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Julia Margaret Cameron
Charles Hay Cameron
|
Julia Margaret
Cameron, fotógrafa de referencia
La figura de Julia Margaret Cameron ha permanecido vigente durante
más de un siglo. Fue una mujer de excepción por numerosos motivos:
educada y culta, amiga de los más importantes poetas, escritores y
artistas de su tiempo, dama de sociedad casada con un importante
jurista, mitad inglesa y mitad francesa. Su carácter y determinación
hubieran resultado de interés aún si no hubiera hecho fotografías.
Sin embargo todas estas peculiaridades de su origen, historia y
temperamento se amalgamaron cuando su hija y yerno le regalan una
cámara. Lady Cameron, mujer hecha y derecha con hijos adultos, comienza
a los 48 años una aventura inédita: iniciarse en la fotografía. A pesar
de tener que aprender bajo condiciones muchos menos que ideales se
convirtió en “una de los fotógrafas artísticas más eminentes del siglo
XIX.”
La artista fue contraria al uso descriptivo y topográfico de la
imagen, desarrollando un estilo personal centrado en los retratos y
lejano a la estética de sus contemporáneos. Recurrió a los primeros
planos, jugó con los desenfoques… y sembró la controversia: fascinó y
desagradó por su lejanía a los cánones propios del retrato social, de
las técnicas y los valores que defendían los autores más ortodoxos
Pese a iniciarse muy tarde en la fotografía, lo
cierto es que Cameron acabó convirtiéndose en una de las artistas más
sobresalientes de su tiempo.
A Cameron le favoreció que en aquella época,
segunda mitad del siglo XIX, la fotografía era una actividad que gozó de
una especial aceptación entre las damas de sociedad, tanto que no es
nada aventurado decir que ver a una mujer con una cámara acabó estando
bien visto.
Sus primeros modelos fueron las personas más
cercanas a ella, familiares, amigos e, incluso, miembros del servicio
doméstico. También comenzó a retratar a personalidades de la época,
gente a la que tenía acceso por su posición social privilegiada y por su
amistad con el famoso poeta Lord Tennyson.
Su estilo era marcadamente pictorialista y la
temática estaba muy ligada a la historia y la mitología, lo que hacía
que, muchas veces, sus fotografías parecieran pinturas.
Cameron fue una ávida fotógrafa, trabajaba de
manera entusiasta, y su objetivo no era solo ocupar su tiempo en algo,
sino hacer algo que fuera realmente reseñable. Pero su trayectoria no
fue un camino de rosas, recibió críticas muy duras, algunas solo por el
hecho de ser mujer. La acusaban no ser creativa y de que sus desenfoques
no eran otra cosa que una prueba evidente de su escaso y torpe dominio
del medio.
Pocos sospechaban entonces que su obra y su estilo
seguirían influyendo a muchos fotógrafos durante décadas, y que, en
pleno siglo XXI, su obra sería ampliamente revisada y citada, a la vez
que seguiría siendo un referente para muchos artistas.
Así y todo, el reconocimiento de su obra y de su
enorme aportación a la fotografía le llegó de forma póstuma;
concretamente, 20 años después de haber muerto. |
Julia Margaret Cameron. Biografía
Nació en Garden Reach, Calcuta, en el seno de una familia de diez
hermanos, de padre (James Peter Pattle) escocés oficial en la Compañía
Británica de las Indias Orientales y madre (Adeline Marie de l'Etang)
descendiente de aristócratas franceses, el 11 de junio de 1815.
fue educada en Francia hasta los 19 años, donde regresó de nuevo a la
India.
Entre 1818 y 1834 estudió en París e Inglaterra. En la India conoce a su
marido, Charles Hay Cameron, excelente jurista y dueño de una gran
plantación de té, café y caucho en Ceilán (hoy Sri Lanka). Veinte años
mayor que ella, le proporciona una vida más que desahogada.
Durante su estancia
en Ciudad del Cabo, Julia Pattle conoció a dos hombres que
transformarían su vida: el primero fue un científico y astrónomo Sir
John Herschel, matemático, botánico, astrónomo, químico y fotógrafo
experimental, que
realizaba una
“encuesta astronómica en el hemisferio sur. John Herschel fue quien más
tarde implantó los términos "positivo, negativo y fotografía", y
descubrió las propiedades del tiosulfato de sodio como fijador de las
sales de plata. Acabó siendo amigo de Julia para toda la vida, aunque
tardaría casi 30 años en convertirse en su mentor fotográfico.
En esta misma visita
conoció a quien se convertiría en su marido: el abogado Charles Hay
Cameron. El jurista era un hombre de la mayor importancia en el terreno
del derecho. Junto con Thomas Macaulay había redactado un nuevo Código
Penal y se convertiría en el miembro del Consejo Supremo de la India y
una figura relevante al reformar la ley de educación en las regiones
indostánicas. Volvieron a Calcuta en 1938, donde se casaron y
permanecieron en la India durante una década, ahí formaron una familia.
En 1848 la familia
regresó a Londres.
Tuvieron seis hijos y otros adoptados. Así en 1848 se mudan a Inglaterra
y en 1860 se establecen en la isla de Wight con los Tennysons como
vecinos, a los que fotografiará infinidad de veces.
Además del poeta
Alfred Tennyson, al que ilustró varios libros con sus fotografías,
frecuentaban la casa Charles Darwin, Henry Wadsworth Longfellow, Robert
Browning o el viejo amigo Sir John Herschel.
En
1863, su hija Julia y su yerno Charles Norman le regalaron una cámara de
fotos (construida en madera con un objetivo de la marca Jamin), para
paliar la soledad por la ausencia de su marido durante uno de sus
viajes, Cameron tiene 48 años de edad y aquí comienza su carrera
fotográfica. Pronto fue elegida miembro de la Sociedad Fotográfica de
Londres y Escocia.
Armada con esta
primera cámara fotográfica (construida en madera con un objetivo de la
marca Jamin), un equipo de revelado y gracias a la asistencia de John
Herschel, en pocos meses domino el proceso al colodión.
Transformó y adaptó
una carbonera de la casa en un improvisado laboratorio y un cuarto de
niños en su estudio. Se dedicó a realizar fotografías, retratos en su
inmensa mayoría, de sus familiares, amigos, criados... obligándoles en
muchas ocasiones a posar largos períodos de tiempo, debido a las
investigaciones que solía llevar a cabo con la luz y las placas.
Tuvo una gran
inspiración en pintores románticos de la época para realizar sus
alegorías, muchas de ellas de ámbito religioso, que causaron gran
admiración en sus convecinos, recibiendo grandes felicitaciones por sus
interpretaciones.
Hace un acuerdo con
Colnaghi, que se ocupa de imprimir y vender fotografías y registra sus
fotos en el Fine Arts Registres of the Public Record Office, (entre 1854
y 1875). En 1864 expone en Colnaghi's de Londres. En 1866 expone en la
Galería Francesa de Londres y gana la medalla de oro de Berlín. Se
compra otra cámara de Placas de 12×15 cm, lente focal de 30 s, trabaja
con aperturas abiertas y exposiciones de 3 a 7 minutos. En 1868 expone
en la Galería Alemana de Londres y Charles Darwin la contrata para que
realice sus retratos.
En 1873 muere de
parto Julia Norman, su única hija. Al año siguiente empieza a escribir
Annals of my glass house y realiza las fotografías para ilustrar las
ediciones del poeta Tennyson del libro Idylls of the king and other
poems con doce fotografías de Cameron. En 1875 produce la segunda parte
del libro de poemas en el mismo formato que el anterior y se muda a
Ceilán. Muere en 1879 en este lugar, tras coger un enfriamiento del que
no pudo reponerse. |
John Frederick William Herschel',
1867
Alfred Tennyson
Retrato de Darwin, 1868
|
Cameron llegó a renovar, con su particular visión, el concepto de
retrato
Decía: "Aspiro a ennoblecer la fotografía, a darle el tenor
y los usos propios de las Bellas Artes, combinando lo real y lo ideal,
sin que la devoción por la poesía y la belleza sacrifique en nada la
verdad" |
May day (1866) |
Friar Laurence and Juliet
(1865)
|
Julia Jackson, un retrato por Julia
Margaret Cameron, 1867
Wait ("Espero"), 1860 |
Sus
maestros e influencias
Se cree que Oscar
Gustav Rejlander y Lewis Carroll la instruyeron en la fotografía, los
dos fotógrafos fotografiaron a Cameron, su familia y su casa en la isla
de Wight. En 1863 Rejlander fue a la isla de Wight a fotografiar al
vecino Tennyson y parece ser que Cameron aprendió las técnicas básicas
de él. También estaba en la isla C. Jabez Hughes que escribió que
"cuando las mentes que buscan expresar ideas morales y belleza religiosa
empleen el arte fotográfico, entonces podrán enorgullecerse de este arte
e izarlo." Esta visión concuerda totalmente con la forma de ver la
fotografía de Cameron. La literatura, el Renacimiento, la pintura pre-Rafaelista,
con autores como Edward Burne-Jones o John Everett Millais) y la Biblia
influenciaron su obra. En una carta dirigida a su amigo Sir John
Herschel; Cameron le explicó su intención de alinear la fotografía con
el arte, escribió: "mis aspiraciones son ennoblecer la fotografía y
alzarla a la categoría de arte, combinando la realidad con la poesía y
la belleza ideal".Creía que la fotografía era la forma para resucitar
el arte sacro, para los victorianos el arte era una técnica, el arte
fino era expresión pero no necesariamente ético, pero el arte alto era
el arte sacro.
Por su posición social
y económica, Cameron pudo mantenerse fiel a sus principios estéticos con
más tenacidad que otros colegas. Transformó en su casa de campo el
depósito de carbón en cuarto oscuro y el gallinero en estudio.
Cameron repetía las
copias una y otra vez, hasta que se sentía satisfecha del resultado.
Jamás retocaba o ampliaba sus negativos: sacaba copias de contacto de
sus enormes placas húmedas. Trabajaba convertida en una ermitaña de su
profesión, descuidada al vestir, sucia en su propio trabajo (sus
negativos llevan manchas y huellas dactilares) y apasionada en sus
creaciones.
La personalidad
de Cameron es una mezcla de excentricidad, genio, instinto e
inspiración. En sus retratos consigue captar la fuerza expresiva de sus
modelos, con tanta maestría como podría hacerlo un pintor. Realizaba
exposiciones de 7 segundos en placas de 30x40 cm. Su meta era reproducir
la grandeza del hombre interior al mismo tiempo que los rasgos del
hombre exterior, lográndolo, como se aprecia en su retrato del Sir John Herschel. Este es un típico retrato masculino de Cameron, el cuerpo es
reducido a casi solo la cabeza, sin ningún tipo de referencia externa,
la cabeza se convierte en un icono que implica inteligencia,
individualismo y, por encima de todo, genialidad. En cambio sus retratos
femeninos los trata de forma diferente, estos resaltan la belleza, el
ideal de belleza del Renacimiento, a veces con ayuda de complementos,
como las alas de la fotografía I Wait que evocan las pinturas de ángeles
del Renacimiento.
Cameron también
cultivó la fotografía alegórica academicista con obras como El beso de
la paz de 1859, Ruega por nosotros, alegoría de la anunciación para el
Ave María, o El aroma de los lirios, entre otras. Es esta producción la
que la lleva a ser integrada en la corriente de la fotografía
academicista. |
'Peace' (1864).
Julia Margaret
Cameron / Victoria and Albert Museum, Londres
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Las técnicas
Los retratos de
Cameron tienen un aspecto muy peculiar. Se cree que por azar
descubrió una combinación de elementos técnicos que le dieron como
resultado la falta de nitidez, lo que se convierte en su sello
artístico, la búsqueda del efecto flou -un cierto desenfoque con
intención. Es este aspecto flou lo que le da el carácter poético a sus
fotografías. De ahí que sea considerada uno de los antecedentes del
pictorialismo fotográfico de finales del siglo XIX.
Sus fotografías tienen
algo de religioso, de pictorialismo cristiano, como las pinturas de
Rafael. La historia sagrada se funde con la poesía, como en las
fotografías de sus Madonnas, que transmiten la pureza, el niño durmiendo
mientras su madre lo cuida...
Despreciaba la
técnica, y por ello utilizaba objetivos inadecuados para las placas
utilizadas. Le era indiferente que las placas resultaran manchadas o
arañadas. Con todo ello pretendía la obtención de unos efectos que
alejaran la realidad de las imágenes captadas. Las fotografías estaban
realizadas con un objetivo que no cubría el formato de las placas
húmedas utilizadas por ella (20x25 y 30x40 cm) y estaban descuidadas,
con las placas manchadas o arañadas; por ello los miembros de la London
Photographic Society no la admitieron entre ellos. Los fotógrafos la
criticaban porque consideraban la calidad de sus fotografías mala, ya
que no aprovechaba las ventajas técnicas de la cámara, como la nitidez,
pero para ella primaba antes lo estético a lo técnico, buscaba más la
expresión poética que la realista, expresión que conseguía sin duda y
por la que ha pasado a la historia de la fotografía.
Sus maestros fueron
sus propios amigos: el poeta Carlyle y el pintor Watts, que había
realizado soberbios retratos antes de dedicarse a sus obscuras
alegorías. Watts vivía en Londres en casa de una hermana de Cameron, fue
invitado por un par de semanas y se quedó 20 años allí. Estimulada por
Watts, Cameron realizó algunas fotografías alegóricas y varias
ilustraciones para la poesía de Tennyson y muchos retratos de Watts,
Tennyson y la mujer de Watts, Ellen Terry.
Sus modelos servían
para buscar personajes y sensaciones. Llegó a decirse de ella que
contrataba a sus criados según sus cualidades fotogénicas, a los que
martirizaba al parecer con larguísimas exposiciones y poses
sofisticadas.
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El rey Lear y sus tres hijas
(1872)
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Crítica
Los críticos de su
tiempo la atacaron sistemáticamente por sus defectos técnicos, pero ella
siguió su sistema revelando el espíritu y los rasgos de los hombres más
eminentes de su tiempo.
Los detractores de
Cameron asumen que el desenfoque de sus fotos no es deliberado, ese
recurso estético, argumentan, es muy posterior a su época. Según estos,
algunos de sus retratos están movidos a causa de las prolongadas
exposiciones que tenía que soportar el modelo y, otras veces, el
desenfoque se debe a los objetivos que utilizaba, inadecuados para
captar el detalle.
Según otros críticos
el desenfoque sí es deliberado, pues es cómo consigue ese aspecto
poético en sus retratos. Muchas de sus fotografías están faltas de luz,
ya que solo aplicaba una pobre iluminación cenital. Pero todos estos
detalles constituyen el carácter de su obra. Nadie la habría convencido
de que apartara un poco su cámara del rostro humano que tenía delante,
su pasión acabó por convertirse en ese poético desenfoque que se admira
en sus retratos.
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©Enrique
Martínez-Salanova Sánchez |
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