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La familia y la escuela pierden fuerza socializadora al
mismo tiempo que la ganan los medios de comunicación. Esta realidad implica
un desafío para los padres, la familia y la administración pública ya que la
responsabilidad socializadora es, por igual, de todos los agentes sociales,
también de quienes detentan el poder de los medios de comunicación y de las
grandes cadenas de televisión. Nadie duda de la responsabilidad legal de los
medios de comunicación pero poco se habla de su responsabilidad moral y
socializadora, de la importancia que sus mensajes y actuaciones poseen para
quebrar la pasividad, para incitar a la participación ciudadana. Se hace
urgente e imprescindible unir esfuerzos para que los grandes problemas del
mundo en el siglo XXI, que generalmente tienen que ver con la solidaridad y
el respeto, tanto hacia las personas como hacia el medio ambiente, estén
presentes con criterios de interés global en los medios de comunicación.
Family
and school are losing their influence in socialization, while the media
gains more and more. This reality means a challenge for parents, for the
family, and for the public administration, since the responsibility for
socialization is shared equally among all social agents, and also by those
who wield power in the media and the large television networks. No one
questions the legal responsibility of the media, but little is said about
their responsibility in morality and socialization, of the importance of
their messages and actions in breaking from passivity and stimulating
citizen participation. It has become urgent and essential to unite our
forces so that the great world problems of the 21st
century—largely having to do with solidarity and respect, both toward people
as well as toward the environment—are present in the media with criteria
that favor global interests.
Medios de Comunicación, responsabilidad, educación,
socialización
The media, responsibility, education, socialization
Con rapidez y vertiginosidad se aprecia cómo el mundo
es invadido por los medios de comunicación de masas, que cobran una
relevancia especial gracias a los avances tecnológicos. Lo que hasta hace
muy poco tiempo se encontraba en carteles y vallas publicitarias, hoy se ha
trasformado en pantallas que han invadido el mundo y que, desde la llegada
del cine, a finales del siglo XIX, cambian la fisonomía de la sociedad, se
adueñan de grandes superficies y de los ámbitos más reducidos e íntimos,
pues hay para todos los gustos y de todos los tamaños, inmensas, grandes y
muy pequeñas, algunas de ellas diminutas, que se introducen en los
domicilios a través de la televisión, de los teléfonos móviles, de los
ordenadores y de los videojuegos, o se llevan de viaje, de la misma forma
en que antes se llevaba un libro o una revista.
El gran desafío de los educadores –padres, profesores,
responsables y comunicadores- es adquirir la fuerza suficiente para, en un
principio, utilizar el poder icónico y emotivo de los medios de comunicación
y de las nuevas tecnologías con finalidades educativas, y al mismo tiempo,
proponer a los educandos –alumnos y sociedad en general- las posibilidades
educativas y didácticas suficientes como para convertir la fuerza de la
televisión y su mensaje, en un vehículo e instrumento imprescindible de
búsqueda de información, de apreciación de la realidad y de puerta a la
investigación. (Martínez-Salanova, 2005).
Socialización y medios de
comunicación
La socialización es un proceso por medio del cual el
ser humano adquiere la experiencia de interrelacionarse con los demás,
adquiriendo en dicha experiencia aptitudes y conocimientos que le permitirán
desenvolverse en la sociedad. La socialización, que se integra en los
individuos fundamentalmente de forma inconsciente, hace que éste vaya
adaptándose al medio donde vive, perciba los cambios sociales, conviva con
los demás miembros de su grupo humano, y respete y sienta afecto por sus
pares. Al no poder integrarse los individuos en su totalidad de una forma
espontánea, ya que los hechos sociales son exteriores a él y se dan en cada
ser humano por cauces diferentes, la misma sociedad o grupo humano crea los
mecanismos educativos necesarios para homogeneizar los elementos comunes de
la cultura y del saber de dicho grupo y asegurarse así una socialización
mínima semejante en todos sus miembros.
La sociedad en su totalidad, según Durkheim (2003), es
agente de socialización, cada persona con quien el individuo entre en
contacto es en cierto modo un agente. El comienzo natural del proceso para
cada niño recién nacido es su inmediato grupo familiar, el más importante en
los comienzos, pero que pronto se amplia con otros grupos humanos de
relevancia capital. No obstante, la familia es un nexo muy importante entre
el individuo y la sociedad, ya que controla el lugar en el que sus hijos se
educan, trasfiere a los descendientes las propias creencias, pensamientos y
valores y selecciona el lugar de educación de y los medios de comunicación
con los que se relacionan sus vástagos.
El segundo nivel de socialización, en el que los más
jóvenes se incorporan al proceso de recrear, vivir, reproducir y transformar
la cultura familiar más cercana, es el que gestiona el sistema educativo,
desde los primeros años de escuela hasta la universidad. «La interacción
social es importante en clase. Los niños deben hablar con otros, compartir
sus experiencias. ¿Por qué las escuelas obligan a los niños a estar
callados, dando como resultado una situación de autoridad y aburrimiento.» (Piaget,
1999). La socialización que pretende la educación oficial, o debe pretender,
no es el cumplimiento más perfecto y complejo de los procesos de
socialización adquiridos en los primeros años de vida, sino ofrecer a niños
y jóvenes la posibilidad de cuestionar la validez antropológica de los
influjos sociales, de reconocer y elaborar alternativas y de tomar
decisiones con cierta autonomía en función de las realidades del presente.
Sin embargo, la capacidad socializadora que la escuela tenía hace unos años,
ha disminuido sustancialmente. No es el caso de analizar en este lugar las
causas, algunas de las cuales tienen que ver con la presión familiar y del
entorno próximo, y sobre todo las que ejerce la televisión y, cada vez más,
los juegos informáticos y la inmediata comunicación a través de los
teléfonos móviles.
La televisión socializa porque ayuda a crear
costumbres, lo más profundo de los elementos culturales de una sociedad, y
pone en cuestión los sistemas educativos formales e informales y perjudica
notablemente las relaciones interpersonales y familiares.
En el espectador de televisión, sobre todo en los más
pequeños, se aprecia la dualidad que se crea entre la realidad y la ficción.
Se ven seguidamente escenas reales y ficticias, sin discriminar la violencia
auténtica de la falsa, la realidad de la ficción y se representan
estereotipados los roles sociales, étnicos, sexuales y profesionales. La
intensidad con la que se vive el problema de la televisión puede llevar a
dos consecuencias radicales: Creerlo todo, introduciéndose falsamente en un
mundo de esquizofrenia, creando en quienes se exponen a sus emisiones
durante al menos cuatro horas al día un «desplazamiento de realidad»,
identificando lo que ven en la pequeña pantalla con lo que les rodea, o
pasar por encima de todo, adjudicándose la conciencia angelical de que no
sucede nada importante. (Martínez- Salanova 2005)
La responsabilidad de la
familia
La familia, ni puede rechazar por sistema los medios
como un mal, ni debe dar la espalda a una realidad cultural y social que se
ha introducido en los hogares y que aporta diversión, entretenimiento y
formación. Sin embargo, aunque es la familia quien tiene la primera
responsabilidad –lo he escrito en multitud de artículos en los últimos años-
no solamente de cuidar el uso de los medios, tiene el derecho de plantearse
otras metas para su utilización educativa e ir más allá, exigiendo medidas a
las diversas administraciones, ya sean locales o autonómicas.
La familia no debe cerrar los ojos a lo que hacen sus
hijos y debe continuar su exigencia crítica ante los medios. Su
responsabilidad es educadora, empleando los elementos de didáctica familiar
que correspondan, ya que los niños y jóvenes, pueden sufrir en gran medida
la influencia física, psíquica y consumista de los medios. El aprendizaje
necesario para que las familias sean capaces de utilizar con equilibrio la
televisión, supone un esfuerzo completo de todos sus integrantes,
especialmente de los padres.
Una salida es -a largo plazo- el que los espectadores
-consumidores- ejerzan su derecho de intervención y logren mejorar la
calidad de la programación. Para ello es preciso implicarse como familia
consumidora de imagen en la formación personal hacia medios y mensajes y
procurar que los sistemas educativos, familiares, regionales, estatales y
sociales, hagan inexcusable un diseño de enseñanza- aprendizaje en el que se
consideren los medios de comunicación y su análisis crítico (Peralta, 2005).
Se puede y debe exigir a las productoras de televisión, sin que ello evite
la responsabilidad formativa de la familia, que mejoren y cuiden los
contenidos y los horarios de emisión, que controlen de forma eficaz la
calidad de sus programas.
La responsabilidad de la
educación
En cuanto a la educación en medios, llevamos una década
de programas y proyectos institucionales centrados en lo tecnológico, ¿por
qué se potencia tan poco la educación en medios, lo que supone una
alfabetización audiovisual y digital? Pienso que por la misma razón de que
es más fácil instruir que educar, por la misma razón que confundimos
tecnología con máquinas, olvidándonos que el cerebro es la materia prima de
la tecnología, por la misma razón que en educación trabajamos sin tener en
cuenta los objetivos, ni la de necesidad de planificar los procesos, ni
utilizar los recursos - incluidos los audiovisuales, informáticos y
mediáticos- en función del mismo proceso, por la misma razón de que
desistimos de la reflexión, del pensamiento, de la filosofía y buscamos lo
rápido, el último grito, la moda. El sistema educativo, en concreto los
profesores, deben estar al día en lo que aportan los medios y las nuevas
tecnologías, en la utilización didáctica de los mismos y en las
posibilidades pedagógicas y formativas que entrañan, sin dejarse subyugar
por lo inmediato, lo rápido y lo vertiginoso: Un ejemplo, se confunde estar
al día con disponer de la última versión de Windows, del último juego
informático o del móvil de última generación, cuando la capacidad de estar
al día se debiera manifestar en la actitud de búsqueda de nuevas formas de
investigar la realidad para acercarse a ella, de detección de nuevos
problemas y de la búsqueda creativa de sus soluciones, de aplicar nuevas
fórmulas educativas y didácticas para que los ciudadanos se hagan con la
tecnología y no, como sucede en muchas ocasiones, dependan de ella.
La administración educativa, por ello, debe proponer en
serio la adaptación, competente y honesta del profesorado, basada en su
eficacia didáctica y pedagógica, que implique a toda la comunidad educativa.
Al contrario, vemos que es más cómodo para el sistema educativo enseñar
programas informáticos, muchos de ellos de usar y tirar, que educar para y
con los medios, integrados en una sociedad educadora. Se promete que en
breve plazo habrá un ordenador por cada dos alumnos, se hace un inmenso
gasto en material tecnológico, pero escasa inversión en formación de los
profesores, escasamente se investigan nuevos planteamientos didácticos, y en
ocas ocasiones se dedican dineros, espacios y tiempos formativos en
interesar a los profesores en estas materias y dotarlos de herramientas
útiles, didácticas, de investigación y de formación personal. La
alfabetización audiovisual, clave para moverse hoy día en el mundo, y
necesaria también en el uso de las nuevas tecnologías, brilla por su
ausencia tanto en los profesores, generalmente desconocedores de ella y de
su importancia educativa, como en los alumnos. Es necesario dedicar más
tiempo y esfuerzo a las nuevas didácticas, su investigación y transmisión,
didácticas especiales que tengan que ver con la totalidad de los medios y
también con las nuevas tecnologías.
En resumen, pienso que se potencia poco la educación en
medios, fundamentalmente por comodidad, de los profesores y de la misma
administración. Los recursos del estado se dirigen más a lo tecnológico que
a lo educativo. La administración ha caído en la trampa de diseñar sus
programas, favoreciendo más la instrucción que la educación, a pesar de que
ésta es fundamental para el desarrollo pacífico, solidario y creativo de la
Especie Humana, y entraña también la instrucción).
Las responsabilidades de los
medios
La responsabilidad de los medios de comunicación en la
socialización, sobre todo de los que se dejan acompañar por las nuevas
tecnologías, y sobre todo la televisión, es inmensa. Nadie duda de las
responsabilidades legales, amparadas por legislaciones internacionales y de
los países, que tiene que ver con la publicidad, con los derechos humanos,
en ocasiones con los horarios de difusión y con los contenidos. Poco se
habla de las responsabilidades socializadoras.
Al ser productos fabricados por la especie humana, se
da por supuesto que los medios de comunicación están al servicio de la
mejora de la sociedad y de su cultura. Los medios de comunicación, tienen la
obligación social de ejercer la defensa del interés público, y proteger a
los ciudadanos, especialmente a los menores. Se hace necesario que la
responsabilidad socializadora, que la tiene, se haga consciente en quienes
detentan el poder de los medios, quienes definen programas y contenidos y
quienes tienen capacidad de decisión en las formas de presentación de sus
mensajes. Los medios de comunicación de masas son los grandes productores de
significación y sentido en las sociedades de masas y, por tanto, los grandes
mediadores en la percepción e interpretación de la realidad. Aparecen como
altavoces de la realidad social y son intermediarios/mediadores en la
comprensión e interpretación de la misma.
Las empresas que poseen las cadenas de televisión se
rigen por los mismos patrones de rentabilidad económica que el resto de las
industrias del país, detentando un poder importante en el espacio
individual, familiar y social capaz de intervenciones decisivas en la vida
política y económica, aunque sólo sea como control del resto de los poderes,
de forma parcialmente diferenciada en algunos medios. La prensa, por
ejemplo, es más bien mediador político, creador de opinión pública
ciudadana, elemento decisivo en la práctica política, planteando críticas
hacia los poderes y demandas de decisiones públicas de los gobernantes. El
resto de los medios canalizan y crean fundamentalmente la opinión pública
cultural. La televisión es, fundamentalmente, instrumento de cultura,
trasmisora de modas y comportamientos, de prejuicios y de valores. Al mismo
tiempo que es uno de los principales soportes de transmisión y difusión de
obras y productos culturales es creadora de tendencias y de pautas
culturales, modeladora de costumbres, difusora de ideas y opiniones y
promotora de conductas sociales y privadas.
Si las empresas televisivas son como cualquier otra
organización, debieran tener en cuenta aspectos comerciales y sociales más
simples, reglamentados con frecuencia por los estados o por organismos
internacionales. Quien fabrica lavadoras, por ejemplo, elabora un producto
del que se intenta vender el mayor número posible de unidades, sabe que su
venta está relacionada con su popularidad, que depende de su calidad, de su
servicio post venta, del entorno en el que se vende, etc. La empresa cuida
además que los artefactos se utilicen con cuidado, da instrucciones para que
se cumpla la normativa de seguridad, da garantía de que el producto es de
calidad y ante cualquier reclamación, al igual que los consumidores, es
amparada por la ley. Las empresas televisivas, sin embargo, que tanto
influyen en la cultura, en los valores y en los comportamientos de los
ciudadanos, que producen entretenimiento, información y cultura, buscan
exclusivamente la popularidad y por ende el cuanto más se vean sus
programas, mejor, olvida el servicio post venta, los posibles daños
colaterales que puede producir y el producto emitido solamente es
cuantificable en su valoración por los índices de audiencia, sin apenas
control moral o social por parte de la administración o de los consumidores.
Por todo ello, por su importancia, las cadenas de
televisión deben asumir sus propias responsabilidades. Los modelos
familiares, éticos, sociales y culturales que la televisión aporta, están
muy lejos de lo que es la familia en nuestra sociedad. Se consumen otros
estilos de vida y de costumbres; se integran diferentes y multiformes
relaciones familiares, éticas y sexuales. Las series que la televisión
presenta, reproducen situaciones por lo general estereotipadas, o muy
lejanas a la realidad, por lo que la juventud vive y reproduce la
fascinación por lo desconocido.
Los medios de comunicación, para contribuir a la
responsabilidad socializadora compartida, deben aumentar sus relaciones con
los diversos sectores de la sociedad, con una diversificación de la oferta,
cuidando tanto a los niños como a los adultos en su programación y en sus
horarios de emisión. Se confunde en ocasiones horario de adulto con un
espacio en el que cualquier cosa vale y, si bien es cierto que el adulto
tiene capacidad de discriminación y puede elegir programas, cierto es
también que los miembros de la Especie Humana, todos, somos individuos en
constante y permanente formación, necesitados en todas las etapas de la vida
de elementos que nos permitan estar en constante maduración y aprendizaje.
La pasividad de la
participación ciudadana
Uno de los principales desafíos con los que se
encuentra la sociedad de la información es el deterioro de la participación
ciudadana. La sociedad del bienestar, la absoluta dependencia del estado
para conseguir cualquier beneficio, la delegación total de responsabilices
en los representantes populares, que piensan y deciden en nombre de todos,
el gran cambio producido en el mercado de trabajo y la rapidez con la que se
suceden los movimientos culturales y sociales, ha logrado en pocas décadas
que los individuos nos consideremos a la espera, en actitud distante y
despreocupada ante el futuro inmediato que vendrá, sin duda, aportando
beneficios, y ante un futuro lejano, que se pinta oscuro, contra el que no
se puede luchar y que otros tendrán que encarar. Con estas perspectivas, a
pesar de las facilidades de comunicación, el ciudadano se enclaustra en su
pequeño entorno familiar y social, dando la espalda a los problemas del
mundo y volviéndose cada día más solitario.
Los grandes poderes económicos organizan la información
mundial y la dan digerida a los ciudadanos, que la leen, la entienden y
asimilan sin cuestionar. Ante los medios, se asumen posturas pasivas,
alienadas, que no implican al individuo y son escasamente participativas. Es
de ineludible importancia que los ciudadanos tomen conciencia de sus
responsabilidades. Para ello, los medios comunicativos deben adquirir el
compromiso de levantar al ciudadano de su apatía, proponiendo y sugiriendo
actitudes activas y participativas. Las cadenas de televisión, sobre todo,
deben tomar conciencia de su función educadora. (Martínez-Salanova, 2005)
En cualquier sistema comunicativo el emisor es el
primero y principal responsable, quien debe pensar qué emite, a quién y con
qué consecuencias. No así los medios de comunicación, que casi su totalidad,
se desentienden de sus mensajes una vez emitidos, que dejan en manos del
espectador/cliente/usuario o lector la responsabilidad de decidir en qué
nivel consciente establece la reflexión crítica, el aprendizaje creador, la
respuesta activa, la promoción de su individualidad, su rescate como sujeto
digno, no sometido a los caprichos y avatares de la televisión y a la
dictadura de las pantallas.
La televisión aborda infinidad de problemas
interesantes que podrían servir para realizar una reflexión sobre ellos,
aportar elementos conceptuales para su conocimiento y aumentar nuevos
niveles de apreciación y puntos de vista para establecer debates respetuosos
y flexibles. Sin embargo, dado su ínfimo grado de respuesta crítica la
televisión, en general, dada su necesidad de aumentar el nivel de audiencia
y la escasa responsabilidad de los promotores, los presenta de forma malsana
y trivial, en debates crispados insultantes y de creciente morbosidad,
oculta la importancia de los problemas, que prostituye o banaliza. En otras
ocasiones, la imagen sustituye o enmascara el contenido, la violencia
planificada de los debates impide la reflexión seria y la intromisión
innecesaria en la intimidad de las personas, a las que retira toda
posibilidad de dignidad y respeto, arruina los posibles beneficios que para
la sociedad pudiera proporcionar el tratamiento televisivo.
La responsabilidad de los
agentes sociales
Los agentes sociales se lanzan la responsabilidad
educativa de unos a otros. Los profesores y la escuela en general afirman en
muchas ocasiones que no tienen por qué suplir el trabajo de la familia. La
familia, no se entiende con la escuela ni la apoya. Todos, la sociedad en
general, la escuela y la familia, culpan en gran medida a la televisión de
la pérdida gradual de los valores mientras deja los hijos a su cuidado.
Las grandes cadenas, por otra parte, no atienden a su
responsabilidad socializadora y dejan en manos de la familia el control de
los horarios en los que sus hijos están ante el televisor.
La administración del Estado, mira para otro lado
cuando las cadenas incumplen sobre horarios y contenidos en horarios
infantiles, se olvida de que los profesores necesitan apoyo y formación para
tomarse en serio la televisión como elemento socializador y deja,
igualmente, en manos de los padres la totalidad del problema.
(Martínez-Salanova, 2005)
Nos encontramos en un mundo globalizado en todos sus
aspectos, en el que los compromisos deben ser compartidos. No es posible,
por tanto, alejar responsabilidades, los agentes sociales no pueden dejar
de asumir lo que solamente se puede solucionar entre todos. Por una parte,
somos conscientes de que el papel que la televisión tendrá en el proceso de
socialización de las generaciones que nos continúen dependerá del cambio que
se produzca en la familia y en la escuela. Una de las responsabilidades de
la escuela y de la familia debe ser la de promover un uso crítico y
reflexivo de los medios de comunicación, y especialmente, de la televisión,
promover ámbitos o contextos cognitivos en los que predominen la
experimentación y la creatividad, en el que los niños, desde pequeños, estén
cerca del mundo de las imágenes y de los procesos productivos de las mismas,
desmitificando los medios desde su interior, a partir del debate
responsable, del trabajo en equipo y de las relaciones sociales. Al mismo
tiempo, se debe exigir a la administración que cumpla sus compromisos de
control de los medios de comunicación en lo que tiene que ver con programas
y horarios infantiles, con la utilización de la publicidad y con la
intromisión excesiva en la intimidad.
Televisión
educativa-televisión educadora
Sin embargo, es de suma importancia que las
televisiones acepten la responsabilidad de educar como misión ineludible e
incuestionable. En un mundo, como se decía más arriba, la responsabilidad
del futuro es cosa de todos, la televisión debe ser educadora.
Normalmente confundimos los conceptos: educador,
educativo e instructivo.
Lo instructivo tiene que ver con los conocimientos o
movimientos que se aprenden mecánicamente. Para que sean educativos, estos
aprendizajes deben poseer algo más, que sean significativos, que estén en un
contexto más amplio, que el que aprende los inserte en un entorno, que
asimile los valores del aprendizaje, etc. Un documental puede ser
instructivo, pero si no está dentro de un contexto, si no se adapta el
lenguaje, las formas y los tiempos, a la edad de quien que se pretende sea
espectador, no será educativo (Martínez-Salanova 2007).
Para que una televisión sea educativa, debe tener
intencionalidad educativa. Propósitos y objetivos claros, definición de la
audiencia a la que va dirigida y por ende adecuación de los métodos,
lenguajes y estructuras a ella (Martínez-Salanova, 2005). Algunos intentos
de la televisión pública y de algunas televisiones autonómicas, han tenido
éxito en este sentido.
Sin embargo, toda la televisión debe ser educadora (no
necesariamente educativa), pues nos encontramos en un mundo en el que los
problemas los debemos encarar entre todos. No es posible que las
televisiones, con la fuerza cultural y capacidad subyugadora que poseen
entre los ciudadanos, se desentiendan de esa responsabilidad. Una televisión
educadora es la que plantea, propone y estructura sus programas pensando en
que en el mundo hay problemas de todos y que hay que colaborar en crear
corrientes de opinión y de debate para que los ciudadanos busquen también su
propia responsabilidad.
Una necesidad: Consensuar
entre los agentes sociales un itinerario de actuaciones, unos objetivos y un
programa de trabajo
¿Por qué no unirnos en el trabajo común de hacer una
televisión que sirva a todos? ¿Podría darse un compromiso educativo entre la
familia, la escuela y la televisión?
En las conclusiones del seminario de expertos de
Santiago de Compostela hay pistas para algunas de estas líneas de trabajo:
A la administración educativa le sugiere: «crear la
figura de un profesor o profesora responsable de comunicación audiovisual y
multimedia en todos los centros educativos, con las funciones de fomentar la
educación en comunicación audiovisual en el centro y de optimizar los
procesos de enseñanza-aprendizaje mediante la incorporación de la
comunicación audiovisual y multimedia».
A las familias y Asociaciones de Consumidores:
«propiciar la creación de programas de formación para madres y padres en
colaboración con las AMPAS y asociaciones de consumidores con el fin de
contribuir a la formación permanente en el ámbito familiar y procurar el
encuentro entre hijos, madres, padres y profesionales de la educación».
A ayuntamientos y Corporaciones locales: «promover la
colaboración de las radios y televisiones locales en actividades de
educación formal y no formal encaminadas a la alfabetización audiovisual y
multimedia de la población».
A las cadenas de televisión: «reclamar de las
Administraciones incentivos a las empresas audiovisuales y editoriales para
establecer líneas de producción de programas audiovisuales e interactivos
adecuados para el desarrollo integral de la alfabetización audiovisual y
multimedia».
A las industrias del audiovisual: «las nuevas formas de
producción de mensajes destinados a las nuevas pantallas exigen que las
propias industrias del audiovisual y del multimedia contribuyan al
desarrollo de investigaciones que permitan avanzar en la promoción de la
educación audiovisual».
Propuestas
¿No podrían las televisiones proponer que las formas y
modos de los debates fueran menos violentos e hirientes y más respetuosos
con las opiniones de otros participantes?. Los moderadores, ¿no podrían
mantener mejor los niveles de interés con los propios contenidos y no con el
aumento de la agresividad, del insulto o de la descalificación? Necesitamos
como ciudadanos modelos de debate diferentes a los que vemos en televisión,
que por nuestra retina y oídos entren en nuestro cerebro maneras diferentes
de respetar la opinión, de dirigirse a otras personas, de mantener un
criterio…Con estas preguntas y comentarios intento explicar mi idea de la
televisión educadora. Hay magníficos temas tratados en televisión, en
programas que pierden su posible función educadora por sus modos
sensacionalistas, violentos e irrespetuosos.
El tema de la violencia en la televisión, también es un
ejemplo. No es tan peligroso presentar la violencia como no dar
posibilidades para rebatirla, debatirla o cuestionarla. Se han llenado
páginas de periódico y se han elaborado multitud de informes y de trabajos
en relación con la violencia en televisión. Sin embargo, hay más violencia
en la sociedad, en la familia, que en los programas de televisión. O el tema
de la discapacidad, que se trata al mismo tiempo que se oculta a los
discapacitados…
Debemos pedir a las cadenas coherencia al presentar sus
contenidos, pues es clave la forma de presentación para que los contenidos
tengan validez. Yo propondría a las televisiones, para que aumenten su
capacidad educadora, un cuidado especial en temas como el medioambiente, la
solidaridad, la paz y la violencia, la responsabilidad, la tolerancia, el
respeto a opiniones y culturas diferentes. Son temas básicos en los que el
mundo está de acuerdo. Y lo más importante: no está en que los temas se
traten, que ya se tratan, sino que se haga sin sensacionalismo, apelando al
compromiso de los espectadores, imbuyéndose las cadenas de estos mismos
proyectos, para que surjan con espontaneidad y naturalidad.
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MARTÍNEZ-SALANOVA SÁNCHEZ, E. y PERALTA FERREYRA, I.
(1994): Aprender la realidad con los medios de comunicación, Sevilla, Grupo
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PERALTA FERREYRA, I. (2005): "El televisor: La pantalla
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