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Participación social
y educación: Situaciones nuevas, soluciones creativas.
«Ni
los padres, al fin de siglo, disponen de tiempo o de sistema eficaz para
formar, ni los profesores recuperan su condición de guías morales. Los
niños se hacen la moral por su cuenta o, mejor, se la hacen a medias con la
televisión, ese sujeto con el que comparten más tiempo, del que reciben
mayores fascinaciones y poder de persuasión.».
Vicente Verdú en El País.
«La belleza del arco iris
nace de sus diferentes colores»
Proverbio africano
«Hemos pasado bruscamente de la edad
de la piedra a la del circuito. Mientras que la rueda transporta simplemente
los apoyos y los datos, el circuito establece relaciones entre los datos, y
es el factor de la retroacción. De una época de transmisión pasamos a una
era de retroacción, que es así mismo participación» (McLuhan, 1974).
No existe la menor duda, y es tema de
debate político y social, que existe una ruptura entre las instituciones
educativas y la sociedad civil, debido a la creencia generalizada de que la
educación es un asunto de quienes son profesionales de la enseñanza y de los
padres. Estos, muchas veces, centran su papel en cumplir con requerimientos
como la adquisición de textos escolares y materiales, el suministro de
útiles escolares, la asistencia eventual a reuniones, entre otras
actividades a las cuales limitan su responsabilidad. De esta forma, muchos
padres de familia parecen ajenos al proceso educativo. Muchos profesores,
por otra parte, consideran útiles las asociaciones de padres para mejorar
los aspectos físicos del colegio, pero poco para los aspectos académicos en
lo que, según la mayoría, no deben inmiscuirse. Los medios de comunicación
en gran medida, tratan los temas de la educación cuando se dan conflictos, y
cuanto mayor sea éste, mayor apoyo mediático reciben, entrando en la
palestra tertulianos, prensa del corazón y las televisiones más cercanas al
sensacionalismo, sin profundizar en los grandes y graves problemas de la
educación.
Por otra parte, la familia y la escuela
pierden fuerza socializadora al mismo tiempo que la ganan los medios de
comunicación. Esta realidad implica un desafío para los padres, la familia y
la administración pública ya que la responsabilidad socializadora es, por
igual, de todos los agentes sociales, también de quienes detentan el poder
de los medios de comunicación y de las grandes cadenas de televisión. Nadie
duda de la responsabilidad legal de los medios de comunicación pero poco se
habla de su responsabilidad moral y socializadora, de la importancia que sus
mensajes y actuaciones poseen para quebrar la pasividad, para incitar a la
participación ciudadana. Se hace urgente e imprescindible unir esfuerzos
para que los grandes problemas del mundo en el siglo XXI, que generalmente
tienen que ver con la solidaridad y el respeto, tanto hacia las personas
como hacia el medio ambiente, estén presentes con criterios de interés
global en toda la sociedad.
Sociedad de la información/sociedad
del conocimiento
No existen dudas de que nos encontramos
en plena sociedad de la información. Sin embargo, para acceder a la sociedad
del conocimiento, la Especie Humana debe basarse en la capacidad de
utilización de sus recursos humanos, de sus propias riquezas culturales y
medioambientales, de la interrelación que se da entre sus personas, países,
culturas y civilizaciones, con el fin de atender las necesidades del
desarrollo social, utilizar la transferencia de los saberes como herramienta
beneficiosa para construir el futuro y utilizarlos como factor crítico para
el aprendizaje y el cambio social. Una de las claves en la que los expertos
coinciden para conseguir el acceso a una plena sociedad del conocimiento es
la comunicación intercultural, necesariamente interpersonal, en la que
intervienen gentes e instituciones con referentes culturales diferentes,
percibidos con la simetría necesaria para superan algunas de las barreras
que se producirían para lograr la comunicación y algunos de los más graves
problemas del mundo de forma eficaz. La otra característica de la sociedad
del conocimiento es la participación democrática. Por otra parte, todo
proceso de transición genera crisis, y los procesos globalizadores
repercuten día a día en las poblaciones más vulnerables del globo,
profundizando en las brechas de desigualdad y exclusión. La última, no por
ello menos importante cualidad de la Sociedad del conocimiento, basada en
las anteriores, es la claridad cognitiva en cuanto a la importancia de la
sostenibilidad del propio mundo y de la Especie Humana en su conjunto,
medioambiente, culturas, etc.
«El proceso de integración de un
individuo a su sociedad se llama socialización. Comprende la
adaptación del individuo a los compañeros; la obtención de una posición en
relación con ellos establece su condición y el papel que ha de desempeñar en
la vida de la comunidad» (Herskovitzs). Todos los individuos de la Especie
Humana pasamos a través de varias etapas según nuestro grado de madurez,
distinguiéndose cada etapa por ciertas formas de conducta permitidas y
prohibidas, tales como el retozar en los pequeños o ejercer el poder entre
los mayores. Cuando se llega a la madurez sexual y entra en juego el
instinto procreador, se participa de nuevo en una agrupación familiar, pero
ahora como padres, protectores e instructores.
El proceso de socialización constituye
una parte del proceso por el cual las personas se adaptan a sus compañeros a
través de todo el acervo de tradiciones económicas, sociales, tecnológicas,
religiosas, estéticas y lingüísticas que han heredado.
En la actualidad, los medios de
comunicación sustituyen en muchos casos a los mayores en la socialización de
niños, adolescentes y jóvenes. Lo que antes el niño o el adolescente recibía
exclusivamente por vía de sus mayores en la familia o en la institución
escolar, lo recibe ahora a través de los medios de comunicación,
fundamentalmente la televisión.
En los primeros años de la vida, el niño
adquiere las pautas culturales que en la etapa adulta van a conformar su
personalidad. El equilibrio emocional, la aceptación, la violencia, la
intolerancia, la paz, el consumo, el respeto a personas y ambientes, y todas
las normas de comportamiento que se afianzan en la madurez y que le van a
distinguir no solamente como individuo sino también su rol y estatus en la
sociedad en que vive.
La incógnita que hoy se plantea a la
familia y por lo tanto a la sociedad es qué grupo humano educa actualmente a
nuestros niños y adolescentes y por ende, a qué grupo humano y con qué
costumbres se integran; nuestro grupo humano, que ha sido mantenido con muy
pocos cambios en su estructura social, se ve en estos momentos vapuleado por
otras forma de vivir, de pensar, de divertirse. Nuestros jóvenes son
«educados» de manera diferente a la tradicional por grupos humanos con más
poder económico, y por lo tanto mediático, que el nuestro. La
mundialización, la homogeneización de las pautas culturales, o la aldea
global en la que se ha convertido el planeta en gran medida debido a
los medios de comunicación provoca por un lado la afinidad cultural y
favorece la igualdad de oportunidades socializadoras; por otra parte esta
homogeneización dificulta la génesis de nuevas estructuras socioculturales y
empobrece costumbres, civilizaciones y lenguajes.
La responsabilidad de la sociedad en
su conjunto
«Llega un momento en los asuntos de los
hombres en que hay que coger el toro por los cuernos y enfrentarse a la
situación». W.C. Fields. Los científicos de mediados del siglo pasado (siglo
XX), ya atisbaron, aún sin tener todavía los elementos técnicos de juicio
que poseemos actualmente, que los próximos cambios evolutivos de la
humanidad, tendrían que darse por la vía de la solidaridad creativa. Tanto
Theilard de Chardin, antropólogo y jesuita, como Jhon Lewis, filósofo y
antropólogo marxista, coincidían desde sus estudios e investigaciones en que
el próximo paso evolutivo de la especie humana podría ser, o la búsqueda
conjunta de soluciones o el autoexterminio. Hoy científicos de todo el
planeta avalan este pensamiento, fundamentándolo empíricamente con datos
posibles gracias a la nueva tecnología. Irónicamente lo expresa
Will Rogers «… no puede
decirse que la civilización no progrese, pues en cada guerra le matan a uno
de una nueva forma». Tal vez la carrera armamentística, las nuevas
tecnologías que provienen de la competitividad entre pueblos y poderes
económicos, puedan algún día dedicarse a mejorar los procesos sociales.
La responsabilidad del género humano ya
no es la misma, pues hoy, gracias a la democratización de la información, a
las infinitas posibilidades comunicativas y a los progresos técnicos, la
sociedad es –o debiera ser- consciente de responsabilidades hacia el
mantenimiento y salvación del planeta, tanto en lo biológico, físico,
sociológico o ideológico.
Situaciones nuevas,
soluciones creativas.
Según Aristóteles «No hay respuestas
sencillas para los problemas complejos». Un desafío más para políticos,
educadores y ciudadanos. El problema es complicado, pero no podemos, como el
avestruz, esconder la cabeza, dejar las responsabilidades en manos de otros,
o echar balones fuera. Condenar la didáctica y la tecnología, como hacen
muchos profesores, sobre todo de secundaría, es confundir las cosas, por
miedos personales o por negarse aun esfuerzo que el mundo y la sociedad hoy
necesitan.
La memoria del género humano es
colectiva, los individuos se socializan –aprenden- por mecanismos
inconscientes en su gran parte. Sin embargo, el aprendizaje es individual, o
lo que es lo mismo, cada persona aprende lo suyo. Las relaciones
interpersonales logran una mayor capacidad de aprendizaje individual y
colectivo. La historia acumula cada día más productos en su haber, aunque
muchos de ellos no queden reflejados en los libros. Marguerite Duras decía
que el saber era lo que hemos aprendido en la escuela y el conocimiento lo
que aprendimos por nuestra cuenta.
El problema de la participación como
aspecto a educar transciende a la escuela y al conjunto de las instituciones
responsables de la política educativa, y se instala en el campo de la
política social en su conjunto. La complejidad de las sociedades actuales en
constante proceso de cambio, fuertemente tecnologizadas y globalizadas,
requieren nuevos escenarios de actuación, que reclaman de la educación, y
del sistema educativo y sus centros, un cambio profundo en su función
social.
Uno de los principales desafíos con los
que nos encontramos en plena sociedad de la información es el deterioro de
la participación ciudadana. La sociedad del bienestar, la absoluta
dependencia del estado para conseguir cualquier beneficio, la delegación
total de responsabilidades en los representantes populares, que piensan y
deciden en nombre de todos, el gran cambio producido en el mercado de
trabajo y la rapidez con la que se suceden los movimientos culturales y
sociales, ha logrado en pocas décadas que los individuos nos consideremos a
la espera, en actitud distante y despreocupada ante el futuro inmediato que
vendrá, sin duda, aportando beneficios, y ante un futuro lejano, que se
pinta oscuro, contra el que no se puede luchar y que otros tendrán que
encarar. Con estas perspectivas, a pesar de las facilidades de comunicación,
el ciudadano se enclaustra en su pequeño entorno familiar y social, dando la
espalda a los problemas del mundo y volviéndose cada día más solitario.
Los grandes cambios sociales que han
tenido lugar en las últimas dos décadas, la vertiginosidad de la información
y de los modos en que llega al ciudadano, y las no menos grandes
transformaciones del sistema educativo (que todavía hoy están teniendo
lugar), entre ellas la entrada de personas de todo el mundo, con
características culturales, sociales y lingüísticas muy diferentes, han
supuesto que la misma profesión docente se encuentre ahora sumida en un
confusionismo ideológico y profesional, en ocasiones a la amargura y
frustración. La sociedad hace cambios y requiere nuevas responsabilidades a
todos sus integrantes, políticos, administración, padres, medios de
comunicación, que no todos están dispuestos a admitir, incluidos los
profesores, dado el sustancial incremento de sus funciones originado por las
nuevas necesidades educativas y en muchas ocasiones su insuficiente bagaje
pedagógico y didáctico para asumir dichas funciones.
Padres y alumnos, han hecho entrada desde
hace varios años en los consejos escolares, respaldados por leyes que les
permiten y asignan grandes responsabilidades en el funcionamientote la
comunidad educativa e, incluso, en el funcionamiento de la misma tarea del
aula. La participación en el proceso educativo de los agentes sociales, va
encaminada a fortalecer los procesos de formación de futuros ciudadanos y al
desarrollo social de los mismos. Y posteriormente, la participación como
ejercicio ciudadano, adquiere fuerza y consolidación en la política
educativa.
Los cambios en el sistema educativo y
la exigencia de participación
Sin embargo, desde la aprobación de la
LODE (1985), se ha normalizado en la terminología escolar e incluso en la
legal la denominación comunidad educativa para referirse al conjunto de
personas que intervienen y son responsables de la educación de quienes están
en edad de escolarización obligatoria. Es conveniente dejar claro desde el
principio que la función educativa es tarea en primer lugar de las familias
y en segundo lugar del centro escolar.
Esto, para muchos profesores supone una
intromisión en sus atribuciones y en su posición tradicional, que se ven
atacados desde todos los frentes. Por sus alumnos, que viven en el siglo
XXI, con una capacidad inmensa de relacionarse en red por una parte, y con
una concepción de la autoridad y de la disciplina, -en ocasiones
inexistente- muy diferente a la que vivieron en su época anterior. Por los
padres, que se intentan participar en la comunidad educativa y en los
consejos escolares, en ocasiones con gran responsabilidad y en otras de
formas exigentes e indebidas. Por los medios de comunicación, que los
cuestionan y ponen contra las cuerdas, casi siempre de forma
sensacionalista, sin analizar correctamente situaciones y dificultades.
Todo esto ha hecho que el profesorado se
vea mermado en su prestigio profesional, cuestionado por todos, vacile en
sus creencias ideológicas, sus valores y normas, sus relaciones
interpersonales, y su sentido profesional.
Las últimas leyes de educación las que
conforman el sustrato legal de la participación escolar son la L.O.D.E. en
los aspectos organizativos y estructurales, y la L.O.G.S.E. en los
pedagógicos y didácticos. Ha faltado en ellas promover una cultura
profesional del profesorado, una mayor fundamentación didáctica y pedagógica
ante los cambios, y una exigencia mayor del trabajo participativo de los
mismos profesores en sus claustros, en sus departamentos didácticos y en el
gobierno de los centros educativos. La institución educativa en su conjunto,
y gran cantidad de centros -hay muchas excepciones-, no han sido ejemplo de
convivencia y participación hacia la sociedad, cuando en la mayoría de las
ocasiones debieran ser motor aglutinador en barrios y pueblos de
participación ciudadana, pues en los centros es donde radica el consejo
escolar, y por ende deben ser el centro de la participación de padres,
alumnos y autoridades municipales.
Sabemos que la colaboración no es fácil,
o lo que es más fácil en los Centro de Eduacción Infantil, no lo es tanto en
los de Secundaria. La educación debe entender que la participación, como
todo, se aprende, y que es necesario ejercer cotidianamente en las acciones
de colaboración y de construcción de iniciativas con el entorno de cada
escuela. Desgraciadamente, la participación en más de un contexto escolar,
sigue siendo impuesta, no se asume como una actitud que deben vivirse,
educarse y comprometerse.
La comunidad escolar
La Constitución española de 1978 (Art.27)
reconoce el derecho a la educación y establece el imperativo de que el
profesorado, los padres y madres y, en su caso, el alumnado intervendrán en
el control y gestión de todos los centros sostenidos por la Administración
con fondos públicos, en los términos que la ley establezca. Es la Escuela
una institución demasiado importante como para dejarla sólo en manos del
profesorado. Las grandes dificultades para aplicar este derecho son, por una
parte, la reticencia de los claustros a aceptar ingerencias, siguen teniendo
mayoría en cuanto a la cuota de representantes, y la escasa preparación
participativa de muchos padres que, no solamente dejan en manos de la
escuela toda la responsabilidad educativa sino que además, interfieren en
ocasiones la tarea educadora de la escuela. Esta brecha, real, debe
estrecharse en lo posible, muchas asociaciones de padres lo procuran, con
diálogo y compromiso entre las partes de acercar posiciones y de buscar el
interés educativo común, para, implicar al conjunto de sus integrantes en
las decisiones más importantes y que tanto a padres como a profesores les
asigna la sociedad.
En muchos centros educativos, se logra,
existen experiencias de gran éxito, que confirman que cuando la comunidad
escolar está presente en la ejecución y seguimiento de los proyectos, éstos
son más eficaces y productivos, aumentan los recursos, disminuye o se acaba
la conflictividad escolar, el centro aglutina los aspectos educativos del
barrio o pueblo y las autoridades municipales participan plenamente. ¿Por
qué no se logra en todos. Habría que analizar cada centro y cada causa.
Cuando el profesor trabaja en solitario,
como hace la mayoría, es cuando todos los problemas salen a flote, la
disciplina se diluye, al no haber en equipos, consejos y claustro ideas,
planes comunes, iniciativas dialogadas, etc. Es muy común igualmente que no
exista plan de centro, pues el que se entrega por normativa está copiado del
año anterior, sin ninguna revisión ni adaptación o copiado de Internet, sin
más cambios que los indispensables para dar mayor verosimilitud al
documento.
Lo cierto es que para lograr esos
propósitos, la participación de la ciudadanía en la gestión escolar es una
condición esencial, clave para un funcionamiento democrático de los centros,
integrado para la toma de decisiones y modelo de convivencia social.
La Escuela no puede sola resolver los
problemas educativos, necesita de aportes sociales de diferentes instancias,
en cuanto al fortalecimiento de la gestión, la colaboración y apoyo en
materia de participación social ante las autoridades y la sociedad en su
conjunto.
Compromiso de la sociedad con la
Escuela
Por ello, una educación de calidad,
reclamada por toda la sociedad, requiere igualmente la participación y el
concurso de todos y cada uno de los integrantes de la comunidad educativa,
sin que nadie eche balones fuera, ni culpe a los demás.
El sistema educativo, tras el primer
nivel de educación, que es la familia, es quien gestiona el segundo nivel de
socialización, en el que los más jóvenes se incorporan al proceso de
recrear, vivir, reproducir y transformar la cultura familiar más cercana,
desde los primeros años de escuela hasta la universidad. «La interacción
social es importante en clase. Los niños deben hablar con otros, compartir
sus experiencias. ¿Por qué las escuelas obligan a los niños a estar
callados, dando como resultado una situación de autoridad y aburrimiento.»
(Piaget, 1999). La confrontación de opiniones, la discrepancia razonada y
el respeto a la diferencia suponen un proceso de aprendizaje y de maduración
esencial para quienes se están formando.
La socialización que pretende la
educación oficial, o debe pretender, no es el cumplimiento más perfecto y
complejo de los procesos de socialización adquiridos en los primeros años de
vida, sino ofrecer a niños y jóvenes la posibilidad de cuestionar la validez
antropológica de los influjos sociales, de reconocer y elaborar alternativas
y de tomar decisiones con cierta autonomía en función de las realidades del
presente. Sin embargo, la capacidad socializadora que la escuela tenía hace
unos años, ha disminuido sustancialmente. No es el caso de analizar en este
lugar las causas, algunas de las cuales tienen que ver con la presión
familiar y del entorno próximo, y sobre todo las que ejerce la televisión y,
cada vez más, los juegos informáticos y la inmediata comunicación a través
de los teléfonos móviles.
La escuela, centro de
responsabilidades educativas
Son los centros educativos quienes tienen
la responsabilidad (son los únicos con modos para hacerlo) de seleccionar,
organizar e incluir en una programación organizada, o desechar, todo tipo de
programas e iniciativas, apoyos y sugerencias, programas de educación vial,
de drogodependencias, de educación sexual, antiviolencia, contra el racismo,
etc., o la inclusión de concursos literarios, de poesía de dibujo, de
visitas, etc. Las aulas son el lugar idóneo para tratar o analizar
cualquiera idea relacionada con la infancia o la adolescencia, pues quienes
están en edad escolar pasan unas cuantas horas al día recogidas y ordenadas
en las aulas.
En cuanto a la educación en medios,
llevamos una década de programas y proyectos institucionales centrados en lo
tecnológico, ¿por qué se potencia tan poco la educación en medios, lo que
supone una alfabetización audiovisual y digital? Pienso que por la misma
razón de que es más fácil instruir que educar, por la misma razón que
confundimos tecnología con máquinas, olvidándonos que el cerebro es la
materia prima de la tecnología, por la misma razón que en educación
trabajamos sin tener en cuenta los objetivos, ni la de necesidad de
planificar los procesos, ni utilizar los recursos - incluidos los
audiovisuales, informáticos y mediáticos- en función del mismo proceso, por
la misma razón de que desistimos de la reflexión, del pensamiento, de la
filosofía y buscamos lo rápido, el último grito, la moda. El sistema
educativo, en concreto los profesores, deben estar al día en lo que aportan
los medios y las nuevas tecnologías, en la utilización didáctica de los
mismos y en las posibilidades pedagógicas y formativas que entrañan, sin
dejarse subyugar por lo inmediato, lo rápido y lo vertiginoso.
La capacidad de estar al día se debiera
manifestar en la actitud de búsqueda de nuevas formas de investigar la
realidad para acercarse a ella, de detección de nuevos problemas y de la
búsqueda creativa de sus soluciones, de aplicar nuevas fórmulas educativas y
didácticas para que los ciudadanos se hagan con la tecnología y no, como
sucede en muchas ocasiones, dependan de ella.
La administración educativa, por ello,
debe proponer en serio la adaptación, competente y honesta del profesorado,
basada en su eficacia didáctica y pedagógica, que implique a toda la
comunidad educativa. Al contrario, vemos que es más cómodo para el sistema
educativo enseñar programas informáticos, muchos de ellos de usar y tirar,
que educar para y con los medios, integrados en una sociedad educadora. Se
promete que en breve plazo habrá un ordenador por cada dos alumnos, se hace
un inmenso gasto en material tecnológico, pero escasa inversión en formación
de los profesores, escasamente se investigan nuevos planteamientos
didácticos, y en ocasiones se dedican dineros, espacios y tiempos formativos
en interesar a los profesores en estas materias y dotarlos de herramientas
útiles, didácticas, de investigación y de formación personal. La
alfabetización audiovisual, clave para moverse hoy día en el mundo, y
necesaria también en el uso de las nuevas tecnologías, brilla por su
ausencia tanto en los profesores, generalmente desconocedores de ella y de
su importancia educativa, como en los alumnos. Es necesario dedicar más
tiempo y esfuerzo a las nuevas didácticas, su investigación y transmisión,
didácticas especiales que tengan que ver con la totalidad de los medios y
también con las nuevas tecnologías.
La participación escolar parte de la
confianza mutua
Para que todo esto ocurra debe existir un
clima de confianza. Primero entre los mismos profesores. Es muy fácil tener
sintonía cuando todos están de acuerdo con una crítica al sistema, a los
padres, a los alumnos. Ya es más difícil tener sintonía cuando lo que se
debe realizar, además, es autocrítica.
¿Y los consejos escolares? Se crearon
como un instrumento de participación, pero no han conseguido dinamizar ni
democratizar la vida de los Centros. Se han convertido en órganos
formalistas y burocráticos que aportan poco a la vida de las Escuelas y
menos a la formación del alumnado.
Es difícil tener confianza cuando los
mismos profesores se culpan unos a otros, no funcionan en muchos casos los
departamentos didácticos y en la mayoría de las ocasiones los profesores
universitarios critican la enseñanza que se da en secundaria, y los
profesores de secundaria al que se da en primaria, sin valorar ni exigir
ninguno la necesidad de un sistema educativo global, gradual y sin saltos
didácticos. Por otra parte, la diferencia (la hemos visto en algunas
intervenciones en el Seminario, entre profesores, es ideológica, política.
Etimológicamente, los que afirman que son «profesores» como algo que les da
un status superior, desconocen que, etimológicamente, proviene del verbo
latino profesar, que en educación ha significado tradicionalmente quien
intenta inculcar a sus alumnos los valores y teorías que profesa quien
imparte la enseñanza, como en las antiguas universidades. Cuando se habla
del «maestro» como algo de inferior estado, se desconoce igualmente su raiz
etimológica, el «magister», el que sabe tres veces más que los demás, más
bien un instructor. En el mundo romano eran los pedagogos (esclavos en
general), los que hacían las dos funciones, la de profesor para educar y la
de maestro para instruir. Muchos de los que se llama así mismo profesores,
dejan de lado su labor educadora y se convierten en simplemente
instructores, de física o de lengua, y dejan la tarea de educar, como algo
que no les compete, para los maestros y los padres.
Conclusiones para que exista una
educación de calidad y verdadera participación
Que los Centros educativos fueran más
abiertos, con modelos pedagógicos innovadores que abarquen toda la comunidad
educativa. La profesión de educador, maestro o profesor puede entrañar la
formación, no solamente de los alumnos, sino también de los padres,
procurando mediante la participación, una educación en participación. Se
trasforma el entorno en los casos que esto se da, cuando las posibilidades
de la Comunidad educativa y los recursos que aporta la administración, den
respuesta a las necesidades, carencias y expectativas del grupo social al
que van destinados, en los tres ámbitos básicos e intrínsecamente
relacionados que conforman el proceso educativo: ámbito familiar, ámbito
escolar y ámbito social.
Fomentar la educación en participación.
La participación y la convivencia son valores fundamentales en la sociedad
actual, y sus aprendizajes deben ser fomentados en el aula y en el centro
escolar, para que puedan ser aprendidos por niños y jóvenes y contagiados al
resto de la comunidad. Por ellos muchos centros llevan a cabo proyectos de
participación que superan el marco estricto de alumnado, familias y
profesorado.
Modificar los funcionamientos de los
consejos escolares, para que sean instrumentos de participación, más que
órganos formalistas y burocráticos, dependientes en muchas ocasiones de los
claustros.
Fomentar la participación del alumnado en
los institutos de educación secundaria. Si bien la L.O.D.E. ha supuesto un
gran avance respecto a la organización y gestión democrática de los centros,
las insuficiencias y aspectos confusos del marco legal que se han venido
señalando, pueden suponer un grave obstáculo para la consecución la
participación, de uno de sus fines más significativos, y la participación
actualmente es muy escasa, por la lentitud de la administración en arbitrar
normativas que la hagan posible, la falta de formación de los padres y la
reticencia de muchos claustros a aceptarla.
Es necesario generar canales y medios de
información acerca del quehacer educativo y fomentar el interés y el
conocimiento de la sociedad sobre la problemática educativa escolar.
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