El doctor Jean-Marc-Gaspard Itard, fue un médico
francés nacido en 1774, interesado en la naciente ciencia de la «medicina
mental» o psiquiatría. Cuando tenía 26 años se topó con un extraño caso, el
del niño salvaje de L’Aveyron, que cambió su vida. François Truffaut, en
1960, llevó la historia al cine con su película El Pequeño Salvaje (L’enfant
sauvage), con fotografía de Néstor Almendros. El Dr. Itard escribió sus
descubrimientos e investigaciones, que sirvieron de inspiración a Edouard
Séguin, su discípulo y al que animó a trabajar con niños con discapacidades
mentales y de María Montessori, que más de un siglo después, siguió sus
pasos y sus escritos y hoy es referencia mundial en el campo de la
educación. Sin embargo, en la mayoría de los libros de Historia de la
Pedagogía, ni el Dr. Itard ni Seguin son nombrados, a pesar de que María
Montessori hace innumerables referencias a ellos y la influencia que
tuvieron en ella y sus métodos de trabajo.
La película de François Truffaut descubrió para
nosotros el caso, vimos lo que había detrás y comenzamos una investigación
de años que intentamos plasmar en este artículo.
Itard desarrolló en sus escritos toda la investigación,
con sus aciertos y errores, sus dudas e interrogantes. El mejor caso, sin
duda, documentado, que se ha dado sobre la educación y tratamiento de niños
salvajes (Carl Von Linné, Linneus, los incluye dentro de sus nueve
especímenes de Homo Sapiens Ferus, una subespecie de la humanidad creada por
él, en su trabajo Systema Naturae, publicado en 1758). En el siglo XX, el
caso de otra niña, Genie, siguió poco más o menos los mismos pasos, a pesar
de los conocimientos y la tecnología desarrollada hasta el momento.
Los métodos que Itard utilizó, tuvieron la base en los
principios de imitación, condicionamiento y modificación del comportamiento,
que lo posicionaron a la vanguardia de su época y lo llevaron a inventar
muchos mecanismos de enseñanza que aún se utilizan. De hecho, Itard depuró
las técnicas que había usado con Víctor, convirtiéndose en un pionero de la
educación especial. El chico logró un progreso notorio: aprendió los nombres
de muchos objetos y pudo leer y escribir frases simples, expresar deseos,
seguir órdenes e intercambiar ideas. Demostró afecto, especialmente hacia el
ama de casa de Itard, la señora Guérin, al igual que emociones de orgullo,
vergüenza, remordimiento y deseo de complacer
La película
El Pequeño Salvaje. L’enfant sauvage
Francia. 1960. 85 min. B/N.
Director: François Truffaut.
Fotografía: Néstor Almendros
Intérpretes: Jean-Pierre Cargol (Víctor), François
Truffaut (Jean Itard), Françoise Seigner (señota Guerin), Paul Villé (Remy),
Jean Dasté (Professor Pinel)
Sinopsis: Basada en un hecho real relata la historia de
un niño salvaje capturado en los bosques franceses y recluido en un
instituto de investigación. De vivir como un animal libre pasa a convertirse
en un ser rechazado, maltratado y visto como un fenómeno inhumano. Sólo el
doctor Itard hará todo lo posible para hacer de él un ser civilizado
llevándolo a su propia casa. Transcurrido un tiempo, el niño se encontrará
perdido entre su deseo por recuperar su vida salvaje y su nueva etapa junto
a su protector.
Interés por los niños salvajes
El interés de expertos, pedagogos, médicos y psicólogos
de socializar a estos niños es un fenómeno común en todo el mundo. Siempre
atormentó esta duda a los filósofos y otros profesionales interesados,
despertando el interés desde el siglo XIX. Para que el hombre salvaje ya no
provocara miedo y se convirtiera en un ser aceptable, fue necesaria la
intervención de la ficción, la creación de un héroe como Tarzán, capaz de
conservar su humanidad mientras desarrollaba al mismo tiempo un cuerpo
atlético y adquiría sentidos aguzados de los animales.
Jean Itard luchó para insertar a Víctor de Aveyron en
la sociedad francesa de comienzos del siglo XIX, consiguió ser su mentor y
acreditar ante el reconocido psiquiatra Pinel, que Víctor podría llegar a
ser civilizado e independiente. Los escritos de Itard sobre el caso fueron
utilizados por Truffaut para hacer el film L'enfant sauvage. La figura de
Víctor, en el filme de Truffaut, refleja exactamente la fascinación que los
«salvajes» ejercen sobre los «civilizados» y plantea el debate sobre cómo
educarlos.
A partir de la película El niño salvaje de Truffaut,
como hizo también con La piel dura y Los 400 golpes, se entra en la
problemática educativa de los menores abandonados, de la mano del cine,
animando a investigar a partir del film sobre los fundamentos históricos de
la película, sus protagonistas, y sobre otras situaciones similares.
Empleando técnicas procedentes de campos de la más
variada índole como la voz en off del documental o los cierres de iris del
cine mudo, Truffaut planteó con esta película la sustitución del Hombre
Natural que defendían las tesis rousseaunianas por el Hombre Moral, forjado
a partir de un largo proceso integrador y dotado de un sentido de la
justicia incuestionable. Esta propuesta, plagada de signos y elaboradas
claves, deja entrever algunos retazos de la biografía de su autor, marcada
por una infancia difícil y su superación a través del cine.
El director de la película: François Truffaut
Nació en París en 1932 y murió en 1984. Fue lector
temprano, ávido cinéfilo, delincuente juvenil, crítico cinematográfico,
actor y director de cine. A comienzos de la década del cincuenta fue
adoptado por el crítico André Bazin y Janine, su esposa. Truffaut, que ya
había sido involuntario huésped de instituciones correccionales y desertor
del ejército francés; recibió en el seno de la familia Bazin el afecto y
cariño que le había faltado en su familia, y protección ante el sistema
legal que lo perseguía.
Si hay un hecho evidente en la filmografía de François
Truffaut es que su vida está presente en sus películas. De Los cuatrocientos
golpes a Vivamente el domingo, su ópera prima y su último filme
respectivamente, todas y cada una de sus 21 cintas son un espejo
transparente de su biografía, sus sentimientos, su pensamiento y su inmenso
talento.
Desde pequeño, Truffaut había buscado refugio en los
libros y en el cine. Su amor por la literatura cuenta con un homenaje
directo en Fahrenheit 451, donde sus textos preferidos arden bajo el fuego
de la dictadura imaginaria que creó Ray Bradbury, y la literatura apenas
sobrevive en la memoria de unos vagabundos que repiten a Maquiavelo, Poe,
Bronte, Austen, Dafoe y tantos otros.
La transición de la adolescencia a la madurez están
presentes de una manera viva en sus películas. En el caso de Antoine Doinel,
el héroe de sus primeras películas, retratado en una tetralogía de filmes en
la que el personaje y su actor protagonista crecen al unísono. Los
cuatrocientos golpes, Besos robados, Domicilio conyugal y L'amour en fuite
son las cuatro películas consagradas a Doinel y, en ellas, Truffaut lleva a
la pantalla sus propias obsesiones, desde las de un niño maravillado por el
séptimo arte, hasta las aventuras amorosas.
Se entregó por entero al mundo del cine, no sólo como
director, sino como protagonista de películas como El pequeño salvaje,
particular homenaje a Rousseau, y La noche americana, por la que recibió el
Oscar a la Mejor película extranjera.
Jean Itard, el primer educador de niños con
inadaptación social
Jean Marc Gaspard Itard nació el 24 de Abril de 1774 en
Oraison, en el valle de la Durance. Fue médico, cirujano y cirujano de la
marina, llegó a París en 1796. Habiendo trabado conocimiento con el padre
Sicard, director del Instituto imperial de sordomudos, Itard tuvo muy pronto
consulta en el instituto, del que pasó a ser jefe médico en 1800. Fue éste
el primer contacto de Itard con niños cuya educación requiere medidas
especiales. Itard descubrió que estos niños sordomudos eran confinados en
una especie de vida vegetativa y se interesó particularmente por el tema.
Como discípulo del filosofo Helvétius, a partir de libro «De l'homme», Itard
pensaba que la educación lo podía todo.
No sólo se consagró el estudio del lado fisiológico de
la sordomudez (Itard es universalmente considerado como el fundador de la
otorrinolaringología), sino que se apasionó por el problema pedagógico que
plantea la educación y la enseñanza de sordomudos. Un acontecimiento
imprevisto iba a hacer de él el primer educador de niños inadaptados, en la
acepción más amplia de la palabra. Fue la llegada a París del niño salvaje
de L’Aveyron, de once años de edad. Varias veces avistado, varias veces
capturado, penetró un día de invierno en una casa habitada, en donde fue
detenido para ser luego transportado al hospicio de Rodez. Pero Víctor
siguió siendo un salvaje, cerrado a toda solicitación, y muy pronto la
curiosidad pública dejó de fijarse en él. La ciencia le abandonó a su vez
cuando Pinel, el maestro de Jean Itard afirmó que el niño salvaje debía ser
internado en el hospicio de Bicêtre, junto a los aquejados de idiotismo.
Itard no compartió esta opinión desfavorable, afirmando
que no era posible determinar el grado de inteligencia y la naturaleza de
las ideas de un adolescente que, privado desde su infancia de toda
educación, había vivido completamente separado de los individuos de su
especie.
Víctor no ingresó en Vicêtre. Convencidos por Itard,
quien decidió espontáneamente consagrarse a su educación, admitieron a
Víctor en el Instituto de sordomudos de París. Víctor pasó varios años de su
vida cuidado y educado por Itard.
Itard creía profundamente que Víctor se iba a convertir
en un ser humano como otro cualquiera. Creía profundamente en la posibilidad
de educar a Víctor, poseía una actitud total de confianza de la educación de
otras personas a pesar de cualquier cosa. A los que dicen que un niño
salvaje es un ser débil, les digo: «es posible hacer cualquier cosa», es el
camino de una actitud esencial en cualquier educador, no resignarse a
aceptar la fatalidad y decir que siempre hay algo por hacer por alguien.
La verdadera historia del niño de L’Aveyron
Las primeras referencias acerca de la existencia de
este niño se remontan al año de 1797, en el sector de Lacaune, Tarn. En esa
zona, en la primavera de 1798, un grupo de campesinos lo atrapó. Lo
vistieron y le dieron el nombre de «Joseph», y lo expusieron a la vista del
poblado en la plaza pública de Lacaune. Poco después, el muchacho pudo
escaparse y desapareció en los bosques. Quince meses más tarde, en junio de
1779, fue vuelto a capturar en la floresta y llevado una vez más a Lacaune.
Nuevamente se le proveyó de vestido y alimento y se le
instaló en la casa de una viuda. No estuvo allí, sin embargo, más de ocho
horas. Pasado ese tiempo encontró el muchacho nuevamente la manera de
escaparse. A partir de ese momento, sin embargo, la actitud del muchacho se
modificó, pues comenzó a ir errabundo por las montañas de la región y a
acercarse a las granjas cercanas en busca de alimento.
Tras más de seis meses de vagabundear por la zona, en
enero de 1800 (año en que hubo un invierno particularmente duro), el niño
salvaje se refugió en la casa de un tintorero llamado Vidal, en las
cercanías de Saint-Sernin-sur-Rance en Aveyron.
Cuando el muchacho de ojos oscuros llegó a
Saint-Sernin, no habló ni respondió para hacerse entender, pero reaccionaba
de inmediato ante el sonido de las ramas al quebrarse o ante el ladrido de
los perros. Rechazaba los alimentos cocidos, prefería las patatas crudas que
lanzaba al fuego y recuperaba rápidamente con sus manos desnudas,
devorándolas cuando todavía quemaban. Como un animal acostumbrado a vivir en
la selva, el chico parecía insensible al frío y al calor extremos, y rasgaba
la ropa que la gente trataba de ponerle. Parecía evidente que había perdido
a sus padres desde muy pequeño o lo habían abandonado, pero de esto hacía
tanto tiempo que era imposible saberlo. Durante un tiempo, el muchacho
apareció como un fenómeno intelectual y social, cuando una nueva perspectiva
científica estaba comenzando a remplazar la especulación mística.
Los filósofos debatían sobre cuestiones como la
naturaleza esencial de los seres humanos, preguntas que durante los dos
siglos siguientes se convirtieron en fundamento del estudio del desarrollo
del niño. ¿Son innatas o adquiridas las cualidades, el comportamiento y las
ideas que definen a los seres humanos? ¿Cuál es el efecto del contacto
social durante los años de formación, y se puede superar su carencia? Un
estudio cuidadosamente documentado de un niño que había crecido en
aislamiento podría proporcionar evidencia del impacto relativo de la
«naturaleza» (las características innatas de un niño) y la «crianza»
(educación familiar, escolar y otros factores de influencia social).
El interés de los científicos en el caso surge ya desde
la estancia del niño en Aveyron. Entonces fueron redactadas dos
observaciones. La primera se debió a Constant de Saint-Estève, un médico
francés erudito, comisario del Directorio y miembro de la municipalidad de
Saint-Sernin, que estuvo entre quienes atraparon al niño. Este hombre
permaneció a su lado y lo observó por muchas horas. Su informe sobre el
salvaje de Aveyron , redactado el 22 de enero de 1800, fue el primer escrito
realizado.
El segundo se debió a Pierre Joseph Bonnaterre,
profesor de historia natural en la escuela central de Aveyron. Estos dos
escritos fueron publicados en París poco después, Bonnaterre incluyó en su
documento las cuatro páginas de observaciones redactadas por Saint-Estève.
(Nota 1)
En los días siguientes, entre el 10 y el 12 de enero,
fue enviado el hospicio de Saint-Afrique, y luego a Rodez, el 4 de febrero
de 1800. Ahí permaneció hasta el 20 de julio, fecha de su partida a París,
por orden del ministerio del interior, donde lo examinó una comisión de la
Sociedad de Observadores del Hombre (Société des observateurs de l’homme),
la primera sociedad antropológica del mundo. En ella, un médico siquiatra
llamado Philippe Pinel argumentó que el muchacho sufría de un idiotismo
incurable. Pero Itard, quien estaba entre los estudiosos que discutían sobre
el tema, se opuso a la idea, argumentando que la situación de abandono a que
había sido sometido lo había llevado a tal estado, y que un proceso
educativo podría tal vez reinsertarlo en el mundo de los hombres. Se decidió
entonces enviarlo al Instituto para Jóvenes Sordos de París, con la idea de
que fuera «demutizado» allí, a cargo de Itard.
La escuela no tenía experiencia pedagógica con niños
feraces, pero era la única institución de esa época que se dedicaba a la
enseñanza del lenguaje en situaciones especiales.
El Instituto de Jóvenes Sordos de París era dirigido
entonces por el Abad Roch Ambroise Cucurron (Nota 2) Sicard, quien también
era miembro de la Sociedad de los Observadores del Hombre. A instancias de
esta sociedad se convenció a las autoridades francesas de apoyar un
experimento científico de observación del muchacho en el Instituto de
Jóvenes Sordos. A pesar de que aún no había finalizado sus estudios de
medicina (cosa que hará en 1802), Itard había sido contratado a finales de
1800 por Sicard como médico del instituto. Sicard decidió encargarle a Itard
la educación del muchacho, cosa que el joven médico asumió entre 1800 y
1806, como empleado del Instituto. Fue Itard quien bautizó como Víctor al
muchacho.
El muchacho era, escribió Itard, «un niño
desagradablemente sucio... que mordía y arañaba a quienes se le acercaban,
que no demostraba ningún afecto por quienes lo cuidaban, y quien era, en
síntesis, indiferente a todo lo atento a nada» (Lane, 1976, p. 4)
Algunos observadores concluyeron que era un «idiota»,
incapaz de aprender. Itard, sin embargo, creyó que el desarrollo de Víctor
se había limitado por el aislamiento y que tan sólo necesitaba que se le
enseñaran las destrezas que los niños en la sociedad civilizada normalmente
adquirían a través de la vida diaria. Itard llevó a Víctor a su casa y
durante los siguientes cinco años, gradualmente lo «domesticó». Itard
despertó primero la habilidad de su propio pupilo para discriminar la
experiencia a través de un entrenamiento esmerado y paulatino a las
respuestas emocionales así como a la instrucción en moral, comportamiento
social, lenguaje y pensamiento.
Victor, a pesar de todo, aparte de algunos sonidos
vocálicos y consonánticos, nunca aprendió a hablar, Además, se mantenía
totalmente centrado en sus necesidades y deseos y, como lo admitió Itard en
su informe final, nunca pareció perder su vivo anhelo «por la libertad del
campo abierto y su indiferencia a la mayoría de los placeres de la vida
social» (Lane, 1976, p.160). Las atenciones y cuidados que se le dispensaron
a partir de entonces mejoraron su estado físico y su sociabilidad, pero los
progresos fueron muy escasos, una vez superada la fase inicial. Por esta
época se presentó la pubertad sexual del muchacho, lo que creó problemas
adicionales a su educador. Las esperanzas de Itard de enseñarle a hablar y a
comportarse de manera civilizada resultaron frustradas y en el segundo
informe Itard se daba por vencido y manifestaba su preocupación por el
futuro del desgraciado joven.
Sus métodos de trabajo con Víctor de Aveyron, resumidos
por Itard en dos libros publicados en 1801 (Nota 3) y 1807 (Nota 4), le
granjearon el mérito de pionero en el campo de la educación especial. El
muchacho logró significativos cambios en su conducta, desarrolló afectos
hacia sus instructores, llegó a reconocer el nombre de muchos objetos y a
producir algunos sonidos sobre el modelo de palabras del francés con
correcta intención comunicativa, pero no llegó a aprender a hablar. Este
fue, sin embargo, el primer proceso documentado de educación de una persona
en tales condiciones.
Itard esbozó, a partir de su trabajo, una definición de
la inteligencia humana en relación con la educación: Si consideramos la
inteligencia humana en el período de la primera infancia, el hombre no
parece destacar por encima del nivel de los otros animales. Todas sus
facultades intelectuales están estrictamente confinadas al estrecho círculo
de sus necesidades corporales. Todas las operaciones de su mente se realizan
a partir de sí mismo. La educación tiene entonces que moldearlas y
aplicarlas a su instrucción, lo que significa un nuevo orden de cosas que no
están conectadas a sus primeras necesidades. Esta es la fuente de todo
conocimiento, de todo progreso mental, y de las creaciones de los genios más
sublimes. Cualquier grado de probabilidad se basa en esta idea, yo
únicamente lo repito aquí como el punto de partida del camino hacia la
realización de su fin último (Itard, 1801).
Sin embargo, Víctor fue refractario a un total proceso
de domesticación.
Entre 1801 y1804, subsisten las dudas acerca de si la
administración francesa seguirá costeando la educación de Víctor, si bien la
partida se prorrogó, aunque abonada irregularmente. De estas fechas son el
segundo y tercer informes de Itard, en los que aboga por la continuación del
tratamiento. Pareciendo abocado a suspenderse por resolución ministerial, la
decisión se trunca por el relevo del ministre de l’Intérieur (Champagny por
Chaptal). El nuevo responsable garantizó la recepción regular del salario de
madame Guerin.
En agosto de 1804, Itard puso fin al tratamiento
educativo de Victor, si bien continuó en la Institution del Sourds-muets
dedicándose a la enseñanza de sordomudos.
En marzo de 1811, se trasladó a Víctor, en compañía de
madame Guerin, que recibió una remuneración del gobierno francés por
cuidarlo, de la institución a un caserón cercano.
Lamentablemente para los alcances que podría haber
tenido el caso, el cuidado de Víctor posterior a Itard fue nulo, siendo
abandonado y despojado de una educación que le permitiera cambios más
rotundos de los que había logrado con su mentor. Su única protección fue la
de Madame Guérin, de la que no pareciera haber sido suficiente. El
naturalista Jean-Jacques Virey visitó a Víctor tiempo después, encontrándose
con un ser espantado, medio salvaje y sin habla alguna. Madame Guerin lo
cuidó hasta su muerte cuando tenía 40 años, en 1828. No se sabe si falleció
por una enfermedad física o por una melancolía.
A pesar del fracaso en su proyecto, Itard insistió en
la validez de su hipótesis ambientalista. La importancia de su trabajo no
radicó en el éxito de la educación de Víctor, sino en el hecho mismo de
haber intentado educar al muchacho. Fue el primer médico en haber propuesto
el método de compensar el retraso producido por la de privación social a
través de un tratamiento pedagógico.
El aprendizaje de lo moral.
Itard lo describe según el siguiente proceso: «Dado que
muy pocos alimentos eran de su gusto, conseguirlos en grandes cantidades era
para Víctor lo más importante. Si se le sorprendía cogiéndolos, se le
reprendía. por lo cual comenzó a robarlos con artimañas. A esta conducta se
le respondió «con el derecho de represalia», de forma que su hurto era
sancionado arrebatándole algo suyo y muy deseado. Esto pareció tener éxito,
pues Víctor dejó de robar. Pero ¿había adquirido el sentido moral de lo
bueno y lo malo, o sólo había reprimido una forma de actuar por miedo al
castigo? Jean Itard decide comprobarlo sometiéndolo a un ejercicio muy
sencillo y que Víctor, sin duda alguna, realizaría correctamente, pero por
el que no se le premiará, sino que recibirá un castigo. Es decir, le
someterá a una injusticia. La reacción de Víctor, frente a su habitual
obediencia, fue violenta, su indignación le llevó, incluso, a morder la mano
de su maestro. «Era la prueba incontestable de que el sentimiento de lo
justo y de lo injusto, cimiento perdurable de todo orden social, no era ya
extraño al corazón de mi educando; provocando en él su desarrollo acababa de
elevarse a la altura del hombre moral, por el más privativo de sus
caracteres y el más honroso de sus atributos».
El caso de Genie
El caso de Genie, otro ejemplo de crueldad extrema
ampliamente estudiado, analizado y registrado con metodologías modernas,
confirmó los efectos nocivos del aislamiento y el maltrato en cuanto a la
adquisición del lenguaje. Genie, descubierta en 1970 en los Estados Unidos a
la edad de 13 años, no solo había sido encerrada, atada y muchas veces
vendada desde su niñez, sino que sus padres también la castigaban si emitía
cualquier sonido, lingüístico o no.
Una vez liberada, y después de grandes esfuerzos por
enseñarle a hablar, Genie solo podía comunicarse con frases rudimentarias,
como «Me gusta elefante come maní» o «Dulce compra tienda.»
Estos y otros casos, cual trágicos y crueles
«experimentos», confirman la importancia de un medio ambiente
lingüísticamente propicio para la adquisición del lenguaje, así como el
hecho de que existen límites a lo que un individuo puede aprender si no
crece en un medio que le proporcione contacto social, psicológico, afectivo
y lingüístico. Para aprender un lenguaje de manera natural, los seres
humanos no requerimos más que ese ambiente propicio durante los años
cruciales que van del nacimiento a la pubertad. Nuestra disposición genética
y el desarrollo de nuestras habilidades cognoscitivas se encargan de lo
demás. Los casos de niños salvajes, ya sea por abandono o maltrato,
constituyen crímenes contra el alma humana, ni más ni menos.
La vida de Genie tras su encuentro por la sociedad, no
fue agradable. El equipo que se hizo cargo de ella no tenía objetivos claros
sobre su actuación, se pelearon entre ellos por adquirir protagonismo, pasó
de una familia de adopción a otra, se dedicaron a investigarla en beneficio
propio más que a trabajar por su incardinación en la sociedad. Genie, como
Víctor, acabó en un centro de internamiento. Cuando en EE.UU. en 1970
apareció Genie, la niña a la que sus padres habían tenido recluida en un
sótano, se le denominó «La niña Salvaje», como a Víctor, en la película de
Truffaut, que acababa de estrenarse. El equipo de expertos, médicos,
psiquiatras, lingüistas y psicólogos al completo fue a ver la película de
Truffaut y a partir de ella se dedicó plenamente al estudio del caso,
documentado por Itard en el siglo XIX.
Jean Marc Gaspard Itard, una pedagogía entre las
ciencias y la filosofía
Las claves del pensamiento y la obra de Itard
Itard se encuentra con un dilema educativo para su
época y en su momento: las contradicciones entre los conceptos «domar» y
«libertad», que da lugar a su reflexión sobre la responsabilidad educativa.
1. Una obra y un pensamiento que pone al desnudo los
problemas más profundos y acuciantes de la actividad educativa:
2. Un compromiso firme de educar: la convicción de que
las personas pueden y deben ser educadas
3. El espíritu científico y experimental al servicio de
la educación
4. Una imaginación educativa incansable.
Las incógnitas de Itard sobre lo social
1. ¿El individuo es sociable por naturaleza?
2. ¿El individuo se parece a los animales si comparte
un mismo medio en el que vivir?
3. ¿En qué se parece o se diferencia el comportamiento
del individuo humano y el de los animales?
4. ¿Hasta qué punto influye la vida social en el
individuo?
Las incógnitas de Itard sobre la pedagogía
1. ¿Hasta dónde puede llegar el deseo de educar?
2. ¿Qué límites se pueden poner para lograrlo?
3. ¿Hasta dónde investigar para no dañar a los
individuos?
4. Los medios para educar son siempre conformes con los
fines?
5. La voluntad de educar es siempre y en todos los
casos completamente necesaria?
6. Una pedagogía debe ser ¿científica? ¿experimental?
Algunas conclusiones de Itard
1. La sociedad (incluyendo la instrucción formal) es
crucial para el desarrollo humano.
2. Las personas aprenden para satisfacer sus
necesidades.
3. Los programas de instrucción deberían basarse en la
ciencia.
4. Los programas de instrucción deberían tomar en
cuenta las características individuales de cada alumno.
De forma general, Itard se interrogaba sobre esta
inevitable tensión que está en el mismo corazón de la pedagogía, entre los
fines y los medios, entre los «instrumentos didácticos» que se convierten en
medios de éxito, y «la investigación ética» recordando la responsabilidad
del educador con el único objetivo que vale la pena totalmente: la libertad.
Un punto clave: Se trata de una elección, «apostar» por
una opinión pedagógica y filosófica, científica. En Itard, la pedagogía es
filosofía, antropología: a través de la cultura y la educación es como la
Especie Humana se humaniza.
Itard cree, filosófica y pedagógicamente, en la
educabilidad del «salvaje». Tiene sus raíces en el trabajo de Itard con
niños sordos: la búsqueda incesante de una educación sistemática para paliar
la deficiencia que les ha dado la naturaleza.
Itard cree incondicionalmente en el principio absoluto
de la educabilidad. Un modelo para todos los que van a cuidar de la
discapacidad y la educación especial.
De Itard a Montessori
Para elaborar este recuadro hemos resumido una mínima
parte de la magnífica aportación enviada por Ariel Milstein en:
https://www.monografias.com/trabajos82/jean-itard-y-su-influencia-escuela-nueva/jean-itard-y-su-influencia-escuela-nueva.shtml#ixzz2orN4BhRF
Profundiza este trabajo en los lazos que existieron
directa o indirectamente entre los médico-pedagogos Jean Itard y Edouard
Séguin, con la pedagoga italiana María Montessori.
Séguin se abocó al estudio de la medicina y la cirugía,
luego de haber sido influenciado por las experiencias de Itard.
En una de las evaluaciones de Montessori puede
apreciarse la exaltación a la labor realizada por Séguin: «nosotros, los
abajo firmantes, nos complacemos en reconocer que M. Edouard Séguin, nacido
en Clemency, ha iniciado con el mayor éxito la educación de un niño
prácticamente mudo y que, por el escaso desarrollo de sus facultades
intelectuales y morales, parece ser un idiota. En dieciocho meses, M. Séguin
ha enseñado a su alumno a utilizar sus sentidos, a recordar, a comparar, a
hablar, a escribir, a contar, etc. Esta educación ha sido realizada por M.
Séguin, a partir del método del difunto Itard, que fue quien le inspiró su
desarrollo».
Séguin dedicó una decena de años al trabajo con niños
en la ciudad de París, en una pequeña escuela de la calle Pigalle.
Sirviéndose del método de Itard (de quien era su principal alumno) y
agregándole sus propios aportes, alcanzó a editar su publicación bajo el
título de «Tratamiento moral, higiene y educación de los idiotas y otros
niños retrasados», texto que se convertiría en el libro oficial sobre
educación de los retrasados.
Por su parte, Montessori se dedicó a estudiar los
métodos elaborados por los dos franceses para poder utilizarlos en su favor:
«tras el estudio de los métodos que se estaban usando en toda Europa
emprendí mis experiencias con niños deficientes en Roma, educándolos durante
dos años. Me guié para ello por el libro de Séguin y también utilicé el
tesoro contenido en las admirables experiencias de Itard y, siguiendo las
indicaciones de ambos, hice fabricar un abundante material didáctico...Yo
misma obtuve de su aplicación sorprendentes resultados...»
Conquistada, tras las experiencias realizadas, la
confianza en el método de Séguin, después de abandonar la educación de los
deficientes, «me dediqué nuevamente al estudio de las obras de Itard y
Séguin...traduje al italiano, de principio a fin, los escritos de estos
autores, copiándolos con mi propia mano... El hombre (Séguin) que había
estudiado durante treinta años a los niños deficientes exponía la idea de
que el método fisiológico, esto es, el método que tuviese por base el
estudio individualizado del alumno y que, en lo relativo a los
procedimientos pedagógicos, tuviese en cuenta el análisis de los fenómenos
fisiológicos y psicológicos, también debía ser empleado en la educación de
los niños normales, de cuya aplicación resultaría la regeneración de todo el
género humano. Me pareció entonces que la voz de Séguin era la de un
precursor predicando en el desierto, y abarqué con la imaginación la inmensa
importancia de una actividad que podía reformar la escuela y la educación»
(Montessori, 1909: 55-56).
Se aprecia aquí pues, el encadenamiento de ideas y
procesos dado por los tres autores, quienes fueron delineando un trayecto
con muchos elementos en común. Montessori confirma que treinta años después
de la publicación de la segunda obra de Séguin recogía sus ideas y su
trabajo, de la misma forma y con la misma devoción que Séguin había recogido
las de su maestro Itard, a quien cuidó con afecto filial en los últimos
momentos de su vida.
Durante diez años «puse en práctica, reflexionando
detenidamente sobre ella, la obra de estos dos hombres admirables, que se
habían consagrado a la posteridad dejando a toda la humanidad las pruebas
más fecundas de su humilde heroísmo» (Montessori, 1909: 59-60).
Referirse a Itard y Séguin, implica hacer una alusión
no sólo a métodos y técnicas, sino también a algunos postulados filosóficos
que sirven de soporte para éstos métodos. Si bien Montessori retoma los
aportes realizados por los dos franceses, esto no significa que se dedique a
llevar a cabo una mera aplicación de los mismos. Su adhesión a los
postulados filosóficos y a las técnicas correspondientes, no estuvieron
exentas de una revisión a la hora de tenerlas en cuenta para la educación en
la Casa dei Bambini.
Escrito por Maria Montessori en 1926.
«Hay que reconocer que las descripciones detalladas de
Itard fueron los primeros ensayos de la pedagogía experimental ... que he
realizado parte de mis experiencias en Roma, sobre los deficientes, durante
dos años, de acuerdo con el texto de Séguin a partir del tesoro que suponen
los trabajos de Itard. Guiados por sus pruebas, he diseñado y construido
gran cantidad de material. En las memorias de Itard se aprecia cómo los
medios más cercanos que exigen las iniciativas de la psicología científica
han evitado transformar al individuo por medios extra-sociales, que hacen al
mismo tiempo al individuo, sordomudo e idiota, cuando es un hombre que oye y
entiende la lengua ... Con el tiempo puse mi confianza en estos métodos y
dejé mi actividad dedicada a personas con dificultades, para introducirme en
el estudio de las obras de Séguin y de las de Itard. He recuperado el deseo
de meditar sobre sus escritos y los he recopilado, en italiano, como hubiera
hecho, antiguamente, un benedictino»
Début d’un courant majeur : l’éducation de l’enfance
inadaptée, déficiente, qui irriguera toute la réflexion éducative.
Bibliografía
GINESTE, TH. (1981). Victor de
l’Aveyron: dernier enfant sauvage, premier enfant fou. Paris: Le
Sycomore.
ITARD, J. (1982). Memoria e informe sobre Victor de
l’Aveyron (R. Sánchez Ferlosio, comentarios). Madrid: Alianza. Rapport sur
les nouveaux développements et l'état actuel du Sauvage de l'Aveyron
(impreso por orden del gobierno en París, Imprimerie impériale, 1806)
ITARD, J. 1802. El niño salvaje. En España: 2013
(Artefakte) 153 páginas.
ITARD, J. (1894). Rapports et mémories sur le Sauvage
de l'Aveyron, l'idiotie et la surdimutité, ed. Alcan
LANE, H. (1995). El niño salvaje de Aveyron. Madrid:
Alianza.
MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, E. y PERALTA FERREYRA, Ilda
http://www.uhu.es/cine.educacion/cineyeducacion/temaspequenosalvaje.htm
TRUFFAUT, F. (1969). L’enfant
sauvage (película). Les Films du Carrosse Inc. (Metro-Goldwin-Meyer,
2008), 83 min.
VÁZQUEZ-ROMERO, J. M. (2012). «Victor de l’Aveyron,
aprendiz del deseo». Bajo Palabra, Revista de fi losofía, II (7), pp.
372-390. Fuentes que citan nuewstros anteriores trabajos y que hemos
utilizado:
Referencias
Una observación. Como todas las referencias que he
utilizado hacen a su vez referencia a nuestras publicaciones, tanto en
textos como en Internet sobre El pequeño salvaje, nos hemos permitido
utilizar otros textos en los que nos citan o utilizan, y hacemos referencia
genérica a las fuentes que hemos utilizado.
1. Nuestros trabajos en
https://www.uhu.es/cine.educacion/cineyeducacion/temaspequenosalvaje.htm
2. texte téléchargeable de Jean Itard, Mémoire et
Rapport sur Victor de l'Aveyron (1801 et 1806)
3. Jean Itard, éducateur et médecin des Lumières
4. https://www.cultura-sorda.eu en diciembre de 2007 1,
por Olivier Héral y Alejandro Oviedo
5. Itard, Jean Marc Gaspard. (1802).
Des premiers développements du jeune Sauvage de l'Aveyron
6. Itard, Jean Marc Gaspard. (1806) Rapport sur les
nouveaux développements et l'état actuel du Sauvage de l'Aveyron (impreso
por orden del gobierno en París, Imprimerie impériale)
7. Itard, Jean Marc Gaspard. (1894) Rapports et
mémories sur le Sauvage de l'Aveyron, l'idiotie et la surdimutité, ed.Alcan.
8. Maslow: «Motivación y personalidad». Sagitario. |