VOLVER A «FIGURAS DE LA PEDAGOGÍA»

 

Iván Illich

 

Desescolarización de la sociedad, de la escuela y de la empresa

 

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El puntero de don Honorato/Aprender de cine/Temas de educación en el cine/Grandes temas en el cine/Cosas de cine/Unidades didácticas/Figuras de cine/Haciendo cine/Lecturas de cine


Iván Illich, crítico con la institución escolar


Leí a Iván Illich y pude conocerlo en Cuernavaca, México, en 1970, en momentos muy interesantes de mi vida en los que buscaba mi lugar en el inmenso universo de las corrientes filosóficas, políticas y pedagógicas.  Fue para mí una persona que me hizo pensar, que me ayudó a sentar las bases de lo que más tarde fue sustento ideológico de mi profesión y,  aunque tuve con él profundos desacuerdos, le agradezco su visión del mundo y el cúmulo de ideas, actitudes y pensamientos que me hicieron, y aún me hacen,  reflexionar. Me llevó a él Sergio Méndez Arceo, el "Obispo rojo", que era obispo de Cuernavaca, a quien conocí en Chile y tuve la ocasión de llevarlo por Santiago de Chile de un lugar a otro y hablar mucho del socialismo y de la educación. Tuve también la ocasión de estar en unas conversaciones, en Lima, en 1972, en las que participó junto a Paulo Freire.

Iván Illich fue un pensador austríaco polifacético y polémico, clasificado como anarquista, que vivió y trabajó muchos años en Cuernavaca, México, autor de una serie de críticas a las instituciones clave del progreso en la cultura moderna. Criticó la educación escolar, la medicina profesional y de patente, así como el trabajo ajeno y no creador, y el consumo voraz de energía necesaria para el desarrollo económico como una negación de la equidad y la justicia social, entre otros muchos temas. Su obra se inscribe dentro de las corrientes antiindustriales.

La lógica de Illich establece que siempre que se crea una institución para satisfacer una necesidad humana, el propio ser humano termina desentendiéndose de satisfacer por sí mismo tal necesidad.

Su esplendor surgió al conocerse sus primeras publicaciones en los años 70, para caer luego en un ciclo de reinterés y aparente olvido, pues su lectura están ligadas al surgimiento de diversos movimientos sociales (ambientalistas, equidad, minorías).


Objetos para la persona o persona para los objetos


Illich plantea: ¿Por qué el hombre está al servicio de los objetos (bienes, servicios) y de los instrumentos (empresas, instituciones)?, ¿por qué el hombre, desde la infancia (en el colegio) hasta la madurez (en el trabajo, sea productivo o creativo) actúa siguiendo la lógica de los objetos y el interés de los instrumentos, en lugar de adaptarlos a sus necesidades y a sus anhelos?



Iván Illich con Paulo Freire, Lima 1972

Biografía de Iván Illich


Iván nació en 1926 en Viena, Austria. Su madre tenía ascendencia judía y su padre era católico de origen dálmata (actualmente Croacia). Desde niño se benefició de su atmósfera intercultural y de forma prematura comenzó a dominar varios idiomas.

En 1938, tras la anexión alemana de Austria, la situación de Iván Illich en Viena se complicó por tener sangre judía, y por lo tanto impura desde la óptica nazi. Debido a ello se vio obligado a migrar a Italia, donde vivió principalmente entre Florencia y Roma.

Estudió química y posteriormente teología en la Universidad Gregoriana de Roma, donde se formó como sacerdote. Fue postulado para ser cardenal, sin embargo se negó a encumbrarse en la jerarquía católica y optó por continuar sus estudios en Estados Unidos. Aunque su objetivo era estudiar en la Universidad de Princeton, su llegada a Nueva York  le hizo conocer  la discriminación de varias comunidades católicas hacia los nuevos migrantes puertorriqueños. Este hecho lo motivó a quedarse en la Gran Manzana, con la intención de apoyar la integración de los latinoamericanos.

Su aproximación a la comunidad puertorriqueña lo llevó a vivir al país caribeño como vicerrector de la Universidad Católica de Ponce. Desde ahí forjaría las bases de su famosa crítica a la escolarización.

Huella latinoamericana

Tras años de ardua preparación y trabajo continuo, Iván Illich decidió abandonarlo todo para hacer un viaje liberatorio, a pie y con escasos recursos, por América Latina. Luego de recorrer Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia, intentó cruzar la cordillera de los Andes, proeza que no consiguió, pues sufrió un desmayo de dos días por mal de altura e insolación. Fue ayudado por una familia humilde de campesinos indígenas que cuidaron de él.  Aquella anécdota se convertiría en el recuerdo más trascendente de su viaje.

En palabras de Braulio Hornedo, “en el accidente de los Andes, Iván conoció directamente la riqueza de la pobreza. Observó que la cultura de solidaridad de las comunidades campesinas era mayor que en las ciudades. Gracias a esta experiencia vislumbró la necesidad de que estas culturas marcadamente diferentes dialogaran en igualdad de condiciones.

En 1961, el obispo de la Diócesis de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, conocido por sus ideas socialistas y apego a la Teología de la Liberación, invitó a Illich a radicar en la ciudad de la eterna primavera. Después de establecerse en Cuernavaca, Illich se separó definitivamente de la Iglesia católica, institución que llegó a considerar una mafia mercantilista similar a la empresa Ford.

En 1966, Iván Illich  y otros intelectuales fundaron el Centro Intercultural de Documentación (CIDOC), que paulatinamente ganó prestigio por sus reveladoras crí­ticas a las instituciones más representativas del llamado “progreso".

La producción del CIDOC comenzó a atraer a personalidades intelectuales de la talla de Erich Fromm,  François Mitterrand, Paul Goodman, Ramón Xirau, Gabriel Zaid, entre muchos otros. Textos como La Sociedad desescolarizada, Energía y equidad y Némesis médico se transformaron rápidamente en obras de culto de diversos círculos académicos.

Ilich reconoció que el CIDOC habí­a obtenido una fama muy peligrosa, pues era considerada por el gobierno como una cuna de guerrilleros en plena Guerra Sucia; por ello, cerrarlo era una forma de cuidar la vida de sus colaboradores.

En 1977, Illich se convierte, según sus propias palabras, en un filósofo itinerante. Rechazó varias ofertas universitarias y se dedicó a peregrinar por diversos países.

A mediados de los años ochenta, un tumor cancerígeno comenzó a crecer en su cara, al que él mismo bautizó burlonamente como “la bola". Aunque los médicos prácticamente lo desahuciaron, Illich aún alcanzó a vivir casi veinte años, resistiéndose a cualquier tratamiento médico. Murió en 2002, en Bremen, Alemania. 


La sociedad desescolarizada


Iván Illich asegura que antes de 1958 jamás había dudado del valor de hacer obligatoria para todos la educación, sin embargo, fue en este mismo año, cuando al conocer a Everett Reimer y tras una serie de debates en que se percataron que "[...] para la mayoría de los seres humanos, el derecho a aprender se ve restringido por la obligación de asistir a la escuela".

La sociedad desescolarizada (1971), es una crítica a la educación tal y como se lleva a cabo en las economías "modernas", pues considera que la educación tal y como se vive en ellas, se reduce al consumismo, forzando a los aprendices a cursar un currículo obligatorio. De igual manera, afirma que el sistema escolar vive en la ilusión de que "la mayoría de lo que se aprende es resultado de la enseñanza", sin embargo, al igual que McLuhan, sostiene que en su mayoría, los aprendizajes se obtienen de manera casual y principalmente, fuera de la escuela, incluso pone como ejemplo el aprendizaje de lenguas: "La mayoría de las personas que aprenden bien otra lengua, lo logran a causa de circunstancias especiales y no de un aprendizaje secuencial", por lo tanto, confirma que "si las escuelas son el lugar equivocado para aprender una habilidad, son el lugar aún más equivocado para obtener educación".

Lleno de observaciones críticas sobre los planes de estudios de su tiempo, el libro puede parecer desfasado, pero sus afirmaciones y propuestas básicas siguen siendo tan radicales hoy como lo fueron en su momento. A través de ejemplos reales sobre la naturaleza ineficaz de la educación escolarizada como el anterior, Illich se mostraba favorable al autoaprendizaje, apoyado en relaciones sociales libremente intencionadas en encuentros y conversaciones fluidas e informales:

La educación universal por medio de la escolarización no es factible. No sería más factible si se la intentara mediante instituciones alternativas construidas según el estilo de las escuelas actuales. Ni unas nuevas actitudes de los maestros hacia sus alumnos, ni la proliferación de nuevas herramientas y métodos físicos o mentales (en el aula o en el dormitorio), ni, finalmente, el intento de ampliar la responsabilidad del pedagogo hasta que englobe las vidas completas de sus alumnos, dará por resultado la educación universal. La búsqueda actual de nuevos embudos educacionales debe revertirse hacia la búsqueda de su antípoda institucional: tramas educacionales que aumenten la oportunidad para que cada cual transforme cada momento de su vida en un momento de aprendizaje, de compartir, de interesarse. Confiamos en estar aportando conceptos necesarios para aquellos que realizan tales investigaciones a grandes rasgos sobre la educación --y asimismo para aquellos que buscan alternativas para otras industrias de servicio establecidas.[cita requerida]

La institucionalización de la educación marca una tendencia hacia la institucionalización de la sociedad, y por el contrario las ideas de des-institucionalización de la educación podrían ser un punto de partida hacia la des-institucionalización de la sociedad. Y ahí es donde la radicalidad de sus ideas queda clara.

 

 

 

 

 


La convivencialidad


Se aportación más directa e interesante que hizo Iván Ilich en asuntos sociales vinculados a la economía, a la gestión de lo público y a la educación es el estudio de la convivencialidad. Una virtud o, si se prefiere, un criterio ajeno a la ciencia económica, pero también económico. No en vano, leyendo La convivencialidad se abren interrogantes que no solo cuestionan decisiones privadas o colectivas (gubernamentales) en materia económica, sino que el lector se ve obligado a cuestionar la lógica de los objetos y de los instrumentos que marcan la vida.

El término convivencialidad, según la acepción que le otorgó Iván Illich, es la virtud que deberían tener los instrumentos y bienes que hacen posible la vida cotidiana (desde los medios de producción hasta las infraestructuras y, por extensión, las instituciones, los agentes económicos y las entidades sociales) para promover y garantizar el desarrollo y la autonomía personal de los individuos: «Convivencial es la herramienta, no el hombre», decía.

En principio, la convivencialidad puede ser descrita como una condición, un criterio o un principio ajeno a la economía; acaso aleatorio y simplemente tangencial. Pero es mucho más y, por tanto, también afecta a la economía.

Teniendo en cuenta el contenido de otros ensayos de Illich: La sociedad desescolarizada, 1971; Energía y equidad, 1974; H2O y las aguas del olvido, 1985, o En el espejo del pasado, 1992), La convivencialidad es sólo una parte del planteamiento global que hace Illich, pero acaso la más sustancial, pues es la que utilizó para diseñar un concepto, o conjunto de conceptos, que abarca desde la Filosofía hasta la enseñanza, deteniéndose en la Sociología, con el que en definitiva aboga por una transformación cultural, social y económica.

Illich traza un análisis brillante de la evolución de las formas de dominación, que han hecho que el hombre se convierta en esclavo de sus propias herramientas, de las instituciones y bienes que debían haber estado a su servicio. El ser humano se convierte en un apéndice de la Máquina. En este estado de cosas, si la deriva del sistema no se detiene, Illich predice una profunda crisis social y económica, ya que el crecimiento exacerbado es insostenible a largo plazo. El fin de esa crisis tendrá dos resultados posibles: la instalación de lo que él denomina un “fascismo tecnoburocrático” capaz de mantener el control sobre la población a pesar de que el crecimiento se haya detenido y los valores sobre los que se sustentaba sean cuestionados, o la puesta en marcha de un sistema político distinto, basado en lo que llama “la convivencialidad”. Es decir, la creación de una sociedad en la que la producción de bienes y servicios esté al servicio del ser humano y no de las necesidades de un grupo dominante. Para ello, Illich apuesta por acabar con la idea del crecimiento y pensar en una sociedad mucho más austera pero mucho más libre, en la que la Máquina sea esclava del hombre y no al revés. No se trata de abolir la tecnología ni instituciones sociales como la escuela o el sistema médico, sino de fijar colectivamente los fines que deben seguir y los límites a los que deben ceñirse para no volverse nocivos, lo que conecta con las actuales teorías del decrecimiento.


Bibliografía


ILLICH REGENSTREIF-ORTLIEB, IVAN. El derecho al desempleo útil y sus enemigos profesionales. Diaz & Pons

IVAN, ILLICH. Energía y equidad. Diaz & Pons

ILLICH, IVÁN La convivencialidad. La Llevir, S. L. Virus Editorial

ILLICH, IVÁN. Iván Illich, un humanista radical. Ediciones La Llave

CAYLEY, DAVID / ILLICH, IVÁN. Conversaciones con Iván Illich. Enclave de Libros Ediciones.

ILLICH, IVAN. En el viñedo del texto. FCE.

LÜNING, HILDEGARD / ILLICH, IVÁN. La escuela y la represión de nuestros hijos. Sociedad de Educación Atenas.

ILLICH, IVÁN. La sociedad desescolarizada. Barral Editores

ILLICH, IVAN. Némesis médica. Expropiación de la salud. Otros países, editoriales

ILLICH, IVÁN. Educación sin escuelas. Edicions 62

ILLICH, IVÁN. Ecofilosofías. RBA LIBROS.

FREIRE, PAULO / ILLICH, IVÁN. Diàleg. Edicions del Crec

ILLICH, IVÁN. H2O y las aguas del olvido. Ediciones Cátedra.


© Enrique Martínez-Salanova Sánchez