Mujeres protagonistas en el cine

Hannah Arendt

La filosofía de la insumisión

Enrique Martínez-Salanova Sánchez

 

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Hannah Arendt


Margarethe von Trotta, una de las mejores representantes del cine alemán junto con Wenders o Fassbinder, dirige este biopic sobre Hannah Arendt, una de las voces más lúcidas y sagaces del siglo XX. Barbara Sukowa deslumbró a crítica y público por su encarnación de la conocida pensadora.

Hannah Arendt, filósofa, pensadora y periodista, judía y exiliada en los Estados Unidos, es enviada a Jerusalén por The New Yorker a cubrir el juicio del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, quien es juzgado y condenado a muerte. Durante cuatro años trabaja, marcada por la controversia, escribiendo un libro titulado “Informe sobre la banalización del mal” el cual provoca inmediatamente un escándalo internacional.

Nuevo regreso de Margarethe von Trotta a los retratos de mujeres en condiciones difíciles: esta vez, de la flósofa exiliada Hannah Arendt. Hasta que se produce su viaje a Israel, Von Trotta se limita a contarnos retazos de la vida de la flósofa, sus amores prohibidos y el tono vital de la colonia intelectual alemana en USA. Lo mejor viene luego: cuando el film se orienta hacia una estructura de yo contra el mundo, una mujer enfrentada a lo políticamente correcto del sionismo universitario.


"Nunca en mi vida he 'amado' a ningún pueblo ni colectivo, ni al pueblo alemán, ni al francés, ni al norteamericano, ni a la clase obrera, ni a nada semejante. En efecto, sólo 'amo' a mis amigos y el único género de amor que conozco y en el que creo es el amor a las personas."

Hannah Arendt

 

 


La verdadera Hannah Arendt y la actriz Barbara Sukowa, que la interpreta


Hannah Arendt


2012. Alemania. 113 min.

Dirección. Margarethe von Trotta

Guión. Pam Katz, Margarethe von Trotta

Música. André Mergenthaler

Fotografía. Caroline Champetier

Reparto. Barbara Sukowa, Axel Milberg, Janet McTeer, Julia Jentsch, Ulrich Noethen, Michael Degen, Nicholas Woodeson, Victoria Trauttmansdorff, Klaus Pohl

Sinopsis. Biografía de la filósofa judío-alemana Hannah Arendt, discípula de Heidegger, que trabajó como periodista en el juicio a Adolf Eichmann, el nazi que organizó el genocidio del pueblo judío durante la II Guerra Mundial, conocida por "la solución final".

Premios

2012: 2 Premios del Cine Alemán: Mejor actriz (Sukowa) y mejor película de plata. 6 nom.

2012: Festival de Valladolid - Seminci: Espiga de Plata

2012: Festival de Tokyo: Sección oficial

2013: Premios del Cine Europeo: Nominada a mejor actriz (Barbara Sukowa)

2013: Premios Gaudí: Nominada a Mejor película europea



Hannah Arendt, filosofa alemana (1906-1975)


Hannah Arendt, conocida filosofa alemana de ascendencia judía, causó una gran conmoción en los años 60 cuando acuñó el subversivo concepto de la "banalidad del mal" para referirse a las atrocidades nazis. Su vida privada tampoco pudo escapar a la controversia debido a su sonado romance con el reconocido filósofo alemán y simpatizante nazi Martin Heidegger. De lo que no cabe duda es de que fue una de las pensadoras más influyentes del siglo XX, cuyos escritos describieron como nadie más supo hacerlo las heridas abiertas en el mundo tras la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día, la figura de Hannah Arendt ha cobrado un renovado interés gracias a su acercamiento a la naturaleza del mal, los orígenes del totalitarismo o las crisis de refugiados, uno de los problemas más importantes de nuestros días. Lo que hace especialmente relevante al profundo mensaje humanista que compone el núcleo de sus teorías. 

Cuando en 1961 se celebró en Jerusalén el juicio del líder nazi Adolf Eichmann, la revista The New Yorker escogió como enviada especial a Hannah Arendt, una filósofa judía de origen alemán exiliada en Estados Unidos. Arendt, que se había dado a conocer con su libro Los orígenes del totalitarismo, era una de las personas más adecuadas para escribir un reportaje sobre el juicio al miembro de las SS responsable de la solución final. Los artículos que la filósofa redactó acerca del juicio despertaron admiración en algunos (tanto el poeta estadounidense Robert Lowell como el filósofo alemán Karl Jaspers afirmaron que eran una obra maestra), mientras que en muchos más provocaron animadversión e ira. Cuando Arendt publicó esos reportajes en forma de libro con el título Eichmann en Jerusalén y lo subtituló Sobre la banalidad del mal, el resentimiento no tardó en desatar una caza de brujas, organizada por varias asociaciones judías estadounidenses e israelíes.

Tres fueron los temas de su ensayo que indignaron a los lectores. El primero, el concepto de la “banalidad del mal”. Mientras que el fiscal en Jerusalén, de acuerdo con la opinión pública, retrató a Eichmann como a un monstruo al servicio de un régimen criminal, como a un hombre que odiaba a los judíos de forma patológica y que fríamente organizó su aniquilación, para Arendt Eichmann no era un demonio, sino un hombre normal con un desarrollado sentido del orden que había hecho suya la ideología nazi, que no se entendía sin el antisemitismo, y, orgulloso, la puso en práctica. Arendt insinuó que Eichmann era un hombre como tantos, un disciplinado, aplicado y ambicioso burócrata: no un Satanás, sino una persona “terriblemente y temiblemente normal”; un producto de su tiempo y del régimen que le tocó vivir.

Lo que dio aun más motivos de indignación fue la crítica que Arendt dispensó a los líderes de algunas asociaciones judías. Según las investigaciones de la filósofa, habrían muerto considerablemente menos judíos en la guerra si no fuera por la pusilanimidad de los encargados de dichas asociaciones que, para salvar su propia piel, entregaron a los nazis inventarios de sus congregaciones y colaboraron de esta forma en la deportación masiva. El tercer motivo de reproches fueron las dudas que la filósofa planteó acerca de la legalidad jurídica de Israel a la hora de juzgar a Eichmann.

De modo que lo que esencialmente provocó las críticas fue la insumisión: en vez de defender como buena judía la causa de su pueblo de manera incondicional, Arendt se puso a reflexionar, investigar y debatir. Sus lectores habían esperado de ella un apoyo surgido del sentimiento de la identidad nacional judía y de la adhesión a una causa común, y lo que recibieron fue una respuesta racional de alguien que no da nada por sentado. En palabras de Aristóteles, en vez de limitarse a ser una “historiadora”, Arendt se convirtió en “poeta”.

Sus adversarios llegaron a ser muchos; el filósofo Isaiah Berlin no quería ni oír hablar de ella, y el novelista judío Saul Bellow afirmó que Arendt era “una mujer vanidosa, rígida y dura, cuya comprensión de lo humano resulta limitadísima”, aunque otra conocida escritora, Mary McCarthy, publicó en Partisan Review un largo ensayo en apoyo de Eichmann en Jerusalén. Así, el libro de Arendt generó en los sesenta toda una guerra civil entre la intelectualidad neoyorkina y europea.

©Enrique Martínez-Salanova Sánchez