Nunca pudo imaginar don Honorato que
un concurso de audiovisuales escolar, con aires de
educomunicación, realizado con fines exclusivamente
educativos, adquiriera proporciones épicas y generara uno de
los mayores conflictos que se conocen desde que la escuela
es escuela.
Es de suma importancia que niños y
niñas convivan en igualdad en las aulas. A don Honorato lo
habían convencido sobre el particular en el último curso
«para maestros» que realizó con el fin de ponerse al día y,
por qué no decirlo, para lograr ciertos méritos de cara a
cobrar un poco más cuando cumpliera el nuevo sexenio
profesional. Ya don Honorato aplicaba desde años atrás
algunas de las ideas sugeridas para una mejor convivencia, a
instancias de doña Purita, luchadora incansable por derechos
propios y ajenos.
Don Honorato, es necesario tenerlo en
cuenta, debió efectuar un recorrido personal e ideológico
que le llevó décadas, o sexenios, pues en poco tiempo pasó
de ser maestro solamente de niños, con aquellas batallas del
conocimiento ancestrales en las que competían romanos contra
cartagineses, arapajoes contra mohicanos…. Y de pronto, y
sin mediar preparación ni aviso alguno, por decreto, niñas y
niños se unieron en las aulas. La primera desazón didáctica
de don Honorato, aparte de controlar los primeros jolgorios
que se crearon, fue poner en lid a niñas contra niños,
amazonas contra etruscos, que le resultó un fracaso total y
un cúmulo de problemas. Las amazonas, aunque fueron varias
las batallas, dominaron siempre con creces a los etruscos.
Las protestas de algunos niños, severas recriminaciones de
la asociación de padres y madres, o de madres y padres como
exigía la madre de Manolín, una reconvención de
Doncarlosmari, el director, y los consejos de doña Purita,
lograron que don Honorato, no sin reticencias ni miedos,
decidiera un día realizar una batalla del conocimiento. En
la contienda, en la que participaron niñas y niños,
revueltos, divididos en dos cohortes que, tras asambleas,
votaciones y discusiones, en la porfía se impuso Maripili
que decidió poner nombres de animales de la selva,
adelantándose tal vez a la dura refriega que se avecinaba,
la lucha por la supervivencia de las especies. Leones y
leonas contra tigres y tigresas.
«No todo es competir, que lo
importante es participar, y en la formación de la infancia
es mejor la cooperación que la lucha», decía doña Purita, y
lo repetía tantas veces y con tanta insistencia, que toda la
clase finalizaba la frase y coreaba la sentencia, a veces
con excesivo griterío. Doña Purita propuso a don Honorato
dejar la ancestral pugna de los dos bandos, por algo mucho
menos competitivo, más igualitario y con mayores
posibilidades de participación de todos. La idea primordial
fue realizar un intento de colaboración entre varios grupos,
muy de moda en las nuevas insistencias teóricas de la
didáctica pero que entrañaba, como se verá, varias y
dramáticas dificultades. El resultado fue un concurso.
En teoría, don Honorato lo tenía muy
claro, se lo decía su sentido común, lo había leído en
textos especializados, y lo explicaron con soltura y
erudición en un curso de formación y reciclaje. Sin embargo,
la realidad era otro cantar, y años de experiencia le
impelían a sentir que las cosas no eran tan sencillas, temía
lo peor, los conflictos entre niñas y niños le ponían
nervioso. Aún así aceptó las sugerencias de doña Purita, se
puso manos a la obra e inició lo que más tarde se
convertiría en una contienda de proporciones épicas.
Y comenzaron a trabajar en grupos.
Cuatro grupos, esta vez con nombres de héroes del celuloide,
«Brad Pitt» (idea de Rosarito), «Pato Donald» (idea de
Manolín), «Messi», que no era del celuloide, pero no hubo
manera de hacer cambiar de idea a Ricardito, y «Anjelina
Jolie», idea de Mariloli. Los grupos se formaron no sin
problemas, lloros y alguna zancadilla. Una vez organizados
los equipos, aún hubo sus más y sus menos. Lo más grave fue
el rapto de Maripili por el grupo de Rosarito, eran amigas,
y además a Abdulá, de su grupo, le gustaba la secuestrada.
Maripili, en el primer sorteo, era del grupo de Mariloli y
Agustín, es decir, del «Anjelina Jolie group», como
quisieron llamarse.
«Aquí se va a armar la de Troya», una
reconvención de doña Purita con mención expresa, gesto
adusto y dedo índice en posición de amenaza, decidió en
cuestión de segundos el argumento de todos los guiones
cinematográficos. Una recreación realista, histórica, fiel a
Homero, divertida, lúdica y creativa de la Guerra de Troya.
Los cuatro grupos lo decidieron, y
Maripili decidió con presteza que ella interpretaba a Helena
de Esparta ya que, tras abandonar a su grupo inicial y ser
raptada por Abdulá, que se convertía inmediatamente en
Paris, hijo del rey de Troya, fue uno de los gérmenes de
todo el conflicto. Y ahí comenzó la actividad, la Guerra de
Troya y el conflicto escolar que reseñan las crónicas.
Todos los protagonistas de acuerdo,
aun con sus más y sus menos, se pusieron manos a la obra.
Y como no podía ser menos, toda la
escuela tomó partido y de una forma o de otra colaboró, se
implicó o sufrió con aquella conflagración. Intervinieron
varios profesores, además de los verdaderos iniciadores,
doña Purita y don Honorato, don Prudencio, aunque ya estaba
para jubilarse, don Olegario, experto en nuevas tecnologías,
que daba el toque joven, experto y erudito al Olimpo; allí
estuvo al pie del cañón también la infaltable, la madre de
Manolín, colaboradora necesaria en cuanto se hiciera en la
escuela, e ineludiblemente pegada a su vástago. Acompañaron
al Olimpo, con intervenciones a favor de unos u otros,
Paquita, la conserje, Matilde, sobrina de doña Purita,
Arsenio, del personal de limpieza, y Jacinto, de seguridad.
Y varios días antes se organizaron los
grupos y todos leyeron un resumen de la guerra de Troya, y
tomaron posiciones, repartieron papeles, no sin luchas
internas, deserciones y escaqueos, al igual que en la misma
contienda que relató Homero; algunas mamás hicieron
disfraces, se buscaron pelucas y barbas, armas de juguete de
todas las épocas de la historia, incluidas flechas, escudos,
cascos y la ametralladora que llevó Ricardito por si colaba.
Por resumir un poco, y no hacer de
esto una Ilíada completa, los combatientes se agruparon de
la siguiente manera.
El grupo «Pato Donald», se constituyó como ciudad de Troya,
y sus componentes se hicieron guerreros troyanos. Se
hicieron fuertes en el aula, bajo las órdenes de Manolín,
Príamo, que recibió a Maripili, la raptada Helena de
Esparta, y que era ayudado por Abdulá/Paris, el raptor, «el
deiforme» según Homero, pues era muy guapo. Mariloli se
adjudicó el papel de Artemisa, desde que se enteró que los
antiguos griegos la llamaban Diosa de los animales, y ella
tenía un gato y un hámster. Eduard Wellington, se adjudicó
el papel de Héctor, el principal héroe troyano, «el de
tremolante penacho», hijo del Príamo, rey de Troya. Hermes
lo quiso hacer Pepillo, Héleno, el vidente que cóntó a
Odiseo los secretos de Troya, se le adjudicó a Gutierrez y
Akira, un experto en filmaciones, se encargó de llevar a la
posteridad en vídeo la gesta que estaba a punto de
producirse. La misma doña Purita, en su papel de Afrodita,
se puso a disposición de los troyanos, junto a la mamá de
Manolín que asumió el rol de Apolo y que no podía faltar
junto a su retoño. Hizo para su hijo un casco digno de un
rey y para los demás un bizcocho de chocolate. El casco
también parecía una tarta de chocolate.
Los aqueos, es decir los «Messi»,
fueron mandados por Ricardito, en su papel de Agamenón de
Micenas «señor de anchos dominios». Junto a él estuvieron
con fidelidad su gran guerrero Gustavín, que hacía de Ayax,
junto a Arturo, «Arturito o Arturete el torete», que ejerció
de Menelao de Esparta, el que fue traicionado por Helena.
Con ellos estaba también Maricarmen, o Clitemnestra,
mientras Mijaíl (el otro Mijaíl), filmaba a las aguerridas
huestes aqueas y sus valerosas hazañas. La sobrina de doña
Purita, Matilde, que nunca faltaba, asumió el papel de la
diosa Hera, ayudada por Arsenio, del personal de limpieza,
que actuaba de Hermes, el correveidile del Olimpo.
El grupo «Brad Pitt», se hizo cargo de
las huestes de Aquiles. Por supuesto que Rosarito se
convirtió en el mismísimo Aquiles, «el de los pies ligeros»,
«¿y qué?», dijo Rosarito, si el mismo Aquiles, contaban los
libros, para escaquearse de la guerra de Troya se disfrazó
de mujer?» (Nota 1). Su amigo Mijail Bodganov fue Patroclo,
el gran amigo de Aquiles. Fátima, a la que le fascinaba el
cine y la fotografía se encargó de las filmaciones del
grupo. Paquita, la conserje, se convirtió inmediatamente, a
efectos prácticos, en Atenea, la diosa que ayudaba a los
guerreros a preparar sus disfraces y les proveía de
bocadillos y chucherías y visto el casco que la madre de
Manolín le hizo a Manolín, Paquita le hizo otro, más grande,
con más perifollos y dorados a Rosarito/Aquiles, para que
descollara sobre los guerreros de todos los bandos. Don
Prudencio, el profesor mayor que ya estaba casi para
jubilarse fue propuesto por don Honorato como asesor
literario en el grupo y evitar así los desmanes propios de
la imaginación de Rosarito.
Y por fin estaban los adeptos a
Odiseo, Ulises para los amigos, el grupo «Anjelina Jolie».
Ulises, «fecundo en ardides», fue Agustín, Mariloli se
adjudicó por su cuenta el papel de Diómedes, para estar
cerca del jefe y, desde el Olimpo, los ayudaba don Olegario,
el joven profesor experto en aparatos tecnológicos, que
asumió el papel del dios Hefesto «el manitas», y era ayudado
por Jacinto, personal de Seguridad, como Poseidón, el dios
de las aguas. Todo lo filmaba Akira.
Y dio comienzo la guerra, o la
filmación de cuatro videos a la par, casi lo mismo, con
cuatro diferentes ejércitos enfrentados entre ellos, todos
contra todos en realidad, en los que el desarrollo de los
acontecimientos fue mucho más confuso aún que lo que pasó en
el poema de Homero, aunque en un contexto diferente.
Intervinieron todos los protagonistas de estas historias,
ayudados, frenados, orientados por unos confusos y asustados
dioses del Olimpo, que dudaban de si aquello no acabaría
como Troya, si no se habían metido en un pozo sin fondo.
Y representaron y filmaron, buscaron
posiciones estratégicas en diversos lugares de la escuela,
los aqueos propiamente dichos, en el patio del colegio, en
la pista de baloncesto, los de Aquiles, que hicieron la
guerra por su cuenta, se fueron a la puerta de entrada, para
estar más cerca de la salida por si cambiaban de opinión
sobre su intervención en la contienda; los troyanos fueron
cercados en el aula, y los de Ulises, que siempre iban y
venían a su antojo, deambulaban por todo el recinto. Mijaíl
filmaba a los aqueos, Akira, que aprendió a filmar desde
pequeñito, filmaba a los troyanos, Fátima filmaba a los de
Aquiles y Kumiko a los de Ulises.
El primer día de filmación, aparte del
caos bélico, los mismos guerreros solucionaron a su modo el
primer dilema que se planteó don Honorato: ¿cómo filmar cada
grupo una guerra en la que los actores se entremezclaban
entre sí?. Cada equipo filmó lo que quiso, se disfrazaron
como les apeteció, interpretaron a Homero a su antojo, se
divirtieron como monos, los cámaras filmaban sin ton ni son,
mezclándose entre ellos. Los aqueos, con Ricardito/Agamenón
a la cabeza, entraron en el aula de Troya, los troyanos,
capitaneados por Héctor/Eduard Wellington, expulsaron a los
aqueos y llegaron hasta su territorio, la pista de
baloncesto, y a poco estuvieron de destruir sus tiendas si
no hubiera sido por Gustavín/Ayax y porque llegó Mijail
Bodganov/Patroclo, el gran amigo de Aquiles, pero que en
esos momentos se alió con los aqueos, y ahí se creó mayor
confusión aún pues cuando Maricarmen/Clitemnestra quiso
echar a Patroclo de aquella batalla por ser de otra facción,
debieron intervenir los dioses, esta vez doña
Purita/Afrodita para decir que Homero lo escribió así y que
no se podía enmendar la plana a un escritor de su talla.
Y Aquiles y sus huestes entraron en el
aula a combatir troyanos, que se defendieron, con
Héctor/Eduard Wellington a la cabeza, y bajaban y subían,
entraban y salían, se morían unos antes de tiempo y volvían
a filmar la escena, los cámaras, ayudados por el Olimpo
entero, Zeus/Honorato, pues no olvidaban los dioses y diosas
del Olimpo que aquello, además de una filmación festiva, era
un hecho educativo, y que las tecnologías había que
utilizarlas con ese fin, a pesar de sus riesgos.
Mientras los dioses del Olimpo intentaban mediar entre los
contendientes al mismo tiempo que ayudaban a unos o a otros,
se filmaba una escena tras otra, en los mismos lugares y sin
ton ni son, y así transcurrió aquella jornada memorable, en
que Patroclo/Bodganov se puso el casco de Aquiles/Rosarito,
aquel casco que había hecho Paquita, y los aqueos expulsaron
a los troyanos de sus territorios, y Patroclo/Bodganov, al
que confundieron los troyanos con Aquiles/Rosarito, debió
luchar contra Héctor/Eduard Wellington, que le ganó en una
batalla llena de incidentes, y falleció Patroclo/Bodganov
entre agonías y miradas en blanco, al estilo de Hollywod, y
Fátima, Kumiko, Mijail y Akira, filmaron todos a la vez como
desaforados a un Bodganov lleno de sangre/salsa de tomate, y
Héctor/Eduard Wellington se quedó con el casco de Aquiles y
se lo colocó entre aplausos de los suyos, y Aquiles/Rosarito
desafió a Héctor/Eduard Wellington y lo venció, y todos
gritaron aplaudiendo a Rosarito. Y más tarde una flecha dio
a Aquiles/Rosarito en su talón, y Rosarito cayó al suelo, y
representó tan bien su papel, entre gemidos, estertores,
estiramientos de piernas, le cambió el color hasta el verde,
que los dioses del Olimpo, lívidos, se acercaron todos y la
intentaron reanimar mientras don Honorato decía, «corten,
corten...», y la fallecida Rosarito se levantó sonriente e
hizo una inclinación teatral de agradecimiento, recuperó
inmediatamente el color y levantó las manos como los púgiles
cuando dejan KO al adversario... y Rosarito se llevó los
aplausos, es decir que la fallecida fue la heroína mientras
el vencedor, Eduard Wellington/Héctor era abucheado hasta
por los suyos.
Y pasó el tiempo, y pasaron los días,
las filmaciones fueron un día a la semana, en cuatro
semanas, y ya los contendientes y los dioses, estaban hartos
de guerra, de disfraces, de peleas y de agobios.... fue
entonces cuando Odiseo/Agustín, «fecundo en ardides», habló
por primera vez del caballo de Troya: «¿y el caballo de
Troya?», dijo. Todos sabemos que una Guerra de Troya sin
caballo es como un jardín sin flores, por lo que fue
suficiente para que Zeus/don Honorato diera por finalizada
la guerra, «sin caballo», dijo.
Don Olegario, el profe nuevo sugirió
que lo del caballo lo podrían hacer con un montaje, «chroma
key», o algo así, que con buscar un caballo de Troya en
Internet, él ayudaría a montarlo e introducirlo virtualmente
en la historia. Don Honorato, ante algunos conatos de
protesta, «queremos un caballo grande, de madera», que dijo
Mariloli, dijo que, «con un caballo virtual, vale, que así
se hizo en El Señor de los anillos», y cerro toda posible
discusión y se ahorró horas, días de sufrimientos y
pesadumbres.
Y don Olegario se puso manos a la obra, organizó las
filmaciones... un caos que supo solucionar con pericia,
secuencias filmadas varias veces, faltas de racor, niños
griegos o troyanos, que debieran estar muertos y ahí
estaban, vivos y coleando, dioses del Olimpo que se
entrometían en exceso.... Puso especial enfasis en lo del
caballo, que quedó muy bien, tras una batalla campal. La
obra de Homero, la filmación de un mes, quedó reducida a
diez minutos en su montaje.
Tras toda guerra de Troya que se
precie viene una odisea, La Odisea, la que pasaron los
maestros tras el certamen, los montajes imposibles de don
Olegario, dar explicaciones a inspección, entrevistas en la
radio y en la tele, memorias, informes, explicaciones a la
asociación de padres... pero como en toda Odisea, puede
haber finales felices, el recuerdo que se llevaron los
irresponsables, que lo colgaron en las redes, que fueron
felicitados por familiares y amigos, y, sí, la clase quedó
imposible, así son siempre los resultados de una guerra,
algunos pupitres rotos, la pizarra con letreros alusivos a
los maestros, los pinturetes de doña Purita desaparecidos en
los rostros troyanos que se pintaron como arapajoes, pero
quedó en el recuerdo para siempre, y nunca se sabe cómo
surgen ni para qué los recuerdos de la infancia en la edad
adulta.
Y además, que nos quiten «lo bailao».
Notas
Un
adivino auguró que nunca podría ser conquistada la ciudad de
Troya sin que Aquiles participara en la batalla. Su madre
Tetis, sabiendo que Aquiles moriría si iba a Troya, lo
disfrazó de mujer en la corte del rey Licomedes en Esciro.
Odiseo descubrió a Aquiles entre las mujeres y consiguió así
que participara en la expedición. Su madre, Tetis, con la
esperanza de protegerle, cuando era un niño lo bañó en la
laguna Estigia, haciéndolo invulnerable excepto en el talón,
por donde lo sujetó. Era lo que hoy se llama una madre
superprotectora, cosa que no hace bien a los niños, y menos
cuando nacen en tiempos de guerra de Troya.