En su acepción tradicional e incluso en la
práctica docente, suelen confundirse la medición y la evaluación y, en
consecuencia, hasta se identifican sus técnicas. Por esta razón, como en
otros lugares de este texto, es conveniente, o necesario, hacer la
referencia sobre los conceptos, muy utilizados poro casi nunca
aclarados. Los alumnos habrán así, antes de iniciar su tarea, definido
los términos.
Medición.
La
medición «es la expresión objetiva y cuantitativa de un rasgo y sólo se
transforma en elemento en cuanto se la relaciona con otras mediciones
del sujeto y se la valora como una totalidad».
La
evaluación es el proceso mediante el cual se emite una serie de juicios
sobre la base de cierta información recibida; la medición es el proceso
que proporciona tal información y podríamos localizarla en un lugar
subordinado y como sirviendo a los propósitos de la evaluación.
Evaluación.
La
evaluación es un proceso integral que permite valorar los resultados
obtenidos en términos de los objetivos propuestos, acorde con los
recursos utilizados y las condiciones existentes.
Esto
implica la obtención de informaciones que permitan la elaboración de
juicios «válidos» acerca del alcance de determinado objetivo, de la
eficiencia de un método, etc. Para el logro de esas informaciones la
evaluación utiliza la medición, la cual garantiza datos más válidos y
confiables en los cuales fundamentar los juicios.
«La
evaluación educacional ha sido, y hasta cierto punto sigue siendo, un
proceso más bien estancado de pruebas estandarizadas, calificación,
colocación, certificación y acreditación, que sirve para mantener pautas
normativas...» «La definición de la evaluación como medición se limita
evidentemente, sólo a aquellas cosas que pueden ser medidas con pruebas
estandarizadas».
Objetivos e instrumentos de evaluación.
Los
diferentes ámbitos de conducta a que pertenecen los objetivos de
aprendizaje (cognitivo, psicomotriz y afectivo) exigen por su propia
naturaleza diferentes instrumentos. La evaluación es mucho más
comprensiva y abarcadora que la medición. La primera es más compleja,
supone la interrelación de múltiples factores, en los cuales se
encuentra la medida misma. «La medición es una pericia técnica
y la evaluación un acto educativo (en tanto juzga y valora el alumno)».
«Para hacer actos valorativos se deben atravesar momentos y actos de
medida».
La evaluación como mera congruencia entre objetivos-resultados.
Una
de las funciones de la evaluación consiste en comprobar, de modo
sistemático, en qué medida se han logrado los resultados previstos en
los objetivos propuestos. Esto implica una congruencia entre las
expectativas o conductas esperadas y sus logros. Las definiciones
tradicionales de evaluación le han otorgado una interpretación temporal
en el proceso enseñanza-aprendizaje que en la práctica se traduce a
técnicas terminales que se limitan a una comprobación de productos o
resultados.
Cada
modificación de conducta que se produzca en los alumnos, en los
profesores, o en las experiencias de aprendizaje en general, aporta
elementos de diagnóstico que servirán de guía para replantear los
objetivos o para una nueva selección y organización de las actividades o
de los mismos instrumentos de evaluación.
En
consecuencia, si bien es deseable una congruencia entre lo previsto y lo
logrado, el carácter intrínsecamente continuo y dinámico de la
evaluación exige una constante retroalimentación.
La evaluación no es una actividad aislada del proceso formativo
La
evaluación es un proceso continuo y acumulativo. Es una acción inherente
y simultánea al quehacer educativo. Estas características implican la
inoperancia de la evaluación como una actividad aislada, a veces
realizada como cortes del proceso enseñanza-aprendizaje (fechas o
períodos de evaluación formal acompañados psicológicamente de un clima
de tensión particular).
Toda
clase es una oportunidad para «reunir evidencias» de la actuación de los
alumnos y de nuestra acertada o no-selección de objetivos y de medios
para la conducción del aprendizaje.
Objetividad técnica frente a objetividad educativa.
La
errónea identificación medición-evaluación lleva en la práctica
pedagógica a una confusión de los instrumentos de ambas. La «objetividad
técnica» solo se logra cuando se dispone de un instrumento de
calificación imparcialmente aplicado. Es evidente que sólo algunas de
las conductas del dominio cognitivo (conocimiento de hechos específicos,
de clasificaciones y categorías, etc.) pueden «medirse» a través de
pruebas objetivas de rendimiento escolar. Pero los otros ámbitos de
conductas (psicomotriz y afectivo) e incluso las categorías superiores
de ámbito cognitivo (ej.: comprensión, interpretación, extrapolación,
análisis de los principios de organización, etc.), exigen por su
naturaleza compleja instrumentos de evaluación diferentes.
Algunos autores distinguen la objetividad técnica de la objetividad
educativa. Esta última implica una actitud crítica que analice las
diversas causas del rendimiento. La medición es sólo «un dato», que se
comprende en función de un contexto que es la situación humana de cada
alumno, el nivel del grupo, el tipo de institución, el ámbito
socioeconómico de la comunidad a la que pertenece la escuela, etc.
Mitificación de la objetividad.
Las
«notas» parecen estar revestidas del máximo de objetividad. Sin embargo,
las calificaciones pueden ser tan subjetivas como la apreciación
cualitativa de los resultados. La enseñanza tradicional adjudica al
profesor la autoridad para determinar el éxito o fracaso de sus alumnos.
Si bien es bastante cuestionable dicha autoridad, es evidente que su
objetividad está imbuida de características personales. En consecuencia
la nota carece de idoneidad para una operación tan simple como es la
calificación. Las cifras adquieren diferente grado de significación en
diferentes contextos. El sistema numérico de calificaciones externamente
tan «técnico y aséptico», es distinto en cada profesor y también en la
valoración de los alumnos.
El
criterio tradicionalmente empleado, que consiste en comparar a los
alumnos entre sí, carece de todo fundamento. «El alumno será calificado
sobre la base de su actuación frente a un standard predeterminado y no
con relación a sus pares».
La evaluación como actividad final.
Si el
aprendizaje se enfoca en función de una actitud dialogal y por ende
cooperativa entre docentes y alumnos, ya sea en el planteamiento como en
la ejecución de las experiencias de aprendizaje, se impone una
evaluación permanente. Una estrategia metodológica efectiva requiere dos
tipos de evaluación:
a).
Una constante evaluación formativa «que proporciona la información
necesaria para individualizar la instrucción y detectar las deficiencias
de aprendizaje».
b).
Una evaluación sumativa «que proporciona información acerca de cómo han
cambiado los alumnos con respecto a los propósitos del curso».
«El
propósito primario de la evaluación sumativa es calificar a los alumnos
de acuerdo con su rendimiento, teniendo en cuenta los objetivos
propuestos (evaluación como congruencia objetivos-resultados), de allí
que su sentido real sea final». Este replanteamiento de las concepciones
de evaluación trae aparejado una modificación de las políticas y
prácticas de las calificaciones escolares tendentes a diseñar y emplear
procedimientos de evaluación formativa como «medida de control de
calidad» del progreso del aprendizaje. «El problema no consiste en
separar a los alumnos sino en asegurarse de que todos en efecto aprenden
hasta lograr los niveles esperados».
La evaluación debe facilitar la toma de
decisiones.
La
evaluación como actividad final reviste el carácter de fallo fiscal en
sí misma; carece de valor orientador y motivador. El alumno no
modificará su aprendizaje ante un plazo ni ante un «debes ser más
aplicado». Por el contrario, el conocimiento gradual y acumulativo de
los alumnos es un recurso de sondeo de la situación que «provee
información para emitir juicios y adoptar medidas de acción en
situaciones en las que hay que tomar decisiones. Una decisión es una
elección entre alternativas y una situación de toma de decisiones entre
un conjunto de alternativas».
Una
oportuna decisión del grupo y/o profesor, ya sea para volver a revisar
lo planeado o reajustar los procedimientos de enseñanza, podrá dar
elementos correctivos útiles. Es obvio que no pueden esperarse los
resultados de los exámenes finales para redefinir los objetivos.
La evaluación como
feedback.
Concebir la evaluación como proceso y admitir el valor de la evaluación
formativa y sumativa, involucra la intrínseca necesidad de identificar
la educación con el proceso de comunicación, cuya característica
esencial es la reversibilidad, retroalimentación o feedback. El acto de
comunicación exige un constante cordón de transmisión viva que supone la
ruptura de la dicotomía alumno-educador.
La evaluación como
diagnóstico-tratamiento
La
función explorativa de la evaluación permite determinar las necesidades
de los alumnos y las demandas de objetivos. La función de diagnóstico de
la evaluación permite obtener información acerca de la estimación de
necesidades, la selección y organización de experiencias, la elección de
material didáctico, etc.
En
síntesis, poder controlar la marcha del proceso. La función de
pronóstico permite interpretar los logros y presentar alternativas de
acción.
La evaluación como
información para la toma de decisiones.
En
educación se toman decisiones de distinta naturaleza que emanan de
diferentes fuentes: autoridades políticas, autoridades administrativas,
autoridades docentes (profesores, ayudantes, etc.) y los alumnos
organizados (organizaciones estudiantiles, asambleas, etc.). La
evaluación al servicio de la toma de decisiones asume su rol natural,
dándose en diferentes niveles según lo que se pretende lograr.
Por
ejemplo, se pueden tomar medidas que deriven de la realidad
socioeconómica; esto origina decisiones institucionales que deben
traducirse en objetivos como respuestas a las necesidades del
diagnóstico socioeconómico.
De
las funciones de la evaluación y de las características antes
mencionadas se desprende que ésta constituye un proceso integral que
abarca el progreso académico del alumno (información, conocimientos,
interpretación, etc.) y sus actitudes, intereses, hábitos de trabajo,
etc.
En síntesis la evaluación es:
1. «Un proceso que
incluye una gran variedad de evidencias además de los exámenes parciales
o finales». «Un método de adquisición y procesamiento de las evidencias
necesarias para mejorar el aprendizaje y la enseñanza».
2. «Un sistema de
control de la calidad en el cual puede ser determinado en cada etapa
el proceso de enseñanza-aprendizaje, si éste es efectivo o no, y si no
lo es, qué cambios deben realizarse para asegurar su efectividad».
3. «Un instrumento de la
práctica educativa que permite comprobar si los procedimientos
utilizados son igualmente efectivos en el logro de los fines
educativos».
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