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De hace un millón de años a esta parte

Prólogo filosófico que no es absolutamente imprescindible leer

(aunque sí conveniente)


Publicado en «El puntero de don Honorato, el bolso de doña Purita y otros relatos para andar por clase». Facep, Almería, 252 págs. Segunda Edición. Grupo Comunicar. Huelva. 1998.

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas de cine/Glosario de cine


 

 

De hace un millón de años a esta parte

Prólogo filosófico que no es absolutamente imprescindible leer

(aunque sí conveniente)

Enrique Martínez-Salanova

 


Quienes tengan el valor de enfrentarse a estas páginas han sido, para bien o para mal, para su suerte o para su desgracia, clientes forzosos de la institución escolar en todas o en alguna de sus variantes. Nadie se escapa a ello. Por esta razón, cualquiera puede tener la tentación malsana de confundir personajes ficticios con reales; o lo que es más grave, identificar situaciones y  anécdotas producto de la calenturienta imaginación del autor con hechos sucedidos a ellos mismos, a parientes o a conocidos.

 Para evitar malas interpretaciones les diré una cosa: Todo lo que se dice de aquí en adelante, hasta el final, es absolutamente falso (1). Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Ni la escuela, instituto o institución educativa, universidad incluida, que reflejan estas memorias ha existido, ni existe ni existirá. Tampoco son reales Don Honorato, ni Doña Purita, ni Mariloli, ni Ricardito, ni Manolín, ni Maripili, ni el Dire, ni Rosarito, ni Don Crisanto, ni el puntero de Don Honorato, ni el mapamundi que estaba en la pared según se mira a la derecha, ni ninguno de los compañeros de la clase.

 Usted, querido lector, se puede tomar estos recuerdos como guste. Como una diversión o como una novela histórica; como un relato de viajes por el Aconcagua o como recreación de memorias de épocas pasadas hace infinidad de años. Si algo de lo que aquí se relata le suena o le recuerda a algo, deséchelo como un sueño, como algo del inconsciente que aflora y que, como decía Freud (Froid para los amigos), reprimido es.

Si desea tomarse estas páginas en broma, bien está. Si así es, mi consejo es que las comente con su familia, con sus amigos y con sus vecinos. Si le es posible, háblele de ello a Manolín, o a Gutiérrez, que tal vez sea su vecino del tercero o del quinto derecha. En este caso, piense que cualquier tiempo pasado fue mejor. En cualquier caso, no se traumatice hasta el punto de renegar del presente o de temer al futuro.

 En el caso hipotético de que se lo tome excesivamente en serio, es mejor que deje las cosas como están. Si es posible, no lo remueva en demasía porque puede darse cuenta de que desgraciadamente tal vez todo lo que aquí se cuenta siga sucediendo hoy mismo. Para su salud mental le recomiendo que piense que las comparaciones son odiosas (¡qué bien viene un refrán a tiempo!), y por favor, no empiece a dudar de la idoneidad del profesor de sus hijos, o de que todo lo que se escribe en estas memorias va con mala uva. En el caso de que usted pertenezca a uno de los muchos gremios dedicados a la enseñanza, tómeselo con calma, aplíquese el cuento si lo desea, pero por favor, no se mosquee con el que suscribe porque el que se pica ajos come (otro refrán a tiempo).

 Cuando recuerdo y escribo sobre estos temas (2) lo hago porque pienso que las experiencias recibidas en los primeros años, no solamente marcaron de por vida nuestra personalidad, comportamiento y hábitos de todo tipo, sino porque además han sido y serán, como primeros recuerdos, duraderos y llenos de afecto y de amistad para con aquellos que los sufrieron o gozaron con nosotros. Quién no se acuerda todavía de algún Gustavito o Manolín, o de alguna Rosarito o Maripili, aunque no los haya visto nunca más. O de Don Honorato, que tanto bien nos hizo, a pesar de su puntero.

 Tal vez los únicos recuerdos objetivos que nos quedan de aquellos años sean un boletín de notas o un cuaderno de caligrafía de páginas amarillentas. En algunos casos conservamos ciertas fotografías (3) color sepia, como las de antes, cuando no se podía decir lo de ¡patata!, porque había que aguantar sin moverse y en las que entraban muchísimos niños, cuantos más mejor, por ahorrar foto. Desde aquello parece como si hubieran  transcurrido un millón de años (4). Menos mal que pasaremos a la posteridad gracias al nitrato de plata.



(1) Aquí topamos con el sofisma. Si todo lo que se dice es falso, el lector debe hacer uso del consabido silogismo:

a. Todo lo que se dice de aquí en adelante es falso

b. Si me dicen que es falso, quiere decir que lo que me digan que es falso, es verdadero.

c. Luego todo lo que me dicen es verdadero.

Menudo problema: si me lo tomo como verdadero, quiere decir que lo que me han dicho que es falso no es falso, sino que es verdad, luego es verdad que es falso, y falso que es verdad, luego todo es verdad lo que me dicen que es mentira.

(Consejo del copista: Para aclararse es preferible que cada cual se lo tome como pueda, y todos tan contentos).

(2)- Cuando comencé a escribir sobre enseñanza y educación fue hace muchos años, en los que redactaba cosas tan entretenidas y sesudas como, por ejemplo, Evaluación y Control en el Aula, Diseño de Enseñanza Aprendizaje, Metodología Didáctica, etc. Un buen día decidí sacar a la luz los recuerdos de las aulas de verdad, y aunque no he dejado los temas teóricos y científicos, desde entonces me he reconciliado con la escuela, el instituto y la universidad, pues el diálogo que se mantiene con los personajes y memorias de antaño, al dificultar la objetividad, hace surgir los afectos perdidos y obliga a investigar en lo profundo de las personas y de sus historias. (N. del A.)

(3)- Nuestros abuelos las hubieran llamado Daguerrotipos. (N. del T.)

[4]- Algunos de estos recuerdos fueron publicados por primera vez en el Suplemento de Educación de La Voz de Almería, en forma de columna que llevaba el título genérico de Hace un millón de años. Otros fueron publicados en la Revista AULARIA, de Educación. Todos han sido actualizados y reformados. Muchos de ellos son inéditos. El título de la columna Hace un millón de años, se lo puse, no solamente porque parece que ya ha pasado un tiempo excesivo, sino porque además las cosas no han cambiado tanto desde aquella época, de hace un millón de años a esta parte, ni para nosotros ni para la institución educativa. La verdad pura y simple es que seguimos siendo como niños: una especie de homo sapiens en estado evolutivo precario. (N. del A.)

© Enrique Martínez-Salanova Sán    n bn chez