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Participación social y educación: Situaciones nuevas, soluciones creativas.

Instituto de Estudios Almerienses. Foro de debate. Febrero 2009

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El puntero de don Honorato/Bibliografía

 

Participación social y educación: Situaciones nuevas, soluciones creativas.


«Ni los padres, al fin de siglo, disponen de tiempo o de sistema eficaz para formar, ni los profesores recuperan su condición de guías morales.  Los niños se hacen la moral por su cuenta o, mejor, se la hacen a medias con la televisión, ese sujeto con el que comparten más tiempo, del que reciben mayores fascinaciones y poder de persuasión.». Vicente Verdú en El País.

«La belleza del arco iris nace de sus diferentes colores»

Proverbio africano

«Hemos pasado bruscamente de la edad de la piedra a la del circuito. Mientras que la rueda transporta simplemente los apoyos y los datos, el circuito establece relaciones entre los datos, y es el factor de la retroacción. De una época de transmisión pasamos a una era de retroacción, que es así mismo participación» (McLuhan, 1974).

 

No existe la menor duda, y es tema de debate político y social, que existe una ruptura entre las instituciones educativas y la sociedad civil, debido a la creencia generalizada de que la educación es un asunto de quienes son profesionales de la enseñanza y de los padres. Estos, muchas veces, centran su papel en cumplir con requerimientos como la adquisición de textos escolares y materiales, el suministro de útiles escolares, la asistencia eventual a reuniones, entre otras actividades a las cuales limitan su responsabilidad. De esta forma, muchos padres de familia parecen ajenos al proceso educativo. Muchos profesores, por otra parte, consideran útiles las asociaciones de padres para mejorar los aspectos físicos del colegio, pero poco para los aspectos académicos en lo que, según la mayoría, no deben inmiscuirse. Los medios de comunicación en gran medida, tratan los temas de la educación cuando se dan conflictos, y cuanto mayor sea éste, mayor apoyo mediático reciben, entrando en la palestra tertulianos, prensa del corazón y las televisiones más cercanas al sensacionalismo, sin profundizar en los grandes y graves problemas de la educación.

Por otra parte, la familia y la escuela pierden fuerza socializadora al mismo tiempo que la ganan los medios de comunicación. Esta realidad implica un desafío para los padres, la familia y la administración pública ya que la responsabilidad socializadora es, por igual, de todos los agentes sociales, también de quienes detentan el poder de los medios de comunicación y de las grandes cadenas de televisión. Nadie duda de la responsabilidad legal de los medios de comunicación pero poco se habla de su responsabilidad moral y socializadora, de la importancia que sus mensajes y actuaciones poseen para quebrar la pasividad, para incitar a la participación ciudadana. Se hace urgente e imprescindible unir esfuerzos para que los grandes problemas del mundo en el siglo XXI, que generalmente tienen que ver con la solidaridad y el respeto, tanto hacia las personas como hacia el medio ambiente, estén presentes con criterios de interés  global en toda la sociedad.

Sociedad de la información/sociedad del conocimiento

No existen dudas de que nos encontramos en plena sociedad de la información. Sin embargo, para acceder a la sociedad del conocimiento, la Especie Humana debe basarse en la capacidad de utilización de sus recursos humanos, de sus propias riquezas culturales y medioambientales, de la interrelación que se da entre sus personas, países, culturas y civilizaciones, con el fin de atender las necesidades del desarrollo social, utilizar la transferencia de los saberes como herramienta beneficiosa para construir el futuro y utilizarlos como factor crítico para el aprendizaje y el cambio social. Una de las claves en la que los expertos coinciden para conseguir el acceso a una plena sociedad del conocimiento es la comunicación intercultural, necesariamente interpersonal, en la que intervienen gentes e instituciones con referentes culturales diferentes, percibidos con la simetría necesaria para superan algunas de las barreras que se producirían para lograr la comunicación y algunos de los más graves problemas del mundo de forma eficaz. La otra característica de la sociedad del conocimiento es la participación democrática. Por otra parte, todo proceso de transición genera crisis, y los procesos globalizadores repercuten día a día en las poblaciones más vulnerables del globo, profundizando en las brechas de desigualdad y exclusión. La última, no por ello menos importante cualidad de la Sociedad del conocimiento, basada en las anteriores, es la claridad cognitiva en cuanto a la importancia de la sostenibilidad del propio mundo y de la Especie Humana en su conjunto, medioambiente, culturas, etc.

«El proceso de integración de un individuo a su sociedad se llama socialización. Comprende la adaptación del individuo a los compañeros; la obtención de una posición en relación con ellos establece su condición y el papel que ha de desempeñar en la vida de la comunidad» (Herskovitzs). Todos los individuos de la Especie Humana pasamos a través de varias etapas según nuestro grado de madurez, distinguiéndose cada etapa por ciertas formas de conducta permitidas y prohibidas, tales como el retozar en los pequeños o ejercer el poder entre los mayores. Cuando se llega a la madurez sexual y entra en juego el instinto procreador, se participa de nuevo en una agrupación familiar, pero ahora como padres, protectores e instructores.

El proceso de socialización constituye una parte del proceso por el cual las personas se adaptan a sus compañeros a través de todo el acervo de tradiciones económicas, sociales, tecnológicas, religiosas, estéticas y lingüísticas que han heredado.

En la actualidad, los medios de comunicación sustituyen en muchos casos a los mayores en la socialización de niños, adolescentes y jóvenes. Lo que antes el niño o el adolescente recibía exclusivamente por vía de sus mayores en la familia o en la institución escolar, lo recibe ahora a través de los medios de comunicación, fundamentalmente la televisión.

En los primeros años de la vida, el niño adquiere las pautas culturales que en la etapa adulta van a conformar su personalidad. El equilibrio emocional, la aceptación, la violencia, la intolerancia, la paz, el consumo, el respeto a personas y ambientes, y todas las normas de comportamiento que se afianzan en la madurez y que le van a distinguir no solamente como individuo sino también su rol y estatus en la sociedad en que vive.

La incógnita que hoy se plantea a la familia y por lo tanto a la sociedad es qué grupo humano educa actualmente a nuestros niños y adolescentes y por ende, a qué grupo humano y con qué costumbres se integran; nuestro grupo humano, que ha sido mantenido con muy pocos cambios en su estructura social, se ve en estos momentos vapuleado por otras forma de vivir, de pensar, de divertirse. Nuestros jóvenes son «educados» de manera diferente a la tradicional por grupos humanos con más poder económico, y por lo tanto mediático, que el nuestro. La mundialización, la homogeneización de las pautas culturales, o la aldea global en la que se ha convertido el planeta en gran medida debido a los medios de comunicación provoca por un lado la afinidad cultural y favorece la igualdad de oportunidades socializadoras; por otra parte esta homogeneización dificulta la génesis de nuevas estructuras socioculturales y empobrece costumbres, civilizaciones y lenguajes.

La responsabilidad de la sociedad en su conjunto

«Llega un momento en los asuntos de los hombres en que hay que coger el toro por los cuernos y enfrentarse a la situación». W.C. Fields. Los científicos de mediados del siglo pasado (siglo XX), ya atisbaron, aún sin tener todavía los elementos técnicos de juicio que poseemos actualmente, que los próximos cambios evolutivos de la humanidad, tendrían que darse por la vía de la solidaridad creativa. Tanto Theilard de Chardin, antropólogo y jesuita, como Jhon Lewis, filósofo y antropólogo marxista, coincidían desde sus estudios e investigaciones en que el próximo paso evolutivo de la especie humana podría ser, o la búsqueda conjunta de soluciones o el autoexterminio. Hoy científicos de todo el planeta avalan este pensamiento, fundamentándolo empíricamente con datos posibles gracias a la nueva tecnología. Irónicamente lo expresa Will Rogers «… no puede decirse que la civilización no progrese, pues en cada guerra le matan a uno de una nueva forma». Tal vez la carrera armamentística, las nuevas tecnologías que provienen de la competitividad entre pueblos y poderes económicos, puedan algún día dedicarse a mejorar los procesos sociales.

La responsabilidad del género humano ya no es la misma, pues hoy, gracias a la democratización de la información, a las infinitas posibilidades comunicativas y a los progresos técnicos, la sociedad es –o debiera ser- consciente de responsabilidades hacia el mantenimiento y salvación del planeta, tanto en lo biológico, físico, sociológico o ideológico.

Situaciones nuevas, soluciones creativas.

Según Aristóteles «No hay respuestas sencillas para los problemas complejos». Un desafío más para políticos, educadores y ciudadanos. El problema es complicado, pero no podemos, como el avestruz, esconder la cabeza, dejar las responsabilidades en manos de otros, o echar balones fuera. Condenar la didáctica y la tecnología, como hacen muchos profesores, sobre todo de secundaría, es confundir las cosas, por miedos personales o por negarse  aun esfuerzo que el mundo y la sociedad hoy necesitan.

La memoria del género humano es colectiva, los individuos se socializan –aprenden- por mecanismos inconscientes en su gran parte. Sin embargo, el aprendizaje es individual, o lo que es lo mismo, cada persona aprende lo suyo. Las relaciones interpersonales logran una mayor capacidad de aprendizaje individual y colectivo. La historia acumula cada día más productos en su haber, aunque muchos de ellos no queden reflejados en los libros. Marguerite Duras decía que el saber era lo que hemos aprendido en la escuela y el conocimiento lo que aprendimos por nuestra cuenta.

El problema de la participación como aspecto a educar transciende a la escuela y al conjunto de las instituciones responsables de la política educativa, y se instala en el campo de la política social en su conjunto. La complejidad de las sociedades actuales en constante proceso de cambio, fuertemente tecnologizadas y globalizadas, requieren nuevos escenarios de actuación, que reclaman de la educación, y del sistema educativo y sus centros, un cambio profundo en su función social.

Uno de los principales desafíos con los que nos encontramos en plena sociedad de la información es el deterioro de la participación ciudadana. La sociedad del bienestar, la absoluta dependencia del estado para conseguir cualquier beneficio, la delegación total de responsabilidades en los representantes populares, que piensan y deciden en nombre de todos, el gran cambio producido en el mercado de trabajo y la rapidez con la que se suceden los movimientos culturales y sociales, ha logrado en pocas décadas que los individuos nos consideremos a la espera, en actitud distante y despreocupada ante el futuro inmediato que vendrá, sin duda, aportando beneficios, y ante un futuro lejano, que se pinta oscuro, contra el que no se puede luchar y que otros tendrán que encarar. Con estas perspectivas, a pesar de las facilidades de comunicación, el ciudadano se enclaustra en su pequeño entorno familiar y social, dando la espalda a los problemas del mundo y volviéndose cada día más solitario.

Los grandes cambios sociales que han tenido lugar en las últimas dos décadas, la vertiginosidad de la información y de los modos en que llega al ciudadano, y las no menos grandes transformaciones del sistema educativo (que todavía hoy están teniendo lugar), entre ellas la entrada de personas de todo el mundo, con características culturales, sociales y lingüísticas muy diferentes, han supuesto que la misma profesión docente se encuentre ahora sumida en un confusionismo ideológico y profesional, en ocasiones a la amargura y frustración. La sociedad hace cambios y requiere nuevas responsabilidades a todos sus integrantes, políticos, administración, padres, medios de comunicación, que no todos están dispuestos a admitir, incluidos los profesores, dado el sustancial incremento de sus funciones originado por las nuevas necesidades educativas y en muchas ocasiones su insuficiente bagaje pedagógico y didáctico para asumir dichas funciones.

Padres y alumnos, han hecho entrada desde hace varios años en los consejos escolares, respaldados por leyes que les permiten y asignan grandes responsabilidades en el funcionamientote la comunidad educativa e, incluso, en el funcionamiento de la misma tarea del aula. La participación en el proceso educativo de los agentes sociales, va encaminada a fortalecer los procesos de formación de futuros ciudadanos y al desarrollo social de los mismos. Y posteriormente, la participación como ejercicio ciudadano, adquiere fuerza y consolidación en la política educativa.

Los cambios en el sistema educativo y la exigencia de participación

Sin embargo, desde la aprobación de la LODE (1985), se ha normalizado en la terminología escolar e incluso en la legal la denominación comunidad educativa para referirse al conjunto de personas que intervienen y son responsables de la educación de quienes están en edad de escolarización obligatoria. Es conveniente dejar claro desde el principio que la función educativa es tarea en primer lugar de las familias y en segundo lugar del centro escolar.

Esto, para muchos profesores supone una intromisión en sus atribuciones y en su posición tradicional, que se ven atacados desde todos los frentes. Por sus alumnos, que viven en el siglo XXI, con una capacidad inmensa de relacionarse en red por una parte, y con una concepción de la autoridad y de la disciplina, -en ocasiones inexistente- muy diferente a la que vivieron en su época anterior. Por los padres, que se intentan participar en la comunidad educativa y en los consejos escolares, en ocasiones con gran responsabilidad y en otras de formas exigentes e indebidas. Por los medios de comunicación, que los cuestionan y ponen contra las cuerdas, casi siempre de forma sensacionalista,  sin analizar correctamente situaciones y dificultades.

Todo esto ha hecho que el profesorado se vea mermado en su prestigio profesional, cuestionado por todos, vacile en sus creencias ideológicas, sus valores y normas, sus relaciones interpersonales, y su sentido profesional.

Las últimas leyes de educación las que conforman el sustrato legal de la participación escolar son la L.O.D.E. en los aspectos organizativos y estructurales, y la L.O.G.S.E. en los pedagógicos y didácticos. Ha faltado en ellas promover una cultura profesional del profesorado, una mayor fundamentación didáctica y pedagógica ante los cambios, y una exigencia mayor del trabajo participativo de los mismos profesores en sus claustros, en sus departamentos didácticos y en el gobierno de los centros educativos. La institución educativa en su conjunto, y gran cantidad de centros -hay muchas excepciones-, no han sido ejemplo de convivencia y participación hacia la sociedad, cuando en la mayoría de las ocasiones debieran ser motor aglutinador en barrios y pueblos de participación ciudadana, pues en los centros es donde radica el consejo escolar, y por ende deben ser el centro de la participación de padres, alumnos y autoridades municipales.

Sabemos que la colaboración no es fácil, o lo que es más fácil en los Centro de Eduacción Infantil, no lo es tanto en los de Secundaria. La educación debe entender que la participación, como todo, se aprende, y que es necesario ejercer cotidianamente en las acciones de colaboración y de construcción de iniciativas con el entorno de cada escuela. Desgraciadamente, la participación en más de un contexto escolar, sigue siendo impuesta, no se asume como una actitud que deben vivirse, educarse y comprometerse.

La comunidad escolar

La Constitución española de 1978 (Art.27) reconoce el derecho a la educación y establece el imperativo de que el profesorado, los padres y madres y, en su caso, el alumnado intervendrán en el control y gestión de todos los centros sostenidos por la Administración  con fondos públicos, en los términos que la ley establezca. Es la Escuela una institución demasiado importante como para dejarla sólo en manos del profesorado. Las grandes dificultades para aplicar este derecho son, por una parte, la reticencia de los claustros a aceptar ingerencias, siguen teniendo mayoría en cuanto a la cuota de representantes, y la escasa preparación participativa de muchos padres que, no solamente dejan en manos de la escuela toda la responsabilidad educativa sino que además, interfieren en ocasiones la tarea educadora de la escuela. Esta brecha, real, debe estrecharse en lo posible, muchas asociaciones de padres lo procuran, con diálogo y compromiso entre las partes de acercar posiciones y de buscar el interés educativo común, para, implicar al conjunto de sus integrantes en las decisiones más importantes y que tanto a padres como a profesores les asigna la sociedad.

En muchos centros educativos, se logra, existen experiencias de gran éxito, que confirman que cuando la comunidad escolar está presente en la ejecución y seguimiento de los proyectos, éstos son más eficaces y productivos, aumentan los recursos, disminuye o se acaba la conflictividad escolar, el centro aglutina los aspectos educativos del barrio o pueblo y las autoridades municipales participan plenamente. ¿Por qué no se logra en todos. Habría que analizar cada centro y cada causa.

Cuando el profesor trabaja en solitario, como hace la mayoría, es cuando todos los problemas salen a flote, la disciplina se diluye, al no haber en equipos, consejos y claustro ideas, planes comunes, iniciativas dialogadas, etc. Es muy común igualmente que no exista plan de centro, pues el que se entrega por normativa está copiado del año anterior, sin ninguna revisión ni adaptación o copiado de Internet, sin más cambios que los indispensables para dar mayor verosimilitud al documento.

Lo cierto es que para lograr esos propósitos, la participación de la ciudadanía en la gestión escolar es una condición esencial, clave para un funcionamiento democrático de los centros, integrado para la toma de decisiones y modelo de convivencia social.

La Escuela no puede sola resolver los problemas educativos, necesita de aportes sociales de diferentes instancias, en cuanto al fortalecimiento de la gestión, la colaboración y apoyo en materia de participación social ante las autoridades y la sociedad en su conjunto.

Compromiso de la sociedad con la Escuela

Por ello, una  educación de calidad, reclamada por toda la sociedad, requiere igualmente la participación y el concurso de todos y cada uno de los integrantes de la comunidad educativa, sin que nadie eche balones fuera, ni culpe a los demás.

El sistema educativo, tras el primer nivel de educación, que es la familia, es quien gestiona el segundo nivel de socialización, en el que los más jóvenes se incorporan al proceso de recrear, vivir, reproducir y transformar la cultura familiar más cercana, desde los primeros años de escuela hasta la universidad. «La interacción social es importante en clase. Los niños deben hablar con otros, compartir sus experiencias. ¿Por qué las escuelas obligan a los niños a estar callados, dando como resultado una situación de autoridad y aburrimiento.» (Piaget, 1999). La confrontación de opiniones, la discrepancia razonada y  el respeto a la diferencia suponen un proceso de aprendizaje y de maduración esencial para quienes se están formando.

La socialización que pretende la educación oficial, o debe pretender, no es el cumplimiento más perfecto y complejo de los procesos de socialización adquiridos en los primeros años de vida, sino ofrecer a niños y jóvenes la posibilidad de cuestionar la validez antropológica de los influjos sociales, de reconocer y elaborar alternativas y de tomar decisiones con cierta autonomía en función de las realidades del presente. Sin embargo, la capacidad socializadora que la escuela tenía hace unos años, ha disminuido sustancialmente. No es el caso de analizar en este lugar las causas, algunas de las cuales tienen que ver con la presión familiar y del entorno próximo, y sobre todo las que ejerce la televisión y, cada vez más, los juegos informáticos y la inmediata comunicación a través de los teléfonos móviles.

La escuela, centro de responsabilidades educativas

Son los centros educativos quienes tienen la responsabilidad (son los únicos con modos para hacerlo) de seleccionar, organizar e incluir en una programación organizada, o desechar, todo tipo de programas e iniciativas, apoyos y sugerencias, programas de educación vial, de drogodependencias, de educación sexual, antiviolencia, contra el racismo, etc., o la inclusión de concursos literarios, de poesía de dibujo, de visitas, etc. Las aulas son el lugar idóneo para tratar o analizar cualquiera idea relacionada con la infancia o la adolescencia, pues quienes están en edad escolar pasan unas cuantas horas al día recogidas y ordenadas en las aulas.

En cuanto a la educación en medios, llevamos una década de programas y proyectos institucionales centrados en lo tecnológico, ¿por qué se potencia tan poco la educación en medios, lo que supone una alfabetización audiovisual y digital? Pienso que por la misma razón de que es más fácil instruir que educar, por la misma razón que confundimos tecnología con máquinas, olvidándonos que el cerebro es la materia prima de la tecnología, por la misma razón que en educación trabajamos sin tener en cuenta los objetivos, ni la de necesidad de planificar los procesos, ni utilizar los recursos - incluidos los audiovisuales, informáticos y mediáticos- en función del mismo proceso, por la misma razón de que desistimos de la reflexión, del pensamiento, de la filosofía  y buscamos lo rápido, el último grito, la moda. El sistema educativo, en concreto los profesores, deben estar al día en lo que aportan los medios y las nuevas tecnologías, en la utilización didáctica de los mismos y en las posibilidades pedagógicas y formativas que entrañan, sin dejarse subyugar por lo inmediato, lo rápido y lo vertiginoso.

La capacidad de estar al día se debiera manifestar en la actitud de búsqueda de nuevas formas de investigar la realidad para acercarse a ella, de detección de nuevos problemas y de la búsqueda creativa de sus soluciones, de aplicar nuevas fórmulas educativas y didácticas para que los ciudadanos se hagan con la tecnología y no, como sucede en muchas ocasiones, dependan de ella.

La administración educativa, por ello, debe proponer en serio la adaptación, competente y honesta del profesorado, basada en su eficacia didáctica y pedagógica, que implique a toda la comunidad educativa. Al contrario, vemos que es más cómodo para el sistema educativo enseñar programas informáticos, muchos de ellos de usar y tirar, que educar para y con los medios, integrados en una sociedad educadora. Se promete que en breve plazo habrá un ordenador por cada dos alumnos, se hace un inmenso gasto en material tecnológico, pero escasa inversión en formación de los profesores, escasamente se investigan nuevos planteamientos didácticos, y en ocasiones se dedican dineros, espacios y tiempos formativos en interesar a los profesores en estas materias y dotarlos de herramientas útiles, didácticas, de investigación y de formación personal. La alfabetización audiovisual, clave para moverse hoy día en el mundo, y necesaria también en el uso de las nuevas tecnologías, brilla por su ausencia tanto en los profesores, generalmente desconocedores de ella y de su importancia educativa, como en los alumnos. Es necesario dedicar más tiempo y esfuerzo a las nuevas didácticas, su investigación y transmisión, didácticas especiales que tengan que ver con la totalidad de los medios y también con las nuevas tecnologías.

La participación escolar parte de la confianza mutua

Para que todo esto ocurra debe existir un clima de confianza. Primero entre los mismos profesores. Es muy fácil tener sintonía cuando todos están de acuerdo con una crítica al sistema, a los padres, a los alumnos. Ya es más difícil tener sintonía cuando lo que se debe realizar, además,  es autocrítica.

¿Y los consejos escolares? Se crearon como un instrumento de participación, pero no han conseguido dinamizar ni democratizar la vida de los Centros. Se han convertido en órganos formalistas y burocráticos que aportan poco a la vida de las Escuelas y menos a la formación del alumnado.

Es difícil tener confianza cuando los mismos profesores se culpan unos a otros, no funcionan en muchos casos los departamentos didácticos y en la mayoría de las ocasiones los profesores universitarios critican la enseñanza que se da en secundaria, y los profesores de secundaria al que se da en primaria, sin valorar ni exigir ninguno la necesidad de un sistema educativo global, gradual y sin saltos didácticos. Por otra parte, la diferencia (la hemos visto en algunas intervenciones en el Seminario, entre profesores, es ideológica, política. Etimológicamente, los que afirman que son «profesores» como algo que les da un status superior, desconocen que, etimológicamente, proviene del verbo latino profesar, que en educación ha significado tradicionalmente quien intenta inculcar a sus alumnos los valores y teorías que profesa quien imparte la enseñanza, como en las antiguas universidades. Cuando se habla del «maestro» como algo de inferior estado, se desconoce igualmente su raiz etimológica, el «magister», el que sabe tres veces más que los demás, más bien un instructor. En el mundo romano eran los pedagogos (esclavos en general), los que hacían las dos funciones, la de profesor para educar y la de maestro para instruir. Muchos de los que se llama así mismo profesores, dejan de lado su labor educadora y se convierten en simplemente instructores, de física o de lengua, y dejan la tarea de educar, como algo que no les compete, para los maestros y los padres.

Conclusiones para que exista una educación de calidad y verdadera participación

Que los Centros educativos fueran más abiertos, con modelos pedagógicos innovadores que abarquen toda la comunidad educativa. La profesión de educador, maestro o profesor puede entrañar la formación, no solamente de los alumnos, sino también de los padres, procurando mediante la participación, una educación en participación. Se trasforma el entorno en los casos que esto se da, cuando las posibilidades de la Comunidad educativa y los recursos que aporta la administración, den respuesta a las necesidades, carencias y expectativas del grupo social al que van destinados, en los tres ámbitos básicos e intrínsecamente relacionados que conforman el proceso educativo: ámbito familiar, ámbito escolar y ámbito social.

Fomentar la educación en participación. La participación y la convivencia son valores fundamentales en la sociedad actual, y sus aprendizajes deben ser fomentados en el aula y en el centro escolar, para que puedan ser aprendidos por niños y jóvenes y contagiados al resto de la comunidad. Por ellos muchos centros llevan a cabo proyectos de participación que superan el marco estricto de alumnado, familias y profesorado.

Modificar los funcionamientos de los consejos escolares, para que sean instrumentos de participación, más que órganos formalistas y burocráticos, dependientes en muchas ocasiones de los claustros.

Fomentar la participación del alumnado en los institutos de educación secundaria. Si bien la L.O.D.E. ha supuesto un gran avance respecto a la organización y gestión democrática de los centros, las insuficiencias y aspectos confusos del marco legal que se han venido señalando, pueden suponer un grave obstáculo para la consecución la participación, de uno de sus fines más significativos, y la participación actualmente es muy escasa, por la lentitud de la administración en arbitrar normativas que la hagan posible, la falta de formación de los padres y la reticencia de muchos claustros a aceptarla.

Es necesario generar canales y medios de información acerca del quehacer educativo y fomentar el interés y el conocimiento de la sociedad sobre la problemática educativa escolar.

Bibliografía

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© Enrique Martínez-Salanova Sánchez