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Tiras con escuela
El «profe» Morata y yo nos conocimos en una viñeta
hace ya algunos años. Al igual que en una historieta, junto a otros
profesores, convivíamos en serio y en broma, nos expresábamos con
libertad, vivíamos entre el utópico deseo de mejorar la enseñanza y la
diversión de hacerlo de una manera entretenida, dinámica y lúdica.
Aprendíamos unos de otros mientras cambiábamos el mundo, al que
dibujábamos en cuanta reunión, clase, charla, simposio y congreso se nos
ponía por delante. Vivimos así mucho tiempo desarrollando diferentes
formas de expresión, en las que encajaban las ciencias y las artes, el
pensamiento y la comunicación, la poesía, el teatro, la música, las
matemáticas y el dibujo. Nuestras aulas se llenaron así de comunicación
y de efectos luminosos que nos obligaron a profundizar más en los
procedimientos que permitían aplicar creativamente nuestro trabajo.
Ya por aquellos años el «profe» Morata se expresaba
preferentemente con líneas, trazos, bocadillos, símbolos, caricaturas,
nubes y viñetas y enseñaba con sus dibujos que para tomarse en serio la
renovación pedagógica había que hacer a la par ciertas caricaturas de la
realidad.
Más tarde, a sugerencia mía, los alumnos de Morata,
gente con clase, se introdujeron en las páginas de «La Voz de Almería»
con su bullanguero paso de aire fresco, interpretando las ideas y
sentimientos creativos, críticos y renovadores de aquellos tiempos. El «profe»
Morata dio durante casi dos años sus clases magistrales en las páginas
del «Suplemento de Educación» del periódico. La memoria final de
aquellos cursos escolares está en las tiras que aquí se presentan.
Las niñas y los niños de Morata se movían por el
periódico como pedro por su casa, hablando de sus cosas, expresándose
mediante globos, esparciendo sus alegres opiniones entremezcladas con
sonidos onomatopéyicos e interjecciones, escandalizando a los sesudos
lectores con sus exageradas apreciaciones de la realidad y exponiendo
sus luminosas ideas entre nubecillas veloces y desusados signos
exclamatorios. Alegraban así la vida de los que hacíamos el periódico.
Salíanse los pequeños irresponsables a veces de las casillas asignadas
por el director y sacaban así mismo de sus casillas al sufrido lector
que, sin apenas enterarse, era introducido en el mundo de la historieta.
Los jueves, día en que salía el suplemento, «La Voz de Almería» se
convertía en una parcela reducida del universo de los niños y de algunos
seres inmaduros que aún de edad provecta y eruditos estudios volvían sin
decoro a sus años de infancia.
Antiguamente se decía que «cada maestrillo tiene su
librillo». Ahora afirmamos que «el profesor es el método». Pues bien, el
«profe» Morata utiliza el método más puro de la comunicación, observando
y escuchando la realidad, entendiéndose en su mismo lenguaje con niños y
niñas, rodeándose diariamente, ya sean hijos o alumnos, de gente menuda,
ruidosa y sin prejuicios, de la que aprende sin cesar y de la que se
nutre para exponer en dibujos, sin rubor, lo que su innata timidez le
impide decir con palabras.
Con dibujos se puede decir todo lo que uno tenga
dentro. Los dibujos del «profe» Morata responden a su experiencia.
Mientras los alumnos hablan, ríen, juegan o se pelean, él los dibuja
interpretando sus sentimientos y sus ideas, a veces profundamente
iconoclastas y desinhibidas, otras llenas de juegos, de risa y de
vacación.
La escuela que presenta Morata es una escuela de
verdad, en la que los alumnos toman el pelo a los maestros, les dicen lo
que piensan, pronuncian seriamente las mayores incoherencias, se salen
de tono y si hace falta se van de vacaciones un día antes. En la escuela
de Morata el «profe» se manifiesta tal y como es, no se esconde de nadie
y los comentarios se hacen a cara descubierta. En la escuela de Morata
se ve lo que sienten, imaginan o maquinan los niños. La escuela de
Morata es real porque tiene sentimientos.
El «profe» Morata realiza actualmente su trabajo
diario en una escuela virtual, por allí por La Mojonera, mientas erre
que erre, oyendo, interpretando, comprendiendo y pensando en los niños
sigue recopilando ideas que expresa, dibuja que te dibuja, en su escuela
real, que es al mismo tiempo la de lo evidente y lo inverosímil, la de
lo sensato y lo estrafalario, la que está llena al mismo tiempo de
problemas insolubles y de divertidas aventuras. Las expresiones, los
trazos y los gestos de risa o de dolor, de picardía o de enfado, las
opiniones increíbles de la gente con clase, alumnos del «profe» Morata,
invitan a conocer una escuela que por su creatividad y su valentía se
expresa de modo diferente a la tradicional escuela virtual. |