando decae, bien empleando la variación de estímulos, bien anécdotas y ejemplos, etc.

El profesor debe preocuparse por la fijación del aprendizaje, para lo que es útil el empleo de reiteraciones y resúmenes, que unidos a lo que llamamos focalizaciones centran la fijación en unos contenidos esenciales.

El control, distinto de la evaluación, debe estar presente, pero como control del proceso del aprendizaje, que lleve a la conciencia de los alumnos que se trata de seguir su proceso para corregirlo, no de un afán de calificaciones.

Las actividades, bien como control, bien como cambio de estímulo, bien como fijación o como desarrollo lo mismo que la interacción verbal, pueden distribuirse en el transcurso de la lección para mantener al alumno en cooperación participativa.

Los recursos o ayudas audiovisuales serán elementos también presentes para hacer más eficaz la comunicación.

 

Tipología de alumnos

Respuesta pedagógica

1.       EL DISCUTIDOR

  • Pone en tela de juicio cuando se dice. Siempre encuentra un “pero”.

  •  Inicia discusiones y a veces interrumpe el ritmo de la clase.

  • Facilita la comunicación entre los miembros de la clase y atrae su atención

 

A.

  • Tratará de hacer caer en alguna trampa a la persona que dirige el grupo.

  • Cortar con autoridad un ataque personal velado o directo.

  • Ponerle en un aprieto de forma que necesite la ayuda de los demás.

  • En algunos casos, dirigir sus objeciones hacia el grupo.

  • Reforzar las intervenciones sinceras. 

2.       EL ASTUTO

  • Se aprovecha de la debilidad psicológica o científica de un compañero para rebatir sus argumentos.

  • Suele dominar el “trato de gentes” para convencer con su habilidad, está atento a la postura mayorista y evita el enfrentamiento directo.

B.

  • Mirarle con frecuencia y hacerle preguntas directas, especialmente utilizando sus conocimientos y experiencia.

  • Hacerle un pequeño resumen para centrarle.

  • Reforzar positivamente su participación. 

3.       EL PEDANTE

  • Mantiene una actitud de superioridad respecto al grupo.

  • Su intervención es de alto nivel científico o técnico. 

C.

  • Cortar, con tacto, aprovechando una respiración o pequeña pausa su intervención.

  • Hacerle preguntas de reflexión y pedirle que sea breve y conciso. 

4.       EL LOCUAZ O CHARLATÁN

  • Habla continuamente, aunque no tenga conocimientos del tema, se “enrolla” y da detalles superfluos y sin importancia. 

D.

  • Preguntarle directamente sobre su trabajo y exigirle soluciones.

  • Inducirle a presentar ejemplos sobre los asuntos que más directamente le afectan.

  • Reforzar cualquier manifestación positiva.

  • Darle ciertas responsabilidades. 

5.       EL TÍMIDO.

  •  No interviene, se limita a asentir si está de acuerdo con una intervención o a permanecer callado sí esta en contra.

  •  Se queda con dudas por no preguntar. 

E.

  • Agradecer su intervención, pero pedirle que la repita en términos más sencillos. Utilizar la técnica del “sí, pero…”

  • Pedir su opinión ante un tema que no domine y mantener una actitud de respeto, para hacerle ver que el respeto se dirige a la persona y no a su sabiduría.

6.       EL POSITIVO

  • Es una persona práctica en su manera de actuar, se centra en el tema y participa si considera que puede aportar algo nuevo o aclarar algún concepto.

  • Es trabajador, ordenado, colaborador y responsable.

  • Buen conciliador para el grupo. 

F.

  • No dejarse enredar por él, usar el método para neutralizarle.

  • Escucharle atentamente, replantear la discusión englobando las aportaciones de todos y pedirle que reflexione y modere su participación para dejar la palabra a los demás.

  • Imponer la autoridad del profesor en último extremo.

7.       EL SABELOTODO

  • Tiene afán de protagonismo, da su opinión siempre y no deja hablar a nadie.

  • Se cree en posesión de la razón y quiere convencer a los demás de que su aportación es muy importante y aclaratoria. 

G.

  • Su intervención es muy útil en la discusión.

  • Reforzar sus intervenciones y darle la palabra en momentos críticos (silencios, discusiones, etc. )

8.       EL AUSENTE.

  • Nunca participa, esta distraído y ensimismado en sus pensamientos.

  • Puede tener distintas facetas: desmotivado, vago, preocupado, desorientado. 

H

  • Otorgarle la palabra directamente ante cuestiones muy fáciles, infundirle sentido de seguridad y confianza en sí mismo.

  • Reforzar positivamente su intervención por el solo hecho de producirse.

  • No conformarse con una respuesta evasiva o monosílaba.

9.       EL CERRADO O REFRACTARIO

  • Se opone a todo y no está de acuerdo con nada, pero no aporta soluciones.

  • Se sitúa fuera del grupo y no se relaciona con él.

 

I.

  • No defenderle del ataque de los demás alumnos.

  • Valorar lo positivo de sus aportaciones y corregir sus errores.

  • Detenerle, con preguntas difíciles, y favorecer la del resto del grupo, incluso comentando sus teorías.