Como requisito previo, imprescindible en un profesional de la educación,
ha de considerarse una especial inclinación, amor y confianza en la
tarea trascendente de educar, de transmitir parte importante de sí mismo
a los demás con fines de servicio. Se trata, en suma, de lo que muchos
entienden por vocación, aunque este término se preste a distintas
matizaciones. Es imprescindible que el profesor posea cualidades
específicas de su profesión.
Gran confianza en la educación, en su trabajo concreto. Sin fe auténtica
en los frutos del proceso que él dirige, difícilmente será capaz de
vivirlo con ilusión y entusiasmo y mucho menos transmitirlos a sus
estudiantes. La educación, adecuación a los comportamientos sociales de
un grupo humano, o socialización, se transmite de generación en
generación y es en su mayoría inconsciente. La transmisión se realiza
normalmente por modelos humanos, por contagio.
Respeto hacia los alumnos, que ha de manifestarse en actitudes de
comprensión, ayuda, simpatía, justicia...
Sociabilidad y comunicabilidad como actitudes que favorecen los procesos
de interacción psicológica y social en que inevitablemente ha de basarse
el proceso formativo. El profesor debe ser capaz de abrirse a los demás
y ofrecer sus conocimientos, sus ideas y su amistad.
Respeto y cultivo de los valores humanos: morales, intelectuales,
culturales, etc. Actitud de continuo perfeccionamiento en todas las
dimensiones de la persona.
Aptitudes para la
enseñanza
Es evidente que todo trabajo requiere unas capacidades mínimas sin las
cuales puede resultar difícil, casi imposible, alcanzar cotas elevadas
de eficacia.
Para la profesión docente cabría indicar algunas:
-
Estabilidad emocional
-
Dominio del lenguaje y otros códigos útiles para la comunicación
-
Capacidad de reacción ante situaciones inesperadas en un proceso activo
de enseñanza
-
Capacidad de adaptación a las circunstancias del alumno
-
Normalidad física: voz, capacidad de movimientos, etcétera
Estos factores son estupendos colaboradores que facilitan el buen hacer
del profesor, no obstante el elevado número de variables que intervienen
en el proceso de comunicación intelectual y espiritual entre docente y
alumno hace que ciertas deficiencias puedan ser compensadas sobradamente
con recursos de otra naturaleza, que la voluntad firme y el amor por el
trabajo bien realizado pueden potenciar.
Dominio de la materia
que ha de enseñar
Es innegable la importancia de que el profesor domine perfectamente el
conjunto de saberes que ha de usar como medio de formación. Durante
mucho tiempo se ha prestado gran importancia a este aspecto con olvido,
incluso, de los demás. Gran número de profesores ha sido seleccionado
atendiendo, exclusivamente a su preparación científica, a su
cualificación de «experto». La situación actual es bien distinta, se
tiende a restar importancia a este factor y existe el riesgo de caer en
el extremo opuesto: formar profesionales que sepan cómo han de enseñar
pero que ignoren o conozcan defectuosamente lo que han de enseñar.
El error de antaño ha de corregirse añadiendo a aquella rigurosa
preparación científica los demás requisitos para la buena docencia; no
es lógico pretender desarrollar un miembro mutilando otro. La
instrucción, que el profesor debe proporcionar al alumno, se basa
fundamentalmente en la transmisión de conceptos, instrumentos,
contenidos y principios.
Preparación técnica
docente
Es este un aspecto de enorme actualidad porque es en los últimos años
cuando se ha empezado a prestar atención a la preparación pedagógica del
profesor de enseñanzas medias y superiores. El profesorado de enseñanza
general o primaria gozaba ya de este tipo de preparación.
Los procesos de aprendizaje, la metodología de trabajo que el profesor
debe proporcionar a los alumnos, se basa fundamentalmente en la
transmisión de estrategias que el alumno debe aprender porque son
fundamentales para su supervivencia, su futuro académico, profesional y
laboral. De ahí el cuasi axioma: «Importan más los procesos que los
resultados», ya que los procesos permanecen de por vida y los
resultados son productos de buenos procesos, pero pueden ser poco
permanentes.
Se admite hoy sin discusión que el profesor ha de conocer y saber
aplicar técnicas educativas que, potenciando sus propios recursos
naturales, permitan obtener la máxima rentabilidad de su trabajo y el de
sus estudiantes. En la actualidad se considera imprescindible que el
profesor, cualquiera que sea su especialidad, conozca y aplique
conceptos de psicología del aprendizaje y evolutiva que le permita
conocer mejor a sus estudiantes y los principios que rigen los procesos
de aprendizaje y de orientación escolar.
Técnicas de
programación y evaluación educativa
-
Métodos de enseñanza adecuados a los objetivos que han de ser alcanzados
-
Utilidad y manipulación de los recursos que la tecnología actual pone a
su disposición
-
Un conjunto de habilidades que le confieran un «saber estar» en el aula
y «saber dirigir» el trabajo escolar en gran grupo, grupos coloquiales o
de trabajo y tareas individuales
En suma, que se convierta, en mayor o menor grado, en un técnico de
educación capaz de definir con precisión los objetivos de la enseñanza y
prever las estrategias más oportunas para alcanzarlas, teniendo en
cuenta los intereses y capacidades de sus alumnos y el tipo de
conocimientos que han de ser utilizados o aprendidos. Con estos
criterios, los contenidos, cuya enorme importancia se ha destacado
antes, son sólo medios para lograr los fines educativos.
Conocimiento y
transmisión de habilidades para la búsqueda de empleo
En otros lugares de este texto, se afirma que el profesor está en
constante puesta al día, no solamente en lo que a su profesión se
refiere, sino también en todo aquello que tiene que ver con el dominio
del mundo laboral en que se encuentra. Su misión es formar para el
trabajo, y ya desde la escuela infantil, pasando por todo el sistema
educativo, se debiera tener en cuenta la futura ocupación del alumno.
Se da con cierta frecuencia, más en la universidad y en tribunales de
oposiciones, que algunos profesores son celosos de que otras personas
accedan a su profesión. Pareciera que se van a ver disminuidos
profesionalmente, que les van a quitar trabajo o que van a tener en el
futuro que competir con sus propios alumnos. Aunque fuera cierto, la
misión fundamental del profesor es transmitir conocimientos, habilidades
y destrezas, pero también comportamientos profesionales y vías de acceso
al trabajo. |