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Wadjda.
La bicicleta verde
Educación
de las niñas en los países islámicos
©Enrique
Martínez-Salanova Sánchez
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El
puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas
de cine/Glosario
de cine
Educación y cultura de
las niñas en Arabia Saudí |
La bicicleta verde. La
película |
Haifa al
Mansour. La directora |
Wadja, la
protagonista |
El rodaje de la película. Anécdotas y
dificultades
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La mujer en Arabia saudita |
«Espero haber hecho
una película que está cerca de la vida de las mujeres sauditas e inspira
y fortalece a desafiar las cargas sociales y políticas que les rodea.
Aunque es difícil de reconstruir las tradiciones profundamente
arraigadas que niegan a las mujeres una vida digna, sobre todo porque se
mezclan con las interpretaciones estrictas de la religión, es un
objetivo que vale la pena luchar».
“Las chicas como Wadjda tienen la capacidad de cambiar y
redefinir nuestra nación”
“Siempre se espera que las mujeres se
comporten de una determinada manera y cuando se desvían un poco,
suelen ser etiquetadas y estigmatizadas. Espero que mis
películas les ayuden a arriesgarse y hablar de los temas que les
resultan importantes”.
Haiffa Al-Mansour,
directora. |
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La bicicleta verde.
Wadja,
un relato de la
realidad desde la esperanza.
Conseguir
una bicicleta verde es una metáfora de lo que sucede en la sociedad
Saudí y en muchos lugares del mundo en los que se reprime a niñas y
mujeres, que no pueden acceder a las mismas posibilidades y oportunidades
que los hombres. En Arabia Saudí las salas de cine han estado prohibidas
durante 30 años y sólo desde hace unos años empezaron a abrirse algunas,
a tientas, tímidas y, obviamente, plegadas a la segregación entre hombres
y mujeres que impone la ley nacional. Pero eso no significa que la
población saudí haya vivido al margen del cine; la televisión y los
videoclubs han nutrido a generaciones enteras.
La directora Haifaa Al-Mansour,
criada junto a 11 hermanos varones, entre cintas de Bruce Lee y Walt
Disney ha realizado con La bicicleta verde,
Wadjda, la primera película
filmada por completo en Arabia Saudí y dirigida por una mujer. Es una película que pone de manifiesto algunos de los
aspectos más conservadores de la sociedad saudita, en especial los que
coartan la libertad de la mujer en su educación y en sus libertades.
El filme refleja el
controvertido tema de la discriminación de las mujeres en el país
islámico acercando la cultura y costumbres tradicionales de la religión
árabe a los espectadores. Se muestra a través de una conmovedora y
sencilla historia protagonizada por una inocente niña que cuestionará
cualquier tipo de obligación, derribando inconscientemente las barreras
sociales y culturales cimentadas en el hogar y la escuela.
La
directora,
Haifaa Al-Mansour,
dice
que Wadjda se inspira en una
sobrina, que todos los personajes de la película tienen origen en la
vida real, y de una u otra forma han formado parte de su vida. Por ello,
se puede decir que
la película nace de la propia experiencia de su directora
y que sirve para retratar “la esperanza y la perseverancia” de muchas
mujeres en Arabia Saudí.
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La bicicleta verde.
La película
Título original:
Wadjda
Arabia
Saudí-Alemania. 2012. 98 min.
Directora:
Haifaa Al-Mansour
Guión: Haifaa
Al-Mansour
Música: Max
Richter
Fotografía:
Lutz Reitemeier
Reparto: Reem
Abdullah, Waad Mohammed, Abdullrahman Algohani, Sultan Al Assaf, Ahd
Kamel
Sinopsis: La
película se basa en la vida de una sobrina de la directora. Wadjda tiene
diez años y vive en una sociedad tan tradicional que ciertas cosas como
ir en bicicleta le están totalmente prohibidas. Donde vive, en los
suburbios de Riad, capital de Arabia Saudí, no está bien visto que las
mujeres tengan una. A pesar de todo, es una niña divertida y
emprendedora que bordea siempre el límite entre lo autorizado y lo
prohibido. Wadjda desea tener una bicicleta que ve todos los días a la
venta, para poder competir con su amigo Abdullah, con el que tiene
prohibido jugar, en una carrera, pero su madre no se lo permite porque
las bicicletas son un peligro para la dignidad de una chica.
Es también la
historia de su madre, mujer saudí, que tiene prohibido
conducir y que no puede ir a trabajar si un día su chófer falta y no va
a recogerla, y cómo tiene que soportar que su marido pueda tener otra
esposa.
La escuela es un
elemento importante en el contexto de la película. En ella se reflejan
todas las limitaciones que tienen las mujeres en Arabia Saudita, la
prohibición de dejarse ver por los hombres, incluso de que no oigan sus
risas, de jugar a determinados juegos, de maquillarse o de tener ciertas
conversaciones. Wajda luchará contra su madre y contra las normas de la
escuela, que temen que las niñas pierdan la dignidad y la sociedad
tradicional en la que vive, por hacerse con la ansiada bicicleta y
cumplir así su deseo.
Premios
(entre otros)
2013: Premios BAFTA,
British Academy of Film and Television Arts:
Nominada a Mejor película de habla no inglesa
2013: Independent
Spirit Awards: Nominada a Mejor ópera prima
2013: Satellite
Awards: Nominada a mejor película extranjera
2013: National Board
of Review (NBR): Premio a la libertad de expresión
2013.
Premio Cinema Avvenire Cine por la paz. Venecia.
2013. Festival de
Cine de Los Ángeles. Mejor
producción internacional.
Nominada al Oscar por Arabia Saudita como la Mejor
Película Extranjera (la primera
vez que Arabia Saudita ha presentado una película para el Oscar a la
Mejor película extranjera.)
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Haifa al Mansour. La
directora
Haifa al Mansour es hija del poeta Abdul Rahman Mansour, quien
se preocupó por proporcionarle a su hija una esmerada educación,
y creía que esta, a pesar de haber nacido mujer, era capaz de
lograr cualquier cosa que se propusiese. Fue él quien le inculcó
el amor por el cine, y así Haifa soñaba desde pequeña con
realizar un día una gran película en su país. Desgraciadamente,
sabía que ser mujer era un gran inconveniente para su proyecto,
por lo que a menudo pensaba que no sería capaz de realizar su
gran sueño.
Un príncipe de la familia
real Saudí, proporcionó la financiación y se pudo rodar
“La bicicleta verde” o “Wadjda”.
Haifaa Al Mansour, está
casada con un diplomático estadounidense y residente en Baréin.
Haifaa Al-Mansour es en cierta forma la misma Wadjda,
pues ella, octava de 12 hermanos, creció en un hogar tradicional,
donde su madre hubiera preferido que fuera médica a cineasta.
“Claro que hubo presión, sobre todo de esa otra familia que le
decía a mi padre eso de: ‘usted es un hombre de honor ¿cómo
consiente que su hija salga en la televisión?’, recuerda. En
aquellos años su familia le pedía que no diera su apellido en
público para evitar la vergüenza. Ahora, no pueden evitar el
reconocimiento mundial.
"Abrazo con mucho orgullo el ser la primera mujer
saudí en hacer una película y espero a animar a las mujeres a
creer en sí mismas y en perseguir sus metas porque es muy duro
hacerlo en lugares como Arabia Saudí"
“Por eso
quise escribir una historia donde se escuchase mi voz, las voces
de todas las mujeres que como yo quieren hacerse oír, pero sin
necesidad de confrontación. Estoy cansada de oír discusiones que
no llevan a nada”. |
El
cine no fue un acto de rebeldía. Con tanto hijo, su padre les
organizaba maratones de vídeos en casa para entretenerlos con
películas populares de Bruce Lee, Jackie Chan o Disney. Como
tantos otros niños recuerda esas proyecciones como algunos de
los momentos más felices de su vida. Apoyada por una familia que
quería que Haifaa abriera sus horizontes en el extranjero, se
fue a estudiar Literatura comparada a El Cairo. Lo malo fue la
vuelta, cuando se vio arrinconada en un trabajo de oficina y se
convirtió en una presencia invisible, sin voz propia y
constreñida en una sociedad que no permite a los hombres y a las
mujeres convivir en público.
De
ahí nació la necesidad de encontrar un hobby y lo que comenzó
como un juego de niña, rodando cortos con la ayuda de sus
hermanos, se convirtió en un largometraje coproducido entre un
príncipe saudí y una productora alemana e inspirado en otro tipo
de cine, como el neorrealista italiano (El ladrón de
bicicletas), el del director iraní Jafar Panahi o del afgano
Atiq Rahimi. Pero con más optimismo. “Porque siempre ocurren
cosas terribles en todo lo que vemos en el cine de Oriente
Próximo. Y no digo que no sea cierto pero no es lo normal. No
todos los días una mujer es apedreada. Incluso en Arabia Saudí
es noticia cuando algo así ocurre. Pero todos los días una mujer
no puede ir al trabajo porque no la dejan conducir. Y es el día
a día lo que hay que empezar a cambiar”.
Estudió Literatura en la
Universidad Americana de El Cairo y un master en Dirección de
Cine y Estudios Fílmicos en la Universidad de Sydney, Australia.
Hasta hoy Haifaa al Mansour ha producido 3 cortometrajes, y el
documental "Mujeres sin sombras", que ha influido en toda una
nueva ola de cineastas saudíes. |
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Wadja, la
protagonista
Parte del éxito de esta historia reside en la pequeña Waad Mohammed, que da vida a la atrevida Wadjda,
de 12 años, vistiendo
vaqueros y zapatillas de deporte y sin temor a dejar el pelo
descubierto ante la vista de los hombres. Además, Wadjda, juega con chicos y se
encaprichará de una bicicleta para competir en una carrera, si
bien su madre se opone firmemente a comprársela dado que la
sociedad considera las bicis un peligro para la dignidad
femenina.
La visión de
la niña
ridiculiza a los mayores en una sociedad marcada por la agria
cultura costumbrista. En este caso la de Arabia Saudí. Sin
embargo, esta visión no se encuentra muy alejada de la
occidental, ya que el eje de la trama reside en la relación
paterno-filial y la gran distancia conceptual que existe del
mundo entre la despreocupada infancia y la rigidez adulta.
Wadjda muestra una personalidad definida, es la única que lleva
la cabeza descubierta entre sus compañeras de estudios vestidas
con largas túnicas negras, la única que en lugar de zapatos
calza zapatillas de deporte, la única en enfrentarse con sus
profesoras, la única en utilizar los recursos de su cultura y
aprender el Corán con el fin de tener
una bicicleta para ganar en una carrera a
Abdullah, su vecino.
Wadjda es muy inteligente y sabrá valerse de ese don para
resolver la cuestión. Porque además cuenta, como bien saben sus
padres, con una invencible tenacidad. Y cuando en su escuela se
establezca un certamen de recitación del Corán decide
participar. Quien gane se llevará un premio suficiente en
riyales saudíes para concretar su sueño. Es decir que el mismo
sistema teocrático que le niega el derecho a conducir podría
proporcionarle el acceso al ansiado vehículo. Es uno de los
grandes aciertos del guión, que no se reduce a la peripecia de
Wadjda para exponer las diferencias que hay entre los
privilegios de que gozan los varones y las restricciones que
limitan a las mujeres.
El
film muestra además la vida de una familia saudita de clase media,
incluidos la intimidad familiar, el conflicto que genera la
decisión del padre de reincidir en el matrimonio, la
coexistencia de antiguas tradiciones y la rutina de las mujeres
que trabajan en una ciudad moderna de estos tiempos de
globalización y TV omnipresente.
Waad Mohammed tiene la desenvoltura y la pizca de malicia que
pedía el personaje de la encantadora Wadjda y en general puede
decirse que todo el elenco (el sector femenino en especial, que
con tanta precisión y tanta sutileza define el ceñido espacio
concedido a la mujer) fue tan bien seleccionado como dirigido. |
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El rodaje de la película. Anécdotas y
dificultades
La película
fue rodada en Arabia Saudí, con sus ventajas e inconvenientes. Así, la
directora se vio obligada a dirigir algunas escenas desde una furgoneta
con cristales oscuros, sin poder ser vista en la calle detrás de la
cámara por ser mujer y hablando con walkie-talkies con sus operadores y
sus actores para conseguir lo que quería. En Arabia Saudita las mujeres no pueden trabajar con hombres, ni
pueden caminar libremente por las calles. En contraposición las dos
actrices protagonistas son mujeres de nacionalidad saudí, todo un hito.
Un rodaje de siete semanas y un presupuesto que rondó los dos
millones de euros, que se complicó al filmar en un barrio
conservador de Riad donde le resultó imposible trabajar en la
calle pese a tener los permisos necesarios.
Rodar fuera
de sus fronteras, en lugares con normas más permisivas para con las
mujeres, era la opción que le recomendaban una y otra vez a Haifaa Al
Mansour, pero para ella era importante hacerlo íntegramente dentro de
Arabia Saudí. De nuevo la primera en lograrlo, aunque establecer un
récord no era su objetivo. "Quería crear una identidad cultural, que mi
país tuviera una película propia que sintiera totalmente como suya",
explica.
El reto era
tan personal que hasta la historia que cuenta está basada en la vida de
su sobrina, aunque bien podía haber sido en la suya propia. Su espíritu emprendedor le hace jugar
continuamente con la línea de lo autorizado y lo prohibido.
Desafiante
y muy gratificante al mismo tiempo. Cada paso era difícil y era toda una
av "Tuvimos unos pocos casos de
personas que expresan su descontento con lo que estábamos haciendo, pero
nada demasiado perjudicial. Teníamos todas las autorizaciones y permisos
adecuados así que, en general, fue relativamente fácil."
"Fue muy
difícil y muy frustrante porque quería estar allí con los actores,
interactuar con ellos... Pero también tenía claro que eso era otro
desafío que no me iba a parar. Si esa era la manera de hacer las cosas
en Arabia Saudí, las hicimos para conseguir hacer la película".
Las
dificultades también acompañaron al casting ya que es "muy difícil" el
hacer un casting abierto en el país árabe y más si se trata de niñas. A
Waad Mohammed (que interpreta a la niña protagonista) no la
encontraron hasta una semana antes de empezar el rodaje -para
desesperación de los cuadriculados productores alemanes-, pero fue verla
aparecer "con sus vaqueros, el pelo revuelto y sus auriculares
escuchando a Justin Bieber, aunque no entendía inglés en absoluto, pero
sí a Justin y sus canciones" y tener muy claro que "esa era Wadjda". |
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La mujer en Arabia Saudita
Arabia
Saudí es un país donde las mujeres son especialmente discriminadas, no
pueden conducir, son obligadas a vestir la abaya y el niqab, y no pueden
trabajar con hombres. Sin embargo, como decía Haifa, no hay una ley que
prohíba a las mujeres conducir, se trata de una costumbre patriarcal que
ha prevalecido a lo largo de los años. No hace mucho tiempo los clérigos
más radicales exhortaban a azotar a aquellas mujeres que llevasen los
ojos pintados de forma sexy y provocativa, lo que da una idea de la
represión que sufren las mujeres de ese país.
Precisamente, con La bicicleta verde, su directora pretendía contar "una
historia sobre el poder que pueden llegar a tener las mujeres, y la
importancia de no rendirse y perseguir un sueño, y, a la vez, una
historia sobre mi pueblo natal que fuera emotiva, conmovedora, cercana y
también divertida y entretenida".
La cineasta
confía en que la sociedad de Arabia Saudí se vaya abriendo "camina en
la dirección adecuada, pero muy lentamente"- y anima a las mujeres
saudíes a "creer en sí mismas y perseguir sus sueños". Además, quiere
que su próximo proyecto cinematográfico -cuando consiga centrarse
después de la gira mundial de La bicicleta verde- también cuente una
historia de Arabia Saudí, de la gente joven de este país: "Es un país
muy joven, con un 70% de población menor de 27 años, y quiero contar sus
historias porque es un lugar sorprendente, con muchas contradicciones y
mucho que contar".
Las
autoridades de Arabia Saudí se disponen a dar luz verde próximamente a
que las escuelas públicas del reino puedan impartir clases de educación
física a las niñas, siempre y cuando se respeten las normas de
separación de sexos y de vestimenta estipuladas por el Islam.
Con esta
premisa conocemos la vida cotidina a de Wadjda y su ‘rebeldía’ en un
mundo en el que las mujeres van cubiertas de pies a cabeza y en el que
está mal visto que las niñas jueguen con niños. Y sin duda, esta es la
parte más interesante de la cinta: el reflejo de esa sociedad
conservadora vista desde el punto de vista de una niña que la acepta
pero no la entiende. Así conocemos su entorno: su colegio y sus
estrictas profesoras que tienen encuentros furtivos con sus amantes en
mitad de la noche y que después inculcan a las niñas la importancia de
no dejarse ver ni escuchar por los hombres, la pérdida de dignidad y
honor por montar en bicicleta —el riesgo de perder la virginidad por
montar en bici—, o el abandono de la familia por parte del marido porque
la mujer no puede concebir un hijo varón.
El tema era
motivo de debate en el conservador reino del Golfo, donde las mujeres
tienen prohibido conducir y necesitan permiso de un familiar varón para
poder salir del país, sobre todo desde que algunos importantes
estudiosos hubieran considerado tolerable que las niñas realizaran
ejercicio, como la natación, lo que provocó que se comenzaran a impartir
clases de educación física en algunos centros privados.
De acuerdo
con las fuentes consultadas, el Ministerio de Educación permitirá
próximamente que haya clases de educación física para niñas en centros
públicos bajo la supervisión de instructores cualificados. La decisión
será refrendada una vez se tomen en cuenta aspectos logísticos como el
espacio, la privacidad y la disponibilidad de profesoras cualificadas.
"Damos la
bienvenida a los esfuerzos del Ministerio para introducir la educación
física de las niñas", ha valorado Noora al Shaij, una importante
académica. "Una cultura del deporte ayudará a combatir la obesidad entre
las jóvenes del reino", ha opinado.
Allí las
mujeres tienen prohibido, entre otras muchas cosas, conducir, por lo que
deben pagar los servicios de hombres que hagan de chóferes para ellas.
Esta circunstancia, una de las que se muestran en la película y que es
importante en la historia, es, sin embargo, solo un apunte de la
realidad de marginación y discriminación con que viven las mujeres
saudíes, por las que la directora Haifaa al Mansour hace una clarísima
apuesta.
Y ahora, tampoco pueden montar en columpio. Es la última
que recorre de forma imparable las redes sociales en la región del golfo
Arábigo y que se ha desencadenado tras irrumpir la Policía Religiosa del
Reino en un parque público para obligar a las féminas que disfrutaban de
los columpios a bajar de los mismos. La causa: el suave balanceo podría
alentar a los hombres a acosar o abusar de ellas.
Las saudíes se
muestran más preocupadas por la ausencia de leyes, en especial de un
estatuto civil, y la falta de igualdad de oportunidades en la educación
y el trabajo. Pero sobre todo denuncian el sistema de tutela masculina
que las hace depender de un mehram, guardián o custodio legal.
De ahí también la
actitud ambivalente de los gobernantes cuyos mensajes son
interesadamente contradictorios. Se educa a las mujeres, pero se
dificulta su acceso al trabajo. Tienen prohibido conducir, pero el
Ejército contempla crear una unidad de mujeres soldados. El rey las
incluye en la Shura, pero el debate sobre cómo mantener la segregación
dentro de la cámara eclipsa en gran medida el anuncio.
Surgen así las
sucursales bancarias solo para mujeres, la segregación en restaurantes y
cafeterías, las entradas separadas en los ministerios, las clases por
videoconferencia a las universitarias cuando los profesores son varones,
y otras excentricidades que en buena medida solo son posibles por la
riqueza fácil que ha generado el petróleo y que tienen poco que ver con
la realidad anterior en la península Arábiga.
El Corán, libro
sagrado del Islam y base de ley Sharia que impera en Arabia, mantiene
que hombre y mujer son iguales ante Dios y que por tanto tienen los
mismos deberes religiosos. Sin embargo, sitúa a las mujeres «bajo» la
custodia de los hombres. En concreto, afirma que «los hombres son los
proveedores y protectores de las mujeres porque Alá ha hecho que uno de
ellos supere al otro y porque gastan de su propiedad para mantenerlas».
Es decir, los hombres están obligados a cuidar de las mujeres. Y la
última actividad que han considerado de máximo riesgo para ellas es
montar en columpio. La pregunta que hoy corre por las redes sociales es
«¿cuál será la próxima?».
Arabia Saudí ha dejado
de ser una sociedad cerrada. Según el Informe sobre redes sociales de la
Dubai School of Government, los saudíes encabezan la lista de usuarios
de Twitter en el mundo árabe con 393.000 cuentas activas en 2012, el
triple que el año anterior. En Facebook hay 5,8 millones registrados.
Esas ventanas al exterior les están haciendo más curiosos y preguntones.
Y muchos de ellos son mujeres que han encontrado en el ciberespacio un
aliado inesperado para saltarse las restricciones sociales de esos
clérigos ultramontanos que las quieren en casa y con la pata quebrada.
“Internet ha abierto
muchas posibilidades para las jóvenes saudíes al permitirles ver cómo
viven otras mujeres musulmanas. Ha agrandado su conocimiento de la
realidad. Como resultado, sus aspiraciones profesionales y de
participación en la vida púbica han aumentado exponencialmente”, señala
Murphy. En su opinión, “esas aspiraciones van a seguir creciendo y sus
exigencias de igualdad de oportunidades con los hombres en el trabajo,
la familia y la esfera pública van a convertirse en importantes motores
de cambio económico y social”.
De momento hay cuatro
millones de mujeres saudíes preparadas y dispuestas a trabajar, según
reveló Alfat Qabbani, una de las vicepresidentas de la Cámara de
Comercio e Industria de Yeddah, durante el sexto Foro de Mujeres
Empresarias reunido en Riad el pasado octubre. Las que trabajan no
llegan al 10%. Esas cifras ponen en evidencia la disfuncionalidad de una
sociedad que pone trabas al empleo de la mitad de su población mientras
tiene que recurrir a ocho millones de trabajadores extranjeros para
funcionar.
Además, las redes
sociales se han convertido en una poderosa herramienta para el
movimiento de emancipación femenina. “Han sido clave en mi trabajo a
favor de los derechos de la mujer”, admite Manal al Sharif, la activista
que en 2011 lanzó una campaña contra la prohibición de conducir y fue
encarcelada durante nueve días por ponerse al volante. “Sin YouTube,
Twitter y Facebook no hubiéramos llegado tan lejos. En Arabia Saudí no
hay tribunas. No hay lugares desde los que difundir las ideas de cada
uno. Así que resulta extraordinario disponer de esos medios”, reconocía
durante la última reunión del foro social del Consejo de Derechos
Humanos de la ONU.
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