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Educación en las nubes

o de cómo doña Purita y don Honorato se convirtieron en maestros en las redes

Publicado en www.aularia.org

 

Los dibujos son de Pablo Martínez-Salanova Peralta

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas de cine/Glosario de cine


 

 

Cuento aquí cómo la vida de los maestros no finaliza con una fiesta de despedida en la escuela, por grande, entrañable, afectiva o solemne que sea. Al contrario, el agasajo por la jubilación de Doña Purita y de don Honorato fue el comienzo de una nueva etapa, cibernética, no menos real y con una proyección espacial, a todo el orbe, a la Humanidad entera, galáctica, inconmensurable. El homenaje fue por supuesto una magnífica ocasión de recordar los avatares y logros, una vida entera, completa, dedicada a educar, a formar, a instruir a decenas de generaciones de gentes bulliciosas e irresponsables, a las que encauzaron con paciencia por el camino del optimismo y de la responsabilidad. Fue un encuentro bullicioso y feliz lleno de adornos, banderitas, discursos, concurso de relatos y poemas, dibujos murales, pintadas de tiza en los patios y una frustrada ascensión en globo aerostático, que ideó el profesor de sociales, pero que no fue del agrado de madres y padres y descartado por peligroso.

Lejos estaban los maestros de cualquier tipo de recuerdo que empañara el acto, de años de esfuerzos y algunos sinsabores, y en su memoria solamente quedaban evocaciones alegres, momentos en los que los alumnos fueron los únicos protagonistas de su trabajo. Tanto don Honorato como doña Purita recordaban sus éxitos, que tenían tanto que ver con los de sus alumnos. Pasaban por su magín, como en un film inacabable, cientos de rostros, de niños primero, de adultos después, que hicieron su vida, su profesión, con aquella base escolar que ellos les proporcionaron.

Para los niños, por otra parte, una fiesta siempre fue una fiesta, se celebrara lo que se celebrara, y olvidaban las razones de la conmemoración de inmediato. Los niños siempre piensan en presente, el aquí y ahora, tienen pocos recuerdos, su vida corta les lleva a lo inmediato, fundamentalmente al juego y a los bonitos momentos, con escasas comparaciones con el pasado y mucha alegría del presente, los recuerdos malos pasan enseguida si otros los sustituyen, ya vendrá el mañana a recordar algunas miserias. Precisamente ahí se basa la salud de los niños, en olvidar con facilidad los malos momentos, eliminados con presteza de sus cerebros a nada que otra vivencia entra en sus vidas, que sustituye lo negativo, eliminado de su cerebro para guardar informaciones importantes, al mismo tiempo que lo desagradable, lo feo, lo áspero o lo complicado, queda bloqueado como recuerdo para el futuro.
Para los otros maestros era otra cosa. Algunos añoraban entre emociones y tristezas el cambio de estatus de sus compañeros de tantos años mientras el director, Doncarlosmari, no disimulaba su alivio, pues para él las despedidas sirven igualmente para decir adiós a algunos problemas, y consideraba en su interior más profundo que ya era hora de desprenderse con honores de dos carcamales sabelotodo expertos en contar batallitas, cuestionar sus métodos y quitarle la paciencia cuando le hacían ver a cada rato algunas incongruencias en las novedades que su mente inquieta y renovadora intentaba implantar. Era ya momento, consideraba, de mejorar las cosas y de que le dejaran dirigir la escuela sin constantes, y arcaicas, intervenciones y desafortunadas, y antediluvianas, críticas.

Hacía más de diez años que Doña Purita cavilaba con tristeza sobre su jubilación, quiso hacerlo con dignidad y se preparó para ello. Maestra en las redes telemáticas desde que entraron en su vida, decidió convertirse en educadora, maestra, instructora y mentora en red, y se puso manos a la obra, abrió su web, se introdujo en cuantos mecanismos de difusión conocía, y comenzó a propagar sus reflexiones, alguno de sus poemas y reivindicaciones sociales y su idea sobre cómo era importante el papel de la mujer en el globo; todo ello lo alternaba con fotografías de sus trabajo de crochet y de patchwork, de estudio de las hormigas, mirmecología se denomina, y de sus aficiones en el campo de la cetrería, adiestramiento de halcones, en el que era una experta. La difusión de su trabajo e ideas en las redes para todo el mundo, sin distinción de personas, ideas o afiliaciones, complementaban su vida y aquietaban su espíritu en momentos de desasosiego.

La maestra contagió a don Honorato en su afición, y le animó a seguir su ejemplo, a entrar en las redes, a jubilarse telemáticamente con dignidad. «Cuando se es educador», le decía, «se es para toda la vida, y la vida no se acaba un día, de pronto, que hay que dar mucha guerra aún» y le argumentaba que si la tecnología proporciona nuevas posibilidades, hay que utilizarlas. «Yo te pongo al día, Honorato, en esos vericuetos virtuales». En la tierra o en la nube, en lo real o lo virtual, Don Honorato era reacio a esas realidades intangibles que enervaban su espíritu pragmático y metódico, no entendía cómo lo palpable, lo evidente, lo indiscutible, podía ser también real en una nube, en espacios desconocidos e impalpables; por ello era renuente al cosmos cibernético, a aquellos cambios a los que le encaminaba doña Purita. La maestra le hablaba de la importancia de entrar en la telemática y de cómo era un medio magistral para que el maestro pudiera mostrar al mundo su ingenio y sus trabajos en astronomía, botánica, mineralogía y espectroscopia. El estudio de los espectros de la radiación electromagnética era una de sus raras habilidades, de cuando andaba por observatorios astronómicos, cuando analizaba la luz visible y su espectro, conocimientos adquiridos que tanto beneficiaron sus capacidades docentes durante toda su vida, en la que era capaz de detectar movimientos y efectos subyacentes en la masa infantil.

Cuando don Honorato, a regañadientes, aceptó el reto, dio un paso hacia un nuevo mundo, incorpóreo e inacabable. Su vida cambió, el ciberespacio y los misterios de esos mundos ignotos, paralelos, desconocidos para él, dominaron su vida. Se introdujo en la sistematización telemática y en el inmenso, proceloso, inacabable mundo de las redes. Tras los primeros intentos, su mente curiosa lo entusiasmó y se matriculó en un curso para principiantes que le quitó el miedo, un segundo curso que canalizó sus intereses, y otro más, al que le guió doña Purita, que lo lanzó, libre por fin, al ciberespacio infinito, sin temores ni contemplaciones.

Y en el cosmos, Purita y Honorato se volvieron a encontrar en una inmensa aula infinita, con miles de alumnos y alumnas de todos los países y todas las lenguas, con Rosaritos y Maripilis, y Manolines a montones, a los que se añadieron nuevos alumnos de todos los países del mundo, de raras costumbres y de apellidos extraños. Los poemas de doña Purita llegaron a los confines del mundo. Las fotografías planetarias de don Honorato alentaron a gentes de todo el planetas a mirar más al cielo, a fotografiarlo y a difundirlo. Entre los dos animaron a muchas personas a escribir poemas y hacer fotografías de objetos, situaciones y mundos inverosímiles, que se difundieron por el infinito y multiplicaron los contactos, los alumnos, las fotografías, las opiniones y las ideas.

Y comenzaron también los desasosiegos. Se iniciaron con algunas consultas de poca monta que los maestros recibían de sus contactos más cercanos, antiguos alumnos, familia y amistades entrañables de su entorno.
De pronto, casi sin sentirlo, se desbordaron los escritos, felicitaciones y consultas. Decenas de correos electrónicos se acumularon en sus ordenadores, entre la satisfacción y el desconcierto, hubo quienes se comunicaban para saludar y agradecer, hubo quienes, simplemente, consultaron sobre asuntos relativamente sencillos, quienes les pusieron en un aprieto o quienes directamente pidieron la luna, el camino más corto para llegar al Aconcagua, cuántos ocelos tiene el ojo de una mosca, o las diferencias entre fisión y fusión nuclear, o que le diera ejemplos de tetrástrofo monorrimo, les pedían opiniones políticas o asesoramiento judicial. Doña Purita recibió con profusión consultas inverosímiles que abarcaban desde el punto de cruz hasta la mejor forma de abrillantar las uñas de los halcones, o una petición de recomendación para un trabajo en el Ministro de Cultura de Suráfrica.

Un día, don Honorato recibió un correo de Malasia, que amablemente le solicitaba información sobre el Acanthaspis petax, que obligó al maestro a investigar sobre el llamado insecto asesino, de la familia de los hemípteros, descrito por primera vez por el entomólogo sueco Carl Stål en 1865. Aprovechó don Honorato la larga explicación que envió a Mohd Kamaruzzaman, en el que le agradecía su interés y de paso le daba unas informaciones supletorias sobre los celentéreos que había publicado en la web.

Los maestros, se obligaron a estudiar, dedicaron horas de estudio y búsqueda, y contestaban a todo el mundo con presteza y educación, aunque soslayando con delicadeza aquellos asuntos absurdos o a los que les era imposible dar respuesta.

Doña Purita y don Honorato se hicieron así universales, pues en su cosmos se integraron gentes que apoyaron lo que hacían, en el que publicaban y difundían ideas y aprendían juntos, en búsqueda de nuevas ideas, conceptos, experiencias y tecnologías, llegaron a un elevado grado de especialización cada uno en las materias en la que eran expertos.

En espacios de colaboración y encuentro, con otras personas educadoras en red, interesadas en la construcción de una ciudadanía global, seria o divertida, comprometida, sufriente a veces, conscientes de la necesidad de verdad y justicia, participativa y alegre, en la que cada cual aporta y habla lo que más sabe, organizaron o participaron en acciones y proyectos en los que se construye la escuela global.

Y quien los quiera contactar, siempre podrá encontrarlos en las nubes.