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De hace un millón de años a esta parte
Prólogo filosófico que no es absolutamente imprescindible leer
(aunque sí conveniente)
Enrique
Martínez-Salanova
Quienes
tengan el valor de enfrentarse a estas páginas han sido, para
bien o para mal, para su suerte o para su desgracia, clientes forzosos de la
institución escolar en todas o en alguna de sus variantes. Nadie se escapa a
ello. Por esta razón, cualquiera puede tener la tentación malsana de
confundir personajes ficticios con reales; o lo que es más grave,
identificar situaciones y anécdotas producto de la calenturienta
imaginación del autor con hechos sucedidos a ellos mismos, a parientes o a
conocidos.
Para
evitar malas interpretaciones les diré una cosa: Todo lo que se dice de aquí
en adelante, hasta el final, es absolutamente falso
(1).
Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Ni la escuela,
instituto o institución educativa, universidad incluida, que reflejan estas
memorias ha existido, ni existe ni existirá. Tampoco son reales Don
Honorato, ni Doña Purita, ni Mariloli, ni Ricardito, ni Manolín, ni Maripili,
ni el Dire, ni Rosarito, ni Don Crisanto, ni el puntero de Don Honorato, ni
el mapamundi que estaba en la pared según se mira a la derecha, ni ninguno
de los compañeros de la clase.
Usted,
querido lector, se puede tomar estos recuerdos como guste. Como una
diversión o como una novela histórica; como un relato de viajes por el
Aconcagua o como recreación de memorias de épocas pasadas hace infinidad de
años. Si algo de lo que aquí se relata le suena o le recuerda a algo,
deséchelo como un sueño, como algo del inconsciente que aflora y que, como
decía Freud (Froid para los amigos), reprimido es.
Si
desea tomarse estas páginas en broma, bien está. Si así es, mi consejo es
que las comente con su familia, con sus amigos y con sus vecinos. Si le es
posible, háblele de ello a Manolín, o a Gutiérrez, que tal vez sea su vecino
del tercero o del quinto derecha. En este caso, piense que cualquier tiempo
pasado fue mejor. En cualquier caso, no se traumatice hasta el punto de
renegar del presente o de temer al futuro.
En el
caso hipotético de que se lo tome excesivamente en serio, es mejor que deje
las cosas como están. Si es posible, no lo remueva en demasía porque puede
darse cuenta de que desgraciadamente tal vez todo lo que aquí se cuenta siga
sucediendo hoy mismo. Para su salud mental le recomiendo que piense que las
comparaciones son odiosas (¡qué bien viene un refrán a tiempo!), y por
favor, no empiece a dudar de la idoneidad del profesor de sus hijos, o de
que todo lo que se escribe en estas memorias va con mala uva. En el caso de
que usted pertenezca a uno de los muchos gremios dedicados a la enseñanza,
tómeselo con calma, aplíquese el cuento si lo desea, pero por favor, no se
mosquee con el que suscribe porque el que se pica ajos come (otro refrán a
tiempo).
Cuando
recuerdo y escribo sobre estos temas
lo hago porque pienso que las experiencias recibidas en los primeros años,
no solamente marcaron de por vida nuestra personalidad, comportamiento y
hábitos de todo tipo, sino porque además han sido y serán, como primeros
recuerdos, duraderos y llenos de afecto y de amistad para con aquellos que
los sufrieron o gozaron con nosotros. Quién no se acuerda todavía de algún
Gustavito o Manolín, o de alguna Rosarito o Maripili, aunque no los haya
visto nunca más. O de Don Honorato, que tanto bien nos hizo, a pesar de su
puntero.
Tal
vez los únicos recuerdos objetivos que nos quedan de aquellos años sean un
boletín de notas o un cuaderno de caligrafía de páginas amarillentas. En
algunos casos conservamos ciertas fotografías
color sepia, como las de antes, cuando no se podía decir lo de ¡patata!,
porque había que aguantar sin moverse y en las que entraban muchísimos
niños, cuantos más mejor, por ahorrar foto. Desde aquello parece como si
hubieran transcurrido un millón de años
(4).
Menos mal que pasaremos a la posteridad gracias al nitrato de plata.
a. Todo lo que se dice de aquí en adelante es falso
b. Si me dicen que es falso, quiere decir que lo que me digan que es
falso, es verdadero.
c. Luego todo lo que me dicen es verdadero.
Menudo problema: si me lo tomo como verdadero, quiere decir que lo
que me han dicho que es falso no es falso, sino que es verdad, luego
es verdad que es falso, y falso que es verdad, luego todo es verdad
lo que me dicen que es mentira.
(Consejo del copista: Para aclararse es preferible que cada cual se
lo tome como pueda, y todos tan contentos).
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