La censura en el cine

Breve historia de la censura en el arte y la comunicación

©Enrique Martínez-Salanova Sánchez

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El puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas de cine


Censura cinematográfica, desde los comienzos


Una secuencia de 18 segundos “El beso” de Edison, fue censurada ya en 1898 pues escandalizó a la sociedad puritana del momento. La censura, ocultamiento o destrucción de imágenes que se consideraban perniciosas por lo político o lo moral, se comenzó a dar con prontitud en el cine.

El cine fue desde sus inicios un transmisor de ideas de potencial inestimable. Por ello, los grupos de presión políticos, religiosos, ligas de mujeres y funcionarios de los gobiernos, estuvieron muy al tanto, y con mucha frecuencia lograron denunciar y suprimir películas, cortarlas, o realizar actos contra salas que emitían determinadas películas. Los gobiernos, en lo político, fueron muy proclives a combatir el cine que se consideraba contrario a sus planteamientos políticos e ideológicos.


Hablo de la censura en el cine


Recuerdo, de cuando era niño, cómo en las puertas de las iglesias se exponía un cartel con la llamada "Clasificación Moral de Espectáculos", en la que se relacionaban todas las películas que se exhibían en las salas de cine, clasificándolas en varios grupos. En los cines existía una clasificación muy similar, y los exhibidores y sus empleados tenían vigilancia policial constante para que nadie se colara en una película que no era de sus edad. Además, existía la censura política, que era más general, se aplicaban ya los cortes a las películas, se doblaban con otros textos o directamente se prohibían. Hubo películas míticas que pude ver ya bastante mayor y otras que vi fuera de España. Lo cierto es que nacimos inmersos en la censura de todo tipo, literaria, cinematográfica, moral, política. Y contra todas ellas he luchado toda mi vida. En 1898 la escena de 18 segundos “El beso” de Edison, escandalizó a la sociedad puritana. la visión en su momento ya puso las bases en ciertos sectores, de la amenaza a los valores tradicionales que representaba el cine en la sociedad de principios de siglo XX.


Fotograma de la película Los 400 golpes de François Truffaut


 

Esta escena de The Branding Iron (1920) fue cortada por la junta de censura cinematográfica de Pennsylvania, que prohibió la película por su tema de infidelidad.

Censuras en los comienzos del cine


 El primer acto de censura data de 1903, año en el que se censuró la danza del vientre en la de la actriz Fatima Djemille en el corto cinematográfico de Fatima‟s Coochee-Coochee Dance (1896). La imagen de este baile provocativo no fue suprimida, pero sí tachada por dos líneas que taparon el pecho y las piernas de la actriz (RTVE, 2011).

Ya en 1907, en Chicago, la Comisión del Vicio, consiguió que se aprobase una ordenanza por la cual para poder exhibir una película, contasen con el visto bueno del comisario de policía.  O sea, que si al jefe de policía no le gustaba una película, cerraba el local,  quedaba a juicio del censor de la policía si los niños, o las mujeres, o nadie, podía ver el film. La censura sólo se limitaba a las películas, no a las representaciones teatrales, de manera que la injerencia de la legislación, censurar antes de la exhibición, discriminaba a la industria cinematográfica por encima de la de otros espectáculos.

En Nueva York la situación llegó a un punto extremo, cuando una serie de ministros religiosos comenzaron una feroz campaña contra el vicio y la corrupción infantil. Ahora el ataque se extendía desde las películas, a cualquier juego de azar, y el pelo a lo garçon, todo debía ser regulado y restringido. La intervención de los grupos religiosos, junto con la de reformistas sociales y representantes de los estudio de cine, en una sesión pública en el ayuntamiento de la ciudad, lograron dar un eco popular importante a la problemática de la censura  Las salas de cines fueron cerradas, se revocaron todas las licencias en plenas navidades de 1908, y obligaron a la industria con esta decisión a negociar una salida previa apelación en los tribunales, por la arbitraria forma en que se estaba tratando el negocio de las películas. Charles Sprague Smith, fundador del People´s Institute, propuso la creación del New York Board of Motion Picture Censorship (NYBMP), que en 1916, cambiará su nombre por el National Board of Review of Motion Picture, eliminando la palabra censura del mismo. Entre estas dos fechas, el Consejo no llegó a censurar realmente. Compuesto por diferentes asociaciones, sólo recomendaba, lo que era considerado poco efectivo por órganos legislativos y guardianes de la moral social. La industria cinematográfica por su parte, aceptó de buen grado las “recomendaciones” de la institución.

Frederick Clemson Howe, (1867–1940), senador, fue nombrado presidente del Consejo de Censura. Howe, estaba de acuerdo en que las películas debían mostrar la realidad que rodeaba a los ciudadanos, no ocultar, restringir o dulcificar las condiciones o circunstancias en que la sociedad moderna se desarrollaba. Para Howe, censurar violaba la Primera Enmienda, pero sí estaba de acuerdo en que se debían evitar visiones escabrosas, blasfemas o indecentes. A pesar de esto, no tenía intención de ser, ni de que el Consejo fuese, un guardián de la moral de niños y mujeres.

La perspectiva desde la que se juzgaba a las películas era de índole social, salpicada de fanatismos morales y religiosos. Howe -que años después sería tildado de rojo- temía, como así ocurrió en los siguientes cuarenta años, que la intervención de Estado en un medio de expresión como era el cine, sería catastrófico, ya que provocaría que la autocensura de las propias compañías daría lugar a películas vacías, simples sin salirse de lo convencional, y en caso de no ser así, la creación de diferentes leyes municipales cada una con sus criterios dispares, que es lo que por su parte, más temía la industria, ya que sería imposible realizar películas para satisfacer los distintos principios morales.


La censura en los años 20 del siglo XX


Aunque la producción cinematográfica seguía estando en Nueva York, a partir de 1910, California comenzó a ser el lugar al que se trasladaron las compañías cinematográficas buscando un cambio en todos los sentidos: el clima, las condiciones laborales, y bajos impuestos. Cambiaron los lugares de exhibición de las películas, los mal ventilados locales de nickelodeones, la oscuridad, el reducido tamaño, incluso el sector social que acudía a ver las películas se transformaron en lugares lujosos, iluminados, decorados temáticamente o mezclando estilos de manera desbordante y excesiva. Los teatros remodelados y los de nueva construcción, proporcionaban todo tipo de diversiones, teatro, música y cine, en un mismo espacio. El público asistía a un espectáculo rodeado de una ambiente fantasioso, teatral y lujoso, que nada tenía que ver con los antiguos National Board of Review ni su viciado ambiente.

El final de la segunda Guerra mundial, aportó al cine estadounidense el talento de los directores europeos como Ernst Lubitsch o Erich von Stroheim, hábil el primero para sortear la censura con el famoso “toque Lubitsch” y problemático para los estudios el segundo por sus excesos temáticos. El toque Lubitsch, era la hábil manera irónica y sutil, en que el director berlinés utilizaba para saltarse la censura y que se convirtió en su reconocido sello creativo.

Por otra parte, La National Board of Review que para entonces ya había eliminado la palabra “censored” de su nombre, comenzó a ser acusada de demasiado laxa a la hora de revisar las películas que se estaban produciendo por parte de la industria. El tratamiento de los nuevos temas empezó a levantar de nuevo las iras de los grupos de presión censora, además de que hubo innumerables escándalos entre la gente del cine, fruto de los excesos de las estrellas. No se salvaba de la sospecha ni siquiera Cecil B. De Mille que realizó al principio de su carrera todo tipo de películas, y se especializó en historias bíblicas donde el bien triunfa sobre el mal, pero el lenguaje visual que daba a sus escenas para llegar a la moraleja final cuasi victoriana, era demasiado obscena a ojos de los censores. Los años veinte trajeron una serie de escándalos y muertes fruto de la vida llena de excesos que actores y directores tenían en su vida privada, y que no tenía nada que ver con la imagen que daban en pantalla. La Federación de Mujeres de Chicago denunció para entonces, el alto porcentaje de películas que debían haber sido censuradas en 1918 - alrededor de las ¾ partes de la producción cinematográfica-, y que no lo habían sido, rompiendo su asociación con la National Board of Review of Motion Picture. A esto se unieron los grupos religiosos episcopalianos, baptistas, metodistas y presbiterianos y para 1921 la prensa animó a este boicot contra la National Board of Review of Motion Picture, acusando a la industria del cine del apoyo económico a dicha organización,

La cantidad de sucesos delictivos fruto del consumo de drogas, las fiestas y el derroche de todo tipo que entre la colonia cinematográfica se daba, tras las maratonianas jornadas de rodaje, se procuraba ocultar a la opinión pública para no dañar la imagen de sus actores y evitar aún más la persecución desde los sectores críticos con el mundo del cine.



El Código Hays


William Harrison Hays, 1879-1954, fue quien dio nombre al Código Hays, que censuraba películas americanas, fue el primer presidente de la MPPDA (Asociación de Productores y Distribuidores de Cine de América) hasta que se jubiló en 1945.

Hays parecía reunir las condiciones adecuadas para dar sensación de orden en la industria: abstemio, presbiteriano y masón, fue bautizado como el “zar” del cine por los medios de prensa cinematográficos. Actuaba como un relaciones públicas y se tomó en serio su tarea: introdujo las cláusulas de moralidad en los contratos de la estrellas y fundó la compañía de contratación de extras para las películas

Hays intentó reducir los costes de los estudios (y mejorar la imagen de la industria en general) aconsejando individualmente a los estudios sobre cómo producir películas para reducir la posibilidad de que la película fuera cortada. Cada consejo mantenía sus "criterios" en secreto (si en verdad tenían algún criterio). Por eso, Hays estaba obligado a intuir lo que cada consejo permitiría o no permitiría. Al principio, aplicaba lo que llamaba "La Fórmula" pero no fue especialmente exitosa. A partir de él, desarrolló un grupo de pautas que llamaba "Los Nos y los Ten Cuidado". En general, sus esfuerzos en el preestreno y la autocensura fueron infructuosos a la hora de acallar las peticiones de censura federal.

Su misión fue conjugar la industria cinematográfica, con las aspiraciones moralizantes de la sociedad más puritana. Por un lado, evitar que surgiesen más comités de censura cinematográfica que para entonces ya ascendía a 37 estados censores y por otra introducir la idea patriótica del negocio americano de las películas, alejado de la idea errónea que se estaba dando a entender de películas perniciosas para el público general.

William Harrison Hays


  Daniel Lord

El código Lord-Quigley


En 1929, Martin Quigley, editor laico católico de la revista cinematográfica Motion Picture Herald, y el presbítero jesuita Daniel A. Lord redactaron un código de normas cinematográficas (que agradó mucho a Hays​) y lo presentaron a los estudios. Lord estaba muy preocupado por los efectos negativos que el cine sonoro pudiera tener sobre los jóvenes, que, según él, eran más susceptibles de sucumbir a los encantos del celuloide. En febrero de 1930, varios directivos de la industria cinematográfica se reunieron con el padre Lord y con Quigley y, después de algunas revisiones, suscribieron las estipulaciones del código. Uno de los motivos principales que impulsaron la aceptación del código fue evitar la intervención directa del Gobierno.  El código estaba dividido en dos partes: la primera parte comprendía una serie de “principios generales”, la mayoría de ellos relacionados con aspectos morales, mientras que la segunda parte hacía referencia a una serie de “normas específicas” (lista de contenidos que no podían representarse). El código prohibía, también, el mestizaje (relaciones interraciales) y determinaba que la calificación “solo para adultos” sería una estrategia poco efectiva y ambigua que podría dificultar su aplicación.


Macartismo y cine


El macartismo​ (mccarthismo, maccarthismo o macarthismo) es un término que se utiliza en referencia a acusaciones de deslealtad, subversión o traición a la patria, sin el debido respeto a un proceso legal justo donde se respeten los derechos del acusado.

Entre 1950 y 1956, el senador de EEUU Joseph McCarthy, 1908-1957, desencadenó un extendido proceso de declaraciones, acusaciones infundadas, denuncias, interrogatorios, procesos irregulares y listas negras contra personas sospechosas de ser comunistas. Los sectores que se opusieron a los métodos irregulares e indiscriminados de McCarthy denunciaron el proceso como una «caza de brujas» y llevó al destacado dramaturgo Arthur Miller a escribir su famosa obra "Las brujas de Salem", 1953.

Escritores y gente perteneciente al mundo del cine fueron algunos de los más afectados por este fenómeno. Una ley no escrita les impedía publicar nada en cualquier medio de comunicación, so pena de que dicho medio fuera acusado de trabajar a sueldo de los comunistas. Se censuraron más de 30.000 libros, los cuales fueron retirados inmediatamente de bibliotecas y librerías, entre los cuales se encontraba el famoso Robin Hood o la novela Espartaco de Howard Fast.

Uno de los actores más perseguidos fue Charles Chaplin, quien en su autobiografía describe un interrogatorio en el que, sorprendido por la pregunta de «qué quería dar a entender en un discurso cuando dijo: "camaradas"», él respondió: "Exactamente eso. Busqué la palabra en el diccionario. Los comunistas no tienen la exclusiva de esa palabra"

Las técnicas de McCarthy se basaban en gran medida en lanzar incriminaciones falsas sobre los acusados (que nunca eran comprobadas), o incluir a determinadas asociaciones en su lista de organizaciones pro-comunistas (sin tener nada que ver). En ese sentido, y de ahí el nombre, se parecía bastante a la caza de brujas medieval, donde también las acusadas carecían de la posibilidad de demostrar su inocencia.

La lista negra más significativa, "Los diez de Hollywood", The Hollywood Ten, fueron fueron Alvah Bessie (guionista), Herbert Bibeman (guionista y director), Lester Cole (guionista), Edward Dymytryk (director), Ring Lardner Jr. (guionista), John Howard Lawson (guionista), Samuel Ornitz (guionista), Albert Maltz (autor y guionista), ADrian Scott (productor y guionista) y, finalmente, Dalton Trumbo (novelista, guionista y director). En 1948, tras unos juicios breves, fueron condenados a un año de prisión y a pagar una multa de 1 000 dólares. Los diez de Hollywood fueron automáticamente incluidos en la lista negra de Hollywood. Si bien estas listas negras acabaron en la década de 1960, el daño no pudo repararse.

Joseph McCarthy

Dalton Trumbo


La gran aventura de Tarzán (John Guillermin, 1959)

Viridiana, de Luis Buñuel, 1961

Arroz amargo, de Giuseppe de Santis, 1949

Ladrón de bicicletas, de Vittorio De Sica,  1948

Gilda (1946) dirigida por Charles Vidor

Cleopatra', de Joseph L. Mankiewicz, 1963

Sed de mal, de Orson Welles, 1961

Vencedores y vencidos, de Stanley Kramer, de 1961

El Gran Dictador, Charles Chaplin, 1940

La censura cinematográfica en España


Extractos de Sexualidad, psiquiatría y cine de Ángel Luis Montejo González y La censura cinematográfica franquista. la-censura-cinematografica-espanola.html

La censura en España empezó prácticamente con la llegada del cine, aunque fue su esplendor en la época de la dictadura de Franco.

La Comisión censora, en 1921, ordenó a los empresarios de los cines de Madrid que las salas de proyección estuvieran divididas en tres espacios separados: uno para las señoras solas, otro para los caballeros solitarios y un tercer espacio para las parejas, éste último iluminado con una luz roja que impidiera o al menos dificultara la creatividad artística que pudiera producirse también fuera de las pantallas, al amparo de una oscuridad cómplice y protectora.

En el año 1937 se creó la “Junta Superior de Censura Cinematográfica”, cuya sede se fija en Salamanca, asignándole la función de “revisar o censurar debidamente todas las cintas cinematográficas que tengan entrada o se impresionen en la zona nacional expidiendo un certificado de las que puedan proyectarse”, prohibiéndose en todo o en parte las películas que tuvieran carácter de propaganda social, política o religiosa que fueran contrarias a la moral o a las ideas del Régimen.

La postura de la Iglesia ante el cine fue de condena absoluta del propio medio. En septiembre de 1939 escribe el Obispo de Pamplona Monseñor Olaechea: “Son los cines tan grandes destructores de la virilidad moral de los pueblos, que no dudamos que sería un gran bien para la Humanidad el que se incendiaran todos… En tanto llegue ese fuego bienhechor, ¡feliz el pueblo a cuya entrada rece con verdad un cartel que diga: Aquí no hay cine!” 

 Durante los primeros años del régimen se marcó a todas aquellas personalidades del mundo del cine que habían expresado sus simpatías por la República. En 1940 se prohibió citar en la publicidad de las películas los nombres de veintinueve estrellas de Hollywood. Entre ellas estaban Charles Chaplin, Bette Davis o Joan Crawford.

Con el sexo no había piedad. Las cintas, que ya de por sí solían llegar censuradas de sus países de origen, eran analizadas escrupulosamente y clasificadas según una escala del 1 (“para todos los públicos”) al 4 (“gravemente peligrosa”), pasando por el famoso 3-R (“mayores con reparos”).

La persecución llegó a dar lugar a situaciones que rozaban el absurdo. Se calificó para adultos la película juvenil La gran aventura de Tarzán (John Guillermin, 1959) porque el cuerpo del hombre-mono podía “desviar peligrosamente la atención de los adolescentes de la sexualidad femenina”.

En muchos casos los acomodadores de las salas se convirtieron en celosos cuidadores de las buenas formas y sorprendían con frecuencia con la luz potente de su linterna a las parejas de enamorados que prestaban en ese momento escasa atención al desarrollo de la película, mientras les conminaban con voz autoritaria a que se “comportaran como Dios manda”.

Otras películas eran prohibidas por estar rodadas en cualquiera de los idiomas regionales ya que en esa época se prohíbe incluso su uso en la calle para evitar “la morbosa exacerbación en algunas provincias del sentimiento regionalista, por entrañar una significación contraria a la unidad de la Patria”.

Sin embargo, en la España de aquellos años se tuvo, por parte de la censura cinematográfica, como mayor enemigo al sexo, y cualquier manifestación sexual era perseguida y erradicada de forma sistemática.

Muchas películas, que tuvieron un gran éxito en la taquilla, pudieron pasar la censura gracias a unos finales en los que los culpables de los delitos sexuales eran castigados por el cielo de forma inequívoca y ejemplar con muertes horribles que lógicamente llevarían al espectador a reprobar y rechazar estas conductas por el miedo al castigo divino y a alegrarse con el triunfo del bien.

La peor censura. 1951

Fue a causa del nombramiento de un nuevo gobierno de Franco en el que entra como ministro de Información y Turismo Gabriel Arias Salgado, falangista acérrimo, franquista absoluto, preocupado hasta lo patológico por evitar la condenación eterna de los españoles. Esta situación motivó que los productores y directores hicieran dobles versiones, una para España y otra para el extranjero. Con ello podían conseguir con la versión española una buena clasificación en nuestro país, con las ventajas económicas de las subvenciones estatales y con la versión extranjera podían llegar a interesar fuera de nuestras fronteras, consiguiendo así mayores beneficios económicos.

También en estos años se produce el inicio del turismo en las playas de la península que trajo a las nórdicas y sus bikinis lo que llevó a los productores a pedir poder llevar a las pantallas el mismo espectáculo que existía en las costas mediterráneas. El dilema se resolvió después de unos años, de una forma típicamente franquista: se permitió que el cine español exhibiera un bikini, pero, como veremos después, a condición de que el mismo fuera usado no por una española, sino por una extranjera. Hay que decir que la aceptación los bikinis fue inevitable, ya que era una aportación del turismo, al que de ninguna manera podía el Estado renunciar, porque era fuente de ingresos importantes y muy necesarios para la economía del país.

Una de las más conocidas y denigrantes censuras de esta época ya en su último año de mandato, fue con Viridiana, de Luis Buñuel, 1961, película enviada para representar a España en el Festival de Cannes y allí obtuvo el primer premio. Don José Muñoz Fontán, en calidad de Director General de Cinematografía y Teatro recogió el galardón en el escenario y, poco después, tras la crítica del Vaticano, publicada en L´Osservatore Romano, que consideró a la película blasfema y violentamente anticristiana, Don José fue destituido fulminantemente y se prohibió toda mención del premio y de la película en la radio y en la prensa, siendo declarada de forma oficial como inexistente.

En febrero de 1955 ante la situación que se producía en el cine español, algunos profesionales, encabezados por Basilio Martín Patino, Juan Antonio Bardem y Carlos Saura,  hicieron un llamamiento para organizar una reunión con el fin de estudiar los problemas y buscar soluciones a todo lo relacionado con el tipo de cine que se estaba haciendo en España. Este llamamiento dio como resultado la organización de las llamadas “I Conversaciones de Salamanca” que se celebraron en mayo de 1955.

En Vencedores y vencidos, de Stanley Kramer, de 1961, se eliminaron todas las secuencias en las que se vieran campos de concentración nazis.

En una de sus conclusiones piden un código de censura que determine con claridad los asuntos y temas inabordables, que permita afrontar temas importantes y que éste se aplique por igual a todas las películas, españolas o extranjeras, que se proyecten en el territorio nacional o en las colonias. Solo la Iglesia docente debe resolver sobre temas morales. También piden que exista un sistema legal de recursos que permita a los afectados actuar contra las disposiciones de la censura.

Todavía se tardaron varios años en conseguir este código después de estas “Conversaciones de Salamanca”. Por fin se publica en 1963, es decir ocho años después de haber sido pedido, cuando llegó al ministerio Manuel Fraga Iribarne, en un intento aperturista por parte del Estado para procurar dar una imagen de una nueva España “normalizada” y abierta a Europa. Nombró de nuevo a José María García Escudero Director General de Cinematografía, que fue uno de los participantes en aquellas Conversaciones de Salamanca y gracias a ello se consiguió por fin elaborar dicho Código de Censura que es publicado en 1963.

En el código se da una larga lista de temas, situaciones y demás aspectos que deberán ser prohibidos en las películas. De entre ellas entresacamos unas pocas: la justificación del suicidio y del homicidio por piedad, la justificación del divorcio, de las relaciones sexuales ilícitas, de la prostitución y, en general de todo cuanto atente contra la institución matrimonial y contra la familia; la justificación del aborto y de los métodos anticonceptivos; la presentación de perversiones sexuales; la presentación de aquellas imágenes que puedan despertar las bajas pasiones en el espectador; la difusión de imágenes irrespetuosas contra las creencias y prácticas religiosas: la presentación denigrante o indigna de ideologías políticas y todo lo que atente de alguna manera contra nuestras instituciones o ceremonias que el recto orden exige sean tratadas respetuosamente; cuanto atente contra los principios fundamentales del Estado; las películas blasfemas, pornográficas y subversivas; se prohíbe la difusión de imágenes que atenten contra la persona del Jefe del Estado, etc…

El Gran Dictador, una de las obras maestras de Chaplin  estuvo prohibida en España durante nada menos que 35 años.



La censura a través del doblaje, en España


Texto basado en un artículo publicado en el número 564 de la revista Historia y Vida

La censura cinematográfica en España no fue un invento de Franco. La primera normativa oficial se promulgó en 1912, y durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-30) se acentuó. Se comenzaron a cortar o prohibir aquellas películas que cuestionaban los valores tradicionales de España y ofrecían una imagen peyorativa del país. La mayoría eran extranjeras, ya que el cine español apenas hacía falta censurarlo: era tan conservador, tradicionalista y puritano como la sociedad que representaba, y completamente subordinado a la moral impuesta por la Iglesia católica.

Tras la proclamación de la República en 1931, la presión censora se relajó, pero no desapareció. Sin embargo, no fue hasta la victoria de Franco en la Guerra Civil cuando se institucionalizó definitivamente la censura. Hubo que esperar hasta la muerte del dictador y el advenimiento de la democracia para abolirla. Mientras duró, se prohibieron títulos emblemáticos, se cortaron escenas y se manipularon diálogos. La Junta Superior de Censura Cinematográfica tenía el objetivo de preservar los valores morales de las películas que se estrenaban en las salas españolas y controlar su contenido ideológico. Entre sus atribuciones estaban las de supervisar los guiones de la producción nacional, conceder los permisos de rodaje, otorgar las licencias de exhibición y calificar las películas por edades. Los filmes que no cumplían con los preceptos exigidos o se modificaban o eran prohibidos.

El doblaje era una práctica obligatoria desde 1941, y fue el arma más poderosa de la censura franquista, ya que permitía ejercer un control absoluto sobre los diálogos, los sonidos e incluso la música.

Puesto que algunos sectores del régimen creían que el cine extranjero, sobre todo el estadounidense, era obsceno y representaba una conducta inmoral a evitar por la sociedad española, se publicó la Orden del Ministerio de Industria y Comercio de 23 de abril de 1941. Esta consistía en una serie de normas a seguir en la exhibición de películas extranjeras y cuya importancia radica en su artículo octavo, que proclama el doblaje obligatorio de toda producción extranjera estrenada en las pantallas españolas: Queda prohibida la proyección cinematográfica en otro idioma que no sea el español, salvo autorización que concederá el Sindicato Nacional del Espectáculo, de acuerdo con el Ministerio de Industria y Comercio y siempre que las películas en cuestión hayan sido previamente dobladas. El doblaje deberá realizarse en estudios españoles que radiquen en el territorio nacional y por personal español.

En cuanto al método, el Estado puede intervenir dentro del proceso del doblaje en las siguientes tres fases: - en la gestión administrativa, es decir, puede otorgar o no licencias o permisos de doblaje; - en el ajuste de diálogos mediante la alteración, supresión, cambio o adición de palabras, frases o diálogos enteros o parciales, y - en el montaje final de la película «cambiando, alterando o suprimiendo planos, secuencias o rollos de imagen enteros o parciales».

Al igual que el Estado, la Iglesia también puede actuar durante el proceso de doblaje, ya sea mediante la intervención del ajuste de diálogos (cambios, alteraciones, supresiones o ampliación de palabras, frases o diálogos parciales o enteros) o mediante la manipulación del montaje final (modificación o supresión de planos).

Algunos ejemplos de la censura en el doblaje

En la película Arco de Triunfo de Lewis Milestone (1948), hay una escena en que Ingrid Bergman es preguntada sobre su amante, un hombre con el que mantenía unas relaciones que hoy día fácilmente podríamos calificar de “inapropiadas”: ¿Es su marido?, ella negaba con la cabeza al mismo tiempo que de sus labios salía un claro y rotundo “Si”. Los españoles no debían ver en la pantalla la existencia de una relación de este tipo entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio.

En la película Casablanca, de Michael Curtiz, de 1943, los censores no dejan pasar dos diálogos, que aparecen en la versión original, en los que Rick (Humphrey Bogart), hablando con el Prefecto de Policía en una ocasión y en otra con el Jefe de la Resistencia de Checoslovaquia, es preguntado por ellos y admite haber luchado en 1936 en España con los gubernamentales: pues bien, su lucha en España, con el doblaje adecuado pasa a ser participación en la guerra contra la anexión de Austria. El doblaje hace desaparecer de los diálogos estos errores de juventud del protagonista.

En la película Mogambo, de 1953 dirigida por John Ford y con Clark Gable, Ava Gardner y Grace Kelly, la capacidad de transformar la historia cambiando los diálogos para evitar situaciones que consideraban inaceptables, llevó a los censores a ir cada vez más lejos: podían cambiar los esposos en hermanos,  convertir palabras de amor desesperado en ferviente oración, en Las nieves del Kilimanjaro,  de Henry King, en 1952, o el marido en padre, en El ídolo de barro, de  Mark Robson, de 1949. En Las lluvias de Ranchipur, de Jean Negulesco, de 1956, para evitar un adulterio, la censura española asesina al marido de Lana Turner, la cual  se había enamorado de un galán hindú, encarnado por Richard Burton. En la versión original, en un encuentro con un tigre en una cacería, el marido resulta solamente herido, pero en la versión española es devorado por el tigre con lo que se resuelve el problema de la infidelidad y adulterio. Fue interesante ver en la pantalla cómo un actor norteamericano trasmitía todo un discurso moral a pesar de tener la boca cerrada.

Arco de Triunfo de Lewis Milestone (1948)

Casablanca, de Michael Curtiz, de 1943

Mogambo, de John Ford, 1953

Las lluvias de Ranchipur, de Jean Negulesco, de 1956



La película Raza, manipulaciones y autocensuras


Del texto de Gabriela Viadero, autora de la tesis: La cinematografía como instrumento de construcción nacional: largometrajes de ficción 1939-1975. Dirigida por el catedrático José Álvarez Junco.

El dictador, Francisco Franco, escribió la novela 'Raza', firmada con el pseudónimo de Jaime de Andrade, que se llevó a la pantalla en 1941 bajo la dirección de Sáenz de Heredia Tras el final de la Segunda Guerra Mundial el propio Franco revisó su obra para hacerla más proclive a los EE.UU. y eliminar las referencias al pasado de simpatía nazi, un caso único de auto censura en la historia del cine. La nueva versión estrenada en 1950 eliminó escenas y diálogos comprometidos y se retiraron y destruyeron las copias originales, hasta que en 1996 apareció una versión íntegra en Alemania.

Entre finales de 1939 y principios de 1941, Franco escribió una novela, Raza, de trama simplista y personajes maniqueos. Un relato que no aporta nada desde el punto de vista literario, y que, en cambio, es una joya para la historiografía. No se contentó con la novela, escrita con el pseudónimo de Jaime de Andrade y en 1941 instó al director José Luis Sáenz de Heredia a llevarla a la pantalla.

Raza se rodó en 1941 con el patrocinio del Consejo de la Hispanidad -una entidad de carácter oficial y voluntad pro-imperial-, que había visto la luz el 2 de noviembre de 1940. Se buscó a un director que pudiera llevar el texto a las pantallas de los cines españoles. El elegido, tras una serie de pequeños cuestionarios entre varios aspirantes, fue Sáenz de Heredia, primo hermano de José Antonio Primo de Rivera.

La película evolucionó con los acontecimientos históricos. Si en 1941 no había problema ninguno en mostrar a los republicanos y masones como enemigos de España, a finales de la década la coyuntura había cambiado y era necesaria una redefinición de la Guerra Civil para que el régimen se sintiera legitimado. Tras la derrota de los fascismos y el deseo de un acercamiento a EE.UU., Franco encontraría en la lucha anti comunista su principal filón.

Los cambios comienzan con el título: pasa a titularse Espíritu de una raza, aligerando las connotaciones fascistas del término raza. Por el mismo motivo, se eliminan todo los saludos con el brazo en alto. El enemigo, al que se aludía de manera difusa (republicanos, masones, burgueses, políticos....) pasa a ser el comunismo con toda claridad, dibujándose al régimen de Franco como el pionero en esta lucha. De hecho, se borraron de la banda sonora a enemigos como los masones y se eliminaron, convenientemente, todas las alusiones directas a Estados Unidos en el contexto de la Guerra de Cuba, ya que ahora Franco lo necesitaba de aliado.


Bibliografía


Ángel Luis Montejo González. Sexualidad, psiquiatría y cine,  Editorial Glosa

González, M. M. (2000). El cine de Hollywood y la censura franquista en la España de los 40: Un cine bajo palio. En Rabadán, R. (Ed.), Traducción y censura inglés-español 1939 – 1985: estudio preliminar (pp. 61 – 86). León, España: Universidad de León.

Historia y Vida. Número 564

Montiel Álvarez Teresa Los inicios de la censura ene el cine

Pérez L. de Heredia, M. (2000). Traducción y censura en la escena española de posguerra: Creación de una nueva identidad cultural. En Rabadán, R. (Ed.), Traducción y censura inglés-español 1939 – 1985: estudio preliminar (pp. 153 – 190) León, España: Universidad de León