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Pecho rico, pecho pobre
Un análisis sobre los
medios de comunicación y la solidaridad
Enrique
Martínez-Salanova Sánchez
Ilda Peralta Ferreyra
Los autores hacen en
este artículo un recorrido por los nuevos problemas que se generan en el
momento de percibir al mismo tiempo de manera unitaria, y por otra parte
diversificada, los mensajes que proporcionan los medios de comunicación
en relación con los valores, el respeto, la tolerancia y la solidaridad.
Es responsabilidad de los medios, pero también de padres, educadores y
de los mismos receptores, asumir con responsabilidad su papel, el que la
influyente e indiscriminada variedad de imágenes y de opiniones sustente
el nacimiento de nuevas opciones críticas y la estructuración cultural
de una ética actualizada.
«Cada uno de
nuestros avances tiene una contrapartida; cada victoria sobre la
naturaleza suscita una nueva tensión en nuestro entorno; cada paso
cumplido hacia el bienestar se acompaña con un nuevo sufrimiento; cada
libertad conquistada se paga con una nueva restricción. ¿Habrá que
resignarse y creer que el hombre nunca será verdaderamente libre?».
(Jean Guilaine, 1999)
«Seis mujeres bangladesíes desfiguradas por sus pretendientes con
vitriolo por haberse atrevido a tomar una decisión sobre sus propias
vidas, rompiendo un compromiso matrimonial, a finales del siglo XX. Un
soldado serbio decapitado lentamente con una sierra por una brigada de
la ustacha croata, durante la II Guerra Mundial. Un anciano luchando
contra la congelación de los pies de una niña en la travesía de los
Pirineos, entre los miles de republicanos españoles que cruzaron la
frontera a pie tras la guerra civil. Las listas de víctimas siempre son
terribles, pero el terror es universal y crónico, y es asunto de los
vivos. El terror sobrevive al asombro, a la ira, a la impotencia, al
asco y hasta a la resignación; el reconocimiento de uno mismo como
miembro de una raza de bestias, de torturadores, de asesinos. Por esos
basta un escueto pie de foto. El terror es asunto de vivos. Si cierro
los ojos, todavía puedo verlos. Cuando los cierre por última vez, podré
verlos todavía.». (Almudena Grandes. El País, 1998)
La necesidad de
presentar una ponencia sobre la solidaridad y el tercer mundo, nos llevó
hace no mucho tiempo a buscar entre una variada, y variopinta, colección
de recortes de periódicos, publicidad, artículos y fotografías de
revistas. El azar puso en nuestras manos, a la par, dos fotografías que
presentamos en este artículo. La primera, de una valla publicitaria
europea, en la que se ve un precioso niño de ojos azules, que mama del
pecho de su madre, una ubre plena de alimento. La otra fotografía, en
blanco y negro, representa los esfuerzos de un niño africano,
esquelético, intentando extraer una imposible gota de leche del seno,
pellejo hambriento y vacío, de su madre. Los grafismos se habían
guardado por separado. El impacto visual sufrido al unirlos por
casualidad, nos sirvió de reflexión inicial para plantear la exposición,
y al mismo tiempo de recurso icónico para presentar la ponencia. Con
aquellos elementos, y haciendo previa la reflexión sobre la solidaridad
experimentada a partir de ellos, planteamos en este artículo cómo los
valores pueden ser afectados para bien y para mal, por los instrumentos
mediáticos.
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La imagen de las mil
palabras, un fusilamiento y la mala costumbre del avestruz
Son necesarias más de
mil palabras para explicar algunas imágenes. ¿Una imagen vale más que
mil palabras?. Los que nos dedicamos a la docencia, nos lo planteamos
con frecuencia. A veces, una imagen ilustra lo suficiente como para no
tener que hablar más de la cuenta. Otras, como en el caso de las dos
fotografías propuestas, el fuerte impacto visual producido al verlas
juntas, nos incita a la reflexión. Los dos mundos, norte y sur, pobres y
ricos, blancos y negros... Fueron guardadas por separado, pues son
poderosas ‘en sí mismas’, cada una de ellas. La fuerza del golpe fue
mayor al verlas juntas, ya que les dimos un contenido común, las
relacionamos y así las presentamos. Más tarde hablaremos del efecto
calidoscopio. Nuestras retinas están tan acostumbradas a disponer en
todos los medios de comunicación de este tipo de imágenes, que somos
incapaces de sumar dos y dos. Simplemente percibimos los mensajes
icónicos como algo normal y rechazamos introducirlos en nuestras
reflexiones, porque el antagonismo o la dialéctica que se produce en
nuestro cerebro no encaja en nuestras pautas culturales. Las
experiencias pasan inmediatamente y de forma inconsciente a formar parte
(Baudrillard 1988), de esa indiferencia extasiada de la masa, anuladas
las percepciones en ella, y por lo tanto incapacitadas para reaccionar
ante cualquier estímulo que se salga da la norma prefijada por una
cultura de alienación.
Ante la mirada de la
fotografía del niño africano, lo hemos oído, es frecuente que muchas
personas sientan cierto rechazo, o que se escandalicen... ¡Qué
desagradable, qué mal gusto...!, En vez de reaccionar pensando que son
situaciones que ocurren, y que el medio, lo que hace es sacarlas a flote
para conocimiento de ignorantes.... En una colaboración que hicimos para
un libro hace pocos años, con el fin de explicar la diferencia entre
realidad y ficción en el cine, pusimos el ejemplo de un fusilamiento en
tiempo real, y tiempo ficticio. Los editores, ‘progres’ de toda la vida,
cambiaron la expresión ‘fusilamiento’ mediante un eufemismo, porque les
parecía muy fuerte el ejemplo. De la misma manera, como el avestruz, se
niegan las evidencias que presentan los medios, entre ellas la dureza de
las imágenes que se ven en el telediario. Lo mismo sucede cuando
decimos, u oímos decir, que las noticias nos amargan la comida...
Una niña, un
buitre, un fotógrafo y muchas interpretaciones
Kevin Carter,
fotógrafo sudafricano, fue a Sudán en 1993 a fotografiar el hambre, a
exponer al mundo a través de los instrumentos a su alcance, el ojo de
una cámara de fotos, el terror, la guerra, los campos de refugiados, y
sobre todo la gran hambruna que dominaba el país. Kevin, mareado de
tanto horror y miseria, salió al campo a airearse un poco, y ahí surgió
su suerte y su desgracia. Encontró a una niña que más que caminar, se
arrastraba de hambre hacia el poblado, y le hizo unas fotos, y
regresó... Una cierta intuición le obligó a cambiar de parecer, volvió
sobre sus pasos, y encontró a la niña, encogida en el suelo, mientras un
buitre, también hambriento, la acechaba esperando la muerte... Kevin
preparó su cámara, enfocó y realizó la foto que le catapultó primero a
la fama, más tarde al Pulitzer.
Recordamos aquella
fotografía, que impactó en su momento, que hizo reflexionar a muchas
personas y que representó por sí sola la imagen del hambre en el mundo.
No quedó ahí la cosa.
Cuando a Kevin le concedieron por aquella foto el Pulitzer, en 1994, la
prensa internacional se hizo cargo de la noticia, y otra vez pudimos ver
aquel buitre dispuesto a comerse a la niña. ‘Informe semanal’, en la
primera cadena de Televisión Española, presentó en ocho minutos una
entrevista a Kevin Carter. El fotógrafo contó la historia, parcialmente
desarrollada más arriba, y algo más.
Él no ayudó a la niña. Simplemente
espantó al buitre y nunca más volvió a saber de ella. Y lo justificó: no
se podía hacer nada por los niños en aquellas condiciones, ya iban
‘tocados’ de por vida por el hambre; era normativa de las organizaciones
humanitarias, atender preferentemente a las personas mayores, porque
tenían todavía posibilidades de sobrevivir sin excesivas secuelas.
También recordamos
que en aquellos momentos, muchas personas, televidentes desde el sofá,
se sintieron –o nos sentimos- escandalizadas por la actitud de Kevin.
Nunca hubiéramos olvidado así a una niña hambrienta.
Un año más tarde, los
periódicos nos dieron la noticia de que Kevin Carter, se había
suicidado. Muchas personas lo interpretaron en relación con su
culpabilidad. Sin más datos, juzgamos al fotógrafo, la situación, y por
ende, dimos carpetazo al problema.
Es curioso, pero en
los debates en los aquella situación provocamos y dirigimos, la mayor
parte del tiempo lo pasamos juzgando la actitud de Kevin. En raras
ocasiones se pasó a analizar la raíz del hambre en el Sudán, a
cuestionar la guerra o los intereses que la hacen realidad, y menos
todavía a extrapolar la situación a nuestra propia vida y
responsabilidad.
«Las masas se sumen
en la indiferencia extasiada, en la pornografía de la información; se
sitúan a sí mismas en el corazón del sistema, en el punto inerte y ciego
desde donde lo neutralizan y anulan: la masa aprovecha la información
para desaparecer, la información aprovecha la masa para sepultarse en
ella; maravillosa astucia de nuestra historia donde los sociólogos,
políticos y masmediáticos solo ven fuego». Jean Baudrillard.
Pasar al otro lado
del espejo
En el sistema
kantiano, la indiferencia se opone a la trascendencia. La imposibilidad
de traspasar los límites de la experiencia posible, se enfrenta a la
capacidad de admiración, de sensibilidad o de utopía. Los medios de
comunicación apoyados por las nuevas tecnologías, la transparencia en la
información, el acceso a la noticia y a la imagen inmediata, han
franqueado el límite de lo ético, «convirtiendo lo social en masa, lo
sexual en obsceno, la violencia en terror», la realidad en virtualidad
(¿realidad virtual?), «lo verdadero en simulación, la belleza en moda» (Baudrillard,
1988) y en el final del proceso, la indiferencia... Entramos así en el
círculo vicioso, en el que damos por hecho que la realidad que se
escribe o filma es cierta, aunque manipulada, que la manipulación es
engaño, que el engaño es rechazable, y rechazamos así la parte de
realidad que permitiría nuestra reflexión, la toma de posiciones ante la
realidad, la búsqueda de la misma, y por supuesto, la vinculación
personal con esa realidad. Si confundimos realidad con imagen, al igual
que Alicia en el país de las Maravillas, nos quedamos en el lado de aquí
del espejo, en el que al mismo tiempo que nos vemos reflejados, sabemos
que aquella imagen no es la real. Para encontrar la realidad hay que
pasar al otro lado del espejo-pantalla, que en el fondo es nuestra
propia realidad, e investigar, acceder, dudar...
Los medios de
comunicación se convierten en el objeto, que nos seduce, como dice
Baudrillard, por su indiferencia, mientras que el sujeto es, o debiera
ser, libre, autónomo, responsable, diferente. El objeto es el cristal,
la ventana por la que entramos en la sociedad de consumo, cerrados a
apreciar la realidad manipulada, cayendo en la indiferencia, en la
irresponsabilidad y en el sentido de falta de capacidad reflexiva.
En el
espejo-pantalla, nos vemos a nosotros mismos, interpretando con
criterios propios la ‘realidad’ que se nos presenta. Las imágenes, ya
sean en directo o diferido, para el espectador siempre son en tiempo
directo, en ese momento, con la circunstancia agravante de que nuestra
interpretación es la de ese instante, la de nuestro estado de ánimo
actual; no comparamos, ni cotejamos las propias reflexiones, ni con las
nuestras en otro momento, ni mucho menos con las de otros.
El calidoscopio
mediático, la parcelación de la información y la visión global
Marshall McLuhan
afirma que los medios de comunicación actuales tienen estructura de
mosaico, más que lineal como los anteriores, sobre todo comparados con
el libro impreso. Los periódicos poseen un sinfín de información, de
opciones, de publicidad, de fotografías y gráficos, de entretenimientos,
que se presentan en espacios y tiempos muy reducidos, todo a la vista,
como en un escaparate, en una sola página. La velocidad a la que trabaja
Internet o el mando a distancia de la televisión hacen el mismo efecto
calidoscópico. Estas suertes de mirar han estimulado formas de
pensar-mosaico (Murray 1999). Nadie las ha cuestionado y casi nadie las
ha investigado. Son dadas por hechas, sin más, ya que asimilamos
información múltiple de una sola mirada. Aunque Murray lo trabaja el
tema en relación con la narrativa, no podemos olvidar que el cine o el
cómic, narrativas visuales, intercalan infinidad de procesos en uno, en
mosaico, volviendo atrás (flash-back), ralentizando, mezclando
situaciones e imágenes, diversificando los fundidos y saltos de acción,
etc.
El pasar de un lado a
otro, la facilidad de entrar en escenarios, tiempos, épocas, lugares
diferentes en poco tiempo nos obliga a percibir y pensar de forma
diferente. También puede dar lugar a trastocar o confundir los hechos,
pues la información de lo que sucede, el contraste de opiniones, se
aprecia de forma muy rápida. Hace poco tiempo, en televisión veíamos las
noticias en las que un pueblo, El Ejido, o parte de él, se revolvía de
manera violenta contra los magrebíes, en razón de varios hechos
sangrientos que personas nativas de esos lugares habían perpetrado.
Vimos las noticias en todos los telediarios que pudimos, apreciando las
grandes diferencias al dar la noticia, las imágenes recogidas, el modo y
tiempo de tratamiento de la información. Un grupo neonazi había,
incluso, creado una página Web para que sus huestes acudieran a ‘matar
moros’. Por las noches, en programas debate de la tele, en los que prima
el morbo y la exaltación de las intervenciones, los contertulios
pudieron expresarse sin que nadie oyera a nadie. En los mismos días,
nativos celtíberos habían perpetrado hechos tan sangrientos o más, y no
se levantaron las masas. El calidoscopio. Con sus más y sus menos, sus
pros y sus contras. El mosaico de iconos y opiniones que se perciben da
información, pero hay que cribarla, analizarla, unir a otras fuentes de
información y de opinión, y al final, personal y colectivamente tomar
partido, optar, asegurar la propia reflexión y actuar en consecuencia.
Uno de los grandes
problemas de la visión-mosaico es que nos fijamos predominantemente en
elementos minúsculos, cuando nuestra mente está preparada para apreciar
globalmente; vemos partes, cuando podemos acceder a la totalidad.
Ninguna situación se da por que sí, ni queda sin relacionar con su
entorno. Hay quien culpa de todos los problemas sociales a la
globalización. Puede ser que ahí esté la raíz, pero no necesariamente es
la causa. Los que cuestionan la globalización, lo hacen siempre desde el
punto de vista del dominio económico, pero es innegable que el mundo ya
era un pañuelo antes de la mundialización de la economía. La ‘aldea
global’ de McLuhan lo explica relativamente. Los nuevos movimientos
‘antisistema’ son necesarios para el debate mundial, pero la solución de
los problemas de hambre, guerra, violencia o discriminación radica en el
mismo sistema.
Nuevas formas de
narrar crean nuevas formas de percibir y nuevas formas de pensar
La narración mosaico,
producto de la era digital, engendra un acercamiento ficticio entre lo
que se percibe y la realidad. Vemos, oímos, sentimos, realidades que no
están cercanas ni en el tiempo ni en el espacio. Este fenómeno, presente
ya en los medios electrónicos, se agudiza en la era digital. Podemos
percibir imágenes sin distancia de tiempo, en directo, pero a miles de
kilómetros –o años luz- de distancia en el espacio. Esta situación nos
crea ambivalencia, esquizofrenia, desorientación, y en la mayoría de las
ocasiones, indiferencia. Podemos compatibilizar la congelación de
imágenes, producto de nuestras experiencias ante los medios, que el
cerebro produce inconscientemente y la percepción-mosaico, multi-icónica.
Ambas percepciones pueden considerarse como complementarias siempre que
nos permitan ser al mismo tiempo perceptores de detalles e integrarlos
globalmente al acervo cultural. La solidaridad, el respeto, sentir lo
que sienten los otros, decidir posiciones ideológicas, son productos
elaborados del pensamiento y de la voluntad, que dependen cada día más
de la percepción-mosaico que provocan los medios de comunicación. Dicho
de otra manera: las nuevas tecnologías de la información y de la
comunicación tienen una gran responsabilidad en la educación selectiva
de los valores. ¿Seremos capaces de educar para convertir la percepción
múltiple en un pensamiento integrado?.
La diversidad
cultural, la cocacola y el cine norteamericano
Ciertos axiomas, ya
repetidos, pero que es conveniente recordar: No hay culturas idénticas;
no hay una cultura mejor que otra; no significa democratizar la cultura
el que esté Internet al acceso de todos; la globalización es un hecho,
aunque existen detractores y defensores de su aplicación real.
Luchar por una
igualdad de derechos o de oportunidades no puede ser sinónimo de
destrucción de culturas. La cocacolonización, (Sequeiros 1997), la
vivimos en nuestra infancia por defecto, es decir, ansiando aquello que
veíamos en las películas. Llegó la cocacola al mismo tiempo que la
colonización norteamericana, el tabaco rubio, los vaqueros, etc... No
hay que demonizar productos, sino tal vez detenerse a pensar en la
situación del colonizado. Lo que gana y lo que pierde, lo que pierde y
lo que gana. O el pago que debe hacerse por acceder a determinados
bienes. La igualdad de acceso a los productos no significa igualdad de
oportunidades. Muchas veces los productos son virtuales, construidos a
imagen de los que detentan el poder, económico y mediático. Son
productos que no se tocan, ni se comen, pero que se integran
inconscientemente en una ideología cada vez más homogénea.
Un premio ‘Goya’, el
desconcierto de algunos indígenas y las posibilidades del cine
En 1999, un
premio Goya al mejor cortometraje documental se lo llevó una película de Silvia Munt,
‘Lalia’, sobre la vida del pueblo saharaui en los campos de refugiados
en Argelia. En infinidad de ocasiones, ciertos países del tercer mundo,
nos sorprenden con la filmación de su existencia. A veces son películas
de muy buena calidad, realizadas con precariedad de medios indiscutible,
pero que no se exhiben en salas comerciales, por lo que su difusión es
mínima. Pueden ser proyectadas en la televisión en las madrugadas de ‘la
dos’ o en cadenas de pago. Nos aportarían visiones muy completas de la
manera de vivir y dificultades de otros pueblos, etnias y culturas,
diferentes a la europea o norteamericana. Continúa el dominio del cine
norteamericano.
Veíamos hace poco en
un documental, a occidentales que llegaron a tomar contacto con una
tribu amazónica y a los indígenas desconcertados la pregunta: ¿de quién
es esta tierra?. La tierra no es de nadie en las antiguas culturas,
todos la defienden, y en ello radica la solidaridad. No existe el
concepto de propiedad de la tierra. Si entendiéramos la solidaridad como
ellos, evitaríamos la colonización sobre el medio-ambiente y nuestros
patrones culturales podrían ser más comunales. Una película magnífica
para entender este concepto es ‘La selva esmeralda’.
El cine ha tratado, y
sigue tratando, temas ligados a los derechos humanos con profusión y
dignidad... ‘Un lugar en el
mundo’ (1991), de Aristaráin, sobre el derecho a luchar por la tierra y
a manifestarse en conciencia, ‘Pena de muerte’ (1995), De Tim Robins,
sobre el derecho a la vida y la lucha contra la pena de muerte, ‘La
lista de Schindler’ (1993), de Spielberg, sobre el derecho a un trato
digno, la denuncia del genocidio y la valoración del riesgo en la
defensa de la vida..., ‘Bwana’ (1996), de Imanol Uribe. El derecho a la
igualdad de las etnias y a un trato justo y digno a emigrantes y
minorías, ‘El color púrpura’ (1985), de Spielberg, sobre los derechos de
la mujer, sobre todo a un trato digno y a la educación. Y otras muchas,
desde el comienzo del cine hasta nuestros días...
La ciencia, la
conciencia, el puzzle de los medios y la defensa del planeta
Hace unos veinte
años, estábamos convencidos, y así lo avalaban investigaciones de grupos
de profesionales, que en el año 2.000, prácticamente, el papel
desaparecería de las oficinas, de la comunicación, del correo. Es cierto
que muchas de nuestras cartas son digitales, que gran parte de la
información se traslada por las redes telemáticas... pero ¿y nuestros
buzones? ¿Y la administración, que exige cada vez más papeleo?. En
contra de las previsiones científicas, que auguraban un beneficio para
la especie humana y para alegría de bosques, naturalistas y ecologistas,
cada día se cortan más árboles, se fabrica más papel. La informática ha
beneficiado en ello a los inconscientes e irresponsables, a los que
facilitan el acceso a bases de datos, lo que permite personalizar mejor
las cartas, los mailings, las cuentas y extractos bancarios... Mientras
podemos acceder a nuestros datos simplemente estando conectados a la
red, al mismo tiempo toda la información se envía por correo, en el que
se incluye reiterada publicidad, y lo que podía ser una línea de texto
en una pantalla, se convierte en un sobre con varias hojas de papel.
¿Vamos a peor? Estamos siempre rondando la idea del ‘pecho rico, pecho
pobre’. La conciencia que provoca en la humanidad el desarrollo
tecnológico pide a gritos la génesis de una nueva ética, el consenso en
la utilización equilibrada de los medios, entre ellos los de
comunicación, para desarrollar de verdad un mundo en armonía,
equilibrado y solidario. Como ya citamos en otra ocasión, «es preciso
impulsar el diálogo entre las culturas, resistirse a que la
homogeneización (Cebrián 1998) sea el resultado de la victoria de unas
civilizaciones sobre otras».
De nuevo las piezas
del puzzle, el subconsciente y una nueva ética de cooperación
Las imágenes, como
las opiniones y las modas, penetran directamente en el subconsciente,
sin intermediarios, profesor, padres ni animadores. Un lenguaje, para
que redunde eficaz y libremente en beneficio de una cultura, debe tener
vuelta atrás, evitar ser lineal, promover el feedback. La nueva
tecnología permite la retroacción de los sistemas, aunque en la mayoría
de los casos no se valora y se utiliza escasamente. Los realizadores de
radio, televisión, cine o juegos informáticos, analizan el gancho que va
a permitir que el usuario se conecte mentalmente, inconsciente y
afectivamente, a su producto. Normalmente la conexión afectiva es
subconsciente (Babin). Los medios de comunicación tienen una gran
responsabilidad en la emisión de sus mensajes a la hora de crear
cultura. Una cultura racista, o antirracista, no se crea solamente dando
mensajes directos. La forma de encarar los temas, las imágenes elegidas,
la profusión o carencia de mensajes, pueden servir en el marco de la
cultura-mosaico, para engendrar unas u otras actitudes. El término raza,
por ejemplo, tan utilizado por los medios, no se sustenta
científicamente, aunque no lo podemos evitar en el lenguaje popular. Los
medios podrían utilizar otra terminología, especie humana, etnia
diferente y,
sobre todo
que, en ocasiones, la diferencia
está en los diversos
puntos de vista.
Las masas exacerbadas
de El Ejido se lanzaban igualmente contra los magrebíes que contra los
periodistas, como todo fanático. Sin embargo la comunicación no siempre
es científica, el lenguaje de los medios de comunicación es pobre,
limitado, y a veces sesgado y parcial, los mensajes son, con frecuencia,
limitados y sensacionalistas. La cultura mosaico, puede entresacar uno a
uno los elementos del puzzle, tanto para analizarlos como para perder la
visión global y todas las relaciones con los demás elementos. Una imagen
de la pobreza, de la inadaptación, de la guerra, no es nada si no se
relaciona con el resto del puzzle: relaciones internacionales,
colonización, barbarie, genocidio, racismo, tolerancia, educación, etc.
Acceder a la síntesis creativas es aglutinar los elementos del
rompecabezas. Es la opción personal y social la que afectivamente los
aglutina, la actividad de las acciones la que los hace eficaces, y la
intervención de la sociedad la que puede solucionar los problemas.
El mosaico digital,
el mosaico cultural, el mosaico étnico, el mestizaje y la solidaridad
En la antigüedad era
el rumor el vehículo más rápido de comunicación. Los rumores no
confirmados, interesados, creados con maldad, han sido causantes de
desmanes, linchamientos y matanzas de inocentes, porque los rumores
corren que vuelan. Hoy, los medios informativos, son más rápidos aún,
pero pueden ser igualmente peligrosos, sin confirmar, e interesados.
Una pregunta y una
reflexión que nos hacemos: ¿Por qué los radioaficionados, en general,
utilizan sus equipos y conocimientos para ayuda de personas en situación
de necesidad, y gracias a ellos se han salvado muchas vidas? Además,
hacen gala de ello. ¿Por qué los navegantes de Internet, salvo
excepciones, viven su vida, chatean disimulando edad, sexo y condición,
se convierten en seres individuales, cuando tienen en su poder la mayor
fuerza comunicativa que ha existido desde el comienzo de los tiempos?.
Es cierto que hemos participado en cadenas de solidaridad a través de
las redes; en ellas hemos manifestado nuestro pensamiento, contrario a
la tortura, al maltrato a la mujer, a la pena de muerte... Es un desafío
para el futuro, el que la televisión, los medios de comunicación en
general, y las redes telemáticas en particular, pongan su capacidad de
acceso vertiginoso a millones de usuarios, su fuerza publicitaria y su
estructura sináptica, al servicio de la salvación del planeta, de la
igualdad entre los pueblos, de la defensa de la libertad, de la
ideología solidaria...
La cultura digital,
decíamos más arriba, es producto del pensamiento provocado por una
percepción-mosaico. Los antropólogos, los educadores, los pensadores,
reivindicamos igualmente una cultura mosaico interétnica. Valoramos y
defendemos el mestizaje, tanto biológico como cultural. Además y en
clave de humor, ¿quién, a pesar de poder acreditar biológicamente su
‘raza pura’, (¡ya es difícil, ya!), puede demostrar que no ha tenido un
antepasado truhán o pirata, o explotador, o emigrante, o pobre, o
esclavo?.
«El mero hecho de
ver la televisión se desprecia como inferior por necesidad a la
actividad de la lectura, independientemente de los contenidos. Pero la
belleza narrativa no depende del medio. La narrativa oral, las historias
ilustradas, los teatros, las novelas, las películas y los programas de
televisión pueden oscilar todos entre lo pobre y sensacionalista y lo
maravilloso y revelador. Necesitamos todas las formas de expresión
disponibles y todas las que podamos aprender para entender quiénes somos
y qué estamos haciendo aquí.»
Janet H. Murray.
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