Julia Margaret Cameron

(1815-1879)

Renovadora del concepto del retrato fotográfico

Los textos están extraídos de Internet

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez

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Julia Margaret Cameron

 

 

Charles Hay Cameron

 

Julia Margaret Cameron, fotógrafa de referencia


La figura de Julia Margaret Cameron ha permanecido vigente durante más de un siglo. Fue una mujer de excepción por numerosos motivos: educada y culta, amiga de los más importantes poetas, escritores y artistas de su tiempo, dama de sociedad casada con un importante jurista, mitad inglesa y mitad francesa. Su carácter y determinación hubieran resultado de interés aún si no hubiera hecho fotografías.

Sin embargo todas estas peculiaridades de su origen, historia y temperamento se amalgamaron cuando su hija y yerno le regalan una cámara. Lady Cameron, mujer hecha y derecha con hijos adultos, comienza a los 48 años una aventura inédita: iniciarse en la fotografía. A pesar de tener que aprender bajo condiciones muchos menos que ideales se convirtió en “una de los fotógrafas artísticas más eminentes del siglo XIX.”

La artista fue contraria al uso descriptivo y topográfico de la imagen, desarrollando un estilo personal centrado en los retratos y lejano a la estética de sus contemporáneos. Recurrió a los primeros planos, jugó con los desenfoques… y sembró la controversia: fascinó y desagradó por su lejanía a los cánones propios del retrato social, de las técnicas y los valores que defendían los autores más ortodoxos

Pese a iniciarse muy tarde en la fotografía, lo cierto es que Cameron acabó convirtiéndose en una de las artistas más sobresalientes de su tiempo.

A Cameron le favoreció que en aquella época, segunda mitad del siglo XIX, la fotografía era una actividad que gozó de una especial aceptación entre las damas de sociedad, tanto que no es nada aventurado decir que ver a una mujer con una cámara acabó estando bien visto.

Sus primeros modelos fueron las personas más cercanas a ella, familiares, amigos e, incluso, miembros del servicio doméstico. También comenzó a retratar a personalidades de la época, gente a la que tenía acceso por su posición social privilegiada y por su amistad con el famoso poeta Lord Tennyson.

Su estilo era marcadamente pictorialista y la temática estaba muy ligada a la historia y la mitología, lo que hacía que, muchas veces, sus fotografías parecieran pinturas.

Cameron fue una ávida fotógrafa, trabajaba de manera entusiasta, y su objetivo no era solo ocupar su tiempo en algo, sino hacer algo que fuera realmente reseñable. Pero su trayectoria no fue un camino de rosas, recibió críticas muy duras, algunas solo por el hecho de ser mujer. La acusaban no ser creativa y de que sus desenfoques no eran otra cosa que una prueba evidente de su escaso y torpe dominio del medio.

Pocos sospechaban entonces que su obra y su estilo seguirían influyendo a muchos fotógrafos durante décadas, y que, en pleno siglo XXI, su obra sería ampliamente revisada y citada, a la vez que seguiría siendo un referente para muchos artistas.

Así y todo, el reconocimiento de su obra y de su enorme aportación a la fotografía le llegó de forma póstuma; concretamente,  20 años después de haber muerto. 


Julia Margaret Cameron. Biografía


Nació en Garden Reach, Calcuta, en el seno de una familia de diez hermanos, de padre (James Peter Pattle) escocés oficial en la Compañía Británica de las Indias Orientales y madre (Adeline Marie de l'Etang) descendiente de aristócratas franceses, el 11 de junio de 1815. fue educada en Francia hasta los 19 años, donde regresó de nuevo a la India. Entre 1818 y 1834 estudió en París e Inglaterra. En la India conoce a su marido, Charles Hay Cameron, excelente jurista y dueño de una gran plantación de té, café y caucho en Ceilán (hoy Sri Lanka). Veinte años mayor que ella, le proporciona una vida más que desahogada.

Durante su estancia en Ciudad del Cabo, Julia Pattle conoció a dos hombres que transformarían su vida: el primero fue un científico y astrónomo Sir John Herschel, matemático, botánico, astrónomo, químico y fotógrafo experimental, que realizaba una “encuesta astronómica en el hemisferio sur. John Herschel fue quien más tarde implantó los términos "positivo, negativo y fotografía", y descubrió las propiedades del tiosulfato de sodio como fijador de las sales de plata. Acabó siendo amigo de Julia para toda la vida, aunque tardaría casi 30 años en convertirse en su mentor fotográfico.

En esta misma visita conoció a quien se convertiría en su marido: el abogado Charles Hay Cameron. El jurista era un hombre de la mayor importancia en el terreno del derecho. Junto con Thomas Macaulay había redactado un nuevo Código Penal y se convertiría en el miembro del Consejo Supremo de la India y una figura relevante al reformar la ley de educación en las regiones indostánicas. Volvieron a Calcuta en 1938,  donde se casaron y permanecieron en la India durante una década, ahí formaron una familia.

En 1848 la familia regresó a Londres. Tuvieron seis hijos y otros adoptados. Así en 1848 se mudan a Inglaterra y en 1860 se establecen en la isla de Wight con los Tennysons como vecinos, a los que fotografiará infinidad de veces. Además del poeta Alfred Tennyson, al que ilustró varios libros con sus fotografías, frecuentaban la casa Charles Darwin, Henry Wadsworth Longfellow, Robert Browning o el viejo amigo Sir John Herschel.

En 1863, su hija Julia y su yerno Charles Norman le regalaron una cámara de fotos (construida en madera con un objetivo de la marca Jamin), para paliar la soledad por la ausencia de su marido durante uno de sus viajes, Cameron tiene 48 años de edad y aquí comienza su carrera fotográfica. Pronto fue elegida miembro de la Sociedad Fotográfica de Londres y Escocia.

 Armada con esta primera cámara fotográfica (construida en madera con un objetivo de la marca Jamin), un equipo de revelado y gracias a la asistencia de John Herschel, en pocos meses domino el proceso al colodión.

 Transformó y adaptó una carbonera de la casa en un improvisado laboratorio y un cuarto de niños en su estudio. Se dedicó a realizar fotografías, retratos en su inmensa mayoría, de sus familiares, amigos, criados... obligándoles en muchas ocasiones a posar largos períodos de tiempo, debido a las investigaciones que solía llevar a cabo con la luz y las placas.

Tuvo una gran inspiración en pintores románticos de la época para realizar sus alegorías, muchas de ellas de ámbito religioso, que causaron gran admiración en sus convecinos, recibiendo grandes felicitaciones por sus interpretaciones.

 Hace un acuerdo con Colnaghi, que se ocupa de imprimir y vender fotografías y registra sus fotos en el Fine Arts Registres of the Public Record Office, (entre 1854 y 1875). En 1864 expone en Colnaghi's de Londres. En 1866 expone en la Galería Francesa de Londres y gana la medalla de oro de Berlín. Se compra otra cámara de Placas de 12×15 cm, lente focal de 30 s, trabaja con aperturas abiertas y exposiciones de 3 a 7 minutos. En 1868 expone en la Galería Alemana de Londres y Charles Darwin la contrata para que realice sus retratos.

En 1873 muere de parto Julia Norman, su única hija. Al año siguiente empieza a escribir Annals of my glass house y realiza las fotografías para ilustrar las ediciones del poeta Tennyson del libro Idylls of the king and other poems con doce fotografías de Cameron. En 1875 produce la segunda parte del libro de poemas en el mismo formato que el anterior y se muda a Ceilán. Muere en 1879 en este lugar, tras coger un enfriamiento del que no pudo reponerse.

 

John Frederick William Herschel', 1867

 

Alfred Tennyson

Retrato de Darwin, 1868

 


Cameron llegó a renovar, con su particular visión, el concepto de retrato

Decía: "Aspiro a ennoblecer la fotografía, a darle el tenor y los usos propios de las Bellas Artes, combinando lo real y lo ideal, sin que la devoción por la poesía y la belleza sacrifique en nada la verdad"

May day (1866)

Friar Laurence and Juliet (1865)


Julia Jackson, un retrato por Julia Margaret Cameron, 1867

Wait ("Espero"), 1860

Sus maestros e influencias


Se cree que Oscar Gustav Rejlander y Lewis Carroll la instruyeron en la fotografía, los dos fotógrafos fotografiaron a Cameron, su familia y su casa en la isla de Wight. En 1863 Rejlander fue a la isla de Wight a fotografiar al vecino Tennyson y parece ser que Cameron aprendió las técnicas básicas de él. También estaba en la isla C. Jabez Hughes que escribió que "cuando las mentes que buscan expresar ideas morales y belleza religiosa empleen el arte fotográfico, entonces podrán enorgullecerse de este arte e izarlo." Esta visión concuerda totalmente con la forma de ver la fotografía de Cameron. La literatura, el Renacimiento, la pintura pre-Rafaelista, con autores como Edward Burne-Jones o John Everett Millais) y la Biblia influenciaron su obra. En una carta dirigida a su amigo Sir John Herschel; Cameron le explicó su intención de alinear la fotografía con el arte, escribió: "mis aspiraciones son ennoblecer la fotografía y alzarla a la categoría de arte, combinando la realidad con la poesía y la belleza ideal".Creía que la fotografía era la forma para resucitar el arte sacro, para los victorianos el arte era una técnica, el arte fino era expresión pero no necesariamente ético, pero el arte alto era el arte sacro.

Por su posición social y económica, Cameron pudo mantenerse fiel a sus principios estéticos con más tenacidad que otros colegas. Transformó en su casa de campo el depósito de carbón en cuarto oscuro y el gallinero en estudio.

Cameron repetía las copias una y otra vez, hasta que se sentía satisfecha del resultado. Jamás retocaba o ampliaba sus negativos: sacaba copias de contacto de sus enormes placas húmedas. Trabajaba convertida en una ermitaña de su profesión, descuidada al vestir, sucia en su propio trabajo (sus negativos llevan manchas y huellas dactilares) y apasionada en sus creaciones.

La personalidad de Cameron es una mezcla de excentricidad, genio, instinto e inspiración. En sus retratos consigue captar la fuerza expresiva de sus modelos, con tanta maestría como podría hacerlo un pintor. Realizaba exposiciones de 7 segundos en placas de 30x40 cm. Su meta era reproducir la grandeza del hombre interior al mismo tiempo que los rasgos del hombre exterior, lográndolo, como se aprecia en su retrato del Sir John Herschel. Este es un típico retrato masculino de Cameron, el cuerpo es reducido a casi solo la cabeza, sin ningún tipo de referencia externa, la cabeza se convierte en un icono que implica inteligencia, individualismo y, por encima de todo, genialidad. En cambio sus retratos femeninos los trata de forma diferente, estos resaltan la belleza, el ideal de belleza del Renacimiento, a veces con ayuda de complementos, como las alas de la fotografía I Wait que evocan las pinturas de ángeles del Renacimiento.

Cameron también cultivó la fotografía alegórica academicista con obras como El beso de la paz de 1859, Ruega por nosotros, alegoría de la anunciación para el Ave María, o El aroma de los lirios, entre otras. Es esta producción la que la lleva a ser integrada en la corriente de la fotografía academicista.


 

'Peace' (1864).

Las técnicas


Los retratos de Cameron tienen un aspecto muy peculiar. Se cree que por azar descubrió una combinación de elementos técnicos que le dieron como resultado la falta de nitidez, lo que se convierte en su sello artístico, la búsqueda del efecto flou -un cierto desenfoque con intención. Es este aspecto flou lo que le da el carácter poético a sus fotografías. De ahí que sea considerada uno de los antecedentes del pictorialismo fotográfico de finales del siglo XIX.

Sus fotografías tienen algo de religioso, de pictorialismo cristiano, como las pinturas de Rafael. La historia sagrada se funde con la poesía, como en las fotografías de sus Madonnas, que transmiten la pureza, el niño durmiendo mientras su madre lo cuida...

Despreciaba la técnica, y por ello utilizaba objetivos inadecuados para las placas utilizadas. Le era indiferente que las placas resultaran manchadas o arañadas. Con todo ello pretendía la obtención de unos efectos que alejaran la realidad de las imágenes captadas. Las fotografías estaban realizadas con un objetivo que no cubría el formato de las placas húmedas utilizadas por ella (20x25 y 30x40 cm) y estaban descuidadas, con las placas manchadas o arañadas; por ello los miembros de la London Photographic Society no la admitieron entre ellos. Los fotógrafos la criticaban porque consideraban la calidad de sus fotografías mala, ya que no aprovechaba las ventajas técnicas de la cámara, como la nitidez, pero para ella primaba antes lo estético a lo técnico, buscaba más la expresión poética que la realista, expresión que conseguía sin duda y por la que ha pasado a la historia de la fotografía.

Sus maestros fueron sus propios amigos: el poeta Carlyle y el pintor Watts, que había realizado soberbios retratos antes de dedicarse a sus obscuras alegorías. Watts vivía en Londres en casa de una hermana de Cameron, fue invitado por un par de semanas y se quedó 20 años allí. Estimulada por Watts, Cameron realizó algunas fotografías alegóricas y varias ilustraciones para la poesía de Tennyson y muchos retratos de Watts, Tennyson y la mujer de Watts, Ellen Terry.

Sus modelos servían para buscar personajes y sensaciones. Llegó a decirse de ella que contrataba a sus criados según sus cualidades fotogénicas, a los que martirizaba al parecer con larguísimas exposiciones y poses sofisticadas.


El rey Lear y sus tres hijas (1872)

 

Crítica


Los críticos de su tiempo la atacaron sistemáticamente por sus defectos técnicos, pero ella siguió su sistema revelando el espíritu y los rasgos de los hombres más eminentes de su tiempo.

Los detractores de Cameron asumen que el desenfoque de sus fotos no es deliberado, ese recurso estético, argumentan, es muy posterior a su época. Según estos, algunos de sus retratos están movidos a causa de las prolongadas exposiciones que tenía que soportar el modelo y, otras veces, el desenfoque se debe a los objetivos que utilizaba, inadecuados para captar el detalle.

Según otros críticos el desenfoque sí es deliberado, pues es cómo consigue ese aspecto poético en sus retratos. Muchas de sus fotografías están faltas de luz, ya que solo aplicaba una pobre iluminación cenital. Pero todos estos detalles constituyen el carácter de su obra. Nadie la habría convencido de que apartara un poco su cámara del rostro humano que tenía delante, su pasión acabó por convertirse en ese poético desenfoque que se admira en sus retratos.


©Enrique Martínez-Salanova Sánchez