El cine político y revolucionario

©Enrique Martínez-Salanova Sánchez

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El puntero de don Honorato/Bibliografía


Cine político europeo de los años 60-70 Cine revolucionario latinoamericano

Cine político hasta final del siglo XX

Cine político español hasta finales del siglo XX

Cine político europeo de los años 60-70

El nacimiento de una nación

El acorazado Potemkim

Roma, ciudad abierta

El cine político es un cine que proporciona los elementos suficientes para reflexionar sobre una determinada realidad política. Se debate entre el drama y el documental, proporciona una interpretación de la historia y una reflexión estética sobre el pasado que el espectador hace propia o rechaza ideológicamente.

Desde esta perspectiva, a lo largo de la historia, existe abundante filmografía que presenta al espectador una visión de hechos históricos o novelados en los que la política es el eje central. El nacimiento de una nación, The Birth of a Nation (1915) de D.W. Griffith, El acorazado Potemkin, Bronenosets Potyomkin (1925) y otras de S. M. Eisenstein, cuando las películas en la Unión Soviética debían estar al servicio de la causa revolucionaria y contribuir a la educación política de las masas. Tras la guerra Mundial, no puede olvidarse la emblemática Roma, ciudad abierta, Roma città aperta (1945) de Roberto Rossellini, y muchas otras del neorrealismo, cine político en su trasfondo, que lleva a cabo una importante denuncia de la corrupción política, las actividades mafiosas y los problemas sociales de ese momento, o el de la nouvelle vague, en la que el análisis político y social se confunden con frecuencia, pues significa el momento de inflexión del relato cinematográfico. Según R.Barthes el neorrealismo construye un nuevo tipo de imagen que se carga de sentido por su propio espesor, a la vez ético que poético. Este cine obliga al espectador a ser testigo de las tensiones que operan entre el mundo real y el de la ficción. El desarrollo de las cinematografías nacionales en la década del 60, el free cinema, el auge del cine político y las diferentes utopías sobre la verdad existencial, desde Visconti, Rossellini, Antonioni, Pasolini hasta Bertolucci, y en la actualidad los Taviani, Ken Loach y el iraní Kiarostami, son posibles a partir de esta inflexión. En Estados Unidos el cine político de F. Capra trata de preservar los valores democráticos y las libertades cívicas.

Pero es la década de los 60 y de los 70 la época privilegiada para el cine político, en Europa como resultado de la política del Mayo Francés del 68, en especial directores como Godard, Karmitz, Rivette y Resnais, el verdadero motor del nuevo cine político, entendido éste como una indagación en las luchas obreras con espíritu de vanguardia. En el Tercer Mundo, sobre todo en América Latina,  emerge con fuerza desde la lucha anticolonial en Argelia y contra la pobreza secular y los modelos revolucionarios de Cuba y de la guerrilla campesina.

Dentro de esta amplia cinematografía se destaca el nombre más emblemático y significativo del cine político mundial, el griego-francés Costa-Gavras, que tiene en su haber relatos de denuncia de lo que fue la dictadura de los coroneles (Z), del estalinismo checo (La confesión), y de la violencia estatal en América Latina (Estado de sitio y Desaparecido). Interesantes films de esa época son La batalla de Argelia (1966) y Queimada (1969) de G.Pontecorvo o Rojos y blancos (1967) del húngaro M.Jancsó y  Novecento (1976) de B.Bertolucci.

Costa-Gavras


Konstantinos Gavras, llamado Costa-Gavras, aunque nacido en Grecia en 1933, es considerado como director de cine francés. Cada película que dirige le sirve para hacer patente su compromiso político. En su primera época se dedicó al thriller político y el drama sentimental, en los últimos años se dedica más a la ficción social. Despues de hacer dos películas de menor importancia, tras una estancia en Grecia, conoce el libro Z, de Vassilis Vassilikos,  en el que se reconstruye el asesinato organizado por la policía de un líder izquierdista, y el intento de disfrazarlo de accidente. En cuanto vuelve a Francia, escribe el guión en colaboración con Jorge Semprún y logra una película, con muy poco presupuesto y ayudado por sus amigos Jacques Perrin, Jean Louis Tritingnant e Yves Montand. Z (1968), obtuvo un enorme éxito en todo el mundo, premio del Jurado en Cannes y Oscar a la mejor película extranjera y al mejor montaje.

En 1970 realiza La confesión (L’aveu), en la que denuncia los totalitarismos de izquierda de la misma forma que antes lo había hecho con los de la derecha. En 1973 hizo Estado de sitio, État de siège, sobre las torturas a militantes de izquierda en Uruguay. Posteriormente, en Sección especial , Section spéciale, aborda el más que espinoso tema de la Francia colaboracionista

Tras esta dio un inesperado giro con una película de corte sentimental e intimista, Clair de femme en 1979. En 1982 realizó Desaparecido, Mising, basado en la historia real de un joven periodista estadounidense desaparecido durante el golpe de estado que el general Pinochet llevó a cabo contra el gobierno democrático de Chile en 1973. A pesar de la gran polémica levantada en los EE.UU., la película consiguió la Palma de Oro en Cannes y el Oscar al mejor guión.

En Hanna K, en 1983, abordó la situación palestina. En Consejo de familia, Conseil de famille, 1985, cambia de género en una comedia familiar de ladrones. En El sendero de la traición, Betrayed, en 1988, se adentra en la América profunda para analizar las raíces del fascismo y la violencia racial. La caja de musica, Music box, le sirve para retornar al tema de los nazis y su integración en la sociedad americana tras la guerra. En Mad City, en 1997, trata el tema del poder desmesurado que han adquirido los medios de comunicación en una sociedad como la americana. En 2001 filma Amen, en la que denuncia el silencio de la Iglesia Católica frente al exterminio de los judíos. Y en 2005, Arcadia, Le couperet, en la que muestra el problema del trabajo y el desempleo en la sociedad avanzada.

«Z»

Amén

La batalla de Argel

Gillo Pontecorvo. 1919-2006


De origen judío, estuvo comprometido con la causa antifascista desde su juventud. Ingresó en el partido comunista en 1941, uniéndose a la resistencia italiana en 1943 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Tras la invasión soviética de Hungría, abandonó en 1956 el partido comunista, aunque siguió siendo un marxista convencido.

En 1961 realizó Kapo, en la que aborda la barbarie de los campos de exterminio nazis, mediante la historia de un guardián alemán que ayuda a una mujer judía

En 1996 obtuvo el León de oro en Venecia por su película La batalla de Argel, La battaglia di Algeri un alegato contra el colonialismo en general y el francés en particular, en el que se narra la guerra entre el poder colonial francés y el Frente de Liberación Nacional argelino.

Además de por estas películas, destacan Queimada, en 1969, con Marlon Brando, en la que se narra la historia de un aventurero inglés, enviado por Inglaterra a una supuesta colonia portuguesa del Caribe para sublevar a los esclavos negros contra la élite colonial blanca y al tiempo conseguir que la isla, nominalmente independiente, caiga en manos del colonialismo económico de Gran Bretaña, evitando que el levantamiento se convierta en una revolución social, inspirándose lejanamente en la independencia haitiana.

En 1979, hizo Operación Ogro, en la que se relata el atentado de ETA contra Luís Carrero Blanco,  Presidente del Gobierno de España durante la dictadura franquista.

Cine revolucionario latinoamericano


El mundo del cine latinoamericano comenzó a tomar conciencia de su dependencia de la cinematografía norteamericana. En la década de 1960 ya comenzaron los intentos por romper el mito que Hollywood había creado sobre su tierra. Argentina, y Brasil, habían dado muestras, aunque aisladas, de cine independiente y local de calidad. La visión del nuevo cine latinoamericano formaba parte de toda la oleada revolucionaria contra el dominio cultural, económico, social y militar norteamericano. Era un cine didáctico, que intenta enseñar al pueblo sus orígenes, sus valores propios culturales y que debía servir como herramienta de lucha y concienciación para facilitar la liberación política y social. Los argumentos de las películas son extraídos de la vida cotidiana, sobre todo de la de los más pobres y marginados, o de la historia reciente de sus países, en ocasiones llena de invasiones, matanzas y degradación.

En casi todos los países latinoamericanos, los gobiernos militares en ellos imperantes coartaron el desarrollo de ese nuevo cine hacia la mitad de los años 70, matando y encarcelando a sus practicantes, o bien enviando a éstos al exilio.


Bolivia


Sanjinés, en Bolivia, es uno de los máximos exponentes de este cine, con un sentido cinematográfico muy llamativo y que no hace concesiones a la estructura tradicional, utilizando a los mismos protagonistas de los hechos en sus propias películas como ya hizo Eisenstein en Octubre, en Rusia. Lo hace Sanjinés en varias películas, como La sangre del cóndor (Yawar Mallku 1969), llena de indignación por un amplio programa de esterilización puesto en práctica con medios norteamericanos sobre mujeres indígenas de la altiplanicie boliviana y El coraje del pueblo (1972), en el que relata en estilo de reconstrucción de hechos cinco masacres cometidas contra la población civil impune por el ejército, en un lenguaje cinematográfico entre el documental y la denuncia, basado en los patrones y fundamentos de las culturas quechua y aymará.


Miguel Littin

Chile

El cine chileno también reaccionó pronto a los cambios sociales, truncados por la dictadura de Pinochet en 1973. Antes, en pleno optimismo de cambio social, los cineastas chilenos realizaron un duro cine de crítica entre los que se pueden destacar la película de Miguel Littin sobre la captura, juicio y ejecución de un famoso asesino, El chacal de Nahueltoro (1970) y Valparaíso, mi amor (1970), de Aldo Francia, en torno a la familia de un obrero pobre, encarcelado por robar carne. El director de documentales Patricio Guzmán, se impuso, durante el cruento golpe militar de septiembre de 1973, la obligación peligrosa de filmar los hechos tal y cómo iban sucediendo. El film documental La batalla de Chile (1975-79) se montó en el exilio, quedando para la posteridad como el mejor documento gráfico sobre el Chile de la dictadura de Pinochet, sobre la que Miguel Littin también hizo cine ficción en La tierra prometida (1973), con el fin de lograr que la población reflexionara sobre los hechos de la dictadura.


Los inundados

Raimundo Gleycer

Argentina


En Argentina, el cine político comenzó con el film de Fernando Birri, Tire die (1959), que el mismo realizador denominó la «primera encuesta social filmada». A esa denuncia fílmica sobre la pobreza estructural de un país rico en recursos naturales continuaron Los inundados, 1961, de Birri, en el que refleja con espíritu satírico los tejemanejes de la política lugareña y los absurdos de la burocracia, al tiempo de presenta el drama humano de los protagonistas. Camino a la muerte del Viejo Reales, de Gerardo Vallejo, en 1968, Crónica de un niño solo (1964) y Romance del Aniceto y la Francisca (1967), de Leonardo Favio, son películas de ficción con fuerte referencia en el neorrealismo y la nouvelle vague y una buena dosis de crítica política. La Hora de los Hornos, en 1968,  de Getino y Solanas, realizada clandestinamente durante la dictadura del general Onganía, Los hijos de Fierro (1975) de Solanas y Los traidores, de Raimundo Gleycer, que dramatiza la vida de un militante sindical, que comienza su lucha en las filas peronistas en los 60, y que se corrompe en su ascenso al poder. Las tres AAA son las tres armas, 1977, realizada en Perú por el  Grupo Cine de la Base, tras la desaparición en Buenos Aires de Raymundo Gleyzer, se inspiró en la Carta abierta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar, denunciaba los objetivos político-económicos de la dictadura militar y los horrores que cometía en pos de llevarlos a cabo.


Tomás Gutiérrez Alea

Cuba


En Cuba, en donde el cine creció después de una revolución social y política se formaron y dejaron creada una escuela de cine que abarca hasta el presente, realizadores como Santiago Álvarez, Tomás Gutiérrez Alea, Humberto Solás y Manuel Octavio Gómez. Rememoran críticamente la historia, como en La primera carga al machete (1969), de Octavio Gómez, sobre la guerra de la independencia de Cuba con España, o reflejan la situación de la mujer, Lucía (1968), de Humberto Solás, De cierta manera (1974), de Sara Yera Gómez, y Retrato de Teresa (1979), de Pastor Vega.

El chacal de Nahueltoro

La hora de los hornos

Lucía

Cine político hasta final del siglo XX

Tierra y libertad

Platoon

La historia oficial

Garaje Olimpo

En las últimas décadas del siglo XX, hasta la actualidad, el cine político tiende y se ha deslizado hacia la lucha por los derechos humanos, las denuncias ambiguas contra la guerra, la integración social de marginados sociales, minusválidos físicos o psíquicos, más que proponer cambios radicales en el sistema político. Ante este cine, el espectador no puede permanecer impasible ante el fuete compromiso ético que mantienen algunos directores y la denuncia de situaciones de injusticia y marginación. Directores de cine político son Oliver Stone, Salvador, 1986, sobre la guerra en El Salvador y la ingerencia norteamericana,  Platoon y Nacido el cuatro de julio, 1989, alegatos contra la guerra de Vietnam, JFK, caso abierto (1991), que desgrana una de las hipótesis de la muerte de Kennedy, Nixon, en 1995, sobre la patética figura del presidente. Ya en 2003, ha realizado Comandante, sobre la figura de Fidel Castro. Se puede también señalar la poética filmografía del griego Teo Angelopoulos, y la figura de uno de los directores actuales de cine político más interesantes, Ken Loach. En Argentina, ya en los años 1980-1999, varias películas han reflejado y revivido le historia con el fin de dejar constancia y reflexión sobre ella, de los espeluznantes acontecimientos vividos en la represión argentina de la dictadura del General Videla. Son muestras películas como La historia oficial (1985), de Luis Puenzo, sobre los niños desaparecidos y adoptados por militares, La noche de los lápices, 1986, de Hector Olivera, sobre la desaparición y la tortura a adolescentes o Garaje Olimpo (1999), de Marco Bechis, sobre la tortura y las desapariciones en los campos de internamiento.


Ken Loach. 1936-

Director de cine y televisión del Reino Unido. A partir de 1963, y del ambiente político de aquellos años, Loach inició la visión y la voz que caracterizaría su cine. Dirigió una serie de documentales, sobre la pobreza, los trabajadores portuarios de Liverpool, o los hechos que llevaron a la caída de Gobierno Laborista. Combatió más tarde el Thatcherismo, por lo que se prohibieron sus documentales y se limitaron sus películas. En los años 90', con los cambios políticos, su carrera se revitaliza. Con la mayoría de sus películas ha obtenido numerosos premios, consolidando su carrera internacional, pero manteniéndose siempre fiel al estilo que fue una constante en su vida: la defensa de los oprimidos.

Loach es heredero de las principales tendencias de cine realista de Europa y en mayor medida del free cinema. Denuncia los traumas que ocasiona en los seres humanos la vida en las ciudades industriales a pesar de los avances tecnológicos y con sus historias sacude las conciencias de la sociedad contemporánea con el fin de mejorar sustancialmente las condiciones de la clase trabajadora.

 Entre sus películas: Riff-Raff (1991), los obreros, Lloviendo piedras (Raining Stones, 1993), la pobreza, Ladybird, Ladybird (1994), la asistencia social,  Tierra y Libertad (Land and Freedom, 1995), los anarquistas en la guerra civil española, La canción de Carla (Carla's Song, 1996), una historia de amor en las trasfondo político de la revolución nicaragüense, Pan y rosas (Bread and Roses, 2000), sobre la lucha de inmigrantes por su derecho a organizarse en sindicatos, y en los últimos años Sólo un beso  (Ae fond Kiss, 2004), las relaciones entre una católica y un hindú en la sociedad inglesa, y  El viento que agita la cebada (The Wind That Shakes the Barley, 2006), la brutalidad en la guerra civil en Irlanda en 1920.

Cine político español hasta finales del siglo XX

En España, la llamada «Transición», de la dictadura a la democracia, provocó una desmovilización social de lo político que alcanzó a la cinematografía. Antes de la muerte del dictador  Franco las intenciones políticas del cine se tradujeron más en veladas críticas a las costumbres socialmente establecidas, con las que siempre era más fácil engañar a los censores. Son los tiempos de Berlanga, Bardem y poco después Saura, con filmes metafóricos como La Caza (1966). Los momentos inmediatamente posteriores a la muerte del dictador fueron una de una gran convulsión social y de activa militancia y se tradujo en películas duras como El Crimen de Cuenca en 1979, de Pilar Miró, sobre unos hechos reales sucedidos a principios del siglo XX, en los que la guardia civil, torturó y encarceló a unos inocentes de un crimen,  Siete días de Enero (19799, de Bardem, sobre la matanza de unos abogados laboralistas por parte de militantes de ultraderecha, La verdad sobre el caso Savolta (1978), de Antonio Drove, sobre las luchas entre anarquistas y empresarios de Barcelona a principios del siglo XX,  o La muerte de Mikel, 1984, de Imanol Uribe, sobre la muerte en circunstancias extrañas de un dirigente abertzale.

Anécdotas

La producción de La batalla de Argel, de Gillo Pontecorvo, fue un acontecimiento interesante por sí mismo pues filmó, cuatro años después de la independencia, con plena cooperación del Gobierno argelino a las propias masas argelinas en una reconstrucción de la historia de su independencia. La película se rodó en los lugares de los hechos, la Casbah de Argel, en escenarios naturales y con actores no profesionales. Recopilaron información de más de 10.000 testigos presenciales. El resultado es una película llena de atmósfera, que capta a la perfección todo el sabor de los barrios árabes de Argel y la personalidad de la gente que los habita. De hecho, Yacef Saadi, organizador de la resistencia en la Casbah, y que en 1966 se había convertido en presidente de la productora Casbah Films (participante en La batalla de Argel) se interpretaba a sí mismo en la película: «Lo único que he hecho ha sido cambiar la metralleta por la cámara», dijo.

 

©Enrique Martínez-Salanova Sánchez