Quienes nacen en el siglo XXI lo hacen ya
en plena sociedad de la información, en la era de la
cibernética, y solamente conocen esa posibilidad. Sin embargo,
los adultos, estamos más en la era de la cultura mecanicista y
lineal que en la era de la cibernética y de los mosaicos de la
información. Como mucho, estamos a caballo entre ambas. Los
jóvenes viven la era de la cultura cibernética, han nacido con
ella, y sus cerebros se adecuan desde sus primeros balbuceos a
un mundo plagado de iconos, de imágenes y de signos, en el que
prima la velocidad que traen consigo las nuevas tecnologías.
La diferencia sustancial que se produce es
que acabamos teniendo diferentes formas de percibir la realidad,
utilizamos metodologías y medios diferentes de acceder a la
información, y en muchos casos -mecanismos de defensa por no
entender la otra visión- despotricamos, en el caso de los
mayores por la forma adictiva en que los jóvenes utilizan las
pantallas de todo tipo. Los jóvenes y los niños, quedan solos en
la utilización de las pantallas, rechazan en muchos casos el
libro y otras fuentes de información y no se sienten apoyados
por padres y profesores, por lo que aprenden por su cuenta, o
con amigos, reduciendo inmensamente sus posibilidades de uso.
Son grandes, por tanto, los desequilibrios
que provoca la diferente forma de encarar los medios entre las
antiguas y las nuevas generaciones. Los padres y profesores no
conocen las verdaderas necesidades de sus hijos y alumnos, no
entienden su dependencia, pero tampoco saben orientar hacia las
posibilidades que poseen los medios ni orientan hacia la madurez
en su utilización.
(Martínez-Salanova 2005)
Rosnay busca el quinto paradigma -después
de la revolución copernicana (que acabó con el geocentrismo), de
la cartesiana (que le dio la primacía a la razón), de la
darwiniana (que nos apartó del antropocentrismo), y de la
"sistémica" (que terminó con la fragmentación y la
compartimentalización y la dictadura del enciclopedismo). El
nuevo paradigna pretende hacer la síntesis de lo analítico y de
lo sistémico y reconciliar al hombre con las máquinas y con la
naturaleza.
La especie humana se encuentra en perpetuo
cambio, entre lo tecnológico y lo ideológico, que intervienen
indefectiblemente entre sí, generando procesos perceptivos y de
pensamiento muy diferentes a los que la sociedad había vivido
hasta el presente. Los adelantos tecnológicos, que acomodan
todas las posibilidades humanas en lugares más asequibles,
pueden conseguir, si la misma sociedad no lo remedia, que en un
mundo de mayor y mejor comunicación, en plena sociedad de la
información, paradójicamente sitúe a la especie humana en una
actitud más pasiva.
La sociedad, cada día más, espera que los
problemas se resuelvan por sí solos o que alguien los resuelva,
adquiriendo así los individuos la misma actitud reverencial que
los países pobres tienen a los poderosos, los ciudadanos,
espectadores de a pie, tienen a las macroestructuras que van a
solucionar sus problemas. Se establecen nuevos valores y
paradigmas, nuevas relaciones de dependencia, bienestar y
consumo, cuando es más necesaria que nunca una actitud creativa
y crítica. (Martínez-Salanova 2005)
Siendo como es la cultura un fenómeno
esencialmente humano, la ruptura de la serenidad y la lentitud
en la transmisión de normas de conducta entre unas y otras
generaciones, está creando conflictos. Los patrones culturales
cambian con una celeridad nunca dada en la historia de la
humanidad, casi a la misma velocidad que lo hacen las nuevas
tecnologías, se desestabiliza en muchas ocasiones el status
preestablecido, y se crean confrontaciones generacionales
profundas en un mundo tecnificado en que los jóvenes nacen que
en ocasiones sus padres y profesores se resisten a aceptar, mas
aún cuando ven que las fronteras desaparecen, las pautas
culturales se homogeneizan, y el desequilibrio en las relaciones
interpersonales crea, sobre todo en los adultos, sensación de
inseguridad y por lo tanto miedo.
Hay que entender y asumir que las
pantallas, es estos cambios, se hacen imprescindibles, tanto
para los que pretenden hacerse con el poder mundial de la
economía, las finanzas, la cultura y la ideología, como para los
ciudadanos que pueden enfrentarlo, creando una sociedad más
solidaria y creativa. La televisión es creadora de cultura, el
periódico es creador de opinión; es necesario tenerlos en
cuenta. La especie humana, en general, se encuentra entre la
ansiedad que genera el futuro y el deseo positivo de los nuevos
avances sociales. A pesar de que los individuos están en muchas
ocasiones a merced de quien los manda, es necesario pensar que
la creatividad, individual y social, la búsqueda de nuevas
soluciones a los problemas, es pieza clave para resolver los
problemas que se plantean ya que se pierde interacción personal
y se crece en contactos tecnológicos individuales.
La adaptación de la especie humana al medio
ambiente digital será más positiva si se sustenta en un sistema
de valores desde el que las instituciones básicas de la sociedad
promuevan la aceptación participativa y crítica de los medios de
comunicación y de información.
La televisión realiza en estos momentos
labores paternales, asesoras y lúdicas, llenando una gran parte
de la vida de los individuos de la especie humana. El resto, la
búsqueda de datos y la comunicación, se comparten entre
Internet, la telefonía móvil y los videojuegos. Los multimedia,
generalmente con pantalla, surten al individuo de todo lo que en
su vida cognoscitiva necesita, y hace superflua cualquier otra
vía de comunicación, relaciones interpersonales, educativas,
lectura, etc. El espacio reducido de unos pocos metros cuadrados
se convierte en un ecosistema individual de recepción de
comunicación y de emisión de la misma.
En la actualidad, los medios de
comunicación sustituyen en muchos casos a los mayores en la
socialización de niños, adolescentes y jóvenes. Lo que antes el
niño o el adolescente recibía exclusivamente por vía de sus
mayores en la familia o en la institución escolar, lo recibe
ahora a través de los medios de comunicación, fundamentalmente
de la televisión.
La televisión, sobre todo, deja sin
movimiento al ciudadano, que queda estático ante su pantalla, le
comunica lo que interesa, le enseña lo que quiere, lo divierte,
lo educa, lo duerme, lo acompaña en sus comidas y en su ocio. El
ciudadano, en muchas ocasiones, está pendiente de la
programación televisiva para hacer sus planes, se hace adicto a
determinados programas que condicionan sus actividades y su
ocio. Esta dependencia hace que se piense que lo que no sale en
la televisión no ha sucedido y que siempre, lo que sucede en la
tele es cierto. De todo lo demás, de lo que en la televisión no
sale, el ciudadano no se entera, o lo que es lo mismo, a efectos
de participación ciudadana en los problemas del mundo, queda
alejado de toda información, y por lo tanto de toda implicación.
Uno de los principales desafíos con los que
se encuentra la sociedad de la información es el deterioro de la
participación ciudadana. A pesar de las facilidades de
comunicación, el ciudadano se enclaustra en su pequeño entorno
familiar y social, dando la espalda a los problemas del mundo y
volviéndose cada día más solitario. Durante décadas, la
información que se aporta a través de los medios de
comunicación, a través de miles de pantallas, es mediatizada por
la influencia de los grandes poderes económicos, que organizan
la información mundial para que los ciudadanos la lean, la
entiendan, la asimilen y la utilicen de forma dirigida. Ante la
información de todo tipo que proviene de las pantallas, los
ciudadanos asumen una postura pasiva, alienada, sin
implicaciones personales y escasamente participativas. Como dice
Bilbeny (1997) «Pasamos de una ética de interrelación personal,
de proximidad, a una ética en la que la interacción es virtual o
se desarrolla a distancia, con texto pero sin gesto; con
imágenes pero sin cuerpos». Ante la necesidad de que los
ciudadanos tomen conciencia de sus responsabilidades, quienes
están detrás de la información, empresas, gobiernos, grupos de
presión, deben adquirir el compromiso de levantar al ciudadano
de su apatía, proponiendo y sugiriendo actitudes activas y
participativas. (Martínez-Salanova 2005)
Estamos pasando de una sociedad de
distribución piramidal a una red de creación e integración en
tiempo real. Es de prever que gracias a las relaciones
transversales entre productores, vendedores y compradores ya no
sea necesario recurrir a los monopolios. Las redes liberan la
creación individual y colectiva del estrecho marco en el que
estaba encerrada, confiriendo a los individuos un poder
democrático capaz de poner en tela de juicio el poder de los
regímenes centralistas. Estos ciberciudadanos, informados,
responsables y constructivos están labrando su propio camino
hacia el porvenir.
Por otro lado, cuanto más desmaterialice el
mundo la electrónica, más necesario será compensar esta
virtualidad con el contacto humano. Cuando se inventó el libro,
los clérigos dijeron que era lo peor que podía ocurrir porque
reduciría el contacto humano. Los mismos temores rodean a
Internet y las pantallas en general. Pero pienso que Internet
seguirá el mismo camino que el libro, el teléfono, la
televisión, el automóvil: estas técnicas, en un principio
reservadas a los más ricos, se extendieron rápidamente, en
interés de todos y como factor de comunicación entre la gente.
Paradójicamente, pienso que el medio de
comunicación del futuro no será Internet sino la televisión
digital con la capacidad de navegación que proporciona Internet.
De la fusión de ambos surgirá, en los cinco próximos años, la
capacidad para transmitir imágenes y sonidos en directo. Se
puede contemplar la visiofonía de buena calidad, bilateral o en
grupo, y sobre todo la creación de programas televisivos por
parte de los propios usuarios, difundidos a través de cadenas
Internet... Estoy convencido de que el actual fenómeno de
páginas personales se convertirá en un fenómeno de cadenas
personales de televisión, para bien y para mal.
Pero pienso que el verdadero desafío del
futuro es la simbiosis entre las herramientas electrónicas, el
cuerpo y el espíritu humano. Desde finales de los años 90, los "biocaptadores"
(biochips implantados cerca de ciertos órganos para
regular sus funciones) han avanzado considerablemente. Siguiendo
por este camino, el día de mañana el cuerpo humano se utilizará
como una red de recepción y emisión de información. Pronto
poseeremos ordenadores prêt-à-porter, integrados a la
ropa, a los picaportes o a los llaveros, que comunicarán a
través de redes inalámbricas. El hombre del futuro no será ni
superhombre, ni bio-robot, ni superordenador, ni mega máquina
sino simplemente hombre simbiótico, en estrecha colaboración con
un sistema social, si consigue construirlo, exteriorizado a
partir de su cerebro, sus sentidos y sus músculos. Pero en vez
de imaginar el futuro, mejor sería inventarlo. (De unas
declaraciones a “Sciencia et natura” De Rosnay, 2000)
¿Cuáles son las propiedades clásicas de la
pantalla? Es una superficie plana y rectangular. Existe en el
espacio normal, el espacio de nuestro cuerpo y actúa como una
ventana hacia otro espacio. El otro espacio, el espacio de la
representación, tiene normalmente una escala diferente de la
escala de nuestro espacio físico.
Definida de esta manera, la pantalla
describe igualmente bien una pintura del Renacimiento que un
monitor de ordenador moderno. Sus proporciones no han cambiado
en cinco siglos; son similares para una típica pintura del siglo
XV, una pantalla de cine o un monitor de ordenador. A este
respecto, no parece accidental los nombres escogidos para
designar los dos tipos principales de monitores: los de formato
horizontal son conocidos como “landscape mode” y los de formato
vertical, “portrait mode”.
Hay pantallas grandes y pequeñas,
megapantallas y pantallas diminutas, pantallas circulares,
pantallas esféricas o semiesféricas, pantallas electrónicas al
aire libre, pantallas de señales, pantallas de mobiliario urbano
y para publicidad, pantallas táctiles, pantallas que se activan
mediante el sonido, el movimiento o la luz, pantallas virtuales,
etc
Hace cien años, un nuevo tipo de pantalla,
que podemos denominar pantalla dinámica, se hizo popular. Este
nuevo tipo de pantalla tiene todas las características de la
pantalla clásica, además de una nueva característica: podía
mostrar una imagen cambiante en el tiempo. Ésta es la pantalla
del cine, la televisión o el vídeo. La pantalla dinámica trae
consigo una determinada relación entre la imagen y el
espectador. Esta relación ya estaba implícita en la pantalla
clásica, pero ahora se hace evidente: aunque la pantalla es
únicamente una ventana de dimensiones limitadas situada dentro
de nuestro mundo físico, el espectador se concentra
completamente en lo que se ve sobre esa ventana, centrando su
atención sobre la representación y olvidando el espacio físico
exterior. Este sistema de visión es posible por el hecho de que
una imagen, ya sea una pintura, una película o un programa de
televisión, llena completamente la pantalla.
Lejos de ser un medio neutral de
presentación de la información, la pantalla es agresiva. Su
función es filtrar y convertir en no existente lo que se
encuentre fuera de ese marco. La graduación de este filtrado
varía del cine a la televisión; en el cine, el espectador se
sumerge completamente dentro del espacio de la pantalla; en la
televisión, la pantalla es más pequeña, las luces están
encendidas, la conversación entre los espectadores está
permitida y el acto de observación está integrado en otras
actividades diarias. El cine en las últimas décadas ha variado
su lenguaje en función del tamaño o tipo de pantalla en la que
va a ser presentado a los espectadores. El sonido, el ritmo de
montaje, la utilización de los primeros planos, cambia
sustancialmente el lenguaje cinematográfico, que se adapta a la
pequeña pantalla y a la situación del televidente.
Esta situación ha cambiado con la llegada
de la pantalla de ordenador. Lejos de mostrar una única imagen,
una pantalla de ordenador muestra un número variable de ventanas
coexistentes. La existencia de un número de ventanas
superpuestas es uno de los principios fundamentales de la
moderna interfaz gráfica de usuario. Ninguna ventana individual
domina completamente la atención del espectador. En este
sentido, la posibilidad de observar simultáneamente varias
imágenes que coexisten en una misma pantalla puede ser comparada
con el fenómeno del zapping. En ambos ejemplos, el espectador es
incapaz de concentrarse en una sola imagen.
En 1966, empiezan a investigar sobre
prototipos de Realidad Virtual (bajo el patrocinio de la ARPA y
la Office of Naval Research). El objetivo era encontrar una
simulación de entorno interactivo tridimensional sin pantalla:
los artefactos de VR se colocan en la cabeza y sus imágenes
llenan completamente el campo visual del observador. Podemos
decir, entonces, que el espacio físico y el virtual coinciden.
La pantalla ha desaparecido.
Elaborado a partir de ideas de Juanjo
Seixas en “Minority Report” 14 de octubre de 2002 en Efímera
digital.
Pantallas en general y cámaras filmadoras.
Hospitales, radiografías, monitores UVI
Vigilancia y seguridad, policía, radar de
velocidad
Móviles, con cámara, con juegos, filmadora,
conexión Internet, etc…
Proyectores de todo tipo, retroproyectores,
cañones proyectores
Televisión con pantallas cada vez mayores y
de mayor definición.
Video y DVD, acceso fácil a películas e
imágenes a través de Internet
Cine, pantalla panorámica, circular,
Omnimax, etc
Monitores digitales, cámaras de foto y
filmación.
Hologramas fijos
Videojuegos
Ordenadores en todos sus modos
Publicidad en la calles, pantallas
luminosas
Video-clips
Sistemas de cámara oculta. Gran hermano de
la televisión.
Kioscos informativos: museos, estaciones,
publicidad, etc
Planetarios
Según el investigador norteamericano Robert
A. Freitas Jr. Pronto existirán pantallas implantadas bajo la
piel que son visibles a través de la misma, con las que, en el
futuro, gracias a la nanotecnología, podríamos consultar los
principales parámetros de nuestro cuerpo: los electros, análisis
de sangre, control de azúcar, diabetes, colesterol, a través de
pantallas incorporadas a nuestro cuerpo.
Realidad virtual. Es ya un hecho que se
puede “corporeizar” la información fuera de las pantallas.
Hologramas en movimiento en museos, etc.
‘No perdamos el tiempo con tonterías’,
‘basta de diálogos, pasemos a la acción’, parece decirnos el
mando a distancia cuando estamos ante el televisor. ‘Pasa a otra
cosa, por si acaso en otra cadena...’ La mano se nos convierte
en instrumento endiablado de velocidad. Los guionistas de
televisión escriben ya pensando en el zapping, ‘peligro de
zapping’, con letra marginal para utilidad de directores,
técnicos o montadores. Con el zapping escribimos nuestros
propios guiones. Se comparte la responsabilidad de que el
espectador, que tiene sus derechos, haga zapping porque pierde
el interés o por buscar algo más duro, veloz o interesante. El
espectador también posee su parcela de dominio en el lenguaje,
exigiendo determinadas iconografías, códigos o contenidos.
Escribimos mediante el zapping nuestros propios guiones,
haciendo que el cerebro, en unos momentos, pase por todas las
cadenas, consiga todos los argumentos y se divierta con todos
los chistes. Pareciera que nuestro poderío exige ver en todo
momento todo lo que hay en televisión, como si fuéramos a un
banquete y tuviéramos que probar todos los platos. Cuando se
pregunta por algún programa de televisión que nadie ve, todo el
mundo lo ha visto. Mediante el zapping ha visto lo
imprescindible.
El zapping nos convierte en independiente
de los medios, y dependientes de nuestra propia estructura
cognitiva. Al mismo tiempo que agiliza las neuronas y nos
mantiene en forma, nos impide salir a otros lugares, a otros
campos del pensamiento. Nos concentra en una sola pantalla con
tal independencia de las cadenas que nos hace dependientes de la
televisión en sí.
Sin embargo es necesario sobrepasar el
zapping para acceder a otros niveles de la percepción de la
información. El zapping se queda corto. Bien está como lectura
rápida, aunque los usuarios de las pantallas deben buscar una
lectura reflexiva, analítica, creativa y productiva.
En la evolución del lenguaje, la
televisión aporta ingredientes nuevos. Algunos de ellos parten
de la diferencia de entorno en la que se disfruta de ella. El
cine necesita de salas oscuras, iluminadas solamente por la luz
que proviene de la pantalla. En el cine nos encontramos entre
desconocidos. La televisión la introducimos en el salón de
nuestra casa, o en un bar, y pasa a ser un mueble más, del que
estamos relativamente pendientes. Montamos a su alrededor un
espectáculo para el que creamos nuestro propio entorno. Viendo
la televisión se habla, se hacen comentarios, salimos y
entramos, se hace zapping... La relación entre el medio y el
espectador es diferente. Los elementos del lenguaje utilizados
para captar al espectador son, por lo tanto, distintos.
La percepción de lo visto en el cine es más
duradera, ya que se ve en circunstancias expresas, concretas,
mientras que la televisión diluye las percepciones, confunde los
códigos de acceso a la memoria y por lo tanto dificulta el
recuerdo. En televisión vemos miles de programas, de películas,
de argumentos y de anuncios. Se genera tan gran cantidad de
información que todo llega a parecernos igual. Los recuerdos
provocados por lo que se ve en televisión son difusos, es más
difícil rescatarlos de la memoria, se confunden con la infinidad
de impactos y estímulos visuales que se perciben durante la
vida.
En televisión dominamos el medio. Apagar,
encender, cambiar de canal, subir o bajar el sonido... El
aparato lo hemos comprado nosotros y nos sentimos con más
derechos ante él. Se convierte en un pequeño esclavo del que al
mismo tiempo somos dependientes.
La televisión nos ha iniciado en el
lenguaje digital. Vemos realidad virtual en los telediarios y en
la información sobre el tiempo, en la transmisión vía satélite y
en la vertiginosidad de las imágenes. En televisión el lenguaje
se hace más rápido, se acentúa la primacía de imágenes sobre
textos y aporta una gran abundancia de primeros planos en
detrimento de los planos generales. Son cambios que se pueden
considerar cuantitativos en el lenguaje de la imagen.
En televisión el tiempo cobra una dimensión
diferente a la del cine. La tenemos a nuestro alcance, en
nuestro entorno familiar, disponemos de ella durante toda la
jornada, podemos salir a la casa de unos amigos y ver los mismos
programas. Nuestra percepción de los espacios de referencia en
relación con los contenidos televisivos no cambia. Nuestra
realidad y nuestra ficción se producen en el mismo lugar, sin
cortes aparentes, Llegan momentos en que no sabemos dónde
estamos, al igual que en ‘Abre los ojos’, de Amenábar, o en
‘Matrix’, en el que la ficción y la realidad se convierten,
virtualmente, en la misma realidad. No estamos lejos de las
dudas de los habitantes encadenados de la caverna de Platón.
(Martínez-Salanova 2005)
Escribimos en las pantallas, en los
móviles, en el ordenador. También en ellos se ejerce el derecho
a la rapidez comunicativa, al ahorro del tiempo. Muchos
profesores se quejan de que los mensajes cortos están
empobreciendo la escritura. Incluso algún profesor universitario
advierte en su página web que no corregirá exámenes en SMS.
Según Maria teresa Escandell, del Centro Virtual Cernantes, la
culpa de este empobrecimiento no la tienen los SMS, sino el bajo
índice de lectura, y ese es un problema distinto, y desde luego,
más grave.
Asistimos a una revolución social, más que
tecnológica. Las cifras nos dan una idea clara del explosivo
alcance del fenómeno: tenemos en España 17 millones de líneas de
teléfono fijas, ochenta años después de los comienzos de su
implantación, y sin embargo contamos ya con 33 millones de
suscriptores de móviles, en menos de una década. La telefonía de
bolsillo ha cambiado modas y modos, porque los mensajes SMS han
generado un nuevo lenguaje entre jóvenes cada vez más jóvenes.
Los resultados demuestran una sorprendente
simetría en los comportamientos de los jóvenes de diferentes
naciones a la hora de elaborar el lenguaje de los móviles, que
busca, en todos los idiomas, máxima economía, y es reflejo de
una «compulsión comunicativa». Búsqueda de la inmediatez en
estado puro.
Por otra parte, más de 1.000 palabras
nuevas por año, ligadas al PC, al chip o al móvil. Los
lingüistas advierten de que la invasión actual es mayor y más
infecciosa que nunca por su rápida expansión a través de
Internet. Al nuevo lenguaje que trae el mundo anglosajón de la
mano de la tecnología y la nueva economía se une el fomento de
la telefonía móvil. Abundan más signos que letras y más
consonantes que vocales. Si antaño se aprendía inglés con los
Beatles, ahora es con el e-mail y las webs, aunque, a diferencia
de entonces, ahora no es seguro siquiera que ese inglés sea el
correcto. La preocupación de la Real Academia de la Lengua por
la pureza del idioma no es menor a la que tienen los lingüistas
anglosajones por la dureza de la suya.
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