En
este artículo, los autores exponen la necesidad de enfrentar con objetividad
en la familia el hecho del consumo de medios de comunicación así como la
incitación al mismo por parte de estos. Realizan un juicio crítico del medio
televisivo, por ser de uso común y el que en mayor medida incide en los
comportamientos consumistas. La televisión es un objeto de análisis, dado el
desafío social que expresa, que hace posible diseñar estrategias que
permitan aprender a ser espectadores responsables, críticos y participativos
de los medios de comunicación.
La
televisión está en todas partes, posee un poder de penetración cada vez
mayor en los hogares, en la misma calle y en los centros de enseñanza. Esta
realidad implica un desafío para los padres y la familia. Es el medio más
significativo que se inserta en la diversión, la información y la cultura;
tiene relación con otros medios de comunicación, por lo que es necesario que
niños y adolescentes crezcan viendo a sus padres utilizando libros,
periódicos, radio, y el resto de los medios de forma responsable.
Se
hace especial hincapié en la modificación de la conducta, que pasa
fundamentalmente por la imitación de arquetipos o modelos humanos, de
singular relevancia los familiares, muchos de los cuales conforman y
estimulan desde los primeros años la vida de las personas.
«El
momento oportuno es una puerta abierta hacia infinitas
posibilidades; aprende a conocer este momento».
(Pitaco de Mytilene, siglo V antes de C.).
«El
hombre es la medida de todas las cosas».
(Protágoras, siglo VI antes de C.).
«La
victoria de la llamada sociedad de consumo ha sido absoluta. Ha
conseguido todos y cada uno de los objetivos a que podía aspirar un
demonio postmoderno. Ha conseguido que vivamos en ella y de ella
plácidamente: está asumida. El consumo no es tan solo el objetivo
final de toda actividad económica. Va más allá de un ideal tan
pedestre. Es el criterio de la desigualdad entre los hombres. La
medida de la felicidad. El estilo de vida. La religión de todos. El
consumo, no el hombre, es la medida de todas las cosas».
(Salvador Giner).
«La
sala de estar, o el lugar en el que se dispone del televisor, es muy
pequeña en comparación con los mundos que se crean en su interior.
Sin salir de casa se ve cine, deportes, noticias, entretenimientos,
teatro y revistas, se conocen las últimas novedades de la moda, de
las vanguardias artísticas, la interpretación del mundo que hacen
los ideólogos, los políticos, los técnicos y los periodistas. El
universo se infiltra en el pequeño mundo individual y familiar».
Enrique Martínez-Salanova Sánchez en Educación para la lectura
crítica de la televisión. 1995. Comunicar 4.
«Os
han pillado. Vuestro es el pecado de no ocuparos de lo que el tubo
os puede llegar a escupir a la cara y vuestro también es el castigo:
sabed que no contáis, que aunque estéis ahí no les importáis nada a
quienes deciden vuestro destino de espectadores. Ni siquiera depende
de vosotros que lo que lo que podría ser un arma invencible de
cultura y una fuente de diversión inteligente, sea ese disparate
aberrante que tanto os avergüenza consumir».
Paloma Chamorro, en "La Televisión". La revista. Oct. 1995. |
Nuestra sociedad se ve en la actualidad girando en torno al mundo de las
imágenes. Niños, adolescentes y adultos han cambiado gradualmente el mundo
de la lectura, el de los museos y la naturaleza, por el de la imagen. Si se
reduce aún más el ámbito, incluso el cine, para el que hay que cambiar de
ambiente y salir de casa, se sustituye por el restringido espacio del salón
familiar, y se reemplaza por la televisión. La televisión eleva así su
status social, se convierte en uno de los principales generadores de cultura
y se hace centro de la organización de la jornada familiar.
La
televisión centraliza la mayor parte de la actividad de diversión,
informativa y cultural. La familia no puede ignorar este problema, y sin
negar el hecho televisivo, debe valorar la importancia de la persona como
elemento central de la cultura y del comportamiento alrededor de la cual
deben girar todas las actividades humanas, incluyendo los medios de
comunicación.
La
televisión, en principio, está ahí. Sin remedio. No se puede ni debe dar la
espalda a las nuevas tecnologías, ya que permiten la entrada a mundos
diferentes. Sin embargo no todo es válido; hay que aprender a discriminar, a
diferenciar programas; intentar convertir un potencial peligro en un logro
cultural de la humanidad. La familia tiene la primera responsabilidad y
primordial importancia en la ineludible solución de los problemas que genera
el poder de los medios de comunicación; así mismo es la familia nuclear la
que tiene en su seno el compromiso de mantener la cultura y velar porque el
cambio de valores que inevitablemente se produce, se realice en beneficio de
la evolución solidaria de la especie humana.
1. Aceptar y adelantarse a las nuevas tecnologías.
El
viejo payaso que odia el teatro y sigue en él, dice:
«también
odio la vista de la sangre y la tengo en el cuerpo».
Charles Chaplin.
«Quién
da primero da dos veces».
Refrán popular.
Es
necesario adelantarse a los acontecimientos tecnológicos. A veces no lo
hacemos por comodidad; otras por desconocimiento o miedo. Nos cerramos a la
evidencia. Los aparatos no son ni buenos ni malos, ni dioses ni demonios. En
la utilización correcta de los medios está implicada la labor educativa de
la familia.
Lo
normal es que los chicos y chicas ganen la mano a sus padres en la
utilización de los artefactos. Más tarde nos quejaremos de que nuestros
hijos "ven demasiada tele", "se pasan horas jugando en el ordenador", "no
les entusiasma la lectura", etc.
No
podemos ni debemos rechazar de plano la tecnología. Ha entrado en nuestra
sociedad, y nos es imposible huir de ella. En la medida de las
posibilidades, los padres debemos aventajar a nuestros hijos en el uso de
las tecnologías, en el conocimiento de la televisión, y en el equilibrio de
utilización de los medios. Podremos así orientar y servir de pauta para un
modelo familiar de utilidad de las nuevas tecnologías.
El
negarse a aceptar los medios no conduce a nada positivo. Si no brindamos la
oportunidad a nuestros hijos se van a casa del vecino, con el agravante de
que perdemos la posibilidad de orientar, de conocer actuaciones y de
solucionar los problemas en el ámbito familiar.
Por
otra parte, las pautas culturales no son patrimonio exclusivo de la familia,
sino que provienen de todos los estímulos que aporta el grupo humano en el
que se vive. Estos estímulos, en su mayoría, no pueden ser dominados desde
el reducido entorno de una casa. El mismo grupo humano tampoco interviene en
su totalidad sobre los impactos culturales que sus miembros reciben desde
otras culturas. En la familia, se entremezclan rasgos culturales recibidos
por cualquiera de sus miembros desde diferentes espacios por infinidad de
cauces incontrolables. Es la dialéctica constante entre lo molar y lo
nuclear, lo universal y lo personal.
2. Lo negativo y peligroso.
2.1. La adicción al medio.
«No
hay nada tan hermoso como una llave, mientras no se sepa lo que abre».
Maeterlink.
Nos
convertimos, tanto chicos como mayores, en adictos a la televisión. Nuestra
vida gira a veces a su alrededor. Estamos pendientes del partido de fútbol,
de la novela de la tarde, de un concurso, de una serie. Cada vez con mayor
frecuencia se paralizan actividades sociales, culturales o lúdicas por
coincidir con un programa de televisión. Cambian o se limitan nuestras
posibilidades: las reuniones no hay que hacerlas en miércoles por la noche
porque hay partido; se lamentan los dueños de restaurantes y cines por el
horario de partidos de fútbol en televisión. La sociedad entera cambia sus
hábitos de conducta horaria, en virtud de los cambios en la programación.
Llegar
a casa y encender el televisor se convierte, en muchas ocasiones, en una
sola acción inconsciente, con independencia de lo que haya en la
programación. La adicción a la tele es en algunos casos absoluta; el nivel
de alienación que genera, preocupante. Rastreamos mediante zapping todos los
canales y antes de que nos demos cuenta estamos enganchados en uno. Desde
este punto "nos tragamos lo que nos echen". Más tarde diremos que "la
televisión española es espantosa", o que no hay programas buenos. Mientras
tanto ya hemos "ingerido" sin pretenderlo, buenas dosis de imágenes,
estímulos e ideas.
2.2. La magia engañosa de la publicidad.
«Es
tan arriesgado creerlo todo como no creer nada».
Diderot.
«Y
ahora, una pausa para la publicidad. No se vayan».
Da igual que nos vayamos, oiremos el sonido por toda la casa. Ya se han
preocupado de que esté a mayor volumen, de que sus imágenes nos hayan
impactado previamente. Hasta cierta edad, alrededor de los seis años, los
niños sienten una especial atracción por la publicidad; el que los spots
publicitarios sean muy cortos, cuenten una historia completa y estén
plagados de imágenes coloristas en rápida sucesión, produce para ellos un
mayor impacto y facilita su atención. Cuando acaba la publicidad, los niños
vuelven a su quehacer: jugar.
Sin
embargo, la publicidad es importante. La información que proporciona es en
muchos casos veraz u orientativa; estéticamente podemos consumirla como obra
de arte; proporciona un medio de vida a muchos profesionales, directores,
actores, modelos, publicitarios (gracias a ella sobreviven los medios de
comunicación).
2.3. La indefensión de jóvenes y niños.
«Tenía
tantas dudas y errores, que me parecía que, a pesar de creer que aprendía,
no conseguí nada más que descubrir mi ignorancia».
Descartes.
A
partir de los diez años los niños buscan programas que son realizados para
una edad mayor. Se entusiasman con series familiares, pensadas para
adolescentes, o entran de lleno en producciones en los que en el mensaje y
la imagen priman sexo y violencia. La mayoría de los padres soportamos la
adicción de nuestros hijos a veces por propia conveniencia, -están
controlados-, otras por comodidad -para qué investigar-, otras porque
pensamos que mientras ven televisión no están en lugares peores. No debemos
cerrar los ojos a lo que hacen nuestros hijos por la misma razón por la cual
nosotros debemos ser críticos ante los medios. Nuestra responsabilidad es
educadora, empleando los elementos de didáctica familiar que correspondan,
ya que los niños y jóvenes, pueden sufrir en gran medida la influencia
física, psíquica y consumista de los medios. El aprendizaje necesario para
que las familias sean capaces de utilizar con equilibrio la televisión,
supone un esfuerzo completo de todos sus integrantes, especialmente de los
padres. Y como todos sabemos, una gran parte de lo que conseguimos se hace a
partir de la humildad que proporciona la propia ignorancia inicial.
El
mejor camino no es la utilización de la coacción represiva, por esa vía se
logran peores resultados, ya que el chico va a buscar la imagen por otro
camino interpretándola presumiblemente sin control familiar. Debemos tener
en cuenta que nuestros hijos lo ven todo. Si no es en su domicilio,
recibirán los impactos de la imagen en cualquier otro lugar. Lo que no ven,
alguien se lo contará. El mensaje les llega por infinitos caminos. Estamos
en la era de la comunicación, un fenómeno que abarca, se integra, contamina
o se infiltra en toda la vida social y cultural.
La
televisión se ha convertido en el centro de la vida social de las familias.
En algunos casos, como núcleo de la convivencia, y en otros como elemento de
disgregación social. Es cada vez más normal que en una vivienda haya varios
televisores; así se evitan muchos problemas de relación, aunque se crean
otros de incomunicación. Nos asemejamos cada vez más a la familia típica
norteamericana; viven fuera de su casa todo el día, y cuando llegan al hogar
cada uno se construye un mundo distinto en su habitación.
Si
varios televisores no ayudan a construir la relación familiar, tal vez uno
sólo tampoco favorece mucho la relación salvo el caso de que hagamos lo
posible por establecer que el televisor sea motivo de encuentro familiar. La
utilización inadecuada del televisor como vínculo y ocasión de diálogo
disgrega a la familia, creando problemas de convivencia, y logra la total
incomunicación entre los miembros del grupo.
2.4. La aceptación indiscriminada de culturas.
«Admirar
las obras de los otros es, sin duda, mucho más fácil y cómodo que trabajar».
Augier.
Los
modelos familiares, éticos, sociales y culturales que la televisión aporta,
están muy lejos de lo que es la familia en nuestra sociedad. Es normal, ya
que todos los grupos humanos son diferentes. Consumimos así otros estilos de
vida o de costumbres; se integran en nuestra cultura multiformes relaciones
familiares, éticas, sexuales... Las series que la televisión nos presenta,
reproducen situaciones por lo general muy lejanas a la realidad. Es lo que
capta nuestra juventud; viven y reproducen la fascinación de lo desconocido:
la familia norteamericana y las relaciones de sus jóvenes, valores foráneos,
costumbres y modos de comportamiento nuevos, más liberales o exóticos.
La
familia a la que pertenecemos, sin negar en ningún momento que conocer otras
realidades enriquece la nuestra, debe plantearse su propia identidad, sin
rechazar el sentido de lo diferente. El intento de deshomogeneización de la
vida cultural, de los valores y de las costumbres, supone un análisis
crítico constante y un gran esfuerzo educativo por parte de la familia. Como
dice Augier, esto es más complicado y difícil que dejarse estar, aceptando
sin compromiso todo lo que entra por la pequeña pantalla.
2.5. Confundir lo verdadero con lo falso.
«Sólo
hay una verdad absoluta; que la verdad es relativa».
Maurois.
La
televisión nos incita a confundir verdad y falsedad, realidad y ficción.
Nuestros hijos, que se han criado en la era de la televisión, acostumbrados
a convivir con ella desde su nacimiento, la perciben como parte de la
familia; no es un simple mueble, es otro miembro más que forma parte de la
vida cotidiana. Y de la vida cotidiana es la violencia, el engaño,
costumbres extrañas a la cultura del entorno, la publicidad, las noticias,
la música ...
La
televisión nos presenta en determinados momentos la misma realidad, aunque
sesgada, partida o compartida, entreverada de fantasías y engaños, de
documentos y publicidad. Resulta complicado discriminar la verdad-realidad
del engaño-ficción.
Desde
la familia se deben buscar nuevas formas de ver televisión. La sociedad en
la que vivimos necesita el compromiso de la familia, desafío del que la
televisión nos aleja. Es imprescindible detectar la realidad,
distinguiéndola de los mundos exclusivamente fantásticos, descubriendo una
nueva óptica de lo veraz. La velocidad a la que recibimos los estímulos a
través de los medios, nos crea esquizofrenia de comportamientos, y falsea
nuestro propio compromiso social; esto nos obliga a relativizar la imagen, a
destruir la dualidad creada entre realidad y ficción, a iniciar a niños y
adolescentes en la detección de las diferencias entre lo sucedido y lo
imaginado (pueden creer inconscientemente que todo tiene truco, incluso la
realidad que se nos presenta).
La
información que proviene del mundo de lo audiovisual y los continuos
estímulos que aporta a la cultura, pueden parecernos pruebas irrefutables de
que el mundo es de otra manera: más divertido o más cruel, más solidario o
menos solidario, más lujoso o más pobre.
El
mundo fantástico, idílico, mítico, que era el cine para otras generaciones
se convierte, por obra y gracia de la televisión en un mueble generador de
realidades obvias.
3. Lo ventajoso y positivo.
3.1. Nuevas visiones del mundo e información valiosa.
La
televisión ofrece otras realidades que no conocemos. Cada día percibimos y
utilizamos nuevas técnicas; participamos de costumbres de otros países,
disponemos de informaciones en directo; poseemos cada vez mayor cantidad de
datos, disponemos del privilegio de contemplar películas que no pudimos en
su momento ver en el cine, tenemos la facilidad de surtirnos de opiniones de
profesionales de todos las ramas del saber, del arte o de la cultura.
Podemos encontrar programas en los que se procura el debate, la discusión y
la confrontación de ideas.
3.2. Integrar en la familia las nuevas tecnologías.
«Nada
tan peligroso como ser demasiado moderno; se corre el peligro de quedar
anticuado».
Oscar Wilde.
Por
ser la televisión un medio tecnológico y comunicativo de primer orden hay
que actuar positivamente ante sus posibilidades y consecuencias. Es
necesario que la televisión contribuya a la educación permanente, que
complemente con sus procedimientos la investigación y apoye los fundamentos
del conocimiento y del aprendizaje.
La
tecnificación de los medios, hay que ubicarla en su justo valor cuando entra
en la familia. La sociedad de consumo pone a nuestro alcance la última hora
de la técnica. Podemos relacionar televisión, vídeo, informática, CD-ROM,
modem, Internet, teletexto, fotografía digitalizada, realidad virtual...
Elementos todos de suma importancia cuando se utilizan con conciencia
crítica, en el marco de la didáctica familiar. El gran peligro es el caer en
un consumo indiscriminado de objetos, que sin planificación y orientación se
pueden convertir en inútiles o llevar exclusivamente a nuestro hijos al
limitado mundo de los juegos.
4. Iniciación en familia. El modelo familiar.
Los
principales tecnólogos de la educación, Bruner, Gagné, Ausubel, han
coincidido en que el comportamiento humano, a lo largo de toda la vida,
aunque prioritariamente en la niñez y adolescencia, puede conformarse y
cambiar a partir de modelos humanos. Nuestros modelos son personas. A ellas
imitamos y de ellas nutrimos nuestro aprendizaje, adquiriendo
comportamientos de todo tipo. Una moda surge porque determinada persona
pública utiliza uno u otro tipo de vestuario o peinado. De la misma forma
una conducta de respeto o de solidaridad nace en ambientes de respeto o
solidaridad. Los modelos que nos impone la sociedad de consumo, facilitan
unos hábitos consumistas definidos. El modelo de familia ante el consumo de
medios de comunicación también puede incidir en estos comportamientos, que
varían desde la pasividad absoluta hasta la utilización más crítica.
4.1. Modelos consumistas.
4.1.1. Modelos negativos.
«Los
hombres ridiculizan todo aquello que no pueden comprender, incluido lo bueno
y lo hermoso cuya bondad y belleza no comprenden».
Goethe.
En la
familia se aprecian conductas negativas ante el consumo de los medios. Estas
actitudes se pueden tipificar como modelos conductuales. Vamos a analizar
algunos de ellos, tal vez los más característicos. Hay modelos pasivos y
modelos activos.
Los
modelos negativos pasivos suelen identificarse con el butacón, el televisor
encendido todo el día, la comodidad, el tragarse lo que echen, no consultar
la programación del día, la utilización indiscriminada del zapping. Los
modelos negativos activos, suelen ser de eficaz militancia, ya sea la
adicción violenta y fanática o su antagónica, el rechazo irracional de los
medios.
4.1.2. Los modelos asertivos.
«—Conviene
estar de vuelta de todo.
—¿Sin
haber ido a ninguna parte?
—Esa
es la gracia, amigo mío».
Antonio Machado.
Los
modelos asertivos son críticos y tienen que ver con la interrelación con
otros medios; preservan los hábitos familiares, utilizan la televisión en su
justa medida, sin convertirla en el centro de la casa, se programan y
comentan en familia los programas, se evita el tener varios televisores y se
busca la información en el periódico sin rastrear mediante zapping la
programación en el mismo receptor.
Los
padres deben ver en lo posible la televisión con sus hijos, proponiendo
preguntas, problemas, dudas que sea necesario satisfacer, creando debate y
discusión, comentarios e informaciones. Las películas son cantera inagotable
de hechos históricos, paisajes y situaciones que merecen en muchos casos
buscarse en el diccionario o enciclopedia.
Indagar lo positivo supone defender intereses, opinar, expresarse
libremente, respetar y considerar lo que otros dicen, valorar la capacidad
de ser críticos, no dóciles, apreciar que tanto las actitudes agresivas como
las pasivas no solucionan los problemas.
No hay
que temer los aspectos negativos de la televisión cuando hay posibilidad de
diálogo familiar. Todo puede ser controlado si se quiere entrar en el debate
familiar. Los hechos negativos o que no sean de nuestro gusto es necesario
conocerlos para debatirlos, analizarlos, clasificarlos, y tomar decisiones
respecto a ellos. Para conseguir planificadamente un cambio de conducta que
sea positiva hacia la tecnología audiovisual es conveniente discutir, no
reprochar, evitando siempre la utilización de medios coactivos.
5. La responsabilidad de la familia en la educación.
La
familia debe comenzar por servir de antídoto contra la dictadura de los
medios de comunicación. La tolerancia no es permitirlo todo. No confundamos
tolerancia con apatía, desinterés o indiferencia. Desde ese punto de vista
es más fácil ser padre "tolerante". La gravedad de los grandes problemas de
la humanidad nos obliga a enfrentarnos a ellos con conciencia crítica, con
afán por conocer y reflexionar, luchar contra el fanatismo de cualquier
signo, contra los dioses de la moda y del consumo indiscriminado.
Ser
críticos ante los medios equivale a buscar el compromiso con los valores de
nuestra propia cultura, participando activamente en la vida pública y
democrática, utilizando las nuevas tecnologías de la imagen y del sonido,
pensando en la importancia que poseen como cultura del futuro.
Normalmente desde la familia se acusa al profesorado de no preocuparse de la
formación audiovisual. Los padres pueden presionar para paliar las carencias
del sistema escolar, que no dispone o no quiere implicarse en el
aprovechamiento de medios y de infraestructura multimedia apropiada.
6. La responsabilidad de la familia como consumidora.
La
única salida es -a largo plazo- el que los espectadores -consumidores-
ejerzamos nuestro derecho de intervención y logremos mejorar la calidad de
la programación. Para ello es preciso implicarse como familia consumidora
de imagen en la formación personal hacia medios y mensajes y procurar que
los sistemas educativos, familiares, regionales, estatales y sociales, hagan
inexcusable un diseño de enseñanza- aprendizaje en el que se consideren los
medios de comunicación y su análisis crítico.
Podemos exigir a las productoras de televisión, sin que ello evite nuestra
responsabilidad formativa. Nos quejaremos de las películas que emiten al
mismo tiempo que aprendemos a ver cine. Dejaremos de consumir ciertos
productos siempre que, mientras tanto, no dejemos de ser lectores críticos
de la publicidad.
Cuando
no hay otro remedio y sea posible podemos aplicar la "insumisión
consumista". Las asociaciones de consumidores adquieren cada día mayor
fuerza; hay asociaciones exclusivas cuyo objetivo es informar y defender a
los usuarios de la televisión. Algo tan fácil como apagar el televisor,
puede suponer, si se realizara en gran escala, que algunos programas se
supriman y que otros alcancen mejor calidad.
«Olvidan
dos cosas, sin embargo, que la huelga de consumo es la única gran insumisión
que aún podemos practicar impunemente. Dos: cuando la gente no quiere ir,
nadie le detendrá».
Juan Cueto. Suplemento El país. 14 abril 1996
CONSEJOS
Para que la familia se comprometa a una educación no consumista de
televisión.
-
Ver la televisión en familia.
-
Comentar programas y películas.
-
Aceptar positivamente los acontecimientos tecnológicos.
-
Ser críticos, sin temor, ante aspectos negativos.
-
Detectar y evitar la manipulación del medio.
-
Conocer por la prensa los programas del día y planificar.
-
Es conveniente un solo televisor para toda la familia.
-
Comenzar la educación hacia la TV desde el nacimiento.
-
Enseñar a apagar el televisor.
-
Encender el televisor solamente cuando interese.
-
No ver la TV comiendo
-
Apagar la TV cuando hay visitas, amigos...
-
Intentar que la TV no sea el centro de la casa.
|
Bibliografía
AGUADED GÓMEZ, J.I. (1993): "Comunicación audiovisual en una enseñanza
renovada. Propuestas desde los medios". Huelva, Grupo Pedagógico Andaluz
«Prensa y Educación», Aula de Comunicación I.
FERRÉS,
J., (1994): "Televisión y educación". Barcelona. Paidós.
GÜELL,
M. y MUÑOZ, J. (1996): "Sólo sé que no sé nada". Ariel. Barcelona.
MCLUHAN, M. (1967): "El medio es el masaje. Un inventario de efectos".
Barcelona. Paidós. Reimpresión (1992)
MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, E. (1994): "Los medios en la cultura y la
sociedad actual", en Comunica 2.
MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, E. (1994): La Publicidad y su integración en
las aulas, en Comunicar 3.
MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, E. (1995): "La manipulación de la imagen en
vídeo, esencial para transmitir el mensaje didáctico", en el libro "Hoy
ya es mañana", Tecnologías y Educación: Un diálogo necesario. Publicaciones
M.C.E.P., Cuadernos de cooperación Educativa. Sevilla. Págs. 195-206.
MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, E. (1995): "El poder de la publicidad.
Educación y crítica activa." en "Educación y Televisión". Educación y
medios de Comunicación I. Grupo Pedagógico Andaluz «Prensa y Educación»,
Comisión Provincial de Sevilla.
MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, E. (1995): "Educación para la lectura crítica
de la televisión" en Comunicar 4
MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, E. y PERALTA FERREYRA, I. (1994): "Aprender la
realidad con los medios de comunicación", Sevilla, Grupo Pedagógico
Andaluz «Prensa y Educación».
RICO,
LOLO, (1994): "TV fábrica de mentiras. La manipulación de nuestros hijos".
Madrid. Espasa Calpe.
RICO,
LOLO, (1994): "El buen telespectador. Cómo ver y enseñar a ver
televisión". Madrid. Espasa Calpe.
RODRÍGUEZ DIÉGUEZ J.L. (1977): "Las funciones de la imagen en la
enseñanza". Gustavo Gili. Barcelona.
VARIOS
(1992): "Enseñar y Aprender con Prensa, Radio y TV". Simposium andaluz.
Huelva, Grupo Pedagógico Andaluz «Prensa y Educación».
VARIOS
(1992): "Medios audiovisuales para profesores". Huelva, ICE de la
Universidad de Sevilla en Huelva y Centros de Profesores de Huelva.
VARIOS
(1994). "¿Cómo enseñar y aprender la actualidad?". Sevilla. Grupo
Pedagógico Andaluz «Prensa y Educación» .
VILCHES, L. (1992): "La lectura de la imagen. Prensa, cine y televisión".
Paidós comunicación. Barcelona.
|