El
mundo es invadido por imágenes. El medio televisivo acapara la mayor parte
de ellas. La sociedad no puede ignorar el problema cultural que se genera ni
ignorar sus consecuencias inhibiéndose en la búsqueda de soluciones. El
sistema educativo tiene profesionales, o es necesario que los prepare, que
ayuden a la población en formación permanente a encarar positivamente los
mensajes que emite la televisión. En las aulas se dedica bastante tiempo a
la literatura escrita y muy poco o nada al análisis del mensaje icónico,
olvidando el tremendo poder que la imagen organizada por los grandes medios
de comunicación de masas tiene en la formación de conciencias y en los
cambios culturales. En este artículo, el autor expone la necesidad de
enfrentar con objetividad el hecho televisivo, de aceptar el desafío social
que expresa, y de diseñar estrategias que permitan aprender a ser
espectadores responsables, críticos y participativos de los medios de
comunicación.
«Escuche, Corso: Ya no hay lectores inocentes. Ante un texto, cada uno
aplica su propia perversidad. Un lector es lo que antes ha leído, más el
cine y la televisión que ha visto. A la información que le proporcione el
autor, siempre añadirá la suya propia».
Boris
Balkan a Lucas Corso en la novela El club Dumas, de PÉREZ REVERTE, A.
(1994), RBA Editores, Barcelona, pág. 295.
«La
película es a la representación teatral lo que el libro fue al manuscrito.
Pone a disposición de muchos en muchos momentos y lugares lo que de otro
modo quedaría restringido a unos pocos y a pocos momentos y lugares. La
película, igual que el libro, es un mecanismo de duplicación. La televisión
es contemplada simultáneamente por cincuenta millones de espectadores»
McLuhan, M. (1974),
El aula sin muros. Editorial Laia, Barcelona, pág 236.
«En la
lectura es el sujeto el que controla la experiencia, controla el ritmo del
proceso. En la televisión es el medio el que controla la experiencia, el
ritmo del proceso, la cadencia de paso de las imágenes, la duración de la
experiencia».
FERRÉS
J. (1994), Televisión y educación. Paidós, Papeles de Pedagogía, pág 31.
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La
humanidad tiene en su mano la tecnología. La ha elaborado y debe utilizarla
en beneficio de su supervivencia. Por el contrario, la manipulación que la
sociedad misma hace y recibe de los medios de comunicación, manejados por
unos pocos, hace que tanto la libertad de conciencia de la especie humana
como su cultura se vean amenazadas.
Los
medios de comunicación y en concreto la televisión no deben convertirse,
como la energía nuclear, en un peligro público. Para ello la sociedad en
general y el sistema educativo en particular, deben tomar la responsabilidad
tecnológica necesaria que permita convertir a los medios de comunicación, de
instrumentos ajenos y en algunos casos peligrosos para la humanidad, en
indispensables mediadores entre la sociedad y el ciudadano.
La
televisión está en todas partes, posee un poder de penetración cada vez
mayor en los hogares, en la misma calle y en los centros de enseñanza. Esta
realidad implica un desafío para el sistema educativo y para los
responsables más directos de la educación.
1. La
sociedad crea y puede destruir sus propios monstruos
1.1.
Al monstruo del doctor Frankenstein le gustan las flores y juega con los
niños
Los
medios de comunicación, partícipes responsables de gran parte de la cultura
de los grupos humanos de nuestro tiempo, crean opinión, lenguaje, mitos y
costumbres. Pueden del mismo modo crear monstruos ingobernables;
irrealidades y fantasías con negativa incidencia en la misma cultura en la
que participan. La sociedad está en gran medida a merced de los impactos
vertiginosos de la imagen; recibe la visión parcial de los que tienen en su
mano el poder de la información; se encuentra condicionada por la
intencionalidad de quienes programan, filtran unos datos y dan prioridad e
impulsan otros. Detrás de los medios de comunicación hay personas, grupos de
poder, ideologías e intereses.
El
engendro de Frankenstein, una vez creado, se escapó de las manos de su
autor. En la versión cinematográfica de Robert Florey (1931), "Frankenstein,
the man who made a monster", el monstruo, al que da vida una tormenta
eléctrica, tiene sentimientos, queda en éxtasis ante la luz y aprecia la
ingenuidad de una niña. Se convierte en un ser malvado después de tropezarse
con la implacable hostilidad e incomprensión de los seres humanos, hasta que
inevitablemente es destruido.
1.2.
Pandora abre la caja de los truenos
«Se
vende caja tonta para espectador inocente»
Quien
dio por primera vez el apelativo de
«caja tonta» a la televisión, no se
equivocaba en lo de caja ni en lo de tonta, ya que todas las cajas lo son.
Zeus ordenó a Hefestos que fabricase a Pandora -todos los dones-, una
bellísima mujer para que con sus encantos arruinara al género humano en
venganza por el robo del fuego. Pandora abrió su caja para mal de los
pecados de la humanidad, pues a pesar de que la caja estaba repleta de
bienes para los hombres, lo que sembró, por mala utilización, fueron los
males -truenos y tempestades- donde no eran necesarios.
Sin
embargo no tiene nada de tonta la intención y el trabajo de quienes deciden,
programan, producen y emiten lo que se ve en la pequeña pantalla. La
televisión se hace la tonta para que la tengamos en cuenta. Así puede
engañarnos. Como en el caso de Pandora, en que de la misma manera que envía
inundaciones a lugares en que sobra agua deja sin gota zonas en que la
necesitan. La televisión puede ser tanto caja de agua mansa como caja de
rayos y truenos.
1.3.
Minotauro, Teseo, Ariadna y el ovillo.
Para
no sentir desamparo ante los medios de comunicación, se debe penetrar en el
laberinto televisivo y desentrañar en lo posible sus pasadizos, analizar el
fenómeno social del que procede y conocer sus códigos, reglas, técnicas y
estilos. Tal vez es posible establecer así sus mecanismos claves de entrada
en el pensamiento individual y colectivo y las estrategias educativas a
seguir para utilizarlo en beneficio de los valores que actualmente la
sociedad demanda.
Los
monstruos no los crea solamente la televisión. Los antiguos minoicos, para
explicar la cantidad de hijos ilegítimos producto de la unión de su reina
con un cretense, crearon a Minotauro, al que había que ofrecer anualmente lo
mejor de la juventud. El ingenio de Ariadna, el valor de Teseo, y un ovillo
de hilo que le permitió entrar y conocer el laberinto de Creta, salvó a la
ciudad de Minotauro. A los monstruos se los puede crear, aunque en algunas
ocasiones es muy difícil destruirlos.
1.4.
Terminator o «los monstruos se crean, se destruyen y si el productor quiere,
se transforman».
Para
desmitificar y transformar a los medios de comunicación es necesario
establecer relación con ellos. Para introducirse en el laberinto, Teseo
utilizó el hilo de Ariadna. Nada se soluciona con aborrecer la televisión,
escandalizarse con ella o tenerle miedo y evitarla. Es imposible rechazar su
misma existencia o el fenómeno social que produce. Muchas veces, como al del
Doctor Frankestein, a los monstruos les gustan las flores y los niños, y se
puede hacer amistad con ellos antes que destruirlos.
La
televisión, como cualquier medio de comunicación, es creada por el hombre y
su cultura. Lo que un hombre o mujer hace, otros pueden entenderlo,
adentrarse en ello y transformarlo a su modo.
James
Cameron, director de Terminator-Schwarzenegger, tenía ideas muy claras
cuando transformó al robot malvado y destructor de la primera entrega de la
serie, en una máquina tan destructora como la primera pero con ganas de
salvar el mundo en la segunda parte. Terminator ya había creado cierta
adicción en los espectadores y era necesario utilizar los recursos del
personaje para continuar la serie.
1.5-
Por creer ver gigantes, Don Quijote resultó vencido por unos molinos
Hay
una intención en quienes crean programas y otra intención en quien los oye y
ve. No hay lectores o telespectadores inocentes, pero sí puede haber
lectores o telespectadores indefensos. Queda el derecho de prepararse para
afrontar y enfrentar el mundo de la imagen. Es necesario transformar la
intención comercial de quien produce los impactos visuales en fuente y
objetivo de investigación, de reflexión y de conocimiento crítico.
Don
Quijote, dio más importancia de la necesaria a unos molinos, convirtiéndolos
en su demencia en gigantes amenazadores. La televisión es un gigante -o
molino- con pies de barro que se puede conocer y por lo tanto analizar. Esto
lo hace vulnerable y susceptible de ser conducido por los propios
espectadores y sobre todo por los sectores sociales responsables, que pueden
y deben tomar parte en la tarea. El magnificar la importancia de la
televisión, el creer que es algo lejano, intangible, o de difícil acceso a
los profanos, puede originar situaciones de inferioridad que como a Don
Quijote, conduzcan al fracaso.
2. Los
masajes de Mcluhan.
2.1.
El masaje del mensaje
Desde
el momento en que cualquier actuación comunicativa nace de una intención,
posee ya en su contenido un mensaje. Las expresiones,
«el medio es el
mensaje» y
«el medio es el masaje» de Mcluhan son, desde esta óptica,
consecutivas y al mismo tiempo complementarias e idénticas en su mensaje.
Por esta razón toda comunicación de los medios tiene una lectura, y es
susceptible de análisis. "Mensaje" y "Masaje" pasan de ser mero juego de
palabras ingenioso para pasar a identificar una nueva y diversa forma de
trasmitir la información.
Un
inédito estilo comunicativo caracteriza a la tecnología de los medios
audiovisuales eléctricos, electrónicos o cibernéticos y la diferencia de los
anteriores. El bombardeo de las ideas (masaje), crea nuevas formas de
trasmitir los contenidos (mensaje), que obligan a analizar el medio como
elemento primordial e imprescindible en la comunicación.
2.2.
El masaje del medio, lo sociocultural y la telenovela de las tres y media
La
cultura entra en el cerebro humano a través de millones de estímulos
exteriores en su mayoría no controlados. La sociedad tampoco puede dominar
los impactos que sus miembros reciben desde el mundo exterior hacia su
propia cultura. En una familia, por ejemplo, se entremezclan pautas
culturales recibidas por cualquiera de sus miembros desde diferentes
espacios por infinidad de cauces incontrolables.
El que
en una casa no se permita ver el culebrón a los hijos no impide que el
argumento, los líos, los desastres internos de una familia, los amores y los
odios y sobre todo el morbo añadido no sean introducidos a través de
compañeros de colegio, que a su vez la reciben de sus familias, vecinos o
vecinas. Lo que es lo mismo: la influencia de la televisión en la cultura de
esa familia y por su efecto multiplicador en la de toda la sociedad, no es
en absoluto controlable por medios coactivos o represivos.
2.3.
El masaje que se introduce en el cuarto de estar y los goles del vecino del
quinto
La
sala de estar, o el lugar en el que se dispone del televisor, es muy pequeña
en comparación con los mundos que se crean en su interior. Sin salir de casa
se ve cine, deportes, noticias, entretenimientos, teatro y revistas, se
conocen las últimas novedades de la moda, de las vanguardias artísticas, la
interpretación del mundo que hacen los ideólogos, los políticos, los
técnicos y los periodistas. El universo se infiltra en el pequeño mundo
individual y familiar.
«Es
imposible comprender los cambios sociales y culturales -como afirma Mcluhan-
si no se conoce el funcionamiento de los medios».
El día
en que alguien apaga el televisor para leer un libro -un ejemplo- mientras
se juega un importante partido de fútbol, seguirá las incidencias del
partido, goles sobre todo, por el griterío del vecindario. Conocerá en cada
caso qué equipo metió el gol, qué miembro del equipo lo hizo, y con un poco
de suerte tendrá noticia de las circunstancias más importantes de cada
jugada.
2.4.
El masaje de los índices de audiencia y el simpático negrito de la tele.
Los
índices de audiencia, o lo que es lo mismo la comercialización de la
televisión, hacen que la competitividad sea el elemento prioritario en la
planificación, decisión, producción y mantenimiento de los programas
televisivos. Las diversas cadenas, incluidas las estatales, luchan por
aumentar en varios miles sus números de audiencia, que significan minutos u
horas más de publicidad, que es de lo que las televisiones viven.
Cuando
se habla de lectura crítica de los medios no se pueden olvidar los motivos,
los intereses y los objetivos que las empresas de la comunicación tienen
para presentar el mensaje. Tampoco hay que desconocer que la misma
televisión crea espacios de opinión, que influirán en que los
telespectadores deseen ver uno u otro programa.
Steve
Urkel, el simpático negrito con gafas de la
«tele», interpretado por el
actor Jajeel White, no era en sus comienzos mas que un personaje muy
secundario en la serie "Cosas de casa". Entraba, hacía su gracia, y salía.
Cada día más, los espectadores pedían su presencia. En estos momentos, es el
protagonista de la serie, y no hay escena en la que no salga o situación que
no provoque.
Anunciantes, agencias de publicidad y responsables de las cadenas, están
preocupados por esta situación, un círculo vicioso, en la que se encuentran
en lucha constante y de la que no pueden salir. Un programa sin audiencia
suficiente reduce irremediablemente la publicidad, lo que obliga a
suprimirlo. El fenómeno está ahí, pero la audiencia somos nosotros. ¿Cómo se
puede potenciar lo que es mejor y rechazar lo que no interesa?. La única
salida es -a largo plazo- el que los espectadores -consumidores- ejerzamos
nuestro derecho de intervención y logremos mejorar la calidad de la
programación.
3.
Conocer y analizar
«la gran manipulación».
3.1.
La homologación del humor: Reírse por decreto y otros
«fistros»
La
televisión actúa en gran cantidad de ocasiones imponiendo sus propias reglas
de juego; el espectador entra como si de su propia cultura se tratara. Las
risas enlatadas que sirven de fondo a la mayor parte de los telefilms en
clave de comedia, están condicionando cada situación cómica o chiste con los
criterios de quien produce la serie, con independencia de que la cultura sea
anglosajona o latina. En los programas con público todo está preparado. Las
risas, los aplausos y las actuaciones en apariencia espontáneas, incluyen
metamensajes que conforman subliminalmente las pautas básicas de la cultura.
Estas intervenciones programadas reducen en los espectadores la posibilidad
de opinión o criterio propio.
Se
está asistiendo al acontecimiento de la homologación de la cultura en todo
el territorio nacional. De la misma forma que se homogeneiza el vestuario,
los peinados, el lenguaje o el estilo de vida, se convierte en igualitario
el humor en el país entero. Algo propio como la broma, autóctono como el
doble sentido, la ironía y el chiste, que suelen ser la quinta esencia de
cada lenguaje se transforma en un producto único, sin competitividad gracias
a la televisión.
Para
ilustrar este hecho es útil interpretar e investigar fenómenos comunicativos
como el ocurrido en los últimos meses con
«Chiquito de la Calzada». El
montaje comercial que se ha creado en torno a este cuenta-chistes (humorista
?) -con todo el respeto que puede merecer su persona- es espectacular. En
poco tiempo, la televisión ha creado a su alrededor un espacio cultural en
el cual lenguaje expresivo, movimientos, tonos y palabras, se han contagiado
a sectores determinados de la población. No se encuentra lugar en el que no
se nombren o recuerden sus
«chistes», se repitan sus
«palabras» o se rían
sus «fistros» y despropósitos. Se comercializa un vídeo con sus actuaciones,
se le presenta con autoridad en galas de televisión al mismo nivel histórico
que humoristas de toda la vida y logra llenos espectaculares en cualquier
lugar del país en que se presentan sus actuaciones. Cabe preguntarse si el
éxito responde a un cambio cultural en sectores de la población o a una gran
manipulación temporal de la cultura con fines exclusivamente comerciales.
3.2.
La contraprogramación y otras limitaciones a la decisión personal
El
masaje manipulativo de la televisión se evidencia en todas sus
manifestaciones. Se puede analizar críticamente el horario, la programación
y contraprogramación, las campañas de marketing, la publicidad propia y todo
aquello que tiene relación con la vida e intereses de cada empresa
productora.
El
horario de emisión es un modo de dirigir al espectador en uno u otro
sentido. El que películas clásicas, mesas redondas o debates temáticos se
posterguen hasta medianoche o la madrugada, es indicativo de la importancia
que las empresas productoras otorgan a cierto tipo de programas.
La
contraprogramación es dañina cuando se emplea como sistema. No solamente
actúa en detrimento de las revistas de televisión sino de los propios
anunciantes y sobre todo de los espectadores, que no pueden decidir con
tiempo la elección de un programa o de otro. Las asociaciones de
consumidores luchan actualmente contra la contraprogramación porque lesiona
gravemente la libertad de opción. Considerar este hecho, y estudiarlo en
casos determinados -día y hora- puede hacer entender, desde una perspectiva
crítica, el poder -no inocente- de la programación televisiva.
Se ha
dicho anteriormente que la televisión engendra monstruos. Se imponen
problemas, argumentos, estrellas o divos. Las campañas de marketing para
lograr suficiente índice de audiencia pueden durar años. La serie "Scarlett"
ejemplifica este hecho. Se ha intentado repetir en la pantalla pequeña un
colosal éxito cinematográfico, promoviéndolo como una gran campaña de
marketing y repitiendo algunas de las características de la producción de la
película "Lo que el viento se llevó". Se ha hecho publicidad de la novela y
de la búsqueda de actrices por todo el mundo; ha batido también record de
desembolso económico. La venta -no ya la calidad- estaba asegurada antes de
su presentación. Los telespectadores han tenido en sus manos el hacerla
triunfar o fracasar. Aparentemente, según los datos, ha triunfado en
audiencia, superando con creces las previsiones más afortunadas. No es malo
preguntarse -lectura crítica del medio- si se ha analizado el hecho, si se
ha leído la primera novela, visto la primera película, o si nos hemos
convertido, sin interrogantes, en consumidores acríticos del producto
televisivo.
3.3.
Imposición de pautas culturales: La información, la divulgación y la cultura
moralizante.
El
momento en el que se determina con mayor claridad la manipulación es en los
programas informativos o culturales. Aún así existe una inmensa credulidad,
"nos lo creemos todo", porque la falta de inocencia del telespectador hace
que se sienta muy a gusto con lo que le cuentan, sin cuestionar motivaciones
ni contenidos. Se elige el informativo de tal o cual cadena por costumbre, o
porque ya se tiene grabado en las neuronas qué es más o menos objetivo, o
qué está más de acuerdo con la propia ideología o forma de ver la vida.
Algunos informativos suelen regalar con la intervención de eximios
columnistas que exponen su parecer, leído sin tapujos, dando ya masticada,
redactada y elaborada una opinión que cada espectador -libre ciudadano-
debiera realizar para sí. Dada la evidencia es fácil, si se desea, llevar a
cabo el análisis adecuado para descubrir la tendencia de cada uno de los
opinantes e investigar sus expresiones, criterios y motivaciones,
comparándolas entre ellos y con la propia.
Algunos de los llamados programas de divulgación se enmascaran bajo la
apariencia de ciencia, presentando cultura, estadística, consulta a expertos
y participación popular. Son verdaderas manipulaciones en las que la ciencia
es superficial, la cultura es la que promueve el productor, la estadística
se presenta de forma parcial, los expertos consultados en directo se ven
forzados a entrar -muchas veces a costa de ellos- en el juego propuesto o
son desautorizados por los mismos presentadores. En el programa "Luz roja",
los consejos que se dan por teléfono parecen indiscutibles. El bien o mal
social que este tipo de programas puede crear, depende del grado de
preparación de los espectadores, de su capacidad crítica, y de la
credibilidad que le proporcionen los monstruos creados por la pequeña
pantalla, que son en numerosas ocasiones los mismos que presentan los
programas.
4. La
toma de posiciones ante una visión dual de la realidad
4.1.
Realidad
«real» y realidad
«fílmica»
Los
medios de comunicación que tienen como base principal la imagen, presentan
al espectador una nueva óptica de la realidad. Esto proporciona al individuo
y a la sociedad duplicidad de visiones que crea como consecuencia dualidad
ideológica, cultural y de praxis, imposibles de adaptar y superar si no
existe una crítica activa.
El
ritmo de la televisión es a veces más rápido que el de la vida real, por muy
vertiginosa que esta sea. En la pantalla todo se soluciona o termina en poco
tiempo, a diferencia de la vida real en que los procesos son más largos. En
una película o serie televisiva se soluciona un crimen, un problema
familiar, o una situación, en un espacio fílmico de tiempo generalmente muy
corto: de hora a hora y media. En la vida real las soluciones tardan mucho
tiempo, años, o no llegan nunca. Inconscientemente pedimos más velocidad a
las respuestas sociales. La cultura pide resultados inmediatos: si se oye la
información sobre -por ejemplo- la resolución de hacer determinado tramo de
autovía, y se hace un viaje al poco tiempo se espera que la autovía esté
terminada. No se admite el tiempo real porque estamos acostumbrados al
tiempo fílmico. La vida real se mide en tiempo real, y el tiempo real se
hace eterno, cuando nuestra ideología, cultura, hábitos y costumbres se han
hecho al tiempo de la imagen televisiva.
En
otras ocasiones, el cine y la televisión utilizan sus posibilidades técnicas
para detener o demorar el tiempo. Un robo visto en la calle, un
ajusticiamiento televisado en un noticiario, se desarrollan rápidamente, en
fracciones de segundo. Es el tiempo real, en el que la retina apenas capta
los acontecimientos y en el que los músculos no responden porque la orden
llega tarde. El tiempo fílmico utiliza otros parámetros. Las imágenes se
ralentizan, la cámara lenta permite ver una caída o la agonía de un
ajusticiado en tiempo falso pero con intención verdadera de que el
espectador detenga su tiempo en cada imagen, captando plenamente su
significado.
Es
imprescindible analizar la dualidad entre imagen real y fílmica. La
disociación cultural creada presenta un grave problema, ya que puede
convertirse en una múltiple visión patológica de la realidad, en una
esquizofrenia cultural y social o en una percepción maniquea de los valores
éticos y morales. En todos los casos se hace necesario aceptar, profundizar,
analizar y enfrentar la dualidad como un hecho de carácter tecnológico que
tiene repercusiones sociales.
4.2.
La realidad, el bien público o la cultura de las patologías.
Otra
consecuencia de la multiplicidad de ópticas es la dualidad creada entre
realidad y ficción. El espectador ve una tras otra escenas reales y
ficticias sin atender a explicaciones ni comentarios. Ver sin análisis
violencia auténtica y violencia simulada crea insensibilidad a ambas. Niños
y adolescentes pueden creer inconscientemente que todo tiene truco. No hay
problema con los muertos pues más tarde "reviven". Es difícil cambiar esta
forma dual de apreciar la realidad si no se hace a partir de la reflexión,
la madurez personal, el estudio o la investigación, ya que lo que en
principio es problema de orden técnico o artístico, se convierte en cambio
cultural de valores.
La
televisión misma, en una forma de dar respuesta y cumplimiento al problema
de la sensibilidad, al mismo tiempo que aumentar los índices de audiencia,
ha inventado con implantación mundial lo que se llama "reality show",
realidad espectáculo.
Los
reality show son espectáculos montados sobre hechos reales o sus
reconstrucciones. Tanto pueden ser animadores del morbo, enfermedad o
patología nacional como instrumentos de bien público. La televisión nos
enmascara de tal forma sus contenidos e intereses que es muy difícil entrar
en ellos objetivamente.
El
telespectador crítico se encuentra en estos programas en el dilema constante
de alegrarse por la ayuda prestada para encontrar a un niño perdido durante
la guerra civil y la vacilación de si aplaudir o no el triunfal regreso de
unas adolescentes protagonistas de una fuga salvaje porque sus padres no les
permiten ir a la discoteca todas las noches hasta las tres de la madrugada.
Las niñas escapadas de su casa de las que hablamos son recibidas con
ovaciones y vitoreadas por el respetable. Cuando explican las razones de su
fuga son sus padres los que ponen cara de reo aguantando su propia angustia
y culpabilidad sin protestar para que las niñas no se escapen otra vez. El
presentador se ve en ese caso en la obligación de dar unos sabios consejos y
una reprimenda paternal a las chicas con el fin de "que nadie se copie". Más
de cuatro adolescentes se han evadido para salir en la tele.
El
recelo está en saber si la cultura llega a límites enfermizos porque vamos
descubriendo nuestra propia sensibilidad o porque debemos hartarnos de
observar realidades enfermas para conocer la verdadera existencia. La
televisión se ha colmado de programas divulgativos sobre enfermedades ya
sean médicas, sociales, psicológicas o culturales. Existen programas de
realidad espectáculo y concursos o entrevistas sobre amor, pasión, corazón,
drama o vida íntima, que ahondan en patologías de revistas del corazón.
Estos
programas, ¿Son un bien público?, ¿Son alimentadores del morbo nacional?,
¿Son solamente modos y maneras de aumentar los índices de audiencia?. Para
contestar es necesario introducirse en profundidad en lo que cada programa
influye en los espectadores de todas las edades, y en lo que provoca en cada
uno de ellos. Se hace necesario por esta razón un debate familiar, educativo
y social.
4.3.
La dualidad entre lo que se ve y lo que se hace.
La
televisión ayuda a penetrar "toda" la realidad en los hogares de manera
impactante y en poco tiempo. La velocidad a la que recibimos los estímulos
nos puede hacer caer en una verdadera esquizofrenia de comportamientos. El
engaño de lo visual, la dualidad entre el compromiso visual y el real es una
de las causas de la carencia de compromiso personal y social entre el
individuo y las necesidades del mundo de hoy.
Se
viven con tanta intensidad en el televisor los problemas del mundo, la
destrucción del medio ambiente, el hambre, la violencia, los derechos
humanos, las enfermedades, las reivindicaciones, etc, que puede parecer que
ya están solucionadas. Se crea así en la sociedad una disociación grave
entre lo que se ve, se observa, se analiza o se opina y lo que se participa.
Los espectadores televisivos se convierten también en meros espectadores de
una realidad más o menos camuflada. Lo mismo sucede con otras
manifestaciones de la vida, ya que todo se contempla en televisión: cine,
teatro, conciertos, ópera, exposiciones, espectáculos o debates. Es una
concepción doble de la existencia. Por un lado el trabajo cotidiano y los
medios de subsistencia, que se perciben a velocidad real, y por otro el
mundo de las imágenes pequeñas que se sienten a otro ritmo, con color y
forma diferentes.
5. La
responsabilidad de la educación en los medios de comunicación.
5.1.
Impulsar en las aulas la lectura crítica de la televisión.
En las
aulas se aprende lenguaje escrito y oral y se realizan análisis de textos
escritos. Sin embargo no existen todavía sistemas completos estructurados,
normativa o lineamentos metodológicos claros, que enfoquen sistemáticamente
un análisis de los medios de comunicación. Algunos programas educativos
presentan la teoría sin plantearse el análisis de la imagen, de la
información, del sonido o de la técnica. En escasas ocasiones se llega a
propiciar la práctica real.
La
base ideológica que sustenta la pedagogía y la didáctica actual tiene sin
embargo en cuenta los medios de comunicación como elementos, medios y
estrategias transversales a todos los demás procesos de aprendizaje. Esto
exige el aprendizaje de la lectura, comprensiva primero y posteriormente
crítica y práctica, de los medios de comunicación y de sus procesos.
La
televisión es necesario conocerla, interpretarla, desmitificarla, producirla
y desenmascararla: un esfuerzo que deben realizar todos aquellos que tienen
que ver con el mundo de la educación. Para ello hay que analizar sus
contenidos -profundizarlos y leerlos críticamente- con el fin de adaptarlos
a nuestra cultura. Hay que comprender el medio en sus aspectos técnicos con
el fin de dominarlo y si es necesario "defenderse" de sus impactos
negativos.
5.2.
Implicación de todos los integrantes del proceso educativo.
La
televisión nos informa de hechos que antes ignorábamos. La violencia -parece
ser- es menor en el mundo hoy día que hace cincuenta años. Sin embargo por
televisión la vemos en su totalidad. Durante la primera guerra mundial los
turcos hicieron desaparecer un millón novecientos mil armenios. Pocos
habitantes del mundo se enteraron entonces de lo que el pueblo armenio no
olvidará jamás. Hoy sabemos inmediatamente, por informaciones acompañadas de
imágenes en directo, de los horrores de la guerra en cualquier lugar del
globo.
"El
mundo instantáneo de los medios informativos eléctricos nos implica a todos,
a un tiempo." (Mcluhan)
Es
preciso implicarse como educadores o como consumidores de imagen en la
formación personal hacia medios y mensajes y procurar que los sistemas
educativos, familiares, regionales, estatales y sociales, hagan inexcusable
un diseño de enseñanza- aprendizaje en el que se consideren los medios de
comunicación y su análisis crítico.
Por
ser la televisión un medio tecnológico y comunicativo de primer orden hay
que actuar positivamente ante sus posibilidades y consecuencias. Es
necesario que la televisión contribuya a la educación permanente, que
complemente con sus procedimientos la investigación y apoye los fundamentos
del conocimiento y del aprendizaje.
5.3.
Exigir la producción de programas educativos para todas las edades.
A
veces se ha confundido programa educativo, cultural o pedagógico con
emisiones plomizas de sesudos eruditos busto parlantes. Se han realizado
abundantes intentos a lo largo de la historia de la televisión en España de
proporcionar a niños y adolescentes programas culturales o educativos.
Algunas de estas tentativas tuvieron cierto éxito. En la actualidad, gracias
a los índices de audiencia, se hace improbable que se pueda repetir el
experimento a no ser que organismos, asociaciones, o ciudadanos organizados,
presionen a las cadenas de televisión para establecer este tipo de
programas.
Hace
varios años colaboré en la segunda etapa del programa infantil "Barrio
Sésamo" -se está trabajando actualmente en la tercera etapa- y debo destacar
las premisas más importantes sobre las que estaba construido. El programa se
hacía al 50 por ciento en España- Estados Unidos. Un inmejorable diseño
previo -para niños de alrededor de seis años-, un análisis de la situación
en todo el país, objetivos claros, trabajo en equipo, asesores
especializados, seguimiento constante, nos forzaban a asesores y guionistas
a lograr -o por lo menos a intentarlo- un grado de calidad que hizo que el
programa haya pervivido con éxito varios años.
Bibliografía:
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