El
puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas
de cine/Glosario
de cine
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El lenguaje y
la cultura
El lenguaje, al mismo tiempo que
se transforma constantemente, sirve de elemento transformador de la sociedad
en la que se desarrolla, ofreciendo a la especie humana abundantes recursos
para sus investigaciones y para el intercambio cultural, haciendo
evolucionar tanto los sistemas sociales y de interrelación, como los
educativos y políticos. La visión actual del mundo y de la especie humana
pugna con los propios valores, poniendo en solfa los conocimientos que se
van acrecentando acerca de la propia realidad humana y de su incierto
futuro. Los diferentes lenguajes son a la vez vehículo de cultura y producto
cultural, por lo que se genera una dialéctica intrínseca a la sociedad, a la
que la sociedad no puede ser ajena. El cine, como productor de lenguajes se
convierte en lenguaje en sí mismo, y tiene la facultad de transformarse y de
ser vehículo de cultura, colaborando en la evolución de la sociedad.
Los valores simbólicos del
lenguaje llevan a la comprensión de los elementos menos tangibles de los
cuerpos de costumbres. Los nuevos valores provocan inéditos planteamientos
que la ética va considerando. Un producto social como el cinematográfico,
reproduce los esquemas culturales y éticos del grupo humano en el que se
asienta, al mismo tiempo que potencia o cuestiona los propios valores
sociales y los devuelve de nuevo a la sociedad convertidos, acrecentados,
traducidos en relatos, imágenes, contenidos, modos, formas de expresión,
ideas y pensamientos que a su vez inciden en la cultura social de grupo
humano.
Los ideales que guían la conducta
y regulan los símbolos, las leyes, las convenciones y los sistemas
comunicativos de todo lenguaje, incluido el cinematográfico, se nutren de
recientes descubrimientos mientras revelan la solidez y al mismo tiempo,
dialécticamente, el cambio de algunas de las raíces más profundas de la
cultura misma. Si el lenguaje es el «índice de la cultura» para los antiguos
antropólogos, bien es verdad que son los simbolismos los que nos autorizan a
considerar el lenguaje como «vehículo de costumbres», en su sentido más
amplio. |
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Los descubrimientos tecnológicos y
la transformación del lenguaje
Durante los últimos años se ha
producido un cambio vertiginoso en el lenguaje, producido sin duda por la
inmediatez de los medios tecnológicos. Se hablan idiomas, se entremezclan
signos, símbolos y sonidos, nos entendemos mediante códigos comunes a todos
los idiomas, mientras que en el mundo de la tecnología digital se perfila un
idioma común en el que predominan los iconos, el inglés adaptado a cada
lugar y los movimientos y sonidos de una era globalizada. Esta realidad nos
proporciona percepciones diversas a las de las generaciones anteriores y nos
obliga a pensar que las generaciones que vienen poseerán expresiones y modos
de actuar ante el lenguaje muy distintas a las nuestras. Debemos aceptar
esta realidad con el fin de que el sistema lingüístico siga siendo un cúmulo
de procesos abiertos a los cambios culturales y tecnológicos que harán
posible la supervivencia de la especie humana.
Si retrocedemos nada más que un
tiempo relativamente corto en nuestra historia, nos encontramos que, si bien
nuestra cultura ha conocido la escritura durante muchos siglos, los cambios
no siempre fueron tan rápidos como los que vemos en los últimos diez años.
Tradicionalmente procedemos como
si, en su velocidad, la evolución cultural fuera a la par de la biológica.
Las decisiones sobre aspectos éticos las tomamos mirando hacia atrás, nunca
hacia delante, cuando ya se habla de ética del «mínimo común», seguimos
dando por sentado que la moral está tan anquilosada como pretendemos que lo
esté el lenguaje. |
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La vista es el sentido humano que
más tiene en cuenta el cine
En el lenguaje cinematográfico
también ha prevalecido el ojo humano, y la vista como sentido
imprescindible, aportando al mundo la sensación de la sola imagen, aunque en
movimiento, a pesar de que en el cine hay música y sonidos, ambiente,
sentimientos, historia... Un elemento gramatical imprescindible en el
lenguaje cinematográfico es el plano detalle (invento comunicativo por
excelencia), un primerísimo plano que en el rostro se centra en los ojos,
más bien en la mirada, de la que capta sus matices, presentando al ojo
humano en pantalla grande, tan grande como los velámenes de las naves
griegas.
Un ojo que se queda clavado de por
vida es el ojo sin vida de Janet Leigh en la película Psicosis (Hitchcock,
1960). Un plano detalle que se mantiene durante bastantes segundos para,
en un alarde de perfección lingüística fundirse con el agua que sale por el
desagüe de la bañera fundida a la sangre de ella. La vida se retira de los
ojos de la protagonista al mismo tiempo que la sangre corre hacia la
oscuridad del agujero.
Sin embargo el ojo humano, la
percepción que la especie humana tiene de los hechos, no siempre es el
mismo; los pueblos cambian, cambian formas de comportamiento, intereses,
ideologías, posibilidades tecnológicas. Cada ojo humano de cada cultura
diferente, exige productos culturales distintos. |
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La decisión de los realizadores
El cine supone decisiones, ya que
las necesidades de comunicación y la cantidad de espectadores es infinita.
Por otra parte, las limitaciones del lenguaje cinematográfico son evidentes.
Para trasmitir mensajes se deben tener en cuenta los elementos reales, la
vida de los espectadores. Es ahí cuando el director toma sus decisiones. En
la película sobre la Semana Santa de Sevilla, Semana Santa (1992),
Manuel Gutiérrez Aragón filma espectacularmente varias procesiones, el
ambiente visual, el sufrimiento y el arte. Al añadirle el sonido, el
director descartó el sonido directo y apostó por una banda sonora
magistralmente interpretada por «The London Fhilharmonic», con saetas
cantadas por José de la Tomasa, y la banda de cornetas y tambores «Armaos de
la Macarena». ¡Bien, magistral!. Pero no real. Si el director, que hizo una
obra de arte, y posiblemente ello pretendía, hubiera querido dejar un
documento «más real», debiera haber «hablado» con otras claves, otros
encuadres, otras tomas, y sobre todo mantener, aunque hubiera sido
parcialmente, el sonido directo, con su silencio lleno de murmullos, sus
arrastres de pies, sus contenidas tosecillas y sus carraspeos. Hubiera sido
mucho más complicado y posiblemente más caro, pero más real. Les pasó así a
los que hicieron un documental sobre el tracoma ocular, explicando en unos
grandes primeros planos cual era la mosca transmisora. Los nativos argelinos
a los que iba dirigida, no hicieron el menor caso, pues vieron tan grande la
mosca a pantalla completa que pensaron que no era la suya. No reconocieron
la realidad. |
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El lenguaje de los rótulos
En los comienzos del cine no
existía el guión. Sin embargo, el texto estuvo siempre presente, ya que al
no poder hablar los intérpretes las complicaciones de los personajes, sus
estados de ánimo o las palabras difíciles de expresar con mímica eran
explicadas mediante rótulos. Los rótulos fueron evolucionando hasta
convertirse en estilos muy diferentes y en verdaderas marcas de fábrica de
directores y de productores. La redacción de rótulos para las películas
mudas era un arte por derecho propio. Tenían que cumplir varias misiones.
Una de ellas era la de transmitir una información que se hubiese tardado
mucho en explicar visualmente. Debían sugerir largos y profusos diálogos con
sólo unas cuantas frases. Era un trabajo de especialistas, normalmente
contratados por los estudios.
Hoy día el rótulo explicativo rara
vez se utiliza en el cine. Los realizadores prefieren decirlo todo con
imágenes o diálogos. En los telefilmes se utilizan más los rótulos, tal vez
para ganar tiempo a la acción, sin tantas explicaciones habladas. En algunas
películas se insertan títulos explicativos de que ha pasado el tiempo o que
se ha cambiado de lugar. No cabe la menor duda de que ayudan al espectador.
Sin embargo en el cine se intenta evitarlos, dando al espectador claves
icónicas, o música, o palabras, que le permitan conocer el paso del tiempo o
el cambio de lugar.
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©
Enrique
Martínez-Salanova Sánchez
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