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El lenguaje vivo del cine
El lenguaje
del cine, como todas las formas de hablar, es algo vivo. Muchos cineastas
han puesto su granito de arena aportando ideas nuevas, diferentes formas de
expresión, haciendo crecer el lenguaje a pesar de los intentos de otros por
encorsetarlo. Se han llegado a elaborar manuales sobre el cine, imponiendo
normas y dictando leyes. Griffith, Eisenstein, Orson Welles, y otros muchos
han dado sin embargo, aún en medio de las mayores críticas, pasos
gigantescos. El cine sigue avanzando, como todo lenguaje pues es algo vivo,
dinámico, fruto de la vida cotidiana y de los descubrimientos tecnológicos.
No tiene fronteras de países ni de lenguas, posee las tendencias y manías,
ideologías y técnicas que tiene cada cultura de cada pueblo, costumbre o
lugar. Aunque siempre ha predominado el cine de los Estados Unidos, los
países más pobres también han dicho sus propias palabras, a veces
importantes, que han hecho cambiar su historia y enriquecer su lenguaje.
Todos los lenguajes requieren un
tiempo de consolidación y por lo tanto de aprendizaje, mientras se van
enriqueciendo con nuevas formas de expresión. El montaje introdujo elementos
radicalmente nuevos en el lenguaje, complicando bastante su comprensión,
pues en sus comienzos, el cine se parecía tanto
al teatro o a lo que se veía en la calle que no era difícil entenderlo.
En el año 1908, contaba Buñuel, recordando su infancia,
que en su pueblo, un hombre con una vara explicaba a los espectadores
todo lo que aparecía en la pantalla de cine y narraba con sus palabras lo
que allí sucedía. A este personaje se le llamaba
«el explicador». El
lenguaje cinematográfico estaba en sus comienzos, por lo que un público muy
numeroso no estaba acostumbrado a él. No era capaz de entenderlo.
No es el arte de la improvisación,
sino el de la planificación, el que predomina en el cine. Por muy fluido o
espontáneo, vertiginoso o lento que sea, el cine está planificado.. Siempre
dirigido al espectador, último receptor de la obra de arte. De ahí el
lenguaje, que debe ser construido como si de una sinfonía se tratara, en la
que deben encajar todos los elementos, sin faltar uno solo, con el fin de
transmitir a los espectadores las ideas. |