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Iván Illich, crítico con
la institución escolar
Leí a Iván Illich y pude conocerlo en Cuernavaca, México, en 1970, en momentos
muy interesantes de mi vida en los que buscaba mi lugar en el inmenso
universo de las corrientes filosóficas, políticas y pedagógicas.
Fue para mí una persona que me hizo pensar, que me ayudó a sentar las
bases de lo que más tarde fue sustento ideológico de mi profesión y,
aunque tuve con él profundos desacuerdos, le agradezco su visión del
mundo y el cúmulo de ideas, actitudes y pensamientos que me hicieron, y
aún me hacen,
reflexionar. Me llevó a él Sergio Méndez Arceo, el "Obispo rojo", que
era obispo de Cuernavaca, a quien conocí en Chile y tuve la ocasión de
llevarlo por Santiago de Chile de un lugar a otro y hablar mucho del
socialismo y de la educación. Tuve también la ocasión de estar en unas
conversaciones, en Lima, en 1972, en las que participó junto a
Paulo Freire.
Iván Illich fue un pensador austríaco polifacético y polémico,
clasificado como anarquista, que vivió y trabajó muchos años en
Cuernavaca, México, autor de una serie de críticas a las instituciones
clave del progreso en la cultura moderna. Criticó la educación escolar,
la medicina profesional y de patente, así como el trabajo ajeno y no
creador, y el consumo voraz de energía necesaria para el desarrollo
económico como una negación de la equidad y la justicia social, entre
otros muchos temas. Su obra se inscribe dentro de las corrientes
antiindustriales.
La
lógica de Illich establece que siempre que se crea una institución para
satisfacer una necesidad humana, el propio ser humano termina
desentendiéndose de satisfacer por sí mismo tal necesidad.
Su esplendor surgió al conocerse sus primeras publicaciones en los años
70, para caer luego en un ciclo de reinterés y aparente olvido, pues su
lectura están ligadas al surgimiento de diversos movimientos sociales
(ambientalistas, equidad, minorías).
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Objetos
para la persona o persona para los objetos
Illich plantea: ¿Por qué el
hombre está al servicio de los objetos (bienes, servicios) y de
los instrumentos (empresas, instituciones)?, ¿por qué el hombre,
desde la infancia (en el colegio) hasta la madurez (en el
trabajo, sea productivo o creativo) actúa siguiendo la lógica de
los objetos y el interés de los instrumentos, en lugar de
adaptarlos a sus necesidades y a sus anhelos? |
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Iván Illich con Paulo Freire, Lima 1972
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Biografía de Iván Illich
Iván nació en 1926 en Viena,
Austria. Su madre tenía ascendencia judía y su padre era
católico de origen dálmata (actualmente Croacia). Desde niño se
benefició de su atmósfera intercultural y de forma prematura comenzó a
dominar varios idiomas.
En 1938, tras la anexión alemana de Austria, la situación de Iván
Illich en Viena se complicó por tener sangre judía, y
por lo tanto impura desde la óptica nazi.
Debido a ello se vio obligado a migrar a Italia, donde vivió
principalmente entre Florencia y Roma.
Estudió química y posteriormente teología en la Universidad
Gregoriana de Roma, donde se formó como sacerdote. Fue postulado para
ser cardenal, sin embargo se negó a encumbrarse en la jerarquía
católica y optó por continuar sus estudios en Estados Unidos.
Aunque su objetivo era estudiar en la Universidad de Princeton, su
llegada a Nueva York le hizo conocer la discriminación de varias
comunidades católicas hacia los nuevos migrantes puertorriqueños. Este
hecho lo motivó a quedarse en la Gran Manzana, con la intención de
apoyar la integración de los latinoamericanos.
Su aproximación a la comunidad puertorriqueña lo llevó a vivir al país
caribeño como vicerrector de la Universidad Católica de Ponce. Desde
ahí forjaría las bases de su famosa crítica a la escolarización.
Huella latinoamericana
Tras años de ardua preparación y trabajo continuo, Iván
Illich decidió abandonarlo todo para hacer un viaje
liberatorio, a pie y con escasos recursos, por América Latina.
Luego de recorrer Argentina,
Paraguay, Uruguay y Bolivia, intentó cruzar la cordillera de los Andes,
proeza que no consiguió, pues sufrió un desmayo de dos días por mal de
altura e insolación. Fue ayudado por una familia humilde de campesinos
indígenas que cuidaron de él. Aquella anécdota se convertiría en el
recuerdo más trascendente de su viaje.
En palabras de Braulio Hornedo, “en
el accidente de los Andes, Iván conoció directamente la riqueza de la
pobreza. Observó que la cultura de solidaridad de las comunidades
campesinas era mayor que en las ciudades. Gracias a esta experiencia
vislumbró la necesidad de que estas culturas marcadamente diferentes
dialogaran en igualdad de condiciones.
En 1961, el obispo de la Diócesis de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo,
conocido por sus ideas socialistas y apego a la Teología de la
Liberación, invitó a Illich a radicar en la ciudad de la eterna
primavera.
Después de establecerse en Cuernavaca, Illich se separó definitivamente
de la Iglesia católica, institución que llegó a considerar una mafia
mercantilista similar a la empresa Ford.
En 1966, Iván Illich y otros intelectuales fundaron el Centro
Intercultural de Documentación (CIDOC), que paulatinamente ganó
prestigio por sus reveladoras críticas a las instituciones más
representativas del llamado “progreso".
La producción del CIDOC comenzó a atraer a personalidades intelectuales
de la talla de Erich Fromm, François Mitterrand, Paul Goodman, Ramón
Xirau, Gabriel Zaid, entre muchos otros. Textos como La Sociedad
desescolarizada, Energía y
equidad y Némesis médico se transformaron rápidamente en obras de culto
de diversos círculos académicos.
Ilich reconoció que el CIDOC había obtenido una fama
muy peligrosa, pues era considerada por el gobierno como una cuna de
guerrilleros en plena Guerra Sucia; por ello, cerrarlo era una forma de
cuidar la vida de sus colaboradores.
En 1977, Illich se convierte, según sus propias palabras, en un filósofo
itinerante. Rechazó varias ofertas universitarias y se dedicó a
peregrinar por diversos países.
A mediados de los años ochenta, un tumor cancerígeno comenzó a crecer
en su cara, al que él mismo bautizó burlonamente como “la bola".
Aunque los médicos prácticamente lo desahuciaron, Illich aún alcanzó a
vivir casi veinte años, resistiéndose a cualquier tratamiento médico.
Murió en 2002, en Bremen,
Alemania.
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La sociedad
desescolarizada
Iván Illich asegura que antes de 1958 jamás había dudado del valor de
hacer obligatoria para todos la educación, sin embargo, fue en este
mismo año, cuando al conocer a Everett Reimer y tras una serie de
debates en que se percataron que "[...] para la mayoría de los seres
humanos, el derecho a aprender se ve restringido por la obligación de
asistir a la escuela".
La sociedad desescolarizada (1971), es una crítica a la educación tal y
como se lleva a cabo en las economías "modernas", pues considera que la
educación tal y como se vive en ellas, se reduce al consumismo, forzando
a los aprendices a cursar un currículo obligatorio. De igual manera,
afirma que el sistema escolar vive en la ilusión de que "la mayoría de
lo que se aprende es resultado de la enseñanza", sin embargo, al igual
que McLuhan, sostiene que en su mayoría, los aprendizajes se obtienen de
manera casual y principalmente, fuera de la escuela, incluso pone como
ejemplo el aprendizaje de lenguas: "La mayoría de las personas que
aprenden bien otra lengua, lo logran a causa de circunstancias
especiales y no de un aprendizaje secuencial", por lo tanto, confirma
que "si las escuelas son el lugar equivocado para aprender una
habilidad, son el lugar aún más equivocado para obtener educación".
Lleno de observaciones críticas sobre los planes de estudios de su
tiempo, el libro puede parecer desfasado, pero sus afirmaciones y
propuestas básicas siguen siendo tan radicales hoy como lo fueron en su
momento.
A través de ejemplos reales sobre la naturaleza ineficaz de la educación
escolarizada como el anterior, Illich se mostraba favorable
al autoaprendizaje, apoyado en relaciones sociales libremente
intencionadas en encuentros y conversaciones fluidas e informales:
La educación universal por medio de la escolarización no es factible. No
sería más factible si se la intentara mediante instituciones
alternativas construidas según el estilo de las escuelas actuales. Ni
unas nuevas actitudes de los maestros hacia sus alumnos, ni la
proliferación de nuevas herramientas y métodos físicos o mentales (en el
aula o en el dormitorio), ni, finalmente, el intento de ampliar la
responsabilidad del pedagogo hasta que englobe las vidas completas de
sus alumnos, dará por resultado la educación universal. La búsqueda
actual de nuevos embudos educacionales debe revertirse hacia la búsqueda
de su antípoda institucional: tramas educacionales que aumenten la
oportunidad para que cada cual transforme cada momento de su vida en un
momento de aprendizaje, de compartir, de interesarse. Confiamos en estar
aportando conceptos necesarios para aquellos que realizan tales
investigaciones a grandes rasgos sobre la educación --y asimismo para
aquellos que buscan alternativas para otras industrias de servicio
establecidas.[cita requerida]
La
institucionalización de la educación marca una tendencia hacia la
institucionalización de la sociedad, y por el contrario las ideas de
des-institucionalización de la educación podrían ser un punto de partida
hacia la des-institucionalización de la sociedad. Y ahí es donde la
radicalidad de sus ideas queda clara.
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La convivencialidad
Se
aportación más directa e interesante que hizo Iván Ilich en asuntos
sociales vinculados a la economía, a la gestión de lo público y a la
educación es el estudio de la convivencialidad. Una
virtud o, si se
prefiere, un criterio ajeno a la ciencia económica, pero también
económico. No en vano, leyendo La convivencialidad se abren
interrogantes que no solo cuestionan decisiones privadas o colectivas
(gubernamentales) en materia económica, sino que el lector se ve
obligado a cuestionar la lógica de los objetos y de los instrumentos que
marcan la vida.
El
término
convivencialidad,
según la acepción que le otorgó Iván Illich, es la virtud que deberían
tener los instrumentos y bienes que hacen posible la vida cotidiana
(desde los medios de producción hasta las infraestructuras y, por
extensión, las instituciones, los agentes económicos y las entidades
sociales) para promover y garantizar el desarrollo y la autonomía
personal de los individuos: «Convivencial
es la herramienta, no el hombre»,
decía.
En
principio, la convivencialidad puede ser descrita como una condición, un
criterio o un principio ajeno a la economía; acaso aleatorio y
simplemente tangencial. Pero es mucho más y, por tanto, también afecta a
la economía.
Teniendo en cuenta el contenido de otros ensayos de Illich: La
sociedad desescolarizada, 1971; Energía y equidad, 1974;
H2O
y las aguas del olvido,
1985, o En el espejo del pasado, 1992), La convivencialidad
es sólo una parte del planteamiento global que hace Illich, pero acaso
la más sustancial, pues es la que utilizó para diseñar un concepto, o
conjunto de conceptos, que abarca desde la Filosofía hasta la enseñanza,
deteniéndose en la Sociología, con el que en definitiva aboga por una
transformación cultural, social y económica.
Illich traza
un análisis brillante de la evolución de las formas de dominación, que
han hecho que el hombre se convierta en esclavo de sus
propias herramientas, de las instituciones y bienes que debían haber
estado a su servicio.
El ser humano se convierte en un apéndice de la Máquina. En este estado
de cosas, si la deriva del sistema no se detiene, Illich predice una
profunda crisis social y económica, ya que el crecimiento exacerbado es
insostenible a largo plazo. El fin de esa crisis tendrá dos resultados
posibles: la instalación de lo que él denomina un
“fascismo tecnoburocrático”
capaz de mantener el control sobre la población a pesar de que el
crecimiento se haya detenido y los valores sobre los que se sustentaba
sean cuestionados, o la puesta en marcha de un sistema político
distinto, basado en lo que llama “la convivencialidad”. Es decir, la
creación de una sociedad en la que la producción de bienes y servicios
esté al servicio del ser humano y no de las necesidades de un grupo
dominante. Para ello, Illich apuesta por acabar con la idea del
crecimiento y pensar en una sociedad mucho más austera pero mucho más
libre, en la que la Máquina sea esclava del hombre y no al revés. No se
trata de abolir la tecnología ni instituciones sociales como la escuela
o el sistema médico, sino de fijar colectivamente los fines que deben
seguir y los límites a los que deben ceñirse para no volverse nocivos,
lo que conecta con las actuales teorías del decrecimiento. |
Bibliografía
ILLICH REGENSTREIF-ORTLIEB,
IVAN. El derecho al desempleo útil y sus enemigos profesionales. Diaz &
Pons
IVAN, ILLICH. Energía
y equidad. Diaz & Pons
ILLICH, IVÁN La
convivencialidad. La Llevir, S. L. Virus Editorial
ILLICH, IVÁN. Iván
Illich, un humanista radical. Ediciones La Llave
CAYLEY, DAVID /
ILLICH, IVÁN. Conversaciones con Iván Illich. Enclave de Libros
Ediciones.
ILLICH, IVAN. En el
viñedo del texto. FCE.
LÜNING, HILDEGARD /
ILLICH, IVÁN. La escuela y la represión de nuestros hijos. Sociedad de
Educación Atenas.
ILLICH, IVÁN. La
sociedad desescolarizada. Barral Editores
ILLICH, IVAN. Némesis
médica. Expropiación de la salud. Otros países, editoriales
ILLICH, IVÁN.
Educación sin escuelas. Edicions 62
ILLICH, IVÁN.
Ecofilosofías. RBA LIBROS.
FREIRE, PAULO /
ILLICH, IVÁN. Diàleg. Edicions del Crec
ILLICH, IVÁN. H2O y
las aguas del olvido. Ediciones Cátedra. |
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© Enrique
Martínez-Salanova Sánchez |
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