Los autores avanzan sobre lo publicado en otras ocasiones sobre esta misma
temática, profundizando a cerca de la responsabilidad de la familia en la
educación hacia los medios, sobre todo la televisión. Analizan con
detenimiento los modelos familiares de consumo de los mismos entendiendo que
es desde la familia y las personas que la componen, desde donde se puede
encontrar la única vía de acceso a la solución de los problemas que la
cultura y los valores críticos crean debido al consumo indiscriminado de los
medios. Una de las alternativas, además de la educación hacia el consumo
crítico de los medios, es salir de los mismos medios a la búsqueda de otros
espacios juveniles de diversión y cultura. Para desarrollar esta idea
utilizan algunos ejemplos y anécdotas de la mitología y la antigüedad
clásica tanto en el texto como en el cómic que acompaña cada apartado.
«El
salmón pone un millón de huevos y no se entera nadie. La gallina
pone uno solo y se entera todo el barrio».
(Apólogo).
«Podemos
exigir a las productoras de televisión, sin que ello evite nuestra
responsabilidad formativa. Nos quejaremos de las películas que
emiten al mismo tiempo que aprendemos a ver cine. Dejaremos de
consumir ciertos productos siempre que, mientras tanto, no dejemos
de ser lectores críticos de la publicidad.»
(Los autores, en La educación para
el consumo crítico de la televisión en la familia en Comunicar
7). |
1.
Cuando
se mató al mensajero.
1.1.
Negar
la evidencia.
En la antigüedad, era muy común lo de matar al mensajero cuando traía malas
noticias. El tirano, el general en jefe o el que mandaba, sin más, de
estricto y puro cabreo, mataba al que venía sudoroso, y además con malas
noticias. Las malas noticias nunca gustan. Matar al mensajero no es la
solución.
«Muerto el perro se acabó la rabia», dice el refrán español. Es lo
mismo. Uno de los mecanismos más antiguos de defensa de la especie humana es
negarse a la evidencia y culpar a otros de las desgracias que provienen de
la propia incompetencia o de la falta de responsabilidad ante los hechos.
Nuestra sociedad critica lo que viene de afuera, lo que entra por
televisión, la violencia, el sexo, la cultura foránea, el lamentable
espectáculo de lo morboso, cutre y malsano que se nos introduce por la
pequeña pantalla. Cuestionamos la utilización de Internet porque hemos leído
u oído que hay informaciones de sexo, violencia, ideologías extrañas, etc.
Negamos la utilización en la familia de nuevas tecnologías porque no nos
atrevemos a enfrentar personal y familiarmente que, como decíamos antes, es
evidentemente más cómodo negar la evidencia, o culpar a otros de las
desgracias. Suplimos de esta forma la incapacidad de diálogo, negando los
medios o la posibilidad de su debate familiar. Así hacemos como en la
antigüedad: cerrar los ojos a lo que no nos gusta, no adaptarnos a las
circunstancias. En definitiva, matar al mensajero.
1.2.
Aceptar la realidad de mensajes y de medios
«El mejor truco inventado por el diablo fue convencer al mundo de que no
existía».
(Anónimo)
Es cada vez más común oír.
«No veo el telediario porque las imágenes y
noticias de tanta hambre y violencia me amargan la comida». Matar al
mensajero no arregla los problemas de la derrota en la batalla. Negarse a
utilizar los medios no soluciona el problema del hambre en Ruanda, o el que
deje de introducirse en nuestra sociedad la cultura dominante.
El problema es que nuestros hijos e hijas buscan la información por su lado,
en nuestra misma casa, accediendo por sus propios recursos a la información
que nosotros les negamos y al diálogo que evitamos. Hay además familias, de
las consideradas cultas, que han rechazado durante años televisión, vídeo y
ordenador, y sus hijos e hijas han asumido la cultura que indefectiblemente
les llega por caminos extraños a la familia.
Es más desahogado en un ambiente familiar rechazar la tecnología porque es
perniciosa, molesta, difícil de encarar, o aceptarla sin ambages ni
cortapisas cerrando los ojos a una utilización desmesurada sin que provoque
crispación familiar, problemas de relación o de diálogo. Por seguir con los
refranes,
«o descalzos o medias de seda». O negamos los medios en su
totalidad o ponemos un televisor en cada habitación. El caso es esconder los
problemas como el avestruz esconde la cabeza en situaciones peligrosas o
cuando se esconde la basura bajo la alfombra.
2.
Cuando
los griegos regalaron a los troyanos un caballo con sorpresa.
La guerra de Troya no acababa nunca. Sitiadores y sitiados, dioses y
semidioses, estaban aburridos. Los griegos, hartos, engañaron a los
Troyanos retirándose del cerco de la ciudad. Una mañana temprano, guerreros,
campamento y naves desaparecieron de escena. Solamente, ante las puertas de
la ciudad, había quedado un caballo gigante de madera, con una inscripción a
Atenea en el costado. Los Troyanos festejaron su aparente victoria,
arrastraron el caballo hasta el centro de la ciudad, y lo celebraron ante
sus dioses con canciones, flores y vino. El exceso les hizo dormir en sus
laureles, y
«sorpresa, sorpresa», por la noche los intestinos del caballo se
abrieron y dejaron salir sus peligrosas vísceras en forma de cincuenta
enemigos armados, que abrieron las puertas de la ciudad por las que entró el
resto del ejército. A la mañana siguiente Troya estaba en manos de los
griegos. Lo contó Homero y lo comentó Virgilio:
«Timeo Danaos et dona ferentes»
(«Temo a los griegos hasta cuando hacen regalos»)
Virgilio. Eneida II, 49.
2.1.
Nadie da duros a tres pesetas.
«La vida es como una caja de bombones. Nunca sabes lo que te va a tocar»,
(de la película Forrest Gump).
La televisión, como todos los medios de comunicación de masas, es un regalo
tecnológico esperado durante decenas de años. Ya Julio Verne lo había
vislumbrado, el cine lo reclamaba, y cuando los españoles de los años
cuarenta lo veíamos en las películas norteamericanas, lo envidiábamos. Un
día el regalo llegó a nuestro país, y fue una fiesta, de la que hemos
celebrado hasta el aniversario. Lo que no solemos hacer es analizar el
regalo por dentro. Ver si tiene en su interior griegos armados hasta los
dientes.
2.2.
La televisión es un regalo con griegos en su interior.
Un don puede ser un bien o un peligro. Es hermoso recibir obsequios
empaquetados aunque arriesgado si no se sabe lo que hay dentro. En un
paquete puede haber bombones, como en Forrest Gump, bombas, como las que
envían los grupos terroristas, o griegos, como en el caso de Troya, en el
que iban, para bien de ellos y mal de los troyanos, a lo suyo.
La nueva tecnología es un legado que la sociedad actual y sus científicos
hacen a la humanidad como representación de desarrollo; para que la especie
humana la utilice en beneficio propio y como necesidad y trampolín de nuevos
avances tecnológicos.
La filosofía, el pensamiento, la cultura, los valores sociales y humanos, se
sirven de las nuevas técnicas para su avance. La tecnología procura ponerse
al día para dispensar a la sociedad lo que ella cultural o comercialmente
necesita. Nace así una simbiosis difícil de detectar y casi imposible de
analizar por separado entre lo que pensamos y lo que necesitamos, entre las
sociedades necesitadas y las que se sustentan en una economía de consumo.
Se crea una dialéctica entre imágenes e ideas, representaciones y
representados; el toma y daca de
«yo doy pensamiento tu me das imágenes, yo
me las pienso y luego tu las transformas en imágenes». La juventud de hoy ha
nacido, en su totalidad en la era de la televisión, de la imagen y de las
nuevas tecnologías, con escaso contacto con la naturaleza. Los problemas, la
misma naturaleza, el mundo, lo conocen en muchos casos solamente desde la
visión que tienen a través de la pequeña pantalla. La caverna de Platón de
la era tecnológica puede reproducirse si todo lo vemos desde la óptica de lo
icónico, desconociendo nuestra verdadera realidad de necesitados de libertad
de pensamiento.
Para pensar críticamente en relación con el mundo de la imagen hay que
entrar en el universo de los medios de comunicación. El televisor, como el
caballo de Troya, está lleno de griegos armados, de violencia, de comercio,
de engaño, de publicidad, de trucos, de elementos que podemos considerar
negativos en determinadas circunstancias. Al mismo tiempo, y de ello no
solemos quejarnos, la televisión está repleta de información, de
documentación, de historia, de problemas que debemos conocer, de arte, de
espectáculo, de diversión, de imágenes y de cultura.
3.
Cuando
Teseo desentrañó los entresijos del laberinto y liberó a Creta.
En Cnosos, Creta, existía un laberinto, donde habitaba Minotauro, un ser
mitad hombre mitad toro. Aparte de otras consideraciones ligadas a la
rumorología popular de la época sobre si la realidad es que el rey de Creta
necesitaba periódicamente de doncellas y por eso se inventó lo del
Minotauro, la mitología nos presenta el laberinto como algo terrorífico
donde se ofrecían jóvenes para sacrificio ante el monstruo. En el laberinto,
por su complejidad, se podía entrar, pero no salir. Hasta que llegó Teseo
con ganas de hacer proezas. La creatividad de Dédalo, autor al mismo tiempo
del laberinto y de la idea, la colaboración de Ariadna, que prestó el hilo,
y la valentía de Teseo, que entró desenrollando el hilo, mató al Minotauro y
volvió con el ovillo, salvaron a Creta. Un verdadero trabajo en equipo por
el que se desentrañó el laberinto y se destruyó la maldición.
3.1.
Desentrañar el laberinto de la tecnología de los medios.
«Para comer la nuez hay que romper la cáscara». (Napoleón)
Para que la televisión se convierta en un hecho positivo de cultura personal
y social hay que introducirse en sus laberintos y dominarlos. Lo que nos
parece tan sencillo, trivial, el hecho de dar al interruptor del televisor y
situarnos ante su pantalla, lleva tras sí todo un modo de proceder que
acredita o conforma el estilo de toda una sociedad en la que prevalece el
consumo indiscriminado de medios de comunicación.
Los más antiguos sistemas de captar la atención por medio de la imagen, la
fotografía por ejemplo, se basaban ante todo en la capacidad de cautivar al
espectador mediante una estética basada en la luz y la composición, a lo que
el cine añadió la velocidad y el ritmo, y más tarde el sonido y el color. La
televisión ha roto con todos los moldes tradicionales, creando una
acumulación de dificultades, de laberintos, tanto en los entresijos de la
misma cadena emisora, sus sistemas de producción, como en lo que sucede en
los receptores, elemento tangible para niños y adultos.
La televisión, al entrar en nuestros hogares sin remisión, ha logrado
cambiar no solamente lenguajes, formas de expresión diferentes, sino además
lo sustancial de los contenidos, añadiendo al mundo de los mensajes el
elemento constituyente de su asimilación en muchos casos inconsciente. La
dificultad es que debemos buscar nuestro hilo de Ariadna para entrar en un
dédalo de calles, intereses, informaciones, verdades y mentiras, trucos y
falsas ideas, creatividad y engaños, subliminalidad, concursos, premios,
sorpresas, morbo, violencia y culturas diferentes. Estos elementos, que ya
existían o podían estar presentes en otras tecnologías de la imagen, del
cine, del cartel, del cómic o de la fotografía, debido a la inmediatez, a la
facilidad de alcance, a la asequibilidad de la imagen televisiva, aporta un
ingrediente nuevo y en muchos casos peligroso: la indefensión ante sus
mensajes y contenidos por parte de personas que no se cuestionan lo
suficiente lo que perciben.
Para desentrañar el laberinto contamos con un único hilo: el de nuestra
formación personal.
3.2.
El laberinto de la interpretación de culturas, imágenes y símbolos.
Cuando Creso, rey de Lidia, consultó al oráculo de Delfos sobre si debía
atacar al Imperio Persa, este le contestó:
«Si vas a la guerra destruirás un
gran reino”» Creso fue a la guerra y el reino destruido fue el suyo.
«Cuatro personas habíamos visto lo mismo, pero lo habíamos interpretado de
manera distinta. O sea, que no habíamos visto lo mismo. Cada uno de nosotros
puso en funcionamiento un esquema sentimental diferente».
(Marina, J.A.)
La cultura de cada familia, la interpretación de cada sociedad, determina
que cada idea o forma de ver la realidad corresponde a repertorios distintos
. A pesar de que la televisión homogeneiza día a día modas, costumbres,
ideologías y comportamientos, nuestras capacidades interpretativas nuestros
sentimientos culturales más profundos, son difíciles de cambiar. Es ahí
donde debemos buscar nuestros propios hilos de Ariadna, nuestras auténticas
creencias. La familia, como elemento esencial, prioritario y básico de la
socialización, debe tomar parte activa en el mantenimiento de valores
iniciales, uno de ellos el respeto de otras culturas y valores, con el fin
de hacer posible que los futuros ciudadanos se conviertan en cuanto sea
posible en individuos críticos, libres y responsables para aceptar o no
ideas e ideologías, categorías de pensamiento y sentimientos.
4.
Cuando
Sócrates hacía preguntas y criticaba la cultura establecida.
De Sócrates, aunque no dejó nada escrito, sabemos de él sobre todo por
Platón, Aristóteles y por algunos comentarios triviales de Jenofonte. Era un
implacable crítico de las opiniones
«porque sí»
admitidas por la generalidad
de sus conciudadanos. Basaba en su
«no saber nada»
el preguntarse sobre todo
y preguntar a los demás, logrando que cada cual sacara sus opiniones a
flote. A los jóvenes les incitaba a contestar críticamente sobre la
educación adquirida sin razonamiento y estimular así la reflexión personal.
Su ironía destruía el saber aparente contra los sofismas, la demagogia, y la
cultura fácil. Confrontaba opiniones para después inducir la idea general y
la definición y la opinión. Más tarde había que probar que lo dicho era
verdad, como algo a experimentar y no como certeza absoluta. Incitaba a la
reflexión y a la investigación. El
«conócete a ti mismo»
es el resumen de su
filosofía moral, base del pensamiento. Esta actitud le costó la vida por
romper las tradiciones.
4.1.
El debate familiar debe ser aprendido primero por los padres.
No es probable ni siquiera conveniente que así de pronto la familia actúe
como Sócrates. Ni mucho menos que haga tomar la cicuta a sus miembros
desobedientes, sea por apáticos o por críticos. Sin embargo no estaría demás
que se implantara desde el nacimiento la idea de que todo tiene su porqué,
que no hay que aceptar todo lo que está establecido por decreto, que la
reflexión personal es la base de la decisión libre, y que la investigación
es el fundamento del aprendizaje.
La educación para lograr televidentes críticos nace el día del nacimiento,
ya que como decíamos más arriba, nacemos con la televisión en casa, y lo que
es peor, encendida. No tenemos más escape ni salida que una educación desde
la familia y a partir del nacimiento.
Este desafío obliga a la familia a formarse con anticipación a los hechos,
adelantarse a las nuevas tecnologías antes que los hijos vayan creciendo.
Basar la vida familiar en el diálogo constante y en el debate constructivo
ante las situaciones que se van creando. “Mis hijos me pueden”, es una frase
que se oye con frecuencia.
«Están pegados todo el día al televisor y al
ordenador». Pregunta: ¿has hecho algo para conocer tu en primer lugar lo que
es la televisión y el ordenador, con el fin de prever acontecimientos,
proponer a tus hijos actuaciones concretas, aceptar diálogo a su mismo
nivel, etc.?
4.2.
Los
modelos personales y los valores que trasmitimos.
En primer lugar percibimos cosas, imágenes, sensaciones. La percepción nos
lleva a desear aquello que percibimos. Finalmente accedemos al sentimiento,
que nos lleva a la decisión. El modelo familiar, desde esta óptica, puede y
debe intervenir en casi todos los pasos del proceso. Nuestros primeros
modelos son las personas con las que convivimos. A ellas imitamos y de ellas
nutrimos nuestro aprendizaje, adquiriendo comportamientos de todo tipo. Una
conducta de respeto o de solidaridad nace en ambientes de respeto o
solidaridad. Los modelos que nos impone la sociedad de consumo facilitan
unos hábitos consumistas definidos. El modelo de familia ante el consumo de
medios de comunicación también puede incidir en estos comportamientos, que
varían desde la pasividad absoluta hasta la utilización más crítica.
4.3.
El modelo familiar. Iniciación desde el nacimiento.
El consumo de televisión podemos apreciarlo de forma negativa o positiva
(asertiva). La mayor parte de los padres nos quejamos de cómo, cuándo y
cuanto tiempo ven nuestros hijos la televisión, y en la mayoría de los casos
nos sentimos impotentes para solucionar el problema. El problema fundamental
radica en haber comenzado muy tarde la educación de nuestros hijos. Las
conductas positivas y negativas se logran desde el nacimiento. Lo afirmaba
Quintiliano:
«Mientras discutimos cuándo hay que empezar , ya es
demasiado tarde para empezar».
4.3.1.
Modelos negativos de consumo.
Los modelos negativos pasivos (ver gráfico) los identificamos o con el
butacón, que es la pasividad absoluta; o con el televisor encendido todo el
día, muy común en la mayoría de las familias; El sentarse ante el televisor
sin saber nada sobre la programación y esperar a que el televisor nos
proporcione entretenimiento sin procurar nosotros en nuestro caso ningún
acto positivo de elección de programa.
Los modelos negativos activos, suelen ser posiblemente más perniciosos, ya
que suponen una adicción, en algunos casos activa, fanática e irracional a
la tele, y en otros casos un rechazo absurdo, descabellado e incongruente .
Los modelos negativos, que pueden ser tanto activos, aquellos que se basan
en actitudes beligerantes, impulsivas o enérgicas, y los modelos pasivos,
que se basan en la aceptación sumisa, apática u obediente.
Publicado en
La
educación para el consumo crítico de la televisión debe iniciarse en la
familia.
4.3.2.
Los
modelos positivos.
«…es preciso estar recto, no que te pongan recto». Marco Aurelio.
Meditaciones.
Los modelos positivos (asertivos) son siempre activos, libres y críticos. Se
basan en las responsabilidades individuales y colectivas, se hacen cargo de
que proponen una reflexión, tienen que ver con la interrelación con otros
medios; preservan los hábitos y valores familiares, utilizan la televisión
en su justa medida, sin convertirla en el centro de la casa, se basan en el
diálogo y en la búsqueda de la libertad.
4.4.
La actitud familiar de diálogo y comunicación.
«Lo que caracteriza a los medios de comunicación colectiva es que son antimediadores, intransitivos, que fabrican la no comunicación, si se acepta
definir la comunicación como un intercambio, como el espacio recíproco de
una palabra y una respuesta, por lo tanto, de una responsabilidad
psicológica y moral, sino una correlación entre el uno y el otro en el
intercambio».
(Jean Baudrillard :
Crítica de la economía política del signo.)
La educación para la comunicación comienza en el nacimiento. No puede
esperar. Como hemos afirmado en otras ocasiones, la televisión ya está
encendida cuando nuestros hijos nacen. De la misma forma debe estar abierta
la comunicación. En caso contrario, el dominio, la prioridad en la formación
la llevará la televisión y no la relación de los miembros de la unidad
familiar.
Los padres deben ver en lo posible la televisión con sus hijos, proponiendo
preguntas, problemas, dudas que sea necesario satisfacer, creando debate y
discusión, comentarios e informaciones.
4.5.
La
actitud familiar crítica y de investigación
No es fácil plantearse en familia un sistema de trabajo planificado hacia la
educación de toda la familia. El sentido de autoridad, dogmático, de
personificación de la tradición, suele primar en nuestra sociedad sobre
valores de educación y respeto mutuo. La capacidad crítica hacia situaciones
de la vida real, el sentido de la justicia y de la verdad, bases de una
convivencia, se ven muchas veces solapados por una inútil comodidad por
parte de los padres. Es más fácil en muchas ocasiones para una madre, hacer
las tareas caseras que educar a sus hijos desde el nacimiento para que las
realicen. El poco a poco de la educación es muy dificultoso y escasamente
placentero. La educación desde la cuna es laboriosa, y tendemos más a las
soluciones y mandatos autoritarios, tradicionales, reflejos de los que
hicieron con nosotros, o a dejar hacer, por no crear crispación, que a
actitudes educativas claramente responsables pero más molestas, pero que
tienen que ver más con el futuro.
En la cultura de la tecnología de la imagen sucede de la misma forma. El
televisor cuida de nuestros hijos mejor que nosotros. Es más cómodo dejarlos
ante la tele que dialogar con ellos sobre lo que ven. Para conseguir
planificadamente un cambio de conducta que sea positiva hacia la tecnología
audiovisual es necesario discutir, no reprochar, evitando siempre el
utilizar, tanto los medios coactivos “no veas tal programa”, como los
permisivos “enciende la tele y no molestes”.
La familia puede ayudarse mutuamente a ser críticos ante los medios buscando
el compromiso con los valores de su propia cultura, participando activamente
en la vida pública y democrática, utilizando las nuevas tecnologías de la
imagen y del sonido y pensando en la importancia que poseen como cultura del
futuro.
4.6.
La
responsabilidad de la familia en la educación.
«Forjé un eslabón un día, otro día forjé otro y otro. De pronto se juntaron
- era la cadena - todos.» Pedro Salinas, Presagios, Obra Poética..
La familia debe elaborar, en común, estrategias de convivencia entre sus
miembros y con los medios. En muchas ocasiones el televisor separa más que
une. Se crea una dependencia familiar de los medios de comunicación. Negar
el diálogo es acabar con un televisor por persona, acabando con la
convivencia familiar. La tolerancia no es permitirlo todo. No confundamos
tolerancia con apatía, desinterés o indiferencia.
La responsabilidad educativa es un esfuerzo constante, del día a día, en el
que deben participar en la medida de lo posible los hijos cuando van
creciendo. A los pequeños se les hacen las cosas, más tarde se les orienta,
después se les responsabiliza, y finalmente se llega a una total cooperación
dialógica familiar. Es más fácil ser padre o madre permisivo que educador
crítico.
La gravedad de los grandes problemas de la humanidad nos obliga a ser más
responsables en la educación de los hijos, enfrentando los hechos con
conciencia crítica, luchando contra cualquier forma de fundamentalismo,
contra la irresponsabilidad social que provoca la banalidad de la
televisión, de la moda y del consumo indiscriminado.
4.7.
La
relación de los padres con el centro educativo
La familia tiene también una responsabilidad en la educación de los hijos
fuera del ámbito familiar. En este caso, en colaboración con profesores, con
otros padres o con personas que se mueven en espacios juveniles
alternativos. Los centros educativos no se toman en ocasiones demasiado en
serio la importancia de los medios de comunicación en la educación.
Los mismos chicos y chicas pueden aportar en sus aulas mediante trabajos,
opiniones, sugerencias, lo que perciben en su ambiente familiar en cuanto a
la utilización formativa, lúdica y crítica de los medios.
4.8.
La educación hacia el consumo.
El núcleo familiar tiene derecho de intervención en todo aquello que piense
que lesiona valores, costumbres o leyes. La familia como consumidora debe
ejercer sus derechos para lograr una programación más acorde con las
necesidades educativas, éticas e ideológicas.
Los derechos de la familia los resumimos así: derecho a mejorar la calidad
de la programación, a implicarse como familia consumidora de imagen en la
formación personal hacia medios y mensajes, a procurar que los sistemas
educativos, familiares, regionales, estatales y sociales, hagan inexcusable
un diseño de enseñanza - aprendizaje en el que se consideren los medios de
comunicación y su análisis crítico; derecho a pertenecer a alguna asociación
de consumidores, que adquieren cada día mayor fuerza; derecho a algo tan
fácil como apagar el televisor o cambiar de canal; derecho a recurrir al
defensor del telespectador.
5.
Alternativas al consumo indiscriminado de medios: La creación de nuevos
espacios juveniles de espectáculo y cultura.
¿A qué dedicas tu tiempo libre, en número de horas?
En sondeos realizados por los autores entre grupos juveniles, monitores de
tiempo libre, grupos de jóvenes, etc., se valora como primer espacio de
diversión por parte de la juventud actual la televisión. Le siguen los
juegos recreativos y las discotecas y/o zonas de
«movida». El deporte queda
muy por detrás y otras posibles actividades prácticamente no se cotizan.
La única salida que vemos a los aspectos más negativos que la sociedad de
consumo propone a nuestros jóvenes, es la creación por parte de la sociedad,
padres y educadores incluidos, de nuevos espacios en los que la juventud
pueda encontrar salida a su dinamismo, a su necesidad de convivencia y
diversión. Espacios culturales, como el teatro, las bibliotecas, el cine o
las tertulias; espacios deportivos, piscinas, gimnasios, clubs, espacios de
diversión, música, centros juveniles, etc.
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