La televisión está en todas partes, posee un poder de penetración cada vez
mayor en los hogares, en la misma calle y en los centros de enseñanza. Esta
realidad implica un desafío para los padres, la familia y la sociedad. Es el
medio más significativo que se inserta en la diversión, la información y la
cultura; tiene relación con otros medios de comunicación, por lo que es
necesario que niños y adolescentes crezcan viendo a sus padres utilizando
libros, periódicos, radio, y el resto de los medios de forma responsable. La
modificación de la conducta, pasa fundamentalmente por la imitación de
arquetipos o modelos humanos, de singular relevancia los familiares, muchos
de los cuales conforman y estimulan desde los primeros años la vida de las
personas. La televisión se ha convertido en el centro de la vida social de
las familias. En algunos casos, como núcleo de la convivencia, y en otros
como elemento de disgregación social. Es cada vez más normal que en una
vivienda haya varios televisores; así se evitan muchos problemas de
relación, aunque se crean otros de incomunicación. Nos asemejamos cada vez
más a la familia típica norteamericana; viven fuera de su casa todo el día,
y cuando llegan al hogar cada uno se construye un mundo distinto en su
habitación.
La televisión es, junto con la prensa, ese cuarto poder del que tanto se ha
hablado. Sin embargo, las cosas han cambiado. La prensa ha cedido una gran
cuota de poder a la televisión, fundamentalmente en sus aspectos culturales
y sociales. La prensa sigue poseyendo un magnífico poder mediático en cuanto
a su incidencia en los procesos políticos, al tener capacidad de movilizar a
las conciencias pensantes, encumbrar o desmoronar carreras políticas, o
encauzar a la opinión pública en determinadas direcciones. La pantalla, la
televisión, sin embargo, fundamenta su poder en los cambios culturales que
se desarrollan en el ámbito familiar y social.
La televisión ayuda a crear costumbres, lo más profundo de los elementos
culturales de una sociedad. Las costumbres generan consumo, cambian a medio
plazo –a veces a muy corto- la estructura familiar y social, pueden del
mismo modo crear irrealidades y fantasías con negativa incidencia en la
misma cultura en la que participan. Estar a merced de los impactos
vertiginosos de los medios de comunicación, hace inestable la socialización,
pone en cuestión los sistemas educativos formales e informales y perjudica
notablemente las relaciones interpersonales y familiares.
Conocer los elementos culturales que aporta la televisión, con el fin de
reflexionar sobre los cambios de conducta que se producen en las personas y
en la sociedad
Profundizar en el medio televisivo y sus mensajes con el fin de
familiarizarse con el mundo audiovisual e integrarlo en el caudal del
aprendizaje personal y social
Reflexionar críticamente sobre los códigos y recursos del lenguaje
audiovisual empleados por la televisión con el fin de adquirir estrategias
que apoyen una educación en libertad
Conocer modelos humanos y sociales que se aprecian en televisión, con el fin
de racionalizarlos y tomar decisiones en relación con comportamientos
personales y sociales
Diferenciar la televisión educativa de las funciones educadoras de la
televisión
Descubrir y valorar los valores formativos, lúdicos e informativos de la
televisión y su importancia en la formación como personas responsables.
Descubrir y denunciar las consecuencias negativas que un mal uso y abuso de
la televisión lleva consigo en el desarrollo personal y social de los
telespectadores
Valorar las aportaciones de la televisión a la educación de la sociedad.
Verbalizar los conocimientos que se tienen sobre los medios de comunicación,
reflexionando sobre el papel de la televisión en el contexto de la sociedad
actual.
Aprender a usar el medio, no como receptores pasivos, sino como creadores
activos, utilizándolo como recurso creativo y como técnica de expresión
personal.
Utilizar la televisión como instrumento de aprendizaje en aquellos campos y
momentos en los que el medio sea idóneo para ello
Los medios de comunicación son cultura y educación
La televisión aporta cultura
La televisión está al servicio de la cultura de le especia humana
Televisión educadora-televisión educativa
La educación y la formación desde el medio televisivo
Reflexión ante el medio
Adquisición de valores a partir de modelos humanos en televisión
Reflexión sobre el papel de la televisión en el contexto de la sociedad
actual.
Utilizar la televisión como receptor activo y creativo y como técnica de
expresión personal.
Utilizar la televisión como instrumento de aprendizaje en aquellos campos y
momentos en los que el medio sea idóneo para ello
Uno de los más grandes desafíos que se presenta a la especie humana en el
siglo XXI es que debe utilizar la tecnología para la supervivencia de la
misma especie y de su cultura. La sociedad, sin embargo, desde el principio
de los tiempos, aunque se hace más evidente en la actualidad, ha manipulado
la información, la comunicación, y las técnicas, haciéndolas servir a los
intereses de unos pocos, exponiendo a la humanidad a la desastrosa
posibilidad de que tanto la propia especie humana como su cultura se vean
amenazadas. Se justifican las guerras, se ven como naturales las violaciones
de los derechos humanos, se argumentan como de necesidad económica
prioritaria los factores medioambientales negativos, nos imbuimos de cultura
basura, nos creemos toda la información que aportan los medios aunque esta
sea sesgada, engañosa y mediatizada…
La realidad es necesario conocerla y los medios pueden ayudar a ello. La
sociedad y los individuos, para desmitificar y transformar a los medios de
comunicación deben establecer relación con ellos. La cómoda postura de
rechazar la tecnología nada soluciona, aparte de que puede ser una excusa, o
un mecanismo de defensa- que enmascara un miedo cerval o una carencia de
iniciativa. Nada se soluciona con aborrecer la televisión, escandalizarse
con ella o tenerle miedo y evitarla. Es necesario integrar la televisión en
el contexto socializador que la misma sociedad precisa.
La televisión facilita los elementos no comprensivos, que no se ajustan
todavía a la cultura del momento, y por tanto el espectador debe ir
entrenándose y aprendiendo poco a poco, hecho esto de un modo sutil y no
consciente. Es a través de lo no comprendido como se infiltran en el acto de
comunicar las características propias del sistema social, las que a pesar de
las diferencias interpersonales, las diferentes ideologías, los compromisos
afectivos, los intereses y objetivos del ciudadano, transmiten e instalan en
el acto comunicativo una estructura perpetuadora de las relaciones de
dependencia que se aprecian en sistemas más amplios. Una gran contradicción
es que se predica una democratización de la sociedad y una participación
cada vez mayor en ella, pero quienes definen los procesos de comunicación
son los que detentan el poder mediático.
La televisión no se responsabiliza en ningún caso del proceso comunicativo
que se crea, dejando al espectador la responsabilidad de que en el nivel
consciente establezca la reflexión crítica, el aprendizaje creador, la
respuesta activa, la promoción de su individualidad, su rescate como sujeto
digno, no sometido a los caprichos y avatares de la televisión y a la
dictadura de las pantallas.
La superficialidad en los contenidos hace que la televisión se convierta en
un espectáculo de una banalidad absoluta. Quien está tras los programas de
televisión define la misma comunicación –sin ninguna posibilidad de
ingerencia del espectador- define el contexto y el tiempo, en el que hay que
definir la comunicación. Las mismas cadenas establecen los códigos
lingüísticos, deciden lo que se debe o no ver, integra los códigos y
repertorios más compartidos del lenguaje oral o escrito, los códigos y
repertorios éticos y morales, sin más techo ni norma que el índice de
audiencia, propone estilos personales a los que el espectador se adapta por
fuerza, ya que el espectador se ha creado la necesidad de estar ante el
televisor, y cree todo lo que el televisor propone.
El individuo, en su proceso de socialización, va interviniendo cada vez más
en la sociedad en la que se inserta, involucrándose en los grupos humanos en
los que vive y a los que aporta su propio compromiso. El poder socializador
de la televisión exige a la sociedad, a las cadenas de televisión también,
implicarse en el desafío de promover en los individuos mayor compromiso. Es
cierto que hay programas televisivos, algunas series y reportajes, que
intentan presentar la realidad tal y cómo es. Sin embargo, caen en la
mayoría de ocasiones en la superficialidad o en el sensacionalismo. Los
temas de los reportajes, en gran medida están ligados también al mundo de lo
sensacionalista.
Las series, algunas muy divertidas y con magníficos y chispeantes guiones,
adolecen de la superficialidad del resto de la programación, presentando una
actualidad de titulares de prensa sensacionalista, en la que en un solo
episodio pasan miles de cosas con toda rapidez pero sin entrar en absoluto
en ello, sin intentar promover en ningún caso la reflexión o el análisis.
La televisión debiera contribuir a ese conocimiento de la realidad, pero no
solamente en píldoras o retazos. Debe buscar puntos de vista diferentes,
ahondando en los problemas, presentando una realidad en las que todos los
problemas, no solamente los más sensacionalistas, tengan cabida.
No podemos ignorar el problema cultural que generan los medios de
comunicación, ni ignorar sus consecuencias inhibiéndose en la búsqueda de
soluciones. La televisión, creada por la especie humana, puede perfectamente
estar al servicio de ella –de toda ella- y de su cultura.
En las aulas, por ejemplo, se dedica bastante tiempo a la literatura escrita
y muy poco o nada al análisis del mensaje icónico, olvidando el gigantesco
poder que la imagen organizada por los grandes medios de comunicación de
masas tiene en la formación de conciencias y en los cambios culturales. En
las familias, los padres olvidan el gran poder de la televisión y no
controlan su uso, ni toman conciencia de que una lectura crítica de la
televisión es fundamental desde el nacimiento de los hijos.
Las pantallas, y la televisión es la estrella de ellas, están en todas
partes. La televisión, además, posee un poder de penetración cada vez mayor
en los hogares, en la misma calle y en los centros de enseñanza. Esta
realidad implica un desafío para el sistema educativo, padres y educadores,
y para las administraciones de los estados que tienen que ver con la
educación, la cultura, la sociedad o los derechos de las personas. (Ilda
Peralta, 2005)
La televisión nos muestra un mundo que se enfrenta a problemas variados y de
diferente profundidad, desde el hambre masiva e indiscriminada y los
desastres ecológicos hasta temas de sexo, religión o política. Sin embargo,
la superficialidad con que se tratan consigue generalmente que el espectador
se haga con ideas triviales o muy equivocadas del mundo que le rodea,
sintiendo muchas veces impotente para conocer rigurosamente y en profundidad
la realidad de los hechos o el sentido verdadero de los pensamientos u
opiniones.
La mayoría de los problemas serios que se tratan en televisión se
trivializan, los debates no se realizan con corrección, se busca y provoca
el enfrentamiento entre los contertulios o los participantes con el fin de
no perder audiencia. Se pactan en la trastienda del programa formas de
enfrentar el debate con el fin de que el interés no decaiga, y si decae, los
presentadores tienen trucos suficientes para levantar el interés enfrentando
en muchas ocasiones verbal, gestual y en ocasiones con agresiones físicas a
los oponentes. Esto da como resultado que no se llega al fondo de los
problemas. En otras ocasiones la imagen sustituye o enmascara el contenido.
Es necesario que las televisiones acepten la responsabilidad de educar. Y
quiero hacer énfasis en dos conceptos que normalmente se confunden y que en
el caso de la televisión debieran definirse y aplicarse. Televisión
educativa y televisión educadora.
Para que una televisión sea educativa, debe tener intencionalidad educativa.
Propósitos y objetivos claros, definición de la audiencia a la que va
dirigida y por ende adecuación de los métodos, lenguajes y estructuras a
ella… Un ejemplo pudiera ser Barrio Sésamo, definido para niños de seis
años, con metas muy claras que abarcan un amplio abanico de posibilidades,
instructivas y educativas relativas a esa edad y metodología y lenguaje
referido a la misma. No es conveniente ni necesario que toda la televisión
sea educativa.
Normalmente confundimos educativo con instructivo. Lo instructivo tiene que
ver con los conocimientos o movimientos que se aprenden mecánicamente. Para
que sean educativos, estos aprendizajes deben poseer algo más, que sean
significativos, que estén en un contexto más amplio, que el que aprende los
inserte en un entorno, que asimile los valores del aprendizaje, etc. Un
documental puede ser instructivo, pero si no está dentro de un contexto, si
no se adapta el lenguaje, las formas y los tiempos, a la edad de quien que
se pretende sea espectador, no será educativo.
A mi entender, toda la televisión debe ser educadora (no necesariamente
educativa). Como decía más arriba, estamos en un mundo en el que existen
desafíos importantes que debemos encarar entre todos. No es posible que las
televisiones, con la fuerza cultural y capacidad subyugadora que poseen
entre los ciudadanos, se desentiendan de esa responsabilidad. Una televisión
educadora es la que plantea, propone y estructura sus programas pensando en
que en el mundo hay problemas de todos y que hay que colaborar en crear
corrientes de opinión y de debate para que los ciudadanos busquen también su
propia responsabilidad.
Por ejemplo:
¿No podrían las televisiones proponer que las formas y modos de los debates
fueran menos violentos e hirientes y más respetuosos con las opiniones de
otros participantes?. Los moderadores, ¿no podrían mantener mejor los
niveles de interés con los propios contenidos y no con el aumento de la
agresividad, del insulto o de la descalificación? Necesitamos como
ciudadanos modelos de debate diferentes a los que vemos en televisión, que
por nuestra retina y oídos entren en nuestro cerebro maneras diferentes de
respetar la opinión, de dirigirse a otras personas, de mantener un
criterio…Con estas preguntas y comentarios intento explicar mi idea de la
televisión educadora. Hay magníficos temas tratados en televisión, en
programas que pierden su posible función educadora por sus modos
sensacionalistas, violentos e irrespetuosos.
El tema de la violencia en la televisión, también es un ejemplo. No es tan
peligroso presentar la violencia como no dar posibilidades para rebatirla,
debatirla o cuestionarla. Se han llenado páginas de periódico y se han
elaborado multitud de informes y de trabajos en relación con la violencia en
televisión. Sin embargo, hay más violencia en la sociedad, en la familia,
que en los programas de televisión. O el tema de la discapacidad, que se
trata al mismo tiempo que se oculta a los discapacitados…
Debemos pedir a las cadenas coherencia al presentar sus contenidos, pues es
clave la forma de presentación para que los contenidos tengan validez. Yo
propondría a las televisiones, para que aumenten su capacidad educadora, un
cuidado especial en temas como el medioambiente, la solidaridad, la paz y la
violencia, la responsabilidad, la tolerancia, el respeto a opiniones y
culturas diferentes. Son temas básicos en los que el mundo está de acuerdo.
Y lo más importante: no está en que los temas se traten, que ya se tratan,
sino que se haga sin sensacionalismo, apelando al compromiso de los
espectadores, imbuyéndose las cadenas de estos mismos proyectos, para que
surjan con espontaneidad y naturalidad. (Martínez-Salanova 2005)
La televisión es un medio de comunicación de masas que ejerce una gran
influencia en la sociedad. Independientemente de los objetivos que se
plantee la programación, desde un punto de vista global podemos afirmar que
la televisión educa, forma, influye en la cultura social de las audiencias,
en las actitudes, en los valores, en los comportamientos, en el pensamiento,
en la ideología,...
Y no estamos hablando sólo de programas informativos, debates o entrevistas,
centrados en la temática de la diversidad o las necesidades especiales, sino
cualquier programa, incluso anuncios de pocos segundos. Su impacto puede ser
más efectivo que muchas horas de oratoria poco convincente. Así se afirma
que toda la televisión es por tanto educativa: debates, películas, series,
informativos, campañas publicitarias...
La televisión, desde su posición privilegiada como canal de comunicación que
llega a millones de personas, puede cumplir y de hecho en ocasiones cumple
un importante papel para cambiar estereotipos, evitar prejuicios falsos y
colaborar a la plena integración de las minorías sociales. Entre tales
minorías sociales están las personas con minusvalías, deficiencias o
necesidades educativas especiales, las personas discriminadas, los
marginados, las minorías culturales,... Y es interesante conocer qué imagen
ofrecen los medios de comunicación, y en especial la televisión, de la
diversidad y de los sujetos con necesidades educativas especiales.
La televisión, en tanto que medio de comunicación masivo, comparte con todos
ellos la trilogía de principios que, por repetida, se acepta como
definitoria de este tipo de medios: Formar, informar y entretener.
Formar, dar forma lo entendemos como el proceso mediante el cual se modela
algo en base a unos criterios establecidos. Si aceptamos el término formar,
referido a los medios de comunicación, como sinónimo de educación,
tendríamos que aceptar que no es que exista una cosa que se llama televisión
educativa, es que toda la televisión es educativa.
Podría parecer que estamos ante una función próxima a la que puede ser la de
la educación y la enseñanza, en tanto que proceso intencionado, pero a mi
modo de ver la distancia que existe es muy significativa.
Cuando en los medios masivos se habla de formar, consciente o
inconscientemente, se está haciendo referencia a la idea de formar una
opinión en base a la información facilitada, información que,
inevitablemente, ha de ser subjetiva, lo que impide la posibilidad de que el
receptor cree sus propios significados con los elementos significativos
facilitados por el medio.
Por el contrario la acción formativa, entendida desde la educación, pretende
el mismo objetivo, pero poniendo a disposición del sujeto que se forma
instrumentos de análisis, estrategias de pensamiento y fuentes de
información diversas que le permitan establecer su propia escala de valores
y significados.
Simplificando mucho, los medios tienen que ver con la imposición de unos
contenidos y con ellos unos significados y la educación trata de desarrollar
capacidades intelectuales y sociales que hagan posible que de forma
individual, cada sujeto asigne significados a lo que le rodea.
Existe unos desarrollos del medio televisión que, de forma genérica, se
denominan Televisión Educativa, y que responden al perfil de ser acciones
que utilizan el sistema tecnológico de la televisión, en tanto que canal y
medio de comunicación y que tienen una intencionalidad educativa en el
sentido escolar, dando lugar a unos procesos singulares y muy diferentes de
los presenciales, por lo que no deben confundirse estas aplicaciones de la
televisión con la incorporación de la misma al aula.
¿Toda la televisión es educativa?. Evidentemente la televisión, como
cualquier medio de comunicación que mediante un código establecido, (tanto
por similitud como por convención), contiene información relevante con
relación a cualquier tema, puede ser utilizada dentro de un diseño
curricular concreto con intenciones educativas. Esta afirmación dista mucho
de que generalicemos diciendo que la televisión, por sí misma, puede ser
educativa. Es el contexto en el que se inscribe lo que le da sentido y
significación pedagógica, no el medio. (Francisco Martínez. Universidad de
Murcia)
Hay una intención en quienes crean programas y otra intención en quien los
oye y ve. No hay lectores o telespectadores inocentes, pero sí puede haber
lectores o telespectadores indefensos. Queda el derecho de prepararse para
afrontar y enfrentar el mundo de la imagen. Es necesario transformar la
intención comercial de quien produce los impactos visuales en fuente y
objetivo de investigación, de reflexión y de conocimiento crítico.
Don Quijote, dio más importancia de la necesaria a unos molinos,
convirtiéndolos en su demencia en gigantes amenazadores. La televisión es un
gigante -o molino- con pies de barro que se puede conocer y por lo tanto
analizar. Esto lo hace vulnerable y susceptible de ser conducido por los
propios espectadores y sobre todo por los sectores sociales responsables,
que pueden y deben tomar parte en la tarea. El magnificar la importancia de
la televisión, el creer que es algo lejano, intangible, o de difícil acceso
a los profanos, puede originar situaciones de inferioridad que como a Don
Quijote, conduzcan al fracaso. (Martínez-Salanova)
- ¡La tele nos divierte y entretiene! Nos sirve como calmante y relajante de
la actividad diaria, haciéndonos olvidar los estudios, las preocupaciones,
etc. Además es la forma de diversión más barata y asequible, dado que para
verla no tenemos que «pagar» nada. Para muchos es el único medio de
distracción, ya que no tienen posibilidades de buscar otras alternativas.
- ¡Una ventana abierta al mundo! Transportando hasta nuestra propia casa y
permitiéndonos ver desde nuestro sofá imágenes e informaciones de todas las
partes del mundo. Noticias, acontecimientos, sucesos, historias nacionales,
internacionales, locales, regionales... pasan en «procesión» por delante de
nuestra vista en una cascada visual permanente, llena de sonidos y colores,
transportándonos a otras realidades que nos serían imposibles de conocer por
las dificultades de desplazamiento, tiempo, por problemas económicos... El
«ojo» de la cámara nos conduce también a realidades casi imposibles e
visionar sin su presencia: células captadas por potentes microscopios,
planetas del Universo tomados con impresionantes telescopios, volcanes en
erupción, imágenes de acontecimientos históricos irrepetibles, culturas
primitivas en peligro de extinción, recorrido en directo desde la propia
cabina del bólido en una pista de fórmula I, cámaras microscópicas puestas
en porterías de fútbol para «atrapar» los goles, etc.
- ¡Mundos de conocimientos! La televisión nos adentra en los múltiples
saberes que el hombre a lo largo de la historia ha ido siendo capaz de
alcanzar. El mundo científico, cultural, histórico, lingüístico... sería un
gran desconocido para gran parte de la población hoy día en toda su amplitud
sin esta «cajita mágica» que nos acompaña en nuestra casa.
La tele aumenta nuestra información, no sólo en cantidad (múltiples mensajes
a diario), sino también en calidad, porque junto a la información verbal, se
nos ofrecen imágenes de los acontecimientos, con sonidos auténticos de los
hechos, desde sus propios lugares de origen y en el mismo momento en que
ocurre, a pesar de estar a miles de kilómetros. En definitiva, un
conocimiento integral, a veces, incluso mucho más completo, riguroso y
«cercano» que la visión directa. ¿Qué ocurre en la retransmisiones
deportivas? El ojo de la cámara percibe detalles, planos, nos aporta
informaciones que nunca seríamos capaces de poseer en el visionado directo.
- ¡Mundos de fantasía! Además la tele nos lleva a mundos originales y
fantásticos creados sólo en la imaginación de los hombres, que antes sólo
podían conocerse con los cuentos de tradición oral, y que hoy la pequeña
pantalla nos enriquece en variedad y riqueza a través de sugerentes y
atractivas imágenes. La tele nos invade de un continuo torrente de mundos
creados y de ficción que se suceden sin solución de continuidad, sin parecer
tener nunca final.
- ¿Una buena compañera? En la soledad, en el aburrimiento, en el
cansancio... la tele se hace fiel acompañante, amiga «insustituible» que nos
guía, haciéndonos proyectar nuestros sentimientos y deseos en los personajes
favoritos e ídolos de la pantalla. Se sufre, se llora, se ríe... se siente
con ellos, llegando a sintonizar con sus vidas, sus formas de ser. Siendo
personajes ficticios se nos hacen familiares, hasta el punto que los
llegamos a conocer mejor que a nuestros vecinos, conocidos amigos e incluso
parientes.
- ¡Nos enseña a convivir! Nos ofrece en un mismo menú todos los sentimientos
que caracterizan y definen a los hombres: los buenos y los malos, los
violentos y amorosos, los tristes y alegres... Nos convierte la pequeña
pantalla en el escenario de la vida, dejando al descubierto todos los
valores -y contravalores- que afloran en la condición humana. La tele, al
mismo tiempo, nos permite acortar diferencias entre generaciones y clases,
ofreciéndonos productos que mantienen la atención y el interés de niños y
mayores, de pobres y ricos...
- ¡Nos abre de par en par la cultura del pueblo! Tradiciones, costumbres,
fiestas, folklore, música, artes... todo tiene entrada en este «ojo mágico»
que absorbe en sus 625 líneas todos los espectáculos que destilan las raíces
culturales de los pueblos.
- ¡Siempre está a la mano! No necesita preparación y cuando se pulsa el
botón, todo se nos echa encima: imágenes espectaculares, sonidos armoniosos,
movimiento, luces... sin necesidad de conocimientos previos, sin saber
«leer» sus mensajes más allá de la mera intuición de comprender sus
imágenes. La tele nos pone a nuestro alcance el «espectáculo del mundo».
- ¡Conecta las culturas! La tele abre puntos de encuentros entre universos
culturales distintos. Puede homogeneizar y destruir variedades dialectales,
pero también tiene potestad para enlazar pueblos, buscar puntos de vista en
común, relacionar culturas antagónicas...
- ¡Vende los valores de la comunidad! Nos socializa mostrando modelos de
referencia, pautas de comportamiento, estilos de vida consensuados a nivel
social que abre perspectivas al civismo, a la convivencia, al
nacionalismo... (Basado libremente en Yarce (1993): Televisión y familia.
Madrid, Palabra. Aguaded. Caja mágica)
En las aulas se aprende lenguaje escrito y oral y se realizan análisis de
textos escritos. Sin embargo no existen todavía sistemas completos
estructurados, normativas o lineamentos metodológicos claros, que enfoquen
sistemáticamente un análisis de los medios de comunicación. Algunos
programas educativos presentan la teoría sin plantearse el análisis de la
imagen, de la información, del sonido o de la técnica. En escasas ocasiones
se llega a propiciar la práctica real.
La base ideológica que sustenta la pedagogía y la didáctica actual tiene sin
embargo en cuenta los medios de comunicación como elementos, medios y
estrategias transversales a todos los demás procesos de aprendizaje. Esto
exige el aprendizaje de la lectura, comprensiva primero y posteriormente
crítica y práctica, de los medios de comunicación y de sus procesos.
La televisión es necesario conocerla, interpretarla, desmitificarla,
producirla y desenmascararla: un esfuerzo que deben realizar todos aquellos
que tienen que ver con el mundo de la educación. Para ello hay que analizar
sus contenidos -profundizarlos y leerlos críticamente- con el fin de
adaptarlos a nuestra cultura. Hay que comprender el medio en sus aspectos
técnicos con el fin de dominarlo y si es necesario "defenderse" de sus
impactos negativos.
La televisión nos informa de hechos que antes ignorábamos. La violencia
-parece ser- es menor en el mundo hoy día que hace cincuenta años. Sin
embargo por televisión la vemos en su totalidad. Durante la primera guerra
mundial los turcos hicieron desaparecer un millón novecientos mil armenios.
Pocos habitantes del mundo se enteraron entonces de lo que el pueblo armenio
no olvidará jamás. Hoy sabemos inmediatamente, por informaciones acompañadas
de imágenes en directo, de los horrores de la guerra en cualquier lugar del
globo. «El mundo instantáneo de los medios informativos eléctricos nos
implica a todos, a un tiempo» (Mcluhan)
Es preciso implicarse como educadores o como consumidores de imagen en la
formación personal hacia medios y mensajes y procurar que los sistemas
educativos, familiares, regionales, estatales y sociales, hagan inexcusable
un diseño de enseñanza- aprendizaje en el que se consideren los medios de
comunicación y su análisis crítico.
Por ser la televisión un medio tecnológico y comunicativo de primer orden
hay que actuar positivamente ante sus posibilidades y consecuencias. Es
necesario que la televisión contribuya a la educación permanente, que
complemente con sus procedimientos la investigación y apoye los fundamentos
del conocimiento y del aprendizaje.
A veces se ha confundido programa educativo, cultural o pedagógico con
emisiones plomizas de sesudos eruditos busto parlantes. Se han realizado
abundantes intentos a lo largo de la historia de la televisión en España de
proporcionar a niños y adolescentes programas culturales o educativos.
Algunas de estas tentativas tuvieron cierto éxito. En la actualidad, gracias
a los índices de audiencia, se hace improbable que se pueda repetir el
experimento a no ser que organismos, asociaciones, o ciudadanos organizados,
presionen a las cadenas de televisión para establecer este tipo de
programas.
Hace varios años colaboré en la segunda etapa del programa infantil "Barrio
Sésamo" -se está trabajando actualmente en la tercera etapa- y debo destacar
las premisas más importantes sobre las que estaba construido. El programa se
hacía al 50 por ciento en España- Estados Unidos. Un inmejorable diseño
previo -para niños de alrededor de seis años-, un análisis de la situación
en todo el país, objetivos claros, trabajo en equipo, asesores
especializados, seguimiento constante, nos forzaban a asesores y guionistas
a lograr -o por lo menos a intentarlo- un grado de calidad que hizo que el
programa haya pervivido con éxito varios años. (Martínez-Salanova)
Aprendizajes que puede aportar la televisión
Los programas televisivos pueden facilitar a los niños los siguientes
aprendizajes
Facilitarles a fijar la atención en personajes y hechos.
Facilitarles conocimientos.
Desarrollar su sentido espacial.
Proporcionar información sobre el mundo, la vida, otros lugares.
Ponerles en contacto con grupos étnicos diferentes.
Estimular su interés intelectual y su curiosidad científica.
Despertar emociones en el ámbito de la estética.
Remitir a otros medios como la lectura, la radio, etc., para lograr una
educación multimedia.
Dar una baraja de opciones respecto a los estereotipos sociales.
Mejorar el concepto que puedan tener respecto a los diversos grupos que
configuran una sociedad pluralista.
Educar en la convivencia pacífica y democrática.
Cambiar actitudes delictivas o comportamientos del mismo género. Por
ejemplo, violentos.
Fomentar el respeto hacia sí mismo en grupos oprimidos o minoritarios.
Dar una imagen positiva de la vida.
Educar en valores éticos y sociales, socializando con arreglo a dichos
valores.
Despertar la imaginación remitiéndoles a mitos y fantasías constructivas, a
grandes ideales y a héroes benéficos y positivos.
Aportar un lenguaje completo, no sólo diálogos banales, formulas v
muletillas.
Mejorar la educación de aquellos niños que atraviesen por cualquier
situación de desventaja.
Elevar el nivel de educación, tanto del Tercer Mundo, como en lo que se
conoce ya como Cuarto.
En conjunto, podría lograr -si no hubiera tantos intereses económicos- que
los pequeños telespectadores fueran críticos activos en vez de meros
consumidores pasivos de imágenes de «consumo inmediato, de usar y tirar que,
sin embargo, como está comprobado, se mantienen en los lugares más profundos
de nuestra memoria». (Lolo Rico 1994 en Aguaded Caja Mágica)
Sugerencia de actividades e imágenes
Comparar varios tipos de debates televisivos: Desde la confrontación total y
la falta de respeto, la seriedad, el diálogo sereno, etc. Presentarlo como
diferentes tipos de modelos. Explicar valores positivos del diálogo y
negativos de la confrontación sin sentido.
Imágenes de diálogo familiar, en las aulas, etc.
Imágenes de debate en las aulas a partir de programas de la televisión
Diferenciar
§
televisión educadora. Imágenes de gente comprometida, debates
en los se dialoga, diversión y risa, algún reportaje…
§
televisión educativa: imágenes de Barrio Sésamo
§
televisión instructiva. Imágenes de Documentales
La televisión en algunos momentos puede cumplir las tres funciones al mismo
tiempo
Presentar imágenes de personas trabajando, en familia, en diversión, en el
dolor… etc la vida cotidiana en la televisión
FERRÉS, J., (1994): "Televisión y educación". Barcelona. Paidós.
GÜELL, M. y MUÑOZ, J. (1996): "Sólo sé que no sé nada". Ariel. Barcelona.
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sociedad actual", en Comunica 2.
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televisión” en Andalucía Educativa, nº 12, pág. 28.
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paso más para la lectura crítica” en Comunicar 17, pp. 49-55.
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comunicación de los valores", en el libro “Actas del encuentro de grupos de
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Barcelona. Paidós. Reimpresión (1992)
PERALTA FERREYRA, I. (2005): “El televisor: La pantalla estrella. El acto
educativo ayuda a superar la dicotomía entre realidad y ficción”, en
Comunicar 25
RICO, LOLO, (1994): "El buen telespectador. Cómo ver y enseñar a ver
televisión". Madrid. Espasa Calpe.
RICO, LOLO, (1994): "TV fábrica de mentiras. La
manipulación de nuestros hijos". Madrid. Espasa Calpe.
«La palabra es un poderoso soberano, que con
un pequeñísimo y muy invisible cuerpo realiza empresas absolutamente
divinas. En efecto, puede eliminar el temor, suprimir la tristeza, infundir
alegría, aumentar la compasión»
Gorgias, en Elogio de Helena.
Las especies vivas nos comunicamos de muy diferentes formas. Es la especie
humana la que ha elaborado el más complejo e interesante sistema de
intercambio de mensajes que existe. Nada es tan poderoso como el lenguaje, y
su expresión más señera, la palabra, esa herramienta que usamos a diario
para comunicarnos, puede ser tan útil o perjudicial como se le aplique.
Sin embargo, la palabra es solamente un modo más de los muchos que la
humanidad tiene para expresarse.
La palabra llegó a la humanidad cuando el pensamiento, necesitó de formas
más complejas y perfectas de trasmisión y de manifestación entre las
personas. El gesto, que siguió a la elaboración manual de objetos, quedó
corto como elemento comunicativo y la evolución hizo que el cuerpo humano en
toda su extensión se dispusiera a ejercer como medio comunicativo. La
palabra es pues, un gesto más que se hizo sonido. Por eso se complementa la
palabra hablada como la no pronunciada, la que se emite por gestos, por
signos, con trazos en la pared o en papel, por medio de dibujos o emitiendo
silbidos a través de la montañas. La palabra se hace tacto para los ciegos,
banderas para los marinos y sonidos en el campo. La palabra cobra múltiples
representaciones y formas, según en qué lugar, época o estilo se encuentre.
Cambios vertiginosos en el vehículo de la cultura
El lenguaje se transforma, y transforma, constantemente en nuestras
sociedades, ofreciendo a la especie humana abundantes recursos para sus
investigaciones y para el intercambio cultural, haciendo evolucionar tanto
los sistemas sociales, de interrelación, como los educativos y políticos. La
visión actual del mundo y de la especie humana pugna con los propios
valores, poniendo en solfa los conocimientos que se van acrecentando acerca
de la propia realidad humana y de su incierto futuro. Los diferentes
lenguajes son a la vez vehículo de cultura y producto cultural, por lo que
se genera una dialéctica intrínseca a la sociedad, a la que la sociedad no
puede ser ajena.
Los valores simbólicos del lenguaje llevan a la comprensión de los elementos
menos tangibles de los cuerpos de costumbres. Los nuevos valores provocan
inéditos planteamientos que la ética va considerando. Los ideales que guían
la conducta y regulan los símbolos, las leyes, las convenciones y los
sistemas comunicativos, se nutren de recientes descubrimientos mientras
revelan la solidez y al mismo tiempo, dialécticamente, el cambio de algunas
de las raíces más profundas de la cultura misma. Si el lenguaje es el
‘índice de la cultura’ para los antiguos antropólogos, bien es verdad que
son los simbolismos los que nos autorizan a considerar el lenguaje como
‘vehículo de costumbres’, en su sentido más amplio.
La palabra oímos constantemente hasta el punto de que le restamos la
importancia que tiene, pero la humanidad hace uso de ella y de su riqueza
desde los albores. Se vio coloreada con ocres y carbones grasos en
recónditas cuevas, esculpida en pictogramas, textos y bajorrelieves, pintada
al fresco salones y necrópolis, en todos los idiomas conocidos y en la
infinidad de estilos artísticos, ornamentando libros sacros y textos
libidinosos, templos y harenes.
Cambia la palabra y la amplitud de su importancia cuando cambia el medio,
grabada en piedra o cantada en rezos, salmodiada, hecha lírica y prosa,
trovada, acompañada de música, impresa, escrita en libros y periódicos, en
revistas y radios, multiplicada hasta el infinito por Internet, empobrecida
en mensajes digitales, enriquecida otra vez por las vanguardias literarias,
el cine y la fantasía tecnológica.
Mediatizada por la tele, que crea lenguaje, lo homogeneiza y lo transforma,
hace familiar lo mal dicho y lo peor gesticulado, el dialogo malsonante, los
modos vulgares y procaces, mientras sigue expresada desde púlpitos y ágoras,
desde lugares civiles y de culto,
Durante los últimos años se ha producido un cambio vertiginoso en el
lenguaje, producido sin duda por la inmediatez de los medios tecnológicos.
Se hablan idiomas, se entremezclan signos, símbolos y sonidos, nos
entendemos mediante códigos comunes a todos los idiomas, mientras que en el
mundo de la tecnología digital se perfila un idioma común en el que
predominan los iconos, el inglés adaptado a cada lugar y los movimientos y
sonidos de una era globalizada. Esta realidad nos proporciona percepciones
diversas a las de las generaciones anteriores y nos obliga a pensar que las
generaciones que vienen poseerán expresiones y modos de actuar ante el
lenguaje muy distintas a las nuestras. Debemos aceptar esta realidad con el
fin de que el sistema lingüístico siga siendo un cúmulo de procesos abiertos
a los cambios culturales y tecnológicos que harán posible la supervivencia
de la especie humana.
Si retrocedemos nada más que un tiempo relativamente corto en nuestra
historia, nos encontramos que, si bien nuestra cultura ha conocido la
escritura durante muchos siglos, los cambios no siempre fueron tan rápidos
como los que vemos en los últimos diez años.
Tradicionalmente procedemos como si, en su velocidad, la evolución cultural
fuera a la par de la biológica. Las decisiones sobre aspectos éticos las
tomamos mirando hacia atrás, nunca hacia delante, cuando ya se habla de
ética del “mínimo común”, seguimos dando por sentado que la moral está tan
anquilosada como pretendemos que lo esté el lenguaje.
Una imagen vale más que mil palabras, dice el aforismo, o una palabra vale
más que mil imágenes, podemos asegurar a veces. El fondo está en el
pensamiento, en la reflexión serena expresada de mil formas, ya sean
imágenes, palabras o gestos. Con mil palabras se puede explicar una imagen,
con mil imágenes se pueden explicar millones de palabras. El mundo de los
medios de comunicación
«Cuatro personas habíamos visto lo mismo, pero lo habíamos interpretado de
manera distinta. O sea, que no habíamos visto lo mismo. Cada uno de nosotros
puso en funcionamiento un esquema sentimental diferente» (Marina). Si esas
cuatro personas trabajan juntas sobre sus diferentes apreciaciones,
posiblemente estén más cerca de conseguir la realidad que si permanecen en
su concepción individual. El lenguaje aunará esfuerzos, la palabra servirá
de nexo de unión entre las diversas interpretaciones, logrando que la
realidad sea consensuada, solidaria, interpretada en común, comunicada. Lo
que muchos vemos e interpretamos de diferentes formas podemos ajustarlo,
acordarlo, mirarlo juntos en mediante palabras, en comunicación.
Las palabras se las lleva el viento, lo escrito, escrito está.
La palabra es cosa de dos cuando se da en diálogo, pasa a ser cosa de tres,
cuando se convierte en medio comunicativo quien piensa, quien habla quien
interpreta.
La narración mosaico, producto de la era digital, engendra un acercamiento
ficticio entre lo que se percibe y la realidad. Vemos, oímos, sentimos,
realidades que no están cercanas ni en el tiempo ni en el espacio. Este
fenómeno, presente ya en los medios electrónicos, se agudiza en la era
digital. Podemos percibir mensajes sin distancia de tiempo, en directo, pero
a miles de kilómetros –o años luz- de distancia en el espacio. Esta
situación nos crea ambivalencia, esquizofrenia, desorientación, y en la
mayoría de las ocasiones, indiferencia. Somos capaces de atender varios
mensajes a la vez, nos convertimos en adictos de la lectura rápida de la
misma manera de que de la comida rápida. Como afirmaba Woody Allen «Tomé un curso de
lectura rápida y fui capaz de leerme Guerra y paz en veinte minutos. Creo
que decía algo de Rusia». Perdemos así la filosofía y la reflexión de las
palabras y de la ideas. Hacemos zapping no solamente para ver la televisión;
lo hacemos también para leer y para oír a otras personas; conectamos y
desconectamos constantemente nuestro pensamiento, nuestra conversación,
nuestra vida.
La solidaridad, el respeto, sentir lo que sienten los otros, decidir
posiciones ideológicas, son productos elaborados del pensamiento y de la
voluntad, que dependen cada día más de la percepción-mosaico que provocan
los medios de comunicación. Dicho de otra manera: las nuevas tecnologías de
la información y de la comunicación tienen una gran responsabilidad en la
educación selectiva de los valores. ¿Seremos capaces de educar para
convertir la percepción múltiple en un pensamiento reflexivo, integrado,
comunicador?.
La palabra ha sido durante toda la historia censurada, interpretada,
malinterpretada, hecha demagogia, vehículo del engaño, el sofisma y la
mentira. La palabra con mayúsculas no existe. Sí existen personas que la
usan con honestidad y verdad. La palabra es vehículo de la comunicación y no
tiene valor en sí misma, sino en quien la dice, en quien la escucha, en
quien la lee o en quien la interpreta.
La palabra puede enmascarar la verdad. El aspecto negativo de la expresión,
no hables que te comprometes. «A palabras necias oídos sordos», «Oveja que
bala bocado que pierde» «En boca cerrada no entran moscas». Son refranes
españoles que expresan la importancia de lo que se dice.
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