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La
clase
Los conflictos en las
aulas en una
sociedad multiétnica
©Enrique
Martínez-Salanova Sánchez
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El
puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas
de cine/Glosario
de cine
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La actitud de un maestro
en el aula
Convencido de que el aprendizaje de
la democracia puede implicar ciertos riesgos, la película es ante todo
la crónica de la vida en una clase: una comunidad de 25 personas que no
han elegido estar juntas, pero que deberán trabajar entre cuatro paredes
durante un año escolar. François Bégaudeau es un joven profesor de
lengua francesa en un Instituto difícil. Sus alumnos tienen entre 14 y
15 años y no duda en enfrentarse a Esmeralda, a Souleymane, a Khoumba y
a los demás en estimulantes batallas verbales, como si la lengua
estuviera en juego.
«Quería hacer justicia a todo el
trabajo que se desarrolla en las escuelas. En una clase, la inteligencia
siempre está en juego, incluso en los malentendidos y en los
enfrentamientos. Queríamos mostrarlo cada vez que rodábamos una escena.
En los intercambios entre alumnos, entre profesores, entre profesores y
alumnos se hacen preguntas, se entienden, se intercambian ideas. Apostar
por la inteligencia corresponde al modo particular y poco ortodoxo en
que François ejerce su profesión.
La película no intenta proteger a
unos y atacar a otros. Todos pueden ser débiles y brillantes, con
momentos de gracia y de mezquindad. Cada uno puede tener momentos de
clarividencia o de ceguera, de comprensión o de injusticia. Pero me
parece que esta película comunica un mensaje positivo porque reconoce
que el colegio es a menudo caótico. Se viven momentos de desaliento,
pero también momentos de gran felicidad. Y de entre este gran caos surge
bastante inteligencia.
Pocos profesores se arriesgan tanto
como François ante los alumnos. No se arriesgan a equivocarse, a
fracasar. Es más fácil transmitir el saber mediante una clase magistral
que intentar hacerles partícipes a todos sin que se den cuenta. Para eso
hace falta mucha sangre fría. Algunos se lo reprochan y otros le
envidian. Este hombre tiene algo de Sócrates». Opiniones del director de
la película Laurent Cantet sobre la actitud en el aula. |
La clase. la
película
La clase. Entre les murs
2008. Francia. 128 min.
Dirección: Laurent Cantet
Guión: Laurent Cantet, Robin
Campillo, François Bégaudeau
Reparto: François Bégaudeau,
Franck Keïta, Rachel Régulier, Vincent Caire
Sinopsis:
Inspirada en la novela «Entre les murs», de François Bégaudeau
(protagonista del filme), describe el desarrollo de un año escolar en un
aula donde adolescentes de un barrio conflictivo de París conviven
diariamente con sus profesores, quienes luchan por mantener el
entusiasmo por educar. La inmigración, la falta de sentimiento de
pertenencia a un país y los problemas del sistema educativo, se mezclan
con un proceso de aprendizaje de la democracia a pequeña escala, un
microcosmos donde el personaje de François pasa de la complicidad con
sus alumnos a la impotencia en cuestión de minutos. Aunque se cine a las
experiencias del
profesor
François Bégaudeau como docente, se le ha añadido una historia ficticia
sobre una agresión protagonizada por un alumno y el consiguiente proceso
disciplinario de que fue objeto, que confiere cierto suspense a la
trama.
Premios: Palma de Oro en
la última edición del Festival de Cannes
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Laurent Cantet. El director
Director
y director de fotografía francés (1961).
Hijo de
profesores de Instituto, obtuvo una maestría
en audiovisual en Marsella, e integró en
1984 L'IDHEC, en donde hizo amistad con los
más prestigiosos cineastas galos. Hizo allí
su primer cortometraje, L’Etendu
(1987) y se diplomó en 1986 con el film
Chercheurs d'or. Tras ello realizó
varios cortometrajes en los que ya aparecen
sus temas predilectos, la lucha de clases
Tous a la manif (Prix Jean-Vigo 1995) y
los conflictos familiares Jeux de plage.
En 1998 dirigió La isla sanguinaires,
Les sanguinaires, en 1999 realizó
Recursos humanos, Ressources humaines,
en la que se examinan las relaciones padre e
hijo en una empresa y los problemas sociales
de la misma. Los problemas laborales fueron
tratados en su film El empleo del tiempo,
L’emploi du temps, premiado en
Venecia en 2001. En Hacia el sur,
Vers le sud, (2005) revisa la miseria
social de unos y la sexual de otros. Su
obra, Entre les murs, 2008, es sobre
el medio escolar.
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François Bégaudeau. Autor de la novela y protagonista del film
De padres profesores, pasó toda su
infancia en Nantes. Muy aficionado al ftublo, que jugó, y se refleja en
su obra, en su periodismo y en sus actuaciones. Durante sus estudios
universitarios en letras modernas, integra el grupo punk rock Zabriskie
Point, en el que es vocalista.
Entre su vida activa como profesor de
francés dedica su tiempo a la escritura, publica varias novelas y ejerce
la crítica cinematográfica en Cahiers du Cinéma.
En 2006, por su tercera novela, Entre
les murs, es premiado con el Prix France Culture/Télérama et el
reconocimiento tanto de la crítica como de los lectores.
«No debemos olvidar que tanto en una
película como en un libro está el efecto artístico. En otras palabras,
aunque se intente reproducir la realidad e incluso su monotonía, una
película y un libro se componen de excepciones. Muchos lectores del
libro me han dicho: “Pues sí que pasan cosas en las aulas”. Pero no ven
que solo he contado los mejores momentos porque era necesario para el
libro. Si todos se callan, no hay escena. La clase de las ocho de la
mañana, donde todos los alumnos están dormidos, no da nada para contar».
(Comentario de François Bégaudeau). |
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Docu-ficción o realidad. Comentarios sobre la película.
Casi todos los conflictos de la
sociedad actual tienen su reflejo en un aula de instituto. Así lo
entendió el cineasta francés Laurent Cantet, que se propuso explorar las
tensiones de la sociedad multiétnica en la que vive a través de los
adolescentes de un instituto. Unos chicos y chicas en torno a los 14
años, alumnos de un liceo multirracial de un popular y conflictivo
barrio de París, a los que convirtió en actores. Cantet la rodó tras un
año de preparativos y ensayos con los muchachos de origen magrebí,
subsahariano, chino y francés de clase obrera. Trabajaron en un taller
de arte dramático junto a sus profesores y padres. El resultado es una
enternecedora película con alma y armazón de documental que proporcionó
a Cantet la Palma de Oro en el último festival de Cannes. (de
El mundo en el aula, reportaje del 12.01.09 de El
Norte de Castilla, de Miguel Lorenci.
Muchos han visto la película como un
documental sobre la vida real. El empeño de Cantet y su equipo en
reproducir la realidad de un año escolar, en un aula del instituto
Françoise Dolto de la (multicultural) periferia parisina, ha convencido
a muchos de que lo que veían no podía ser otra cosa que lo que había
pasado de verdad entre esas mismas cuatro paredes. Que los chicos de la
clase fueran alumnos de ese mismo instituto, que François Bégaudeau, el
profesor protagonista, fuera en la realidad también profesor de un
instituto similar y autor del libro en el que está basada la película y
el tono franco, directo y documental de la cinta, han contribuido al
espejismo.
(de
un reportaje de Sara Brito en Público, del 12.01.2009)
«Entiendo que al principio el filme
se tomara como un documental, queríamos que fuera así. Pero llegado un
punto, la película empieza a subrayar a ciertos personajes y a tomar una
narrativa distinta a la de un documental», argumenta el director.
Más allá de la anécdota, la confusión
apunta a uno de los cauces por los que anda el cine contemporáneo y que
la selección del festival de Cannes se encargó de subrayar: allá donde
las fronteras entre documental y ficción están cada vez menos definidas
y donde el cine está empeñado en acercarse a la realidad. «Es una
tendencia fuerte en el cine de hoy y creo que es una respuesta a un
mundo cada vez más complejo. Quizás el cine está haciendo suyas las
preguntas que plantea el mundo y trata a cambio, si no de dar
respuestas, sí de aportar herramientas para el debate», dice Cantet.
El instituto Françoise Dolto en el
distrito XX de París es el mundo. Y el aula de lengua francesa del
profesor Françóis Bégaudeau radiografía de una democracia imperfecta la
constatación de que el lenguaje es el principio de toda identidad. «La
mejor herramienta para encontrar tu lugar en el mundo es la lengua»,
admite Cantet, «y lo interesante de François es que no ejerce de
censor». La clase es una estimulante batalla campal de la palabra.
El instituto es para Cantet «el lugar
en el que uno empieza a descubrirse, a pensar en el sitio que va a
ocupar en el mundo. Y también es el último lugar donde está la mezcla
social y étnica en la sociedad. A partir de ahí habrá una primera
selección brutal, donde muchos van a desaparecer».
Ese inicio de la criba entre los
admitidos y los desterrados del sistema es uno de los grandes temas de
La clase. Es el caso de Sulemayne, el joven de origen africano, que
acaba siendo ejemplo de «la exclusión total, de aquel que no tiene
cabida alguna en el sistema», explica el director.
También es el caso de la joven que
aparece en la parte final del largometraje, Enriette, «alguien que no
entiende qué hace, que no entiende en qué consisten las reglas del
juego». Pero como en el resto de la filmografía de Cantet de profundas
raíces sociales esta es una película sin culpables ni héroes absolutos.
«Cuando creo un personaje siempre
intento reflejar la complejidad. En la vida nadie es totalmente heroico
constantemente. Puedes serlo durante 10 minutos, pero luego dejas de
serlo. Y eso es lo que intento reflejar en la película, tanto en los
chicos como en los profesores. Cuando piensas en François: seis horas
diarias, con 25 alumnos que lo bombardean a preguntas y además van a por
él... hay momentos con altibajos, de errores y contradicciones», nos lo
podemos imaginar.
Cantet comenzó a pensar en esta
película poco después de concluido el rodaje de Hacia el Sur,
época en la que François Bégaudeau, profesor de profesión, presentaba su
novela «Entre les murs». El director decía al respecto que «por una vez,
un profesor no escribía para saldar cuentas con adolescentes,
presentados como auténticos salvajes o verdaderos tarados. Leí el libro
y tuve la sensación de que aportaba dos cosas a mi proyecto inicial: en
primer lugar, una especie de marco documental del que carecía, y que
tenía la intención de suplir pasando unas semanas en un instituto; en
segundo lugar, el personaje de François y la relación con sus alumnos.
Condensó y encarnó las diferentes facetas de los profesores que yo había
imaginado».
Cantet nos pone frente a un personaje
idealista, que no claudica, pero que cae en la cuenta de las
limitaciones de su idealismo. «Todos mis personajes son unos idealistas
que sueñan con la utopía. Pero también es cierto que se topan con mi
pesimismo, que piensa que el sistema es siempre más fuerte que el
individuo», admite el director. Aún así no desespera: «Justamente lo que
quiero enseñar es que hay que seguir negociando con la realidad para
alcanzar, si no la utopía, sí la mayor justicia posible». |
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Atención a la diversidad en un aula multiétnica: educación intercultural
Por
Francisco Oñate Marín
Fuente: El Lapicero
4
noviembre 2008
En
el siglo XXI, España ha dejado de ser un país de emigrantes, como
sucedió en el siglo anterior, para convertirse en un país de
inmigrantes. La óptima situación económica que disfrutaba nuestro país
hasta hace muy poco tiempo ha permitido que personas de diferentes
países, lenguas, culturas y religiones lleguen al territorio español día
tras día con la idea de un progreso en sus vidas y en la de sus
familias. Estas personas traen consigo, como ya he comentado, diferentes
lenguas, culturas y religiones, al igual que diferentes formaciones
académicas; es decir, muchos de los extranjeros que vienen a España
tienen incluso estudios universitarios importantes en sus países de
origen. Es por eso que nuestro país ya no es un país monoétnico, sino
que estas personas han traído consigo en sus largos viajes un “saco de
costumbres” que nos han ayudado a abrir nuestras mentes hacia un mundo
nuevo y plurilingüe.
Es
obvio que al haber personas de lugares tan diferentes nuestra cultura se
ve enriquecida, pues sumamos nuevos modos de ver la vida al que ya
conocíamos nosotros. Sin embargo, a la hora de enfrentarse a una clase
en la que haya alumnos y alumnas de diferentes nacionalidades, la cosa
puede complicarse hasta límites insospechados. Es probable, sin embargo,
que por más problemas de adaptación que la inmigración pueda traer
siempre será a largo plazo más beneficiosa y culturalmente enriquecedora
que la carencia de la misma. Cada alumno trae unas costumbres propias
consigo que son a veces difíciles de conjugar con las de los demás
niños. Si hablamos de alumnos de Educación Infantil o del primer ciclo
de Primaria, la tarea que afronta el maestro puede ser aún más
complicada, ya que cuando se trata de niños más pequeños, éstos no son
capaces de entender la multicidad étnica de sus clases, y por tanto no
entienden cómo un niño árabe, por ejemplo, no puede tomar desayuno en
ciertos días del año.
Hay
que ser consciente de que la diversidad cultural que presenta una clase
con alumnos de distintas nacionalidades es un arma de doble filo. Es
indudable que tal diversidad permitirá a nuestros alumnos más pequeños,
que serán los hombres del mañana, ser personas abiertas y tolerantes
hacia una problemática que afecta a la sociedad de todo el mundo. Sin
embargo, es esta misma diversidad la que puede conllevar ciertos
problemas de adaptación tanto al alumno extranjero como al alumno
autóctono. Es decir, si, como dije anteriormente, a un niño español le
cuesta entender que un alumno musulmán no desayune en ciertos días del
año, probablemente también al alumno musulmán le cueste entender por qué
los otros niños sí desayunan en esos días del año. Por tanto, la
adaptación a una clase con diversidad étnica ha de tener lugar por ambas
partes, la nacional y la extranjera, lo que llevará por ende a un
enriquecimiento mutuo.
Desde el punto de vista del docente, atender correctamente a la
diversidad demanda un gran esfuerzo; sin embargo, si se logra hacer
bien, también trae una enorme recompensa y satisfacción. Hemos de ser
conscientes de que los maestros de Educación Infantil somos las puertas
de entendimiento entre los alumnos de diferentes etnias y los alumnos
españoles; pero no sólo eso, sino que también lo somos para los padres
de alumnos extranjeros, ya que a veces llevan tan poco tiempo en España
que no conocen bien el idioma, y les resulta complicado entenderse con
otras personas. Por eso si nosotros hacemos bien nuestro trabajo, esos
padres verán en nosotros una fuente de ayuda, lo que puede reportarnos
grandes recompensas, pues si el ambiente de casa es el adecuado, el
alumno trabajará y se relacionará mejor con sus compañeros.
Cuando los alumnos entran a clase el primer día y ven a otros alumnos de
color diferente a ellos, o que hablan en otro idioma, se sorprenden. Por
eso, creo que una buena idea para normalizar la situación es una tarea
de presentación. He realizado este experimento en varias ocasiones, y
los resultados han sido siempre buenos, además de presentarse una
diferencia bastante amplia entre la relación de los niños con sus
compañeros cuando se ha realizado el experimento y cuando no ha tenido
lugar. El experimento es el siguiente: existen tres ámbitos diferentes
donde podemos ver con más claridad las diferencias étnicas: las comidas,
la religión y la ropa. Son tres ámbitos muy fácilmente reconocibles para
los alumnos más pequeños (probablemente el más complicado es el
religioso, que se podría abordar en su dimensión lúdico-festiva u obviar
completamente en esta etapa según considere cada profesor en función de
la opinión de los padres). Por eso a los alumnos se les pide que al día
siguiente vengan vestidos con algo típico de sus países y que traigan
una comida típica para ellos, algo sencillo que pueda ser elaborado en
sus casas sin dificultar la tarea de los papás. Así, al día siguiente en
asamblea cada alumno explica su ropa, y da a probar un poco de su
comida, explicando previamente qué es y cuando es típico comerlo. A
veces he pedido también a los padres y madres que pudieran venir a clase
que ayudaran a sus hijos con estas explicaciones. De este modo no sólo
los niños y niñas aprendían algo sobre otras culturas sino que también
lo hacen los padres. Y este punto es importante, ya que a veces no es
tan necesario abrir las mentes de los más pequeños como lo es abrir la
de sus padres y madres, ya que si en casa oyen cosas diferentes a las
que les enseñamos en clase los alumnos acabarán sin saber qué creer, y
esta confusión afectará enormemente al comportamiento del alumno dentro
del aula. En cuanto a la religión, esta es la parte más difícil de
explicar para los alumnos. A veces les he pedido que traigan una foto de
sus dioses para que el resto de alumnos entiendan que hay otros dioses
además del suyo, y que todos ellos son tan válidos como el suyo. Gracias
a esta exposición, los alumnos pueden llegar a entender por qué algunos
compañeros suyos no celebran la semana santa o la navidad de la misma
manera que nosotros, o no la celebran en absoluto; de la misma manera
los alumnos españoles pueden entender cómo algunos de sus compañeros
celebran algo llamado ramadán o la peregrinación a la meca en caso de
los musulmanes, y el año nuevo chino, el festival de los Botes Dragón y
el festival de medio otoño, en el caso de la cultura china.
Es
por todo esto, y con vistas a que los alumnos más pequeños de todo el
sistema educativo acepten con total normalidad las diferentes culturas
que pueblan nuestras aulas, que todas las fiestas más importantes que se
celebren en las comunidades de procedencia de nuestros alumnos son
recreadas de algún modo en nuestra aula. Por tanto, entre finales de
enero y principios de febrero, diseñamos un pequeño dragón bajo el cual
bailaremos para celebrar el año nuevo chino ataviados con los colores
rojo y dorado que, para esta cultura atraen la buena suerte, o
explicamos y hablamos del ramadán cuando este mes concurre en el
calendario lunar árabe, con la ayuda de algún padre o madre que se
ofrezca voluntario para ayudar a su hijo o hija en sus explicaciones. Es
decir, nos interesamos por las costumbres de todos los alumnos y alumnas
del aula.
Gracias a estas medidas y a algunas otras que son comunes a todas las
aulas, como el respeto por el compañero o la integración de todos los
miembros del aula en un solo grupo heterogéneo, los alumnos de Educación
Infantil aprenderán a comportarse de forma respetuosa en un mundo donde
la diversidad cultural se da de muchas maneras y probablemente se
seguirá dando cuando los niños que hoy tienen tres años tengan mañana
veinte.
En
definitiva, el aula es el marco ideal para enseñar a los alumnos de
distintas razas, lenguas y religiones que conviven en ella a respetar
las diferencias de los otros y aportar lo mejor de su cultura para que
de ahí surja una sociedad futura en la que el respeto, la igualdad y la
tolerancia sean la nota predominante.
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©Enrique
Martínez-Salanova Sánchez |
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