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Las historias reales de un imaginativo puro
Prólogo de Juan José Ceba
Poeta
y maestro
Fueron
los días felices de la Revista
«Aularia», impulso educativo que, desde la
ciudad de Almería, extendió por España una visión nueva, creativa e
ilusionada de la enseñanza. Otra manera de ver las cosas, de estar y ser
para la educación y compartir el mundo la tradición y la modernidad en el
siempre alegre y asombroso
«país de las aulas».
Era su
director o Alcaide mayor de Villa y Corte, Enrique Martínez-Salanova
Sánchez, nuestro querido y admirado amigo, escritor de sorprendente
naturalidad y viveza.
Aquellas reuniones del Consejo de Redacción de la Revista eran harto
sabrosas y divertidas, un río de cuatro afluentes al que llegaban el rigor,
la información incesante, el entusiasmo, el equilibrio, un espíritu de
libertad -como he conocido pocos- y el tejer y destejer de los imaginativos
del grupo, que alcanzábamos las cimas deliciosas del esperpento, y del
delirio creativo, si bien siempre, había quien se encargaba de bajarnos a
tierra y cortarnos las alas.
Con
las plumas de aquellas alas escribimos y dibujamos mucho de lo que allí se
publicó.
Fue
«Aularia» una revista acogida con cariño y avidez por cientos de lectores.
Fue también un fantástico aglutinante y dinamizador de sensibilidades
andaluzas. Planteábamos los problemas más serios y acuciantes con un sentido
completamente muevo, sugestivo y original en la historia de las
publicaciones educativas.
Reivindicábamos, entre otras muchas cosas, la risa general básica,
la buena
salud mental del profesorado, capaz de reírse de si mismo y de las
situaciones disparatadas que a diario se producen en el aula.
Con
esa cuna tan propicia fueron naciendo los personajes de este libro, la rueda
de personajes vivos y encantadores que, inmersos en una desbordante
corriente de despropósitos y anacronismos, nos deleitaban con asombrosas
peripecias.
El
núcleo de las historias, tan sabiamente aderezadas eran anécdotas geniales,
hechos vividos y situaciones que rebasaban todos los límites de lo
imaginable, ocurridas en las clases. Y contadas con una gracia llena de
sutilezas y registros fascinantes. Enrique disfrutaba escribiendo y contando
sus relatos. (Esto lo agradecerán especialmente los lectores que van a
entrar en el rapto dichoso de esta obra). Enrique es un excelente
narrador, con una capacidad enorme de observación y penetración de la
realidad, con una memoria prodigiosa para rescatar escenas grotescas y
esperpénticas sucedidas en los Centros Educativos a lo largo del tiempo, más
o menos
«hace un millón de años», título con el que fueron apareciendo los
diferentes capítulos de
«El puntero de D. Honorato, el bolso de Doña Purita
y otros relatos para andar por clase», por entregas primero en
«La Voz de
Almería» y casi al mismo tiempo en la Revista
«Aularia» de educación.
Lo más
feliz que puedo decir sobre este maravilloso, lozano, jugoso y divertido
conjunto de: relatos -para expresarlo con el término que acuñamos en
«Aularia»-
es que estamos ante el libro más
glasbolórdico que he leído en mi
vida. Libro para tenerlo en la mesita de noche, para espantar insomnios,
para limpiar el alma de los malos vientos, para mirarse en el espejo del
trabajo cotidiano en la Escuela y aprender -para siempre- a reírnos de
nosotros mismos; obra para mejorar la salud mental del profesorado, para
borrar rutinas y depresiones; para reflexionar en inmersión sobre el trabajo
sin sentido, los aprendizajes desprovistos de significación, la selección
arbitraria de contenidos y actividades, la imposición -tosca o sutil- como
sistema. Por las aulas del estos maestros singulares, Don Honorato y Doña
Purita, se suceden técnicas y métodos insólitos, evaluaciones como mordazas,
las grandes contradicciones y anacronismos que llenaban y, aún siguen
llenando, los Centros Educativos, expresado todo con ese. humor crítico y
hondo, que va de la acidez amable a la ternura.
El
deseo de cambio y de transformación, la creatividad como práctica diaria y,
un ansia irrefrenable de libertad en el aula, son la fuente nutricia de
estos relatos.
La
entrega de Enrique Martínez-Salanova Sánchez a la Pedagogía es absoluta
desde hace cientos de cursos, jornadas debates, escuelas de verano,
revistas, proyectos entusiastas... Llevó de la mano a la prensa hasta las
aulas andaluzas, eso si, tocado de un gorro de papel-diario de imaginativo
puro, armado de tijeras y de larga experiencia e ilusión renovada.
Vienen sus relatos ilustrados por los espléndidos dibujos de su hijo Pablo,
quien recrea magistralmente y con un humor prodigioso las hazañas contadas
por su padre, también un dibujante excepcional. Son ilustraciones de gran
calidad técnica, agilidad, imaginación portentosa, dotes de observación y un
movimiento extraordinario.
Tómense
estas historias en dosis moderadas después del desayuno, para ir a la
Escuela felices y radiantes. |