|
Dziga Vértov
El cine ojo. La
necesidad de contar la verdad
©Enrique
Martínez-Salanova Sánchez |
|
El
puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas
de cine
|
Dziga Vertov, la
búsqueda de la verdad en el cine
Mientras Flaherty
aprendía a dar sentido a la filmación de hechos reales haciendo uso de
la poética narrativa, Dziga Vertov postula que el cine sea una mirada
capaz de explicar el mundo a través de la captación exhaustiva de
imágenes y su combinación a través del montaje. El cine documental
continúa así desarrollando su lenguaje.
Varias pasiones se
sucedieron en la vida de Denis Arkadievitch Kaufman, hijo de un
bibliotecario de Bialystock, ciudad situada en la parte polaca del
imperio ruso: la música, la medicina, la psicología o, con mayor fuerza
aún, la poesía futurista, que le llevó a cambiar su nombre por el de
Dziga Vertov (Gira, peonza). En 1918 una nueva pasión, la Revolución
rusa, dará un giro definitivo a su carrera; entra a formar parte del
Comité de Cine de Moscú y, en plena guerra civil, se convierte en editor
de su noticiario semanal, el Kino-Nedelia.
Empleado como una
importante arma de comunicación y propaganda, el Kino-Nedelia respondía
a las características típicas del género en cuanto a mezcla de
sensacionalismo y entretenimiento; su tarea consistía en recibir una
ingente cantidad de material filmado y estructurarlo siguiendo las
pautas de los tradicionales noticiarios cinematográficos. Y es en esas
largas sesiones de montaje, enfrentado a la rigidez y el arcaísmo del
documentalismo de la época, cuando comienza a dar forma a sus
revolucionarias teorías sobre filmación y montaje.
Su película más
conocida, El hombre de la cámara (1929), glorificaba el trabajo del
cineasta, las diversas etapas de realización de una película y
presentaba a los operadores como verdaderos héroes populares. Vertov
utilizaba por un lado la cámara oculta, los planos largos y la
iluminación natural, pero, por otro, los trucos, los efectos ópticos y
una audaz forma de montar. En cierto sentido, sus películas resultan
ingenuas e incluso algo falsas, pues no dan ni la menor idea de las
dificultades de la Revolución soviética ni de los sufrimientos del
pueblo ruso. Pero es también innegable que ningún otro cineasta supo
descubrir mejor la belleza de las cosas cotidianas. Por esa razón, Dziga
Vertov es actualmente considerado como uno de los padres del llamado
«cinema verité», el movimiento documentalista de los 60 que luego ha
pasado a ejercer una influencia decisiva en el estilo y los métodos de
la mayoría de los documentales televisivos.
“Durante
quince años he aprendo la “cine–escritura”. He aprendido el arte
de escribir, no con una pluma, sino con una cámara. La ausencia
de alfabeto cinematográfico me ha resultado molesta. He
intentado crear ese alfabeto”
Dziga Vertov |
|
|
Dziga Vertov, al que
descubrí en la clandestinidad
A escondidas debimos acudir allá por 1963
a una clase, en Madrid, sobre Vertov y su cine. Lo de haber apoyado la
Revolución Rusa era, en aquellos tiempos de mis estudios en Madrid, muy
peligroso. El encuentro fue en Getafe, en un salón de actos de un
colegio publico del que no recuerdo el nombre. De nombres además no se
hablaba. No sé quién dirigió la reunión, ni quienes eran mis compañeros
de aventura. No conocíamos más que los rostros y las sonrisas, las
identidades se ocultaban y nunca supe de nadie que perteneciera a un
partido político. Lo que sé es que aprendí mucho sobre cine, cine documental,
objetividad y verdad. Aprendí a quitar los miedos a intervenir en
público, a argumentar y discutir, aprendí de cine y, en la represión,
aprendí a buscar la libertad.
En honor a aquellos tiempos, llenos de
censuras y ocultamientos, debo decir que el mismo Vertov fue censurado
por el mismo régimen al que tanto dio. Stalin, aunque no lo envió al
Gulag, como a otros, lo relegó a puestos técnicos y administrativos que
le impidieron seguir en el imparable avance de la ideología, el montaje,
el lenguaje poético en el cine, y la expresión cinematográfica. |
Hablo de
Dziga
Vértov |
Dziga
Vértov. De
wikipedia.
Dziga
Vértov es el seudónimo de Denís Abrámovich Káufman, nació en la actual
Polonia en 1896, y falleció en Moscú en 1954, director de cine
vanguardista soviético, autor de obras experimentales, como El hombre de
la cámara (1929), que revolucionaron el género documental.
Nació en el seno de una familia judía en
Bialystok, ciudad perteneciente en aquellos años al Imperio ruso. Su
hermano menor era el futuro operador Mijaíll Kaufman y su hermano mayor
el futuro director de fotografía Borís Kaufman. Estudió música en el
conservatorio de Bialystok hasta que su familia, huyendo del avance del
ejército alemán durante la I Guerra Mundial, se trasladó a Moscú en
1915. Poco después, se instalaron en San Petersburgo, donde Kaufman
inició la carrera de Medicina y comenzó a escribir, tanto poesía como
narraciones satíricas y de ciencia ficción.
Interesado por el futurismo, adoptó el seudónimo de Dziga Vértov, que
significa algo así como "gira, peonza" en ucraniano. En 1918, tras la
revolución, el Comité del Cine de Moscú lo contrató para trabajar en
Kino-Nedelia ("Cine-Semana", semanario cinematográfico de noticias de
actualidad soviético), en Moscú. Trabajó montando noticiarios
cinematográficos durante tres años. Entre sus compañeros estaban Lev
Kuleshov, que por aquellos años estaba llevando a cabo sus famosos
experimentos de montaje, y Eduard Tissé, futuro cámara de Serguéi
Eisenstein.
Su
primera película como director fue "El aniversario de la Revolución",
1919, seguida de La batalla de Tsaritsyn (1920), El tren Lenin (1921) e
Historia de la guerra civil (1922). En estas películas, Vértov exploró
las posibilidades del montaje, ensamblando fragmentos de película sin
tener en cuenta su continuidad formal, temporal ni lógica, buscando
sobre todo un efecto poético que pudiera impactar a los espectadores.
En
1919, Vértov y otros jóvenes cineastas, entre los que se encontraba su
futura esposa Yelizaveta Svílova, crearon un grupo llamado Kinoki
(Cine-Ojo). Yelizaveta Svílova era
una montadora excelente, posiblemente la mejor montadora
rusa, incluso en la época zarista, decía de ella
Lev Kuleshov.
Más tarde se les uniría también el hermano de Vértov,
Mijaíll Kaufman. Entre 1922 y 1923, Vértov y Svílova publicaron varios
manifiestos en publicaciones de vanguardia, desarrollando su teoría del
Cine-Ojo. Vértov y los otros miembros del grupo rechazan de plano todos
los elementos del cine convencional: desde la escritura previa de un
guión hasta la utilización de actores profesionales, pasando por el
rodaje en estudios, los decorados, la iluminación, etc. Su objetivo era
captar la "verdad" cinematográfica, montando fragmentos de actualidad de
forma que permitieran conocer una
verdad más profunda que no puede ser
percibida por el ojo. Según el propio Vértov, "fragmentos de energía
real que, mediante el arte del montaje, se van acumulando hasta formar
un todo global", permitiendo "ver y mostrar el mundo desde el punto de
vista de la revolución proletaria mundial".
En
1922, Vértov comenzó la serie de noticiarios Kino-Pravda (Cine-Verdad).
En la serie Kino-Pravda, Vértov filmó todo tipo de lugares públicos, en
ocasiones con cámara oculta y sin pedir permiso. El más famoso
noticiario fue Léninskaya Kino-Pravda, que mostraba la reacción a la
muerte de Lenin en 1924. Durante los años 20 rodó varias películas, pero
destaca sobre todo El hombre de la cámara (Chelovek s Kinoapparátom,
1929).
Vertov dirigió dos películas sonoras, Entusiasmo,
sinfonía de Dobass (1931) y Tres cantos para Lenin (1934), pero no se
vio conforme con la férrea dictadura estalinista y su pasión por crear
se enfrió. Murió en 1954, prácticamente olvidado.
|
Yelizaveta Svílova
|
|
El cine ojo
El cine-ojo nace a finales de 1919 en una
Rusia recién azotada por la guerra civil. En un contexto de hambre y
miseria, los artistas promovían una revolución artística, en consonancia
con la social y política que se estaba llevando a cabo. Dziga Vertov,
junto a Elizabeth Svilova, su esposa, y Mikhaïl Kaufman, su hermano, con
motivo de promover esta revolución cinematográfica. Atacando duramente
el cine de ficción, al que denominaban cine-mentira, y llevando a cabo
una serie de documentales vanguardistas de cierta repercusión nacional,
se hicieron llamar los ‘kinoki’. Su influencia en etapas posteriores fue
tal que Jean-Luc Godard creó el Grupo Dziga Vertov en 1969 para
rendirles homenaje. Entre las características principales del cine-ojo
destacan la búsqueda de la realidad y la espontaneidad; la ausencia de
decorados preconcebidos, de actores profesionales, de maquillaje y
efectos especiales. Atacaban duramente el cine de ficción, que se veía
influido por la literatura y el arte dramático. Según sus propias
palabras, querían captar ‘la vida de improvisto’ y ‘explorar el caos de
los fenómenos visuales que llenan el espacio’. Aunque sus películas
puedan parecer muy objetivas, rozando el tono documental, hay que tener
en cuenta que lo que buscaban era “un ritmo propio, que no hayan sido
sisado de otro lugar y que se encuentra en el movimiento de las cosas”
Viendo
que los resultados fueron prometedores con
Cine ojo, la vida al imprevisto (1924), su
primer largometraje, donde perfeccionó su método, decide embarcarse en
proyectos más ambiciosos como
La sexta parte del mundo
(1926) y
¡Adelante soviet! (1926).
Pero su obra maestra llegaría tres años más tarde con
El hombre de la cámara (1929). |
|
El hombre de la cámara
Chelovek s kino-apparatom (The Man with a Movie Camera)
1929. 67 min. Unión
Soviética (URSS)
Dirección.
Dziga Vertov
Guión. Dziga Vertov
Fotografía.
Mikhail Kaufman (B&W)
Sinopsis. El
Hombre con la Cámara, muy en la línea de "Berlín, sinfonía de una gran
ciudad" (Berlin: Die Sinfonie der Großstadt, 1927) describe el trascurso
de un día en una ciudad rusa mediante cientos de pinceladas fílmicas
sobre la vida cotidiana. Podría decirse que se trata de un retrato
puntillista en el que sólo la totalidad de los breves retazos permiten
percibir la ciudad en su totalidad. Con la complicidad de su hermano, el
operador Mikhail Kaufman, Vertov, fiel a su teorías, no permite ni por
un momento que se pueda suponer que alguno de esos retazos pueda
imaginarse inventado. Por ello en el vertiginoso montaje que plasma la
fascinación de Vertov por el constructivismo y el futurismo, introduce
constantemente imágenes del operador que con su cámara está filmando la
realidad que le rodea.
El hombre y su cámara se
encuadra dentro de un subgénero del documental denominado sinfonías
urbanas cuya
aparición y apogeo se produce a finales de la década de los años veinte.
La temática de esos documentales es la vida en la ciudad entendida como
un marco en el que la vida de cientos de ciudadanos anónimos se cruza y
desarrolla. Si el espacio es la ciudad, el tiempo se limita a un día
desde soledad del amanecer hasta el bullicio nocturno. El secreto de
estas obras reside en un montaje capaz de transmitir los diferentes
biorritmos de la urbe mediante la combinación de largos planos fijos con
dinámicos planos cortos que registran el movimiento mecánico de la
industria para después contraponerlos a las actividades humanas, en
ocasiones convertidos en otros autómatas más.
Influido por sus propios experimentos y creencias, Vertov
exprimió toda su creatividad en El
hombre de la cámara. Supuso
una revolución. En el título en cuestión, la cámara se
encuentra en el cielo, en los hogares, en lugares aparentemente
imposibles para un ser humano; es omnipresente
y omnipotente, está deificada (véase
la imagen del operador, Mikhaïl Kaufman, y la cámara sobrepuesta sobre
la multitud), y llega a grabar al propio ‘hombre de la cámara’ en su
recorrido por las calles de la ciudad; ella
es la protagonista. La película es una sucesión de imágenes de
la vida urbana en tono semidocumental. No hay una historia fija, sino un
encadenado de planos sin aparente conexión; es un poema
visual con un suculento espíritu
futurista. Todas las características antes mencionadas se
aplican a esta obra.
Como comentaba en la reseña de La
Huelga de Eisenstein, hay un dominio
perfecto del montaje, con superposiciones de dos y tres planos
al mismo tiempo, a la vez que imágenes partidas y otras técnicas
sorprendentes. También se llevan al máximo las teorías promovidas por Lev
Kulechov, donde el mismo plano de una mirada parece observar
más de cinco acciones diferentes, pareciendo en todo momento que está
viendo algo nuevo (por ejemplo la sesión de deporte, donde los más
cultivados encontrarán un divertido guiño al caballo de Muybridge).
También se utilizan otras técnicas como el stopmotion.
También los constantes movimientos
de cámara aportan dinamismo. Al no contener intertítulos,
Vertov se ve forzado a crear una narrativa
propia que concede universalidad a
su obra.
El
hombre de la cámara muestra un día en la vida de un operador soviético,
dedicado a filmar una ciudad soviética desde el amanecer hasta la noche.
Se ha relacionado con una modalidad de documentales urbanos que tuvo
éxito en la época, las "sinfonías de grandes ciudades", ejemplificadas
por películas como París que duerme (1925), de René Clair, Berlín,
sinfonía de una gran ciudad (1927), de Walter Ruttmann, o Lluvia (1929,
ambientada en Ámsterdam), de Joris Ivens. Lo que distingue a la obra de
Vértov de las citadas es la voluntad de realizar un análisis marxista de
las relaciones sociales mediante el montaje. Además, El hombre de la
cámara pone el acento en el proceso de producción y consumo del cine
(rodaje, montaje y contemplación). |
DZIGA VERTOV, LA VIDA DE REPENTE
Tomado
de Nacho Moreno, marzo de 2016 en Clavo ardiendo
Vertov
pudo comenzar a aplicar con libertad sus ideas cuando, en 1922, ya
concluida la devastadora guerra civil y ante la necesidad de nuevos
esfuerzos de difusión propagandística, fue nombrado director de un nuevo
noticiario oficial, el Kino-Pravda, dependiente del órgano de prensa del
partido, Pravda (Verdad). Instituye entonces –junto con su mujer y su
hermano, el operador Mikhaïl Kaufman– el combativo y polémico Consejo de
los Tres, con el que propone y difunde el llamado Kino Oko (cine-ojo), y
en torno al cual se forma un grupo de cineastas llamado los kinoks.
En los numerosos
escritos y manifiestos del grupo, Dziga Vertov hace frente a una
cuestión de fondo que coincide con la que, en esos mismos años, se
planteara Flaherty: ¿cómo representar adecuadamente la realidad? En este
caso: ¿cómo reflejar el “hombre nuevo” nacido de la revolución
comunista? Su propuesta es, sin embargo, diversa. Frente a la
reconstrucción escénica y narrativa del explorador americano, el poeta
futurista postula un “cine-desciframiento del mundo visible”, fundado en
la observación de la realidad, en su registro a través del “ojo
mecánico” de la cámara, y en la capacidad explicativa y de dotación de
sentido del montaje.
“Mis noticiarios están
hechos de trozos de vida organizados en un tema y no al contrario. Eso
significa que el Kino-Pravda no obliga a la vida que se desarrolle de
acuerdo con el guión del escritor, sino que observa y registra la vida
tal como es y sólo posteriormente deduce las conclusiones de sus
observaciones”.
Analicemos el
contenido de esta declaración de intenciones:
No obligar a la vida:
No forzar su
desarrollo conforme a un guión preestablecido, aparece como el primer
precepto fundamental del cine-ojo. “El cine-ojo es un movimiento que se
intensifica incesantemente a favor de la acción por los hechos contra la
acción por la ficción, por muy fuerte que sea la impresión producida por
esta última”. Para Vertov “el opio de los cine-dramas burgueses
embrutece las tres cuartas partes de la humanidad”, y atenta contra
aquello “que constituye la auténtica vocación de la cámara, a saber: la
exploración de los hechos vivos”.
Observar y registrar
la vida tal y como es:
Este será el modo de
acercamiento a la realidad adoptado por el grupo. Se comienza por una
observación centrada en un tema determinado. A partir de estas
observaciones se escogen los hechos y lugares donde el tema se presente
con mayor valor e interés, y las cámaras acuden a rodar. Vertov y sus kinoks buscan
seleccionar la realidad en vivo, registrándola tal como se presenta,
utilizando para ello la cámara como un ojo, mucho más perfecto que el
humano, capaz de alcanzar rincones y adoptar puntos de vista hasta ahora
inaccesibles. El grupo aspira a multiplicarse en un ejército de
“cine-observadores” que explore un universo de fenómenos visuales, con
lo que ellos denominan un “plan de orientación y de ataque de las
cámaras en el medio viviente en perpetua transformación”. De este modo
pretende “ver y oír la vida, anotar sus meandros y revueltas, sorprender
el crujido de los viejos huesos de lo cotidiano”. Para ello el cine-ojo
utiliza todos los medios técnicos a su alcance: la cámara rápida, el
rodaje hacia atrás, la animación o el uso de lentes deformantes son
considerados instrumentos de este ojo capaz de captar la realidad de un
modo más perfecto, nunca trucajes.
Por otro lado, se
intenta que el impacto de la observación sobre la realidad sea el menor
posible, y por ello Vertov considera que el mejor modo de rodar es
con cámara oculta. No se desdeñan, sin embargo, otras técnicas de
rodaje, e incluso se transige con una cierta intervención sobre la
realidad: “cuando se filma una reunión o una manifestación cualquiera,
se trata de una simple filmación, de la habitual no-intervención en los
acontecimientos que se desarrollan. Pero además hay que hablar del
rodaje en el que se tiene que atraer la atención de aquellos que son
filmados”. Este “atraer la atención” significa pedir la colaboración de
los personajes –realizar una “llamada a la ayuda”– para conseguir
determinados planos necesarios en algunos montajes narrativos. En los
escritos teóricos del director esta posibilidad de representación
aparece siempre tratada de soslayo, y quizás por ello se suele afirmar
que Vertov evita estos recursos. Es cierto que los evita, pero basta
analizar alguna de sus películas –como haremos luego– para comprobar que
en ocasiones no tiene más remedio que usarlos.
Deducir las
conclusiones de estas observaciones:
Explicar el sentido de
esa realidad apresada aparece como el destino final del trabajo de los kinoks. Al
igual que Flaherty, pero a través de un camino diverso, Vertov explora
porque aspira a descubrir, a desvelar; porque “el cine-ojo ayuda a ver”.
Partiendo de los métodos tan vehementemente expuestos en sus escritos
teóricos –y sólo llevados a la práctica parcialmente– intenta realizar
una lectura comunista del mundo, un análisis de la realidad que busca
“mostrar el mundo tal y cómo es, y desvelar a los trabajadores la
estructura burguesa del mundo”. Trabajando con la materia prima de lo
real que llega a su mesa de montaje, quiere “ayudar a todos los
oprimidos en particular y al proletariado en general en su ardiente
aspiración a clarificar los fenómenos vivos que nos rodean”.
Y el montaje será,
efectivamente, el arma principal utilizada por el cine-ojo en su intento
de explicar del mundo. Para Vertov el montaje es un tipo de visión, una
ayuda para ver mejor, al permitir descomponer y analizar los fenómenos
al reorganizarlos. Por eso, porque el montaje es también ojo, lo concibe
como un proceso que afecta a todas las fases de realización de la
película, como algo ininterrumpido que va desde la primera observación
hasta la realización definitiva del metraje. Y, por supuesto, está
legitimado para abstraerse de cualquier orden temporal o de cualquier
norma en su afán de realizar esta organización del mundo visible que lo
explique, que lo dote de sentido.
Dziga Vertov se dejará
llevar de esta absoluta libertad creativa que someterá la imagen
documental a mil artificios, que la cargará de simbolismos, vitalidad,
dramatismo y humor. Pero también someterá sus teorías a unas exigencias
de aplicación extremas –que de hecho nunca llegaron a concretarse
plenamente– y que en algunos aspectos no dejan de resultar proféticas,
como cuando dice:
“Nos son
imprescindibles:
1. medios de
transporte rápidos
2. película de alta
sensibilidad
3. pequeñas cámaras de
mano superligeras
4. aparatos de
iluminación igualmente ligeros
5. un equipo de
cine-reporteros superrápidos
6. un ejército de
kinoks-observadores”.
Esto hace de Vertov,
además de uno de los padres del documental como interpretación creativa
de la realidad, una personalidad perfectamente actual, un profeta de la
urgencia del testimonio visual. Quizá el primer reportero de la historia
del cine.
‘Kino-Glaz’ (1924)
Esta película
constituye la primera misión de reconocimiento del cine-ojo, el primer
intento de poner en práctica los principios teóricos formulados por
Vertov y la obra que con más exactitud se ciñe a éstos. Estaba concebida
como la primera de un ciclo de seis obras llamado ‘La vida de repente’,
una amplia panorámica de la vida soviética cuya filmación hubo de ser
interrumpida por problemas de producción. Los trabajos de filmación
previstos para completar el ciclo no se reanudaron en vista de la pésima
acogida de la primera entrega por parte de los distribuidores
comerciales y del público.
Además, los medios de
producción habían sido muy escasos: el ejercito de kinoks ambicionado
por Vertov se reducía a su hermano, el operador Mikhaïl Kaufman, y el
ambicioso plan para la realización de letreros y dibujos animados quedó
drásticamente reducido, de modo que la película final cuenta tan sólo
con una animación de pocos segundos en el que, con la sencilla técnica
de siluetas negras sobre fondo blanco, se muestra a un niño que
despliega ante un adulto un cartel en el que reza: “Nuestro ultimátum”.
Pero pese a sus limitaciones, ‘Kino-Glaz’ resulta interesante como el
mayor esfuerzo realizado por poner en práctica el contenido de los
manifiestos teóricos de su autor.
La película está
organizada en torno a unidades temáticas (lo nuevo y lo viejo, niños y
adultos, cooperativas y mercados, ciudad y campo, el pan, la carne, lo
sano y revigorizador…) a partir de las cuales se planificó la recogida
de material en lugares y tiempos muy diversos. Los temas no aparecen
tratados como unidades independientes, sino articulados en torno a un
hilo conductor que organiza la película: la actividad de un campamento
de “jóvenes pioneros” o “jóvenes leninistas”. Ellos serán “lo nuevo”, el
elemento “sano y revigorizador” que presentará, de modo más o menos
forzado, los demás contenidos.
Estas “tropas
revolucionarias”, imagen simbólica de la nueva Rusia, aparecen
realizando una serie de trabajos sociales: encuestas en los mercados,
ayuda en el trabajo del campo, colectas para un sanatorio de
tuberculosos, campañas en contra del tabaco y el alcohol, etc. Estas
secuencias, que recorren la cinta como su espina dorsal, son las menos
improvisadas –en el sentido de captadas sin intervención sobre la
realidad– de toda la obra, y demuestran que los métodos de Vertov no
excluyen una cierta reconstrucción de las acciones. Esto es
especialmente claro, por ejemplo, en las escenas de los niños pegando
carteles por las calles, sujetas a una planificación evidente; el
resultado final no hubiera podido lograrse sin intervención ni siquiera
recurriendo a un hipotético rodaje con varias cámaras, así que no queda
más posibilidad que aventurar una “llamada de ayuda” a los niños para
que pegaran los mismos carteles en los mismos sitios varias veces.
Alrededor de estos
momentos más narrativos giran otros dos modelos de secuencia distintos:
lo que podíamos llamar escenas de montaje y las escenas ilustrativas de
las posibilidades del cine-ojo. Estas últimas son aquellas escenas donde
se juega con el truco y el artificio, y aparecen precedidas de letreros
como “cine-ojo mueve el tiempo hacia atrás” –para mostrar, con
movimiento invertido, los procesos de abastecimiento de carne en los
mercados o de fabricación del pan– o “cine-ojo enseña cómo tirarse en
trampolín” –para jugar con la cámara lenta–. Su inserción en la película
suele ser muy forzada, y su relación con el resto de los temas
extremadamente débil.
Las escenas de puro
montaje serían, en cambio, aquellas en las que se combinan, siguiendo
una relación de unidad temática, imágenes mucho más documentales: así
están compuestas el baile de las mujeres, la vida en los mercados, el
despertar de la ciudad o los funerales. Estas escenas, muy variadas,
articuladas alrededor de la actividad del campamento de niños, aparecen
efectivamente construidas con la base de materiales muy diversos y
extraordinariamente ricos. Abundan los movimientos de cámara, los planos
generales abigarrados, las composiciones expresivas, los primeros planos
de rostros populares auténticamente robados a la vida.
Algunos de estos
rostros se convierten en personajes pasajeros que aparecen presentados
por sus nombres –las palabras apareciendo una por una, como intentado
hablar a través de los letreros– y seguimos sus acciones brevemente,
durante unos minutos de fugaz protagonismo –una niña que realiza una
encuesta en los mercados, o un joven que ayuda a una viuda en sus tareas
del campo–. En estas escenas los trucajes y juegos de montaje no son
frecuentes, pero a veces se emplean. Un ejemplo con claro valor de
discurso (y algo de humor): una mujer –la hemos conocido por su nombre–
compra en el mercado donde los niños pegan carteles animando a acudir a
las cooperativas; tras leer uno de éstos el movimiento se invierte: la
mujer comienza a caminar hacia atrás y, como arrastrada por una extraña
fuerza, se dirige de espaldas hacia un edificio en el que finalmente
entra. Vemos que este edificio no es otro que la cooperativa: “el primer
mercado rojo”.
Al margen de estos
pequeños guiños, es en las escenas que hemos llamado de montaje donde
Vertov da lo mejor de sí mismo, y aparece como el cineasta virtuoso,
capaz de ofrecer una semblanza vigorosa de la vida del pueblo con su
cámara atenta a los detalles, audaz en los contrastes, capaz de
observaciones enormemente expresivas –un vagabundo se despierta y su
mirada, captada en primer plano sobre un ojo, se agita instantáneamente
activa, alerta–. Es en estas composiciones, en las que el Vertov poeta
eclipsa al ideólogo, donde ‘Kino-Glaz’ refleja, de verdad, la vida de
repente. |
Bibliografía
Dziga
Vértov, El cine-ojo. Madrid, Fundamentos, 1973.
Dziga
Vértov, Memorias de un cineasta bolchevique, Capitán Swing Libros, 2009.
|
|