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Francisco Giner de los Ríos
y los
pedagogos de la Institución Libre de Enseñanza
© Enrique
Martínez-Salanova Sánchez |
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El
puntero de don Honorato/Aprender de cine/Temas
de educación
en el cine/Grandes temas
en el cine/Cosas de cine/Unidades didácticas/Figuras de cine/Haciendo cine/Lecturas
de cine
Fachada
principal del proyecto de edificio para la «Institución libre de
enseñanza», en el Paseo de la Castellana de Madrid
El influjo de la Institución Libre de Enseñanza
Un grupo de profesores que se aglutinaron alrededor de
Francisco Giner de los Ríos fundó en 1876 la Institución Libre de Enseñanza.
Intentaban superar el asfixiante ambiente intelectual que imponía la
Restauración y trazó las líneas ideológicas sobre educación en el primer
tercio del siglo XX y las que se desarrollaron durante la II República. Tras
su victoria en la guerra civil, el primer y más importante objetivo del
franquismo fue destruir la influencia de la Institución Libre de Enseñanza y
liquidar aquellas ideas, eliminar física e ideológicamente a quienes las
predicaban y hacer tabla rasa de cualquier residuo que hubiera sobrevivido.
Afirmaba estar «disociada
de los principios o intereses de toda comunión religiosa, escuela filosófica
o partido político, y defendía la libertad e inviolabilidad de la ciencia, y
el derecho de todo maestro al ejercicio ya la transmisión independientes del
conocimiento, sin interferencia de ninguna autoridad».
Giner y sus
seguidores, hicieron de ella un hogar de paz, pensamiento libre, nuevas ideas y respeto
mutuo. Estaba destinada a ser una de las mayores fuentes de renovación, pero
sólo a través de su ejemplo, sus logros, sus publicaciones y sus discípulos,
porque decidió rechazar el apoyo estatal y abstenerse de tomar partido en la
lucha política, aunque los maestros, familias y niños, cada uno
individualmente, tenía libertad para asociarse y ayudar a su religión,
partido o doctrinas profesadas.
Bajo
la influencia de Giner y la Institución se emprendieron desde organismos
públicos importantes reformas en los terrenos jurídico, educativo y social,
y se crearon organismos como el Museo Pedagógico, y la Junta para Ampliación
de Estudios, de la que dependían el Centro de Estudios Históricos, el
Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales o la Residencia de
Estudiantes.
En
torno a la Junta y al Museo cristalizaron desde 1907 hasta 1936 intentos de
reforma científica y educativa que dieron lugar a iniciativas pioneras: El
Instituto Escuela, las pensiones para ampliar estudios en el extranjero, las
colonias escolares de vacaciones, la Universidad Internacional de verano o
las Misiones Pedagógicas, que actuaron durante la Segunda República.
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Visitando el Museo del Prado
Edificio de la Institución |
Francisco Giner de los Ríos
Ronda, 1839-Madrid, 1915
Pedagogo, pensador y
escritor español.
Estudió Derecho y
Filosofía en las universidades de Barcelona, Granada y Madrid. En esta
última conoció a Sanz del Río, introductor en España del pensamiento del
filósofo alemán Krause; desde entonces se situaría en el centro del núcleo
krausista (junto a Salmerón, Moret, Azcárate, Labra...), que tanta
influencia habría de tener sobre el pensamiento y la acción de los liberales
españoles. Dicha escuela defendía un ideal racionalista de armonía social
basado en la reforma ética del individuo a través de la educación, para
sustentar un Estado verdaderamente liberal.
En 1867 obtuvo por
oposición la cátedra del Derecho y del derecho Internacional de la
Universidad de Madrid, que sin embargo abandonó a los pocos meses en
protesta por las sanciones del gobierno a Sanz del Río. Volvió a su cátedra
tras el triunfo de la Revolución de 1868, fue separado de ella tras la
Restauración borbónica por el gobierno Cánovas (1875) y nuevamente repuesto
al llegar al poder los liberales de Sagasta (1881).
En 1876 fundó la
Institución Libre de Enseñanza, empresa a la que dedicaría el resto de su
vida; se trataba de un centro educativo basado en modelos pedagógicos
modernos, laicos y progresistas, que se proponían como alternativa a la
enseñanza oficial dominada por la Iglesia. Giner dejó una amplísima obra
escrita sobre temas jurídicos, filosóficos, políticos, artísticos y
literarios.
Desde la fundación de la
Institución Libre de Enseñanza, hasta el final de sus días, se dedicó en
cuerpo y alma a poner en práctica las líneas pedagógicas que definen la
Institución: formación de hombres útiles a la sociedad, pero sobre todo
hombres capaces de concebir un ideal; coeducación y reconocimiento explícito
de la mujer en pie de igualdad con el hombre; racionalismo, libertad de
cátedra y de investigación, libertad de textos y supresión de los exámenes
memorísticos. En una palabra, una Escuela activa, neutra y no dogmática,
basada en el método científico, que abarca toda la vida del hombre y que
pretende la formación de hombres completos, abiertos a todos los ámbitos del
saber humano. Giner opuso la libertad a la autoridad.
Entre las muchas obras y
escritos de Giner de los Ríos destacan Lecciones sumarias de psicología
(1874), Estudios sobre educación (1886), Educación y Enseñanza (1889),
Resumen de la filosofía del derecho (1898) y Pedagogía universitaria ( 1905)
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Giner entre M.B. Cossío y R. Rubio |
Giner de los Ríos
Gumersindo de Azcárate
Nicolás Salmerón
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El nacimiento de la Institución Libre de Enseñanza
El 26 de febrero de 1875 se publicaron un Real Decreto
y una Circular que firmaba el marqués de Orovio, titular de la cartera de
Fomento, que suponían un ataque frontal a la libertad de cátedra: el Estado
pretendía controlar los libros de texto y los programas que los profesores
impartían en la Universidad. Un significativo grupo de catedráticos de
Universidad y algunos profesores de instituto, por decoro intelectual, por
respeto a la ciencia, por amor a la libertad se negaron a someter sus
programas y sus enseñanza al dogma de la Iglesia católica. Entonces, fueron
separados de sus cátedras, alejados de las aulas, encarcelados,
desterrados….
La Institución Libre de Enseñanza fue fundada en 1876 por varios
catedráticos y auxiliares de Universidad o Instituto, separados de sus
clases a consecuencia de su protesta contra los decretos de Instrucción
pública de 1875, atentatorios de la libertad de la cátedra.
En el proyecto de creación se explica con claridad que
la organización debe ser independiente de la acción del Estado, dada la
dificultad de armonizar la libertad que
reclaman la investigación científica y la función del Profesor con la tutela
que ejerce el Estado. Durante sus setenta años de existencia tampoco se
desligó de su proyecto de regeneración moral, el intento de crear el «hombre nuevo»,
según la filosofía krausista, capaz de
enfrentarse con la situación moral del país, profundamente degradada; y lo
que es más importante, de superarla y potenciar un nuevo modelo individual y
colectivo, más racional, más ético y más humano.
La decisión concreta de fundar un centro de enseñanza la tomó Francisco Giner de los Ríos, junto con sus amigos Gumersindo de Azcárate y Nicolás
Salmerón, en el año 1876. Fue
considerada primero como una Universidad privada, «disociada
de los principios o intereses de toda comunión religiosa, escuela filosófica
o partido político, y defendía la libertad e inviolabilidad de la ciencia, y
el derecho de todo maestro al ejercicio ya la transmisión independientes del
conocimiento, sin interferencia de ninguna autoridad»
Las
actuaciones de los profesores fundadores venían de lejos.
En enero de 1868, el ministro de Fomento, marqués de Orovio,
separó de sus cátedras a Julián Sanz del Río, Fernando de Castro y Nicolás
Salmerón, por no firmar un manifiesto que ellos consideran atentatorio
contra la libertad de enseñanza. Francisco Giner de los Ríos, que acababa de
tomar posesión de su cátedra de Filosofía del Derecho, no dudó en adherirse
a los catedráticos separados y correr también la misma suerte que ellos.
Poco más tarde, en septiembre de 1868, la revolución
devolvió a sus puestos a
los catedráticos krausistas, que iniciaron una actividad incesante en el Decanato de la
Facultad de Filosofía y el Rectorado de la Universidad de Madrid, la
Asociación para la Enseñanza de la Mujer, la Sociedad Abolicionista y la
edición del
Boletín-Revista de la Universidad de Madrid.
Sin embargo, la teoría y la realidad, una vez más se disgregan, la renuncia de Salmerón como
presidente de la República en 1874 por no firmar unas sentencias de muerte,
describe el desconcierto moral del grupo; las circunstancias, aun las que
parecían más propicias, indican que la sociedad española no está aún madura
para sus intenciones reformadoras.
Otra
vez por causa de la libertad de enseñanza, el ministro
desterró de nuevo a los tres profesores a Lugo, Cádiz y Cáceres, respectivamente,
para evitar disturbios. Fue a partir de ahí, apoyados por infinidad de
profesores cuando comenzó a
perfilarse el propósito de crear una institución en la que los profesores
pudieran ejercer su trabajo sin que se inmiscuyera la política o las ideas.
La tarea fue difícil por la presión conservadora, que defiende la enseñanza
estatal, oficialmente católica desde la Constitución
de 1876 (Artículo 11). Con un estrecho marco legal, con la posibilidad
escasa de establecer centros privados, que la prohibición de ostentar el
título de Instituto ni el de Universidad -de ahí el nombre de Institución-
se creó la Institución Libre de Enseñanza. |
Karl Krause
Heinrich Ahrens
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El Krausismo en España a través de
Heinrich Ahrens
y de
Julián Sanz
del Río
Karl Christian Friedrich Krause
(Eisenberg, 6 de mayo de 1781 - Munich, 27 de septiembre de
1832).
Fue el filósofo idealista alemán bajo
cuya sombra nació la corriente educativa y liberal más
importante de la España contemporánea. El nombre de
krausistas, para los liberales españoles del siglo XIX no se
ajusta exactamente a lo que ellos, y especialmente la
Institución Libre de Enseñanza, eran. En realidad, lo
inventó la derecha de la época para ridiculizar a gente como
Sanz del Río y Giner de los Ríos, y tacharles de
extranjerizantes. En cualquier caso, el nombre de krausista
prosperó como todos los que inventan los enemigos. La
herencia española de Krause -por cierto que en España es
donde Krause encontró más discipulado- está sobre todo en
cierto contacto con la filosofía moderna, que en ese momento
era la filosofía idealista alemana. Es decir, Kant, Fichte,
Hegel y Krause. Agotada la filosofía francesa, fue la
primera vez que el pensamiento español tomó contacto con la
alemana, y precisamente con su vertiente más liberal y
crítica: a las puertas progresistas de la época les vino
bien el krausismo como base para enfrentarse con el
catolicismo tradicionalista y la filosofía conservadora que
a él se unía.
Krause era un liberal que estaba
intentando cortar con el totalitarismo que podría surgir de
la filosofía hegeliana. Pertenecía también a la gran
escuela-alemana idealista, pero sus fórmulas eran más
individualistas. Por eso cuajó en España, y por eso se llamó
krausistas a filosofías no totalitarias.
La importancia del krausismo se
relaciona con la de la Institución Libre de Enseñanza, esos
sesenta años de formación de cuadros e intelectuales, entre
1876 y 1936. Pero la Institución terminó con la guerra civil
o, más exactamente, con el exilio.
(Elías Díaz en un curso celebrado
sobre Krause y el krausismo español, en el Instituto Alemán
de Madrid) |
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Alrededor del año 1840, un grupo de juristas españoles, entre los cuales se
encontraba Julián Sanz del Río, buscaban apasionadamente una doctrina política
que propicie un proceso regenerador del país, dentro del pensamiento
liberal, por supuesto, aunque éste aparece entonces bajo la forma del
doctrinarismo y no satisfaga las aspiraciones del grupo.
A partir de la traducción de un texto de Heinrich Ahrens, en 1841, sobre Filosofía del Derecho,
que tuvo una gran repercusión, por su oposición al derecho natural racionalista,
que cuestionaba al Derecho como norma absoluta, se inició en España el
movimiento krausista. Krause, dice Ahrens- fue quien primero expuso el carácter del Derecho
como un orden universal de piedad, abnegación y
altruismo.
Sanz del Río
inició y trabajó durante toda su vida en la elaboración de una
filosofía que, fundamentalmente basada en Krause, pero también en Hegel y
Fichte, dará como fruto su propio sistema personal, al que modestamente
denominará «krausista». Lo que atraía a Sanz del Río de Krause era la actitud
moral con que se aborda el sistema, que no construye un sistema filosófico con independencia de sus resultados.
No es posible la definición de un concepto, la trabazón de un razonamiento,
que no contenga en sí un cierto sentido moral, o por lo menos, que pueda
afectar negativamente a la visión moral de un conjunto.
Para el krausismo el acto creador de Dios se dio de una vez por todas, sin
necesidad de actos creadores constantes a lo largo de la Historia. La
auténtica revelación de Dios, la presencia divina en el fondo de nuestro
ser, se da, antes que en milagros sorprendentes, en el estudio del largo
proceso histórico de la Humanidad, descubriendo en él las leyes y designios
de Dios para el hombre.
El cultivo de la razón humana se convierte así en el elemento primordial
para que el individuo alcance el grado de madurez necesario y el desarrollo
de la conciencia preciso para que el sentimiento religioso, tomado
únicamente en sí mismo, no se desvirtúe y pase a ser mera superstición.
Esta concepción, profundamente religiosa, le valió a Julián Sanz del Río la
amargura de ver incluido su texto «el Ideal de la Humanidad para la vida» en el
Índice
de Libros Prohibidos desde 1865.
El primer problema que se plantea el de la
libertad. A la aseveración de que el hombre no tiene posibilidad de elección
para el bien o el mal, fundamenta como negativa la pretensión enjuiciar la
voluntad de Dios, que
caprichosamente interfiera en las vidas humanas para proporcionarles bienes
o males. se entiende así mejor la posición del krausismo haz el bien por el bien mismo, de
raíz netamente kantiana, que es lo que otorga al sistema su grandeza moral.
La Humanidad
debe pretender la completa realización de las personas: el cuerpo y el espíritu
necesitan desarrollos paralelos, en lugar del desprecio que el primero
merecía en la época. La ciencia se desenvuelve en todos sus campos,
posibilitando el bienestar material y moral de todos los seres humanos y
éstos comprenden su auténtica relación con el Ser Supremo, sin mengua de su
propia dignidad,
En el
siglo XIX español estas ideas eran revolucionarias. En primer lugar, el concepto del hombre, como un
ser absolutamente digno, bello, bueno en sí. Y esto, cada hombre de la
Humanidad, del pasado, presente o futuro. La absoluta igualdad de los
hombres ante Dios. En segundo lugar, y unido a ello, la necesidad de
estudiar la historia de la humanidad desde esa perspectiva, que no deja de
guardar relación con el auge de los estudios sociológicos y antropológicos
que tanto predicamento alcanzan en la España de final de siglo, propiciados
por el pensamiento positivista. En tercer lugar, la supremacía de la ciencia
y de la razón como criterio supremo en las relaciones entre los hombres.
Aplicó en España
la filosofía de Krause y la adaptó al darse
cuenta de que lo que necesitaba España era una ética
laica que se contrapusiese a la moral
católica que tanto daño había causado al país.
Julián Sanz del Río
(1814-1869)
(del texto
JULIÁN SANZ DEL RÍO, Heterodoxo por necesidad, de
Antonio Machín Romero,
SoriaEdita,
Soria, 2007)
«Él y sus seguidores, los
krausistas, creyeron en la perfectibilidad humana, en el
progreso de la sociedad y en la belleza de la vida.
Acabó convirtiéndose en un hombre muy preocupado por el
futuro de España, atrasada con respecto a Europa, y
asumió que la mejor vía para enderezar el rumbo de
nuestro país para aproximarlo a Europa era educar y
formar bien al hombre de carne y hueso. Por eso su
proyección social es más pedagógica que filosófica, y él
nos interesa más como educador que como filósofo.
Incluso creo que no es arriesgado afirmar que su
auténtica vocación era la de educador, como ocurrió con
sus más destacados seguidores.
Su sistema filosófico se conoce
como racionalismo armónico. En él busca la
belleza y armonía en el ser humano, cuyo ideal sería el
de un ser equilibrado, respetuoso y tolerante.
Pero además, a su sistema racional
le añadía un profundo sentido ético que era fácil de
arraigar en un país como el nuestro, de espíritu
ascético y de honda tradición moral, pero que,
paradójicamente, estaba siendo gobernado por quienes
podían ser ejemplo de cualquier cosa menos de moralidad.
Si a todo lo anteriormente dicho añadimos que su sistema
ofrecía a un sector liberal de la sociedad, insatisfecho
con el mundo que le rodeaba (el neo-catolicismo
imperante), una forma nueva de vida, de pensamiento
liberal y de contenido ético, se puede comprender el
arraigo inmediato que tuvo en ella.
Su pensamiento comenzó a
divulgarse en 1854, cuando él se reintegró al trabajo
académico en la Universidad de Madrid. Sus primeros
frutos fueron ya visibles en la revolución de
septiembre de 1868, en la que mucho tuvo que ver, y su
influencia como ideología liberal dominante llegó hasta
la Restauración. Desde entonces, su pensamiento,
modulado por sus continuadores en la Institución Libre
de Enseñanza, continuó alimentando ideológicamente a las
sucesivas generaciones al final del siglo XIX y en las
primeras décadas del XX hasta pasada la contienda civil,
momento en el que los vencedores decidieron anular todo
rastro del movimiento, anatematizando con tendenciosos
libros sus ideas y a sus defensores, y confiscando sus
bienes. Pero la voluntad de los triunfadores de la
guerra civil no podía acabar con las ideas, y éstas se
han dejado sentir durante todo el pasado siglo en los
ambientes liberales.
Resulta difícil explicar la
historia de la cultura en España durante estos últimos
siglos prescindiendo de la aportación cultural y ética
de los krausistas. Nadie hubiese podido imaginar, ni el
mismo Sanz del Río, que su aventura vital estuviese
vinculada al más bello movimiento cultural y pedagógico
de toda nuestra historia».
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Actividad e
historia de la Institución Libre de Enseñanza
La idea fue concebida, en primer lugar, como un
centro de estudios superiores –la intención era implantar estudios de
Derecho y más tarde los de Filosofía y Letras-. Finalmente, a partir de
1878, el proyecto universitario fue abandonado y en la Institución se
cursaron estudios de primera y segunda enseñanza.
El 18 de marzo de 1876 se redactó el proyecto para la
creación de un establecimiento de enseñanza libre.
La primera Junta de Accionistas se celebró en mayo de 1876. El grupo de
fundadores era muy amplio y procedía de muy diversos campos: descontentos del conservadurismo canovista, simpatizantes krausistas,
republicanos, militares, incluso rivales intelectuales del
krausismo. Se trata de hacer realidad,
desde un principio, las palabras del artículo 15 de los Estatutos: «Esta
Institución es completamente ajena a todo espíritu e interés de comunión
religiosa, escuela filosófica o partido político, proclamando únicamente
el principio de la libertad e inviolabilidad de la Ciencia y de la
consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto de
cualquiera otra autoridad que no sea la de la conciencia»
La Institución inauguró sus clases el 29 de octubre de 1876, en el
número 9 de la calle Esparteros. Entre sus enseñanzas ofrecía varias de
grado superior y las de segundo grado en dónde se utilizaba el método intuitivo de Pestalozzi y
de Fröebel, el discípulo de Krause y amigo de Sanz del Río,
utilizado por las modernas escuelas europeas. La ausencia de exámenes y
libros de texto, el estudio directo de la realidad, el respeto a la
intimidad y a la autonomía del estudiante que Giner practicaba en sus
clases universitarias se ven allí ampliados y desarrollados en el
terreno de la segunda enseñanza.
Cuando en 1897 Salmerón disuelve su partido en busca de la reunificación
de los distintos partidos republicanos, surgieron dos corrientes: la radical
de Lerroux y la reformista de Melquiades Alvarez.
El grupo krausista, antes unido por Salmerón, se dividió entre estas dos
opciones. Pero ahora, ya comenzado el siglo XX, miembros cualificados
del grupo institucionista van a dirigirse, primero lentamente y después
con mayor rapidez, hacia la corriente de pensamiento socialista, hacia
el P.S.O.E., modificando la inspiración profundamente liberal que
inspiró siempre a los hombres de la Institución. Julián Besteiro y
Fernando de los Ríos son los principales representantes de este nuevo
rumbo.
Independientemente de la Institución, Giner y Cossío inspiraron la creación de centros estatales, que
contribuyeron fundamentalmente a renovar la cultura española.
El propio Cossío inauguró la Cátedra de
Pedagogía en el curso 1904-1905 en la Universidad Central, y en ella se
jubiló en 1929. La pedagogía fue en esta cátedra, por primera vez, una
disciplina universitaria. Hasta 1932 no se inauguró la Facultad de Pedagogía
en la Universidad Central de Madrid.
Fundaron el
Museo Pedagógico de Instrucción Primaria, el Instituto de Reformas
Sociales, el Instituto Central Meteorológico, la Estación Marítima de
Zoología y Botánica Experimentales, de Santander, la Junta para
Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, que a su vez creó
la Residencia de Estudiantes para varones y otra para señoritas, el
Instituto-Escuela de segunda enseñanza, el Instituto de Investigaciones
Biológicas Santiago Ramón y Cajal y el de Física y Química. La Junta
daba, además, becas para realizar estudios en el extranjero. Por
iniciativa de Cossío, el Gobierno de la República estableció las
Misiones Pedagógicas, que recorrían los pueblos de España, y el ministro
institucionista Fernando de los Ríos fundó la Universidad Internacional,
de Santander. La labor pedagógica de los institucionistas se extendió a
numerosos centros entre los que importa destacar el Patronato para el
niño delincuente, cuando no existía, aún, el Tribunal de Protección de
menores. La obra de Giner y de sus seguidores ha sido profunda y enorme,
pero tuvo siempre en contra a los elementos más reaccionarios del país.
La Escuela de Estudios Superiores del Magisterio
(1909-1932) nació con el objetivo de dotar al profesorado de las Escuelas
Normales y a inspectores de una preparación adecuada a las exigencias
culturales de la época.
La dirección de la Residencia de Estudiantes (1910) se
le encomendó Alberto Jiménez Fraud. Dependiente de la Junta para Ampliación
de Estudios, este centro contaba con bibliotecas, laboratorios,
publicaciones propias y cursos. Fue el lugar de encuentro de los más
espléndidos intelectuales del momento: Alberti, Lorca, Menéndez Pidal,
Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Ortega y Gasset, Dalí, Moreno
Villa, Buñuel, Jorge Guillén, Salinas Azorín, Maeztu... En 1915 se inauguró
la Residencia de Señorítas, dirigida por María de Maeztu, que compartía con
la Residencia de Estudiantes objetivos y preocupaciones.
A la muerte de Giner en 1915, Manuel Bartolomé Cossío
se convirtió en el alma de la Institución.
La guerra civil de 1936-1939 obligó a cerrar el centro y el Estado se
incautó de todos sus bienes, que han sido devueltos en 1978, después de
restablecido en España el orden constitucional.
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Manuel Bartolomé Cossío
(Haro, La Rioja, 1857- Madrid, 1935)
Profesor de Historia del Arte
en la Universidad de Barcelona y catedrático luego
de Pedagogía Superior en Madrid y Director del Museo
Pedagógico, fue una figura fundamental en la
Institución Libre de Enseñanza después de la muerte
de Francisco Giner de los Ríos. Fue una gran
autoridad en pedagogía hasta el punto de que todavía
hoy su obra sigue constituyendo una auténtica
referencia en la pedagogía. Sus escritos sobre esta
materia están publicados en diversas revistas, pero
sobre todo en el Boletín de la Institución Libre
de Enseñanza. Sólo parte de ellos se recogieron
en el volumen titulado De su jornada (1929).
Como historiador del arte se le debe, fuera de su
gran tratado Summa Artis en colaboración con
José Pijoan, un libro muy importante, El Greco
(1908), biografía y estudio artístico que contuvo
muchos datos nuevos y una interpretación renovada
del genial pintor y fue fundamental en su
revalorización en el siglo XX, muy distinta a la que
dominó en los anteriores.
Fue el alumno predilecto de Giner.
Primer ciudadano de Honor de la II República, viajero incansable, especialista
en El Greco, primer catedrático de pedagogía de la universidad española,
director, desde su fundación, del Museo Pedagógico y Presidente del Patronato
de Misiones Pedagógicas. En la primavera de 1931 le propusieron que aceptara
la presidencia de la II República: «Lerroux empezó a hacer campaña para que
fuera aceptado por todos como primer presidente de la II República, una
propuesta que fue bien acogida por los políticos de la Institución Libre de
Enseñanza y que el mismo Azaña vio con buenos ojos».
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Residencia de
Estudiantes en la calle Pinar
Laboratorio
Visitante del Museo del Pueblo observando la copia de
Ramón Gaya de La maja vestida, de Francisco de Goya y Lucientes,
hacia 1933
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En 1932, el equipo de hockey de la Residencia de Señoritas
Residencia de señoritas Federico García Lorca Salvador Dalí, Federico García Lorca y Pepín Bello, en la Residencia de Estudiantes, en 1923
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Los principios pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza
1. El principio fundamental es educar a sus alumnos, que incluye la instrucción de todas las funciones y
energías del cuerpo y del alma.
Para ello es primordial el principio de la
«reverencia máxima que al niño se debe». Ajena a
todo particularismo religioso, filosófico y político, se propone sembrar en la juventud,
con la más absoluta libertad, la más austera reserva en la elaboración de
sus normas de vida y el respeto más religioso para cuantas sinceras
convicciones consagra la historia.
2. Pretende despertar el interés de sus alumnos hacia una amplia cultura
general, de múltiple orientación, cada época especialmente exige, para
cimentar luego en ella, según les sea posible, una educación profesional de
acuerdo con sus aptitudes y vocación, escogida más a conciencia de lo que es
usual; tiende a prepararlos para ser en su día científicos, literatos,
abogados, médicos, ingenieros, industriales...; pero sobre eso, y antes que
todo eso, personas capaces de concebir un ideal, de gobernar con
sustantividad su propia vida y de producirla mediante el armonioso consorcio
de todas sus facultades.
3. La
coeducación es un principio esencial del régimen escolar. No existe
fundamento para prohibir en la escuela que uno y otro sexo viven como en la
familia y en la sociedad. Juzga la coeducación uno de los resortes
fundamentales para la formación del carácter moral, así como de la pureza de
costumbres, y el más poderoso para acabar con la actual inferioridad
positiva de la mujer, que no empezará a desaparecer hasta que aquélla se
eduque, en cuanto a la cultura general, no sólo como, sino con el hombre.
4.
Aspira
a que sus alumnos puedan servirse pronto y ampliamente de los libros como
fuente capital de cultura; pero no emplea los llamados «de texto», ni las
«lecciones de memoria» al uso, por creer que todo ello contribuye a
petrificar el espíritu ya mecanizar el trabajo de clase, donde la función
del maestro ha de consistir en despertar y mantener vivo el interés del
niño, excitando su pensamiento, sugiriendo cuestiones y nuevos puntos de
vista, enseñando a razonar con rigor ya resumir con claridad y precisión los
resultados. La clase no sirve para «dar y tomar lecciones», o sea para
comprobar lo aprendido fuera de ella, sino para enseñar y aprender a
trabajar, fomentando, que no pretendiendo vanamente suprimir, el ineludible
esfuerzo personal, si ha de haber obra viva, y cultivándolo reflexivamente,
a fin de mejorar el resultado.
5.
La Institución considera indispensable para la eficacia de su obra la activa
cooperación de las familias.
Nada es tan nocivo para la educación del niño como el manifiesto o latente
desacuerdo entre su familia y su escuela. Nada, por el contrario, tan
favorable como el natural y recíproco influjo de una en otra.
6.
La educación
elemental y la secundaria no pueden separarse. Forman un proceso continuo
que también debe extenderse a las universidades con los mismos métodos.
7.
Las
clases deben ser una conversación, familiar e informal entre maestros y
alumnos, llevados por un espíritu de descubrimiento: métodos intuitivos,
realidades en vez de abstracciones, objetos en vez de palabras, diálogo
socrático, el aula debe ser un taller, el maestro un director, los alumnos
una familia.
8.
La
disciplina no puede basarse en castigos, sino en la idea de la corrección y la
reforma. Los juegos y otras actividades libres
son lo que da la mejor oportunidad para observar las inclinaciones de los
niños. La obediencia a la ley debe excluir todo predominio de la voluntad
independiente o de un poder dictatorial.
9.
Se propugna
el principio de la pedagogía activa y en íntimo contacto
con la vida, el método intuitivo, expresión acuñada por Pestalozzi y Frobel. Cuando se funda la Institución
Libre de Enseñanza, la influencia teórica central viene de estos dos
pedagogos y, aunque nunca se abandone del todo, el método intuitivo va
modernizándose y enriqueciéndose al contacto cotidiano con las ideas de aquí
y de allí hasta alcanzar unas dimensiones plenamente contemporáneas por obra
del genio educador de Manuel Bartolomé Cossío.
10. Pone gran interés la institución en
formar en
la salud y la higiene, el decoro personal de hábitos y maneras; la amplitud,
elevación y delicadeza del sentir; la depuración de los gustos estéticos; la
tolerancia, la alegría, la serenidad, la conciencia del
deber, la lealtad, la disposición a vivir como se piensa. Utiliza el trabajo
intelectual sobrio e intenso, el juego corporal al aire libre, la relación
con la naturaleza y con el arte. Reniega del sistema corruptor de
exámenes, de la emulación, de los premios y castigos, del espionaje hacia
los alumnos.
Dogma o tolerancia
Giner tenía muy claro
que debía excluirse «la
enseñanza confesional o
dogmática», según su
propia expresión, no
solo de las escuelas del
Estado, sino también de
las privadas. Desde esta
perspectiva, su
insistencia en la
neutralidad de la
educación se enriquece
con una nueva dimensión,
relacionada con la vida
en común. Formar individuos
capaces de emanciparse
de la tutela sectaria de
los dogmas es la
condición previa para
una convivencia en
libertad. Y es que no
puede haber tolerancia
sin respeto a las
opiniones ajenas, por
más que puedan chocar
frontalmente con
nuestras convicciones
más íntimas y
arraigadas. Pero esa
disposición no es
innata, sino que solo
puede ser aprendida en
el transcurso de un
desarrollo educativo
correctamente orientado. La tolerancia era
para Giner un valor, un
valor inmanente al
hombre. Giner dice en
sus Estudios sobre la
educación: «si hay
una educación religiosa
que deba darse es la de
la tolerancia positiva,
no escéptica e
indiferente, de las
simpatías hacia todos
los cultos y creencias».
Alzar la bandera del laicismo frente al dominio de lo eclesiástico-clerical, reivindicar la libre discusión frente al dogmatismo tomista o desarrollar la educación activa e integral frente a la enseñanza memorística, probablemente, era la actitud más progresista que esta sociedad era capaz de generar.
La Institución se
propone como escuela
neutral, es decir, como
una escuela que promueve
un sentido religioso
general de la vida con
independencia de las
formas de manifestación
concreta y ritual de ese
sentido y sin adelantar,
en ningún caso,
verdadera confesión
alguna. Y ello obedece,
entre otras cosas, a la
decisión de mantener a
la escuela apartada de
las pasiones y
enfrentamientos que
dividen a los hombres
que determinan tantas
veces, según ellos por
falta de educación, la
aparición de un ciego
instinto de exterminio
por parte de aquellos
que se creen en posesión
de la verdad. Para
ellos, la escuela tiene
que crear por encima de
eso un profundo
sentimiento de
solidaridad humana en la
pluralidad, una
convicción que haga a
todo individuo algo
sagrado en cuanto ser
humano, y más cercano
que distante de nosotros
en cuanto miembro de
otra confesión u otro
partido. Sólo así, en
opinión de estos
educadores, no se
lesionan los elementos
centrales del humanismo
integral que se
encuentran como un
germen en la
personalidad del niño. |
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La figura del maestro para la
Institución Libre de Enseñanza
En tiempos en que los maestros se parecían mucho a
funcionarios vitalicios y rutinarios, la institución tuvo mucho interés en
elevar la figura de los maestros, dignificar su figura, sacarles
de la indigencia, formarles y potenciarles al máximo. Los maestros son lo más importante, y
todo lo demás se evapora en la inutilidad si falta él. Dadme el maestro
-decía Giner en una de sus más conocidas acotaciones- y os abandono el
edificio, las instalaciones, la organización, los programas..., todo lo
demás.
La vocación, severidad y probidad en la
conducta y las dotes de investigación y exposición eran los elementos a
tener en cuenta, según el artículo 18 de los Estatutos, para el nombramiento
de profesores en la Institución y eran condiciones inexcusables: Todo
profesor podrá ser removido cuando perdiese alguna de estas esenciales
condiciones. En todas las fundaciones derivadas del espíritu institucionista
se trataba de evitar por todos los medios la burocratización del maestro
como consecuencia de los nombramientos vitalicios y la falta de estímulos.
El maestro que soñaban los institucionistas no podía poner condiciones al
impulso que surgía de él, ni trocar su labor por más o menos dinero, ni
regatearle un minuto a su compromiso moral. Si no era así, no les interesaba
para su proyecto.
La intuición era tanto un don del educador como una vía de
relación del niño con el mundo. El educador asumía intuitivamente los
caracteres originales y personalísimos del discípulo e iba estimulando su
desarrollo, secundando su actividad, alimentando su maduración..., dejándole
hacer. Y para ello se servía de la totalidad de las plurales y complejas
provocaciones que ofrecía la vida real: la naturaleza, el arte, la familia,
la industria, etcétera. Se trata de una enseñanza activa, porque el maestro
tiene por misión alumbrar y alimentar la fuerza personal del educando; se
trata también de una educación individualizada, porque, huyendo del
uniformismo, acentúa y potencia su personalidad original.
Cossío se opone radicalmente a lo que él llama el procedimiento de
estampación, el que utiliza el prototipo de maestro-poseedor de la verdad
contra el alumno calladito y neutro que injiere tal presunta verdad para
luego reestamparla de memoria y mal digerida el día del examen. Exactamente
igual, y por las mismas razones, se opone al libro de texto, cuya deglución
a fuerza de codos aplasta cuidadosamente las tentaciones de la curiosidad
estudiantil por la consulta de otros libros innecesarios. Para Giner y
Cossío la enseñanza debe ser lo contrario de eso: una excitación permanente
a la actividad, a la curiosidad, a la búsqueda: No enseñar las cosas, sino
enseñar a hacerlas. |
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La residencia de
estudiantes
La Residencia de
Estudiantes, desde su fundación en 1910, fue el primer centro cultural
de España y una de las experiencias más vivas y fructíferas de
creación e intercambio científico y artístico de la Europa de
entreguerras. En 1915 se traslada a su sede definitiva en la
madrileña Colina de los Chopos. Durante toda esta primera etapa
su director fue Alberto Jiménez Fraud,
que hizo de ella una casa abierta a la creación, el pensamiento
y el diálogo interdisciplinar.
La Residencia se
proponía complementar la enseñanza universitaria mediante la
creación de un ambiente intelectual y de convivencia adecuado
para los estudiantes. Características distintivas de la
Residencia fueron propiciar un diálogo permanente entre ciencias
y artes y actuar como centro de recepción de las vanguardias
internacionales. Ello hizo de la Residencia un foco de difusión
de la modernidad en España, y de entre los residentes surgieron
muchas de las figuras más destacadas de la cultura española del
siglo XX, como el poeta Federico García
Lorca, el pintor Salvador
Dalí, el cineasta Luis
Buñuel y el científico
Severo Ochoa, el poeta Juan Ramón Jiménez, . A ella acudían como visitantes asiduos
o como residentes durante sus estancias en Madrid Miguel de
Unamuno, Alfonso Reyes, Manuel de Falla, Juan Ramón Jiménez,
José Ortega y Gasset, Pedro Salinas, Blas Cabrera, Eugenio d'Ors
o Rafael Alberti, entre muchos otros.
La Residencia fue
además foro de debate y difusión de la vida intelectual de la
Europa de entreguerras, presentada directamente por sus
protagonistas. Entre las personalidades que acudieron a sus
salones figuran Albert Einstein, Paul Valéry, Marie Curie,
Igor Stravinsky, John M. Keynes, Alexander Calder, Walter
Gropius, Henri Bergson y Le Corbusier, entre muchos
otros. A menudo, estas personalidades fueron invitadas por dos
asociaciones privadas que colaboraron activamente con la
Residencia y unieron su labor a un amplio sector de la sociedad
civil: la Sociedad de Cursos y
Conferencias y el Comité
Hispano-Inglés.
Ha de
reconocerse asimismo la labor editorial de la
Residencia, pues allí aparecieron las
Meditaciones del Quijote, de Ortega y Gasset
en 1914, los Ensayos, de
Miguel de Unamuno y notables obras de
Azorín, Cambó, González Hontoria, Antonio
Machado, Eugenio d'Ors, Emilia Pardo Bazán, y
otros.
La Residencia, pronto se interesó por la ciencia,
contribuyendo de manera destacada a las
actividades de la Junta para Ampliación de
Estudios para fomentar y modernizar la enseñanza
científica en España.
La enseñanza de la ciencia tenía que ser
práctica y experimental, en 1912 la Residencia
inauguró su primer laboratorio, el de Química
General, dirigido en sus comienzos por José
Sureda y después por José Ranedo. A este le
siguieron, en 1914, el Laboratorio de Anatomía
Microscópica con aplicaciones a la fisiología, a
cargo de Luis Calandre, y el de Química
Fisiológica, que dirigió desde 1915 Antonio
Madinaveitia y que contaba además con una
sección dedicada al estudio del metabolismo,
dependiente de José María Sacristán. En 1916 se
creó el Laboratorio de Fisiología, en el que
Juan Negrín fue el responsable de la sección de
fisiología general (fue allí donde se inició en
la investigación Severo Ochoa) y Gonzalo
Rodríguez Lafora de la sección de fisiología y
anatomía de los centros nerviosos. Junto a estas
instalaciones los estudiantes interesados
disponían también de los laboratorios del
Instituto Nacional de Ciencias, la mayor parte
de ellos instalados en el cercano edificio del
Museo de Ciencias Naturales.
Con la idea de promover la curiosidad
intelectual y favorecer la formación de la
cultura científica, la Residencia de Estudiantes
también organizó, de forma periódica, cursos y
conferencias y dedicó, dentro de sus
publicaciones, un gran espacio a la difusión de
los nuevos planteamientos que desestabilizaban
los presupuestos científicos hasta entonces
admitidos.
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Laboratorio
Teatro |
Las Misiones
pedagógicas (1931-1936)
Cossío puso en práctica, desde el Patronato de
Misiones Pedagógicas (1931) una
antigua aspiración institucionista que acercó a los pequeños núcleos rurales
bibliotecas, lecturas, conferencias, audiciones de música coral y de discos,
exposiciones circulantes con reproducciones de pinturas célebres,
proyecciones fijas y cinematográficas y representaciones teatrales. Según el profesor Tuñón de Lara
fueron, precisamente, las Misiones Pedagógicas la muestra más clara de ese
«tiempo de la gran ilusión», que representaron los primeros meses
republicanos.
Miembros
destacados que formaron parte de la
Comisión Central fueron,
Rodolfo
Llopis, Antonio Machado, Marcelino Pascua,
Pedro Salinas, Ángel Llorca, Óscar Espláy
Luis Álvarez Santullano.
El poeta Luis Cernuda,
coordinaba el Servicio de Biblioteca junto
con los bibliotecarios Maria Moliner y Juan
Vicens de la Llave. Este servicio era uno de
los más importantes del Patronato y a él se
destinaba cerca del 60% del presupuesto en
los tres primeros años de existencia. Todo
este
esfuerzo económico sirvió para la creación
de 5522 bibliotecas
y la realización de 44 «misiones» a las zonas más deprimidas de España.
.
Sus objetivos eran «difundir
la cultura general, la moderna orientación docente y la
educación ciudadana en aldeas, villas y lugares, con especial
atención a los intereses espirituales de la población rural».
La acción de las Misiones
abarcaba tres aspectos:
-
1. El fomento
de la cultura general a través de la
creación de bibliotecas fijas y circulantes,
proyecciones cinematográficas,
representaciones teatrales donde no había un
teatro construido, conciertos, un museo
circulante, etc.
-
2. La orientación pedagógica a los maestros
de escuelas rurales
-
3. La educación ciudadana necesaria para
hacer comprensibles los principios de un
Gobierno democrático a través de charlas y
reuniones públicas.
Entre las múltiples actividades de las Misiones
Pedagógicas hay que destacar: el Museo
Pedagógico Nacional, el Museo Circulante; el
Coro y el Teatro del Pueblo y el Retablo de
Fantoches, el Servicio de Cine y Proyecciones
Fijas, el Servicio de Música y el Servicio de
Bibliotecas. A las Misiones pedagógicas
respondieron proyectos de teatro itinerante como
el Teatro del Pueblo, dirigido por Alejandro
Casona, contemporáneo a los de la compañía de
teatro universitario La Barraca, dirigido por
Federico García Lorca, y el Museo Circulante,
que trasladaba por las zonas rurales copias de
los cuadros más famosos.
En las Misiones Pedagógicas participaron también
otros intelectuales, como Miguel Hernández,
María Zambrano, Carmen Conde o Ramón Gaya.
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La Barraca
A pesar de su fama posterior, «La
Barraca», teatro universitario con ciertas limitaciones
en su capacidad de movimiento, no tuvo la importancia
del «Teatro del Pueblo» de las Misiones Pedagógicas. El
teatro universitario «La Barraca», con más intereses
artísticos que pedagógicos, surgió hacia 1932 y lo
integraron jóvenes universitarios vinculados a la
Residencia de Estudiantes y herederos del espíritu de la
Institución Libre de Enseñanza. Al frente de ellos se
encuentra la figura ya consagrada de Federico García Lorca. Esta iniciativa fue apoyada por Fernando de los
Ríos, Ministro de Instrucción Pública en esos años, y
por la Unión Federal de Estudiantes Hispanos (UFEH), que
fue el marco administrativo del proyecto. El contexto
socio-político del momento era propicio a esta
actividad.
Se
regía por un comité directivo, formado por miembros de
la UFEH: cuatro estudiantes de Filosofía y Letras que
colaboraban con la dirección literaria y cuatro
estudiantes de Arquitectura que se encargaban de la
parte técnica. Trabajaban además en la realización
plástica destacados pintores y artistas. La
administración corría a cargo de los estudiantes del
comité directivo. La compañía estaba formada por
estudiantes que previamente habían sido seleccionados. Todos cuantos intervenían en este proyecto
prestaban sus servicios gratuitamente.
«La
Barraca» hizo su presentación oficial pocos días antes de
la Navidad de 1932, en el paraninfo de la Universidad
Central (Madrid) con la presencia de las autoridades
políticas e intelectuales. Su primera salida fue a la
provincia de Soria, elegida por su tradición dramática y
el abandono en que se encontraba en aquellos momentos. |
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El
derribo
franquista de la Institución
La guerra civil fue una gran cicatriz que partió en dos
la historia de España. Desde el punto de vista cultural, los vencedores
devolvieron al país al antiguo régimen. Se satanizaron tanto las personas
como las realizaciones de la II República, tal y como puede apreciarse en la
orden de 7 de diciembre de 1936, cuando al analizar las causas de la
situación en que se encontraba el país, no se dudaba en señalar que eran
precisamente los profesores y los intelectuales próximos a la Institución
Libre de Enseñanza quienes más responsabilidades tenían: «los individuos que
integran esas hordas revolucionarias, cuyos desmanes tanto espanto causan,
son sencillamente los hijos espirituales de catedráticos y profesores que a
través de instituciones como la llamada Institución Libre de Enseñanza,
forjaron generaciones incrédulas y anarquistas».
La política educativa del nacional-catolicismo
encontraba su sentido en la destrucción, en el desmantelamiento de toda la
obra anterior. En 1938, Pedro Sainz Rodríguez, el primer ministro de
educación del régimen del general Franco, recordaba en una intervención
dirigida al magisterio, un fragmento de un discurso de Fernando de los Ríos,
Ministro de Instrucción Pública de la II República:
«Las ilusiones de los discípulos de Giner de los Ríos
se injertaron en la organización pedagógica española en el mayor silencio.
La Escuela Superior del Magisterio, la Junta para Ampliación de Estudios e
Investigaciones Científicas, la Escuela de Criminología y hasta la
Residencia de Estudiantes han sido los gérmenes de la nueva España. Éstos
han sido gérmenes que han posibilitado en advenimiento de un régimen nuevo.
La simiente está tirada silenciosamente en el surco. La República española
recoge los resultados aquello».
«Estas palabras –concluía Pedro Sainz Rodríguez- son tan
preciosas para nosotros como si fuesen un mapa donde hubieran señalado las
fortificaciones que tenemos que bombardear» (Risas y aplausos).
En buena medida, fue la Institución
Libre de Enseñanza quien sirvió de base a la filosofía educativa de la
II República que, tal y como expresaba Marcelino Domingo, primer
ministro de Instrucción Pública, heredó «una tierra poblada de hombres
rotos», y mediante la educación, mediante la acción de la escuela se
intentó una revolución pedagógica. Así lo defendió Rodolfo Llopis en
Zaragoza en diciembre de 1932: "La misión de la escuela es transformar
el país en estos momentos (...) que los que estaban condenados a ser
súbditos, puedan ser ciudadanos conscientes de una República».
El porqué de la persecución franquista a la
Institución lo explica Ellas Díaz: «No eran revolucionarios
estrictamente, pero tenían un ideal claro, casi un siglo de experiencia
y logros muy concretos. Eran muy resistentes y resultaron ser el peor
enemigo. Nadie mejor que los propios franquistas para saberlo, y como
dato significativo, dos publicaciones: el libro de Enrique Súñer, primer
depurador cultural de Franco en Burgos, titulado Los intelectuales y
la tragedia española, y el colectivo de Artigas y Martín Sánchez-Juliá,
entre otros, titulado Una poderosa fuerza secreta: la Institución
Libre de Enseñanza». |
La Institución Libre de Enseñanza hoy
y Bibliografía
La Institución Libre de Enseñanza fue disuelta por un
BOE de 28 de mayo de 1940. En 1978, tras casi cuarenta años de silencio, de
destierro, de dolor… volvió a la actividad la Fundación Giner de los Ríos y
en 1985 se produjo la devolución del emblemático local de la ILE de la calle
Martínez Campos de Madrid. Recuperar en un estado muchas veces ruinoso parte
del patrimonio –físico y simbólico- incautado a la Institución tras la
guerra civil ha sido un proceso largo y lleno de dificultades.
En ningún momento se planteó la posibilidad de volver a
abrir un centro educativo: demasiadas dudas y demasiadas dificultades:
inversiones económicas, especialización... Hoy la Institución Libre de
Enseñanza es un espacio para la reflexión: la Fundación Giner de los Ríos,
la Agrupación de Antiguos Alumnos, la segunda época del BILE. Hoy la
Institución Libre de Enseñanza es, por encima de cualquier otra cosa, un
referente que resume lo mejor de nuestra tradición pedagógica. En estos días
en los que no se encuentran modelos, los ideales de ilustración de los
hombres y mujeres de la Institución continúan tan vigentes como su ideario
pedagógico que podría resumirse en los siguientes conceptos: "trabajo
intelectual sobrio e intenso, juego corporal al aire libre, larga y
frecuente intimidad con la naturaleza y con el arte, contra el sistema
corruptor de exámenes, de emulación, de premios y castigos", la libertad en
educación, neutralidad, la coeducación y la educación femenina, la educación
estética, la educación física, la educación moral, la escuela activa, la
escuela unificada, la importancia de las bibliotecas escolares.
Bibliografía
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Acárate, P., La Cuestión Universitaria, Ed. Tecnos, Madrid, 1967
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Castillejo, J., Guerra de ideas en España, Ed. Revista de Occidente, Madrid,
1976
Díaz, E., La filosofía social del krausismo español, Edicusa, Madrid, 1973
Díaz, E., Pensamiento español, 1939-1973, Edicusa, Madrid, 1974
Giner de los Ríos, F., Antología Pedagógica de Francisco Giner de los Ríos,
selección y estudio preliminar de Francisco J. Laporta, Ed. Santillana,
Madrid, 1977
Giner de los Ríos, F., Ensayos, Alianza Editorial, Madrid, 1969
Gómez Molleda, Mª D., Los Reformadores de la España Contemporánea, CSIC,
Madrid, 1966
Jiménez Fraud, A., Historia de la Universidad Española, Alianza Ed., Madrid,
1971
Jiménez-Landi, A., La Institución Libre de Enseñanza, Ed.Taurus, Madrid,
1973
López Morillas, J., El krausismo español, FCE, 1966
Molero Pintado, A., La Reforma educativa de la II República, Ed. Santillana,
Madrid, 1977
Pérez Galán, M., La enseñanza en la II República Española, Edicusa, Madrid,
1977
Sanz del Río, J., Textos escogidos, Ediciones de Cultura Popular, Barcelona,
1968
Teresa Rodriguez de Lacesa ha utilizado, entre otros, la Metafísica
Analítica, de 1860, algunos manuscritos inéditos y J. Willm, Historie de la
philosophie allémande, París, 1849
Turin, Y., La educación y la escuela en España, 1874-1902, Editorial
Aguilar, Madrid, 1967
Varios autores, En el centenario de la Institución Libre de Enseñanza, Ed.
Tecnos, Madrid, 1977
Varios autores, El exilio español de 1939, seis volúmenes bajo la dirección
de José Luis Abellán, Editorial Taurus, Madrid, 1976-78
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