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La censura en el cine
Breve historia de la
censura en el arte
y la
comunicación
©Enrique
Martínez-Salanova Sánchez |
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El
puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas
de cine
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Censura
cinematográfica, desde los comienzos
Una
secuencia de 18 segundos “El beso” de Edison, fue censurada ya en 1898
pues escandalizó a la sociedad puritana del momento. La censura,
ocultamiento o destrucción de imágenes que se consideraban perniciosas
por lo político o lo moral, se comenzó a dar con prontitud en el cine.
El cine fue desde sus inicios un
transmisor de ideas de potencial inestimable. Por ello, los grupos de
presión políticos, religiosos, ligas de mujeres y funcionarios de los
gobiernos, estuvieron muy al tanto, y con mucha frecuencia lograron
denunciar y suprimir películas, cortarlas, o realizar actos contra salas
que emitían determinadas películas. Los gobiernos, en lo político,
fueron muy proclives a combatir el cine que se consideraba contrario a
sus planteamientos políticos e ideológicos. |
Hablo de la censura en el cine
Recuerdo, de cuando era niño, cómo en las puertas de las iglesias se
exponía un cartel con la llamada "Clasificación Moral de Espectáculos",
en la que se relacionaban todas las películas que se exhibían en las
salas de cine, clasificándolas en varios grupos. En los cines existía
una clasificación muy similar, y los exhibidores y sus empleados tenían
vigilancia policial constante para que nadie se colara en una película
que no era de sus edad. Además, existía la censura política, que era más
general, se aplicaban ya los cortes a las películas, se doblaban con
otros textos o directamente se prohibían. Hubo películas míticas que
pude ver ya bastante mayor y otras que vi fuera de España. Lo cierto es
que nacimos inmersos en la censura de todo tipo, literaria,
cinematográfica, moral, política. Y contra todas ellas he luchado toda
mi vida.
En 1898
la escena de 18 segundos “El beso” de Edison, escandalizó a la sociedad
puritana. la visión en su momento ya puso las bases en ciertos sectores,
de la amenaza a los valores tradicionales que representaba el cine en la
sociedad de principios de siglo XX.
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Fotograma de la película Los
400 golpes de
François Truffaut
Esta
escena de The Branding Iron (1920) fue cortada por la junta de
censura cinematográfica de Pennsylvania, que prohibió la película por su
tema de infidelidad.
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Censuras en los comienzos del cine
El
primer acto de censura data de 1903, año en el que se censuró la danza
del vientre en la de la actriz Fatima Djemille en el corto
cinematográfico de Fatima‟s Coochee-Coochee Dance (1896). La imagen de
este baile provocativo no fue suprimida, pero sí tachada por dos líneas
que taparon el pecho y las piernas de la actriz (RTVE, 2011).
Ya en 1907, en
Chicago, la Comisión del Vicio, consiguió que se aprobase una
ordenanza por la cual para poder exhibir una película, contasen con el
visto bueno del comisario de policía. O sea, que si al jefe de
policía no le gustaba una película, cerraba el local, quedaba a juicio
del censor de la policía si los niños, o las mujeres, o nadie, podía ver
el film. La
censura sólo se limitaba a las películas, no a las representaciones
teatrales, de manera que la injerencia de la legislación, censurar antes
de la exhibición, discriminaba a la industria cinematográfica por encima
de la de otros espectáculos.
En Nueva
York la situación llegó a un punto extremo, cuando una serie de
ministros religiosos comenzaron una feroz campaña contra el vicio y la
corrupción infantil. Ahora el ataque se extendía desde las películas, a
cualquier juego de azar, y el pelo a lo garçon, todo debía ser
regulado y restringido. La intervención de los grupos religiosos, junto
con la de reformistas sociales y representantes de los estudio de cine,
en una sesión pública en el ayuntamiento de la ciudad, lograron dar un
eco popular importante a la problemática de la censura Las salas de cines fueron cerradas, se revocaron todas las
licencias en plenas navidades de 1908, y obligaron a la industria con
esta decisión a negociar una salida previa apelación en los tribunales,
por la arbitraria forma en que se estaba tratando el negocio de las
películas. Charles Sprague Smith, fundador del People´s Institute,
propuso la creación del New York Board
of Motion Picture Censorship (NYBMP), que en 1916, cambiará su nombre
por el National Board of Review of Motion Picture, eliminando la palabra
censura del mismo. Entre estas dos fechas, el Consejo no llegó a
censurar realmente. Compuesto por diferentes asociaciones, sólo
recomendaba, lo que era considerado poco efectivo por órganos
legislativos y guardianes de la moral social. La industria
cinematográfica por su parte, aceptó de buen grado las “recomendaciones”
de la institución.
Frederick Clemson
Howe,
(1867–1940), senador,
fue nombrado
presidente del Consejo de Censura. Howe, estaba de acuerdo en que las
películas debían mostrar la realidad que rodeaba a los ciudadanos, no
ocultar, restringir o dulcificar las condiciones o circunstancias en que
la sociedad moderna se desarrollaba. Para Howe, censurar violaba la
Primera Enmienda, pero sí estaba de acuerdo en que se debían evitar
visiones escabrosas, blasfemas o indecentes. A pesar de esto, no tenía
intención de ser, ni de que el Consejo fuese, un guardián de la moral de
niños y mujeres.
La perspectiva desde
la que se juzgaba a las películas era de índole social, salpicada de
fanatismos morales y religiosos. Howe -que años después sería tildado de
rojo- temía, como así ocurrió en los siguientes cuarenta años, que la
intervención de Estado en un medio de expresión como era el cine, sería
catastrófico, ya que provocaría que la autocensura de las propias
compañías daría lugar a películas vacías, simples sin salirse de lo
convencional, y en caso de no ser así, la creación de diferentes leyes
municipales cada una con sus criterios dispares, que es lo que por su
parte, más temía la industria, ya que sería imposible realizar películas
para satisfacer los distintos principios morales. |
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La censura en los años
20 del siglo XX
Aunque la producción cinematográfica
seguía estando en Nueva York, a partir de 1910, California comenzó a ser
el lugar al que se trasladaron las compañías cinematográficas buscando
un cambio en todos los sentidos: el clima, las condiciones laborales, y
bajos impuestos. Cambiaron los lugares de exhibición de las películas,
los mal ventilados locales de nickelodeones, la oscuridad, el reducido
tamaño, incluso el sector social que acudía a ver las películas se
transformaron en lugares lujosos, iluminados, decorados temáticamente o
mezclando estilos de manera desbordante y excesiva. Los teatros
remodelados y los de nueva construcción, proporcionaban todo tipo de
diversiones, teatro, música
y cine, en un mismo espacio. El público asistía a un
espectáculo rodeado de una ambiente fantasioso, teatral y lujoso, que
nada tenía que ver con los antiguos
National Board of Review
ni su viciado ambiente.
El final de la segunda Guerra mundial,
aportó al cine estadounidense el talento de los directores europeos como
Ernst Lubitsch o Erich von Stroheim, hábil el primero para sortear la
censura con el famoso “toque Lubitsch” y problemático para los estudios
el segundo por sus excesos temáticos. El toque Lubitsch, era la hábil
manera irónica y sutil, en que el director berlinés utilizaba para
saltarse la censura y que se convirtió en su reconocido sello creativo.
Por otra parte, La National Board of
Review que para entonces ya había eliminado la palabra “censored” de su
nombre, comenzó a ser acusada de demasiado laxa a la hora de revisar las
películas que se estaban produciendo por parte de la industria. El
tratamiento de los nuevos temas empezó a levantar de nuevo las iras de
los grupos de presión censora, además de que hubo innumerables
escándalos entre la gente del cine, fruto de los excesos de las
estrellas. No se salvaba de la sospecha ni siquiera Cecil B. De Mille
que realizó al principio de su carrera todo tipo de películas, y se
especializó en historias bíblicas donde el bien triunfa sobre el mal,
pero el lenguaje visual que daba a sus escenas para llegar a la moraleja
final cuasi victoriana, era demasiado obscena a ojos de los censores.
Los años veinte trajeron una serie de escándalos y muertes fruto de la
vida llena de excesos que actores y directores tenían en su vida
privada, y que no tenía nada que ver con la imagen que daban en
pantalla. La Federación de Mujeres de Chicago denunció para entonces, el
alto porcentaje de películas que debían haber sido censuradas en 1918 -
alrededor de las ¾ partes de la producción cinematográfica-, y que no lo
habían sido, rompiendo su asociación con la National Board of Review of
Motion Picture. A esto se unieron los grupos religiosos episcopalianos,
baptistas, metodistas y presbiterianos y para 1921 la prensa animó a
este boicot contra la National Board of Review of Motion Picture,
acusando a la industria del cine del apoyo económico a dicha
organización,
La cantidad de sucesos delictivos fruto
del consumo de drogas, las fiestas y el derroche de todo tipo que entre
la colonia cinematográfica se daba, tras las maratonianas jornadas de
rodaje, se procuraba ocultar a la opinión pública para no dañar la
imagen de sus actores y evitar aún más la persecución desde los sectores
críticos con el mundo del cine. |
El Código Hays
William Harrison Hays, 1879-1954, fue quien dio nombre al
Código Hays, que censuraba películas americanas, fue el primer
presidente de la MPPDA (Asociación de Productores y Distribuidores de
Cine de América) hasta que se jubiló en 1945.
Hays parecía reunir las condiciones adecuadas para dar
sensación de orden en la industria: abstemio, presbiteriano y masón, fue
bautizado como el “zar” del cine por los medios de prensa
cinematográficos. Actuaba como un relaciones públicas y se tomó en serio
su tarea: introdujo las cláusulas de moralidad en los contratos de la
estrellas y fundó la compañía de contratación de extras para las
películas
Hays intentó reducir los costes de los estudios (y
mejorar la imagen de la industria en general) aconsejando
individualmente a los estudios sobre cómo producir películas para
reducir la posibilidad de que la película fuera cortada. Cada consejo
mantenía sus "criterios" en secreto (si en verdad tenían algún
criterio). Por eso, Hays estaba obligado a intuir lo que cada consejo
permitiría o no permitiría. Al principio, aplicaba lo que llamaba "La
Fórmula" pero no fue especialmente exitosa. A partir de él, desarrolló
un grupo de pautas que llamaba "Los Nos y los Ten Cuidado". En general,
sus esfuerzos en el preestreno y la autocensura fueron infructuosos a la
hora de acallar las peticiones de censura federal.
Su misión fue conjugar la industria
cinematográfica, con las aspiraciones moralizantes de la sociedad más
puritana. Por un lado, evitar que surgiesen más
comités de censura cinematográfica que para entonces ya ascendía a 37
estados censores y por otra introducir la idea patriótica del negocio
americano de las películas, alejado de la idea errónea que se estaba
dando a entender de películas perniciosas para el público general.
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William Harrison Hays |
Daniel Lord |
El código Lord-Quigley
En 1929, Martin Quigley, editor laico católico de la revista
cinematográfica Motion
Picture Herald, y el presbítero jesuita Daniel A. Lord redactaron un código de normas cinematográficas (que agradó
mucho a Hays)
y lo presentaron a los estudios.
Lord estaba muy preocupado por los efectos negativos que el cine
sonoro pudiera tener sobre los jóvenes, que, según él, eran más
susceptibles de sucumbir a los encantos del celuloide. En febrero de 1930, varios directivos
de la industria cinematográfica
se reunieron con el padre Lord y con Quigley y, después de algunas
revisiones, suscribieron las estipulaciones del código. Uno de los
motivos principales que impulsaron la aceptación del código fue evitar
la intervención directa del Gobierno. El código estaba dividido en dos partes: la primera parte comprendía una
serie de “principios generales”, la mayoría de ellos relacionados con
aspectos morales, mientras que la segunda parte hacía referencia a una
serie de “normas específicas” (lista de contenidos que no podían
representarse). El
código prohibía, también, el mestizaje (relaciones interraciales) y
determinaba que la calificación “solo para adultos” sería una estrategia
poco efectiva y ambigua que podría dificultar su aplicación. |
Macartismo y cine
El macartismo (mccarthismo, maccarthismo o macarthismo)
es un término que se utiliza en referencia a acusaciones de deslealtad,
subversión o traición a la patria, sin el debido respeto a un proceso
legal justo donde se respeten los derechos del acusado.
Entre 1950 y 1956, el senador
de EEUU Joseph McCarthy, 1908-1957, desencadenó un extendido proceso de
declaraciones, acusaciones infundadas, denuncias, interrogatorios,
procesos irregulares y listas negras contra personas sospechosas de ser
comunistas. Los sectores que se opusieron a los métodos irregulares e
indiscriminados de McCarthy denunciaron el proceso como una «caza de
brujas» y llevó al destacado dramaturgo Arthur Miller a escribir su
famosa obra "Las brujas de Salem", 1953.
Escritores y gente perteneciente al mundo del cine fueron
algunos de los más afectados por este fenómeno. Una ley no escrita les
impedía publicar nada en cualquier medio de comunicación, so pena de que
dicho medio fuera acusado de trabajar a sueldo de los comunistas. Se
censuraron más de 30.000 libros, los cuales fueron retirados
inmediatamente de bibliotecas y librerías, entre los cuales se
encontraba el famoso Robin Hood o la novela Espartaco de Howard
Fast.
Uno de los actores más perseguidos fue Charles Chaplin,
quien en su autobiografía describe un interrogatorio en el que,
sorprendido por la pregunta de «qué quería dar a entender en un discurso
cuando dijo: "camaradas"», él respondió: "Exactamente eso. Busqué la
palabra en el diccionario. Los comunistas no tienen la exclusiva de esa
palabra"
Las técnicas de McCarthy se basaban en gran medida en
lanzar incriminaciones falsas sobre los acusados (que nunca eran
comprobadas), o incluir a determinadas asociaciones en su lista de
organizaciones pro-comunistas (sin tener nada que ver). En ese sentido,
y de ahí el nombre, se parecía bastante a la caza de brujas medieval,
donde también las acusadas carecían de la posibilidad de demostrar su
inocencia.
La lista negra más significativa, "Los
diez de Hollywood", The Hollywood Ten, fueron fueron Alvah Bessie
(guionista), Herbert Bibeman (guionista y director), Lester Cole
(guionista), Edward Dymytryk (director), Ring Lardner Jr. (guionista),
John Howard Lawson (guionista), Samuel Ornitz (guionista), Albert Maltz
(autor y guionista), ADrian Scott (productor y guionista) y, finalmente,
Dalton Trumbo (novelista, guionista y director). En 1948, tras unos
juicios breves, fueron condenados a un año de prisión y a pagar una
multa de 1 000 dólares. Los diez de Hollywood fueron automáticamente
incluidos en la lista negra de Hollywood. Si bien estas listas negras
acabaron en la década de 1960, el daño no pudo repararse. |
Joseph
McCarthy
Dalton
Trumbo |
La gran aventura de Tarzán (John
Guillermin, 1959)
Viridiana, de Luis Buñuel, 1961
Arroz amargo,
de
Giuseppe de Santis, 1949
Ladrón
de bicicletas, de Vittorio De Sica,
1948
Gilda
(1946) dirigida por Charles Vidor
Cleopatra',
de Joseph L. Mankiewicz, 1963
Sed de mal, de
Orson Welles, 1961
Vencedores y vencidos, de
Stanley Kramer, de 1961
El Gran Dictador, Charles Chaplin, 1940 |
La censura cinematográfica en España
Extractos de
Sexualidad,
psiquiatría y cine de Ángel Luis
Montejo González y La censura cinematográfica franquista.
la-censura-cinematografica-espanola.html
La censura en
España empezó prácticamente con la llegada del cine, aunque fue su
esplendor en la época de la dictadura de Franco.
La Comisión censora, en 1921, ordenó a
los empresarios de los cines de Madrid que las salas de proyección
estuvieran divididas en tres espacios separados: uno para las señoras
solas, otro para los caballeros solitarios y un tercer espacio para las
parejas, éste último iluminado con una luz roja que impidiera o al menos
dificultara la creatividad artística que pudiera producirse también
fuera de las pantallas, al amparo de una oscuridad cómplice y
protectora.
En el año 1937 se creó la “Junta Superior de Censura Cinematográfica”,
cuya sede se fija en Salamanca, asignándole la función de “revisar
o censurar debidamente todas las cintas cinematográficas que tengan
entrada o se impresionen en la zona nacional expidiendo un certificado
de las que puedan proyectarse”, prohibiéndose en todo o en parte
las películas que tuvieran carácter de propaganda social, política o
religiosa que fueran contrarias a la moral o a las ideas del Régimen.
La postura de la Iglesia ante el cine fue de condena absoluta del propio
medio. En septiembre de 1939 escribe el Obispo de Pamplona Monseñor
Olaechea: “Son los cines tan grandes
destructores de la virilidad moral de los pueblos, que no dudamos que
sería un gran bien para la Humanidad el que se incendiaran todos… En
tanto llegue ese fuego bienhechor, ¡feliz el pueblo a cuya entrada rece
con verdad un cartel que diga: Aquí no hay cine!”
Durante los primeros años del régimen se marcó a todas aquellas
personalidades del mundo del cine que habían expresado sus simpatías por
la República. En 1940 se prohibió citar en la publicidad de las
películas los nombres de veintinueve estrellas de Hollywood. Entre ellas
estaban Charles Chaplin,
Bette Davis o Joan Crawford.
Con el sexo no había piedad.
Las cintas, que ya de por sí solían llegar censuradas de sus países de
origen, eran analizadas escrupulosamente y clasificadas según una escala
del 1 (“para todos los públicos”) al 4 (“gravemente peligrosa”), pasando
por el famoso 3-R (“mayores con reparos”).
La persecución llegó a dar lugar a situaciones
que rozaban el absurdo. Se calificó para adultos la película
juvenil La gran aventura de
Tarzán (John
Guillermin, 1959) porque el cuerpo del hombre-mono podía “desviar
peligrosamente la atención de los adolescentes de la sexualidad
femenina”.
En muchos casos los acomodadores de las salas se convirtieron en celosos
cuidadores de las buenas formas y sorprendían con frecuencia con la luz
potente de su linterna a las parejas de enamorados que prestaban en ese
momento escasa atención al desarrollo de la película, mientras les
conminaban con voz autoritaria a que se “comportaran
como Dios manda”.
Otras películas eran prohibidas por estar rodadas en cualquiera de los
idiomas regionales ya que en esa época se prohíbe incluso su uso en la
calle para evitar “la morbosa
exacerbación en algunas provincias del sentimiento regionalista, por
entrañar una significación contraria a la unidad de la Patria”.
Sin embargo, en la España de aquellos años se tuvo, por parte de la
censura cinematográfica, como mayor enemigo al sexo, y cualquier
manifestación sexual era perseguida y erradicada de forma sistemática.
Muchas películas, que tuvieron un
gran éxito en la taquilla, pudieron pasar la censura gracias a unos
finales en los que los culpables de los delitos sexuales eran castigados
por el cielo de forma inequívoca y ejemplar con muertes horribles que
lógicamente llevarían al espectador a reprobar y rechazar estas
conductas por el miedo al castigo divino y a alegrarse con el triunfo
del bien.
La peor censura. 1951
Fue a causa del
nombramiento de un nuevo gobierno de Franco en el que entra como
ministro de Información y Turismo Gabriel Arias Salgado,
falangista
acérrimo, franquista absoluto, preocupado hasta lo patológico por evitar la condenación eterna de los
españoles. Esta situación motivó que los productores y
directores hicieran dobles versiones, una para España y otra para el
extranjero. Con ello podían conseguir con la versión española una buena
clasificación en nuestro país, con las ventajas económicas de las
subvenciones estatales y con la versión extranjera podían llegar a
interesar fuera de nuestras fronteras, consiguiendo así mayores
beneficios económicos.
También en estos años se produce el inicio del turismo en las playas de
la península que trajo a las nórdicas y sus bikinis lo que llevó a los
productores a pedir poder llevar a las pantallas el mismo espectáculo
que existía en las costas mediterráneas. El dilema se resolvió después
de unos años, de una forma típicamente franquista: se permitió que el
cine español exhibiera un bikini, pero, como veremos después, a
condición de que el mismo fuera usado no por una española, sino por una
extranjera. Hay que decir que la aceptación los bikinis fue inevitable,
ya que era una aportación del turismo, al que de ninguna manera podía el
Estado renunciar, porque era fuente de ingresos importantes y muy
necesarios para la economía del país.
Una de las más conocidas y denigrantes censuras de
esta época ya en su último año de
mandato, fue con Viridiana, de Luis Buñuel, 1961, película enviada para representar a España en el Festival de
Cannes y allí obtuvo el primer premio. Don José Muñoz Fontán, en calidad
de Director General de Cinematografía y Teatro recogió el galardón en el
escenario y, poco después, tras la crítica del Vaticano, publicada en
L´Osservatore Romano, que consideró a la película blasfema y
violentamente anticristiana, Don José fue destituido fulminantemente y
se prohibió toda mención del premio y de la película en la radio y en la
prensa, siendo declarada de forma oficial como inexistente.
En febrero de 1955 ante la situación que se producía en el cine español,
algunos profesionales, encabezados por Basilio Martín Patino, Juan
Antonio Bardem y Carlos Saura, hicieron un llamamiento para organizar una reunión con el fin de
estudiar los problemas y buscar soluciones a todo lo relacionado con el
tipo de cine que se estaba haciendo en España. Este llamamiento dio como
resultado la organización de las llamadas “I Conversaciones de
Salamanca” que se celebraron en mayo de 1955.
En Vencedores y vencidos, de Stanley Kramer, de 1961, se eliminaron
todas las secuencias en las que se vieran campos de concentración nazis.
En una de sus conclusiones piden un código de censura que determine con
claridad los asuntos y temas inabordables, que permita afrontar temas
importantes y que éste se aplique por igual a todas las películas,
españolas o extranjeras, que se proyecten en el territorio nacional o en
las colonias. Solo la Iglesia docente debe resolver sobre temas morales.
También piden que exista un sistema legal de recursos que permita a los
afectados actuar contra las disposiciones de la censura.
Todavía se tardaron varios años en conseguir este código después de
estas “Conversaciones de Salamanca”. Por fin se publica en 1963, es
decir ocho años después de haber sido pedido, cuando llegó al ministerio
Manuel Fraga Iribarne, en un intento aperturista por parte del Estado
para procurar dar una imagen de una nueva España “normalizada” y abierta
a Europa. Nombró de nuevo a José María García Escudero Director General
de Cinematografía, que fue uno de los participantes en aquellas
Conversaciones de Salamanca y gracias a ello se consiguió por fin
elaborar dicho Código de Censura que es publicado en 1963.
En el código se da una larga lista de temas, situaciones y demás
aspectos que deberán ser prohibidos en las películas. De entre ellas
entresacamos unas pocas: la justificación del suicidio y del homicidio
por piedad, la justificación del divorcio, de las relaciones sexuales
ilícitas, de la prostitución y, en general de todo cuanto atente contra
la institución matrimonial y contra la familia; la justificación del
aborto y de los métodos anticonceptivos; la presentación de perversiones
sexuales; la presentación de aquellas imágenes que puedan despertar las
bajas pasiones en el espectador; la difusión de imágenes irrespetuosas
contra las creencias y prácticas religiosas: la presentación denigrante
o indigna de ideologías políticas y todo lo que atente de alguna manera
contra nuestras instituciones o ceremonias que el recto orden exige sean
tratadas respetuosamente; cuanto atente contra los principios
fundamentales del Estado; las películas blasfemas, pornográficas y
subversivas; se prohíbe la difusión de imágenes que atenten contra la
persona del Jefe del Estado, etc…
El Gran Dictador, una de las obras maestras de Chaplin estuvo prohibida
en España durante nada menos que 35 años.
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La censura a través del doblaje, en España
Texto basado en un
artículo publicado en el número 564 de la revista Historia y Vida
La censura cinematográfica en
España no fue un invento de Franco. La primera normativa
oficial se promulgó en 1912, y durante la dictadura de Primo de Rivera
(1923-30) se acentuó. Se comenzaron a cortar o prohibir aquellas
películas que cuestionaban los
valores tradicionales de España y ofrecían una imagen
peyorativa del país.
La mayoría eran extranjeras, ya que el cine español apenas hacía falta
censurarlo: era tan conservador, tradicionalista y puritano como la
sociedad que representaba, y completamente subordinado a la moral
impuesta por la Iglesia católica.
Tras la proclamación de la República en 1931, la
presión censora se relajó, pero no desapareció. Sin embargo, no
fue hasta la victoria de Franco en la Guerra Civil cuando se
institucionalizó definitivamente la censura. Hubo que esperar hasta la
muerte del dictador y el advenimiento de la democracia para abolirla.
Mientras duró, se prohibieron títulos emblemáticos, se cortaron escenas
y se manipularon diálogos.
La Junta Superior de Censura Cinematográfica tenía el objetivo de
preservar los valores morales de las películas que se estrenaban en las
salas españolas y controlar su contenido ideológico. Entre sus
atribuciones estaban las de supervisar los guiones de la producción
nacional, conceder los permisos de rodaje, otorgar las licencias de
exhibición y calificar las películas por edades. Los
filmes que no cumplían con los preceptos exigidos o se
modificaban o eran prohibidos.
El doblaje era una práctica obligatoria desde 1941, y fue el arma
más poderosa de la censura franquista, ya que permitía ejercer
un control absoluto sobre los diálogos, los sonidos e incluso la música.
Puesto que algunos sectores del régimen creían que el cine extranjero,
sobre todo el estadounidense, era obsceno y representaba una conducta
inmoral a evitar por la sociedad española, se publicó la Orden del
Ministerio de Industria y Comercio de 23 de abril de 1941. Esta
consistía en una serie de normas a seguir en la exhibición de películas
extranjeras y cuya importancia radica en su artículo octavo, que
proclama el doblaje obligatorio de toda producción extranjera estrenada
en las pantallas españolas: Queda prohibida la
proyección cinematográfica en otro idioma que no sea el español, salvo
autorización que concederá el Sindicato Nacional del Espectáculo, de
acuerdo con el Ministerio de Industria y Comercio y siempre que las
películas en cuestión hayan sido previamente dobladas. El doblaje deberá
realizarse en estudios españoles que radiquen en el territorio nacional
y por personal español.
En cuanto al método, el Estado puede intervenir dentro del proceso del
doblaje en las siguientes tres fases: - en la gestión administrativa, es
decir, puede otorgar o no licencias o permisos de doblaje; - en el
ajuste de diálogos mediante la alteración, supresión, cambio o adición
de palabras, frases o diálogos enteros o parciales, y - en el montaje
final de la película «cambiando, alterando o suprimiendo planos,
secuencias o rollos de imagen enteros o parciales».
Al igual que el Estado, la Iglesia también puede actuar durante el
proceso de doblaje, ya sea mediante la intervención del ajuste de
diálogos (cambios, alteraciones, supresiones o ampliación de palabras,
frases o diálogos parciales o enteros) o mediante la manipulación del
montaje final (modificación o supresión de planos).
Algunos ejemplos de la censura en el doblaje
En la película Arco de Triunfo de
Lewis Milestone (1948), hay una escena en que Ingrid Bergman es preguntada
sobre su amante, un hombre con el que mantenía unas relaciones que hoy
día fácilmente podríamos calificar de “inapropiadas”: ¿Es su marido?,
ella negaba con la cabeza al mismo tiempo que de sus labios salía un
claro y rotundo “Si”. Los españoles no debían ver en la pantalla la
existencia de una relación de este tipo entre un hombre y una mujer
fuera del matrimonio.
En la
película Casablanca, de Michael Curtiz, de 1943, los censores no dejan pasar dos diálogos,
que aparecen en la versión original, en los que Rick (Humphrey Bogart),
hablando con el Prefecto de Policía en una ocasión y en otra con el Jefe
de la Resistencia de Checoslovaquia, es preguntado por ellos y admite
haber luchado en 1936 en España con los gubernamentales: pues bien, su
lucha en España, con el doblaje adecuado pasa a ser participación en la
guerra contra la anexión de Austria. El doblaje hace
desaparecer de los diálogos estos errores de juventud del protagonista.
En la película Mogambo,
de 1953 dirigida por John Ford y con Clark Gable, Ava
Gardner y Grace Kelly, la capacidad de transformar la historia cambiando los diálogos para
evitar situaciones que consideraban inaceptables, llevó a los censores a
ir cada vez más lejos: podían cambiar los esposos en hermanos,
convertir
palabras de amor desesperado en ferviente oración, en Las nieves del
Kilimanjaro,
de Henry King, en 1952, o el marido en padre,
en El ídolo de barro, de
Mark Robson, de 1949. En Las lluvias de
Ranchipur, de Jean Negulesco, de 1956, para evitar un
adulterio, la censura española asesina al marido de Lana Turner, la
cual se había enamorado de un galán hindú, encarnado por Richard
Burton. En la versión original, en un encuentro con un tigre en una
cacería, el marido resulta solamente herido, pero en la versión española
es devorado por el tigre con lo que se resuelve el problema de la
infidelidad y adulterio. Fue interesante ver en la pantalla cómo un
actor
norteamericano trasmitía todo un discurso moral a pesar de tener la boca cerrada. |
Arco de Triunfo de Lewis
Milestone (1948)
Casablanca,
de Michael Curtiz, de 1943
Mogambo,
de John Ford, 1953
Las lluvias de
Ranchipur, de Jean Negulesco, de 1956 |
La película Raza, manipulaciones y
autocensuras
Del texto de Gabriela
Viadero, autora de la tesis: La cinematografía como instrumento de
construcción nacional: largometrajes de ficción 1939-1975. Dirigida por
el catedrático José Álvarez Junco.
El dictador,
Francisco Franco, escribió la novela 'Raza', firmada con el pseudónimo
de Jaime de Andrade, que se llevó a la pantalla en 1941 bajo la
dirección de Sáenz de Heredia Tras el final de la Segunda Guerra Mundial
el propio Franco revisó su obra para hacerla más proclive a los EE.UU. y
eliminar las referencias al pasado de simpatía nazi, un caso único de
auto censura en la historia del cine. La nueva versión estrenada en 1950
eliminó escenas y diálogos comprometidos y se retiraron y destruyeron
las copias originales, hasta que en 1996 apareció una versión íntegra en
Alemania.
Entre finales de 1939
y principios de 1941, Franco escribió una novela, Raza, de trama
simplista y personajes maniqueos. Un relato que no aporta nada desde el
punto de vista literario, y que, en cambio, es una joya para la
historiografía. No se contentó con la novela, escrita con el pseudónimo
de Jaime de Andrade y en 1941 instó al director José Luis Sáenz de
Heredia a llevarla a la pantalla.
Raza se rodó en 1941
con el patrocinio del Consejo de la Hispanidad -una entidad de carácter
oficial y voluntad pro-imperial-, que había visto la luz el 2 de
noviembre de 1940. Se buscó a un director que pudiera llevar el texto a
las pantallas de los cines españoles. El elegido, tras una serie de
pequeños cuestionarios entre varios aspirantes, fue Sáenz de Heredia,
primo hermano de José Antonio Primo de Rivera.
La película
evolucionó con los acontecimientos históricos. Si en 1941 no había
problema ninguno en mostrar a los republicanos y masones como enemigos
de España, a finales de la década la coyuntura había cambiado y era
necesaria una redefinición de la Guerra Civil para que el régimen se
sintiera legitimado. Tras la derrota de los fascismos y el deseo de un
acercamiento a EE.UU., Franco encontraría en la lucha anti comunista su
principal filón.
Los cambios comienzan
con el título: pasa a titularse Espíritu de una raza, aligerando las
connotaciones fascistas del término raza. Por el mismo motivo, se
eliminan todo los saludos con el brazo en alto. El enemigo, al que se
aludía de manera difusa (republicanos, masones, burgueses,
políticos....) pasa a ser el comunismo con toda claridad, dibujándose al
régimen de Franco como el pionero en esta lucha. De hecho, se borraron
de la banda sonora a enemigos como los masones y se eliminaron,
convenientemente, todas las alusiones directas a Estados Unidos en el
contexto de la Guerra de Cuba, ya que ahora Franco lo necesitaba de
aliado. |
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Bibliografía
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psiquiatría y cine,
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