El
puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas
de cine/Glosario
de cine
Educar para ver
Los más pequeños entran en el lenguaje
icónico, inconscientemente, desde la televisión y el bombardeo mediático,
nada más nacer; un poco más tarde, el ordenador les inicia en el tratamiento
imaginativo y les introduce en un mundo vertiginoso de imágenes y símbolos
del que ya no se van a desprender mientras vivan. La imagen en movimiento
posee para los más pequeños una extraordinaria atracción.
La familia y la escuela, todo el sistema
educativo, debe abordar la problemática didáctica y de aprendizaje que exige
el tratamiento de la imagen en el aula, puesto que en la Educación Primaria
es muy importante el conocimiento y la interpretación de ésta, dada la
cantidad de elementos icónicos que los medios y las tecnologías de la
información y comunicación les transmiten. Además de la pintura, el dibujo,
el modelado y las dramatizaciones, y otras formas de expresión y
comunicación mediante imágenes más tradicionales, la fotografía, la
televisión, el vídeo, y sobre todo, el cine, en nuestros días, constituyen
el modo más habitual para el uso de este código, que ellos utilizan de
manera profusa y a menudo inconsciente sin que la comunicación se realice
con posibilidades adecuadas de respuesta.
En este sentido, parece necesario
plantearse una educación de «sus miradas» a las imágenes que rodean e
invaden su mundo para que puedan comprenderlas y al mismo tiempo sean
capaces de comunicarse a través de ellas y les capaciten para el espíritu
crítico en cuanto a sus mensajes.
Es por ello por lo que los objetivos que
debemos perseguir estarían encaminados a:
Comprender las posibilidades de la
imagen en movimiento, en este caso cinematográfica, como elemento de
representación y utilizarla para expresar ideas, sentimientos y
experiencias.
Expresarse y comunicarse produciendo
mensajes diversos, utilizando para ello los códigos del lenguaje de la
imagen.
Conocer los medios de comunicación que
utilizan la imagen para la creación de sus mensajes, los contextos en los
que se utilizan, de manera que puedan apreciarse críticamente.
Sensibilizarse ante la interacción de
los sistemas de comunicación verbal y no verbal.
Nos centraremos en la utilización del
cine por ser éste un medio de expresión y comunicación, con múltiples
posibilidades, no sólo de transmisión, sino estéticas y plásticas,
culturales, etc., basado en el uso de la imagen en movimiento.
Sobre el cine está casi todo escrito al
mismo tiempo que todo está por escribir. El cine es movimiento, arte,
historia, lenguaje, magia, música y documento. Responde con sus imágenes al
crecimiento de culturas vivas, a los avances del mundo, a los
descubrimientos tecnológicos y a los nuevos lenguajes. El cine se va
adaptando a los requerimientos y gustos de nuevas oleadas de gente joven que
acude a las salas con el deseo de entrar en contacto con relatos, problemas
y modos de ser y de pensar que vayan con su tiempo. Al mismo tiempo,
directores y realizadores jóvenes aportan experiencias frescas al arte
cinematográfico construyendo estructuras comunicativas, que se adaptan a
cada momento histórico y cultural. El cine antiguo cobra con los años
dimensiones insospechadas al ser reflejo y documento de otras épocas. El
cine, nuevo arte nacido a finales del siglo XIX, ha adquirido su madurez
durante todo el siglo XX y nos sorprenderá con su creatividad durante éste.
Las grandes empresas de la industria cinematográfica, presentan todos los
años unos cuantos productos especialmente dirigidos a los más pequeños.
Por otra parte el cine compendia los
elementos de la comunicación convirtiéndose en elemento insustituible, tanto
como recurso didáctico y fundamento educativo para llegar a la
investigación, como clave metodológica de los diseños curriculares vigentes
y actividad fundamental en todos los niveles educativos, desde los iniciales
hasta el universitario. Por todo ello es necesario que los procesos de
socialización y de educación cuenten con él, desde el principio, como
imprescindible elemento cultural.
Esta guía didáctica pretende que,
siguiendo métodos y propuestas que se plantean en los actuales diseños
curriculares, los niños y niñas de Primaria, puedan aprender a ver el cine,
analizarlo, descubrir valores que quedarían ocultos de no tratarlos en el
aula, y comenzar desde edad temprana a localizar los elementos que el cine
aporta a la sociedad, desde una perspectiva de trabajo interdisciplinar que
abarca contenidos de diferentes áreas.
Maestros y maestras disponen en esta
guía, de un completo sistema de trabajo, al que se acompañan en forma de
anexos documentos básicos sobre cada uno de los temas que trasversalmente
pueden tratarse en las aulas, así como de otros documentos y orientaciones,
sobre cine, temáticas complementarias y sugerencias para búsqueda
bibliográfica y en Internet, que permitan entrar de lleno en la maravillosa
experiencia cinematográfica. Los alumnos descubrirán el cine y lo
investigarán, apreciando sus posibilidades de diversión y de aprendizaje,
sus engaños y realidades, de manera que puedan ser sensibles a su arte,
críticos con sus encantos e investigadores de sus contenidos, su lenguaje y
su historia.
|
|
|
El cine para los más pequeños
La imagen en movimiento, sus mensajes,
sus ideas técnicas y sus contenidos son elementos de indiscutible valor y de
indispensable estudio en las aulas, como ya hemos planteado en la
introducción. En la Educación Primaria es un contenido que se trabaja en
varias áreas, plástica, lengua y literatura, conocimiento del medio… Pero
además, es una de las estrategias interdisciplinares por excelencia, vía
para lograr la transversalidad, y al mismo tiempo base para el análisis y
estudio de cualquiera de las áreas del currículum. La especie humana ha dado
movimiento desde la antigüedad a personas, objetos y animales, utilizando
las sombras y los fondos, las pinturas rupestres y los bajorrelieves, la
utilización de la óptica a finales del siglo XVIII e inicios del XIX y
finalmente con la fotografía en movimiento, el cine, la televisión y el
vídeo, la holografía y la proyección tridimensional, la realidad virtual,
etc.
El cine refleja la totalidad, pues su
fundamento es contar historias con tecnologías y lenguajes diversos a los
tradicionales. El cine, como comenta MacLuhan en «El aula sin muros»,
complementa conocimientos, integra ideas y lenguajes. El cine puede hacer
comprender mejor la vida, inicia a nuevos lenguajes y acerca a los más
pequeños conceptos y valores difíciles de apreciar por los medios escolares
tradicionales.
La imagen en movimiento es una de las
ventanas al mundo con que cuentan los más pequeños, a quienes les absorbe el
cine y su magia desde sus primeros días de vida. La primera experiencia
cinematográfica de niños y niñas es generalmente duradera, con diferencia
sobre cualquier otra representación icónica. La publicidad en televisión
también ejerce sobre ellos una poderosa atracción. El cine aporta el
movimiento y el concepto de secuencia, ubicado dentro de la temporalidad.
La motivación hacia el cine se genera
fundamentalmente viendo cine. Todo se aprende desde el principio. Desde que
el niño nace, ya en la familia, es conveniente que esté cerca del cine, ya
sea en la tele o asistiendo a salas cinematográficas con sus padres. Hay que
comenzar viendo películas entretenidas, en cada edad las correspondientes.
Lo lúdico y festivo es diferente en cada edad, cultura y condición. Los más
pequeños encajan mejor los dibujos animados. Disney es un buen iniciador.
Sus largometrajes, y los cortos, tienen los ingredientes necesarios en
dinamismo, color, música, cambio de acción y de estímulos suficientes para
atraer también a los más pequeños. Las películas de dibujos animados
contienen imaginación y tratan los temas con la libertad que no puede dar la
imagen real, permitiéndose incongruencias y excentricidades, por extrañas
que parezcan. El trazo, el color, y las formas caricaturescas tienen más
parecido con la propia forma de expresión pictórica de los niños, haciendo
posible relatar cualquier tipo de historia. El animismo, característico de
la etapa en la que el niño se mueve, se ve refrendado por la fantasía y el
color, la música y el ritmo, en donde cualquier cosa, objeto, figura
geométrica, animal, planta, letra o signo se mueve expresándose como una
persona.
El movimiento se expresa de infinitas
formas, provocando la previsión de acontecimientos por parte de los niños,
creando tensión y excitando la curiosidad y la creatividad, y logrando que,
de manera intuitiva, se comprenda el paso del tiempo de manera secuencial.
|
|
La evolución de los pequeños
Piaget asegura que los niños asignan a
los fenómenos, ya sean naturales, artificiales o seres vivos una conciencia
que pasa por cuatro etapas:
a) Hasta los seis o siete años la
conciencia está ligada a todo lo que tiene una actividad cualquiera, aun lo
que es inmóvil, por ejemplo, una piedra, sí se le desplaza o se le moja, lo
sentirá. Es una etapa que se caracteriza por el «egocentrismo», pues el niño
se centra en su propio punto de vista, producto de su experiencia personal y
por la «centración» o capacidad de centrar su atención en un solo atributo
del objeto o hecho.
Su pensamiento es estático, por ello, no
puede realizar todavía operaciones –estadio preoperacional–, lo que
significa que la imposibilidad de volver atrás en su pensamiento
–irreversibilidad–, hace su razonamiento transductivo –analógico,
comparativo; el niño procede «de lo particular a lo particular»–. Sería
impensable pretender en esta etapa hacerle inducir o deducir en su
razonamiento. Por todo ello tiende a asignar a los objetos o hechos que le
rodean atributos psicológicos, tales como: vida, emoción, conciencia
–animismo–, y a considerar los elementos o fenómenos de la naturaleza física
como producto de la creación humana o de seres dotados de fuerza superior
–«artificialismo»–.
b) Desde los seis-siete a ocho-nueve años
atraviesa la etapa en la cual es consciente solamente de lo que se mueve:
los astros, las nubes, los ríos, el viento, los vehículos.
Piaget catalogó este período con una
serie de aspectos clave tales como: el «artificialismo mitigado» por el que
las cosas tienen un origen seminatural, semiartificial. No se encuentra
todavía la razón de ser de las cosas, y a todo se asigna una relación con la
elaboración artificial: Por ejemplo, las montañas las tallan los hombres.
Sin embargo, a algunos fenómenos naturales les conceden el ser efecto de
causa natural, como por ejemplo, el agua viene de la lluvia. Dan a los
fenómenos atmosféricos o de la naturaleza causas curiosas que conocen por
otras experiencia: alguien llena las nubes de agua, la luna la corta el
viento, etc. Cuando algo no pueden explicarse rápidamente evitan dar
hipótesis y reconocen que no se puede saber.
En esta etapa el niño se desprende del
lazo exclusivo que le une a sus padres y del punto de vista propio o del yo,
por lo que disminuye su egocentrismo (7-8 años), y descubre que los padres y
después, los hombres en general, no son todopoderosos y no gobiernan el
mundo. Se explica el descenso del artificialismo y del animismo, porque poco
a poco va tomando una actitud más objetiva frente a las cosas, buscando
explicarlas por sí mismas. Conforme el niño descubre que las cosas no son
todas hechas por la especie humana, va descubriendo y originando para sí
mismo «los mitos de generación» (Piaget): el sol ha salido de las nubes; el
viento es acumulado para hacer una nube. Para después pasar de la generación
a la identificación, cuando descubre que para que las cosas se muevan
alguien o algo debe hacerlo, esto es, la diferencia entre dinamismo y
mecanismo, por lo que los movimientos de la naturaleza se interpretan como
mecánicos.
c) De ocho-nueve a once-doce años son
conscientes de que los cuerpos dotados de movimiento propio: los astros, el
viento; las bicicletas carecen de conciencia, y es a partir de los nueve o
diez años cuando puede decirse que entran en una etapa a la que Piaget llamó
de «artificialismo inmanente», aunque pierden la idea de que la naturaleza
es fabricada por el hombre asignan fines a cada fenómeno natural
–finalismo–.
Los intercambios sociales dan lugar a un
proceso de estructuración gradual o socialización, pasando de un estado de
indiferenciación relativa entre el punto de vista propio y el de los otros a
otro de coordinación de los puntos de vista y de cooperación en las acciones
y en las informaciones.
d) Entre los once y doce años el niño se
encuentra en el estadio de las operaciones concretas, en el que adquiere
gradualmente la función simbólica, aumentando la interiorización de símbolos
y una progresiva diferenciación entre significantes –palabras, imágenes– y
significados –aquellos objetos o acontecimientos a que se refieren las
palabra o imágenes–.
A partir de los once-doce años, hasta los
catorce-quince años se localiza otro período del desarrollo intelectual del
niño, en el que se construye una nueva estructura del pensamiento
caracterizada porque el razonamiento puede ya ser deductivo, sobre
proposiciones en las que todavía no cree –hipótesis–, pero de las que puede
sacar conclusiones, en una nueva lógica que le permite entrar en todos los
casos posibles. |
|
|