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Voces inocentes
Niños sin escuela.
Niños soldado
©Enrique
Martínez-Salanova Sánchez
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El
puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas
de cine/Glosario
de cine
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Los niños en los conflictos armados
La película
trata acerca de los secuestros que realizaban las fuerzas armadas de El
Salvador durante los años de 1980, en las cuales niños de 12 años eran
obligados a enrolarse para combatir al Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional (FMLN). Está basada en la historia real de Oscar
Torres, que colaboró en el guión, cuando su inocencia infantil se vio
sacudida por el abandono del padre y por la guerrilla que se inició
entre campesinos y el ejército de El Salvador. La
historia de Torres es desgraciadamente de actualidad. En algunos
conflictos, como el de Irak o Colombia, existen niños soldados de los
que se habla y sabe muy poco. de todos es conocida la utilización de
niños en las guerra de varios países africanos, Palestina o Israel.
En los últimos años, el número de
muertes civiles en conflictos armados ha aumentado de forma
espectacular, y se cree que asciende a más del 90%. Más de la mitad de
las víctimas son niños y niñas. Se estima que 20 millones de niños y
niñas han tenido que abandonar sus hogares por causa de conflictos
armados y violaciones de los derechos humanos, y viven como refugiados
en países vecinos o han sido desplazados internamente dentro de las
fronteras de su propio país.
En los últimos diez años, dos
millones de niños y niñas han muerto como consecuencia directa de
conflictos armados. Y aún mayor -al menos seis millones- es la cifra de
niños y niñas que han quedado incapacitados de por vida o que han
sufrido daños graves. Más de un millón han quedado huérfanos o han sido
separados de sus familias. Cada año, las minas terrestres matan o
mutilan a entre 8.000 y 10.000 menores de edad.
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Voces inocentes.
La película
Voces inocentes.
Innocent voices
2004.
México, Estados Unidos,
Puerto Rico. 106
min.
Dirección:
Luis Mandoki
Guión:
Oscar Torres y Luis Mandoki.
Producción:
Luis Mandoki, Alejandro Soberón Kuri y Lawrence Bender.
Música:
André Abujamra.
Fotografía:
Juan Ruiz-Anchia.
Montaje:
Aleshka Ferrero.
Diseño de
producción:
Antonio Muñohierro.
Interpretación:
Carlos Padilla (Chava), Leonor Varela (Kella), Gustavo Muñoz (Ancha),
José María Yazpik (tío Beto), Ofelia Medina (Mamá Toya), Daniel Giménez
Cacho (cura), Jesús Ochoa (chofer).
Sinopsis:
Cuenta la historia de Chava (Carlos Padilla), un niño de once años que
atrapado por las circunstancias tiene que convertirse en «el hombre de
la casa», después de que su padre los abandonara en plena Guerra Civil.
Durante la década de los años ochenta en El Salvador, las fuerzas
armadas del gobierno reclutaban niños de doce años sacándolos de sus
escuelas. Si Chava tiene suerte, aún le queda un año de inocencia, un
año antes de que él también sea enrolado y luche la batalla del gobierno
contra los rebeldes del ejército FMLN (Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional). La vida de Chava se convierte en un juego de
supervivencia, no sólo de las balas de la guerra, sino también de los
efectos desoladores de la violencia diaria. Con el amor de su madre
(Leonor Varela) como única arma,
y
enamorado de una compañera de clase,Chava
encuentra el coraje para mantener su corazón abierto y su espíritu vivo
en su carrera contra el tiempo.
En medio del caos y terror que
implica el vivir en un medio tan hostil y desesperanzador como ese,
Chava se las ingenia para hacerse de amigos, entre los que se encuentra
un chofer de autobús (Jesús Ochoa), el cura de una iglesia (Daniel
Giménez Cacho) y, por supuesto, evadir el servicio militar que ya le ha
costado la vida a varios otros niños.
Premios:
Mejor
película con el Oso de Cristal en el Festival de Cine Internacional de
Berlín y Premio del jurado y del público por la Sociedad de Críticos de
Cine de San Diego.
El director: Luis Mandoki
Luis
Mandoki nació en 1954 en la Ciudad de México.
Es un
director de cine de gran versatilidad, que participa tanto en
México como en Hollywood. Ha sido galardonado con varios premios
y nominaciones importantes. Debutó en 1976 con el largometraje
Silent Music. Se ha comprometido con la política mexicana
produciendo dos documentales acerca de las elecciones
presidenciales de México de Julio de 2006 (las cuales plantea
como no válidas): ¿Quién es el señor López? (2006) y
Fraude:
México 2006 (2007).
Entre
sus películas como director se pueden destacar
Voces inocentes
(2007), de la también fue guionista,
Atrapada (Trapped, 2003),
Mensaje en una botella (Message in a Bottle, 1999),
Cuando un
hombre ama a una mujer (When A Man Loves A Woman, 1994),
Nacida
ayer (Born Yesterday, 1993),
Pasión sin barreras (White Palace,
1991), Gaby: una historia verdadera
(Gaby: a true story, 1987),
y Mirada de ángel (Angel eyes) |
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Anécdota
del rodaje
Director: ¡El protagonista, aquí, por favor! ...
(El director le pregunta a Carlos
Padilla, el niño que protagoniza la película)
Director: ¿Sabes qué es lo que quiere decir
protagonista? (De inmediato el pequeño responde, al mismo tiempo
que alza sus hombros)
Carlos Padilla:
No ...
Carlos Padilla nació y vive
con su familia en el Distrito Federal. A los 10 años obtuvo su
primer papel principal con Voces inocentes (que se iba a
llamar Casas de cartón). |
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Comentarios a la película
El film relata algunos sucesos
basados en la infancia del guionista cinematográfico Salvadoreño Oscar
Torres. Tiene lugar en El Salvador en plena guerra civil.
Específicamente, la acción se desarrolla a finales de la década de los
ochenta en el pueblo de Cuscatanzingo, el cual, como explica el aviso
introductorio a letras blancas sobre un plano negro, es uno de los
últimos pueblos atrapados entre los elementos de la guerrilla y las
fuerzas del ejercito.
Según Carlos Mario Pineda, en
NEXOS, de la Universidad EAFIT de
Medellín, «la película se
inicia con una voz infantil en off, una imagen en contraluz en medio de
la lluvia y un plano general que muestra a hombres armados, custodiando
a varios niños, entre los que va Chava, el protagonista. Lo que le da
fuerza y dramatismo (no efectismo ni sensiblería) a la escena, es la
atmósfera que crea: la lluvia, el contraluz, la cámara lenta y el relato
de la voz en off: “tengo mucho frío, me duelen los pies, tengo piedras
en los zapatos, estoy muy cansado...”, con eso, el espectador se ubica
de inmediato. No tienen que darle explicaciones, amén de ésa que anuncia
que es en el marco de una guerra, la de El Salvador en 1980. El
desarrollo anacrónico del relato le imprime mayor eficacia narrativa.
Sabemos en qué va a parar: en la detención o captura de unos niños por
parte de hombres armados, pero no sabemos cómo van a llegar a eso ni
quiénes son los captores. Se continúa con la descripción tanto sonora
como visual del lugar en el que habita el niño protagonista: un pueblo
de casas de zinc, con precarias paredes de madera, piso de tierra
apisonada con puertas y ventanas desvencijadas. La dulzura del rostro
del niño y la delicadeza y fortaleza de la joven madre aunados a la
presencia de la hermana gorda y el hermanito menor, completan esa
presentación. Mandoki elige encuadres muy precisos, primeros planos que
son más dramáticos que descriptivos. El color verde, predominante en el
ambiente, junto con la lluvia constante, aluden a la melancolía de los
indígenas centroamericanos. El sonido realista se ve complementado con
la mesura musical. Si bien tiene un sentido empático (apoya el sentido
de lo visual) no es una música melosa ni lastimera. Esa melancolía no es
sólo del pueblo -transmitida por la narración- sino también de la
situación: la gente del común está aterrorizada, los niños juegan en
medio de la devastación o sufren los horrores del combate. La sugerencia
del combate, por medio de los balazos, las explosiones, los impactos que
abren orificios en las paredes o en los colchones que sirven de precaria
protección, son otro acierto. El protagonista es el niño y con él su
familia, no esa cruenta guerra.
Si el argumento se debe al personaje
real o a la adaptación de este mismo y del director, no tiene
importancia. Lo valioso es que la profundidad del argumento no radica
sólo en el paralelo entre la guerra y la infancia sino en las múltiples
vertientes de esa infancia. Están la posición que debe asumir Chava como
padre sustituto, el estudiante que él es, el despertar de la ternura
amorosa, el deseo de ayudar a la madre en la esfera económica, el
testigo de los desmanes del ejercito, el niño juguetón... La
multiplicidad de visiones de ese niño diversifican y enriquecen el
argumento que se ve a su vez, presentado en pantalla con elementos
cinematográficos: el manejo de la cámara, el dinamismo en el montaje, la
riqueza de los diálogos que no son forzados ni corresponden a los ya
vistos en cine o televisión sino al lenguaje tanto de un niño como de un
campesino, la iluminación, el vestuario que recrea el ambiente de la
zona y la puesta en escena en espacios abiertos que se logra con
naturalidad».
El filme se enfoca sobre la
experiencia de la guerra vivida desde la perspectiva de un niño de clase
baja. A punto de cumplir los 12 años (es la edad a la cual el ejercito
comienza a reclutar a los niños), el niño es testigo de como sus amigos,
vecinos, y familiares se convierten en victimas o victimarios de una
guerra que no respeta su derecho de seguir siendo niño; es una guerra
que constantemente viola el orden y la paz de los espacios domésticos,
educativos, y/o espirituales.
En 1980 estalló
en El Salvador un conflicto agrario que terminó por convertirse en una
guerra civil que no cesó hasta 12 años más tarde. Como todas las
guerras, ésta estuvo plagada de injusticias. Una de las que se atribuyen
al Gobierno salvadoreño es el reclutamiento de centenares de niños para
que lucharan en la contienda contra la escurridiza guerrilla de la FMLN.
El primer guión
que escribió Óscar Torres sobre su experiencia, sin embargo, no recogía
todos los horrores que habían visto sus ojos. «Quería retratar la poesía
de la guerra y había eliminado elementos clave», recuerda Mandoki, que
se encargó de indagar sobre esos puntos oscuros.
Debido a la oposición del Gobierno
salvadoreño, el filme tuvo que rodarse finalmente en México. «Los
militares veteranos no reconocen que el ejército utilizó a niños soldado
durante la guerra civil», recuerda Mandoki, «y creen que la película
contiene sólo mentiras». No fue el único pero que le pusieron a la
cinta. Algunas distribuidoras estadounidenses le sugirieron que
eliminara las frases que cierran el filme y que apuntan que los
americanos apoyaron en su día al Gobierno de El Salvador. A pesar de
estas trabas, Voces inocentes consiguió abrirse paso en las salas y
festivales internacionales, y se alzó, entre otros premios, con el Oso
de Cristal a la mejor película en el Festival de Berlín.
«Mandoki controla con tanta precisión
la narración y el curso del argumento que el espectador queda cautivado
y sigue paso a paso, con alegría, indignación, tristeza y ansiedad, el
sufrimiento y el declive de la vida de Chava, de su familia y de su
pueblo. Sin caer en el maniqueísmo, el director consigue que el
espectador pueda hacer un juicio sobre la situación que se le plantea.
No explota lo peor de la guerra ni de la humanidad sino que propone
visiones diversas. Aunque al final se muestre que en el mundo se
reclutan cientos de miles de niños para las guerras, no induce a tomar
una posición determinada. Las escenas de abuso del ejercito podrían ser
interpretadas como un juicio explícito a la institución militar, pero,
siendo justos, las pocas escenas -algunas muy crueles- suponen la
versión dolorosamente privilegiada de ese protagonista. No se exonera a
los guerrilleros de su responsabilidad pero quienes ejercen el control y
abusan de su autoridad son los militares. Es tan “imparcial” el relato
que los únicos desmanes están asociados al reclutamiento de niños, a la
golpiza contra el sacerdote supuestamente válida, la muerte de una niña
en medio de una batalla campal o el ajusticiamiento con tiro de gracia
de los compañeritos de Chava. No aparecen violaciones, golpizas
inmisericordes a hombres adultos, torturas ni nada similar. El ojo del
niño es el ojo de un habitante. El cineasta se queda en ese ojo, lo
demás queda para la elaboración de cada espectador». (Carlos
Mario Pineda, en NEXOS)
«Es una película que muestra el lado
de la guerra que no se ve en televisión», asegura el director. «He
querido entender la guerra, lo que pasa con la gente que está allí,
dentro de las paredes de las escuelas, de las casas. Pero es difícil de
entender algo tan monstruoso», resumió. Se trata de «cosas que te
avergüenzas de contar aunque las hayas vivido, porque te dejan un
sentimiento de que son tu culpa», agrega por su parte el guionista
salvadoreño Oscar Torres.
En su esfuerzo por dar a entender lo
que significa crecer en una guerra, Mandoki ha contado con más ayuda
internacional para esta especie de Naciones Unidas en la que se
convirtió Voces inocentes. Con la mayor parte de la financiación
mexicana, por parte de Altavista, y algo de ayuda puertorriqueña, de la
mano de Muvi Films, cuenta además con una actriz chilena, Leonor Varela,
como protagonista. |
Los niños soldado (Datos
de informes de Amnistía Internacional)
Un niño o niña soldado es
cualquier persona menor de 18 años que forma parte de cualquier tipo
de fuerza o movimiento armado, ya sea regular o irregular, en
cualquier condición, incluyendo pero no limitado a, cocineros,
porteros, mensajeros y cualquier otra persona que acompañe a dichos
grupos y no sea solamente un familiar
Reclutar niños y niñas soldado es
una práctica habitual en el seno de muchos conflictos en todo el
mundo. En algunos, años y años de guerra han agotado a los adultos
en edad de combatir: sólo quedan niños. Los niños sirven para todo
en tiempo de guerra: combaten, cocinan, acarrean agua, actúan como
señuelos, mensajeros o espías.
Estos niños y niñas han sido
secuestrados en la calle, sacados de las aulas o campos de
refugiados. Otros muchos son forzados a salir de sus casas a punta
de pistola, mientras juegan cerca de casa o caminan por la
carretera. Algunos niños se han unido de forma “voluntaria” ante la
desintegración de las familias a causa del conflicto, las
condiciones de pobreza y el desplome de servicios sociales básicos.
Se estima
que en la actualidad son más de 300.000 niños los que en el
mundo se ven armados por culpa de una guerra,
niños soldados -niños y niñas menores
de 18 años- que participan en más de 30 conflictos armados en todo el
mundo. Estos niños soldados son empleados como combatientes,
avanzadillas, porteadores, cocineros o como esclavos sexuales. Algunos
son reclutados por la fuerza o secuestrados, otros se alistan en un
intento de huir de la pobreza, el maltrato o la discriminación, o con el
fin de vengar la violencia infligida contra ellos o sus familias. (Estos
últimos datos son de un informe de UNICEF de 2008).
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Niños sin escuela
por causa de la guerra
La escolarización de los niños es un
factor fundamental para la resolución de conflictos y el bienestar de
las sociedades y, sin embargo, unos 115 millones de niños no asisten a
la escuela primaria, un 18% de la población mundial en edad escolar. De
ellos, 43 millones viven en países en conflicto, lo que complica
enormemente su acceso a una educación adecuada.
En la República Democrática del
Congo, cinco millones de niños de entre 6 y 11 años no van a la escuela
y más de seis millones de entre 12 y 17 años nunca han sido
escolarizados. En la conflictiva región de Darfur, en el norte de Sudán,
sólo el 39% de los niños en edad de enseñanza primaria está
escolarizado, porcentaje que desciende hasta el 20% en el caso de las
niñas, según revela un informe hecho público por Save the Children.
Desde 1990, el 80% de las víctimas
civiles de guerras han sido mujeres y niños. Dos millones de niños
fueron asesinados en conflictos armados durante la última década, seis
millones resultaron heridos y otros 20 millones tuvieron que abandonar
sus hogares.
En 2000, los líderes mundiales se
comprometieron a conseguir la escolarización de todos los niños hasta el
año 2015 del mundo como parte de los 'Objetivos del Milenio'. Sin
embargo, "incluso manteniendo los compromisos actuales, dicho objetivo
no podrá alcanzarse para todos aquellos niños cuyas vidas se han visto
destrozadas como consecuencia de conflictos".
Las escuelas no sólo ofrecen un
futuro, una educación, sino que representan también un rincón donde
sentirse niños, donde olvidar por unos momentos la guerra. De ahí la
importancia de incluir la educación como una parte fundamental de la
ayuda de emergencia en cualquier crisis humanitaria. La duración media
de los conflictos es de diez años, periodo durante el cuál dejan de ir a
la escuela, exponiéndoles más a los abusos. Una de las primeras
consecuencias de una guerra es el recorte drástico o la eliminación del
presupuesto para educación. Las escuelas son tomadas por los bandos
contendientes o directamente destruidas, como ocurrió en Liberia, donde
la guerra civil convirtió en ruinas el 80% de los centros educativos del
país. Las familias desplazadas, los refugiados normalmente son
trasladados a alojamientos temporales donde habitualmente no tienen
acceso a ningún centro educativo.
Un niño sin educación es más
vulnerable al contagio de enfermedades y a ser víctimas de las minas
antipersona o el reclutamiento. Además, la formación es el único modo de
romper el círculo de la pobreza, pues cada año de escolarización supone
un incremento medio de los salarios del diez por ciento. Por último, la
educación es un medio fundamental de promoción de la paz, pues fomenta
la solución pacífica de conflictos, la tolerancia, el respeto de los
Derechos Humanos y el espíritu ciudadano. |
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