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Por causas ajenas,
obligadas, mundiales, la Humanidad ha vivido una situación nueva, de
catástrofe, en la que todo el planeta está inmerso, un escenario diferente
que cambiará muchas de nuestras vivencias, algunos de nuestros valores y
conceptos e infinidad de estructuras. Sin embargo, es fundamental que
trabajemos socialmente para mantener como sea posible la continuidad y
estabilidad de nuestra especie. Los sistemas educativos, y la socialización
familiar y comunitaria, son claves para ello. Esta reflexión es producto de
mi experiencia personal, y de lo que he compartido, acumulado, aprendido,
sabido de lo que en sus lugares de encierro han vivido o viven amigos y
familia, lo que multitud de profesores han realizado desde sus lugares de
encierro y lo que amigos, conocidos y personas más o menos cercanas han ido
publicando en las redes, en las que he participado o contribuido.
Aún en momentos de
reclusión, en los que la familia debe moverse y vivir en reductos forzosos,
a veces muy pequeños, no puede perderse de vista la importancia de aunar
vida familiar, educación, comunicación y aprendizaje, que van a una siempre
pero que es imprescindible tener en cuenta que no se disgreguen en estos
momentos cruciales, procesos complementarios, necesarios para lograr la
solución de los problemas al mismo tiempo que se capacita a ciudadanos
responsables y participativos, con capacidad crítica, creadores en común de
soluciones de los problemas, que cuestionen la información que reciben, que
informen, opinen, se procuren sus propias fuentes de información y que las
comparen con la que genera el poder mediático, al mismo tiempo que no
pierdan de vista el momento en el que se vive y las consecuencias de actuar
mal o irreflexivamente..
Por otra parte, en
tiempos de confinamiento, al mismo tiempo que la familia vive recluida, los
profesores viven recluidos, las bibliotecas y los museos, los cines y los
teatros están cerrados, no existen los parques, ni las playas, ni los
gimnasios, ni los campos de fútbol. Son los medios de comunicación, por
tanto, la televisión y las redes telemáticas, las únicas ventanas que tiene
la familia para abrirse al mundo y el cauce para que el mundo entre en la
familia.
El desafío para la
institución familiar es grande, ya que ella es la depositaria de la mayor
cuota de responsabilidad inmediata en la educación. Sin embargo, no es
conveniente sobrevalorar la importancia de los medios de comunicación ni en
la influencia educadora ni en el deterioro de los valores y de otras pautas
culturales, pues la televisión no puede por sí sola ni educar ni malograr lo
que se ha logrado colectivamente durante muchas generaciones, ni lo que la
naturaleza humana recibe genéticamente. Una formación de los padres en
relación a los medios de comunicación y el uso que los jóvenes y
adolescentes pueden hacer de ellos es la clave para eliminar, o por lo menos
aminorar el problema; siempre, con personas ya adiestradas, es más fácil
conseguir que los medios se pongan a favor de una construcción cultural.
Los educadores, que
ya en situaciones de normalidad podemos ser educadores en red, en estos
momentos no tenemos otra alternativa, que se convierte en obligación,
procurar nuestra acción en la relación con otras personas, en la
comunicación con los demás, desarrollada a través de las nuevas tecnologías,
fundamentalmente las que se prestan a trasmitir y difundir los mensajes por
las redes, y mediante la utilización y búsqueda de mecanismos y programas de
vuelta de la información, de feed back. Las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación, sin duda nos ayudan a ello, aportan nuevas
visiones y contactos y, sobre todo, son un desafío para nosotros.
Hay que tener en
cuenta la importancia mediadora de los medios, hoy fundamentalmente los que
utilizan la tecnología digital, y la convergencia de diferentes lenguajes,
en un mundo globalizado, en el que hay conceptos, contenidos y estructuras
que no pueden ser ajenas a la red, a la interacción, a la interculturalidad,
al trasvase vertiginoso de la información, a estructuras no lineales y a la
responsabilidad de los usuarios como productores de información.
Desde la
antropología, la solidaridad
Lo que en primer
lugar se asimila culturalmente en la vida son los patrones culturales
familiares. El aprendizaje es un proceso imitativo; fundamentalmente en lo
que se refiere a la socialización, el comportamiento nuevo implica alguna
clase de modelo como estímulo y el acercamiento a ese modelo puede ser
completo o aproximado. El copiar llega a ser una necesidad para
socializarse, que se ve recompensada aun con la copia inexacta, que puede
implicar nuevas formas de recompensa. Se imita o copia durante toda la etapa
vital del individuo, sin disminuir en la madurez. No obstante las pautas
perdurables son las de la infancia, generalmente provenientes del entorno
familiar y en la mayoría de los casos, inconscientes.
«Es de sentido común
que los niños y las niñas aprenden de lo que ven. Nacemos con una gran
capacidad de imitar la conducta de las personas que nos rodean. Incluso
criaturas de 14 meses ya copian gestos y movimientos que ven en el
televisor. No es de extrañar, pues, que entre los cientos de experimentos
que en los últimos 30 años han buscado una prueba objetiva de la influencia
maligna de la televisión en los menores, algunos demuestren que programas
que contienen altos niveles de violencia pueden causar agresividad a corto
plazo en ciertos jóvenes impulsivos ya predispuestos a ella». Luis Rojas
Marcos.
Existe una
responsabilidad universal ante cualquier situación que afecte a la Especie
Humana o a cualquier parte de ella, en este caso tanto la expansión de un
virus, a una pandemia, tanto como la situación de empobrecimiento y
exclusión a la que reduce a una buena parte de la población. Un grupo
humano, familiar, vecinal, o más extenso, necesita de la solidaridad, del
cariño, de ayuda, y del apoyo, la transmisión de elementos de supervivencia
y la solidaridad con el resto de los grupos humanos. Es luchar por la
igualdad en todos los aspectos y contra la xenofobia, tener en cuenta que
somos un único grupo humano que lucha contra una agresión externa, para lo
que es necesaria creatividad, ciencia, imaginación, solidaridad, cooperación
entre grupos y sociedades.
Para Durkheim, la
solidaridad designa «el conjunto de actitudes y comportamientos que aseguran
la cohesión y la continuidad de la acción colectiva de la sociedad». Por eso
es urgente que rescatemos el significado antropológico fundamental de la
solidaridad, aquella que algunos etno-antropólogos afirman que nos hizo
pasar del orden de los primates al orden de los humanos, cuando buscaban los
alimentos y los llevaban al grupo para comer juntos, pues la solidaridad
está en la raíz de nuestra hominización, y es indispensable para la
supervivencia.
La solidaridad nace
en la confluencia de tres almas: el sentimiento compasivo de la vida, el
acto racional de reconocimiento y el deber moral de la universalización. De
este modo, desborda la asistencia altruista, la cooperación para el
desarrollo y la cohesión social. (Sobrino, 1995)
Además, la sociedad
debe ser universal, nos lo ha hecho ver palpablemente esta epidemia, que
asola a todo el mundo, sin fronteras, ni barreras culturales ni sociales. Es
más solidaridad, en el sentido ético, que compasión o reconocimiento. La
fuerza universal de ciertos valores como los derechos humanos, la vida, la
dignidad solo se realizan en la defensa de quienes se ven privados de ellos,
y serán universales solamente cuando puedan disfrutar de ellos todos los
hombres y todas las mujeres de nuestro planeta. De forma diferente que el
sentimiento compasivo, que es personal, la solidaridad ha de ser universal.
«Una situación que
nos concierne a todos: todas las clases, todos los países, todo el ámbito de
la naturaleza están afectados por él de la misma manera». Fayerabend 1992
El confinamiento
Estar en
«confinamiento» es algo nuevo para nuestra generación, aunque algunos
vivimos en su momento encierros forzosos, toques de queda y otras
vergüenzas. Estar en casa, sin posibilidades de salida, con toda la familia
dentro, a veces en lugares muy reducidos, es una prueba más que recibimos y
que no podemos, no debemos desperdiciar. El encierro no es plato de gusto
pero puede ser un aliciente para vivir, entender, practicar otras cosas,
disfrutar y convivir con personas a quienes queremos pero en una nueva
experiencia, la de estar más tiempo juntos, lo cual crea, además, la
necesidad de adecuarse a otros usos y necesidades.
El encierro tiene
principalmente un sentido solidario: no ayudar al virus en su avance, y
secundariamente que no nos contagie. De paso, que los contagiados no llenen
las urgencias ni los espacios de cuidados intensivos. También la solidaridad
no debe llevar a la reflexión, que a su vez nos lleva a la responsabilidad.
En función de lo que aprendamos nos adaptamos mejor a las circunstancias y
ayudamos al resto. La vida familiar es rica, cada miembro tiene su propia
personalidad, y ejerce profesionalmente fuera de la familia, en su trabajo,
en sus relaciones de amistad, en el lugar de estudio o de diversión. En el
hogar familiar se lleva la vida de otra forma, y en tiempos de
confinamiento, es un desafío unir las dos vidas, la profesional y la
familiar en un mismo entorno.
Familia, colaboración
y aprendizaje
Es en la familia
donde el aprender cobra una significación especial que hay que entender muy
bien si queremos darnos cuenta del importante papel que desempeña en la
configuración del modo de vida de un pueblo.
No podemos ni debemos
perder nuestras raíces, nuestro lenguaje y nuestros modos de comportamiento.
La cultura es antes y por encima de todo, un sistema de aprendizaje, de
transmisión de conocimientos, algunos de los cuales ni siquiera sabemos que
los poseemos; nuestro sistema familiar ha cambiado en los últimos años.
Actualmente los niños y adolescentes pasan más tiempo con sus educadores y
con los medios de comunicación y el ordenador que con su familia; puede
asegurarse que estamos asistiendo a un importante cambio cultural cuyos
resultados no serán apreciados de inmediato. El que durante unos meses, los
profesores y educadores hayan estado fuera de la relación directa, que hayan
pasado a ser, como mucho, on line, hace reflexionar en otra dirección, pues
son la familias, los padres sobre todo, quienes han tomado el papel y la
mayor responsabilidad de educar.
Si hay niños
pequeños, durante los tiempos de encierro, ha sido imprescindible aunar
convivencia y aprendizaje, para lo que se hizo necesario planificar los
días, acondicionar la casa y el ritmo de vida a una situación de encierro,
pues no cabía el recurso de ir a dar una vuelta al parque cuando los
pequeños estaban revoltosos. Se hizo necesario convivir familiarmente al
mismo tiempo que trabajar, sin dejar de hacer vida en común. Es posible que
mamá y papá estuvieran trabajando on-line, y se respetó ese trabajo, a pesar
de que los más pequeños no lo entendieron y, a partir de cierta edad ya lo
intentaron. Muchas familias marcaron espacios y tiempos, a veces con
creatividad y humor, destinaron lugares a cada cual, por medio de letreros,
o inventaron situaciones para que cada uno supiera que alguien estaba «en su
horario de trabajo» y que, aunque hay mayor flexibilidad, respetarlo en lo
posible.
Los chicos y chicas
mayores, sin lesionar sus tiempos de tarea y estudio, pueden encargarse de
los más pequeños, como en aquellas escuelas de hace décadas, en las que el
maestro debía delegar y vigilar al mismo tiempo para atender a todos sin
excepción en función de las necesidades. Muchos centros educativos han
puesto en práctica la educación on line, a distancia, lo que exige a las
familias un nuevo acondicionamiento de métodos y tecnologías. Maestros y
profesores han tenido que hacerse con el sistema y utilizar nuevos recursos
para trasmitir la información y lograr que los alumnos sigan en contacto,
trabajando en casa, buscando la información, utilizando las redes, y
trabajando en grupo.
Si la familia tiene
los medios, no suele haber problema, pues nuestros niños y niñas saben mucho
de tablet, skypes, y hay programas específicos que dominan enseguida a la
perfección.
Cine, televisión
Ver la televisión en
familia es otro elemento a tener en cuenta, muy importante, ordenar,
organizar los tiempos y momentos en los que se pueden ver películas,
grabaciones, programas, en donde participan todos, chicos y grandes. Y
cuidar que la televisión no ocupe el día.
Los medios de
comunicación, en sus programas genéricos, durante el tiempo de
confinamiento, nos han dado una programación plagada de largos informativos,
tertulias políticas, retrasmisiones de lo que sucedía en el congreso, y
repeticiones sin orden ni concierto de programas ya emitidos, generalmente
concursos. Las familias, muchas de ellas, han optado por los sistemas de
distribución en red de películas y otro tipo de programas.
Era importante
además, que sin olvidar la razón del confinamiento, la familia tomara la
responsabilidad de hacer reaccionar a sus miembros ante los horrores y las
tragedias humanas de la pandemia, al mismo tiempo que adquirir el espíritu
crítico ante noticias sensacionales o sensacionalistas y aprender muchas de
las actitudes y formas de comportarse individualmente o en grupo ante las
posibilidades de contagio, modo de pasear o jugar, colocarse y utilizar la
mascarilla o adiestrarse en el higiene corporal de una forma adecuada
La familia educa para
la participación, siendo los medios de comunicación apoyos necesarios para
lograrlo. La cooperación necesita información veraz, amplia y sopesada de
los hechos; la reciprocidad requiere variedad de opiniones, situaciones,
tendencias, creencias y costumbres. Los medios de comunicación, si son
verdaderos transmisores, van a proporcionar a los individuos la posibilidad
de conocer problemas de su entorno y crear la sensibilidad necesaria par
potenciar la participación. En esos casos, más importante es la
participación de la familia y el espíritu y capacidad crçitica de los
ciudadanos, ante la avalancha de opiniones, la mayoría poco ténicas o
científicas, y la proliferación de noticias falsa y bulos.
La familia ha debido
elaborar, en común, estrategias de convivencia entre sus miembros y con los
medios, para que el televisor una más que separar.
Se ha creado una
dependencia familiar del móvil, de las redes, del ordenador, en general de
todos los medios de comunicación y, al mismo tiempo, se ha logrado un
aprendizaje individual y familiar del uso de todos ellos. Niños y niñas muy
pequeños han recibido y participado en sus clases mediante programas de
videoconferencia, y se han ajustado a convivir virtualmente con sus
compañeros. Otros, han trabajado en equipo sin salir de sus hogares, y el
teléfono móvil y el ordenador y las tablets han sido el vehículo con el que
han tenido que convivir y con los que han aprendido a rlacionarse en algo
más que la simple conversación de amistad.
Se han tenido que
enfrentar las familias con su propia convivencia, en tolerancia,
compartiendo los medios, ajustándose a horarios, ayudándose mutuamente, los
padres han aprendido de sus hijos y los hijos han sido ayudados o animados
por sus padres.
La gravedad de los
grandes problemas de la humanidad nos obliga a ser más responsables en la
educación de los hijos, enfrentando los hechos con conciencia crítica,
luchando contra cualquier forma de fundamentalismo, contra la
irresponsabilidad social que provoca la banalidad de la televisión, el
consumo indiscriminado de medios, la influencia que puede llegar al hogar
mediante las redes.
Este desafío obliga a
la familia a formarse con anticipación a los hechos, adelantarse a las
nuevas tecnologías, fundamentalmente las que tienen que ver con las redes y
la telefonía antes que los hijos vayan creciendo. Basar la vida familiar en
el diálogo constante y en el debate constructivo ante las situaciones que se
van creando
Comunicación con la
familia extensa
Los encierros
familiares han procurado la comunicación de la familia con el exterior,
posible con la tecnología de que hoy disponemos, vivir algunos momentos al
día la vida de personas muy cercanas, encerradas en otros hogares, inventar
juegos en la pantalla, filmar lo que se hace y enviarlo…. Las relaciones por
teléfono, o video conferencia son necesarias, pues siempre hay familiares
más desprotegidos, o que viven solos, a quienes es necesario tener más en
cuenta, y que los más pequeños lo han visto, vivido, y lo recordarán durante
toda su vida. Se ha dado así alegría a tíos o abuelos y nos conocemos ahora
un poco más. Es conveniente dedicar tiempos a conectar y preguntar a amigas
y amigos, interesarse por su estado, dar momentos de conversación a quienes
viven el encierro en solitario, tal vez en circunstancias precarias o con
problemas importantes.
Las
videoconferencias, en las que los miembros de la familia, amistades, abuelos
y nietos se veían todos los días, hace menos necesario el contacto físico,
tan importante para las relaciones sociales.
Lectura
Ha sido momento
igualmente de leer, de sacar esos libros que esperaban mejor ocasión, o
releer lo que leímos hace años, la edad hace diferentes interpretaciones de
una novela que disfrutamos en la adolescencia.
Algunas librerías
abrieron sus puertas virtuales y pusieron parte de los fondos a disposición
de los lectores, aunque siempre se pudo acceder a la posibilidad de comprar
libros on-line. En los primeros momentos de la apertura las librerías
físicas tambien estuvieron dispuestas a solucionar todo tipo de problemas y
acceder a las peticiones de los lectores.
En casa, hemos podido
revisar nuestros libros, organizarlos. En lo personal, he acumulado unos
cuantos textos para dar a quien los necesite.
Artesanías y artes
Estar en casa ha
supuesto para muchas familias, y para algunos profesionales, un reencuentro
con las artes, las artesanías y las activdades manuales. Ha sido una gran
ocasión para dedicar al dibujo, la talla y el modelado, la música o la
gastronomía. Nuevos platos o dulces realizados con los más chicos, que han
aprendido a mezclar, decorar, utilizar los utensilios y adquirir para el
futuro una experiencia y disposición especial para el trabajo culinario.
Algunas familias han
creado verdaderos gimnasios y han dedicado tiempos y esfuerzos al baile, el
deporte, la música y la danza.
Y los niños,
especialmente ellos, aparte de sus tareas escolares, han aprovechado con la
ayuda de sus mayores, para realizar todo tipo de trabajos artísticos y
artesanos, dependiendo por supuesto de la creatividad y de las capacidades y
habilidades de los padres y de los hermanos y hermanas mayores.
Cooperación familiar
Las familias,
generalmente en actividades diversas, con pocas ocasiones de convivir en el
día a día, se han visto forzadas en el confinamiento a estar juntos, en
ocasiones en espacios muy reducidos. Un gran desafío para la convivencia,
sobre todo en lo que significa el trabajo común, las diversiones, y
compartir espacios, tiempos, medios y recursos.
Hay familias que lo
han enfrentado solidariamente, distribuyendo tareas y responsabilidades,
repartiendo tareas en las que cada cual ha puesto lo mejor de sí mismos.
Salir a hacer la
compra o ir a la farmacia, bajar la basura, pasear a la mascota, ha sido en
los primeros meses responsabilidad de los mayores, poco a poco se ha ido
nabriendo a gente más joven y finalmente, los niños, han podido acompañar en
algunas actividades que requerían la salida de casa. Y todo con
responsabilidad, mascarilla, cuidados higiénicos y rutinas que fue necesrio
acoplar al normal desenvolvimiento de la actividad.
Y muchas familias se
han organizado en los momentos de diversión, de descanso, fuera de los
horarios de trabajo o clase, o estudios, y han convivido y colaborado en
hacer la limpieza, en pensar en nuevos platos de comida, en diferentes
formas de convivencia para, a última hora de la tarde aplaudir juntos a
profesionales y personas voluntarias que hacen que, desde fuera del hogar,
sea posible acabar cuanto antes con la epidemia.
Y se han realizado
nuevos proyectos, y ordenado aquellas colecciones que nunca se revisaron, se
han abierto armarios, baules y cajones y, además de ordenar, hemos
descubierto una gran cantidad de cachivaches, ropa, recuerdos y papeles que
nunca utilizamos y de los que hemos decidido guardar o desprendernos de
ellos.
La casa, por lo
tanto, también ha podido ser una sorpresa para nosotros, rincones que de
tanto verlos no los apreciábamos, hemos jugado a hacer fotos de lo que nos
era desconocido u olvidado, de lo que veíamos por rutina, que no
valorábamos, y nos hemos entusiasmado con esos elementos «olvidados», esos
escritos «perdidos» y esas fotos trasnochadas y entrañables que nos llevan
al pasado.
Hay familias que han
realizado excursiones por la casa en que se vive, con la finalidad de
encontrar lugares nuevos, a veces inaccesibles, un viaje planificado como si
se tratase de una expedición al Aconcagua. Así se han descubierto adornos,
fotos, nos ha dado ocasión de comentar con los adolescentes y los más
pequeños de la casa sobre nuestras familias, padres, abuelos, historias de
los ancestros, viajes y lugares, emigraciones y movimientos de la familia,
convirtiendo el domicilio en un museo y en un lugar de constantes sorpresas.
Las relaciones con
los centros educativos de los hijos
Los adultos hemos de
adelantarnos a los acontecimientos educativos. En el hogar, generalmente los
hijos superan a sus padres en el uso de las nuevas tecnologías y en la
mayoría de las familias los padres quedan atrasados y sus conocimientos
obsoletos, dando lugar a un círculo vicioso que dificulta la reflexión
educativa en familia. Los padres que no saben de informática, o que no son
capaces de leer imágenes pues desconocen los mínimos elementales, se niegan
en ocasiones a realizar una tarea supletoria como profesores, y no pueden
apoyar a sus hijos, ni es posible que los orienten y motiven hacia un
racional uso de los medios.
Sin embargo, la
familia tiene una gran responsabilidad en la educación de los hijos fuera
del ámbito familiar. En este caso, en colaboración con profesores, con otros
padres o con personas que se mueven en espacios juveniles alternativos. Los
centros educativos no se toman en ocasiones demasiado en serio la
importancia de la comunicación en red en la educación y en algunos casos, el
cierre de las aulas les ha tomado con el paso cambiado .
Los mismos chicos y
chicas, adolescentes, pueden aportar mucho tanto a sus familias como a sus
profesores en sus aulas mediante la utilización de medios alternativos,
trabajos, opiniones, sugerencias, lo que perciben en su ambiente familiar en
cuanto a la utilización formativa, lúdica y crítica de los medios.
Educadores
Quienes nos
consideramos educadores debemos ser también comunicadores, de cualquiera de
las ramas y ciencias, sean técnicas, científicas, literarias o artísticas.
Pensamos cómo llegar de la mejor forma a nuestros interlocutores, o
espectadores, que comprendan con claridad el mensaje, y que sean capaces
después de aplicar los mecanismos del feed-back para emitir a su vez nuevas
comunicaciones que permitan los cambios. Cuando nos vemos en una situación
en la que debemos estar confinados, nosotros y nuestros alumnos, se nos
presenta un inmenso desafío.
Por una parte debemos
tener claro qué queremos hacer y si tenemos las herramientas adecuadas para
ello. La preparación personal, el dominio de los recursos y los útiles
necesarios para llevarlo a cabo. También debemos saber si nuestros alumnos
disponen de los elementos necesarios para seguir una clase on-line.
El hecho educativo
es, esencialmente, un hecho comunicativo en el que el profesor debe dominar
la materia que imparte y los recursos tecnológicos a través de los cuales el
conocimiento, las actividades a realizar y el feed-back necesario para
realizar la evaluación esté a disposición de los alumnos.
La educomunicación
ayuda a dirigir la mirada a los principales problemas del mundo: la
participación de todas las personas, la defensa de los derechos humanos, la
multiculturalidad, el medio ambiente, la paz, la libertad de expresión y de
comunicación. Y en tiempos de confinamiento no podemos desentendernos de
esas premisas, hemos estado muy atentos a nuestros propios problemas, lo que
sucedía en nuestra familia, nuestro entorno, barrio, provincia, país, y
olvidábamos que el mundo seguía fuera, que había quien quedaba sin trabajo,
sin nada que comer, y los medios de comunicación nos acercaban a su vez lo
más inmediato, las colas del hambre, generalmente como crítica del gobierno
y no propia. Y había un mundo más amplio, seguía habiendo refugiados, y
países que llevaban la pandemia aún peor, con menos recursos, con una
sanidad más precaria, con unos gobernantes menos dispuestos.
Las nuevas
tecnologías agilizan los procesos informativos, pero no son la solución si
no promueven la comunicación. Para la educomunicación no es solamente vital
aprender a leer, tanto textos como imágenes, sino que es imprescindible
lograr la expresión, la escritura, el compromiso social y la difusión de lo
recibido y aprendido para crear una comunicación activa, basada en el
respeto y el diálogo, que colabore en el cambio social.
Y las nuevas
tecnologías es necesario utilizarlas en la búsqueda de la información y del
conocimiento, no basta con su utilización formal, es necesario procurar
criterios de utilización formativa, educativa y aprendizaje.
Son tiempo para que
niños y adultos profundicen en la utilización de los recursos, de todos
ellos, investiguen nuevas posibilidades y se adentren en el infinito
universo del conocimiento.
Los cambios
La nueva situación de
confinamiento solidario y forzoso, ha creado nuevas necesidades y nos ha
enfrentado con la nueva realidad, una educación sin contacto directo, en la
que la sociedad, familias, alumnos y profesores, nos hemos debido adaptar
vertiginosamente a nuevas circunstacias. Sin embargo, no podíamos olvidar
que la educación entraña cambio, cambio de conducta, de conocimiento, de
valores... La educomunicación solamente se puede entender en un contexto de
cambio cultural, revolucionario, basado en el diálogo, que nunca se acaba,
crítico, global, interactivo, que adquiere su pleno sentido en la educación
en red, en la que emisores y receptores se interconectan, en situaciones de
videoconferencia en las que se puede ejercer una comunicación oral y visual,
en la que comunicadores/educadores y receptores/alumnos, enseñan y aprenden
al mismo tiempo, pues son alternativamente emisores y receptores.
La relación
pedagógica se convierte en una situación de aprendizaje compartido entre los
que se comunican entre sí y que, al hacerlo, sea presencialmente, a
distancia o por videoconferencia, construyen el hecho educativo, cuyo
principal objetivo es el de desarrollar un pensamiento crítico ante la
situación del mundo y sus mensajes.
Sin embargo, hay
vacíos que no se pueden rellenar a veces, pues la parte más afectiva del
proceso educativo tiene que ver con el contacto afectivo que da esa relación
personal con los alumnos: reírse con ellos, identificar sus actitudes,
miradas y cuchicheos.
Y tiene su visión
entrañable, como contaba en las redes para el 15 de mayo, día del maestro en
México, una maestra mexicana, Yasmín Luna, que reflexionaba sobre lo triste
que iba a ser para ella ese día sin sus alumnos. «Este Día del Maestro (15
de mayo) iba a ser muy triste sin mis alumnos. El día anterior tuve clase
con ellos en una plataforma, ya casi al finalizar uno de ellos empezó a
felicitarme y luego se les ocurrió ‘abrazarme’ en sus pantallas. Fue
enternecedor verlos acercarse a hacerlo. Ahora, la mejor parte de mis
clases en linea son esos momentos al final cuando aprovechan para contarme
algo que les sucedió o mostrarme a su mascota. En este confinamiento, ello
nos da un poco la sensación de un día escolar normal.»
Y en nuestras clases,
y por supuesto, está el programa de estudios, pero no podemos olvidar que
seguimos siendo educadores, y que en cuanto a los mensajes y necesidades, es
necesario priorizar las relaciones interculturales, la participación
comunicativa, los Derechos Humanos, la integración de culturas y personas de
todos los lugares del mundo y la promoción de un sentido más crítico.
La difusión de la
cultura
Las redes en estos
momentos de encierro, largos y difíciles, se han llenado de cultura, de
generosidad, de iniciativas individuales que se han convertido en sociales.
Las hemos visto, danza, música, cine, relatos literarios, y un sinfin de
ideas que se han llevado a la práctica, que han tenido una maravillosa
acogida y que se han hecho virales, extendidas por el mundo. Hoy tenemos
redes y tecnología para poder hacerlo.
Mi amigo Juan José
Ceba, por cierto uno de los fundadores de esta revista, inició en su
encierro una magnífica aula de poesía que ha mantenido durante meses, en la
que animó a participar a cada cual desde su domicilio y que se ha convertido
realmente en un aula virtual, participativa, entrañable, creativa y
original.
Por sus páginas en
redes han pasado originales versificaciones, poemas realizados en
situaciones y técnicas diferentes, con materiales diversos, en recuerdo a
veces de poetas y literatos, en circunstacias familiares complicadas y niños
y adultos se han hecho eco de ese llamado virtual y han respondido con
ingenio, disposición y solidaridad al llamado de un poeta y maestro en red.
Son muchas las
personas, grupos, movimientos y organizaciones que se han puesto las pilas
para no quedar atrás en la educación en red. Infinidad de bolgs, webs,
publicaciones en vídeo a través de plataformas conocidas, y difusión de todo
tipo de habilidades, enseñanzas y exhibiciones artísticas y culturales.
Mi amiga Sara Román,
profesora de la Universidad de Cádiz, y música, compañera de trabajo en el
Grupo Comunicar durante muchos años, inició y puso en práctica un curso
libre y gratuito para tiempos de confinamiento con el fin de unir por medio
de la música al mundo en tiempos de adversidad. Ha tenido varias ediciones y
se ha unido a la multitud de conciertos realizados desde casa por
profesionales de la música, ya fuera desde las terrazas o en las
convocatorias diarias de asociaciones que quieren poner su granito de arena
en esta terrible situación, como Músicaviral, que abre una ventana a la
esperanza, y ayuda a dar rienda suelta a la vocación artística,
En cine para educar,
diversas iniciativas se han sumado en los momentos difíciles del encierro,
quiero destacar la de La Matatena, una asociación civil mexicana con décadas
de experiencia de trabajo de cine con niños y adolescentes. que planteaban
retos para los momentos de encierro, reflexiones, visionado, frases y
desafíos para aprender en momentos complicados. Muchos son los documentos
filmados, en los que cineastas, profesores y aficionados han manifestado y
compartido sus artes, opiniones y habilidades.
Nuevos desafíos,
nuevos procedimientos
La nueva situación ha
cambiado nuestras rutinas, las formas de aprender, aunque la educación y el
aprendizaje han seguido siendo el eje del día a día, con las familias, que
se han sumado a la responsabilidad de alumnos y docentes.
La educación ha sido
una de las ventanas por las que las familias han debido asomarse cada día al
exterior, un mundo al que visitar fuera del domicilio, en el que día a día
era necesario encontrar nuevos alicientes, estímulos,salidas e ideas
interesantes.
La epidemia ha
cambiado radicalmente la idea de concebir la educación y tanto los centros
educativos como docentes y padres, deben tomar nota para sacar provecho de
una situación inesperada y para prevenir futuras situaciones similares. La
escuela y el hogar se han convertido en el mismo lugar, los padres tal vez
aprendan que es necesario estar más atentos a las situaciones educativas y
los docentes deberán prepararse para contar más y mejor con las familias.
Los padres hemos
detectado que la velocidad a la que nuestros hijos toman decisiones en el
ordenador, desarrolla su capacidad de detectar problemas y solucionarlos,
agilizando y aumentando las posibilidades de las células nerviosas y sus
relaciones comunicativas.
Esto nos hace
reflexionar sobre los grandes retos futuros, el de la enseñanza virtual, en
la que padres y docentes no deben estar ausentes, y el de la responsabilidad
familiar, el de la fragilidad de la sociedad, el de las carencias que muchos
hogares tienen de nuevas tecnologías, y la necesidad de solución por vías
administrativas
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