Guía didáctica para enseñanza secundaria y Universidad

Anexos a

El mundo de las pantallas

 

© Enrique Martínez-Salanova Sánchez

 

VOLVER A UNIDADES DIDÁCTICAS


El puntero de don Honorato/Bibliografía/Lecturas de cine/Glosario de cine


Ir a: Bases generales de la Unidad didáctica: El mundo y sus pantallas
La sociedad de las pantallas El ojo humano La representación de la realidad Anexos

Anexo 1. La sociedad hipnotizada


Extraído de J.L. Cebrián, en La sociedad hipnotizada, publicado en El espectador, Uruguay en 2004

Podemos creer que, entre las ocho y once de la noche, fácilmente más de una tercera parte de las poblaciones se encuentra sentada ante el televisor, independientemente de cuál sea la calidad de los programas que se les ofrece. No ha existido en la historia de la Humanidad un fenómeno capaz de condicionar por sí mismo los hábitos y las formas de vida de tan gran número de personas a la vez. Las compañías eléctricas descubrieron hace muchos años que el final del llamado prime time (tiempo principal) en la televisión supone un descenso acelerado en la curva de consumo de energía, pues cuando termina se apagan no solo los televisores sino todas las luces de la casa y la gente se va a dormir. Las empresas suministradoras de agua aprendieron, a su vez, que ése puede ser un instante de extraordinaria demanda, pues millones de ciudadanos hacen sus abluciones antes de acostarse.

Aunque las premoniciones de Fahrenheit 451 no se han cumplido, de momento, en lo que se refiere a la desaparición del libro frente a la dictadura audiovisual, es preciso reconocer que el reinado de la pantalla, en sus diferentes versiones, ha sido ya establecido. La sociedad interconectada lo está por un hilo o por una antena parabólica, pero cada vez más es la pantalla en único mediador visible.

Las nuevas aplicaciones de la televisión digital y la obsesión por el establecimiento de un terminal audiovisual único han concluido, además, por determinar no sólo el tiempo, sino también el espacio doméstico. Cada vez son más las casas en las que se dedica una habitación para ese exclusivo uso. Cuando las posibilidades económicas de la familia son escasas y los domicilios pequeños, basta con sustituir el antiguo salón (salón-comedor, en la propaganda de las inmobiliarias) por esa dependencia. La pantalla del televisor desempeña en el paisaje un papel totémico, y constituye el verdadero altar mayor del templo de la familia, ante el que tantas veces se inmolan sus miembros, víctimas de la incomunicación y el desencuentro. En el resto de las habitaciones, sean los dormitorios, el despacho o la cocina, otras pantallas, por lo común de dimensión más reducida, ayudarán a dotar a las respectivas estancias del carácter de capillas menores de la nueva religión audiovisual y cibernética. Quizá sea pensando en esos aposentos privativos de la intimidad como se desarrolle más rápidamente la convergencia entre el televisor y la computadora. Es imposible imaginar que podamos someter a toda la familia a la humillación de no ver la película de esta noche a fin de que uno de sus miembros pueda conectarse a la red. Pero en la exclusividad de su cuarto uno puede optar por el uso coyuntural de la pantalla sin necesidad de duplicarla para nada. Eso nos ayuda a descubrir que son, sobre todo, los individuos y no los grupos los destinatarios primeros de las nuevas tecnologías. El teléfono móvil, el ordenador personal, la fragmentación temática de los canales de televisión, el video, los auriculares de alta fidelidad, los walkman, son todos ellos inventos dedicados al individuo. Aumentan las facultades de elección personal frente a la antigua necesidad de compartir las actividades de ese género.

El establecimiento de lazos particulares entre el individuo y la pantalla no tiene únicamente una explicación de ese género, sino otra resueltamente técnica. Contrariamente a lo que sucede con la proyección clásica de una película, en la que la luz se origina a espaldas del espectador, la pantalla de una computadora o de un televisor emite unos rayos luminosos que inciden directamente sobre la retina de quien la contempla. Eso produce un verdadero efecto hipnótico. El cibernauta de nuestros días no es sólo un navegante, es además un navegante solitario, aún si él mismo no es consciente de su condición. Su capacidad de relacionarse con los otros, en ese universo global por el que deambula, le conduce a un ensimismamiento, a un encerramiento en sí mismo frente a su entorno más cercano.

Encerrado en la oscuridad de su pequeño gueto doméstico, un cibernauta avezado puede durante horas envolverse en la ilusión de que su núcleo de amigos, sus preferencias, sus manías, sus amores y hasta sus odios viven encapsulados en esa especie de nueva bola de cristal a la que puede castigar mudándose de "sitio" o simplemente apagándola, cuando le responde algo inconveniente o que no le gusta. ¿Puede?

 

 Anexo 2. Poder e información


 Extraído de El poder diluido, nueva fase de la democracia occidental. Jesús Timoteo Álvarez. 09/07/2005. Fuente: http://www.tendencias21.net

 

Hacia 1980 los medios (prensa, radio y televisión entonces) no constituía ni siquiera un sector. Dependían del Estado (primer propietario de medios en cualquier país europeo), perdían dinero año tras año y operaban como herramientas para la acción política de los gobiernos y un poco para la actividad comercial de las empresas.

Hacia el año 2004 y en torno a las pantallas (televisión, ordenador y móvil) ha quedado organizado un poderoso sector de información y comunicación en el que convergen todas las viejas y nuevas industrias culturales (libros, cine, música, videojuegos) además de los medios convencionales y nuevos (prensa, radio, televisión, Internet), de la telefonía convencional y nueva (llamadas, sms) y de una creciente oferta de servicios en red (acceso y proveedores de Internet) y de servicios audiovisuales a la carta para las pantallas (guías, películas, música). Es un hipersector de InfCom de acelerado crecimiento y que supone en España en torno al 3% del PIB con porcentajes superiores en otros países occidentales.

Esta realidad así presentada es innegable. Es innegable por el evidente peso de las pantallas en la vida individual y colectiva, por el peso económico manifiesto de los sectores de la información, el entretenimiento, la cultura convencional, los videojuegos, la producción televisiva, por la presencia de las pantallas como terminales de una red mundial y local capaz de establecer una relación directa entre usuarios, consumidores o votantes y agentes sociales de toda condición. Pues bien, esta innegable realidad ha provocado en tan pocos años un amplísimo número de transformaciones y efectos de los que recogemos las más importantes.

 El dominio de las pantallas

La televisión se situó ya a finales de los años 70 en cada hogar estableciendo una relación diaria de más de tres horas con cada familia. El ordenador hizo lo propio durante los años 90 en el trabajo primero y en casa después, con un importante porcentaje de población.

El teléfono móvil universalizó formas originales de comunicación a través de una pequeña pantalla personal especialmente entre los adolescentes y más jóvenes. La suma de las diferentes pantallas supone el sueño de la mercadotecnia, porque permiten el acceso directo y muy personalizado a todo tipo de usuarios, consumidores y votantes.

Permiten asimismo un retorno e interactividad más controlable que nunca y una relación directa y horizontalizada con los diferentes segmentos de mercado.

 El individuo como poder

Se trata de un salto cultural análogo al que se produjo en el Renacimiento con la reforma religiosa (luterana) y la implantación de la imprenta: los individuos pudieron entonces prescindir de intermediarios, tanto en su relación con Dios como en su dependencia intelectual y emotiva con predicadores y maestros.

Algo similar sucede ahora. Más del 60% de la población europea ha asistido a la escuela hasta los 18 años y casi un cuarto de la población adulta más joven ha conocido las aulas universitarias, según datos CEOE para 2003. Más del 90% ve diariamente la televisión y porcentajes altísimos de población construyen su entorno y reaccionan al mismo en el teléfono móvil, se transportan a realidades virtuales en los videojuegos, provocan y reciben todo tipo de ofertas y respuestas “en tiempo” y “en línea”.

Nada que ver con relaciones lineales (un agente emisor, un canal con ruidos, unos receptores) ni siquiera con un sistema circular plano (en esquema) de relación y venta (el marketing convencional), sino con una realidad en red en la que cada cual puede ser emisor y receptor al mismo tiempo y en cuya intelección y organización (“targetización”) hay que partir casi del uno más uno hasta formar grupos cada vez más minoritarios o con un mínimo común denominador cada vez más ancho e indefinido (la sociedad “soft” ).

  

Anexo 3.  El choque de la sociedad de la información


  del Libro Blanco sobre la Educación y la formación.:

Enseñar y aprender hacia la sociedad cognitiva.

 Comisión de las Comunidades Europeas. Bruselas 1995.

 

Como ha subrayado el informe sobre “Europa y la sociedad global de la información” del Grupo de alto nivel presidido por el Sr. Bangemann (mayo de 1994): “en todo el mundo, las tecnologías de la información y las comunicaciones están generando una nueva revolución industrial que ya puede ser considerada tan importante y profunda como sus predecesoras”.

Esta revolución no puede dejar de tener, al igual que las precedentes, consecuencias para el empleo y el trabajo.

De hecho, no está demostrado que las nuevas tecnologías hagan disminuir el nivel de empleo. Algunos países tecnológicamente avanzados han sabido crear en torno a las nuevas actividades relacionadas con la información una cantidad de empleos comparable, incluso en algunos casos superior a la cantidad de empleos destruidos en las demás actividades.

Es cierto, por el contrario que las tecnologías de la información han transformado la naturaleza del trabajo y la organización de la producción. Dichas transformaciones están modificando profundamente la sociedad europea.

La producción masiva va desapareciendo en provecho de una producción más diferenciada. La tendencia a la larga de desarrollo del trabajo asalariado permanente, es decir, de  jornada completa y duración indefinida, parece invertirse. Las relaciones de producción y las condiciones de empleo cambian. La organización de la empresa evoluciona hacia una mayor flexibilidad y descentralización. La búsqueda de la flexibilidad, el desarrollo de cooperaciones en red, el aumento del uso de la subcontratación y el desarrollo del trabajo en equipo son algunas de las consecuencias de la penetración de las tecnologías de la información.

Ahora, las tecnologías de la información contribuyen a hacer desaparecer aquellos trabajos rutinarios y repetitivos que pueden codificarse y programarse mediante máquinas automáticas. El trabajo tendrá un contenido cada vez más cargado de tareas inteligentes que requieren iniciativa y adaptación.

Pero las tecnologías de la información, al tiempo que facilitan la descentralización de tareas, las coordinan en redes interactivas de comunicación en tiempo real, que funcionan tanto entre continentes como entre despachos de una misma planta. El resultado es, a la vez, una mayor autonomía individual del trabajador en la organización de su actividad y una percepción menos buena del marco general de esta actividad. El efecto de las nuevas tecnologías es doble: por un lado, aumentan sensiblemente el papel del factor humano en el proceso de producción, y por el otro hacen al trabajador más vulnerable a las transformaciones de la organización del trabajo, pues se convierte en un simple individuo confrontado a una red compleja.

Las tecnologías de la información penetran de manera masiva tanto en las actividades vinculadas con la producción como en las relativas a la educación y formación. En este sentido, producen un acercamiento entre las “maneras de aprender” y las “maneras de producir”. Las situaciones de trabajo y las situaciones de aprendizaje tienden a acercarse, si no a ser idénticas desde el punto de vista de las capacidades movilizadas.

Esta mutación vinculada a las tecnologías de la información tiene repercusiones económicas y sociales más generales: desarrollo del trabajo individual autónomo, actividades terciarias y nuevas fórmulas de organización del trabajo, llamadas “cualificantes”, prácticas de descentralización de la gestión, horarios variables.

La sociedad de la información conduce finalmente a plantearse la cuestión de saber si, más allá de las nuevas técnicas de conocimientos que ofrece, el contenido educativo que lleva en su interior será para el individuo un factor de enriquecimiento o. por el contrario, de empobrecimiento cultural.  Hasta ahora la atención se ha centrado en las potencialidades ofrecidas por las autopistas de la información, por la revolución de lo casi instantáneo que opera, por ejemplo INTERNET, en las relaciones entre empresas, investigadores, universitarios. Pero también es de temer que la calidad del mundo de los multimedia, y en particular de los programas educativos, conduzca a una cultura ‘de poca calidad’ en la que el individuo pierda todos sus referentes históricos, geográficos, culturales.

Por eso, en particular con motivo de la reunión del G7 en Bruselas en marzo de 1995 sobre la sociedad de la información. la Comisión hizo tanto hincapié en la necesidad de fomentar la producción europea de programas educativos.  La sociedad de la información modificará los métodos de enseñanza substituyendo la relación demasiado pasiva entre profesor y alumno por la nueva relación, a priori fecunda, de la interactividad.  Sin embargo, la modificación de las formas de la enseñanza no puede suplir la cuestión de su contenido.

 

 Anexo 4: Claves del lenguaje de los móviles


 ABC. Blanca Torquemada, con información de los profesores Santiago Lorente, de la Universidad Politécnica de Madrid, y Carmen Galán, de la Universidad de Extremadura

 

A: taptc vnirt mñn a ks?ms padrs s vn y m qdo slo.

(¿Te apetece venirte mañana a casa? Mis padres se van y me quedo solo.)

B: n sé si pdré xq ms padrs stan mazo rayaos xq ayr ygué topedo xla nxe.cnt.

(No sé si podré porque mis padres están «mazo rayaos» porque ayer llegué «to» pedo por la noche. Contesta.)

A:oie vnt anda y yama a algn y mntams 1a fies.

(Oye, vente anda y llama a alguien y montamos la fiesta.)

B: okis. 1b (Vale. Un beso.)

Irene tiene veinte años, acreditada experiencia en la emisión y recepción de mensajes a través del móvil («SMS») y nos brinda este ejemplo de conversación «críptico-juerguista» entre jóvenes, aunque tiene muy claro que este lenguaje busca más la inmediatez y la economía de medios que la clásica «ocultación» de planes ante los padres: «No se me ocurre nada que pueda usarse para engañar a los padres con este lenguaje, porque lo bueno del móvil es precisamente eso: que no lo pueden leer tus padres porque lo llevas tú siempre encima».

Cada vez más jóvenes

Lo cierto es que asistimos a una revolución social, más que tecnológica. Las cifras nos dan una idea clara del explosivo alcance del fenómeno: tenemos en España 17 millones de líneas de teléfono fijas, ochenta años después de los comienzos de su implantación, y sin embargo contamos ya con 33 millones de suscriptores de móviles, en menos de una década. La telefonía de bolsillo ha cambiado modas y modos, porque los mensajes SMS han generado un nuevo lenguaje entre jóvenes cada vez más jóvenes.

Elena, ocho tiernos años, ya maneja con absoluta soltura su «juguete». Sus padres están divorciados y, al contemplarla enfrascada, casi autista, frente a las menudas las teclas surgen los interrogantes: ¿Se lo habrán regalado el padre o la madre sólo para compensarla por la «desestructuración» familiar o será, más bien, un elemento estratégico interpuesto por uno de ambos progenitores para evitar la interferencia «del otro» y paliar que un frío régimen de visitas dictaminado por un juez coarte la comunicación con la niña? «No dudes de que es lo segundo», sentencia Santiago Lorente, sociólogo especializado en el impacto de las nuevas tecnologías y profesor de la Universidad Politécnica de Madrid. «Una funcionaria de los juzgados de Valencia -comenta- me ha dicho que están proliferando las denuncias de padres y madres porque los «ex» compran móviles a los críos. Se desestiman esas demandas, claro. ¿Cómo penalizar ante un regalo? O, ¿cómo juzgar moralmente ese obsequio, y no hacerlo con una «play station» o una «game boy»?».

Lorente es también coordinador de un reciente estudio encargado por el Injuve, «Juventud y teléfonos móviles», en el que, ante la falta de datos estadísticos fiables (no se puede determinar el número de usuarios adolescentes o jóvenes porque muchas líneas son de prepago, con las tarjetas «de rascar», por ejemplo) se ha recurrido a una elocuente metodología comparativa con lo que sucede en otros países europeos.

Similar en todos los países

Los resultados demuestran una sorprendente simetría en los comportamientos de los jóvenes de diferentes naciones a la hora de elaborar el lenguaje de los móviles, que busca, en todos los idiomas, máxima economía, y es reflejo de una «compulsión comunicativa». Búsqueda de la inmediatez en estado puro.

El ejemplo más simple para entenderlo es que si en el lenguaje SMS español la palabra «saludos» se escribiría «salu2», en inglés, «for you» («para ti») sería «4 u». Aprovechar la fonética de los números y las letras para economizar signos es la regla número uno.

«Nada nuevo hay bajo el sol», añade Lorente, quien nos recuerda cómo la escritura hebrea, vetusto ejemplo, no utiliza vocales, y nos remite a situaciones cotidianas (el morse, los apuntes de los bachilleres y universitarios, donde «xq» significa «porque»). Por eso, la voz del sociólogo quita hierro a los augurios apocalípticos «para la pureza del lenguaje, o para la supervivencia del núcleo familiar». Lo que sí ve es, precisamente, «relación entre las transformación de la familia y la expansión de este lenguaje, según han estudiado con detalle sociólogos italianos, en una estructura muy similar a la española. Nos hacen notar que la pauta muy común del hijo único que pasa muchas horas solo en casa porque la madre trabaja provoca una necesidad de comunicación que se vuelca en el SMS porque es más barato que la conversación de voz. Además, el móvil, como objeto de uso personal y casi intransferible, es un perfecto territorio de la intimidad, al menos por el momento: en algunos países se están empezando a desarrollar aparatos con GPS (como en los vulgarmente llamados «coches con ordenador», que siguen el itinerario que se les fija), que actuarían como «localizador» por satélite del lugar en el que se encuentran los hijos en el caso de que no contesten o algo les suceda.

De juguete a mensajero

Según Lorente, la relación de los más jóvenes con los móviles pasa por tres fases: en una primera (infantil), el individuo toma el móvil por una consola más de juegos; después, en la adolescencia, se aferra a los SMS como parapeto de emociones y timideces y después, con una mayor madurez, a la conversación de voz. Richard Ling, autor noruego de origen norteamericano, cataloga el móvil como nuevo elemento de los tradicionales ritos de paso o de iniciación: su posesión y disfrute indica el comienzo del tránsito a la edad adulta. Fernando Fernández de Lis, gerente de Desarrollo de Mercado de Telefónica Móviles calcula que «cada usuario joven, como media, emite el doble de mensajes SMS que un «no joven» y hay usuarios adolescentes que realizan hasta el 80 por ciento de sus comunicaciones a través del móvil en forma de mensaje y sólo un 20 por ciento en voz»..

Concurso poético

De bachilleres estudiábamos que una lengua se consolidaba cuando adquiría «tradición culta»; esto es, cuando quedaba acuñada en la creación literaria.

Y he aquí que la Universidad Internacional de Cataluña acaba de convocar y fallar, con motivo del último Sant Jordi, el I Concurso de Poesía SMS. La utilización de los grafismos con funciones expresivas (Huidobro), la disortografía (Juan Ramón y las jotas) o el afán de síntesis (conceptismo quevediano) están tan presentes en la propia sustancia del género que un teléfono móvil difícilmente puede ser enemigo de un poeta, debieron pensar los padres de la idea. El resultado ha sido «bueno, sin alharacas», según Carmen Galán, profesora de la Universidad de Extremadura que formaba parte del jurado. De forma sorprendente, los organizadores no consiguen localizar, por ahora, a los ganadores del tercer premio, atrapados en el anonimato de las llamadas perdidas.

Gramática parda

Estas son las «académicas» normas que rigen los mensajes SMS, para iniciación de profanos, según recoge el estudio del Injuve «Juventud y teléfonos móviles»:

-¿Signos de interrogación? Con uno basta.

-¿Para qué quieres la h? Se utiliza sólo en los acrónicos y en contados casos.

-¿Acentos? ¿eso qué es?

-Las vocales de las palabras habituales sobran.

-Aprovecha el sonido de las consonantes (t=te, k=ca, kb=cabe)

-Si hay muchas consonantes, te imaginas las vocales (kdmos?=¿quedamos?)

-La Ch se convierte en X (mxo=mucho)

-La LL se convierte en Y (ymme=llámame).

-Sí a la eñe. La tilde es gratis (mñn=mañana)

-Los signos y las cifras valen por lo que significan o por lo que suenan (salu2)

-Regla de oro: Todo lo que se entiende, sirve.

GLOSARIO:

tq: Te quiero.

bss: Besos.

mk?: ¿Me quieres?

hl: Hola.

aptc: Apetece.

cnt: Contesta.

xa: Para.

xo: Pero.

nt1d: No tengo un duro.

pdt: Paso de ti.

npi: Ni puta idea.

clga: Colega.

-Expresiones muy comunes quedan reducidas a iniciales: asc (al salir de clase), ktps (¿qué te pasa?), qt1bd (que tengas un buen día), tblg (te veo luego), tkrm (tengo que irme).

-A veces se introducen formas de expresarse cercanas a las asignaturas que estudian: k pb! (¡Qué plomo!), o XX (chica) XY (chico).

-Adaptaciones fonéticas del inglés: plis (please) ailvu (I love you).

-Se sustituye s por z en los plurales que aluden a versiones de software pirateadas («gamez»)

-Síntesis máxima: +t (súmate, apúntate, como invitación a una fiesta).

 

Anexo 5. Ciudadanos y pantallas: pasividad o responsabilidad


Enrique Martínez-Salanova Sánchez. Comunicar 25

Uno de los principales desafíos con los que se encuentra la sociedad de la información es el deterioro de la participación ciudadana. A pesar de las facilidades de comunicación, el ciudadano se enclaustra en su pequeño entorno familiar y social, dando la espalda a los problemas del mundo y volviéndose cada día más solitario. Durante décadas, la información que se aporta a través de los medios de comunicación, sobre todo la de televisión, es mediatizada por la influencia de los grandes poderes económicos, que organizan la información mundial para que los ciudadanos la lean, la entiendan, la asimilen y la utilicen de forma dirigida. Ante los medios, los ciudadanos asumen una postura pasiva, alienada, no implicativa y escasamente participativa. Ante la necesidad de que los ciudadanos tomen conciencia de sus responsabilidades la televisión, al igual que otros medios comunicativos, debe adquirir el compromiso de levantar al ciudadano de su apatía, proponiendo y sugiriendo actitudes activas y participativas. Las cadenas de televisión deben tomar conciencia de su función educadora.

«Lo que para mí cuenta no es hacer una obra perfecta, sino tender un puente para el contacto humano». Jean Renoir

«Pasamos de una ética de interrelación personal, de proximidad, a una ética en la que la interacción es virtual o se desarrolla a distancia, con texto pero sin gesto; con imágenes pero sin cuerpos».  Norbert Bilbeny

«La Humanidad no puede soportar mucha realidad». Thomas S. Elliot

La mayoría de los mensajes que reciben los ciudadanos lo hacen por medio de pantallas. Pero, a diferencia del mundo orweliano, en el que una gran la pantalla multiplicada hasta el infinito era la única referencia, el ámbito vital del siglo XXI se desenvuelve para el ciudadano en infinitas referencias, en miles de lugares, a partir de millones de puntos de información, entre ellos la de multitud de pantallas de toda índole, desde las megapantallas de cine o de los espectáculos al aire libre hasta las minúsculas pantallas de telefonía móvil, pasando por la televisión y los ordenadores. La empresa, la familia, la ciencia, la publicidad, las utilizan para comunicase, publicitarse, vender o informar. Como ya sabemos, el ritmo de la información se hace cada día más vertiginoso. La cultura impuesta desde el mundo que domina las pantallas, conduce tanto al descubrimiento y la creación de pautas culturales como a su cambio y destrucción.

La especie humana se encuentra en perpetuo cambio, entre lo tecnológico y lo ideológico, que intervienen indefectiblemente entre sí, generando procesos perceptivos y de pensamiento muy diferentes a los que la sociedad había vivido hasta el presente. Los adelantos tecnológicos, que acomodan todas las posibilidades humanas en lugares más asequibles, pueden conseguir, si la misma sociedad no lo remedia, que en un mundo de mayor y mejor comunicación, en plena sociedad de la información, paradójicamente sitúe a la especie humana en una actitud más pasiva. La sociedad, cada día más, espera que los problemas se resuelvan por sí solos o que alguien los resuelva, adquiriendo así los individuos la misma actitud reverencial que los países pobres tienen a los poderosos, los ciudadanos, espectadores de a pie, tienen a las macroestructuras que van a solucionar sus problemas. Se establecen nuevos valores y paradigmas, nuevas relaciones de dependencia, bienestar y consumo, cuando es más necesaria que nunca una actitud creativa y crítica

Siendo como es la cultura un fenómeno esencialmente humano, la ruptura de la serenidad y la lentitud en la transmisión de normas de conducta entre unas y otras generaciones, está creando conflictos. Los patrones culturales cambian con una celeridad nunca dada en la historia de la humanidad, casi a la misma velocidad que lo hacen las nuevas tecnologías, se desestabiliza en muchas ocasiones el status preestablecido, y se crean confrontaciones generacionales profundas en un mundo en que los jóvenes nacen en un mundo tecnificado que en ocasiones sus padres y profesores se resisten a aceptar, mas aún cuando ven que las fronteras desaparecen, las pautas culturales se homogeneizan, y el desequilibrio en las relaciones interpersonales crea, sobre todo en los adultos, sensación de inseguridad y por lo tanto miedo.

Hay que entender y asumir que las pantallas, es estos cambios, se hacen imprescindibles, tanto para los que pretenden hacerse con el poder mundial de la economía, las finanzas, la cultura y la ideología, como para los ciudadanos que pueden enfrentarlo, creando una sociedad más solidaria y creativa. La televisión es creadora de cultura, el periódico es creador de opinión; es necesario tenerlos en cuenta. La especie humana, en general, se encuentra entre la ansiedad que genera el futuro y el deseo positivo de los nuevos avances sociales. A pesar de que los individuos están en muchas ocasiones a merced de quien los manda, es necesario pensar que la creatividad, individual y social, la búsqueda de nuevas soluciones a los problemas, es pieza clave para resolver los problemas que se plantean ya que se pierde interacción personal y se crece en contactos tecnológicos individuales.

La adaptación de la especie humana al medio ambiente digital será más positiva si se sustenta en un sistema de valores desde el que las instituciones básicas de la sociedad promuevan la aceptación participativa y crítica de los medios de comunicación y de información.

La televisión realiza en estos momentos labores paternales, asesoras y lúdicas, llenando una gran parte de la vida de los individuos de la especie humana. El resto, la búsqueda de datos y la comunicación, se comparten entre Internet, la telefonía móvil y los videojuegos. Los multimedia, generalmente con pantalla, surten al individuo de todo lo que en su vida cognoscitiva necesita, y hace superflua cualquier otra vía de comunicación, relaciones interpersonales, educativas, lectura, etc. El espacio reducido de unos pocos metros cuadrados se convierte en un ecosistema individual de recepción de comunicación y de emisión de la misma.

En la actualidad, los medios de comunicación sustituyen en muchos casos a los mayores en la socialización de niños, adolescentes y jóvenes. Lo que antes el niño o el adolescente recibía exclusivamente por vía de sus mayores en la familia o en la institución escolar, lo recibe ahora a través de los medios de comunicación, fundamentalmente de la televisión.

La televisión, sobre todo, deja sin movimiento al ciudadano, que queda estático ante su pantalla, le comunica lo que interesa, le enseña lo que quiere, lo divierte, lo educa, lo duerme, lo acompaña en sus comidas y en su ocio. El ciudadano, en muchas ocasiones, está pendiente de la programación televisiva para hacer sus planes, se hace adicto a determinados programas que condicionan sus actividades y su ocio. Esta dependencia hace que se piense que lo que no sale en la televisión no ha sucedido y que siempre, lo que sucede en la tele es cierto. De todo lo demás, de lo que en la televisión no sale, el ciudadano no se entera, o lo que es lo mismo, a efectos de participación ciudadana en los problemas del mundo, queda alejado de toda información, y por lo tanto de toda implicación.

Los desequilibrios

Nuestros hijos nacen ya en plena sociedad de la información, en la era de cibernética, y solamente conocen esa posibilidad. Sin embargo, los adultos, estamos más en la era de la cultura mecanicista y lineal que en la era de la cibernética y de los mosaicos de la información. Como mucho, estamos a caballo entre ambas. Nuestros hijos viven la era de la cultura cibernética, han nacido con ella, y sus cerebros se adecuan desde sus primeros balbuceos a un mundo plagado de iconos, de imágenes y de signos, en el que prima la velocidad que traen consigo las nuevas tecnologías.

La diferencia sustancial que se produce es que acabamos teniendo diferentes formas de percibir la realidad, utilizamos metodologías y medios diferentes de acceder a la información, y en muchos casos -mecanismos de defensa por no entender la otra visión- despotricamos, en el caso de los mayores por la forma adictiva en que los jóvenes utilizan las pantallas de todo tipo. Los jóvenes y los niños, quedan solos en la utilización de las pantallas, rechazan en muchos casos el libro y otras fuentes de información y no se sienten apoyados por padres y profesores, por lo que aprenden por su cuenta, o con amigos, reduciendo inmensamente sus posibilidades de uso.

Son grandes, por tanto, los desequilibrios que provoca la diferente forma de encarar los medios entre las antiguas y las nuevas generaciones. Los padres y profesores no conocen las verdaderas necesidades de sus hijos y alumnos, no entienden su dependencia, pero tampoco saben orientar hacia las posibilidades que poseen los medios ni orientan hacia la madurez en su utilización.

Los puntitos negros. La implicación del medio.

«Si te ofreciera 20.000 dólares por cada puntito que se parara, ¿me dirías que me guardase mi dinero o empezarías a calcular los puntitos que serías capaz de parar? ¡Libres de impuestos, amigo, libres de impuestos!»

Esta frase es del guión de la película El tercer hombre, basada en la novela homónima de Grahan Green, El tercer hombre, hecha cine por Carol Reed en 1949. El personaje que interpreta Orson Welles intenta –desde lo más alto de la noria del parque de atracciones de Viena- convencer a su amigo americano, papel que interpreta Joseph Cotten, de lo fácil que es eliminar seres humanos, más aún cuando hay sustanciales beneficios por ello. La fuerza de estas afirmaciones no está solamente en el pavoroso contenido que entrañan, sino más bien –o más aún- del sentido que se les ha querido dar: no importa tanto eliminar personas si se realiza desde la más absoluta impunidad y lejanía. Posiblemente, muy poca gente es capaz de matar a nadie cara a cara, mirando a los ojos a la víctima, pero cuando se hace desde un despacho, mediante una firma en un papel… Orson Welles intenta convencer a su amigo y justifica así su propia forma de vida. El hecho es similar al que en el primer acto de la obra de teatro La barca sin pescador, relata el dramaturgo español Alejandro Casona. El diablo ofrece a un empresario en bancarrota, con el fin de que logre otra vez su riqueza, la posibilidad de colocar su dedo en cualquier punto –aleatoriamente- del globo terráqueo. La acción, aparentemente intrascendente, de señalar un punto del mapa suponía la muerte de un ciudadano anónimo del mundo.

En ambos casos, los recursos escénicos o fílmicos, previstos por los autores, obligan al espectador a tomar partido: lo hacen pensar, lo incomodan en su butaca, lo alían con un personaje en contra de otro. Las artes de la comunicación poseen recursos para provocar sentimientos, no ya por el mismo contenido del mensaje, sino –y además- por el modo de contar, por el lenguaje utilizado, por la fuerza de las imágenes, por la música o los textos, o por el actor o actriz que lo protagoniza… En la secuencia de la noria, de la película El tercer hombre, los planos y contraplanos, las luces y las sombras, una espléndida perspectiva desde lo alto de la noria –en arriesgado picado sin el cual el texto de las personas vistas como puntitos negros no hubiera podido contarse- las miradas entre los protagonistas, la música, y por supuesto el texto de Grahan Green, ponen en escena la defensa de la corrupción y logran que el espectador, ignorante y expectante desde el comienzo del film, tome por fin partido. Alejandro Casona, en el drama La barca sin pescador, tras la respuesta afirmativa del empresario, que coloca el dedo en el globo terráqueo, hace surgir entre bambalinas un escalofriante grito, el de un pescador que muere asesinado desde la lejanía. El espectador recibe un mensaje trágico, que más tarde irá desvelando el dramaturgo entre el segundo y tercer acto.

Los mensajes que se transmiten a través de las pantallas del cine, tradicionalmente han sido mensajes comprometidos, los cineastas han hecho gala de narrar dramas humanos, de relacionar el mundo de la ficción con el de la realidad por medio de imágenes, de relatos dramáticos o cómicos, pero con un trasfondo humano, social, artístico o creativo. La televisión, sin embargo, por el hecho de ser de fácil acceso, se ha convertido en ramplona, en banal, en un medio en el que todo vale con el fin de ganar audiencia. Lo que es la principal baza de la televisión para sobrevivir se ha convertido en arma arrojadiza contra la cultura.

El paseo de los famosos. La irresponsabilidad de las cadenas

Hoy la televisión no implica a nadie, no compromete, más bien aliena. La televisión vive dentro de ella, los noticiarios traen el mundo, los problemas y sus soluciones al propio ecosistema televisivo familiar, del que el ciudadano no sale. Se produce en los medios, en general y sobre todo en la televisión, una permanente espiral de uso de los propios programas de televisión en otros, como si la televisión -mejor cada cadena televisiva- tuviera toda la información en ella misma. Los famosos de un programa, que el mismo programa hace famosos, participan además de todos los programas de la cadena, concursos, debates, etc.. La cadena se preocupa en ocasiones de hacer marketing con ellos, ya sea en forma de galas, paseos por el país, discos, libros…las otras cadenas, también se los disputan -o utilizan lo que consideran más relevante en los llamados programas de zapping- así como las revistas del corazón. Y la espiral no se acaba, es infinita, a estos famosos se suman sus parientes más cercanos, amantes, novios o novias, que a su vez generan a su alrededor una nueva serie de personas allegadas que son utilizadas hasta el infinito por los medios. Estos personajes, creados de la nada, los utiliza la TV hasta la saciedad, los vuelve y revuelve a introducir en los hogares, hasta que por la ley de la entropía, van dejando gradualmente de tener interés y son abandonados.

Esta superficialidad en los contenidos, hace que la televisión se convierta en un espectáculo de una banalidad absoluta. Quien está tras los programas de televisión define la misma comunicación –sin ninguna posibilidad de ingerencia del espectador- define el contexto y el tiempo, en el que hay que definir la comunicación. Las mismas cadenas establecen los códigos lingüísticos, deciden lo que se debe o no ver, integra los códigos y repertorios más compartidos del lenguaje oral o escrito, los códigos y repertorios éticos y morales, sin más techo ni norma que el índice de audiencia, propone estilos personales a los que el espectador se adapta por fuerza, ya que el espectador se ha creado la necesidad de estar ante el televisor, y cree todo lo que el televisor propone.

La televisión, al mismo tiempo, facilita los elementos no comprensivos, que no se ajustan todavía a la cultura del momento, y por tanto el espectador debe ir entrenándose y aprendiendo poco a poco, hecho esto de un modo sutil y no consciente. Es a través de lo no comprendido como se infiltran en el acto de comunicar las características propias del sistema social, las que a pesar de las diferencias interpersonales, las diferentes ideologías, los compromisos afectivos, los intereses y objetivos del ciudadano, transmiten e instalan en el acto comunicativo una estructura perpetuadora de las relaciones de dependencia que se aprecian en sistemas más amplios. Una gran contradicción es que se predica una democratización de la sociedad y una participación cada vez mayor en ella, pero quienes definen los procesos de comunicación son los que detentan el poder mediático.

La televisión no se responsabiliza en ningún caso del proceso comunicativo que se crea, dejando al espectador la responsabilidad de que en el nivel consciente establezca la reflexión crítica, el aprendizaje creador, la respuesta activa, la promoción de su individualidad, su rescate como sujeto digno, no sometido a los caprichos y avatares de la televisión y a la dictadura de las pantallas.

Dar a conocer la realidad para cambiarla

Las televisiones –al contrario que el cine- no han optado por la vía del compromiso. Es necesario conocer la realidad para cambiarla. Es cierto que hay programas televisivos, algunas series y reportajes, que intentan presentar la realidad. Sin embargo, caen en la mayoría de ocasiones en la superficialidad o en el sensacionalismo. Los temas de los reportajes, en gran medida están ligados también al mundo de lo sensacionalista.

Las series, algunas muy divertidas y con magníficos y chispeantes guiones, adolecen de la superficialidad del resto de la programación, presentando una actualidad de titulares de prensa sensacionalista, en la que en un solo episodio pasan miles de cosas con toda rapidez pero sin entrar en absoluto en ello, sin intentar promover en ningún caso la reflexión o el análisis.

La televisión debiera contribuir a ese conocimiento de la realidad, pero no solamente en píldoras o retazos. Debe buscar puntos de vista diferentes, ahondando en los problemas, presentando una realidad en las que todos los problemas, no solamente los más sensacionalistas, tengan cabida.

Televisión educativa-televisión educadora

La televisión nos muestra un mundo que se enfrenta a problemas variados y de diferente profundidad, desde el hambre masiva e indiscriminada y los desastres ecológicos hasta temas de sexo, religión o política. Sin embargo, la superficialidad con que se tratan consigue generalmente que el espectador se haga con ideas superficiales o muy equivocadas del mundo que le rodea, sintiendo muchas veces impotente para conocer rigurosamente y en profundidad la realidad de los hechos o el sentido verdadero de los pensamientos u opiniones.

La mayoría de los problemas serios que se tratan en televisión se trivializan, los debates no se realizan con corrección, se busca y provoca el enfrentamiento entre los contertulios o los participantes con el fin de no perder audiencia. Se pactan en la trastienda del programa formas de enfrentar el debate con el fin de que el interés no decaiga, y si decae, los presentadores tienen trucos suficientes para levantar el interés enfrentando en muchas ocasiones verbal, gestual y en ocasiones con agresiones físicas a los oponentes. Esto da como resultado que no se llega al fondo de los problemas. En otras ocasiones la imagen sustituye o enmascara el contenido.

Es necesario que las televisiones acepten la responsabilidad de educar. Y quiero hacer énfasis en dos conceptos que normalmente se confunden y que en el caso de la televisión debieran definirse y aplicarse. Televisión educativa y televisión educadora.

Para que una televisión sea educativa, debe tener intencionalidad educativa. Propósitos y objetivos claros, definición de la audiencia a la que va dirigida y por ende adecuación de los métodos, lenguajes y estructuras a ella… Un ejemplo pudiera ser Barrio Sésamo, definido para niños de seis años, con metas muy claras que abarcan un amplio abanico de posibilidades, instructivas y educativas relativas a esa edad y metodología y lenguaje referido a la misma. No es conveniente ni necesario que toda la televisión sea educativa.

Normalmente confundimos educativo con instructivo. Lo instructivo tiene que ver con los conocimientos o movimientos que se aprenden mecánicamente. Para que sean educativos, estos aprendizajes deben poseer algo más, que sean significativos, que estén en un contexto más amplio, que el que aprende los inserte en un entorno, que asimile los valores del aprendizaje, etc. Un documental puede ser instructivo, pero si no está dentro de un contexto, si no se adapta el lenguaje, las formas y los tiempos, a la edad de quien que se pretende sea espectador, no será educativo.

A mi entender, toda la televisión debe ser educadora (no educativa). Como decía más arriba, estamos en un mundo en el que existen desafíos importantes que debemos encarar entre todos. No es posible que las televisiones, con la fuerza cultural y capacidad subyugadora que poseen entre los ciudadanos, se desentiendan de esa responsabilidad. Una televisión educadora es la que plantea, propone y estructura sus programas pensando en que en el mundo hay problemas de todos y que hay que colaborar en crear corrientes de opinión y de debate para que los ciudadanos busquen también su propia responsabilidad.

Por ejemplo:

¿No podrían las televisiones proponer que las formas y modos de los debates fueran menos violentos e hirientes y más respetuosos con las opiniones de otros participantes?. Los moderadores, ¿no podrían mantener mejor los niveles de interés con los propios contenidos y no con el aumento de la agresividad, del insulto o de la descalificación? Necesitamos como ciudadanos modelos de debate diferentes a los que vemos en televisión, que por nuestra retina y oídos entren en nuestro cerebro maneras diferentes de respetar la opinión, de dirigirse a otras personas, de mantener un criterio…Con estas preguntas y comentarios intento explicar mi idea de la televisión educadora. Hay magníficos temas tratados en televisión, en programas que pierden su posible función educadora por sus modos sensacionalistas, violentos e irrespetuosos.

El tema de la violencia en la televisión, también es un ejemplo. No es tan peligroso presentar la violencia como no dar posibilidades para rebatirla, debatirla o cuestionarla. Se han llenado páginas de periódico y se han elaborado multitud de informes y de trabajos en relación con la violencia en televisión. Sin embargo, hay más violencia en la sociedad, en la familia, que en los programas de televisión. O el tema de la discapacidad, que se trata al mismo tiempo que se oculta a los discapacitados…

Debemos pedir a las cadenas coherencia al presentar sus contenidos, pues es clave la forma de presentación para que los contenidos tengan validez. Yo propondría a las televisiones, para que aumenten su capacidad educadora, un cuidado especial en temas como el medioambiente, la solidaridad, la paz y la violencia, la responsabilidad, la tolerancia, el respeto a opiniones y culturas diferentes. Son temas básicos en los que el mundo está de acuerdo. Y lo más importante: no está en que los temas se traten, que ya se tratan, sino que se haga sin sensacionalismo, apelando al compromiso de los espectadores, imbuyéndose las cadenas de estos mismos proyectos, para que surjan con espontaneidad y naturalidad.

 

Anexo 6.  El televisor: La pantalla estrella


La pantalla estrella

El acto educativo ayuda a superar la dicotomía entre realidad y ficción

Ilda Peralta Ferreyra

En plena sociedad de la información, en una sociedad invadida por los medios de comunicación, las pantallas cobran una relevancia especial gracias a los avances tecnológicos. La televisión sigue siendo, sin duda, la estrella de las pantallas, encauzando una cultura global que es mediatizada por las grandes empresas de la información bajo el mando de los poderes económicos y políticos mundiales.

El gran desafío de los educadores –padres, profesores, responsables y comunicadores- es adquirir la fuerza suficiente para, en un principio, utilizar el poder icónico y emotivo de la televisión con finalidades educativas, y al mismo tiempo, proponer a los educandos –alumnos y sociedad en general- las posibilidades educativas y didácticas suficientes como para convertir la fuerza de la televisión y su mensaje, en un vehículo e instrumento imprescindible de búsqueda de información, de apreciación de la realidad y de puerta a la investigación.

 

Las pantallas invaden el mundo. Desde finales del siglo XIX, en que se inventó el cinematógrafo, han llegado a todos los extremos del mundo, primero en las grandes paredes, más tarde, introduciéndose en los domicilios a través de la televisión, en la actualidad, cada vez más reducidas, en los teléfonos móviles, videojuegos, etc.. Vivimos llevando las pantallas con nosotros, de la misma forma en que antes llevábamos un libro o una revista.

Sin embargo, el medio televisivo sigue siendo la pantalla por excelencia. Las nuevas tecnologías han logrado que se vea la televisión con tanta definición como el cine, y a tamaños que se le van aproximando. La televisión, además, cada día acrecienta su poder de seducción, adaptándose a las nuevas corrientes artísticas y tecnológicas, llevando –sobre todo a los hogares- un mundo que atrae y subyuga, .que aliena y entretiene.

La sociedad, sin embargo, no debe soportar en lo más profundo de su entidad cultural, una bomba de tiempo contra sus raíces, sus productos culturales y su libertad, pues la televisión, además de ser un maravilloso cauce de informaciones, conocimientos, diversión y creatividad, introduce mecanismos culturales globales, el pensamiento único, la primacía de las ideas de los económicamente más poderosos, la amoralidad de algunos programas que introducen en la ciudadanía una visión morbosa o cínica de la sociedad…

Poder cultural de la televisión

La televisión es, junto con la prensa, ese cuarto poder del que tanto se ha hablado. Sin embargo, las cosas han cambiado. La prensa ha cedido una gran cuota de poder a la televisión, fundamentalmente en sus aspectos culturales y sociales. La prensa sigue poseyendo un magnífico poder mediático en cuanto a su incidencia en los procesos políticos, al tener capacidad de movilizar a las conciencias pensantes, encumbrar o desmoronar carreras políticas, o encauzar a la opinión pública en determinadas direcciones. La pantalla, la televisión, sin embargo, fundamenta su poder en los cambios culturales que se desarrollan en el ámbito familiar y social.

La televisión ayuda a crear costumbres, lo más profundo de los elementos culturales de una sociedad. Las costumbres generan consumo, cambian a medio plazo –a veces a muy corto- la estructura familiar y social, pueden del mismo modo crear irrealidades y fantasías con negativa incidencia en la misma cultura en la que participan. Estar a merced de los impactos vertiginosos de los medios de comunicación, hace inestable la socialización, pone en cuestión los sistemas educativos formales e informales y perjudica notablemente las relaciones interpersonales y familiares.

Tecnología y supervivencia

Uno de los más grandes desafíos que se presenta a la especie humana en el siglo XXI es que debe utilizar la tecnología para la supervivencia de la misma especie y de su cultura. La sociedad, sin embargo, desde el principio de los tiempos, aunque se hace más evidente en la actualidad, ha manipulado la información, la comunicación, y las técnicas, haciéndolas servir a los intereses de unos pocos, exponiendo a la humanidad a la desastrosa posibilidad de que tanto la propia especie humana como su cultura se vean amenazadas. Se justifican las guerras, se ven como naturales las violaciones de los derechos humanos, se argumentan como de necesidad económica prioritaria los factores medioambientales negativos, nos imbuimos de cultura basura, nos creemos la información sesgada, engañosa y mediatizada…

La realidad es necesario conocerla, y los medios, a pesar de lo anterior, pueden ayudarnos. La sociedad y los individuos, para desmitificar y transformar a los medios de comunicación deben establecer relación con ellos. La cómoda postura de rechazar la tecnología nada soluciona, aparte de que puede ser una excusa, o un mecanismo de defensa- que enmascara un miedo cerval o una carencia de iniciativa. Nada se soluciona con aborrecer la televisión, escandalizarse con ella o tenerle miedo y evitarla.

Televisión al servicio de la especie humana

No podemos ignorar el problema cultural que generan los medios de comunicación, ni ignorar sus consecuencias inhibiéndose en la búsqueda de soluciones. La televisión, creada por la especie humana, puede perfectamente estar al servicio de ella –de toda ella- y de su cultura.

En las aulas, por ejemplo, se dedica bastante tiempo a la literatura escrita y muy poco o nada al análisis del mensaje icónico, olvidando el tremendo poder que la imagen organizada por los grandes medios de comunicación de masas tiene en la formación de conciencias y en los cambios culturales. En las familias, los padres olvidan el gran poder de la televisión y no controlan su uso, ni toman conciencia de que una lectura crítica de la televisión es fundamental desde el nacimiento de los hijos.

Las pantallas, y la televisión es la estrella de ellas, están en todas partes. La televisión, además, posee un poder de penetración cada vez mayor en los hogares, en la misma calle y en los centros de enseñanza. Esta realidad implica un desafío para el sistema educativo, padres y educadores, y para las administraciones de los estados que tienen que ver con la educación, la cultura, la sociedad o los derechos de las personas.

La fuerza del debate educativo

La televisión y su intención comercial no deben ser mitificadas. Se puede dar la vuelta a los mensajes televisivos convirtiéndoos en fuente y objetivo de investigación, de reflexión y de conocimiento crítico, superando la fuerza de las imágenes por otra fuerza que se da en las aulas, que complementa a la anterior: la fuerza del debate crítico. Los profesores no deben mitificar la televisión, como si fuera algo lejano, inaccesible o intangible, de difícil acceso a los profanos; el desafío es ver la televisión, analizarla y comprender sus mecanismos de manipulación, con el fin de integrarla en el trabajo de las aulas.

Descubrir la realidad

La realidad como hecho objetivo no es posible conocerla, pero sí nos podemos acercar a ella. La investigación es la clave del acercamiento a la realidad. Y las bases de la investigación deben estar en las aulas y en las familias. La creatividad, la curiosidad, el deseo de cambiar las cosas, la búsqueda de información, la capacidad crítica y el debate sereno están en la base de cualquier investigación y del aprendizaje y desarrollo de la misma.

En el espectador de televisión, sobre todo en los más pequeños, se aprecia la dualidad que se crea entre la realidad y la ficción. Se ven seguidamente, sin pausas no otras referencias, escenas reales y ficticias, sin que se den explicaciones. Cuando la violencia auténtica está entreverada con la falsa sin atender a explicaciones, el espectador ignorante, o inocente, o simplemente despistado, tiene a confundir los conceptos, y no discriminar la realidad de la ficción. Sin mirar la televisión comprensivamente, sin reflexionar sobre lo que se ve o sin debatir sobre lo reflexionado, es prácticamente imposible adquirir la suficiente madurez como para interpretar la televisión y aprender con ella.

Para iniciar en la lectura responsable de le televisión, hay que trascender la disociación grave entre la realidad y la ficción, entender que los problemas que se viven en el televisor, sean noticias de hambres o violaciones, o personas que desnudan su alma, su vida y su conciencia en los reality show, forman parte de la fachada de una realidad que existe y que es conveniente buscar.

La intensidad con la que se vive el problema de la televisión puede llevar a dos consecuencias radicales: Creerlo todo, introduciéndose falsamente en un mundo de esquizofrenia, o pasar por encima de todo, creándose una conciencia angelical de que no sucede nada importante.

Por ello es imprescindible el debate familiar y en las aulas de lo que sucede en la televisión, de lo que se propone como consumo –la publicidad encubierta o no-, de los elementos mercantiles y comerciales y de los intereses de las cadenas, de los informativos, de los programas de entretenimiento, de los reality show, etc... Analizar los reportajes y comentarios sobre los problemas del mundo y de las personas, sobre la destrucción del medio ambiente, el hambre, la violencia, los derechos humanos, las enfermedades, las reivindicaciones, etc., Intentar descubrir la realidad de lo que se ve en televisión complementando con otros medios: Internet, libros, consultas, enciclopedias…

Trascender y superar así la disociación grave entre lo que se ha visto y lo que nos cuentan por otra parte.

©Enrique Martínez-Salanova Sánchez