Los nuevos caminos del cine desde los 70 hasta final del siglo XX

©Enrique Martínez-Salanova Sánchez

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El puntero de don Honorato/Bibliografía


El cine norteamericano se había caracterizado por su dependencia al sistema establecido, con leyes muy rígidas para la cinematografía y el teatro. La abolición del tristemente famoso Código Hays de autocensura de la industria, permitió nuevos planteamientos especialmente en el campo del sexo y de la violencia. La apertura sirvió para atraer espectadores a las salas cinematográficas.

Se hicieron películas violentas como A sangre fría (In cold blood, 1967), de Richard Brooks, adaptando la terrible crónica de Truman Capote sobre un asesinato, y Bonnie y Clyde (Bonnie and Clyde, 1967), de Arthur Penn, que contaba la historia criminal de dos enamorados, gángsters, que asolan el país. El relato de la lucha contra el sistema canalizada mediante la violencia lo hacen películas como A quemarropa (Point blanck 1967) de John Boorman y Dos hombres y un destino (Butch Cássidi and the Sundance Kid Hill, 1969) de George Roy Hill. La violencia, sin embargo, quien la llevó al límite fue Sam Peckinpah con el western Grupo salvaje (The wild bunch, 1969), en donde se complació en rodar las muertes de los personajes al ralentí y en La huida (The getaway, 1972), en la que enaltece a una pareja gángsteres que se escapan finalmente tras decenas de asesinatos. La versión española obligó a dejar constancia escrita en la secuencia final de que los asesinos habían sido apresados por la policía. Una fábula crítica sobre la violencia de la sociedad fue La naranja mecánica (A clockwork orange, 1972), de Stanley Kubrick, a partir de la novela de Anthony Burgess.

La vuelta al pasado, llevó a grandes cineastas norteamericanos a rememorar críticamente la historia de su país como es el caso de Arthur Penn en Pequeño gran hombre (Little big man, 1970) con Dustin Hoffman, en la que se ensalzan los derechos de los indios en contra de las matanzas del general Custer. Se recrearon tiempos anteriores en la película musical de Bob Fosse Cabaret (Cabaret, 1972), situada en el Berlín de 1931 o en la extraordinaria película sobre la vida de una familia de la mafia El padrino (The godfather 1972), de Francis Ford Coppola, con Marlon Brando.

El cine actual tuvo un gran pionero en Stanley Kubrick, que marcó una nueva línea tanto en ideas argumentales como en la inclusión de una nueva estrategia de los efectos especiales. 2001: una odisea del espacio (2001: A space odyssey, 1967), marcó el antes y el después del género ciencia-ficción.

En Francia, François Truffaut seguía rodando filmes de denuncia y de tipo social, Fahrenheit 451 (Fahrenheit 451, 1966), una fantasía científica en una sociedad en que se queman los libros, El niño salvaje (L'enfant sauvage, 1969), sobre la reeducación de un niño encontrado en el bosque, o La noche americana (La nuit américaine, 1973), en la que el mismo Truffaut protagoniza la película que interpreta a un director de cine durante un rodaje.

El cine político se adueña del cine francés, iniciando la corriente el realizador griego Costa-Gavras, con las películas Z (Z ou l’anatomíe d'un assassinat politique, 1968), basada en los hechos de la dictadura de los coroneles, en Grecia, La confesión (L’aveu, 1970), sobre las torturas en checoslovaquia, y Estado de sitio (État de siége, 1972), sobre el secuestro por los Tumaparos en Montevideo de un asesor-torturador norteamericano.

Alrededor de 1970 en Italia vivía una época pujante para el cine. Satyricon de Petronio (1969), Fellini-Roma (Roma, 1972) y Amarcord (Amarcord, 1973), las tres de Fellini, esta última sobre su propia infancia. Visconti rodó Muerte en Venecia (Morte a Venezia, 1971), inspirada en la novela de Thomas Mann, y Luis II de Baviera (Ludwig, 1972), sobre el monarca alemán.. Pasolini, fabulaba en Pajaritos y pajarracos (Uccellacci e uccellini, 1966), entraba en la antigüedad clásica con Edipo, el hijo de la fortuna (Edipo re, 1967) y Medea (Medea, 1970) y se introdujo en el mundo de los cuentos eróticos en El Decamerón (Il Decameron, 1971) de Boccaccio, Los cuentos de Canterbury (I racconti di Canterbury, 1972), de Chaucer, y Las mil y una noches (Le fiori delle mille una notte, 1973), según los relatos árabes.

En España, la censura y la intransigencia hacían estragos entre los cineastas. Luis Buñuel, se fue a Francia tras el escándalo de Viridiana, donde hizo Bella de día (Belle de jour, 1966) y La Vía Láctea (La Voie Lactée, 1969). Tras muchos esfuerzos logró rodar en España Tristana (1970) pero se negó a rodar más en su país tras los cortes que le obligaron a hacer para la exhibición en España de El discreto encanto de la burguesía (Le charme discret de la bourgeoisie, 1972).

Merece destacar a Carlos Saura en La caza (1965) una valiente parábola sobre el país tras la Guerra Civil española desde la óptica de una partida de caza. Saura siguió filmando películas como Peppermint frappé (1967), sobre la represión sexual en España, y trabajos de critica a la burguesía española como Stress es tres... tres (1968), La madriguera (1969), El jardín de las delicias (1970), Ana y los lobos (1972) y La prima Angélica (1973).

 

El cine lucha por su supervivencia


Las grandes crisis del cine y de escasa afluencia de espectadores las salas han hecho siempre reaccionar a la empresa cinematográfica. El cine de aventuras vertiginosas, la utilización de efectos especiales cada vez más osados, la paulatina entrada del ordenador, crearon las bases para un cine diferente que atraía a las salas a mayor número de espectadores.

En la actualidad se aplican nuevas formas de hacer cine, en su mayor parte basadas en parámetros y lenguajes de todos los tiempos, que vienen a dar vida a una industria que decaía por momentos. Se hablaba de la muerte del cine (Gubern 1995), que sin embargo, reestructurando métodos de trabajo, mercados y formas de consumo, revive en otro tipo de salas, en el televisor familiar, o alquiladas en el videoclub, en DVD, en situaciones diferentes... El cine ha cambiado su estética del cine, sus estilos de montaje, ha dado vertiginosidad a sus imágenes y ha integrado en su totalidad las nuevas tecnologías con la posibilidad de recrear cualquier ambiente y circunstancia de forma digital, incluidos los actores.

En cuanto a los relatos ha aumentado la adaptación de personajes del cómic, se han sustituido los antiguos problemas por otros más ligados a las relaciones personales, actuales, al medio ambiente y su defensa, como Bailando con lobos (Dance with wolves, 1990) de Kevin Kostner, o Nacido el 4 de julio (Born on the Fourth of July, 1989), antibélica y Caso abierto (JFK, 1991) que revisa el caso del asesinato de Kennedy, ambas de Oliver Stone, o la biografía del líder sindical Hoffa (Hoffa, 1992) de Danny De Vito, o las de Spielberg La lista de Schindler (Schindler`s list, 1994), sobre el holocausto nazi y la antibelicista Salvar al soldado Ryan. (Saving Private Ryan 1998).

Los temas reivindicativos y críticos están constantemente presentes, Thelma y Louise (Thelma and Louise, 1991) de Ridley Scott, sobre la conciencia de la mujer, Reservoir dogs (1992) y Pulp fiction (1994), de Quentin Tarantino en los que se hace una crítica a la violencia desde la crueldad sin motivos, o Uno de los nuestros (Good fellas, 1990), de Scorsese que expresa las pasiones humanas en una de las mejores películas de gángsteres de los últimos tiempos.

Los efectos especiales avanzaron cualitativamente con Steven Spielberg en Parque Jurásico (Jurassic Park, 1993), que dieron pie a una extraordinaria puesta a punto e investigación sobre el cine de animación digital y trucajes sofisticados para producciones posteriores, Terminator II (Terminator 2 y Judgment day, 1991), de James Cameron, o la ya mítica El cuervo (The crow, 1994), de Alex Proyas, en el que para varias de sus secuencias hubo de recrearse digitalmente al actor principal, fallecido en un accidente de rodaje.

En cuanto al cine político y social es de destacar el director británico Ken Loach, Agenda oculta (Hidden Agenda, 1990), un gran escándalo del gobierno británico, Riff-Raff (1991), Lloviendo piedras (Raining stones, 1993) y Ladybird, Ladybird (Ladybird, Ladybird, 1994) problemas sociales y xenofobia, Tierra y libertad (Land And Freedom, 1995), sobre los anarquistas en la guerra civil española y Bread And Roses (2000).

Kenneth Branagh, irlandés, formado en la escuela shakespeariana, ha dejado hasta el momento en su filmografía películas de interés sobre teatro de Shakespeare, desde Enrique V (Henry V, 1989), Mucho ruido y pocas nueces (Much Ado About Nothing, 1993), Othello (1995) y Hamlet (1997).

Las grandes superproducciones vuelven una vez más al cine norteamericano, aunque de la mano de Bernardo Bertolucci, en la búsqueda de territorios exóticos, recreando la historia china en El último emperador (The last emperor, 1987), el mundo norteafricano de los viajeros del siglo XX según la novela de Paul Bowles El cielo protector (The sheltering sky, 1990) y la adaptación de un niño a las costumbres orientales de El pequeño Buda (Little Buda, 1994).

En los últimos momentos del cine coexisten películas sencillas, como las películas italianas, Caro diario (Caro diario, 1994) en el que Nanni Moretti expone su crisis existencial y su incipiente proceso canceroso, El cartero y Pablo Neruda, (1995), de Michael Radford, o La vida es bella. (La vita e bella, 1997), de Roberto Benigni, popular tras el oscar a la mejor película extranjera y grandes producciones en las que el énfasis se pone en el gasto multimillonario, las campañas de marketing y los efectos especiales espectaculares, como Titánic (1997), de James Cameron, Matrix (1999), de los Hermanos Wachowski, Náufrago (Cast Hawai, 2000), de Robert Zemeckis, o, Dinosaurio (Dinosaur, 2000) dibujos animados por ordenador, de la Disney, o El señor de los anillos (The lord of the rings, 2001) en tres entregas, de Peter Jackson. Todas ellas son espectaculares y predominan los efectos elaborados mediante técnicas digitales, todas ellas llenas de efectos especiales espectaculares, en las que la mayoría de las veces predominan los recursos elaborados mediante técnicas digitales.

 

©Enrique Martínez-Salanova Sánchez