El
puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas
de cine/Glosario
de cine
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La importancia del guión
En sus comienzos el cine era
exclusivamente visual y la narración era lo que los ojos veían, un tren
entrando a una estación o unos saltimbanquis actuando en la calle. Sin
embargo siempre estuvo presente la idea, la intención del cineasta. En la
mente del realizador de cine hay intención de filmar lo que ve. En la
elección de la idea estaba el embrión de lo que más tarde llamaríamos guión.
El primer gag de la historia, el de El regador regado (L’arroseur arrosé,
1895), ya debió pensarse en forma de guión «no escrito»: un jardinero
está regando con una manguera. Otra persona le pisa la manguera. No sale
agua. El jardinero mira el orificio de salida de la manguera. La otra
persona retira el pie de la manguera. El chorro de agua vuelve a salir. El
jardinero es regado.
El guión debe estar muy bien
construido para que la película tenga ritmo, para que sus diálogos estén
bien enlazados, para que los efectos de tiempo y espacio sean inteligibles
para el espectador. El espectador de cine ve solamente lo que se le presenta
en la pantalla. Lo que se oculta hay que intuirlo, descubrirlo e
investigarlo.
Los silencios también hablan. El guión hay que descubrirlo
tras las imágenes, pues sin guión la película no se hubiera producido, ni
dirigido, ni filmado. Ya no se suelen incluir los rótulos explicativos que
se hacían en el cine mudo, salvo excepciones. Los directores los evitan. La
imagen, aunque debe decir por sí misma todo lo que pueda, reproduce el
guión, que es donde están las claves de la película.
El guión cinematográfico es el instrumento base de
toda obra que requiera un trabajo previo a la realización en dicho soporte.
La labor del guionista no se limita a inventar una historia para ser contada
en imágenes, entre otras cosas porque limitaríamos el cine a un único
genero: la ficción. Con una secuencia de imágenes en movimiento y sonido en
sincronía, se pueden expresar multitud de mensajes de las más diversas
características. Por esta razón, el trabajo del guionista es dotar de
estructura a ese mensaje que queremos hacer llegar al público que se acomoda
ante la pantalla cinematográfica. Esta estructura es la que permitirá el
paso de un guión escrito a un film ordenado plano a plano.
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El lenguaje en el tiempo
Cada tiempo tiene sus propios
lenguajes. Cuando hace años, a hijos y alumnos, tuve que hacer referencias a
la idea del paso del tiempo en el lenguaje, les puse ante una colección de
literatura española, de las que tenemos en nuestras bibliotecas. De los cien
tomos, les hice elegir uno del final, otro del principio y otros tres del
centro. En el del final, al leerlo, entendían los textos. En el que sacaron
al azar del principio, «El Cantar del Mío Cid», por ejemplo, casi no
entendían nada. Comparando entre ellos, y otros intermedios, vieron con
claridad que el lenguaje había ido cambiando con el tiempo. Teniendo en
cuenta que el lenguaje no es solamente las palabras, sino también la forma
de narrar, los estilos, los argumentos, los contenidos, la métrica, etc., se
puede entender que el lenguaje castellano ha ido cambiando.
Todos los
lenguajes tienen su propio sistema de realimentación que les convierte en
procesos vivos. Si hiciéramos de igual modo con el cine, nosotros y nuestros
descendientes, hijos y alumnos, entenderíamos mejor cómo ha evolucionado el
lenguaje de los medios, cómo les han influenciado los avatares mundiales,
las ideologías, las diversas técnicas, los descubrimientos, las modas, y
seguramente intuiríamos que todo tiene mucho que cambiar. Si eligiéramos una
película de los primeros tiempos, tendríamos ante nuestros ojos imágenes sin
palabras, con una historia relatada en estructura lineal, en blanco y negro,
con gestos muy exagerados, salpicada de títulos y letreros para que el
espectador entienda lo que sucede, en un celuloide de mala calidad,
primitivo. Si viéramos una película actual,
posiblemente veamos una película llena de colorido, sonidos, movimiento,
planos diferentes y ritmo muy rápido. Son tantos los cambios que para
analizar la evolución del lenguaje cinematográfico tendríamos que buscar
pautas intermedias, películas realizadas durante más de cien años.
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El guión participa como elemento
indispensable del lenguaje vivo del cine
El lenguaje de la imagen también
cambia. En el arte lo podemos ver con claridad. No tienen por qué ser más
perfectas las ultimas obras del siglo XXI que las primeras; simplemente son
diferentes, porque las ideas, las ideologías, los estilos y las modas
cuentan en el arte. El arte griego, renacido varias veces en nuestra
civilización, era la perfección muchos siglos antes de un arte románico que
parece realizado por niños. No es lo mismo la ornamentación que la
idealización de la divinidad para el culto, la simple ostentación de belleza
que la iconografía catequética medieval o que la búsqueda de nuevos caminos
en los siglos XIX y XX. El arte es elemento comunicativo y la comunicación
es el fundamento de la cultura de la especie humana. Hay que contar siempre
con la evolución de las sociedades y sus formas de expresión, que
corresponden a cambios ideológicos y filosóficos, a movimientos políticos, a
modas, a desastres naturales, a guerras o al paso del tiempo.
La fotografía dio paso al cine, al
mismo tiempo que ayudó a la pintura y al dibujo. Los caballos de Velázquez
hubieran sido otros de haberse conocido la fotografía. Los lenguajes de las
artes, de la imagen, de la literatura, de los países, de los idiomas, de las
nuevas tecnologías, se entremezclaron, se enriquecieron mutuamente, se
complementaron y se inspiraron entre sí para dar lugar a productos
artísticos más ricos, más integrados en la vida cotidiana, más accesibles a
la mayoría.
Algunos puristas del cine afirman
que el mejor cine es el antiguo, que a partir del año tal (lo ponen ellos)
ya no se ha hecho buen cine, que tal director (lo nombran ellos) inventó
todo lo que se puede inventar sobre tal o cual faceta de la cinematografía.
Son afirmaciones tan tajantes como divertidas, pero que hechas en foros
públicos ante aprendices o aficionados en formación, dan la sensación de que
el cine ya hubiera dado las últimas boqueadas, de que los jóvenes
realizadores ya no pueden aportar más al cine o de que las nuevas
tecnologías han eliminado las posibilidades creativas.
El cine, ciertamente, ha dado
grandes realizadores e inventores, ha cambiado sus formas de expresión
gracias a directores como Griffith, que aportó al cine infinidad de
elementos, o como Orson Welles, o como tantos otros que han puesto su
granito de arena en la expresión cinematográfica. El cine actual debe mucho
a los «jóvenes», tan denostados en su tiempo, que dieron lugar al
«neorrealismo» italiano o la «nouvelle vague» francesa, y a muchos más.
Estamos viendo en la actualidad a realizadores jóvenes lograr productos de
muy buena calidad, algunos ya son obras de arte. Debemos esperar siempre a
los que están por venir.
Si no aceptáramos la novedad, el
riesgo, la tecnología, las ideologías de hoy, incluso la competencia de
otras tecnologías y de otros espectáculos, estamos condenando al cine a ser
lengua muerta y por lo tanto a enterrarlo en vida, a considerarlo «no arte»,
«no lenguaje». Las guerras mundiales hicieron cambiar profundamente el
lenguaje cinematográfico. Debido a la carencia de medios económicos se
inventaron otras formas de expresión, mucho más baratas pero no por ello
menos creativas, Después de la segunda guerra mundial nacieron el
neorrealismo y el realismo americano. Cuando el cine de Hollywood estaba en
un lamentable declive, surgieron otras corrientes, el cine de autor, el cine
con «firma», que es el resultado de las carencias económicas y del riesgo
corrido por los directores para realizar películas en las que ellos mismos
aportaban ideología y formas de expresión. El cine se hizo así más libre.
La televisión forzó al cine
norteamericano a superar sus productos, iniciando en primer lugar una
carrera alucinante por las grandes superproducciones y finalizando por
cambiar todos sus esquemas. El cine se obligó además a cambiar sus
argumentos, sus relatos, sus historias, y debió hacer guiones de acuerdo a
los tiempos, a los intereses de los directores y a los avances de las nuevas
tecnologías. |
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Anécdotas de Chaplin
La
escena de los panecillos de Chaplin en La quimera del oro, parece ser
que ya había sido inventada y ejecutada por su antiguo compañero de la
Keystone, Roscoe «Fatty» Arbuckle, en una película realizada en 1918. La
escena fue tan aplaudida en el estreno berlinés de la película, que el dueño
de la sala tuvo que subir a la sala de proyección y hacer que se volviera a
pasar de nuevo.
El traje de vagabundo de Chaplin, que le
acompañó durante casi treinta años, lo compuso mediante aportaciones de
cómicos amigos: la chaqueta de Charles Avery, los pantalones de Fatty
Arbuckle, las botas de Ford Sterling y el bigote de Mack Swain. |
© Enrique
Martínez-Salanova Sánchez
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