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La manzana
Niñas excluidas de la
sociedad
©Enrique
Martínez-Salanova Sánchez
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El
puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas
de cine/Glosario
de cine
Niñas tras las rejas
La noticia de unas niñas encerradas por
su padre en su domicilio apareció en todos los diarios y en la televisión de
Irán. Samira Makhmalbaf, una joven de 17 años, se comenzó a interesar en el
destino y futuro de las gemelas, entró en contacto con la familia y
consiguió que actuaran en una especie de documental basado en sus vidas. La
película relata el encuentro de las dos gemelas con el mundo exterior. El
momento en que quedan libres, atraviesan el umbral, y se enfrentan a un
nuevo mundo totalmente desconocido para ellas en donde todo las sorprende.
Juntas, descubren lo que hay más allá de la puerta de su casa y se
relacionan con otros niños. Se oye también la voz del padre, quien insiste
en decir que obedece a los preceptos tradicionales. No entiende porqué se le
ha presentado como un monstruo. Se siente desconcertado y herido.
Esporádicamente aparece la silueta de la madre cuyo rostro jamás podrá
verse, cubierto perpetuamente con el chador, maldice a la trabajadora social
ante la impotencia de su ceguera.
Mohsen Makhmalbaf
declaró: «Como ves en la película, estas dos muchachas al principio de la
película parecen animales. Sólo hacen sonidos igual que los animales.
Filmamos esto en 11 días, y durante estos 11 días, cambiaron más que durante
esos 11 años, sólo debido a tener contacto con nosotros».
«La manzana que originalmente fue
concebida como un documental me otorgó el pretexto de llevar a cabo una
investigación sobre el asunto de cuánto el juego en los paseos y las calles,
lo cual es casi una prerrogativa exclusiva de los chicos, ayuda a los
hombres a ser más sociables que las mujeres que no tienen la oportunidad de
hacerlo» (Samira Makhmalbaf).
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La manzana. la película
La
manzana, Sib/The Apple
1998. Irán. 85 min.
Director:
Samira Majmalbaf
Guión:
Mohsen Makhmalbaf, Samira Makhmalbaf
Fotografía:
Mohamad Ahmadi, Ebrahim Ghafori
Música:
Philippe Sarde
Montaje:
Mohsen Makhmalbaf
Reparto:
Massumeh Naderi, Zahra Naderi, Ghorbanali Naderi, Azizeh Muhamadi, Zahra
Saghrisaz
Sinopsis:
Basada en un hecho real. Los
padres de Zahra y Massoumeh, dos hermanas gemelas de doce años, las
mantienen encerradas en su casa de Teherán desde su
nacimiento, alegando que sus hijas son
como flores que pueden marchitarse con el sol.
Los vecinos denuncian a la
Dirección de Asuntos Sociales la dramática situación en la que se encuentran
las niñas y el Estado interviene
para que puedan salir de la casa.
Las hermanas quedarán libres y se
enfrentarán a un nuevo mundo totalmente desconocido para ellas.
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Samira Makhmalbaf. La
directora
«Dirigir cine
siendo mujer es casi una proeza, pero hacerlo, además, siendo iraní es
todo un desafío» (Samira Makhmalbaf).
Samira Makhmalbaf nació
el 15 de febrero de 1977 en Teheran, Irán. Es hija del cineasta Mahsen
Makhmalbaf y de la guionista Marziyeh
y hermana de la
cineasta Hana Makhmalbaf y del productor Maysam Makhmalbaf.
Cuando tenía 8 años participó en la película de su
padre The Cyclist. Entre 1994 y 1997 realizó sus estudios de cine
en una escuela privada donde hizo dos cortos: Desert y
Painting Schools (documental).
En 1997, trabajó como ayudante de dirección en
The Silence y dirigió su primera película Sib (La manzana),
siendo la realizadora más joven en competir jamás en
el Festival de Cannes de 1998, que ganó numerosos
premios en festivales internacionales.
En 2000 dirigió las películas Takhté
siah, La pizarra y Panj é asr
(A las cinco de la tarde, 2003), ambas ganadoras del Premio del
Jurado en el Festival de Cannes. Posteriormente ha
dirigido una de las historias incluidas en la película coral
11 de septiembre, (11’09’’01-September 11, 2002) y
Asbe du-pa / Two-Legged Horse, El
caballo de dos patas (2008), que es su cuarto largometraje.
El apellido Makhmalbaf está, indiscutiblemente, ligado al cine. El
patriarca de la familia, Mohsen, ha sido reconocido, internacionalmente,
como uno de los mejores directores de cine iraníes. Mohsen comenzó a
dirigir en 1983, pocos años después de la revolución iraní. Desde
entonces, ha rodado una veintena de títulos -entre otros, Kandahar,
El silencio o Gabbeh, y ha fundado una escuela de cine en
Teherán, bautizada con su apellido. |
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El caso real de las niñas
salvajes. Ver: El pequeño salvaje
Otro caso de abuso infantil, esta vez
generado por el fanatismo y las normas religiosas, es el de las niñas
gemelas Zahra y Massoumeh Naderi. Su padre, un anciano de 65 años sin
empleo, llamado Ghorban Ali Naderi aplicó la ley musulmana de una forma
cruel y estúpida. Mantuvo a estas niñas iraníes alejadas de todo contacto
con cualquier otro ser humano. Incluso él mismo, la madre y otros familiares
no tenían acceso a las niñas, mucho menos los vecinos.
Ghorban era un hombre estricto y
religioso que estaba preocupado por su honor y no deseaba que sus hijas
estuvieran expuestas a las pecaminosas influencias del mundo exterior
mientras él estaba fuera de la casa. Su esposa, una mujer ciega, estaba de
acuerdo y entre ambos decidieron mantener encerradas a las niñas en un
cuarto de tres por cuatro metros. Las niñas crecieron tras las rejas y
paredes de una casa pobre de Teherán, sin bañarse sin aprender a caminar
correctamente y emitiendo solamente gruñidos inarticulados.
Durante años nadie se dio cuenta de esta
atrocidad. Pero luego, en 1997 cuando las niñas tenían unos 10 años de edad,
unos vecinos dieron parte a las autoridades, a la Dirección de Asuntos
Sociales, la dramática situación en la que se encontraban las dos hermanas
gemelas, encerradas por su padre desde su nacimiento, y las niñas, al fin,
pudieron ser rescatadas. Eran una piltrafa. Apestaban, no podían caminar y
emitían gruñidos y otros ruidos sólo comprensibles entre ellas.
La trabajadora social examinó la
situación y se enfrentó a los padres que aseguraban protegerlas así del
mundo exterior: esa fue la opción que tomaron para mantenerlas seguras del
mundo, alejadas del ojo masculino. La asistente social advirtió a los padres
que tomaría a las muchachas bajo su cuidado si sus circunstancias no
mejoraban. Se permitió que el matrimonio conservara la custodia a condición
de que quitaran las rejas y candados de su puerta delantera.
Cuando la trabajadora social volvió, las
encontró de nuevo inmovilizadas por su padre. Ghorban se quejó, lloró e
insistió inútilmente en que no había hecho otra cosa que cumplir con el
mandato de lo que le enseñó la tradición. Para apoyar sus palabras sacó un
vetusto libro de Consejos para los Padres que inspiró literalmente su
política hogareña. En el libro se podía leer: “La mujer es una flor que se
marchita al sol y la mirada de los hombres es ese sol”.
Eventualmente ocurrió una inversión de
papeles: mientras que las niñas consiguieron salir a la calle e
interaccionar con otros niños, Ghorban fue forzado a permanecer en casa tras
las rejas de la puerta. |
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Unas niñas que no conocen la
calle. (de Mauricio Álvarez en «Si quieres una manzana
sígueme»)
Massouhemeh y Zara no conocen la calle,
hay quienes no quieren que la conozcan, quizá miles de años de Patriarcado o
una simple coincidencia. Ellas van a conocer a Teherán porque se están
conociendo a si mismas. Demasiados descubrimientos a la vez. Demasiadas
cosas para mirar a la puerta de sus ojos y todas pasando a la vez, porque en
el mundo todo pasa a la vez. Así lo recuerdes en secuencias, así lo
recuerdes como películas de cine.
Pero la calle también es el riesgo y
ellas lo presumen, lo asumen. Más vale todo el riesgo del mundo por un día
de sol que la seguridad de años sin salir de tu casa. Pero lo contrario del
riesgo también es posible, porque así es el mundo, porque así es el centro
de Teherán y entonces puedes jugar un poco de golosa junto al parque y
regalarle una manzana a tus nuevas amigas.
La calle es el mejor lugar para jugar,
pero para jugar en la calle necesitas unos amigos y seguro que tus amigos ya
la conocen y saben más de ella que tu y saben sus mañas y seguramente ya
conocen el dinero y saben contar hasta 10 o hasta 20 o hasta 100. Pero
Massouemeh y Zara no sólo están reconociendo la ciudad que se erige a su
alrededor también están conociendo el cine. Juntos su mundo y la película de
su mundo. En el espejo que una amiga les regala descubren su rostro; y la
cámara y el ojo de Samira nos regalan la mirada y la sonrisa de Massouemeh y
Zara. Metáfora simple y poderosa. Nos miramos en el lenguaje universal de
las imágenes.
Sib es una colección de sucesos, no de
explicaciones. Samira rehuye los resúmenes y los juicios, abre su lente para
que conozcamos a Massouemeh y a Zara, para que ellas nos cuenten como ven
eso que está ahí afuera de todos nosotros. Aún no hablan muy bien el Persa
por eso nos hablan con la mirada y Samira con las imágenes.
Samira nos muestra que en cada esquina de
un barrio el mundo se está reiventando en cada instante, que a la vuelta de
la esquina está eso que intuyes en las noches o en el encierro. Sólo hay que
salir y mirar un poco, como si tuvieras 12 años y estuvieras viendo todo por
primera vez. Quizá allá afuera esté una manzana colgando del aire esperando
a que la encuentres. |
Comentarios a la película
«La manzana en una
experiencia cinematográfica totalmente rara, es que Samira intervino sobre
la realidad, al filmar la continuación real del caso. La realizadora
acompañó a una asistente social, desde el momento en que ésta se llega hasta
la casa de los Naderi y habla con el padre, para convencerlo de que debe
dejar a sus hijas en libertad. Pero Samira evita todos los recursos propios
del documental (entrevistas a cámara, discontinuidad narrativa, voces en off,
cámara en mano como en los noticieros) y cuenta su historia como si fuera de
ficción, con actores y una progresión dramática si se quiere “clásica”.
Samira se ocupa muy bien de no poner a su “antihéroe” en el papel de
villano, o de loco peligroso. Lo toma tal como es, como un dato más de la
realidad, y no lo juzga jamás. El padre de La manzana despierta, en lugar de
condena, un inexplicable sentimiento de piedad. 'Las encerré siguiendo lo
que dice el Corán', argumenta el hombre, con indudable convicción, en un
momento de La manzana. 'Según El Libro, una mujer es como una flor: si se la
expone al sol, se marchita'. En la película de Samira hay, si se quiere,
víctimas de una cierta tradición cultural. Pero ningún victimario».
(Horacio Bernades)
«El padre, un anciano de origen turco que
vive pidiendo dinero a cambio de plegarias para sus benefactores, deja de
parecer un villano para convertirse en un hombre atrapado en sus creencias,
víctima a su vez de la ignorancia. La cinta se convierte en una poderosa
reflexión acerca de la complejidad de la sociedad iraní y en particular en
papel de la mujer, desde el momento en que una trabajadora social visita a
las gemelas para cerciorase de que sus padres no las sigan encerrando. La
mujer, furiosa tras descubrir que el padre de las niñas sigue manteniéndolas
bajo llave, lo encierra a él dentro de la casa, le da una sierra para que
corte los barrotes y deja salir a las niñas, quienes no saben qué hacer con
su nueva libertad.
Así, las gemelas y su madre (una mujer
ciega, con el rostro permanentemente cubierto que tan sólo habla turco y no
entiende el persa) pueden representar la condición de la mujer en una
sociedad islámica radical, pero también la trabajadora social representa el
espíritu indomable de esa misma mujer aparentemente sumisa. Es decir que más
que representar a la mujer, estas dos caras de la feminidad son el espejo
del miedo masculino de la sexualidad femenina. Aparte de esta metáfora, la
cinta está cargada de muchos otros símbolos y alegorías, desde la manzana
del título (con su obvia connotación bíblica) hasta los relojes que compran
las gemelas en una de sus escapadas con una de las niñas vecinas. Además en
el transcurso de la breve filmación podemos ver la transformación de Zahra y
Massoumeh, quienes inicialmente viven en condiciones infrahumanas y al final
del filme han aprendido muchas palabras e interactúan con otros niños con
naturalidad». (Naief Yehya, en Letras Libres) |
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