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El método
de Paulo Freire
El método de Freire es fundamentalmente un método
de cultura popular, que, a su vez, se traduce en una política popular:
no hay cultura del pueblo sin política del pueblo. Por este motivo, su
labor apunta principalmente a concienciar y a politizar. Freire no
confunde los planos político y pedagógico: ni se absorben, ni se
contraponen. Lo que hace es distinguir su unidad bajo el argumento de
que el hombre se hace historia y busca reencontrarse; es el movimiento en el
que busca ser libre. Ésta es la educación que busca ser práctica de la
libertad.
La metodología surge de la práctica
social para volver, después de la reflexión, sobre la misma práctica y
transformarla. De esta manera, la metodología está determinada por el
contexto de lucha en que se ubica la práctica educativa: el marco de
referencia está definido por lo histórico y no puede ser rígido ni
universal, sino que tiene que ser construido por los hombres, en su
calidad de sujetos cognoscentes, capaces de transformar su realidad.
La manera en que Freire concibe la metodología
quedan expresadas las principales variables que sirven de coordenadas al
proceso educativo como acto político y como acto de conocimiento; éstas
son: la capacidad creativa y transformadora del hombre; la capacidad de
asombro, que cualquier persona tiene, sin importar la posición que ocupe
en la estructura social; la naturaleza social del acto de conocimiento y
la dimensión histórica de éste.
Otras características del método de Freire son su
movilidad y capacidad de inclusión. Por ser una pedagogía basada en la
práctica, ésta está sometida constantemente al cambio, a la evolución
dinámica y reformulación. Si el hombre es un ser inacabado, y este ser
inacabado es el centro y motor de esta pedagogía, es obvio que el método
tendrá que seguir su ritmo de dinamicidad y desarrollo como una
constante reformulación.
La palabra y la imagen
generadora
Las lecciones para los adultos se
organizaban a partir de la palabras generadoras, por
medio de diapositivas, fotografías, dibujos o carteles que
generaban un diálogo. En Brasil podía comenzar por la palabra
generadora tijolo (ladrillo), a partir de una
imagen o fotografía de un ladrillo. En Chile, comenzaba por la
palabra trabajo, y la imagen de alguien trabajando, según
el entorno, urbano o campesino en el que se encontrara el grupo
de adultos y las experiencias vividas por ellos.
Los participantes de los círculos de
cultura dialogaban entre sí y con quien dirigía el debate, sobre
los contenidos asociados a las diferentes figuras, y la
repercusión en su propia vida. En ocasiones, cuando había
posibilidades, se trabajaba con películas y grabaciones que se
convertían en generadoras de diálogo. |
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