Don Quijote en la cultura

Don Quijote de la Mancha y Cervantes en dibujos de Enrique Martínez-Salanova

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez


El puntero de don Honorato/Bibliografía



Dibujos míos sobre la novela y sus personajes

Año cervantino. Tuve la suerte de fotografiar a toda la familia en plena Mancha. Viñeta y foto de Enrique Martínez-Salanova. 2016.

En mi vida coexisten quienes escribieron hace siglos, y los que escriben actualmente o escribirán, viven en mí los viejos manuscritos, los incunables y los textos más antiguos, la nueva literatura, la poesía y los ciento cuarenta caracteres del twiter. Esta foto explicada, en la que predomina "El Quijote" junto a artilugios de dibujo tradicionales y sistemas de reproducción digital, la publiqué en la Revista Comunicar hace un tiempo. Viñeta, foto y comentario de Enrique Martínez-Salanova. 2016.
Don Quijote y Sancho cabalgan sobre Clavileño, en los cielos de Consuegra, en La Mancha. Viñeta y dibujo de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Consejos de don Quijote a Sancho que bien pueden servir en épocas de campañas pre-electorales. "...que jamás te pongas a disputar de linajes, a lo menos comparándolos entre sí, pues por fuerza en los que se comparan uno ha de ser el mejor, y del que abatieres serás aborrecido, y del que levantares en ninguna manera premiado".Viñeta montada por Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Don Quijote y Sancho y los molinos de viento actuales de La Mancha. Foto y viñeta de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Del capítulo I de El Quijote. "Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo; pero vio que tenían una gran falta, y era que no tenían celada de encaje, sino morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de cartones hizo un modo de media celada que, encajada con el morrión, hacían una apariencia de celada entera."  Composición y dibujos de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.

Capítulo XXII de El Quijote. "Llegó en esto la cadena de los galeotes, y Don Quijote con muy corteses razones pidió a los que iban en su guarda fuesen servidos de informalle y decille la causa o causas por qué llevaban aquella gente de aquella manera. Una de las guardas de a caballo respondió que eran galeotes, gente de su majestad, que iba a galeras, y que no había más que decir, ni él tenía más que saber. Con todo eso, replicó Don Quijote, querría saber de cada uno de ellos en particular la causa de su desgracia. Añadió a éstas otras tales y tan comedidas razones para moverlos a que le dijesen lo que deseaba, que el otro de a caballo le dijo: Aunque llevamos aquí el registro y la fe de las sentencias de cada uno destos malaventurados no es tiempo este de detenerlos a sacarlas ni a leellas. Vuestra merced llegue y se lo pregunte a ellos mismos, que ellos lo dirán si quisieren; que sí querrán, porque es gente que recibe gusto de hacer y decir bellaquerías.". Dibujos y montaje de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.·

A pesar de que le queman los libros a don Quijote, no todos están de acuerdo en quemar los mismos libros. Don Quijote. Primera parte. Capítulo VI. «Éste es –siguió el barbero– El Cancionero de López Maldonado. –También el autor de ese libro –replicó el cura– es grande amigo mío, y sus versos en su boca admiran a quien los oye; y tal es la suavidad de la voz con que los canta, que encanta. Algo largo es en las églogas, pero nunca lo bueno fue mucho: guárdese con los escogidos. Pero, ¿qué libro es ese que está junto a él?. –La Galatea, de Miguel de Cervantes –dijo el barbero. 
–Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención; propone algo, y no concluye nada: es menester esperar la segunda parte que promete; quizá con la emienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; y, entre tanto que esto se ve, tenedle recluso en vuestra posada, señor compadre. –Que me place –respondió el barbero–. Y aquí vienen tres, todos juntos: La Araucana, de don Alonso de Ercil[l]a; La Austríada, de Juan Rufo, jurado de Córdoba, y El Monserrato, de Cristóbal de Virués, poeta valenciano. –Todos esos tres libros –dijo el cura– son los mejores que, en verso heroico, en lengua castellana están escritos, y pueden competir con los más famosos de Italia: guárdense como las más ricas prendas de poesía que tiene España.» Viñeta de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
"No comas ajos ni cebollas, porque no saquen por el olor tu villanería", aconsejaba don Quijote a Sancho. Viñeta montada por Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
"Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le había prometido. Acertó Don Quijote a tomar la misma derrota y camino que el que él había antes tomado en su primer viaje, que fue por el Campo de Montiel, por el cual caminaba con menos pesadumbre que la vez pasada, porque por ser la hora de la mañana y herirles a soslayo los rayos del sol, no les fatigaban.". del capítulo VII de El Quijote. Dibujo, foto y viñeta de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
"Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura, para comprar libros de caballerías en que leer; y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos...." Del capítulo I de El Quijote. Dibujos y foto montaje de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Don Quijote se enfrenta con unos molinos. Dibujos, foto  y foto montaje de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
"...y en la derecha, desenvainada la espada, con la cual daba cuchilladas a todas partes, diciendo palabras como si verdaderamente estuviera peleando con algún gigante. Y es lo bueno que no tenía los ojos abiertos, porque estaba durmiendo y soñando que estaba en batalla con el gigante: que fue tan intensa la imaginación de la aventura que iba a fenecer, que le hizo soñar que ya había llegado al reino de Micomicón y que ya estaba en la pelea con su enemigo; y había dado tantas cuchilladas en los cueros, creyendo que las daba en el gigante, que todo el aposento estaba lleno de vino." De Don Quijote, capítulo XXXV. Viñeta, dibujos y montaje fotográfico de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
"Y así como suele decirse «el gato al rato, el rato a la cuerda, la cuerda al palo», daba el arriero a Sancho, Sancho a la moza, la moza a él, el ventero a la moza, y todos menudeaban con tanta priesa, que no se daban punto de reposo; y fue lo bueno que al ventero se le apagó el candil, y, como quedaron ascuras, dábanse tan sin compasión todos a bulto, que a doquiera que ponían la mano no dejaban cosa sana.".Del Capítulo XVI de la primera parte de El Quijote. Fotografía, dibujos y montaje de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
"Las voces que el mísero manteado daba fueron tantas, que llegaron a los oídos de su amo, el cual, deteniéndose a escuchar atentamente, creyó que alguna nueva aventura le venía, hasta que claramente conoció que el que gritaba era su escudero; y, volviendo las riendas, con un penado galope llegó a la venta y, hallándola cerrada, la rodeó por ver si hallaba por donde entrar; pero nohubo llegado a las paredes del corral, que no eran muy altas, cuando vio el mal juego que se le hacía a su escudero. Viole bajar y subir por el aire con tanta gracia y presteza, que, si la cólera le dejara, tengo para mí que se riera." Don Quijote. Primera parte. Capítulo XVII. Dibujos y montaje de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
 "Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras síal caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su asno, y cuando llegó halló que no se podía menear: tal fue el golpe que dio con él Rocinante." Capítulo VIII de El Quijote. Foto, dibujo y montaje de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
De El Quijote, primera parte, capítulo XVIII: "Esto diciendo, se entró por medio del escuadrón de las ovejas y comenzó de alanceallas con tanto coraje y denuedo como si de veras alanceara a sus mortales enemigos. Los pastores y ganaderos que con la manada venían dábanle voces que no hiciese aquello; pero, viendo que no aprovechaban, desciñéronse las hondas y comenzaron a saludalle los oídos con piedras como el puño. Don Quijote no se curaba de las piedras, antes, discurriendo a todas partes, decía: —¿Adónde estás, soberbio Alifanfarón? Vente a mí, que un caballero solo soy, que desea, de solo a solo, probar tus fuerzas y quitarte la vida, en pena de la que das al valeroso Pentapolín Garamanta." Viñeta, montaje y dibujo de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Capítulo XXII de El Quijote. "Llegó en esto la cadena de los galeotes, y Don Quijote con muy corteses razones pidió a los que iban en su guarda fuesen servidos de informalle y decille la causa o causas por qué llevaban aquella gente de aquella manera. Una de las guardas de a caballo respondió que eran galeotes, gente de su majestad, que iba a galeras, y que no había más que decir, ni él tenía más que saber. Con todo eso, replicó Don Quijote, querría saber de cada uno de ellos en particular la causa de su desgracia. Añadió a éstas otras tales y tan comedidas razones para moverlos a que le dijesen lo que deseaba, que el otro de a caballo le dijo: Aunque llevamos aquí el registro y la fe de las sentencias de cada uno destos malaventurados no es tiempo este de detenerlos a sacarlas ni a leellas. Vuestra merced llegue y se lo pregunte a ellos mismos, que ellos lo dirán si quisieren; que sí querrán, porque es gente que recibe gusto de hacer y decir bellaquerías.". Dibujos y montaje de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.·

Esta viñeta la publiqué hace tiempo en la Revista Comunicar. Viñeta de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Año cervantino. A pesar de que le queman los libros a don Quijote, no todos están de acuerdo en quemar los mismos libros. Don Quijote. Primera parte. Capítulo VI. «Éste es –siguió el barbero– El Cancionero de López Maldonado. –También el autor de ese libro –replicó el cura– es grande amigo mío, y sus versos en su boca admiran a quien los oye; y tal es la suavidad de la voz con que los canta, que encanta. Algo largo es en las églogas, pero nunca lo bueno fue mucho: guárdese con los escogidos. Pero, ¿qué libro es ese que está junto a él?. –La Galatea, de Miguel de Cervantes –dijo el barbero. –Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención; propone algo, y no concluye nada: es menester esperar la segunda parte que promete; quizá con la emienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; y, entre tanto que esto se ve, tenedle recluso en vuestra posada, señor compadre. –Que me place –respondió el barbero–. Y aquí vienen tres, todos juntos: La Araucana, de don Alonso de Ercil[l]a; La Austríada, de Juan Rufo, jurado de Córdoba, y El Monserrato, de Cristóbal de Virués, poeta valenciano. –Todos esos tres libros –dijo el cura– son los mejores que, en verso heroico, en lengua castellana están escritos, y pueden competir con los más famosos de Italia: guárdense como las más ricas prendas de poesía que tiene España.» Viñeta de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Ilustración, don Quijote vela sus armas. Capítulo III. "Prometióle don Quijote de hacer lo que se le aconsejaba con toda puntualidad; y así, se dio luego orden como velase las armas en un corral grande que a un lado de la venta estaba; y, recogiéndolas don Quijote todas, las puso sobre una pila que junto a un pozo estaba, y, embrazando su adarga, asió de su lanza y con gentil continente se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando comenzó el paseo comenzaba a cerrar la noche. " Ilustración y montaje de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Don Quijote. Segunda parte. Capítulo XVII. Leoncitos a mí.... "En el espacio que tardó el leonero en abrir la jaula primera estuvo considerando don Quijote si sería bien hacer la batalla antes a pie que a caballo, y, en fin, se determinó de hacerla a pie, temiendo que Rocinante se espantaría con la vista de los leones. Por esto saltó del caballo, arrojó la lanza y embrazó el escudo; y desenvainando la espada, paso ante paso, con maravilloso denuedo y corazón valiente, se fue a poner delante del carro encomendándose a Dios de todo corazón y luego a su señora Dulcinea" Composición y dibujos de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Capítulo IX. Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcaíno y el valiente manchego tuvieron. "Válame Dios, y quién será aquel que buenamente pueda contar ahora la rabia que entró en el corazón de nuestro manchego, viéndose parar de aquella manera! No se diga más, sino que fue de manera que se alzó de nuevo en los estribos, y, apretando más la espada en las dos manos, con tal furia descargó sobre el vizcaíno, acertándole de lleno sobre la almohada y sobre la cabeza, que, sin ser parte tan buena defensa, como si cayera sobre él una montaña, comenzó a echar sangre por las narices, y por la boca y por los oídos, y a dar muestras de caer de la mula abajo, de donde cayera, sin duda, si no se abrazara con el cuello; pero, con todo eso, sacó los pies de los estribos y luego soltó los brazos; y la mula, espantada del terrible golpe, dio a correr por el campo, y a pocos corcovos dio con su dueño en tierra." Dibujos deEnrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Don Quijote busca sus libros. Capítulo VII. «De allí a dos días se levantó don Quijote, y lo primero que hizo fue [ir] a ver sus libros; y, como no hallaba el aposento donde le había dejado, andaba de una en otra parte buscándole. Llegaba adonde solía tener la puerta, y tentábala con las manos, y volvía y revolvía los ojos por todo, sin decir palabra; pero, al cabo de una buena pieza, preguntó a su ama que hacia qué parte estaba el aposento de sus libros. El ama, que ya estaba bien advertida de lo que había de responder, le dijo: –¿Qué aposento, o qué nada, busca vuestra merced? Ya no hay aposento ni libros en esta casa, porque todo se lo llevó el mesmo diablo. » Dibujos de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
CARTA DE DON QUIJOTE A DULCINEA DEL TOBOSO. Don Quijote. Primera parte. Capítulo XXV
Soberana y alta señora: El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo: si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte, El Caballero de la Triste Figura. Dibujos de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.

Del capítulo XLVII. Del estraño modo con que fue encantado don Quijote de la Mancha, con otros famosos sucesos. "Cuando don Quijote se vio de aquella manera enjaulado y encima del carro, dijo: —Muchas y muy graves historias he yo leído de caballeros andantes, pero jamás he leído, ni visto, ni oído que a los caballeros encantados los lleven desta manera y con el espacio que prometen estos perezosos y tardíos animales, porque siempre los suelen llevar por los aires con estraña ligereza, encerrados en alguna parda y escura nube o en algún carro de fuego, o ya sobre algún hipogrifo o otra bestia semejante; pero que me lleven a mí agora sobre un carro de bueyes, ¡vive Dios que me pone en confusión! Pero quizá la caballería y los encantos destos nuestros tiempos deben de seguir otro camino que siguieron los antiguos. Y también podría ser que, como yo soy nuevo caballero en el mundo, y el primero que ha resucitado el ya olvidado ejercicio de la caballería aventurera, también nuevamente se hayan inventado otros géneros de encantamentos y otros modos de llevar a los encantados. ¿Qué te parece desto, Sancho hijo?. —No sé yo lo que me parece —respondió Sancho—, por no ser tan leído como vuestra merced en las escrituras andantes; pero, con todo eso, osaría afirmar y jurar que estas visiones que por aquí andan, que no son del todo católicas." Dibujos de Enrique Martínez-Salanova Sánchez

Don Quijote. Primera parte. Capítulo XXV. Don Quijote y Sancho están en Sierra Morena, en un arroyo en los peñascales. "--Digo, señor, que vuestra merced ha dicho muy bien: que para que pueda jurar sin cargo de conciencia que le he visto hacer locuras, será bien que vea siquiera una, aunque bien grande la he visto en la quedada de vuestra merced. —¿No te lo decía yo? —dijo don Quijote—. Espérate, Sancho, que en un credo las haré. Y desnudándose con toda priesa los calzones, quedó en carnes y en pañales y luego sin más ni más dio dos zapatetas en el aire y dos tumbas la cabeza abajo y los pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda a Rocinante y se dio por contento y satisfecho de que podía jurar que su amo quedaba loco. Y así le dejaremos ir su camino, hasta la vuelta, que fue breve." Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.

Don Quijote. Primera parte. Capítulo XXV. Consejos de don Quijote a Sancho en Sierra Morena. "—Ni yo lo digo ni lo pienso —respondió Sancho—. Allá se lo hayan, con su pan se lo coman: si fueron amancebados o no, a Dios habrán dado la cuenta. De mis viñas vengo, no sé nada, no soy amigo de saber vidas ajenas, que el que compra y miente, en su bolsa lo siente. Cuanto más, que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano. Mas que lo fuesen, ¿qué me va a mí? Y muchos piensan que hay tocinos, y no hay estacas. Mas ¿quién puede poner puertas al campo? Cuanto más, que de Dios dijeron. —¡Válame Dios —dijo don Quijote—, y qué de necedades vas, Sancho, ensartando! ¿Qué va de lo que tratamos a los refranes que enhilas? Por tu vida, Sancho, que calles, y de aquí adelante entremétete en espolear a tu asno, y deja de hacello en lo que no te importa. Y entiende con todos tus cinco sentidos que todo cuanto yo he hecho, hago e hiciere va muy puesto en razón y muy conforme a las reglas de caballería, que las sé mejor que cuantos caballeros las profesaron en el mundo. —Señor —respondió Sancho—, y ¿es buena regla de caballería que andemos perdidos por estas montañas, sin senda ni camino, buscando a un loco, el cual, después de hallado, quizá le vendrá en voluntad de acabar lo que dejó comenzado, no de su cuento, sino de la cabeza de vuestra merced y de mis costillas, acabándonoslas de romper de todo punto?" Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.

Don Quijote. Primera parte. Capítulo XXV. En un arroyo en Sierra Morena. "— Y querría ya verme en camino, solo por vella, que ha muchos días que no la veo y debe de estar ya trocada, porque gasta mucho la faz de las mujeres andar siempre al campo, al sol y al aire. Y confieso a vuestra merced una verdad, señor don Quijote: que hasta aquí he estado en una grande ignorancia, que pensaba bien y fielmente que la señora Dulcinea debía de ser alguna princesa de quien vuestra merced estaba enamorado, o alguna persona tal, que mereciese los ricos presentes que vuestra merced le ha enviado, así el del vizcaíno como el de los galeotes, y otros muchos que deben ser, según deben de ser muchas las vitorias que vuestra merced ha ganado y ganó en el tiempo que yo aún no era su escudero. Pero, bien considerado, ¿qué se le ha de dar a la señora Aldonza Lorenzo, digo, a la señora Dulcinea del Toboso, de que se le vayan a hincar de rodillas delante della los vencidos que vuestra merced le envía y ha de enviar? Porque podría ser que al tiempo que ellos llegasen estuviese ella rastrillando lino o trillando en las eras, y ellos se corriesen de verla, y ella se riese y enfadase del presente."
CAPÍTULO XX de El Quijote. De la jamás vista ni oída aventura que con más poco peligro fue acabada de famoso caballero en el mundo como la que acabó el valeroso don Quijote de la Mancha. “Cuando Sancho oyó las palabras de su amo, comenzó a llorar con la mayor ternura del mundo, y a decirle: Señor, yo no sé porque quiere vuestra merced acometer esta tan tenebrosa aventura; ahora es de noche, aquí no nos ve nadie, bien podemos torcer el camino y desviarnos del peligro, aunque no bebamos en tres días; y pues no hay quien nos vea, menos habrá quien nos note de cobardes: cuanto más que yo he oído muchas veces predicar al cura de nuestro lugar, que vuestra merced muy bien conoce, que quien busca el peligro perece en él: así que no es bien tentar a Dios acometiendo tan desaforado hecho, donde no se puede escapar sino por milagro; y basta lo que ha hecho el cielo con vuestra merced en librarle de ser manteado como yo lo fui, y en sacarle vencedor, libre y salvo entre tantos enemigos como acompañaban al difunto; y cuando todo esto no mueva ni ablande ese duro corazón, muévale el pensar que apenas se habrá vuestra merced apartado de aquí, cuando yo de miedo dé mi ánima a quien quisiera llevarla. Yo salí de mi tierra, y dejé hijos y mujer por venir a servir a vuestra merced, creyendo valer más, y no menos..." Ilustración deEnrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.

Del CAPÍTULO XXV de El quijote, Donde se apunta la aventura del rebuzno y la graciosa del titerero, con las memorables adivinanzas del mono adivino. " Preguntó luego don Quijote al ventero qué mase Pedro era aquel y qué retablo y qué mono traía. A lo que respondió el ventero: —Este es un famoso titerero, que ha muchos días que anda por esta Mancha de Aragón enseñando un retablo de la libertad de Melisendra, dada por el famoso don Gaiferos, que es una de las mejores y más bien representadas historias que de muchos años a esta parte en este reino se han visto. Trae asimismo consigo un mono de la más rara habilidad que se vio entre monos ni se imaginó entre hombres, porque, si le preguntan algo, está atento a lo que le preguntan y luego salta sobre los hombros de su amo y, llegándosele al oído, le dice la respuesta de lo que le preguntan, y maese Pedro la declara luego; y de las cosas pasadas dice mucho más que de las que están por venir, y aunque no todas veces acierta en todas, en las más no yerra, de modo que nos hace creer que tiene el diablo en el cuerpo. Dos reales lleva por cada pregunta, si es que el mono responde, quiero decir, si responde el amo por él, después de haberle hablado al oído; y, así, se cree que el tal maese Pedro está riquísimo, y es hombre galante, como dicen en Italia, y bon compaño, y dase la mejor vida del mundo: habla más que seis y bebe más que doce, todo a costa de su lengua y de su mono y de su retablo." Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez- 2016.

CAPÍTULO LII de El Quijote, De la pendencia que don Quijote tuvo con el cabrero, con la rara aventura de los deceplinantesI, a quien dio felice fin a costa de su sudor. "Don Quijote, que vio los estraños trajes de los diciplinantes, sin pasarle por la memoria las muchas veces que los había de haber visto, se imaginó que era cosa de aventura y que a él solo tocaba, como a caballero andante, el acometerla, y confirmóle más esta imaginación pensar que una imagen que traían cubierta de luto fuese alguna principal señora que llevaban por fuerza aquellos follones y descomedidos malandrines; y como esto le cayó en las mientes, con gran ligereza arremetió a Rocinante, que paciendo andaba, quitándole del arzón el freno y el adarga, y en un punto le enfrenó, y, pidiendo a Sancho su espada, subió sobre Rocinante y embrazó su adarga y dijo en alta voz a todos los que presentes estaban: —Agora, valerosa compañía, veredes cuánto importa que haya en el mundo caballeros que profesen la orden de la andante caballería; agora digo que veredes, en la libertad de aquella buena señora que allí va cautiva, si se han de estimar los caballeros andantes. Y en diciendo esto apretó los muslos a Rocinante, porque espuelas no las tenía, y a todo galope, porque carrera tirada no se lee en toda esta verdadera historia que jamás la diese Rocinante, se fue a encontrar con los diciplinantes, bien que fueran el cura y el canónigo y barbero a detenelleI; mas no les fue posible, ni menos le detuvieron las voces que Sancho le daba..." Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.

El Quijote CAPÍTULO LII. De la pendencia que don Quijote tuvo con el cabrero, con la rara aventura de los deceplinantes, a quien dio felice fin a costa de su sudor. "—En una lo diré —replicó don Quijote—, y es esta: que luego al punto dejéis libre a esa hermosa señora, cuyas lágrimas y triste semblante dan claras muestras que la lleváis contra su voluntad y que algún notorio desaguisado le habedes fecho; y yo, que nací en el mundo para desfacer semejantes agravios, no consentiré que un solo paso adelante pase sin darle la deseada libertad que merece.
En estas razones cayeron todos los que las oyeron que don Quijote debía de ser algún hombre loco, y tomáronse a reír muy de gana, cuya risa fue poner pólvora a la cólera de don Quijote, porque, sin decir más palabra, sacando la espada, arremetió a las andas. Uno de aquellos que las llevaban, dejando la carga a sus compañeros, salió al encuentro de don Quijote, enarbolando una horquilla o bastón con que sustentaba las andas en tanto que descansaba; y recibiendo en ella una gran cuchillada que le tiró don Quijote, con que se la hizo dos partes, con el último tercio que le quedó en la mano dio tal golpe a don Quijote encima de un hombro, por el mismo lado de la espada —que no pudo cubrir el adarga contra villana fuerza—, que el pobre don Quijote vino al suelo muy malparado." Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.

Del CAPÍTULO LII de Don Quijote, De la pendencia que don Quijote tuvo con el cabrero, con la rara aventura de los deceplinantes, a quien dio felice fin a costa de su sudor. "Sancho Panza, que jadeando le iba a los alcances, viéndole caído, dio voces a su moledor que no le diese otro palo, porque era un pobre caballero encantado, que no había hecho mal a nadie en todos los días de su vida. Mas lo que detuvo al villano no fueron las voces de Sancho, sino el ver que don Quijote no bullía pie ni mano, y, así, creyendo que le había muerto, con priesa se alzó la túnica a la cinta y dio a huir por la campaña como un gamo. Ya en esto llegaron todos los de la compañía de don Quijote adonde él estaba; mas los de la procesión, que los vieron venir corriendo, y con ellos los cuadrilleros con sus ballestas, temieron algún mal suceso y hiciéronse todos un remolino alrededor de la imagen, y alzados los capirotes, empuñando las diciplinas, y los clérigos los ciriales, esperaban el asalto con determinación de defenderse, y aun ofender si pudiesen, a sus acometedores. Pero la fortuna lo hizo mejor que se pensaba, porque Sancho no hizo otra cosa que arrojarse sobre el cuerpo de su señor, haciendo sobre él el más doloroso y risueño llanto del mundo, creyendo que estaba muerto." Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.

Pregunta que se hizo Cervantes cuando quiso comenzar un libro que más tarde se hizo famoso. Viñeta de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.

Cervantes anima a la lectura. Viñeta de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.

Don Quijote en el cine. Hace años publiqué en la Revista Comunicar este homenaje al cine y a don Quijote, que saco a flote en este año que se dedica a Cervantes por el cuarto centenario de su muerte. Viñeta de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.

Búsqueda de sus restos de Cervantes. Viñeta de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Cervantes en la era digital. Viñeta de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Recomiendo la lectura del prólogo de la novela de Cervantes, Persiles y Sigismunda.http://www.uhu.es/cine.educacion/lecturas%20varias/prologo_persiles_segismunda.htm
Viñeta que dibujé hace tiempo para la Revista Comunicar. Enrique Martínez-Salanova Sánchez.
Viñeta entre lo real y lo virtual de Enrique Martínez-Salanova Sánchez.
2 de julio, Día E o Día del Español, una conmemoración promovida por el Instituto Cervantes desde 2009, que tiene lugar el sábado más próximo al solsticio de junio, y cuyo objetivo es difundir la cultura del español, celebrar su importancia en el mundo y fomentar la unidad de sus hablantes. Cartel de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
De la Segunda parte de Don Quijote, Capítulo LXII, cuenta cómo a don Quijote lo llevan a una imprenta. "— Yo no imprimo mis libros para alcanzar fama en el mundo, que ya en él soy conocido por mis obras: provecho quiero, que sin él no vale un cuatrín la buena fama. —Dios le dé a vuesa merced buena manderecha —respondió don Quijote. Y pasó adelante a otro cajón, donde vio que estaban corrigiendo un pliego de un libro que se intitulaba Luz del alma, y en viéndole dijo: —Estos tales libros, aunque hay muchos deste género, son los que se deben imprimir, porque son muchos los pecadores que se usan y son menester infinitas luces para tantos desalumbrados. Pasó adelante y vio que asimesmo estaban corrigiendo otro libro, y, preguntando su título, le respondieron que se llamaba la Segunda parte del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal, vecino de Tordesillas. —Ya yo tengo noticia deste libro —dijo don Quijote—, y en verdad y en mi conciencia que pensé que ya estaba quemado y hecho polvos por impertinente; pero su San Martín se le llegará como a cada puerco, que las historias fingidas tanto tienen de buenas y de deleitables cuanto se llegan a la verdad o la semejanza della, y las verdaderas tanto son mejores cuanto son más verdaderas."Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Capítulo XXII de El Quijote. Donde se da cuenta de la grande aventura de la cueva de Montesinos, que está en el corazón de la Mancha, a quien dio felice cima el valeroso don Quijote de la Mancha"—¡Oh señora de mis acciones y movimientos, clarísima y sin par Dulcinea del Toboso! Si es posible que lleguen a tus oídos las plegarias y rogaciones deste tu venturoso amante, por tu inaudita belleza te ruego las escuches, que no son otras que rogarte no me niegues tu favor y amparo, ahora que tanto le he menester. Yo voy a despeñarme, a empozarme y a hundirme en el abismo que aquí se me representa, solo porque conozca el mundo que si tú me favoreces no habrá imposible a quien yo no acometa y acabe.
Y en diciendo esto se acercó a la sima, vio no ser posible descolgarse ni hacer lugar a la entrada, si no era a fuerza de brazos o a cuchilladas, y, así, poniendo mano a la espada comenzó a derribar y a cortar de aquellas malezas que a la boca de la cueva estaban, por cuyo ruido y estruendo salieron por ella una infinidad de grandísimos cuervos y grajos, tan espesos y con tanta priesa, que dieron con don Quijote en el suelo; y si él fuera tan agorero como católico cristiano, lo tuviera a mala señal y escusara de encerrarse en lugar semejante.". Ilustración Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Hace unos años Pablo Martínez-Salanova Peralta hizo este dibujo para uno de mis libros.
CAPÍTULO XXII de El quijote. Donde se da cuenta de la grande aventura de la cueva de Montesinos, que está en el corazón de la Mancha, a quien dio felice cima el valeroso don Quijote de la Mancha. "Iba don Quijote dando voces que le diesen soga y más soga, y ellos se la daban poco a poco; y cuando las voces, que acanaladas por la cueva salían, dejaron de oírse, ya ellos tenían descolgadas las cien brazas de soga y fueron de parecer de volver a subir a don Quijote, pues no le podían dar más cuerda. Con todo eso, se detuvieron como media hora, al cabo del cual espacio volvieron a recoger la soga con mucha facilidad y sin peso alguno, señal que les hizo imaginar que don Quijote se quedaba dentro, y creyéndolo así Sancho, lloraba amargamente y tiraba con mucha priesa por desengañarse; pero llegando, a su parecer, a poco más de las ochenta brazas, sintieron peso, de que en estremo se alegraron. Finalmente, a las diez vieron distintamente a don Quijote, a quien dio voces Sancho, diciéndole: —Sea vuestra merced muy bien vuelto, señor mío, que ya pensábamos que se quedaba allá para casta. Pero no respondía palabra don Quijote; y sacándole del todo, vieron que traía cerrados los ojos, con muestras de estar dormido. Tendiéronle en el suelo y desliáronle, y, con todo esto, no despertaba; pero tanto le volvieron y revolvieron, sacudieron y menearon, que al cabo de un buen espacio volvió en sí, desperezándose, bien como si de algún grave y profundo sueño despertara..." Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
CAPÍTULO XLI. De la venida de Clavileño, con el fin desta dilatada aventura. "Oyó Sancho las voces, y apretándose con su amo y ciñiéndole con los brazos, le dijo: —Señor, ¿cómo dicen estos que vamos tan altos, si alcanzan acá sus voces y no parecen sino que están aquí hablando junto a nosotros? —No repares en eso, Sancho, que como estas cosas y estas volaterías van fuera de los cursos ordinarios, de mil leguas verás y oirás lo que quisieres. Y no me aprietes tanto, que me derribas; y en verdad que no sé de qué te turbas ni te espantas, que osaré jurar que en todos los días de mi vida he subido en cabalgadura de paso más llano: no parece sino que no nos movemos de un lugar. Destierra, amigo, el miedo, que, en efecto, la cosa va como ha de ir y el viento llevamos en popa. —Así es la verdad —respondió Sancho—, que por este lado me da un viento tan recio, que parece que con mil fuelles me están soplando. Y así era ello, que unos grandes fuelles le estaban haciendo aire: tan bien trazada estaba la tal aventura por el duque y la duquesa y su mayordomo, que no le faltó requisito que la dejase de hacer perfecta." Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.

Del CAPÍTULO XXV de El quijote, Donde se apunta la aventura del rebuzno y la graciosa del titerero, con las memorables adivinanzas del mono adivino. " Preguntó luego don Quijote al ventero qué mase Pedro era aquel y qué retablo y qué mono traía. A lo que respondió el ventero: —Este es un famoso titerero, que ha muchos días que anda por esta Mancha de Aragón enseñando un retablo de la libertad de Melisendra, dada por el famoso don Gaiferos, que es una de las mejores y más bien representadas historias que de muchos años a esta parte en este reino se han visto. Trae asimismo consigo un mono de la más rara habilidad que se vio entre monos ni se imaginó entre hombres, porque, si le preguntan algo, está atento a lo que le preguntan y luego salta sobre los hombros de su amo y, llegándosele al oído, le dice la respuesta de lo que le preguntan, y maese Pedro la declara luego; y de las cosas pasadas dice mucho más que de las que están por venir, y aunque no todas veces acierta en todas, en las más no yerra, de modo que nos hace creer que tiene el diablo en el cuerpo. Dos reales lleva por cada pregunta, si es que el mono responde, quiero decir, si responde el amo por él, después de haberle hablado al oído; y, así, se cree que el tal maese Pedro está riquísimo, y es hombre galante, como dicen en Italia, y bon compaño, y dase la mejor vida del mundo: habla más que seis y bebe más que doce, todo a costa de su lengua y de su mono y de su retablo." Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez- 2016.

Del capítulo CAPÍTULO XXVIII, de El Quijote. "El mozo se quitó la montera, y, sacudiendo la cabeza a una y a otra parte, se comenzaron a descoger y desparcir unos cabellos que pudieran los del sol tenerles envidia. Con esto conocieron que el que parecía labrador era mujer, y delicada, y aun la más hermosa que hasta entonces los ojos de los dos habían visto, y aun los de Cardenio si no hubieran mirado y conocido a Luscinda: que después afirmó que sola la belleza de Luscinda podía contender con aquella. Los luengos y rubios cabellos no solo le cubrieron las espaldas, mas toda en torno la escondieron debajo de ellos, que si no eran los pies, ninguna otra cosa de su cuerpo se parecía: tales y tantos eran. En esto les sirvió de peine unas manos, que si los pies en el agua habían parecido pedazos de cristal, las manos en los cabellos semejaban pedazos de apretada nieve; todo lo cual en más admiración y en más deseo de saber quién era ponía a los tres que la miraban." Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016
"Comieron aquel día con don Antonio algunos de sus amigos, honrando todos y tratando a don Quijote como a caballero andante, de lo cual, hueco y pomposo, no cabía en sí de contento. Los donaires de Sancho fueron tantos, que de su boca andaban como colgados todos los criados de casa y todos cuantos le oían. Estando a la mesa, dijo don Antonio a Sancho: —Acá tenemos noticia, buen Sancho, que sois tan amigo de manjar blanco y de albondiguillas, que si os sobran las guardáis en el seno para el otro día.
—No, señor, no es así —respondió Sancho—, porque tengo más de limpio que de goloso, y mi señor don Quijote, que está delante, sabe bien que con un puño de bellotas o de nueces nos solemos pasar entrambos ocho días. Verdad es que si tal vez me sucede que me den la vaquilla, corro con la soguilla, quiero decir que como lo que me dan y uso de los tiempos como los hallo; y quienquiera que hubiere dicho que yo soy comedor aventajado y no limpio, téngase por dicho que no acierta, y de otra manera dijera esto si no mirara a las barbas honradas que están a la mesa." Don Quijote, Segunda parte, Capítulo LXII. Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.

Soneto a sancho panza, del CAPÍTULO LII, primera parte, de El Quijote. Del burlador, académico argamasillesco, a Sancho Panza

"Soneto Sancho Panza es aqueste, en cuerpo chico,/pero grande en valor, ¡milagro estraño!,/escudero el más simple y sin engaño/que tuvo el mundo, os juro y certifico. De ser conde no estuvo en un tantico,/si no se conjuraran en su daño/insolencias y agravios del tacaño/ siglo, que aun no perdonan a un borrico. Sobre él anduvo (con perdón se miente)/este manso escudero, tras el manso/caballo Rocinante y tras su dueño. ¡Oh vanas esperanzas de la gente,/cómo pasáis con prometer descanso/ y al fin paráis en sombra, en humo, en sueño!".

 Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016

" Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura, para comprar libros de caballerías en que leer; y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva: porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas razones suyas, le parecían de perlas; y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafío, donde en muchas partes hallaba escrito: la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura, y también cuando leía: los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas y semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas, y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara, ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo ello" Del capítulo I de El Quijote. Dibujo deEnrique Martínez-Salanova Sánchez, fotografía deFrancisco Javier Blanco Martín. 2016
Capitulo LII de la primera parte. –Sois un grandísimo bellaco –dijo a esta sazón don Quijote–; y vos sois el vacío y el menguado, que yo estoy más lleno que jamás lo estuvo la muy hideputa puta que os parió. Y, diciendo y haciendo, arrebató de un pan que junto a sí tenía, y dio con él al cabrero en todo el rostro, con tanta furia, que le remachó las narices; mas el cabrero, que no sabía de burlas, viendo con cuántas veras le maltrataban, sin tener respeto a la alhombra, ni a los manteles, ni a todos aquellos que comiendo estaban, saltó sobre don Quijote, y, asiéndole del cuello con entrambas manos, no dudara de ahogalle, si Sancho Panza no llegara en aquel punto, y le asiera por las espaldas y diera con él encima de la mesa, quebrando platos, rompiendo tazas y derramando y esparciendo cuanto en ella estaba. Don Quijote, que se vio libre, acudió a subirse sobre el cabrero; el cual, lleno de sangre el rostro, molido a coces de Sancho, andaba buscando a gatas algún cuchillo de la mesa para hacer alguna sanguinolenta venganza, pero estorbábanselo el canónigo y el cura; mas el barbero hizo de suerte que el cabrero cogió debajo de sí a don Quijote, sobre el cual llovió tanto número de mojicones, que del rostro del pobre caballero llovía tanta sangre como del suyo. " Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
«Y, así, me pasé de claro a Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única" CAPÍTULO LXXII de El Quijote. Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
CAPÍTULO XIIII de El Quijote. Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque. "En lo que se detuvo don Quijote en que Sancho subiese en el alcornoque tomó el de los Espejos del campo lo que le pareció necesario, y, creyendo que lo mismo habría hecho don Quijote, sin esperar son de trompeta ni otra señal que los avisase volvió las riendas a su caballo, que no era más ligero ni de mejor parecer que Rocinante, y a todo su correr, que era un mediano trote, iba a encontrar a su enemigo; pero, viéndole ocupado en la subida de Sancho, detuvo las riendas y paróse en la mitad de la carrera, de lo que el caballo quedó agradecidísimo, a causa que ya no podía moverse. Don Quijote, que le pareció que ya su enemigo venía volando, arrimó reciamente las espuelas a las trasijadas ijadas de Rocinante y le hizo aguijar de manera, que cuenta la historia que esta sola vez se conoció haber corrido algo, porque todas las demás siempre fueron trotes declarados, y con esta no vista furia llegó donde el de los Espejos estaba hincando a su caballo las espuelas hasta los botones, sin que le pudiese mover un solo dedo del lugar donde había hecho estanco de su carrera. En esta buena sazón y coyuntura halló don Quijote a su contrario, embarazado con su caballo y ocupado con su lanza, que nunca o no acertó o no tuvo lugar de ponerla en ristre. Don Quijote, que no miraba en estos inconvenientes, a salvamano y sin peligro alguno encontró al de los Espejos, con tanta fuerza, que mal de su grado le hizo venir al suelo por las ancas del caballo, dando tal caída, que sin mover pie ni mano dio señales de que estaba muerto." Fotografía e ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
CAPÍTULO IX de El Quijote. Donde se cuenta lo que en él se verá. "Media noche era por filo, poco más a menos, cuando don Quijote y Sancho dejaron el monte y entraron en el Toboso. Estaba el pueblo en un sosegado silencio, porque todos sus vecinos dormían y reposaban a pierna tendida, como suele decirse. Era la noche entreclara, puesto que quisiera Sancho que fuera del todo escura, por hallar en su escuridad disculpa de su sandez. No se oía en todo el lugar sino ladridos de perros, que atronaban los oídos de don Quijote y turbaban el corazón de Sancho. De cuando en cuando rebuznaba un jumento, gruñían puercos, mayaban gatos, cuyas voces, de diferentes sonidos, se aumentaban con el silencio de la noche, todo lo cual tuvo el enamorado caballero a mal agüero; pero, con todo esto, dijo a Sancho: —Sancho hijo, guía al palacio de Dulcinea: quizá podrá ser que la hallemos despierta. —¿A qué palacio tengo de guiar, cuerpo del sol —respondió Sancho—, que en el que yo vi a su grandeza no era sino casa muy pequeña? (.........) Guió don Quijote, y habiendo andado como docientos pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la iglesia principal del pueblo. Y dijo: —Con la iglesia hemos dado, Sancho." Ilustración de Enrique Martínez-
CAPÍTULO LXII de El quijote. "Llegó la noche, volviéronse a casa, hubo sarao de damas, porque la mujer de don Antonio, que era una señora principal y alegre, hermosa y discreta, convidó a otras sus amigas a que viniesen a honrar a su huésped y a gustar de sus nunca vistas locuras. Vinieron algunas, cenóse espléndidamente y comenzóse el sarao casi a las diez de la noche. Entre las damas había dos de gusto pícaro y burlonas, y, con ser muy honestas, eran algo descompuestas, por dar lugar que las burlas alegrasen sin enfado. Estas dieron tanta priesa en sacar a danzar a don Quijote, que le molieron, no solo el cuerpo, pero el ánima. Era cosa de ver la figura de don Quijote, largo, tendido, flaco, amarillo, estrecho en el vestido, desairado y, sobre todo, nonada ligero. Requebrábanle como a hurto las damiselas, y él también como a hurto las desdeñaba; pero viéndose apretar de requiebros, alzó la voz y dijo: —¡Fugite, partes adversae! Dejadme en mi sosiego, pensamientos mal venidos. Allá os avenid, señoras, con vuestros deseos, que la que es reina de los míos, la sin par Dulcinea del Toboso, no consiente que ningunos otros que los suyos me avasallen y rindan. Y diciendo esto se sentó en mitad de la sala en el suelo, molido y quebrantado de tan bailador ejercicio. Hizo don Antonio que le llevasen en peso a su lecho..." Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
CAPÍTULO LII de la primera parte de El Quijote, de un texto que se encontró en una caja de plomo.
DEL PANIAGUADO ACADÉMICO DE LA ARGAMASILLA,
«IN LAUDEM DULCINEAE DEL TOBOSO»
Soneto
Esta que veis de rostro amondongado,
alta de pechos y ademán brioso,
es Dulcinea, reina del Toboso,
de quien fue el gran Quijote aficionado.
Pisó por ella el uno y otro lado
de la gran Sierra Negra y el famoso
campo de Montïel, hasta el herboso
llano de Aranjüez, a pie y cansado
(culpa de Rocinante). ¡Oh dura estrella!,
que esta manchega dama y este invito
andante caballero, en tiernos años,
ella dejó, muriendo, de ser bella,
y él, aunque queda en mármores escrito,
no pudo huir de amor, iras y engaños.
Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
CAPÍTULO LXII de El Quijote. Que trata de la aventura de la cabeza encantada y otras niñerías que no pueden dejar de contarse. "Otro día le pareció a don Antonio ser bien hacer la experiencia de la cabeza encantada, y con don Quijote, Sancho y otros dos amigos, con las dos señoras que habían molido a don Quijote en el baile, que aquella propia noche se habían quedado con la mujer de don Antonio, se encerró en la estancia donde estaba la cabeza. Contóles la propiedad que tenía, encargóles el secreto y díjoles que aquel era el primero día donde se había de probar la virtud de la tal cabeza encantada. Y si no eran los dos amigos de don Antonio, ninguna otra persona sabía el busilis del encanto, y aun si don Antonio no se le hubiera descubierto primero a sus amigos, también ellos cayeran en la admiración en que los demás cayeron, sin ser posible otra cosa: con tal traza y tal orden estaba fabricada.
El primero que se llegó al oído de la cabeza fue el mismo don Antonio, y díjole en voz sumisa, pero no tanto que de todos no fuese entendida: —Dime, cabeza, por la virtud que en ti se encierra: ¿qué pensamientos tengo yo agora?" Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
En el Ebro, CAPÍTULO XXIXI. De la famosa aventura del barco encantado: "—Haz, Sancho, la averiguación que te he dicho, y no te cures de otra, que tú no sabes qué cosa sean coluros, líneas, paralelos, zodiacos, eclíticasI, polos, solsticios, equinocios, planetas, signos, puntos, medidas, de que se compone la esfera celeste y terrestre; que si todas estas cosas supieras, o parte dellas, vieras claramente qué de paralelos hemos cortado, qué de signos visto y qué de imágines hemos dejado atrás y vamos dejando ahora. Y tórnote a decir que te tientes y pesques, que yo para mí tengo que estás más limpio que un pliego de papel liso y blanco. Tentóse Sancho, y llegando con la mano bonitamente y con tiento hacia la corva izquierda, alzó la cabeza y miró a su amo, y dijo: —O la experiencia es falsa o no hemos llegado adonde vuesa merced dice, ni con muchas leguas. —Pues ¿qué —preguntó don Quijote—, has topado algo? —¡Y aun algos! —respondió Sancho.
Y, sacudiéndose los dedos, se lavó toda la mano en el río, por el cual sosegadamente se deslizaba el barco por mitad de la corriente, sin que le moviese alguna inteligencia secreta, ni algún encantador escondido, sino el mismo curso del agua, blando entonces y suave". Ilustración y foto de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Y despedimos el año cervantino, con pena, la verdad, aunque volveremos de vez en cuando a preguntaros si de verdad habéis leído por lo menos El Quijote. Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Siluetas de Quijote y Sancho. Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2017.
Viñeta de don Quijote y Sancho realizada para la Revista Comunicar-
Leer en vez de ver la tele. Viñeta publicada en la Revista Comunicar. Viñeta de Enrique Martínez-Salanova Sánchez
Segunda parte, Capítulo LXI de Don Quijote de la Mancha. "Tendieron don Quijote y Sancho la vista por todas partes: vieron el mar, hasta entonces dellos no visto; parecióles espaciosísimo y largo, harto más que las lagunas de Ruidera que en la Mancha habían visto; vieron las galeras que estaban en la playa, las cuales, abatiendo las tiendas, se descubrieron llenas de flámulas y gallardetes que tremolaban al viento y besaban y barrían el agua; dentro sonaban clarines, trompetas y chirimías, que cerca y lejos llenaban el aire de suaves y belicosos acentos.". La foto y el dibujo de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. Me he permitido la licencia de poner el paisaje de Cabo de Gata en Almería, aunque don Quijote y Sancho llegaron a ver el mar en Cataluña.
CAPÍTULO XXIX. De la famosa aventura del barco encantado. "Por sus pasos contados y por contar, dos días después que salieron de la alameda llegaron don Quijote y Sancho al río Ebro, y el verle fue de gran gusto a don Quijote, porque contempló y miró en él la amenidad de sus riberas, la claridad de sus aguas, el sosiego de su curso y la abundancia de sus líquidos cristales, cuya alegre vista renovó en su memoria mil amorosos pensamientos. Especialmente fue y vino en lo que había visto en la cueva de Montesinos, que, puesto que el mono de maese Pedro le había dicho que parte de aquellas cosas eran verdad y parte mentira, él se atenía más a las verdaderas que a las mentirosas, bien al revés de Sancho, que todas las tenía por la mesma mentira.
Yendo, pues, desta manera, se le ofreció a la vista un pequeño barco sin remos ni otras jarcias algunas, que estaba atado en la orilla a un tronco de un árbol que en la ribera estaba. Miró don Quijote a todas partes, y no vio persona alguna; y luego sin más ni más se apeó de Rocinante y mandó a Sancho que lo mesmo hiciese del rucio y que a entrambas bestias las atase muy bien juntas al tronco de un álamo o sauce que allí estaba." Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Un dibujo que hice de Clavileño para una historieta, hace años. Dibujo de Enrique Martínez-Salanova Sánchez
"Vuestras mercedes se queden con Dios, y digan al duque mi señor que, desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; quiero decir, que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas. Y apártense: déjenme ir, que me voy a bizmar; que creo que tengo brumadas todas las costillas, merced a los enemigos que esta noche se han paseado sobre mí." Del CAPÍTULO LIII, Segunda parte de El Quijote, 1615, Del fatigado fin y remate que tuvo el gobierno de Sancho Panza. Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Efitafio a don Quijote y Sancho, del CAPÍTULO LII de El Quijote, primera parte.
DEL CACHIDIABLO, ACADÉMICO DE LA ARGAMASILLA, EN LA SEPULTURA DE DON QUIJOTE
Epitafio
Aquí yace el caballero
bien molido y malandante
a quien llevó Rocinante
por uno y otro sendero.
Sancho Panza el majadero
yace también junto a él,
escudero el más fïel
que vio el trato de escudero. Dibujo de Enrique Martínez-Salanova Sánchez, 2016.
SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO XLVII. EL BANQUETE DE SANCHO. "Del juzgado llevaron a Sancho al comedor de un palacio; se sentó en la única silla que había en la mesa, llena de frutas y diversos manjares. Delante de él, que tenía mucha hambre, fueron desfilando suculentos platos de comida sin poderlos probar porque el médico que velaba por su salud, los mandaba retirar. Lo único que le autorizó fueron unos barquillos finos y “unas tajadicas sutiles de membrillo, que le asienten el estómago y le ayuden a la digestión”. No pudo aguantar tanta impertinencia y mandó echar de la sala al doctor Pedro Recio de Agúero, natural de Tirteafuera, llamado por Sancho Pedro Recio de Mal Agüero; a continuación ordenó que le diesen de comer o se tomaran su gobierno, “que oficio que no da de comer a su dueño no vale dos habas”. Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016. Sobre un bodegón de 1627 de Pieter Claesz.
CAPÍTULO LVIII, Segunda parte, de El Quijote. "-Señor, debajo destos lienzos están unas imágines de relieve y entabladura que han de servir en un retablo que hacemos en nuestra aldea; llevámoslas cubiertas, porque no se desfloren, y en hombros, porque no se quiebren. -Si sois servidos -respondió don Quijote-, holgaría de verlas, pues imágines que con tanto recato se llevan, sin duda deben de ser buenas. "...."Y, levantándose, dejó de comer y fue a quitar la cubierta de la primera imagen, que mostró ser la de San Jorge puesto a caballo, con una serpiente enroscada a los pies y la lanza atravesada por la boca, con la fiereza que suele pintarse. Toda la imagen parecía una ascua de oro, como suele decirse. Viéndola don Quijote, dijo:
-Este caballero fue uno de los mejores andantes que tuvo la milicia divina: llamóse don San Jorge, y fue además defendedor de doncellas." Ilustración y foto de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016.
Felices fiestas. Ilustración de Enrique Martínez-Salanova Sánchez. 2016
De Don Quijote, Primera parte, Capítulo LII
DEL CAPRICHOSO, DISCRETÍSIMO ACADÉMICO DE LA ARGAMASILLA, EN LOOR DE ROCINANTE, CABALLO DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Soneto
En el soberbio trono diamantino
que con sangrientas plantas huella Marte,
frenético el Manchego su estandarte
tremola con esfuerzo peregrino,
cuelga las armas y el acero fino
con que destroza, asuela, raja y parte...
¡Nuevas proezas!, pero inventa el arte
un nuevo estilo al nuevo paladino.
Y si de su Amadís se precia Gaula,
por cuyos bravos descendientes Grecia
triunfó mil veces y su fama ensancha,
hoy a Quijote le corona el aula
do Belona preside, y dél se precia,
más que Grecia ni Gaula, la alta Mancha.
Nunca sus glorias el olvido mancha,
pues hasta Rocinante, en ser gallardo,
excede a Brilladoro y a Bayardo.
 

De mis recuerdos cervantinos. Sancho Panza y Teresa Panza tienen una conversación muy interesante tras la vuelta de don Quijote y Sancho al finalizar la primera parte de El Quijote. “A las nuevas desta venida de don Quijote, acudió la mujer de Sancho Panza, que ya había sabido que había ido con él sirviéndole de escudero, y, así como vio a Sancho, lo primero que le preguntó fue que si venía bueno el asno. Sancho respondió que venía mejor que su amo. –Gracias sean dadas a Dios –replicó ella–, que tanto bien me ha hecho; pero contadme agora, amigo: ¿qué bien habéis sacado de vuestras escuderías?, ¿qué saboyana me traes a mí?, ¿qué zapaticos a vuestros hijos? –No traigo nada deso –dijo Sancho–, mujer mía, aunque traigo otras cosas de más momento y consideración. –Deso recibo yo mucho gusto –respondió la mujer–; mostradme esas cosas de más consideración y más momento, amigo mío, que las quiero ver, para que se me alegre este corazón, que tan triste y descontento ha estado en todos los siglos de vuestra ausencia. –En casa os las mostraré, mujer –dijo Panza–, y por agora estad contenta, que, siendo Dios servido de que otra vez salgamos en viaje a buscar aventuras, vos me veréis presto conde o gobernador de una ínsula, y no de las de por ahí, sino la mejor que pueda hallarse. –Quiéralo así el cielo, marido mío; que bien lo habemos menester. Mas, decidme: ¿qué es eso de ínsulas, que no lo entiendo? –No es la miel para la boca del asno –respondió Sancho–; a su tiempo lo verás, mujer, y aun te admirarás de oírte llamar Señoría de todos tus vasallos.

De mis recuerdos cervantinos. Cervantes, decidió no escribir una tercera parte del Quijote, demasiados líos, y nos lo cuenta en el último capítulo de la segunda parte. “Para mí sola nació don Quijote, y yo para él: él supo obrar y yo escribir, solos los dos somos para en uno, a despecho y pesar del escritor fingido y tordesillesco que se atrevió o se ha de atrever a escribir con pluma de avestruz grosera y mal deliñada las hazañas de mi valeroso caballero, porque no es carga de sus hombros, ni asunto de su resfriado ingenio; a quien advertirás, si acaso llegas a conocerle, que deje reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de don Quijote, y no le quiera llevar, contra todos los fueros de la muerte, a Castilla la Vieja, haciéndole salir de la fuesa donde real y verdaderamente yace tendido de largo a largo, imposibilitado de hacer tercera jornada y salida nueva: que para hacer burla de tantas como hicieron tantos andantes caballeros, bastan las dos que él hizo tan a gusto y beneplácito de las gentes a cuya noticia llegaron, así en estos como en los estraños reinos. Y con esto cumplirás con tu cristiana profesión, aconsejando bien a quien mal te quiere, y yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente, como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que por las de mi verdadero don Quijote van ya tropezando y han de caer del todo sin duda alguna». Vale. FIN

Cervantes sobre los historiadores. Primera parte del Quijote

Si a esta se le puede poner alguna objeción cerca de su verdad, no podrá ser otra sino haber sido su autor arábigo, siendo muy propio de los de aquella nación ser mentirosos; aunque, por ser tan nuestros enemigos, antes se puede entender haber quedado falto en ella que demasiado. Y ansí me parece a mí, pues cuando pudiera y debiera estender la pluma en las alabanzas de tan buen caballero, parece que de industria las pasa en silencio: cosa mal hecha y peor pensada, habiendo y debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y nonada apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rancor ni la afición, no les hagan torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir. En esta sé que se hallará todo lo que se acertare a desear en la más apacible; y si algo bueno en ella faltare, para mí tengo que fue por culpa del galgo de su autor, antes que por falta del sujeto.
 

Cide Hamete Benengeli es un personaje ficticio, un supuesto historiador musulmán creado por Miguel de Cervantes en su novela Don Quijote de la Mancha. Da cierta credibilidad al texto, haciendo creer que don Quijote fue un personaje real y que la historia podría ser muy antigua. No obstante, Cervantes deja suficientes pistas para que el lector vea que tal cosa es imposible.
Cide Hamete es morisco: aunque no se le aplica explícitamente este adjetivo, sí dice Cervantes que es «arábigo y manchego», es decir, un musulmán español de lengua árabe, y no un norteafricano o un otomano. En un momento de la narración se hacen bromas con el apellido Benengeli, como berenjenero, puede ser, pues a los toledanos, además de llamarlos bolos (bolonios) también se les apelaba despectivamente como berenjeneros.
Cide Hamete Benengeli aparece en el capítulo VIII y IX de la primera parte, en el que se interrumpe la pelea con el Vizcaíno para después de la explicación retomarla.
Cervantes finge haber encontrado en el mercado de Toledo un manuscrito árabe que continúa la historia interrumpida en los anales de la Mancha, de donde lo había sacado originariamente. Como está en árabe, Cervantes se la hace traducir a un morisco, por lo cual, el texto que le llega al lector ha sufrido dos mediaciones.
Al empezar el capítulo 9 Cervantes se introduce en la narración para indicar que no sintió apesadumbrado al no poder acabar de contar el final de la aventura del vizcaíno, pero que un tiempo después encontró unos papeles escritos en árabe por Cide Hamete Benegeli y que al hacerlos traducir vio que era la historia de don Quijote, a partir de ahora hará ver que la historia es la traducción de la obra árabe y de vez en cuando hace mención de que comenta alguna cosa, con lo cual el autor se comenta a sí mismo mientras va creando su obra. Esto no deja de ser una parodia de los libros de caballería en las que los autores a veces fingen que las traducen de otras lenguas o que han encontrado un original en misteriosas circunstancias.
 

Del capítulo setenta y cuatro
De cómo don Quijote cayó malo y del testamento que hizo y su muerte.

Y, volviéndose á Sancho, le dixo: perdóname, amigo, de la ocasión que te he dado de parecer loco como yo, haciéndote caer en el error en que yo he caido de que hubo y hay caballeros andantes en el mundo…Señores dixo Don Quixote, vámonos poco á poco, pues ya en los nidos de antaño no hay páxaros hogaño . Yo fui loco y ya soy cuerdo, fui Don Quixote de la Mancha y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno. Pueda con vuestras mercedes mi arrepentimiento y mi verdadvolverme á la estimación que de mí se tenía,.. Iten, suplico á los dichos señores mis albaceas que si la buena suerte les trujere á conocer al autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí con el título de Segunda parte de las hazañas de Don Quixote de la Mancha , de mi parte le pidan, quan encarecidamente ser pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de haber escrito tantos y tan grandes disparates como en ella escribe, porque parto desta vida con escrúpulo de haberle dado motivo para escribirlos.
Cerró con esto el testamento, y tomándole un desmayo, se tendió de largo á largo en la cama…En fin llegó el último dia de Don Quixote, y despues de recibidos todos los Sacramentos, y después de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballeria…entre compasiones y lágrimas de los que allí se halláron, dió su espíritu: quiero decir que se murió.
Viendo lo cual el cura, pidió al escribano le diese por testimonio como Alonso Quijano el Bueno, llamado comúnmente don Quijote de la Mancha, había pasado desta presente vida y muerto naturalmente; y que el tal testimonio pedía para quitar la ocasión de algún otro autor que Cide Hamete Benengeli le resucitase falsamente, y hiciese inacabables historias de sus hazañas.
 

Sobre Cide Hamete Benengeli, en el Quijote (IV), tras la muerte de don Alonso, el historiador inventado por Cervantes decide dejar su tarea y lo hace de esta forma: “Y el prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma: «Aquí quedarás colgada desta espetera y deste hilo de alambre, ni sé si bien cortada o mal tajada péñola mía, adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte. Pero antes que a ti lleguen, les puedes advertir y decirles en el mejor modo que pudieres:
—¡Tate, tate, folloncicos!
De ninguno sea tocada,
porque esta empresa, buen rey,
para mí estaba guardada.”
 

De mis recuerdos cervantinos. Epitafio del bachiller Sansón Carrasco a la muerte de don Alonso Quijano. Capítulo último de Don Quijote. “Sansón Carrasco le puso este:
Yace aquí el hidalgo fuerte
que a tanto estremo llegó
de valiente, que se advierte
que la muerte no triunfó
de su vida con su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco,
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura
morir cuerdo y vivir loco.

 

Sobre Cide Hamete Benengeli, en el Quijote (I). Cine Hamete es un personaje ficticio, un supuesto historiador musulmán creado por Miguel de Cervantes en su novela Don Quijote de la Mancha. Da cierta credibilidad al texto, haciendo creer que don Quijote fue un personaje real y que la historia podría ser muy antigua. No obstante, Cervantes deja suficientes pistas para el lector vea que tal cosa es imposible. Cide Hamete es morisco: aunque no se le aplica explícitamente este adjetivo, sí dice Cervantes que es «arábigo y manchego», es decir, un musulmán español de lengua árabe, y no un norteafricano o un otomano. En un momento de la narración se hacen bromas con el apellido Benengeli, como berenjenero, puede ser, pues a los toledanos, además de llamarlos bolos (bolonios) también se les apelaba despectivamente como berenjeneros.

Sobre Cide Hamete Benengeli, en el Quijote (II). Cide Hamete Benengeli aparece en el capítulo VIII y IX de la primera parte, en el que se interrumpe la pelea con el Vizcaíno para después de la explicación retomarla. Cervantes finge haber encontrado en el mercado de Toledo un manuscrito árabe que continúa la historia interrumpida en los anales de la Mancha, de donde lo había sacado originariamente. Como está en árabe, Cervantes se la hace traducir a un morisco, por lo cual, el texto que le llega al lector ha sufrido dos mediaciones. Al empezar el capítulo 9 Cervantes se introduce en la narración para indicar que no sintió apesadumbrado al no poder acabar de contar el final de la aventura del vizcaíno, pero que un tiempo después encontró unos papeles escritos en árabe por Cide Hamete Benegeli y que al hacerlos traducir vio que era la historia de don Quijote, a partir de ahora hará ver que la historia es la traducción de la obra árabe y de vez en cuando hará ver que comenta alguna cosa, con lo cual el autor se comenta a sí mismo mientras va creando su obra. Esto no deja de ser una parodia de los libros de caballería en las que los autores a veces fingen que las traducen de otras lenguas o que han encontrado un original en misteriosas circunstancias.
 

Sobre Cide Hamete Benengeli, en el Quijote (III). Capítulo 8 de la primera parte. Para los historiadores, sobre Cide Hamete. “Si a esta se le puede poner alguna objeción cerca de su verdad, no podrá ser otra sino haber sido su autor arábigo, siendo muy propio de los de aquella nación ser mentirosos; aunque, por ser tan nuestros enemigos, antes se puede entender haber quedado falto en ella que demasiado. Y ansí me parece a mí, pues cuando pudiera y debiera estender la pluma en las alabanzas de tan buen caballero, parece que de industria las pasa en silencio: cosa mal hecha y peor pensada, habiendo y debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y nonada apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rancor ni la afición, no les hagan torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir. En esta sé que se hallará todo lo que se acertare a desear en la más apacible; y si algo bueno en ella faltare, para mí tengo que fue por culpa del galgo de su autor, antes que por falta del sujeto.”
 

Del capítulo setenta y dos
De cómo don Quijote y Sancho llegaron a su aldea

Aquel día y aquella noche caminaron sin sucederles cosa digna de contarse, si no fue que en ella acabó Sancho su tarea, de que quedó don Quijote contento sobremodo, y esperaba el día por ver si en el camino topaba ya desencantada a Dulcinea su señora; y siguiendo su camino no topaba mujer ninguna que no iba a reconocer si era Dulcinea del Toboso, teniendo por infalible no poder mentir las promesas de Merlín.
Con estos pensamientos y deseos, subieron una cuesta arriba, desde la cual descubrieron su aldea, la cual vista de Sancho, se hincó de rodillas y dijo:
—Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado. Abre los brazos y recibe también tu hijo don Quijote, que, si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo, que, según él me ha dicho, es el mayor vencimiento que desearse puede. Dineros llevo, porque si buenos azotes me daban, bien caballero me iba.
—Déjate desas sandeces —dijo don Quijote—, y vamos con pie derecho a entrar en nuestro lugar, donde daremos vado a nuestras imaginaciones, y la traza que en la pastoral vida pensamos ejercitar.
Con esto, bajaron de la cuesta y se fueron a su pueblo.

Del capítulo cincuenta y tres
Del fatigado fin y remate que tuvo el gobierno de Sancho Panza

Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad: dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no nací para ser gobernador ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieren acometerlas. Mejor se me entiende a mí de arar y cavar, podar y ensarmentar las viñas, que de dar leyes ni de defender provincias ni reinos. Bien se está San Pedro en Roma: quiero decir que bien se está cada uno usando el oficio para que fue nacido. Mejor me está a mí una hoz en la mano que un cetro de gobernador, más quiero hartarme de gazpachos que estar sujeto a la miseria de un médico impertinente que me mate de hambre, y más quiero recostarme a la sombra de una encina en el verano y arroparme con un zamarro de dos pelos en el invierno, en mi libertad, que acostarme con la sujeción del gobierno entre sábanas de holanda y vestirme de martas cebollinas. Vuestras mercedes se queden con Dios y digan al duque mi señor que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; quiero decir que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas. Y apártense, déjenme ir, que me voy a bizmar, que creo que tengo brumadas todas las costillas, merced a los enemigos que esta noche se han paseado sobre mí.

Don Quijote y Sancho se pasean por el mundo del Grupo Comunicar. Enrique Martínez-Salanova Sánchez.