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Miguel de Cervantes
y Saavedra
Nació
en Alcalá de Henares, en 1547. Murió en Madrid en 1616.
Poeta, novelista y dramaturgo
español, considerado como el más grande escritor español de todos los
tiempos, y uno de los mejores escritores universales. Su obra más conocida,
la Historia de El Quijote de la Mancha, ha trascendido todas las
fronteras y todas las culturas.
Era el cuarto hijo de los seis que
tuvo el matrimonio Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas. El padre era
cirujano-barbero, profesión de escasos ingresos y baja consideración social.
Desde 1566 el cirujano-barbero se estableció definitivamente con su familia
en Madrid, iniciando por esos años el joven autor su carrera literaria.
Es posible que Cervantes se iniciara en la literatura bajo la supervisión y
en la amistad del humanista y gramático López de Hoyos. Lo que sí es seguro
es que Cervantes entró al mundo literario de la mano de la poesía.
Esos tempranos inicios poéticos se
vieron truncados casi en sus comienzos, pues a finales de 1569, encontramos
al joven escritor instalado en Roma como camarero del cardenal Giulio
Acquaviva, al que serviría durante un tiempo para iniciar pronto su carrera
militar. Allí tuvo Cervantes ocasión de familiarizarse con la literatura
italiana del momento, tan influyente en su propia obra.
Abandonó el ambiente pontificio en
1570, para entrar en el servicio militar, entonces absolutamente voluntario,
en el que desde luego no le sonreiría nunca la fortuna. Se alistó primero en
Nápoles a las órdenes de Álvaro de Sande, para sentar plaza después, con
toda seguridad, en la compañía de Diego de Urbina, del tercio de don Miguel
de Moncada, bajo cuyas órdenes se embarcaría en la galera Marquesa,
junto con su hermano Rodrigo, para combatir, el 7 de octubre de 1571, en la
batalla naval de Lepanto. Aunque en aquellos días sufría de fiebres, luchó
con valor, pues recibió dos arcabuzazos en el pecho y uno en la mano
izquierda, que se la dejaría inutilizada para siempre. A cambio, quedaría
inmortalizado como El manco de Lepanto y conservaría hasta su muerte
el orgullo de haber participado en la más alta ocasión que vieron los
siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.
Ya recuperado de sus heridas en
Mesina, en 1572 se incorporó al tercio de don Lope de Figueroa. Participó en
diversas campañas militares en los años siguientes. Cansado de tal
modo de vida, unos tres años después Cervantes decide regresar a España, no
sin obtener antes cartas de recomendación del propio don Juan de Austria,
reconociéndole sus méritos militares, con intención de utilizarlas en la
Corte para obtener algún cargo oficial. Así, en 1575 embarca en Nápoles,
junto con su hermano Rodrigo, en una flotilla de cuatro galeras que parten
rumbo a Barcelona, con tan mala suerte que una tempestad las dispersa y
precisamente El Sol, en la que viajaban Cervantes y su hermano, es
apresada, ya frente a las costas catalanas, por unos corsarios berberiscos
al mando del renegado albanés Arnaut Mamí. Los cautivos son conducidos a
Argel y Miguel de Cervantes cae en manos de Dalí Mamí, apodado El Cojo,
quien, a la vista de las cartas de recomendación del prisionero, firmadas
por el gran capitán mediterráneo Juan de Austria, fija su rescate en 500
escudos de oro, cantidad prácticamente inalcanzable para la familia de su
padre el cirujano.
Así se inicia el periodo más
terrible de su vida: cinco largos años de cautiverio en las mazmorras o
baños argelinos, que dejarían una huella indeleble en la mente del escritor.
Intentó escaparse en varias ocasiones, sin éxito, y al final fue liberado
gracias al rescate pagado por los frailes trinitarios. Nunca le fueron
recompensados sus méritos militares.
Se casó en Esquivias con Catalina
de Salazar, en 1585, y poco después siguió con sus viajes y movimientos por
el ancho mundo, que le llevaron a tener esposa de modo sólo nominal, pues
hasta principios del siglo XVII no volverá a verse con ella.
En 1587 se instaló en Sevilla,
donde obtuvo, por mediación de Diego de Valdivia, el cargo de comisario real
de abastos para la Armada Invencible. Más tarde sería encargado de
recaudar las tasas atrasadas en Granada, habiéndole denegado una vez más el
oficio en Indias que había vuelto a solicitar en 1590. Tan miserables
empleos lo arrastrarían a soportar, hasta finales de siglo, un continuo
vagabundeo mercantilista por el sur (Écija, La Rambla, Castro del Río,
Cabra, Úbeda, Estepa, etc.), sin lograr más que disgustos, excomuniones,
denuncias y algún encarcelamiento (Castro del Río, en 1592, y Sevilla, en
1597), al parecer siempre injustos y nunca demasiado largos. Como
contrapartida, el viajero entrará en contacto directo con las gentes de a
pie, y aun con los bajos fondos, adquiriendo una experiencia humana
magistralmente recreada en sus obras.
Como dramaturgo, se compromete en
1592 con Rodrigo Osorio a entregarle seis comedias, que no cobraría si no
resultaban de las mejores, entre las cuales se cuentan varias de las
incluidas en el tomo de 1615; como novelista, redacta varias novelas cortas
(El cautivo, Rinconete y Cortadillo, El celoso extremeño,
etc.) y, mucho más importante, esboza nada menos que la primera parte del
Quijote y, quizá, el comienzo del Persiles. Al comienzo del siglo
XVII, Cervantes se despide de Sevilla y sólo sabemos de él que anda dedicado
de lleno a la escritura del Quijote. En 1603 se instaló en
Valladolid, ciudad declarada nuevamente capital de España por Felipe III.
A principios de 1605, de forma un
tanto precipitada, ve la luz El ingenioso hidalgo don Quijote de la
Mancha, en la imprenta madrileña de Juan de la Cuesta, a costa de
Francisco de Robles, con un éxito inmediato y varias ediciones piratas, por
lo que Juan de la Cuesta inicia la segunda edición al poco tiempo. Este
éxito se vería empañado por un nuevo encarcelamiento, ordenado
sediciosamente por el alcalde Villarroel, motivado por el asesinato de
Gaspar de Ezpeleta a las puertas de la casa de los Cervantes, en cuyo
proceso la familia fue acusada de llevar vida licenciosa ("Las Cervantas").
Viaja de nuevo, y queda a vivir, en
Madrid, en 1606. Ya en la recta final de su vida, aún vive dos nuevas
mudanzas: primero a la calle Huertas y luego a la de Francos, la asistencia
a las academias de moda, como la del conde de Saldaña, en Atocha, y el
ingreso en la Orden Tercera de San Francisco.
Ya prestigioso novelista y
escritor, Miguel de Cervantes va redactando gran parte de su producción
literaria, aprovechando títulos y proyectos viejos. Tras ocho años de
silencio editorial desde la publicación de la novela que lo inmortalizaría,
publica una verdadera avalancha literaria: Novelas ejemplares (1613),
Viaje del Parnaso (1614), Ocho comedias y ocho entremeses nuevos
nunca representados (1615) y Segunda parte del ingenioso caballero
don Quijote de la Mancha (1615 también). La lista se cerraría,
póstumamente, con la aparición, gestionada por su mujer Catalina, de Los
trabajos de Persiles y Sigismunda, historia setentrional (1617).
Enfermo gravemente de "hidropesía"
(accidente vascular con posible parálisis) en 1616 se vio morir: el 18 de
abril recibe los últimos sacramentos; el 19 redacta, "puesto ya el pie en
el estribo", su último escrito: la sobrecogedora dedicatoria del
Persiles; el 22, poco más de una semana después que Shakespeare, el
autor del Quijote fallece y es enterrado al día siguiente, con el
sayal franciscano, en el convento de las Trinitarias Descalzas de la actual
calle de Lope de Vega. Sus restos mortales se perdieron, y hoy permanece en
la memoria de todos los que aman la buena literatura y el idioma castellano
en su más puro acento.
La Obra de Cervantes
Miguel de Cervantes cultivó los
tres grandes géneros literarios (poesía, teatro y novela) con el mismo
empeño, aunque con resultados bien distintos. La historia literaria ha
respetado siempre la evaluación adelantada por sus contemporáneos: fue
menospreciado como poeta, cuestionado como dramaturgo y admirado como
novelista.
Poesía
La producción poética cervantina
ocupa un espacio considerable en el conjunto de su obra, se halla diseminada
a lo largo y ancho de sus escritos y recorre su biografía desde sus inicios
literarios hasta el Persiles. Responde a una vocación proaache,
cultivada ininterrumpidamente, aunque no siempre con la inspiración
necesaria. Su obra poética está integrada por numerosas composiciones
sueltas, normalmente de circunstancias (conmemorativas, fúnebres,
laudatorias o satírico-burlescas), y por un largo poema con perfiles auto
biográficos: el Viaje del Parnaso. Este es el único poema narrativo
extenso de Cervantes. Hecho a imagen y semejanza del Viaggio di Parnaso
(c. 1578), de Cesare Caporali di Perugia, como declara el propio
autor, se inscribe en la tradición satírico-alegórica menipea, de
ascendiente clásico, medieval y erasmista. Narra autobiográficamente, en
ocho capítulos, un viaje fantástico al monte Parnaso, a bordo de una galera
capitaneada por Mercurio, emprendido por muchos poetas buenos con el fin de
defenderlo contra los poetastros. Reunidos allí con Apolo, salen victoriosos
de la batalla y el protagonista regresa mágicamente a su morada. La aventura
se completa con la "Adjunta al Parnaso", donde Pancracio de Roncesvalles
entrega a Miguel dos cartas de Apolo con las que se cierra la adenda.
Teatro
Comedias y tragedias
También el teatro fue cultivado por
Miguel de Cervantes con asiduidad y empeño vocacional. Desde sus inicios
literarios, tras volver del cautiverio, hasta sus últimos años, se dedica a
escribir teatro: la cronología de sus piezas abarca desde comienzos de los
80 hasta 1615, dejando escasos períodos inactivos.
Por orden de antigüedad, abren la
serie las dos piezas sueltas representadas en la primera época. La más
antigua, el Trato de Argel, es una tragicomedia de cautivos
ambientada en un trasfondo histórico y costumbrista, de cuño autobiográfico,
que se ve animado por la doble intriga amorosa de Aurelio-Silvia e Yzuf-Zahara.
Mucho más relevante es la Tragedia de Numancia, acaso la mejor del
género por aquellos años, donde las fuentes históricas (Apianno, Morales,
Valera) sobre el cerco se adoban con motivos literarios (Farsalia,
Laberinto de Fortuna, Araucana) y se enriquecen ya con vivencias
individuales ficticias (madre e hijos, pareja de enamorados, dos amigos), ya
con proyecciones alegóricas como el Duero o España.
Entremeses
Son excelentes y Cervantes los
aborda en absoluta libertad, tanto formal como ideológica, desplegando por
entero su genialidad creativa para ofrecernos auténticas joyitas escénicas,
cuya calidad artística nadie les ha regateado. Logra ocho "juguetes
cómicos", protagonizados por los tipos ridículos de siempre (bobos,
rufianes, vizcaínos, estudiantes, soldados, vejetes, etc.) y basados en las
situaciones convencionales, pero enriquecidos y dignificados con lo más fino
de su genio creativo (ironía, vida-literatura, apariencia-realidad...), de
modo que salen potenciados hasta alcanzar cotas magistrales de trascendencia
ilimitada. Entre burlas y veras, con la permisividad inherente al cuadro
bufo, el manco de Lepanto no deja de poner en solfa los más sólidos
aachementos de la mentalidad áurea.
Hay que destacar de ellos El
juez de los divorcios, El rufián viudo, La guarda cuidadosa,
La cueva de Salamanca, El viejo celoso, El vizcaíno
fingido, La elección de los alcaldes de Daganzo, y el Retablo de las
maravillas, que se alza como la pieza maestra indiscutible de la serie
por su interés tanto estético como ideológico: el mayor de los puntales de
la sociedad barroca, la pureza de sangre, o si se prefiere, la condición de
cristiano viejo, se echa por tierra, y aun se reduce a la nada, cuando de
ella depende la contemplación de un fantástico retablo, fabricado por el
sabio Tontonelo, donde no hay más espectáculo que el representado por los
espectadores, víctimas estúpidas de sus prejuicios casticistas, aunque no
por ello dejan de anular los límites entre realidad y ficción.
Narrativa
Cervantes está considerado por
todos como el creador de la novela moderna. En este campo logró cuajar sus
títulos más grandiosos: tras la concesión a la moda pastoril de La
Galatea (1585), El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
(1605), las Novelas ejemplares (1613), la Segunda parte del
ingenioso caballero (1615) y, póstumamente, la Historia de los
trabajos de Persiles y Sigismunda (1617). Fue capaz de renovar todos los
géneros narrativos de su tiempo (caballeresca, pastoril, bizantina,
picaresca, cortesana, etc.), y esto lo hizo con su indudable genio creativo,
pues la novela se entendía por entonces a la italiana, como relato breve, y
no estaba contemplada teóricamente en las retóricas. La fórmula novelesca
empleada hay que ir a buscarla a sus propias obras, y no pasa de unas
cuantas claves que han sido inteligentemente sistematizadas por Riley:
verismo poético de los hechos, admiración de los casos, verosimilitud de los
planteamientos, ejemplaridad moral, decoro lingüístico, etc. Son los mismos
principios, por otro lado, que rigen en el resto de sus creaciones, siempre
situadas en esa franja mágica que queda a caballo entre la vida y la
literatura, la verdad y la ficción, la moral y la libertad...
Las Novelas ejemplares
Los "doce cuentos" incluidos
en el tomo de las Novelas ejemplares de 1613 recogen una tarea
narrativa que arranca muy de atrás; al menos algunos de ellos, Rinconete
y Cortadillo y El celoso extremeño, estaban ya escritos hacia
1600. Pero el Cervantes que los agrupa, retoca y completa, cuatro años antes
de su muerte, es ya el autor del Quijote. Seguro de su talla como prosista
de creación, despliega en ellos un muestreo novelesco de lo más variopinto
que nos ofrece -no sin alardes- con aires de primicia desde su prólogo: "yo
soy el primero que he novelado en lengua castellana, que las muchas novelas
que en ella andan impresas todas son traducidas de lenguas estranjeras, y
éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas: mi ingenio las engendró, y
las parió mi pluma". La obra comprende doce títulos (La Gitanilla,
El amante liberal, Rinconete y Cortadillo, La española
inglesa, El licenciado Vidriera, La fuerza de la sangre,
El celoso estremeño, La ilustre fregona, Los dos doncellas,
La señora Cornelia, El casamiento engañoso y La de los
perros Cipión y Berganza), pero el último de ellos está engastado en el
anterior de forma indisoluble: el Coloquio se inserta como lectura llevada a
cabo por uno de los personajes del Casamiento, de modo que éste se
cierra una vez terminado aquél. Los títulos incluidos están pensados como
muestreo genérico dentro de la tradición italiana del relato breve. En sus
páginas se recrea y se pasa revista a la práctica totalidad de las
modalidades propias de esa corriente: bizantina, picaresca, gnómica,
cortesana, lucianesca, etc. Aparentemente, son relatos independientes,
escritos al margen de la colección, que suelen clasificarse por sus
planteamientos idealistas o realistas, por sus temas (amor, matrimonio,
picaresca) o por su lenguaje más o menos culto. Las novelitas parecen estar
presididas por un marco implícito que establece múltiples interrelaciones
(simetrías, variaciones o contrastes) entre ellas, ya sean genéricas,
temáticas, ambientales, lingüísticas, etc. Todas ellas se verán
recapituladas en el Coloquio de los perros, al que llegan ecos de
La Gitanilla, del Rinconete, de la Ilustre, etc., para
hacernos volver a considerar la "mesa de trucos" que supone la colección y
su compleja organización laberíntica.
El Persiles
Aunque publicados póstumamente
(1617), Los trabajos de Persiles y Sigismunda bien pudieran ser
empresa novelesca iniciada por Cervantes en la última década del XVI. La
novela se cierra en el lecho de muerte, lo que viene a significar que está
acabada por quien se sabe y autoestima como el primer novelista de su
tiempo; sin duda, Cervantes pretendía desquitarse de la fama de novelista
"cómico" que le había deparado el carácter risible del Quijote y se
adentra en el "género bizantino" dispuesto a colmarlo de gravedad y
trascendencia. Es este un "romance" nítidamente cristiano, tridentino,
basado en la figura central del peregrino que se purifica moralmente en su
continuo deambular viajero; precisamente el modelo más próximo a la "novela
ideal".
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