¡Allons, Allons!
(ver nota 1)
El viaje de fin de curso lo hicimos aquel año a Lourdes. Si
se nos hubiera consultado previamente y hubiéramos tenido la
más mínima posibilidad de decidir lugares de destino, rutas
a seguir o diversiones y actividades a desarrollar se
hubiera organizado de muy distinta manera. Probablemente el
periplo hubiera pasado por lo menos por Saint Tropez, que
tiene nombre de santo, pero con más aliciente porque Saint
Tropez es una playa de la Costa Azul famosísima, como decía
Rosarito, por ser lugar de veraneo de príncipes azules y
artistas verdes. Además está, de la misma manera que
Lourdes, en Francia.
Sin embargo, Doña Purita tenía sus propias ideas sobre el
particular. Porque aparte de ser la única profesora que nos
daba francés era la que, por supuesto, decidía sobre viajes,
sobre las más diversas actividades, y sobre todo, y era lo
más importante, sobre nuestras notas y por lo tanto sobre la
tranquilidad de nuestras conciencias y la buena o mala cara
de nuestros padres. Por estas evidentes y razonables
razones, valga la redundancia, todos los años el viaje de
fin de curso se hacía a Lourdes y de paso que aprendíamos
más francés, Doña Purita le ponía unas cuantas docenas de
velas a la Virgen y le traía a su santa madre unas
garrafitas de agua milagrosa por si fuera el caso de que le
aliviara aunque sea un poco la artritis.
Maripili no podía aceptar el que todos los años se hiciera a
Francia el viaje, pues estaba indignadísima con los
franceses desde lo de Roncesvalles, en que
«si no les
hinchamos a pedradas se nos cuelan en el país como de
costumbre»,
«porque el sol de nuestra nación les
llama la atención y continuamente están intentando meterse
en España haciendo turismo barato», y si no hubiera sido
-reflexiones de Rosarito- porque se organizaron tres o
cuatro guerras a cuenta de ellos para que se fueran, aún
estarían aquí,
«y si no que se lo pregunten a Palafox, al
Empecinado o a Daoíz y Velarde». Y desde lo de los Cien
Mil Hijos de San Luis,
«que ya eran hijos, ya», ni
siquiera nos dejan sitio en las playas, continuaba Maripili.
A pesar de todo, durante el curso Doña Purita enseñaba
francés al mismo tiempo que nos preparaba para el viaje,
instruyéndonos sabiamente en cómo hablar con los franceses
«para no hacer el ridículo en Francia» y por si
alguien nos preguntaba algo en la rue.
Por eso aprendimos cosas tan importantes como
«je ne suis
pas employé chez Peugeot
(2)»
o lo de
«j'ai un disque de Montand», o lo de
«Comment s'appelle l'amie de Paul?», por si nos
preguntaban algo así cuando fuéramos de tiendas o cuando
estuviéramos rezando en la gruta de la Virgen.
El viaje a Lourdes fue un exitazo. Fuimos en un autocar de
los grandes y lo pasamos de fábula. Cantamos durante todo el
trayecto. Los cantos, ya se sabe, a iniciativa de la
maestra, además del
«Ave, ave, ave María», unas
cuatrocientas veces (por ensayar), lo del
«Ay señor
conductor meta marcha, meta marcha,...» que
interpretamos por lo menos otras ciento y pico de veces
porque al chofer, un señor muy amable, por lo visto pareció
gustarle, probablemente no lo había oído nunca. Para ensayar
el idioma francés cantamos también, siempre dirigidos por
Doña Purita, lo de
«Alouette», el pájaro ese francés
que pierde plumas, pico, boca, y todas las cosas hasta que
ya Doña Purita, cuando comenzaba a perder cosas que no
debíamos pronunciar, a pesar de la insistencia de algunos en
continuar cuando se estaba en lo mejor, decía que
«basta,
que ya está bien de cantar en francés».
Al llegar a la frontera empezamos a ver a los franceses de
Francia, que hay casi tantos como en España, que ya es
decir. Vimos pan francés, queso francés (llamado Fromaje por
Manolín), fuagrás francés, tortillas francesas y otras
muchas cosas características de Francia.
En Lourdes lo que más hicimos fue beber agua de la buena, de
la que sana milagrosamente a todo tipo de enfermos. Bebimos
en cantidades suficientes como para no tener ni tan siquiera
una gripe en toda nuestra vida. Doña Purita nos decía
continuamente lo de
«bebed, bebed a ver si así os salen
los demonios del cuerpo».
Más tarde vino lo del agua del cielo, pues empezó a llover y
así fue como nos tragamos toda el agua de Lourdes, la de
dentro y la de fuera. La de la fuente, la de las garrafitas
y la de las nubes.
Vimos también cómo todas las tiendas, los negocios, los
supermercados, los comercios profanos y religiosos, y hasta
los bares, restaurantes y cafeterías de Lourdes se dedican
al negocio del agua, vendiendo en garrafas el agua
milagrosa, y paraguas y chubasqueros para los que van a
Lourdes a curarse, a mojarse por dentro y por fuera, y a
aprender francés como nosotros.
Lo más divertido fue lo de Pepillo, que intentó establecer
relaciones amistosas con una francesita, y como se había
llevado el libro de texto por si acaso, se refrescó la
lección tercera y se dirigió a la primera niña que vio y le
dijo la frase que encontró más a mano en el libro, por si
colaba:
«ils vont a Versailles chez un ami pharmacien».
La francesa, aparte de no ser francesa, sino catalana de
Tarrasa, le dijo que no le importaba nada, y que si
queríamos ver a nuestro amigo farmacéutico en Versalles,
«allá vosotros y que os parta un rayo».
También fue digno de mención lo de Mariloli y Manolín que
preguntaron a un viandante por un buzón de correos para
echar la postal que le enviaban a sus familias respectivas.
Y no supieron explicar porqué les pasó lo que les pasó,
pues o no dieron con la frase, o la pronunciaron mal, o el
francés al que le preguntaron no sabía francés, o tal vez no
era ni siquiera francés y se hizo el sueco. El caso es que
les dirigieron, muy amablemente por cierto, a los servicios
de señoras y de caballeros respectivamente.
(1) ¡Vamos, vamos! (N. del T).
Obsérvese el ingenioso juego de palabras que el
autor realiza con el fin de dar un mayor énfasis al
relato. No solamente el título hace referencia al
Himno Patrio francés, para dar a entender la
importancia de una cultura como la del país vecino,
sino que además, en un alarde de reflexión
idiomática y literaria, quiere resaltar el sentido
de marcha, de camino a recorrer, de viaje de
estudios, de respuesta religiosa y de capacidad de
liderazgo de Doña Purita.
(2)
Como en este caso la traducción es lo de menos, si
hubiera lectora o lector interesado en descubrir lo
que se dice en lo párrafos escritos en el idioma de
nuestros vecinos, puede recurrir al diccionario, al
Assimil-1 o a algún amigo francés de buena voluntad
que se preste a traducir semejantes estupideces. (N.
del T.)