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El cine
político y revolucionario
©Enrique
Martínez-Salanova Sánchez |
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El
puntero de don Honorato/Bibliografía
El nacimiento de una nación
El acorazado Potemkim
Roma, ciudad abierta |
El cine político es un cine que proporciona los
elementos suficientes para reflexionar sobre una determinada realidad
política. Se debate entre el drama y el documental, proporciona una
interpretación de la historia y una reflexión estética sobre el pasado
que el espectador hace propia o rechaza ideológicamente.
Desde esta perspectiva, a lo largo de la historia,
existe abundante filmografía que presenta al espectador una visión de
hechos históricos o novelados en los que la política es el eje central.
El nacimiento de una nación, The Birth of a Nation (1915) de D.W.
Griffith, El acorazado Potemkin,
Bronenosets Potyomkin
(1925) y otras de S. M. Eisenstein, cuando las películas en la Unión
Soviética debían estar al servicio de la causa revolucionaria y
contribuir a la educación política de las masas. Tras la guerra Mundial,
no puede olvidarse la emblemática Roma, ciudad abierta, Roma città
aperta (1945) de Roberto Rossellini, y muchas otras del
neorrealismo, cine político en su
trasfondo, que lleva a cabo una importante denuncia de la corrupción
política, las actividades mafiosas y los problemas sociales de ese
momento, o el de la nouvelle vague, en la
que el análisis político y social se confunden con frecuencia, pues
significa
el momento de inflexión del relato cinematográfico. Según R.Barthes el
neorrealismo construye un nuevo tipo de imagen que se carga de sentido
por su propio espesor, a la vez ético que poético. Este cine obliga al
espectador a ser testigo de las tensiones que operan entre el mundo real
y el de la ficción. El desarrollo de las cinematografías nacionales en
la década del 60, el free cinema, el auge del cine político y las
diferentes utopías sobre la verdad existencial, desde Visconti,
Rossellini, Antonioni, Pasolini hasta Bertolucci, y en la actualidad los
Taviani, Ken Loach y el iraní Kiarostami, son posibles a partir de esta
inflexión. En Estados Unidos el cine
político de F. Capra trata de preservar los valores democráticos y las
libertades cívicas.
Pero es la década de los 60 y de los 70 la época
privilegiada para el cine político, en Europa como resultado de la
política del Mayo Francés del 68, en especial directores como Godard,
Karmitz, Rivette y Resnais, el verdadero motor del nuevo cine político,
entendido éste como una indagación en las luchas obreras con espíritu de
vanguardia. En el Tercer Mundo, sobre todo en América Latina, emerge
con fuerza desde la lucha anticolonial en Argelia y contra la pobreza
secular y los modelos revolucionarios de Cuba y de la guerrilla
campesina.
Dentro de esta amplia cinematografía se destaca el
nombre más emblemático y significativo del cine político mundial, el
griego-francés Costa-Gavras, que tiene en su haber relatos de denuncia
de lo que fue la dictadura de los coroneles (Z), del estalinismo
checo (La confesión), y de la violencia estatal en América Latina
(Estado de sitio y Desaparecido). Interesantes films de esa época son
La batalla de Argelia (1966) y Queimada (1969) de
G.Pontecorvo o Rojos y blancos (1967) del húngaro M.Jancsó y
Novecento (1976) de B.Bertolucci. |
Costa-Gavras
Konstantinos Gavras, llamado Costa-Gavras,
aunque nacido en Grecia en 1933, es considerado como director de
cine francés. Cada película que dirige le sirve para hacer
patente su compromiso político. En su primera época se dedicó al
thriller político y el drama sentimental, en los últimos años se
dedica más a la ficción social. Despues de hacer dos películas
de menor importancia, tras una estancia en Grecia, conoce el
libro Z, de Vassilis Vassilikos, en el que se reconstruye el
asesinato organizado por la policía de un líder izquierdista, y
el intento de disfrazarlo de accidente. En cuanto vuelve a
Francia, escribe el guión en colaboración con Jorge Semprún y
logra una película, con muy poco presupuesto y ayudado por sus
amigos Jacques Perrin, Jean Louis Tritingnant e Yves Montand.
Z (1968), obtuvo un enorme éxito en todo el mundo, premio
del Jurado en Cannes y Oscar a la mejor película extranjera y al
mejor montaje.
En 1970 realiza La confesión (L’aveu),
en la que denuncia los totalitarismos de izquierda de la misma
forma que antes lo había hecho con los de la derecha. En 1973
hizo Estado de sitio, État de siège, sobre las
torturas a militantes de izquierda en Uruguay. Posteriormente,
en Sección especial , Section spéciale, aborda el
más que espinoso tema de la Francia colaboracionista
Tras esta dio un inesperado giro con una
película de corte sentimental e intimista, Clair de femme
en 1979. En 1982 realizó Desaparecido, Mising,
basado en la historia real de un joven periodista estadounidense
desaparecido durante el golpe de estado que el general Pinochet
llevó a cabo contra el gobierno democrático de Chile en 1973. A
pesar de la gran polémica levantada en los EE.UU., la película
consiguió la Palma de Oro en Cannes y el Oscar al mejor guión.
En Hanna K, en 1983, abordó la
situación palestina. En Consejo de familia, Conseil de
famille, 1985, cambia de género en una comedia familiar de
ladrones. En El sendero de la traición, Betrayed,
en 1988, se adentra en la América profunda para analizar las
raíces del fascismo y la violencia racial. La caja de musica,
Music box, le sirve para retornar al tema de los nazis y
su integración en la sociedad americana tras la guerra. En
Mad City, en 1997, trata el tema del poder desmesurado que
han adquirido los medios de comunicación en una sociedad como la
americana. En 2001 filma Amen, en la que denuncia el
silencio de la Iglesia Católica frente al exterminio de los
judíos. Y en 2005, Arcadia, Le couperet, en la que
muestra el problema del trabajo y el desempleo en la sociedad
avanzada. |
«Z»
Amén |
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La batalla de Argel |
Gillo
Pontecorvo. 1919-2006
De origen judío, estuvo comprometido con
la causa antifascista desde su juventud. Ingresó en el partido
comunista en 1941, uniéndose a la resistencia italiana en 1943
hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Tras la invasión
soviética de Hungría, abandonó en 1956 el partido comunista,
aunque siguió siendo un marxista convencido.
En 1961 realizó Kapo, en la que
aborda la barbarie de los campos de exterminio nazis, mediante
la historia de un guardián alemán que ayuda a una mujer judía
En 1996 obtuvo el León de oro en Venecia
por su película La batalla de Argel, La battaglia di
Algeri un alegato contra el colonialismo en general y el
francés en particular, en el que se narra la guerra entre el
poder colonial francés y el Frente de Liberación Nacional
argelino.
Además de por estas películas, destacan
Queimada, en 1969, con Marlon Brando, en la que se narra la
historia de un aventurero inglés, enviado por Inglaterra a una
supuesta colonia portuguesa del Caribe para sublevar a los
esclavos negros contra la élite colonial blanca y al tiempo
conseguir que la isla, nominalmente independiente, caiga en
manos del colonialismo económico de Gran Bretaña, evitando que
el levantamiento se convierta en una revolución social,
inspirándose lejanamente en la independencia haitiana.
En 1979, hizo Operación Ogro, en la
que se relata el atentado de ETA contra Luís Carrero Blanco,
Presidente del Gobierno de España durante la dictadura
franquista. |
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El mundo del
cine latinoamericano comenzó a tomar conciencia de su dependencia de la
cinematografía norteamericana. En la década de 1960 ya comenzaron los
intentos por romper el mito que Hollywood había creado sobre su tierra.
Argentina, y Brasil, habían dado muestras, aunque aisladas, de cine
independiente y local de calidad. La visión del nuevo cine latinoamericano
formaba parte de toda la oleada revolucionaria contra el dominio cultural,
económico, social y militar norteamericano. Era un cine didáctico, que
intenta enseñar al pueblo sus orígenes, sus valores propios culturales y que
debía servir como herramienta de lucha y concienciación para facilitar la
liberación política y social. Los argumentos de las películas son extraídos
de la vida cotidiana, sobre todo de la de los más pobres y marginados, o de
la historia reciente de sus países, en ocasiones llena de invasiones,
matanzas y degradación.
En
casi todos los países latinoamericanos,
los gobiernos militares en ellos imperantes
coartaron el desarrollo de ese nuevo cine hacia la mitad de los años 70,
matando y encarcelando a sus practicantes, o bien enviando a éstos al
exilio.
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Bolivia
Sanjinés, en Bolivia, es uno de los máximos exponentes de este cine, con un
sentido cinematográfico muy llamativo y que no hace concesiones a la
estructura tradicional, utilizando a los mismos protagonistas de los hechos
en sus propias películas como ya hizo Eisenstein en Octubre, en
Rusia. Lo hace Sanjinés en varias películas, como La sangre del cóndor (Yawar
Mallku 1969), llena de indignación por un amplio programa de
esterilización puesto en práctica con medios norteamericanos sobre mujeres
indígenas de la altiplanicie boliviana y El coraje del pueblo (1972),
en el que relata en estilo de reconstrucción de hechos cinco masacres
cometidas contra la población civil impune por el ejército, en un lenguaje
cinematográfico entre el documental y la denuncia, basado en los patrones y
fundamentos de las culturas quechua y aymará. |
Miguel Littin
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Chile
El
cine chileno también reaccionó pronto a los cambios sociales, truncados por
la dictadura de Pinochet en 1973. Antes, en pleno optimismo de cambio
social, los cineastas chilenos realizaron un duro cine de crítica entre los
que se pueden destacar la película de Miguel Littin sobre la captura, juicio
y ejecución de un famoso asesino, El chacal de Nahueltoro (1970) y
Valparaíso, mi amor (1970), de Aldo Francia, en torno a la familia de un
obrero pobre, encarcelado por robar carne. El director de documentales
Patricio Guzmán, se impuso, durante el cruento golpe militar de septiembre
de 1973, la obligación peligrosa de filmar los hechos tal y cómo iban
sucediendo. El film documental La batalla de Chile (1975-79) se montó en el
exilio, quedando para la posteridad como el mejor documento gráfico sobre
el Chile de la dictadura de Pinochet, sobre la que Miguel Littin
también hizo cine ficción en La tierra prometida (1973), con el
fin de lograr que la población reflexionara sobre los hechos de la
dictadura. |
Los inundados
Raimundo Gleycer |
Argentina
En
Argentina, el cine político
comenzó con el film de Fernando Birri, Tire die (1959), que el mismo
realizador denominó la «primera encuesta social filmada». A esa denuncia
fílmica sobre la pobreza estructural de un país rico en recursos naturales
continuaron Los inundados, 1961, de Birri, en el que
refleja con espíritu satírico los tejemanejes de la
política lugareña y los absurdos de la burocracia, al tiempo de presenta el
drama humano de los protagonistas.
Camino a la muerte del Viejo Reales, de Gerardo Vallejo, en 1968,
Crónica de un niño solo (1964) y Romance del Aniceto y la Francisca
(1967), de Leonardo Favio,
son películas de ficción con
fuerte referencia en el neorrealismo y la nouvelle vague y una buena dosis
de crítica política. La Hora de los Hornos, en 1968, de Getino
y Solanas, realizada
clandestinamente durante la dictadura del general Onganía,
Los hijos de Fierro (1975) de
Solanas y Los traidores, de Raimundo Gleycer,
que dramatiza la vida de un
militante sindical, que comienza su lucha en las filas peronistas en los 60,
y que se corrompe en su ascenso al poder.
Las tres AAA son las tres armas,
1977, realizada en Perú por el
Grupo Cine de la Base, tras la desaparición en Buenos Aires de Raymundo
Gleyzer, se inspiró en la Carta abierta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar,
denunciaba los objetivos político-económicos de la dictadura militar y los
horrores que cometía en pos de llevarlos a cabo. |
Tomás Gutiérrez
Alea |
Cuba
En
Cuba, en donde el cine creció después de una revolución social y política se
formaron y dejaron creada una escuela de cine que abarca hasta el presente,
realizadores como Santiago Álvarez, Tomás Gutiérrez Alea, Humberto Solás y
Manuel Octavio Gómez. Rememoran críticamente la historia, como en La
primera carga al machete (1969), de Octavio Gómez, sobre la guerra de la
independencia de Cuba con España, o reflejan la situación de la mujer,
Lucía (1968), de Humberto Solás, De cierta manera (1974), de Sara
Yera Gómez, y Retrato de Teresa (1979), de Pastor Vega.
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El chacal de Nahueltoro
La hora de los hornos
Lucía |
Cine político hasta final del
siglo XX |
Tierra y libertad
Platoon
La historia oficial
Garaje Olimpo |
En las últimas décadas del siglo XX, hasta la
actualidad, el cine político tiende y se ha deslizado hacia la lucha
por los derechos humanos, las denuncias ambiguas contra la guerra,
la integración social de marginados sociales, minusválidos físicos o
psíquicos, más que proponer cambios radicales en el sistema
político. Ante este cine, el espectador no puede permanecer
impasible ante el fuete compromiso ético que mantienen algunos
directores y la denuncia de situaciones de injusticia y marginación.
Directores de cine político son Oliver Stone, Salvador, 1986,
sobre la guerra en El Salvador y la ingerencia norteamericana,
Platoon y Nacido el cuatro de julio, 1989, alegatos
contra la guerra de Vietnam, JFK, caso abierto (1991), que
desgrana una de las hipótesis de la muerte de Kennedy, Nixon,
en 1995, sobre la patética figura del presidente. Ya en 2003, ha
realizado Comandante, sobre la figura de Fidel Castro.
Se puede también señalar la poética
filmografía del griego Teo Angelopoulos, y la figura de uno de los
directores actuales de cine político más interesantes, Ken Loach. En
Argentina, ya en los años 1980-1999, varias
películas han reflejado y revivido le historia con el fin de dejar
constancia y reflexión sobre ella, de los espeluznantes acontecimientos
vividos en la represión argentina de la dictadura del General Videla. Son muestras películas como
La historia oficial (1985),
de Luis Puenzo, sobre los niños desaparecidos y adoptados por militares,
La noche de los lápices, 1986, de Hector Olivera, sobre la
desaparición y la tortura a adolescentes o
Garaje Olimpo (1999), de Marco Bechis, sobre la tortura y las
desapariciones en los campos de internamiento.
Ken
Loach. 1936-
Director de cine y
televisión del Reino Unido. A partir de 1963, y del ambiente
político de aquellos años, Loach inició la visión y la voz
que caracterizaría su cine. Dirigió una serie de
documentales, sobre la pobreza, los trabajadores portuarios
de Liverpool, o los hechos que llevaron a la caída de
Gobierno Laborista. Combatió más tarde el Thatcherismo, por
lo que se prohibieron sus documentales y se limitaron sus
películas. En los años 90', con los cambios políticos, su
carrera se revitaliza. Con la mayoría de sus películas ha
obtenido numerosos premios, consolidando su carrera
internacional, pero manteniéndose siempre fiel al estilo que
fue una constante en su vida: la defensa de los oprimidos.
Loach es heredero de las
principales tendencias de cine realista de Europa y en mayor
medida del free cinema. Denuncia los traumas que ocasiona en
los seres humanos la vida en las ciudades industriales a
pesar de los avances tecnológicos y con sus historias sacude
las conciencias de la sociedad contemporánea con el fin de
mejorar sustancialmente las condiciones de la clase
trabajadora.
Entre sus películas:
Riff-Raff (1991), los obreros, Lloviendo piedras
(Raining Stones, 1993), la pobreza, Ladybird,
Ladybird (1994), la asistencia social, Tierra y
Libertad (Land and Freedom, 1995), los
anarquistas en la guerra civil española, La canción de
Carla (Carla's Song, 1996), una historia de amor
en las trasfondo político de la revolución nicaragüense,
Pan y rosas (Bread and Roses, 2000), sobre
la lucha de inmigrantes por su derecho
a organizarse en sindicatos,
y en los últimos años Sólo un beso (Ae fond
Kiss, 2004), las relaciones entre una católica y un
hindú en la sociedad inglesa, y El viento que agita
la cebada (The Wind That Shakes the Barley,
2006), la brutalidad en la guerra civil en Irlanda en 1920. |
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Cine político español hasta finales del siglo XX |
En España, la llamada
«Transición», de la dictadura a la democracia, provocó una
desmovilización social de lo político que alcanzó a la
cinematografía. Antes de la muerte del dictador Franco las
intenciones políticas del cine se tradujeron más en veladas críticas
a las costumbres socialmente establecidas, con las que siempre era
más fácil engañar a los censores. Son los tiempos de Berlanga,
Bardem y poco después Saura, con filmes metafóricos como La Caza
(1966). Los momentos inmediatamente posteriores a la muerte del
dictador fueron una de una gran convulsión social y de activa
militancia y se tradujo en películas duras como El Crimen de
Cuenca en 1979, de Pilar Miró, sobre unos
hechos reales sucedidos a principios del siglo XX,
en los que la guardia civil, torturó y encarceló a unos inocentes de
un crimen,
Siete
días de Enero (19799, de Bardem, sobre la matanza de unos
abogados laboralistas por parte de militantes de ultraderecha, La
verdad sobre el caso Savolta (1978),
de Antonio Drove,
sobre las luchas entre
anarquistas y empresarios de Barcelona a principios del siglo XX,
o La muerte de Mikel, 1984, de Imanol Uribe, sobre la muerte
en circunstancias extrañas de un dirigente abertzale. |
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Anécdotas
La producción de La batalla de
Argel, de Gillo Pontecorvo, fue un acontecimiento interesante por sí
mismo pues filmó, cuatro años después de la independencia, con plena
cooperación del Gobierno argelino a las propias masas argelinas en una
reconstrucción de la historia de su independencia. La película se rodó en
los lugares de los hechos, la Casbah de Argel, en escenarios naturales y con
actores no profesionales. Recopilaron información de más de 10.000 testigos
presenciales. El resultado es una película llena de atmósfera, que capta a
la perfección todo el sabor de los barrios árabes de Argel y la personalidad
de la gente que los habita. De hecho, Yacef Saadi, organizador de la
resistencia en la Casbah, y que en 1966 se había convertido en presidente de
la productora Casbah Films (participante en La batalla de Argel) se
interpretaba a sí mismo en la película: «Lo único que he hecho ha sido
cambiar la metralleta por la cámara», dijo. |
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©Enrique
Martínez-Salanova Sánchez
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