Para investigar
el contexto en el que se desarrolla la película: La posguerra en Europa
Los crímenes de los nazis habían causado al menos un propósito
inquebrantable entre los aliados: eliminar el azote del nazismo. Los
propósitos de los aliados eran demasiado divergentes: Churchill deseaba
impedir que la Unión Soviética dominara Europa Central y Stalin quería que
sus victorias militares y sufrimientos del pueblo ruso fueran pagados en
moneda territorial.
El nuevo presidente, Harry Truman, al principio se esforzó por llevar
adelante el legado de Roosevelt y mantener unida la alianza. Sin embargo
hubo un desvanecimiento en cuanto a los aliados: Estados Unidos y la URSS,
los dos grandes situados en la periferia, ahora se enfrentaban en el corazón
mismo de Europa.
Stalin aprovechó el debilitamiento de la Europa Occidental y el planeado
retiro de las fuerzas norteamericanas para avanzar la frontera soviética
1000 kilómetros al oeste hasta el Elba. La historia del comienzo de la
Guerra Fría consistió en hacer frente al hecho de que las tensiones entre la
Unión Soviética y los Estados Unidos no habían sido causadas por algún
equivoco sino que, de hecho, eran genéricas. Truman comenzó su presidencia
intentando llevar adelante la idea de los Cuatro Policías.
Viena, al igual que el resto del país, se dividió, a partir de los acuerdos
adoptados en la Conferencia de Postdam (1945), en cuatro zonas de ocupación.
Como efecto de la política de vigilancia mutua a que se sometían las dos
superpotencias, nació la idea en americanos, británicos y franceses, de
dotar de una Constitución a Alemania Occidental, dividida en tres partes
desde 1945 y a las 3/4 partes de Berlín que estaban en su poder. La meta
teórica era la reunificación de toda Alemania, en realidad conocían la
postura de la Unión Soviética contraria a este fin. A lo más que aspiraban
era a la reunificación de sus territorios, y conseguir de esta manera un
Estado poderoso y coaligado a las potencias occidentales, frente al empuje
soviético.
En la película
El tercer hombre se aprecia esta
división, la alianza de los tres países Francia, EE.UU. y Reino Unido frente
al territorio y las autoridades soviéticas. |
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«Viena sin Danubio»
Julián Marías
Publicado en «Visto
y no visto» 1.
Madrid, Guadarrama, 1970, pp.
461-464.
El tercer hombre no ha envejecido ni un
solo día: el signo de las obras auténticas y fieles a su momento. Y esto
tiene un mérito especial, porque describe una situación ya pasada y remota:
Viena poco después de la guerra mundial; en parte destruida, social y
humanamente; ocupada por los aliados, recorrida por los jeeps de la Policía
Militar, un americano, un inglés, un francés y un ruso, con sus cuatro
matices y sus rencillas; una ciudad presidida por la escasez, la pobreza, el
hambre, el tenso esfuerzo por sobrevivir y agarrarse a cualquier brizna de
ilusión. El tema de El tercer hombre está ligado a aquella situación:
tráfico de productos racionados, sobre todo de penicilina, falsificación,
atroces consecuencias, niños muertos o para siempre inválidos, crímenes; y,
por otra parte, vidas desquiciadas, inseguridad, temores, y sobre todo
soledad.
Y al lado de esto, la ciudad. Creo que nunca he visto otro caso en que una
ciudad esté recreada por el cine, convertida en protagonista. Carol Reed ha
fotografiado Viena de una manera maravillosa, la ha explorado rincón tras
rincón, la ha dramatizado, ha buscado las mejores y más expresivas luces, la
ha presentado en escorzos atrevidos, cada uno de los cuales vale por una
acción novelesca o dramática. Las calles desvalidas de la ciudad medio
muerta, la magnificencia barroca, que choca con la sordidez actual, las
amplias perspectivas hechas para otra vida, que acusan su incongruencia
patética con lo que está pasando, la noria del Prater, la hueca plaza
misteriosa de la noche, las alcantarillas, donde sucede la famosa
persecución, tantas veces imitada después.
Y no ha olvidado que una ciudad no es sólo urbe, no es sólo arquitectura,
sino población. Los pocos transeúntes, los vecinos que se aglomeran,
hostiles y recelosos, junto a la casa del portero degollado, el niño
inquietante, insistente y hostil que acusa reiteradamente a Joseph Cotten y
le persigue, el café, el público que asiste a la representación o a la
absurda conferencia, todos ellos presentan la imagen de una vida anómala,
provisional, acosada, una vida que ha sido la realidad de Europa casi entera
durante años; algo que ha sido real, y esto quiere decir que es posible,
aunque pretendamos olvidarlo.
No puede ser casualidad: al recrear prodigiosamente Viena, al hacerla
revivir, bañada en la lírica pesadilla de la cítara, acuñada en imágenes
sobrecogedoras y persistentes, ensayada, subrayada, inventada en
inverosímiles escorzos expresionistas, Carol Reed no ha mostrado el Danubio.
¿No quiere esto decir que ha querido mostrarnos Viena bajo el signo ominoso
de la privación?. |
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