Juan Carrión
Fotografía: Pablo Sánchez del Valle
Yesterday
Entrevista a Juan Carrión que le hizo Lola Lara `para Cuadernos de Pedagogía
Llevaba el profesor varios años
utilizando las canciones de los Beatles en sus clases, pero se encontraba
con un inconveniente que no era pequeño: no tenía por escrito las letras de
las canciones. Así que tuvo que conformarse con irlas escribiendo él poco a
poco, fiándose de su oído. Primero se pegaba a Radio Luxemburgo para
transcribir al vuelo las canciones que pinchaba la emisora. Luego, cuando
hubo discos de los de Liverpool en España, los ponía una y otra vez, pero el
sistema no era perfecto. Tenía lagunas tanto de palabras que no llegaba a
entender y dejaba el espacio en blanco, como de otras que confundía y
transcribía mal. Y en esto se entera de que John Lennon va a rodar en
Almería a las órdenes de Richard Lester. Y ni corto ni perezoso decidió
emprender camino desde Cartagena hasta Almería en autocar, para despejar las
dudas con el mismísimo cantante. En un diario de viaje que Carrión empezó (y
que escribió en inglés), queda registrado que llegó a Almería a las 20.00
del 24 de septiembre de 1966, después de más de cuatro horas de viaje para
recorrer unos 200 kilómetros. Llegó a una ciudad de provincias del sur menos
desarrollado, la España pobre de los sesenta. "Me doy cuenta –se lee en ese
diario– de lo difícil que va a ser mi tarea".
¿Le costó encontrarle?
Pregunté en la Fonda Comercio, donde me
hospedaba, por la película, y me indicaron un restaurante en el que solía
comer el equipo. Pero cuando fui no se trataba de la película de Lennon,
sino de una serie de televisión. Mi suerte fue que la protagonista de esa
serie estaba viviendo al lado de donde vivía John y me dijo que le
escribiera una nota, que ella se la entregaría. Así que empecé a escribir en
una servilleta y luego, en otra.
¿Le explicaba para qué le buscaba?
Sí, y se interesó. Yo creo que la
película que estaba rodando [Cómo gané la guerra, Richard Lester, 1967] no
le interesaba mucho. Tenía el papel de soldado y seguramente aceptó hacerla
porque era amigo de Lester. Creo que se aburría. Lo cierto es que se
interesó por mis escritos y pidió que se los pasara a través de un español
que decía ser barón y trabajaba con él como secretario, o algo así.
¿Qué escritos?
Los cuadernos y los papeles: una hoja
por cada una de las canciones del disco Revólver, para que él las
completara. Alguno de esos cuadernos está escrito en colores, así que,
cuando los vio, pidió unos rotuladores de colores para rellenar los espacios
en blanco. Yo mismo acompañé al conductor de su coche, Anthony, a
comprarlos.
O sea que usted ya se había hecho un hueco en el equipo...
Se reunían cada día en un café junto a
la playa y yo también iba. Ten en cuenta que en esos años nadie hablaba
inglés en Almería, así que yo iba con ellos cuando tenían que comprar cosas
y les ayudaba a entenderse.
Entonces, ¿cuándo vio a Lennon?
Días más tarde. Él se había comprometido
a completar mis escritos, ya había puesto alguna cosa que faltaba y tachado
otras que no estaban bien. Pero supongo que se fue dando cuenta de que era
una tarea ímproba ¡Es que le dejé un montón de trabajo! Yo le había dicho a
su conductor que como muy tarde debía irme el sábado, porque tenía que dar
clase. Entonces, cuando se aproximaba el día, me citó en una casa de la
playa porque vio que no le daba tiempo.
Y llegó el día...
Lennon me manda decir que me espera a
las cuatro de la tarde. Voy a esa hora y Cynthia [primera esposa del músico]
me dice que está en la casa de al lado y me indica que pase por una puerta
verde, pero yo no la encuentro y vuelvo. Ella se impacienta conmigo, hasta
que me lo explica mejor y ya doy con él. Está con Michael Crawford [otro
actor de Cómo gané la guerra] y tiene un balón en la mano porque se van a
jugar a la playa. Cuando entro, está en el rellano de la escalera y desde
allí me dice: "¡Eh, que llegas tarde!". Debía de estar impaciente por irse a
jugar a la pelota y yo me había retrasado un poco por el lío de la puerta.
Pero me lo dice bien, en tono gracioso.
¿Y es entonces cuando le pide que incluyan las letras de las canciones en
los discos?
Entonces le digo todo lo que quiero. Lo
primero darle las gracias porque los estábamos utilizando [a los Beatles] en
las clases y no les pagábamos nada [se ríe]. Le digo que deberían estar en
la nómina de la Academia y eso le hace mucha gracia. Luego le pregunto si
nos puede dar las letras y dice que sí. Me asegura que cuando llegue me
mandará todas las partituras [que incluyen las letras] y que a partir de
entonces incorporarían las canciones escritas en los discos.
Un gesto pequeño que movió a una industria grande como la discográfica.
Yo no me di cuenta entonces, pero su
siguiente disco, Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, incluía las letras
en la funda. Y desde ese momento todos los grupos las incorporaron. He leído
que mi visita tuvo una importancia decisiva en la música moderna y eso me
parece una exageración, porque aunque fuera verdad que los Beatles lo
hicieron por mí, que a nadie se le hubiera ocurrido, aun así me parece una
frase demasiado rimbombante porque cómo voy a tener yo una importancia
decisiva en la música moderna, con el oído que tengo…
Lennon (y los
alumnos), en el corazón
Así es este profesor madrileño
de nacimiento y cartagenero de adopción, de maneras sencillas y de
una sorprendente naturalidad, cuando habla de la cantidad de envíos
postales que intercambió con una de las grandes estrellas del rock,
un icono del siglo XX. Posee numerosas notas del músico y de gente
de su entorno cercano. Porque Lennon "cumplió su palabra", tal y
como resalta Juan Carrión cada vez que habla de él, y le mandó las
partituras de los primeros discos y las grabaciones de los que editó
después de su paso por Almería. "Eso demuestra la clase de persona
que era, un hombre cabal. (...) Con el tiempo, las cosas del dinero
y los bienes materiales acaban cambiando a la gente, pero él no fue
así". Aún guarda el sobre y la nota que acompañaba al disco Magical
Mystery Tour que le regaló Lennon. Juan le había enviado el dinero
para pagar el disco y John se lo devolvió dentro del mismo sobre.
La relación fue continua durante
un lustro. Y cuando el músico se instaló en Nueva York, Juan perdió
el contacto con él, pero siguió en el empeño de que fuera a visitar
su academia, otra promesa que el cantante había adquirido con el
profesor. Su muerte fue un mazazo para él. "El que mató a John
Lennon cometió también una traición conmigo, porque sé que habría
venido, lo había dicho y sé que lo habría cumplido, igual que
cumplió todo lo que dijo a rajatabla. Tengo la impresión certera de
que era un hombre de palabra. ¡Qué tontería, qué cosa más absurda
esa muerte! Este mundo, qué complicado es…"
Juan Carrión no hizo familia
propia ("Me enamoré de una chica que estaba enamorada de otro"), así
que alumnos y exalumnos componen el grueso de su vida social. Come
con unos, cena con otros, le llaman por teléfono continuamente, se
topa con ellos a diario por la calle, en el ascensor de la academia,
en el portal…
Absolutamente todos destacan su
muy singular forma de ser y la calidad de sus clases. No es raro que
Begoña, exalumna, cuente que también sus dos hijos pasaron por sus
clases y que su hija sea hoy en día profesora de inglés.
Tampoco que Pedro hable de la
enorme gratitud que le asaltó cuando hace no mucho en un viaje le
tomaron por un inglés nativo. Que un grupo de cuatro alumnos quede
periódicamente con él para compartir mesa y mantel o que vengan a
buscarle una pareja de exalumnos para salir un domingo. Todos le
quieren y todos le respetan, así que no es difícil imaginar a Lennon
seducido por una personalidad tan especial. "Compensa mucho ser
profesor, porque luego te encuentras mucha gente que te quiere".
Autodidacta y viajero El
itinerario formativo de Carrión no es precisamente lineal. Más bien
está plagado de curvas tan sinuosas como los trayectos de sus
viajes. Formación y viajes, una combinación que inició muy joven,
cuando aún no se había extendido la idea de salir al extranjero con
el afán de adquirir conocimientos corriendo mundo.Su aprendizaje
infantil fue determinante. Con 10 años entró en los Escolapios de la
zona de Embajadores (Madrid), y allí empezó con el inglés, de la
mano del padre Aurelio (un profesor que cita en muchos momentos de
la entrevista). Dice que si le hubiera dado Química, él se habría
hecho químico. La guerra truncó sus estudios y durante esos años
tomó contacto con la actividad docente de manera muy singular. “En
el piso de arriba vivía una profesora portuguesa, con la que mi
madre habló para que me diera clases. Le dijo que podía enseñarme
todos los idiomas menos chino y ruso; pero en realidad sabía menos
que yo, que ya había tomado clases intensivas con el padre Aurelio.
Como ella tenía muchos alumnos, yo le ayudaba a dar clases, porque
me pareció mejor que fingir que ella me enseñaba inglés”.Al acabar
la guerra, su familia empieza de cero y Juan comienza a estudiar y a
aprobar oposiciones. Perito agrícola en Madrid, perito mercantil en
Las Palmas, profesor mercantil en Jerez de la Frontera, intendente
mercantil (las actuales Económicas), milicias universitarias,
interventor de Hacienda en Talavera de la Reina… Y, entre medio, el
inglés, que seguía estudiando con profesores particulares y con las
clases radiofónicas de la BBC: “Me gustaba mucho cómo estaban
enfocadas y puede que me hayan influido en mi forma de enseñar”.En
los años cincuenta empezó a viajar como turista a Londres y le gustó
tanto, que quiso quedarse a trabajar allí. Pero tuvo que esperar año
y medio a que le dieran papeles. En ese intervalo se quedó en París,
donde se ganaba la vida en un lavadero de coches. Con los papeles en
regla, entró a trabajar en una residencia de ancianos en Oxford. Un
día le pidieron que diera una charla sobre la Costa Brava y él, que
no la conocía, se dirigió al Colegio Español para que le facilitaran
algún material. La visita fue tan fructífera que salió con un puñado
de diapositivas y con la oferta de impartir clases allí. Fueron
aquellas jornadas intensivas: cuidaba ancianos desde las ocho de la
tarde hasta las ocho de la mañana del día siguiente, daba clases en
el Colegio Español los fines de semana y asistía de oyente en
Económicas de la Universidad de Oxford. De vuelta a España recala,
en los sesenta, en Cartagena como instructor de la base naval, donde
trabajó seis años. En esa misma ciudad abre su academia, entra en
los Maristas y, en los setenta, en la Universidad, primero como
profesor de Literatura y luego, de Inglés, en donde impartió clases
hasta los años ochenta.Lleva en Cartagena más de 50 años, pero no
precisamente quieto. Aparte de sus numerosísimos viajes de estudios
con alumnos de todos los niveles, aparte de sus excursiones a
Londres para asistir a musicales, con más de 70 años cumplió un
viejo sueño: hacer el Camino de Santiago en bicicleta. “Cogí mi
bici, que no tenía ni cambio, le puse una serie de cosas y me fui
con ella en tren hasta Pamplona. Fui muy audaz… En realidad, era una
locura, tanto que no me atreví ni a decirlo a nadie, porque ya era
muy mayor”. Relata aquella peripecia con tal lujo de detalles que
hace creíble una hazaña a todas luces increíble. Sobre todo, porque
la repitió diez veces más. Cuando llegaba el mes de julio, con las
clases acabadas, emprendía una vez más el Camino de Santiago. Sus
exalumnos de la Universidad cuentan el desasosiego que les producían
esos viajes.“He montado en bici hasta hace muy poco y ¿sabes por qué
ya no monto más?”–Por la vista, imagino.“No, hombre, por la vista
podría, no es lo mismo que el coche. Es porque no quiero caerme y
crearle más problemas a los médicos, que ya tengo bastantes médicos
que me atienden”. |
Canciones para una clase
España, años sesenta, el interés por
aprender idiomas no se había extendido. ¿Cómo se le ocurre lo de enseñar con
canciones?
No sé exactamente cómo. Pero hay algo
que continuamente necesita el profesor y es poner ejemplos de las reglas que
está dando. Es muy árido decir solo las reglas. Y los ejemplos en prosa
están muy bien, pero en canciones, mejor, porque siempre que las oyes, es
como si estudiaras.
¿Siempre utilizó las de los Beatles?
La primera fue una canción tradicional
americana muy bonita [nos la canta]. Me la enseñó un amigo militar
estadounidense [Carrión se instaló en Cartagena para trabajar en la base
naval]. Luego vinieron los Beatles; por ejemplo, Yesterday, una canción muy
romántica y muy bonita. Siempre que una cosa me ha entusiasmado, he querido
enseñarla a mis alumnos.
Su academia ha estado siempre muy solicitada, ¿cómo se extendió la fama?
Ya tenía la academia abierta cuando
empecé a dar clase en los Maristas. Por aquel entonces [años sesenta], ese
colegio tenía un director muy progresista y fui a enseñarle unos materiales
que había hecho para dar clase a los niños: gráficos, dibujos para
enseñarles vocabulario… Le gustó mucho y me ofreció dar unas clases en el
centro, pero yo le dije que tenía que ser a diario.
¿Por qué?
Soy partidario de que la tarea para casa
sea poca, pero para aprender un idioma la clase tiene que ser diaria. El
director aceptó que fuera diaria pero optativa. Todos los días, Serafín
[antiguo alumno de Juan y actual profesor en la academia] y yo dábamos
clases de cuatro a cinco de la tarde. Se apuntaron unos catorce niños, pero
con muy buen resultado.
Me han hablado del final de ese curso como algo memorable.
Pasaron dos cosas, primero puse unas
notas personalizadas a cada alumno que gustaron mucho y, luego, preparamos
unas canciones de los Beatles para la actuación de fin de curso, Help, All
my loving, Michelle... Debió de ser el primer concierto con música de los
Beatles en España. En aquellos tiempos, la ignorancia era terrible, porque
les llamaban melenudos… Y nada que ver con la realidad: llevaban un pelo muy
cuidado, un poco más largo pero nada más. Todos los padres se sintieron muy
orgullosos y el director no paraba de repetir: "¡Qué éxito, qué éxito!".
Y la academia se llenó de gente...
Siempre ha sido exclusiva de inglés. La
tenía en el cuarto piso [luego se mudó al primero], y la escalera eran tan
estrecha que se atascaba de gente que subía y se cruzaba con los que ya
habían terminado la clase. [Se ríe con ganas cuando recuerda los atascos].
¿Sirve cualquier canción?
Sí, de todas se saca punta. Cada estrofa
tiene un verbo, y esa es la base de cualquier idioma. Hay veces que no tengo
ganas de cantar con los alumnos porque estoy enfadado con ellos y, entonces,
eso va en perjuicio de la clase.
¿Qué más recursos emplea?
Otra cosa importante son las noticias.
Utilizo mucho la BBC, ya que otorga un vocabulario especial. También los
periódicos ingleses, sobre todo cuando dan noticias sobre España. Todo eso
es aprovechable. Pero hay que partir de un texto corto, porque si le tienes
que dedicar tres o cuatro días no funciona.
¿Y el cine?
Lo he utilizado muchísimo. A los alumnos
les encanta. De cada película extraíamos unas treinta palabras, no más para
no cansarlos. En la academia acondicioné una sala con sillas y una
televisión, con una lupa delante para que se viera grande la pantalla.
Esa sala de cine fue un referente en la ciudad.
Sí, sí. Allí estrenamos My Fair Lady
[película de George Cukor, de 1964]. El cine siempre estaba funcionando. Se
podía venir aunque no se tuviera clase. Otros centros tienen salas muy
preparadas pero que nunca utilizan. En el nuestro, ¡hasta se ha formado
alguna pareja sentimental! [Me habla de Pedro, abogado, y de Begoña,
veterinaria: "Su coche huele a vaca"]. La importancia del paisaje En la
antítesis de las academias que proliferan en cada esquina de cada ciudad,
dotadas con equipamiento multimedia y sala informatizada, el centro de Juan
Carrión evidencia las muchas décadas que lleva abierto. Tal y como está, sin
mover nada de lo que guardan sus cuatro paredes, podría servir para
interiores de una película de los sesenta.Escuela de mesa camilla y sillas
de anea, largo pasillo de baldosas blanquinegras, luz mortecina y pósteres,
carátulas, fotos de los Beatles por doquier; la música aún se reproduce en
viejos casetes. Hasta los profesores son personas muy mayores. Pero se entra
a una clase cualquiera y se respira jovialidad. Los de 4 años están con
Serafín, ensayando un villancico, y los más mayores con Juan, trabajando con
una canción del musical Los Miserables. A todos se les ve a gusto.Juan es un
profesor extremadamente meticuloso en precisar el lenguaje. Analiza las
frases de la canción que aprenden en lo gramatical, pero también disecciona
su significado. En alguna estrofa habla un personaje enamorado y el profesor
ahonda en la forma de expresar ese sentimiento. Se esfuerza en que los
chicos entiendan lo que siente el personaje, les interroga sobre si ellos ya
han sentido algo parecido, les asegura que aun cuando causa dolor “merece la
pena sentirlo”. Una estrofa más allá aparece un verbo nuevo que aún no han
estudiado y toca sacar el cuaderno número uno para apuntar las seis
acepciones que tiene. Con cada una de las seis, les invita a construir
frases y a pronunciarlas correctamente. Las repiten cuantas veces haga falta
hasta que suenan perfectas. La clase funciona. Le gusta tanto una correcta
pronunciación que me cuenta que hace años un alumno, Pedro, “le hizo llorar
de emoción” por lo bien que leyó un texto.Cuando termina, el profesor entra
a la clase de los pequeños y es recibido con un unísono “Good evening,
Juan”. Lleva una bolsa con muchos paquetes. Los niños reconocen la escena
porque se oyen algunas exclamaciones; saben que les trae algún regalito. A
cada uno le va repartiendo su paquete, después de que cada cual diga en
inglés el nombre del animal que Juan les dice en español. Están contentos,
se van a casa con un flamante cuaderno de dibujos para colorear y un paquete
de rotuladores.
Maneras de vivir, maneras de enseñar
A punto de cumplir los 90 años, Juan
sigue dando clases en su academia. Se ha jubilado de la docencia en la
Universidad (véase despiece "Autodidacta y viajero") de los Maristas; atrás
han quedado los años de instructor en la base naval, las clases
particulares… Pero, mal de la vista y regular del oído, imparte clase a
diario en su centro.
¿Por qué sigue?
En la academia somos dos profesores [se
refiere a Serafín, su alumno de 50 años atrás que se hizo profesor a su lado
y que da clases a los más pequeños], y no quiero dejar al otro en la
estacada. Además, qué voy a hacer yo, si soy soltero y lo que sé hacer es
enseñar inglés.
No lo dice, pero a simple vista se
aprecia que sigue disfrutando en sus clases. Juan Carrión es pura vocación y
puro oficio. Habla de la docencia con la seguridad del que lleva mucho
camino y aún le gusta recorrerlo. "Una cosa importante es que el profesor
esté feliz, que le guste y que esté estimulado, que tenga un sueldo
razonable. Y, muy importante, que le gusten las personas. Lo de regañar no
tiene importancia porque un padre regaña a un hijo porque lo quiere mucho".
Un grupo de exalumnos de la Universidad
me cuentan que es un profesor duro ["Y eso que le pillamos mayor"]. Pero
comen con él –y comparten risas– periódicamente desde hace más de veinte
años. Hablan de borradores de pizarra que volaban, de latiguillos como "no
me vengas con cuentos ni con camelos" cuando el trabajo no se entregaba a
punto, de enfados y de palabras mal sonantes. Como hablan de inolvidables
viajes de estudios con él y se atropellan unos a otros en el recuerdo del
divertidísimo anecdotario que comparten.
¿Qué diferencia hay entre los alumnos de hoy y los de antaño?
Antes eran más respetuosos.
Pero yo he visto enorme respeto en sus
clases.
Sí, sí, a mí me respetan porque yo les
respeto a ellos. Pero cuando hay más de quince alumnos en clase, es
peligroso porque, a la vez que atienden, están intentando distraerse. Aunque
conmigo es imposible… Es un forcejeo, pero yo gano porque en mis clases les
hago estar muy pendientes. Continuamente estoy preguntándole a todo el mundo
y se mantienen muy activos. [Un exalumno suyo, hoy abogado, describe que
Juan mantiene sus clases "en tensión y eso hace innecesario estudiar en
casa"].
Entonces, ¿no son tan distintos?
Ahora los alumnos pasan de curso sin
aprobar, eso al menos me dicen los padres. Y no me parece bien.
Pero usted afirma que nunca le ha gustado suspender.
Es que es un error. Yo llegaba a
examinar hasta cinco veces a un alumno para que aprobara, pero tenía que
emplear mucha energía en convencer a la secretaría del centro para que me
esperase a que pasara las notas finales. En algunos casos, en mis
anotaciones yo escribía "aprobado PM", que quiere decir, aprobado por
misericordia.
¿Qué opina de los exámenes?
En España se tiene el vicio de hacer la
vida muy difícil al alumno; exámenes horrorosos que casi tienen que
adivinar, y eso no me gusta. A mí me gustan los exámenes que se aprueban si
has venido a clase y conoces razonablemente la asignatura. Con eso es
suficiente, y si lo haces bien del todo, pues tienes mejor nota. Lo que no
hay derecho es que de 80 alumnos aprueben 5, pues entonces la culpa es del
profesor, que es un idiota. Y no debería quitarle el puesto a otro que lo
haga bien.
¿Son las notas una demostración del poder del profesor?
Es muy importante que el profesor se dé
cuenta de que tiene el futuro de unas personas en sus manos y de que él
puede allanarles el camino o ponerles obstáculos. Hay que ser muy consciente
de la responsabilidad grande que te han confiado. Si son razonablemente
buenos, hay que dejarles que sigan adelante. He tenido alumnos muy mediocres
que luego han sido profesionales brillantes, y al revés.
Tampoco le han gustado los libros de texto, ¿no?
El libro es más peligroso para el
profesor que para los alumnos, porque es muy importante que el profesor no
se aburra. Y no quiero ni imaginar dar una clase tras otra con el mismo
libro, que acaba siendo soporífero.
He visto en sus clases que los alumnos sacan y guardan muchos cuadernos.
Son cinco y todos necesarios. El primero
es el de clase, que es por así decirlo el libro de texto, que se van
haciendo ellos y lo numeran por lecciones. Al final de curso podemos tener
mil frases en él. Al cuaderno dos lo llamamos el libro de aprender y va en
español y en inglés: ellos escriben todo lo que quieren y cuando es algo muy
importante lo señalan con un "¡ojo!". Cada día trazan una raya para
fraccionar las lecciones y que no resulte abrumador verlo todo seguido. Es
algo psicológico, porque si tienes poco tiempo para repasar algo y lo ves
todo seguido te parece que no lo puedes abarcar. El tercer cuaderno es el de
la tarea de casa, y deben copiar de un libro que ellos eligen una hoja por
las dos caras, de ahí sacan dos palabras que no hayan entendido. Ese
cuaderno tiene mucho éxito y es muy importante porque cuando llega el día
del examen tienen muchísima soltura escribiendo en inglés. El cuarto son las
frases numeradas. Las extraemos de las canciones, pero como sería muy lento
encontrarlas en medio, pues ahí las tenemos todas reunidas; es muy útil
porque las vamos a repetir muchísimo a lo largo del curso, hasta que
aprendan a pronunciarlas bien. El último es el cuaderno de trucos [varios
exalumnos me han hablado de ese cuaderno]. En cada lección aparecen cosas
anómalas, que llamamos trucos y que deben estudiar con atención. Todas las
anomalías las tienen numeradas y las repasamos con frecuencia. Eso les ayuda
mucho. Por último, cada uno elige un libro de lectura (que debe ser fácil),
del que diariamente deben extraer las dos palabras que no conocen y que
abordamos en clase.
En algún sitio se ha publicado que es un "genio de la enseñanza".
He tenido mucho amor por la enseñanza…
Yo creo que he sido un profesor bueno, con sinceridad te lo digo, y he sido
honesto porque no he escatimado esfuerzos y no me gusta engañar. Pero de ahí
a ser un genio...
Su método ha tenido resultados extraordinarios en los exámenes de las
escuelas oficiales.
Era toda una aventura. Cuando solo había
escuelas oficiales en Madrid y Barcelona, cada año viajaba a la capital con
unos 80 alumnos. Tenía estudiadísima la operación: viajábamos de noche en
tren, llegábamos a Madrid por la mañana, dejábamos los bártulos en un local
que tenía mi hermana y nos íbamos a una cafetería a desayunar y a estudiar.
De allí, a los jardines del Templo de Debod, donde hacíamos repaso, después
a comer y a las 4 era el examen. El primer y segundo examen lo aprobaba casi
todo el mundo [venía gente de todo el país], pero el tercero era muy duro.
Fue ese en el que, en una ocasión, solo aprobaron 8 personas, y 7 eran
alumnos míos.
¿Qué opina de los centros bilingües?
No conozco cómo se imparte inglés en
esos centros. Pero me asusta un poco porque no sé si hay libros de
matemáticas en inglés y tampoco si el profesorado está preparado. Muchos se
dicen bilingües, pero me pregunto de dónde ha salido tanta gente que pueda
impartir matemáticas en inglés. Es solo un primer paso, puede que ahora muy
deficiente. Es curioso que habiendo sido un país que ha descubierto medio
mundo… Lo mal que se han dado los idiomas.
¿Qué causa ese retraso en los idiomas en España?
No lo sé. Pero sí conozco el modo de
solucionarlo. Los niños pequeños pasan al menos cinco horas en las escuelas
infantiles y a ellos les da igual en qué idioma les hables porque lo
entienden todo. Pues bien, si los alumnos Erasmus de habla inglesa
estuvieran unas horas en esos centros y los Erasmus españoles en los de los
países a los que viajan, sería un modo sencillo y poco costoso de
familiarizarles con otra lengua. |