La realidad como hecho
objetivo no es posible conocerla, pero sí nos podemos acercar a
ella. La investigación es la clave del acercamiento a la
realidad. Y las bases de la investigación deben estar en las
aulas y en las familias. La creatividad, la curiosidad, el deseo
de cambiar las cosas, la búsqueda de información, la capacidad
crítica y el debate sereno están en la base de cualquier
investigación y del aprendizaje y desarrollo de la misma.
En el espectador de
televisión, sobre todo en los más pequeños, se aprecia la
dualidad que se crea entre la realidad y la ficción. Se ven
seguidamente, sin pausas no otras referencias, escenas reales y
ficticias, sin que se den explicaciones. Cuando la violencia
auténtica está entreverada con la falsa sin atender a
explicaciones, el espectador ignorante, o inocente, o
simplemente despistado, tiene a confundir los conceptos, y no
discriminar la realidad de la ficción. Sin mirar la televisión
comprensivamente, sin reflexionar sobre lo que se ve o sin
debatir sobre lo reflexionado, es prácticamente imposible
adquirir la suficiente madurez como para interpretar la
televisión y aprender con ella.
Para iniciar en la
lectura responsable de le televisión, hay que trascender la
disociación grave entre la realidad y la ficción, entender que
los problemas que se viven en el televisor, sean noticias de
hambres o violaciones, o personas que desnudan su alma, su vida
y su conciencia en los reality show, forman parte de la
fachada de una realidad que existe y que es conveniente buscar.
La intensidad con la
que se vive el problema de la televisión puede llevar a dos
consecuencias radicales: Creerlo todo, introduciéndose
falsamente en un mundo de esquizofrenia, o pasar por encima de
todo, creándose una conciencia angelical de que no sucede nada
importante.
Por ello es
imprescindible el debate familiar y en las aulas de lo que
sucede en la televisión, de lo que se propone como consumo –la
publicidad encubierta o no-, de los elementos mercantiles y
comerciales y de los intereses de las cadenas, de los
informativos, de los programas de entretenimiento, de los
reality show, etc... Analizar los reportajes y comentarios sobre
los problemas del mundo y de las personas, sobre la destrucción
del medio ambiente, el hambre, la violencia, los derechos
humanos, las enfermedades, las reivindicaciones, etc., Intentar
descubrir la realidad de lo que se ve en televisión
complementando con otros medios: Internet, libros, consultas,
enciclopedias…
Trascender y superar
así la disociación grave entre lo que se ha visto y lo que nos
cuentan por otra parte. (Peralta 2005)
Concebir un mundo sin televisión en los
tiempos que corren no parece tarea sencilla. Una cosa así no es
fácil de imaginar ni siquiera para quienes se sintieron
encandilados por primera vez con las imágenes de la pequeña
pantalla cuando tenían ya uso de razón y son ahora capaces, por
tanto, de recordar con todo detalle aquél su primer encuentro
deslumbrador con el mágico invento. Cada vez somos menos los
habitantes del planeta que conocimos y por un tiempo vivimos un
mundo sin televisión; son cada vez más, en cambio, las gentes
que ya nacieron con ella y que la vieron y oyeron desde la misma
cuna; estos son incapaces, por consiguiente, de precisar el
momento exacto de su primera cohabitación con el televisor; y es
que no conocieron y no vivieron un mundo sin tele.
En sólo medio siglo el impacto de la
televisión en las personas singulares y en las colectividades ha
sido enorme, y ha tenido amplias y profundas consecuencias en la
vida social y familiar así como en los comportamientos
particulares. No sólo es la televisión el medio de
entretenimiento y de información que ocupa la mayor parte del
tiempo libre de los ciudadanos, sino también del que más se
habla y más se escribe, lo que resulta lógico si se tiene en
cuenta las repercusiones sociales que comporta. Todo parece
indicar, además, que el interés por la televisión seguirá
haciendo hablar y escribir.
Con frecuencia lo más decisivo en el modo
de utilizar la televisión no es lo que en ella se vea o se deje
de ver, sino la cantidad de tiempo que resta para otras
actividades tantas veces más enriquecedoras. No sorprende por
eso el afloramiento de críticas sociales que señalan esta
paradoja: las situaciones de incomunicación a menudo por el más
importante medio de comunicación...
Tan necesitado de conversación y de
comunicación está el mundo que el hecho de apagar
voluntariamente la televisión durante cierto tiempo puede llegar
a ser vital medida de salvaguardia personal, familiar y social.
Y es que para valorar y conocer mejor una
determinada realidad social conviene a veces prescindir de ella,
distanciarse un tanto, para observarla con más amplia
perspectiva, con mayor objetividad...
Los mensajes que se transmiten a través de
las pantallas del cine, tradicionalmente han sido mensajes
comprometidos, los cineastas han hecho gala de narrar dramas
humanos, de relacionar el mundo de la ficción con el de la
realidad por medio de imágenes, de relatos dramáticos o cómicos,
pero con un trasfondo humano, social, artístico o creativo. La
televisión, sin embargo, por el hecho de ser de fácil acceso, se
ha convertido en ramplona, en banal, en un medio en el que todo
vale con el fin de ganar audiencia. Lo que es la principal baza
de la televisión para sobrevivir se ha convertido en arma
arrojadiza contra la cultura. (Martínez-Salanova 2005)
La audiencia construye activamente
significados a partir de los mensajes de la tele. La influencia
de la televisión no se puede concebir ya como un simple efecto
lineal de los mensajes, provocado en receptores pasivos que
escuchan y absorben miméticamente los contenidos y estilos
televisivos, sino más bien, en línea con las investigaciones más
recientes, como una reconstrucción de significados que las
personas hacen ante sus mensajes. ¿Qué nos enseña? y ¿Qué nos
perjudica? no pretende separar, por tanto, dicotómicamente la
influencia de la televisión en nuestra vida, ya que en términos
puros, difícilmente se producen situaciones tan radicales.
Realizar listado con todas las actividades
que se pueden hacer, si no tuviéramos televisión.
|