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Ver: Cine y migraciones
«A los seres humanos no les turban
las cosas en sí, sino cómo las ven»
Epicteto, filósofo estoico de 50 d.C.
«La belleza del arco iris nace de sus diferentes colores»
Proverbio africano
Madre:
Esto se ha quedado sin caldo.
Patricia:
No hace falta más caldo, así está bien...
Damián:
Hola.
Patricia:
Hola... ¡Janay!... ¡Ponte la servilleta!
Damián:
No tienen caldo.
Patricia:
Las habichuelas se hacen así, mi vida.
Madre:
Las judías de toda la vida de Dios se hacen con caldo.
(Secuencia de Flores de otro mundo, de Iciar Bollaín, 1999)
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Hace poco
tiempo el titular de un periódico (La Voz de Almería 2 de enero de 2005)
–ver reproducción- decía: De 461 detenidos el 61% son extranjeros. Un poco
más abajo, en el cuerpo de la noticia, se afirma que la mayor parte de
ellos -110- habían sido detenidos por no tener papeles. Ante esta noticia,
titular y cuerpo, el lector consciente debe ponerse inmediatamente a hacerse
preguntas y sacar la calculadora para realizar algunas cuentas.
La pregunta
principal: ¿Es que los detenidos son todos iguales? ¿Es el mismo delito el
atentar contra la propiedad que estar ilegalmente en el país?. La opinión
pública hace distingos entre delitos y delitos, entre los que crean
inseguridad ciudadana y los que no afectan por principio a ella. Sobre
todo, porque entre los detenidos españoles, no se da el caso de ser detenido
por no tener los papeles regularizados.
Las
cuentas. El 61 por ciento de 461 son 281 extranjeros; si 110 de ellos han
sido detenidos por no disponer de documentos legales, quedan 171 extranjeros
(el 37% de 461) detenidos por delitos que no sean no tener papeles. La
noticia podría haber estado redactada en su titular de otra forma. Para la
opinión pública, para la percepción que la misma tiene de la relación entre
aumento de emigración y aumento de la inseguridad ciudadana, no es lo mismo
un delito contra la propiedad que una infracción por carencia de papeles.
Voy a
comentar un poco esto. El titular de la noticia impresa tiene una finalidad
inmediata, que es hacer al lector entrar en la noticia de una forma
sintética, clara y veraz (¿o lo contrario?). Si el lector se siente
interesado por lo que ha leído, y desea documentarse más, seguirá leyendo y
descubrirá el resto de la información, o seguirá investigando en otras
fuentes…. Pero al mismo tiempo, los titulares de la noticia ejercen una
función manipulativa importante, ya que en la mayoría de los casos, se
convierten en elementos generadores de opinión pública. Por esta razón los
periódicos cuidan los titulares, sobre todo si van en portada. En ellos está
la mayor información –o la más significativa- y también la menos veraz –la
más engañosa- la que consciente o subliminalmente engendra opinión y
desinformación.
En nuestra
sociedad hemos internalizado profundamente la opinión de que los fenómenos
migratorios están asociados al incremento del índice de inseguridad social y
de delincuencia. Y de ello tienen mucha culpa los medios de comunicación, a
veces recogiendo informaciones de la boca de algunos políticos de la
derecha, que constantemente –al hilo de la noticia- van sembrando la especie
de que en donde hay un delito hay emigrantes, sin pararse a reflexionar que
también donde hay un accidente laboral hay siempre –desgraciadamente-
emigrantes.
La noticia
expuesta más arriba es parcial, superficial, no reflexiva, tal vez
tendenciosa o malintencionada, o fruto de la falta de preparación de un
periodista, aunque tal vez no sea totalmente falsa. Así se la dieron las
fuentes policiales y así constará legalmente. La falsedad la recibe el
lector, que si desea conocer correctamente la información debe iniciar un
camino de interpretación y de investigación por su cuenta. A partir de cómo
se ha presentado esta noticia la opinión colectiva de los ciudadanos, hecha
realidad en cada cerebro- relaciona inmediatamente delito con acto
violento o contra la propiedad.
A más
inmigrantes más delitos. Eso sí que ha quedado grabado en el subconsciente
de la población. Según una encuesta muy reciente del Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS), un 51% de los españoles considera que el
aumento de la inmigración tiene que ver directamente con el incremento de la
delincuencia, frente a un 35% que no está de acuerdo.
El hecho de
que en la mayoría de los accidentes laborales se vean implicados emigrantes
casi nunca trasciende, hasta el punto de que la memoria colectiva no lo
registra. De la misma manera que no se recuerda la cantidad de lápidas de
ahogados sin nombre, resultado del tráfico ilegal de personas por el
estrecho de Gibraltar, ni se reconoce el trabajo –que ningún nativo quiere
hacer- realizado por gente de otros países. Es difícil que la opinión
pública reconozca los beneficios que aportan a la sociedad, culturales –la
riqueza de pensamiento y de costumbres-, sociales –aumento de la población
infantil, revitalización de la sanidad, rejuvenecimiento de la población- o
económicas –indudable apoyo al crecimiento económico, al aumento del consumo
y del ahorro.
La
invisibilidad del emigrante
Todo
emigrante que sale de su país, dice el escritor marroquí Tahar ben Yelún
alienta un proyecto de encuentro, de mezcla, de mestizaje, un proyecto de
una vida mejor. La tierra propia, la familia, no se deja por razones
banales. El emigrante, que llega a un lugar para quedarse, deja su impronta,
más tarde o más temprano, con mayor o menos facilidad, en la cultura que le
acoge, de la misma manera que recibe la cultura del país al que llega. No
hay choque de culturas, las culturas se interpenetran inconscientemente, es
lo que un tiempo hemos llamado transculturación.
Los
individuos no somos impermeables, nos enriquecemos mutuamente de nuestras
culturas aun sin ser plenamente conscientes de ello.
Esto,
ineludible en las relaciones interpersonales de la gente normal, no es tan
claro cuando se habla de estructuras sociales, políticas, religiosas o
mediáticas. Las instituciones pueden conscientemente convertirse en bloques
de hormigón y negar la evidencia de la cultura permeable, que penetra una en
otras, que se transcultura. Esta actitud, muchas veces xenófoba, militante
«antiloquenoseapropio»,
exclusivista, violenta, logra que la cultura ajena se haga invisible, no
exista, o en el caso de que sea muy evidente, se defienda contra ella por
medio de las artes de la información o del racismo. El nativo se siente
agredido por quien llega de afuera y se defiende con todas las armas a su
alcance. Una de las formas defensivas de una cultura es hacer ostensible la
suya e invisibilizar la del otro.
Sin
embargo, la diversidad cultural es un hecho. Mujeres, hombres, niñas y niños
de los países más pobres, se mueven de un país a otro buscando el sustento.
Las culturas y las etnias se combinan y entremezclan en silencio a través de
las acciones y gestos de los hombres y mujeres.
El
intercambio cultural genera conflictos porque es una interacción constante,
fluida y viva, que circula desde los albores de la humanidad y que ha dado
lugar a la gran riqueza de las civilizaciones.
El diálogo,
la creatividad en las relaciones entre las culturas, es lo que va a lograr
que el planeta sea en el futuro vivo, dinámico y solidario. Quienes también
desde hace siglos –la idea ha resucitado bajo el signo de la política
imperialista de los Estados Unidos- abogan por el choque de las
civilizaciones están patrocinando una lucha de necios, que a corto plazo
puede subvertir las ansias de regeneración de la convivencia en el planeta.
Multiculturalidad y multiculturalismo
Se habla
con superficialidad de la multiculturalidad y del multiculturalismo. No son
términos sinónimos. El multiculturalismo es una ideología, nacida para
paliar el deterioro y persecución habida contra los grupos étnicos que han
padecido opresión racial. En muchos casos y en muchos países se da una
situación de dominio, de intento de homogeneizar el pensamiento cultural de
la población. Estados Unidos, Canadá y otros países –que poseen en sus
territorios a minorías étnicas en guetos o reducciones- hace tiempo que han
integrado en sus leyes el término multiculturalismo con el fin de enmascarar
una cultura dominante, legitimando así con términos como democracia y
respeto los procesos reaccionarios que permiten todavía el dominio de una
elite etnoracial en un plano de desigualdad y estratificación de clase y
género.
La
multiculturalidad, sin embargo, es un hecho que connota diversidad cultural,
la aceptación de la misma y el compromiso por dinamizar las relaciones
culturales. La multiculturalidad -interculturalidad cuando se convierte en
dinámica- enriquece las relaciones y la democracia, ya que su perspectiva
dinámica e interactiva se desarrolla en el ámbito de la mutua influencia,
del sincretismo cultural, del deseo de un desarrollo global, enmarcado en
los contextos de una sociedad cognitiva y global, y amparado por la
revolución tecnológica. Según la UNESCO, cada cultura se nutre de sus
propias raíces, pero sólo se desarrolla en contacto con las demás culturas.
La
interculturalidad promueve el pluralismo cultural y la no discriminación
por razones de raza o cultura, el derecho al reconocimiento de la diferencia
cultural y a su implicación en la organización social de la comunidad o
grupo humano en el que se vive.
La
interculturalidad entraña comunicación e interacción entre culturas, que se
comunican por necesidad de una o de ambas partes. La postura intercultural
se opone radicalmente a la tendencia de homogeneizar la cultura,
empobreciéndola con productos de una sola dirección y enfoque. Aquello que
los antropólogos hemos buscado siempre, los universales de la cultura, que
hoy se convierten en las teleseries norteamericanas, vehículos de cultura
monodireccional y monotemática.
En el año
2001, el mundo recibió la Declaración Universal de la UNESCO sobre la
Diversidad Cultural, un instrumento normativo imprescindible que fundamenta
la necesidad del respeto de la diversidad de las culturas y del diálogo
intercultural como las mejores garantías de desarrollo y de paz. La
comunicación entre las culturas adquiere un sentido nuevo en el marco de la
mundialización y del contexto político internacional actual, convirtiéndose
así en un instrumento indispensable para garantizar el mantenimiento de la
paz y la cohesión del mundo.
Las
representaciones interculturales
La imagen y
el sonido son productos culturales, que abarcan tanto la fotografía como el
cine, el vídeo, la televisión y todos los productos multimedia, Internet, la
radio, los sistemas reproductores de música… y que recomunican a la
vertiginosidad de la era de la información por las redes, sirviendo de
instrumento de comunicación intercultural y provocando la formación y
transformación de identidades colectivas.
La nueva
revolución tecnológica, facilita que el mundo esté cada vez más
intercomunicado, y como situación de facto, que se convierta en un mundo
cada vez más intercultural. Sin embargo esta facilidad se ha convertido en
monopolio de los señores de la comunicación, predominando muy pocas
culturas, por no decir una sola. La cultura dominante posee todos los medios
para difundirse e imponer su voz.
Hoy se dan
productos culturales que nacen desde los países más pobres, las culturas no
conocidas en occidente se hacen más visibles en el panorama icónico
internacional, con cinematografías como la hindú, la iraní, la china, o las
de algunos países latinoamericanos, abriendo al mundo las ventanas
problemáticas de nuevas –más bien desconocidas- culturas y las maneras de
hacer cine independientes de los negocios cinematográficos. Estos films
exponen visiones diferentes y presentan a occidente una gran diversidad de
culturas, etnias, ideas, filosofías, comportamientos y religiones.
Según
Malinowski, el concepto de transculturación -cuando dos o más culturas
comparten y mezclan elementos de sus culturas- es fluido, pues expresa las
diferentes fases del proceso transitivo de una cultura a otra. Este proceso
no consiste solamente en adquirir una distinta cultura (aculturación), sino
que implica necesariamente la pérdida o el desarraigo de cierto sector de la
cultura precedente, lo que pudiera decirse de una parcial pérdida de la
propia cultura y, además, significa la consiguiente creación de nuevos
fenómenos culturales.
Los
personajes del cine han mostrado y apoyado la idea de que nada es puro.
Siempre, hay mezclas de cultura, influencias de muchos lugares. El cine y
la fotografía, desde sus orígenes, han servido de soporte icónico para
documentar aspectos muy diversos de la vida social y cultural de los grupos
humanos. Flaherty, por ejemplo, consolidó una manera de entender y narrar a
través del cine, en el que encontró una herramienta complementaria para
presentar los vínculos y relaciones culturales del pueblo esquimal, a partir
de Nanook, el esquimal (Nanook of the North 1922). La compañía
que financiaba sus exploraciones, la Révillon Fréres, era de los mayores
explotadores de los esquimales. Para Flaherty el documental no representa la
realidad como en un espejo, sino más bien como forma de interrelacionar las
imágenes obtenidas dándoles un nuevo significado que tenga una finalidad
pedagógica. Margaret Mead y Gregory Bateson, analizaron hacia 1930 pautas de
conducta verbales a partir de filmaciones a los habitantes de Bali y Nueva
Guinea. Desarrollaron así nuevas formas de investigación antropológica en el
que el soporte cinematográfico se convertía en verdadero documentos de
trabajo, estudio y divulgación.
El
documental digital
El
documento audiovisual digital, con soporte en CD-ROM o DVD proporciona al
medio documental ventajas indiscutibles. La abolición del soporte analógico
y su cambio paulatino por el soporte digital hace cambiar muchos de los
planteamientos e ideas del documental tradicional, convirtiéndolo en un
futuro cercano en una nueva fuente de comunicación y de información.
El
documental en soporte digital es completamente diferente al documental
tradicional pues, para su producción se utilizan los mismos medios que para
la producción multimedia. Si el documental se presenta en CD-ROM, el usuario
entrará en el documental con técnicas multimedia, abriendo o cerrando sus
propios pasos, caminando a su ritmo por las diversas posibilidades que le
aporta la tecnología digital.
El autor
del documental planifica de acuerdo a sistemas diferentes, con lenguajes y
métodos narrativos nuevos y sin explorar, previendo situaciones y vínculos
que el espectador-usuario utilizará posteriormente con entera libertad. La
narrativa analógica, lineal, deberá ser sustituida por una forma expresiva y
perceptiva digital y por lo tanto interactiva.
La
tecnología digital abre los campos al documentalista, tanto en la búsqueda
de información como en el acceso a nuevas fuentes, bases de datos y al
almacenamiento de la información. Otra ventaja está dada en la
vertiginosidad con la que avanza la calidad y perfección de las cámaras y de
sus procedimientos, que facilitan la filmación y eliminan la posible
interferencia con la realidad al reducirse el tamaño de las cámaras, con
posibilidad de ocultarlas en lugares inverosímiles. La filmación se optimiza
en el mismo lugar de los hechos sin necesidad de esperar al revelado, se
puede montar en lugares reducidos y por procedimientos mucho más baratos y
recibe, en fin, todas las facilidades que puede aportar la tecnología
digital.
La
cercanía intercultural
Lledó
(1997), afirma que el mayor prodigio de la revolución tecnológica –más bien
ontológica- es haber empapado el mundo de idealidad, de imágenes, de
visiones. No hay que estar presente en los lugares para acceder a ellos. El
cine y la fotografía nos traen los mundos a nuestra cercanía, el CD-Rom o
Internet nos permiten acceder a documentos originales de bibliotecas, entrar
en museos, analizar obras de arte. Sin embargo la realidad no es la virtual,
ni las imágenes. La realidad hay que buscarla constantemente a partir de los
datos que poseamos, sean imágenes reales o virtuales, documentos escritos o
comentarios orales. La realidad debe ser «hablada», dice Lledó, desde el
lenguaje del que hace imágenes, pinta cuadros o realiza películas.
«Las
confusiones del medio»
Para un
análisis de los problemas interculturales hay que tener en cuenta que los
medios, por muy perfectos que sean o aunque supongan un innegable
acercamiento a la realidad son siempre medios.
En
principio, porque el cine, por muy documental que sea, siempre es ficción, o
ficción total o realidad reconstruida o preparada. Solamente algunas
filmaciones de lo que se denomina cine etnográfico pueden ser consideradas
realidad, salvando la situación de que los equipos de realización y de
rodaje contaminan en poca o gran medida el lugar y las relaciones
interpersonales. Se da por tanto una gran confusión entre el acontecimiento
y su imagen cinematográfica, al no poder considerar a la representación
audiovisual como un registro exacto y fiable de lo que se quiere
representar.
El cine es,
además, lenguaje. La técnica cinematográfica acerca al hecho social,
focaliza o generaliza lo más importante mediante planos o movimientos de
cámara, resalta y complementa la información mediante sonidos o efectos
visuales. Lo que es un avance insustituible para apreciar lo importante o
para entender una situación o conducta puede convertir el hecho social o
cultural a analizar en algo alejado de la realidad. Un primer plano a
pantalla completa puede constituirse en la mejor forma de resaltar un
movimiento, gesto u objeto al mismo tiempo que se pierde paralelamente la
visión de lo general o confunde al espectador sobre la iconicidad de lo
representado.
Otro
elemento que puede confundir es el montaje. El montaje es imprescindible
como base técnica para el relato y sin él es imposible construir una
estructura narrativa. El montaje permite presentar al espectador varias
historias en paralelo, realizar saltos hacia delante o hacia atrás en el
tiempo. Sin embargo el montaje hace perder la linealidad de los hechos
cuando actuamos solamente con planteamientos de antecedente y consecuente,
pues el cine posee técnicas de lectura diferentes a las que se utilizan en
la realidad.
El cine
descontextualiza la realidad para contextualizarla de forma diferente y
creativa. El relato cinematográfico, por sintético y con limitaciones de
tiempo y de tecnología, integra en su narrativa una gran diversidad de
componentes, de estereotipos, de técnicas y de efectos que por un lado
acercan al espectador al relato y se lo hacen más apetecible y por otro lado
lo alejan de la realidad. Cuando se analiza una película es necesario
volverla a descontextualizar para contextualizarla en el ambiente y modo en
que se desenvuelve el ámbito de análisis.
La
representación de los conflictos
Vida de
moro,
un documental producido por Canal + en el año 2000, analiza el complejo
fenómeno de la inmigración a través del retrato íntimo de cuatro magrebíes
instalados en la localidad almeriense de El Ejido. Producto de medio año de
trabajo, el documental se rodó en dos niveles, algo inédito hasta ese
momento en España. Por un lado, una cámara visible ofrece un retrato de
quiénes son, qué han dejado atrás, qué frustraciones y qué esperanzas
comparten los cuatro magrebíes protagonistas del programa mediante la
entrevista directa. Por otro, una cámara oculta en manos de un reportero
marroquí que convive con ellos muestra cómo piden trabajo en los
invernaderos, cómo lo obtienen y lo pierden, y cómo les niegan la entrada en
establecimientos públicos, reflejando un abismo de desprecio y desconfianza
entre ambas comunidades. Abderrahim, Hassan, Aziz y Abdelgani han cruzado
sus caminos en la Casa Roja, un cortijo en ruinas a las afueras de El Ejido
convertido en chabola. Ellos, con sus diferentes orígenes y situaciones (que
van desde el estudiante de filosofía que busca oportunidades fuera de su
tierra hasta el que emigra para poder mandar dinero a casa), son una muestra
de entre los 10.000 y 15.000 inmigrantes ilegales que residen en la comarca,
conocida como el mar de plástico por los invernaderos, y que trabajan en
condiciones muy precarias para poder ahorrar y regularizar su permiso de
residencia. La tensa situación entre este colectivo y la población local
explotó con brotes de violencia extrema nunca vista hasta entonces en la
zona.
Ese mismo
tema, desde el lado de la ficción, lo presenta la directora Chus Gutiérrez
en la película Poniente (2002), un drama romántico en un contexto
social, como lo define la directora, que finaliza en el estallido de
violencia que vivió la localidad de El Ejido.
El cine
español ha reaccionado, no en demasiadas ocasiones, como veremos más abajo,
pero sí con dignidad al fenómeno de la emigración, sobre todo en los últimos
años correspondiendo a la entrada de España en la Comunicad Europea. También
la sociedad española ha ido reaccionando de diversas maneras hacia el cine.
En esta película, Poniente, que cito, la directora tuvo grandes
problemas para conseguir espacios de filmación en los lugares que hubiera
deseado, en razón de que existe en la zona un rechazo a los medios de
comunicación, a los que se hace culpable en gran medida, de la mala fama que
estos han dado a la provincia de Almería en relación con los hechos de
violencia racista. Tal vez por la misma razón, tampoco la película se
exhibió en su momento en salas comerciales. En una presentación en el Teatro
Cervantes, de Almería, con ocasión de «Encuentros con directores de cine»,
algunas personas acusaron a la directora de traidora y de realizar una
película que dejaba en mal lugar a la provincia. Varios espectadores la
defendieron alegando la necesidad de hacer este tipo de películas. Y es que
el cine, como todo medio de comunicación, depende no solamente de quien
tiene las ideas, quien lo hace, sino también -y sobre todo- de quién lo
compra, lo vende y lo distribuye.
El film
(con guión de Chus Gutiérrez y de Iciar Bollain) cuenta el desarraigo de un
sinnúmero de personas –apátridas- que participan en el fenómeno de la
migración, desde españoles que vuelven a su tierra, desde Europa o desde
Madrid, hasta senegaleses y magrebíes, que deambulan por un país en el que
quieren vivir mejor que en el suyo. El racismo en España, el machismo, la
realidad y los conflictos generacionales e interculturales son los
ingredientes temáticos de la película.
Chus
Gutiérrez intenta por medio de imágenes trasmitir el miedo que se tiene a
aceptar la memoria histórica, cuando España era un país emigrante,
miserable, el miedo a comprender que la emigración actual hacia los países
ricos responde a los mismos criterios que antes propiciaban nuestras
emigraciones. Y ese miedo a entender que el rostro ajeno es un espejo del
nuestro, lleva a una defensa a ultranza, violenta, xenófoba y racista de lo
que se entiende como propio.
Quienes
fueron emigrantes han olvidado que lo fueron, que España ha pasado de ser
lugar de origen emigrante a ser el punto de destino inmigrante. Muchos
españoles olvidan que España es un país en el que se han relacionado etnias
y culturas diversas desde tiempo inmemorial, que España es un país mestizo
en sus raíces y en sus productos culturales.
La
representación de los problemas sociales
La
representación que de los problemas sociales se realiza en el cine
audiovisual en la formación de identidades colectivas al mismo tiempo que
los avatares en la dinámica social se ven reflejados en las representaciones
audiovisuales, cine, televisión o radio. El cine de los países pobres, que
necesitan de su emigración para equilibrar su balanza laboral, trata cada
día más de los temas de la emigración, ya sea de migraciones internas, éxodo
rural y llegada a la ciudad como de migraciones extremas, buscar el sueño
del trabajo y del bienestar en países lejanos, sea Estados Unidos de
Norteamérica o algún país europeo.
Es posible
utilizar además la imagen, la del cine o la de televisión, como soporte de
datos sobre una determinada cultura o como iniciación –o soporte en una
investigación etnográfica- de una línea de investigación.
Los medios
de comunicación nos abren la puerta para conocer elementos de las culturas
en su origen, nos permiten adentrarnos en sentimientos, dramas, opiniones o
ideologías.
Cine y
migraciones en España
El cine ha
reflejado desde sus inicios los dramas humanos de la sociedad, entre ellos
la necesidad de dejar su propia tierra para sobrevivir. El cine español, por
ejemplo, durante su historia, ha ido representando en imágenes el problema
de las migraciones. Antes de los años 40 del siglo XX, la migraciones
rurales, con películas tan profundas y cargadas de dramatismo como las dos
versiones que Florián Rey hizo de La aldea maldita, una en 1930, muda
y otra sonora en 1942. La Castilla más dura se refleja con sus dramas
campesinos y su necesidad de salir a trabajar en otros lugares. Hay que
salir del campo por necesidad, de un campo maldito, yermo, en el que no se
puede vivir. Sin embargo, el cine presenta igualmente lo negativo de la gran
ciudad, y sus vicios, así como la necesidad de volver al lugar de origen en
el que está la seguridad, la armonía familiar y el honor. La mujer, en el
cine de emigración, es en muchos casos, la gran perdedora. O es la mujer
sumisa, que acompaña al marido y cuida a los hijos, o se pierde en la
ciudad, como en el caso de La aldea maldita, en la que para
sobrevivir debe dedicarse a la prostitución. El marido, cuando la encuentra,
apela al honor de la familia -más bien al de los varones de la misma- y la
castiga con la exclusión y el silencio dentro de la casa, aunque no la
expulsa con el fin de que no trascienda la vergüenza.
Ya avanzado
el siglo, Juan Antonio Nieves Conde realizó Surcos (1951), que nos da
a conocer los problemas de la emigración rural hacia la ciudad en la España
de Franco. La película, -puede entroncarse en el neorrealismo español- y a
pesar de que su director era falangista, fue censurada y depurada por el
régimen por representar el fenómeno de la emigración rural como común en el
país, dejándolo como la anécdota de una familia que fracasa en la ciudad y
debe volver al pueblo del que salió. La película, muy interesante y
significativa, narra las vicisitudes de una familia rural tradicional en la
gran ciudad. Se representan las angustias de todo emigrante, el rechazo de
los habitantes de la ciudad, la necesidad de algunos de los miembros de la
familia de relacionarse con el mundo del delito, la pérdida de los valores
tradicionales… Aquí también, dos mujeres, la madre y la hija, viven el
desarraigo de formas muy diferentes: la madre, como soporte en sufrimiento
de la unidad familiar, la hija, coqueteando con el espectáculo y una vida,
al entender de entonces, excesivamente libre y peligrosa.
La piel
quemada
(1967) de José María Forn, lleva el problema de los emigrantes rurales en
una patética plasmación del subdesarrollo económico y cultural español de la
época, del caciquismo meridional y de la inmigración en Cataluña.
También los
españoles salían de España. Toni, -la cito en este apartado aunque es
película francesa- de Jean Renoir (1934), relata la vida de trabajadores
españoles e italianos en la Provenza francesa, en la que los extranjeros,
por el mero hecho de serlo, son sospechosos de delitos que no han cometido.
Entre la comedia y el patetismo están Españolas en París (1970) de
Roberto Bodegas o
Vente a Alemania, Pepe
(1971), de Pedro Lazaga. Ambas reflejan la situación de emigrantes españoles
en Europa que se adaptan poco y lo bien que cada uno está en su tierra de
origen.
En el cine español de la
época se puede apreciar que no todos los españoles iban con los documentos
en regla, mito que actualmente se ha creado como excusa comparativa en
relación a los actuales emigrantes. «Hasta 1956, el gobierno español no sólo
no proporcionará ningún estímulo oficial a la emigración...sino que la
vigilancia en las fronteras intentará limitar las salidas en la medida de lo
posible... La mayoría de las salidas se realizan clandestinamente» (Términe
y otros, 1995)
Cierto es que hacia los
años de 1950 España necesitaba romper el aislamiento internacional y
aumentar sus divisas. Alemania, por otra parte veía crecer sus conflictos
laborales y económicos y no deseaba agravarlos con la llegada de miles de
españoles. La solución fue un convenio económico entre Alemania y España
(una especie de plan Marshall) que aseguraba a ésta un desarrollo social y
económico sin fricciones. En este paquete entró también la emigración. Se
inició en España, a instancias de Alemania, el control en origen y en
destino de la emigración. En origen, permitiendo la salida mediante un largo
proceso burocrático, y en destino, creando las Agregadurías laborales que
evitaban la inscripción de los emigrantes en los sindicatos alemanes y la
creación de las Misiones Españolas, adjudicadas a la Iglesia, que ejercieron
como fuerte elemento de control social. En Alemania, los españoles tuvieron
por ello un trato asistencial más ventajoso que en otros lugares.
Sin embargo, en el resto
de los países, se siguió dando una gran cantidad de emigrantes que llegaban
a trabajar de forma clandestina, por no poder acceder a los papeles, en
algunos casos porque no conseguían el permiso de su parroquia para obtener
el certificado de buena conducta.
El mito
creado en los últimos años por algunos estamentos de la política de
derechas, complementada por la falta de seriedad, o la connivencia, de
algunos medios de comunicación, ha creado en la opinión popular la idea de
que emigración y delincuencia van unidos. Esta opinión trae inmediatamente
a colación la falsa afirmación de que la emigración española se componía de
ciudadanos ejemplares e integrados. El cine, en general, desmiente estas
afirmaciones, haciendo énfasis precisamente en lo contrario.
Aunque
nadie duda de que la mayoría de los emigrantes españoles trabajaron
pacíficamente sin necesidad de realizar actividades delictivas, al igual que
la mayoría de los emigrantes actuales en nuestro país, el cine refleja en la
mayoría de los casos otra realidad –también real- ayudando a deshacer otro
de los mitos inventados como excusa para comparar la actuación de los
emigrantes españoles en el extranjero con los actuales emigrantes en nuestro
país. La dura vida del emigrante español en América y en algunos casos la
turbia manera de hacer dinero y un lugar en la sociedad se trata en
Frontera sur, 1998, en la que Gerardo Herrero hizo un drama de emigración en
Argentina,
una forma sórdida de abrirse camino, la trata de blancas, las riñas de
gallos, la apropiación de las tierras, la violencia... o Sus ojos se
cerraron de Jaime Chávarri, (1997), la historia de una modista madrileña
que llega a Buenos Aires en los años 30.
La situación de una España en desarrollo trajo consigo una nueva
realidad y llegaron los emigrantes. El cine comenzó a relatar la forma de
vida de los recién llegados, sus problemas, sus dificultades de integración
y las trabas administrativas y personales. En la medida en que el problema
se hizo más duro y la reacción local más furibunda contra el emigrante el
cine español reaccionó con algunas películas. Las cartas de Alou,
1990, de Montxo Armendáriz, narra el periplo de un joven senegalés por la
península en precarias condiciones laborales,
Bwana,
de 1995, de Imanol Uribe, que es una reflexión sobre la xenofobia y el
racismo encarnados en una familia española, sus miedos y sus frustraciones
hacia un emigrante subsahariano que acaba de llegar en patera. Saïd Saïd,
1998, de Llorenç Soler, cuenta la historia de Saïd y las duras condiciones
de vida que tienen los inmigrantes magrebíes en nuestro país. Para señalar,
aunque sea someramente, el papel de la mujer, tanto en Saïd como en
Las cartas de Alou, los dos protagonistas, el marroquí y el
senegalés, se enamoran de mujeres españolas, que les ayudan fervientemente,
aunque esa situación no mejora, sino al contrario, la relación de los
emigrantes extranjeros con su entorno social, dando lugar en algún caso a
virulentas reacciones por parte de grupos racistas (Saïd). En ninguna de
ellas se aprecia a la mujer emigrante, invisible en esta etapa del cine
español.
La
emigración de los países del Este se narra en El sudor de los ruiseñores,
de Juan Manuel Cotelo, 1998, sobre un violonchelista rumano que llega a
Madrid con el sueño de trabajar en una orquesta y ganar el dinero suficiente
para poder traer a su esposa y a su hija; la de los emigrantes cubanos en
Cosas que dejé en la Habana (1999) de Manuel Gutiérrez Aragón. En esta
última, la mujer tiene ya una importancia sustancial, ya que narra
la historia de tres
jóvenes cubanas que buscan trabajo en Madrid donde viven con una tía. Es una
interesante película a pesar de que los estereotipos se suceden en ella,
tanto en lo que se refiere a las cubanas recién llegadas, que procurar una
típica integración en el medio, la tía, que ha hecho simbiosis con el
entorno, como los diferentes personajes españoles, que responden a etiquetas
previstas.
En 1999,
Iciar Bollain realizó Flores de otro mundo. Una caravana de mujeres
–extranjeras y españolas- llega a un pueblo con el fin de establecer
relaciones con los solteros de la población. Son varios los conflictos que
se generan por las diferencias culturales y sociales entre las recién
llegadas y los vecinos del pueblo. Es, posiblemente, la película en la que
el problema de la mujer inmigrante, se ve con mayor realismo, sobre todo en
lo que se refiere al poder masculino en las relaciones –incluida la
violencia corporal- y a las dificultades de ser aceptadas sus diferencias
por la cultura tradicional.
He citado
más arriba la película del 2002, Poniente, de Chus Gutierrez, una
historia de amistad y amor con el conflicto social de la emigración de
fondo. Es una película de guerra, guerra de sexos, de culturas, de clases…
que culmina en una gran batalla en la que pierde todo el mundo.
Documentales sobre la emigración hacia España
Además de
la citada Vida de moro, un documental producido por Canal + en el año
2000, es necesario citar Lalia, realizada en 1999 por Silvia Munt,
que ganó el premio Goya de ese año al mejor documental, y que refleja la
necesidad de escapar de una realidad terrible, la que se vive en los
campamentos saharauis en Argelia.
En el 2002,
Carles Bosc hizo Balseros. En el verano de 1994 un equipo de
reporteros de Televisió de Catalunya filmó y entrevistó a siete cubanos y a
sus familiares durante los días que preparaban la arriesgada aventura de
lanzarse al mar para alcanzar la costa de los Estados Unidos, huyendo de les
dificultades económicas que asolaban su país. Tiempo después, en el
campamento de refugiados de la base norte-americana de Guantánamo pudieron
localizar a los que habían sido rescatados en alta mar. Es una historia
sobre los sueños frustrados por la realidad de la emigración fallida.
Muy
interesante es la última película documental española (2004) que conozco,
Paralelo 36, de José Luís Tirado, en el que los protagonistas son los
emigrantes –con sus sueños, dificultades y deseos- que llegan en patera a
las costas españolas, en el viaje de la emigración clandestina atravesando
el estrecho de Gibraltar.
Hasta el
momento, el cine de emigración en España, lo han hecho españoles. Con
dignidad y equilibrio en la mayoría de las ocasiones, pero desde un punto de
vista difícil de traspasar. Es posible –y de desear- que en el futuro,
escritores y directores emigrantes, puedan reflejar la realidad desde su
óptica, como sucede en otros países con más años de emigración extranjera,
abriendo las perspectivas a otras visiones que ya se aprecian en la lucha
reivindicativa y solidaria. En teatro, por ejemplo, Juan Diego Botto, ha
escrito y dirigido
El privilegio de ser
perro (2005),
en la que a través de cuatro monólogos y de cuatro diferentes puntos de
vista desarrolla los procesos sufre y vive un emigrante cuando se enfrenta
con el exilio, la pérdida de su identidad, en el viaje obsesivo en búsqueda
de una mejor calidad de vida.
Lista
de algunas películas sobre emigración
1917.
El
emigrante (The immigrant),
de
Charlie Chaplin.
En clave de
humor con todos los ingredientes de un duro viaje de emigrantes hacia
América, Chaplin relata de alguna forma sus experiencias como emigrante.
1940.
Las uvas de la ir (The
grapes of wrath),
dirigida por John Ford.
Una familia
campesina pierde durante la Gran Depresión su pequeña granja en Oklahoma y
se ve obligada a buscar una nueva tierra de promisión en California. Durante
su viaje deberán aceptar trabajos de jornadas agotadoras, sufrir el rechazo
social y vivir en unas condiciones infrahumanas. Basada en la novela de
Steinbeck.
1963.
América, América de Elia Kazan. La obsesión de Stavros, un joven griego
de llegar a los Estados Unidos de América le lleva a iniciar y finalizar con
éxito la aventura de la emigración.
1971.
Los emigrantes (Utvandrarna) de Jan Troell. Relata las
dificultades de los campesinos suecos por lograr en sueño americano a
mediados del siglo XIX. Lo venden todo y se embarcan hacia América. Algunos
de los emigrantes nunca llegarán al Nuevo Mundo.
1972. La
nueva tierra (Nybyggarna). También de Jan Tröell. A finales del siglo
XIX, una familia sueca emigra a Minesota. Van en busca de una vida mejor y
más libertad y aunque no pretenden convertirse en americanos, la cultura de
su nuevo país va influenciando cada vez más sus vidas.
1977.
Alambrista, De
Robert M. Young.
La
dramática situación de los trabajadores mexicanos indocumentados, expresada
en la historia de un joven mexicano que decide ir a los Estados Unidos a
buscar trabajo y cruza ilegalmente la frontera.
1982. La
frontera (The
border)
de Tony Richardson.
El Paso
entre México y los Estados Unidos es un lugar de corrupción, drogas y
tráfico de emigrantes.
1982.
Trabajo clandestino (Moonlighning).
de Jerzy Skolimowski. El aislamiento y reclusión de un
trabajador
de origen polaco que vive escondido junto con sus compañeros en la casa en
la que trabaja.
1987.
Pelle, el conquistador, de Bille August.. La película cuenta la historia
de un padre campesino y su pequeño hijo, que en el siglo XIX deben escapar
de la pobreza en su Suecia natal e inmigrar hacia Dinamarca, donde
sobrellevarán una durísima existencia.
1990.
Cheb, de Rachid Bouchared, sobre un joven argelino que vive en Francia
desde su primer año y con 19 se hace expulsar y vuelve a Argelia, donde es
forzosamente enrolado, en un universo que le resulta hostil, sintiéndose
inmigrante en todas partes.
1995. My
family (Mi familia), de Gregory Nava. Tres generaciones de una misma
familia de inmigrantes mexicanos ven crecer la ciudad de Los Angeles a su
alrededor, mientras tratan de integrarse en la sociedad americana y
conseguir sus sueños de prosperidad.
1996.
Jerusalem, de Bille August. Basada en un relato de Selma Lagerlöf. Narra
la peripecia de unos campesinos suecos que a principio del siglo XIX y
empujados por la pobreza abandonaron su país para establecer una comunidad
sueca en Palestina y dedicarse al mismo tiempo a venerar y ensalzar la
gloria del Señor.
1998.
Abril (Aprile), de Nanni Moretti, recoge imágenes de la manifestación de
1994 contra el racismo y de la llegada, al puerto de Bríndisi, en la
primavera de 1997, de un carguero lleno de albaneses.
1999. En Oriente es
Oriente (East is East), de Daniel O´Donell, se relatan las dificultades
de la segunda generación de una familia de pakistaníes en el Reino Unido,
que sólo aspira a integrarse en la sociedad en la que viven y olvidar la
rígida concepción familiar de su padre.
2000. En Pan y rosas
(Bread and Roses), de Ken Loach. Las protagonistas son dos hermanas
mexicanas, limpiadoras en un edificio de oficinas de Los Ángeles, que
emprenden una campaña de lucha contra sus empleadores.
2001. En el film
boliviano argentino Bolivia, Israel Adrián Caetano nos cuenta la
historia de un inmigrante boliviano en la Argentina.
2003. Una película muy
interesante de los últimos años es In this world, de Winterbotton,
que nos cuenta en tono de falso documental el viaje de dos jóvenes afganos
que quieren llegar a Londres.
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