El siglo XV
El siglo XV, según todos los datos a mi alcance, es el siglo que
comenzó en el año mil cuatrocientos y que además, para ser más
exactos, va inmediatamente después del siglo catorce y antecediendo
al siglo dieciséis.
Tras esta erudita y documentada introducción podemos erróneamente
pensar que todo está tan claro como la luz del día y que simplemente
con establecer las fechas el siglo XV queda definitivamente
enmarcado en la historia, tanto en la de antes como en la de
después, porque todo tiene su comienzo y su fin, su base y
fundamento en lo precedente y sus resultados en su consecuente.
Pues no. No es exactamente así. Nada es tan claro ni tan exacto como
a primera vista parece, y como se demuestra en este relato, la
objetividad de las interpretaciones históricas hay que asirla con
pinzas.
Y me remito a otros hechos, tan históricos como el que más, porque
fui testigo ocular de ellos. Muchos pueden pensar que existe un solo
siglo XV, por ejemplo. Sin embargo en mi escuela, y posteriormente
en el bachillerato, la cosa no se mostraba con tanta claridad, ya
que en los libros de texto, que eran la verdad absoluta, y en los
que nuestros profesores creían a pies juntillas, no había uno solo,
sino multitud de siglos quinces, infinidad de siglos diez y seis,
cantidad de siglos catorces, una variedad incalculable de siglos
diecisietes y dieciochos, unos cuantos menos siglos diecinueves y
casi ningún siglo veinte.
Porque en esos tiempos se estudiaba un siglo XV de Historia de
España, y al curso siguiente un siglo XV de Historia Universal, y en
otro libro un siglo XV de Historia del Arte, y en el mamotreto de al
lado un siglo XV de Historia de la Filosofía. Incluso es de señalar
que en el siglo diecisiete, o en cualquier otro siglo, todavía había
más complicaciones, ya que se añadía además la Historia de América,
en Arte, Acontecimientos, Filosofía y Literatura.
Todo por separado.
Y en Arte no digamos, porque se estudiaba un siglo quince o
dieciséis de pintura, otro de escultura, otro de arquitectura, otro
de literatura y otro de música, para armar mayor lío.
Y dentro de cada uno de ellos más siglos XV de pintura española,
flamenca, italiana o francesa.
Por todas estas razones, y algunas más de orden generacional,
estábamos hechos un mar de dudas. Cuando nos preguntaban por el
siglo XV, necesariamente debíamos devolver la pregunta, inquiriendo
sobre cual de los siglos XV se trataba, si el de pintura, o el de
música, o el de literatura afgana o el del cultivo de ikebana en el
Japón.
Siempre quedaba el recurso de contar la socorrida historia del
Descubrimiento de América poniendo cara de póker mientras tanto; con
ello podía ocurrir que quedáramos francamente bien o equivocarnos de
medio a medio cuando Don Honorato lo que realmente pretendía era que
le hiciéramos una detallada exposición de las obras de Hyerónimus
van Aeken, El Bosco para los amigos.
Y así pasaba lo que pasaba. Que con tanta historia partida en
pedazos, en capítulos, en libros y en asignaturas se desembocaba a
veces en hechos dramáticos a fuer de históricos.
Como lo que le ocurrió a Gutiérrez, Paquito para los de la pandilla,
cuando en un examen de los de antes, de esos de los de temblar,
afirmó, ante una pregunta sobre el siglo dieciséis, que Carlos
Primero de España era un hermano gemelo de Carlos Quinto de
Alemania. Y es que Gutiérrez, tenía un gran problema, ya que además
de ser el primero de la clase, leía una barbaridad. Y entre lo que
leía, además de todos sus libros de historia, de geografía y de
ciencias naturales se incluían también todos los libros de texto de
su hermano mayor.
Y eso fue su ruina. Don Honorato había explicado muy claro que
Carlos Primero de España era hijo de Doña Juana la Loca y de Felipe
el Hermoso. Por su parte Paco había leído en los libros de texto de
su hermano mayor que Carlos Quinto de Alemania era hijo de Doña
Juana la Loca y de Felipe el Hermoso. Es decir: los mismos
progenitores.
Y Gutiérrez, que como buen hijo de su época también se tomaba la
historia por partes, y nunca había oído lo de que la historia es
vida y que los hechos se repiten ni lo de que las cosas conforman un
todo sistemático y estructurado, no se dio cuenta de que los árboles
no le dejaron ver el bosque. Pero dejémonos de literatura y pasemos
a los hechos.
Los hechos: A Gutiérrez en el examen le pasó lo que le pasó. Pensó
que los dos Carlos, por ser hijos del mismo padre y de la misma
madre, eran hermanos mellizos.
Consecuencia: que sumó dos y dos: en este caso uno y uno, y vio dos
Carlos donde solamente había uno, al revés que don Honorato, que le
puso un cero donde dijo que se merecía dos, uno por cada Carlos.